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Viernes, 19 de abril de 2024

Diferencia entre revisiones de «Revisión de la Vulgata»

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En la primavera de 1907, la prensa pública anunció que [[Papa San Pío X|Pío X]] había decidido iniciar los preparativos para una revisión crítica de la Biblia en latín.  La [[necesidad]] de tal revisión había sido ampliamente reconocida y, de hecho, constituyó un tema en el programa de la [[Comisión Bíblica]] establecido por el [[Papa León XIII]].  A pesar del cuidado que se le había concedido durante cuarenta años al texto de la edición [[auténtico|auténtica]] emitida por el [[Papa Clemente VIII]], en 1592, se había reconocido desde el principio que el texto tendría que ser revisado algún día, y que de cierto modo esta revisión clementina era inferior a la versión sixtina de 1590, a la que había sustituido precipitadamente.  Muchas generaciones han pasado sin la realización de esta esperada revisión.  Las últimas décadas han sido eminentemente un plazo para el [[examen]] crítico de los textos, clásicos y otros, y últimamente se ha instado frecuentemente a las [[jerarquía|autoridades]] [[la Iglesia|eclesiásticas]] de que ha llegado el [[tiempo]] cuando se deben aplicar los principios bien establecidos de la [[crítica textual]] para determinar el texto latino más correcto de la [[Biblia|Sagrada Escritura]].  Los [[individuo, individualidad|individuos]] privados, como el sabio [[barnabitas|barnabita]] Fray [[Carlo Vercellone]],  habían hecho algo para preparar el terreno para dicha obra mediante la colección de variantes de [[manuscritos]], etc, y estas obras habían recibido el agradecimiento y otras señales de aprobación de las autoridades de la época, pero no se tomó ninguna acción oficial hasta que el Papa San Pío X anunció su [[intención]] de prepararse para la revisión.
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En mayo de 1907, los [[abad]]es presidente de las distintas congregaciones [[Orden Benedictina|benedictinas]] reunidos en [[Roma]] recibieron una comunicación del [[cardenal]] Rampolla, solicitando a la Orden en nombre del [[Papa]] que comenzaran las primeras etapas en el proceso de revisión de los textos de la Vulgata.  Si bien los padres reconocen plenamente que esta obra necesariamente debe ser ardua, largo y costosa, votaron unánimemente por la [[aceptación]] de la honrosa tarea que así se les encomendó.  En el otoño del mismo año, el que esto escribe (Francis Aidan Cardenal Gasquet), fue nombrado jefe de una pequeña comisión de benedictinos para organizar el trabajo, para considerar el mejor medio de cumplir con los deseos del Papa, y para determinar los principios sobre los que debía proceder el trabajo de las revisiones.
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Puesto que se ha expresado [[duda]] considerable sobre el alcance exacto de la actual Comisión, puede ser útil aquí establecer claramente que su fin no es producir una Biblia Latina, a ser propuesta como un texto oficial para la [[aprobación]] de [[la Iglesia]], sino meramente dar un paso preliminar hacia la versión oficial.  El objeto se establece claramente en el cargo que el Papa da a la Comisión; el cual es determinar lo más exactamente posible el texto de la traducción latina de [[San Jerónimo]], hecha en el siglo IV.  En todos lugares se admite que este texto es una necesidad absoluta como base de cualquier revisión más extensa y crítica.
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El texto latino de la Sagrada [[Escritura]] había existido desde los primeros tiempos del [[cristianismo]].  [[Vida de San Agustín de Hipona|San Agustín]] y San Jerónimo no conocieron al traductor o traductores.  pero el primero dice que la antigua versión latina ciertamente  provenía "de los primeros días de la [[fe]]”, y el segundo que "ha contribuido a fortalecer la fe de la Iglesia naciente ".  Hecha y copiada sin supervisión oficial, estos textos occidentales pronto se volvieron corruptos o dudosos y para la época de San Jerónimo Habían variado tanto que el [[doctor]] pudo declarar que había casi "tantas variantes como [[códice]]s". Como declaró Richard Bentley en su comunicado al [[arzobispo]] Wade, fue esto “lo que obligó a [[Papa San Dámaso I|Dámaso]], [[Papa|obispo de Roma]], a emplear a San Jerónimo para que ajustara la última traducción revisada de cada parte del [[Nuevo Testamento]] al griego original, y comenzara una nueva edición tan castigada y corregida.”  Esto mismo hizo San Jerónimo, según lo declara en su prefacio  "ad Graecam Veritatem, ad exemplaria Graeca sed Vetera."
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Al presente (1907) los estudiosos están prácticamente de acuerdo en cuanto a la competencia de San Jerónimo para la obra que le había encomendado el Papa San Dámaso.  Él, además, tenía acceso a los manuscritos griegos y otros, incluso en ese momento considerados antiguos, que ahora no se sabe si existen; pudo comparar docenas de textos importantes, y tenía la “[[Hexapla]]” de [[Orígenes y Origenismo|Orígenes]] y otros medios de determinar el valor de su material, que no poseemos nosotros ahora.  Es evidente que el texto puro de San Jerónimo debe formar la base de cualquier versión crítica de la Biblia Latina, y, lo que es más, que debe tenerse en cuenta en cualquier edición crítica de la versión griega de [[Versión de los Setenta|Los Setenta]] del [[Antiguo Testamento]] y los diversos textos griegos del Nuevo Testamento, cuyas copias manuscritas no son más antiguas que la traducción al latín de San Jerónimo hecha sobre copias antiguas en ese entonces.  Ya en 1716 Richard Bentley, el gran erudito, vio la importancia de la traducción de San Jerónimo.  “Era evidente para mí ", escribe, "que cuando dicha copia vino primero de la mano de ese gran [[Padres de la Iglesia|Padre]], debe coincidir exactamente con los ejemplares griegos más auténticos; y si ahora pudiese ser recuperado, sería el mejor texto y garantía para la [[verdad]]era interpretación de los varios supuestos”.  Sustancialmente, sin duda, el actual texto clementino auténtico representa al que produjo San Jerónimo en el siglo IV, pero no es menos cierto que el texto impreso necesita un examen más cuidadoso y mucha corrección mucho para hacerlo concordar con la traducción de San Jerónimo.  No se sabe si existe alguna copia del texto actual; y las corrupciones introducidas por los escribas, etc, en los siglos posteriores a San Jerónimo, e incluso el trabajo bien intencionado de los diversos correctores, han hecho muy difíciles y delicadas las labores de tratar de recuperar el texto exacto de los manuscritos existentes.  Esto, sin embargo, es el trabajo que debe hacerse como el primer paso en la revisión de la Vulgata.  En consecuencia, es el objetivo de la actual Comisión para determinar con toda exactitud posible el texto latino de San Jerónimo y no producir una nueva versión de las Escrituras en latín.  Por supuesto, es completamente otra cuestión el determinar en qué medida San Jerónimo estuvo correcto en su traducción: resolver esto sin duda será obra de alguna comisión futura. 
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En el otoño de 1907, el autor de este artículo llegó a Roma para los preparativos para el comienzo de la obra así confiadas a la [[Orden Benedictina]].  Desde el principio Pío X manifestó su interés personal en el trabajo, y discutió varios puntos de detalle.  Dejó en claro que deseaba que el trabajo de revisión se realizará sobre los métodos [[ciencia y la Iglesia|científicos]] más autorizados de los tiempos modernos y que no se escatimara en gastos para garantizar un trabajo minucioso y preciso en la recopilación y comparación de manuscritos.  El 3 de diciembre de 1907 le dirigió una carta a la Comisión a fin de dejar claro, de forma tan pública como fuese posible, su propio y personal interés en la obra.  Expresó su deseo de que se hiciese un examen exhaustivo de las [[biblioteca]]s públicas y privadas de [[Europa]] para arrojar luz sobre cualquier manuscrito desconocido hasta el momento y para proporcionar copias fidedignas y colaciones de los más importantes textos antiguos.  Instó a todos los que de alguna manera podrían ayudar en la promoción de este trabajo a así hacerlo, ya fuese por servicio personal o por ayudar a sufragar los gastos con sus [[limosna]]s, y les concedió a todos su [[bendición apostólica]].
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'''Fuente''':  Gasquet, Francis Aidan Cardinal. "Revision of Vulgate." The Catholic Encyclopedia. Vol. 15. New York: Robert Appleton Company, 1912. 
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<http://www.newadvent.org/cathen/15515b.htm>.
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Traducido por Luz María Hernández Medina

Revisión de 16:31 18 feb 2010

En la primavera de 1907, la prensa pública anunció que Pío X había decidido iniciar los preparativos para una revisión crítica de la Biblia en latín. La necesidad de tal revisión había sido ampliamente reconocida y, de hecho, constituyó un tema en el programa de la Comisión Bíblica establecido por el Papa León XIII. A pesar del cuidado que se le había concedido durante cuarenta años al texto de la edición auténtica emitida por el Papa Clemente VIII, en 1592, se había reconocido desde el principio que el texto tendría que ser revisado algún día, y que de cierto modo esta revisión clementina era inferior a la versión sixtina de 1590, a la que había sustituido precipitadamente. Muchas generaciones han pasado sin la realización de esta esperada revisión. Las últimas décadas han sido eminentemente un plazo para el examen crítico de los textos, clásicos y otros, y últimamente se ha instado frecuentemente a las autoridades eclesiásticas de que ha llegado el tiempo cuando se deben aplicar los principios bien establecidos de la crítica textual para determinar el texto latino más correcto de la Sagrada Escritura. Los individuos privados, como el sabio barnabita Fray Carlo Vercellone, habían hecho algo para preparar el terreno para dicha obra mediante la colección de variantes de manuscritos, etc, y estas obras habían recibido el agradecimiento y otras señales de aprobación de las autoridades de la época, pero no se tomó ninguna acción oficial hasta que el Papa San Pío X anunció su intención de prepararse para la revisión.

En mayo de 1907, los abades presidente de las distintas congregaciones benedictinas reunidos en Roma recibieron una comunicación del cardenal Rampolla, solicitando a la Orden en nombre del Papa que comenzaran las primeras etapas en el proceso de revisión de los textos de la Vulgata. Si bien los padres reconocen plenamente que esta obra necesariamente debe ser ardua, largo y costosa, votaron unánimemente por la aceptación de la honrosa tarea que así se les encomendó. En el otoño del mismo año, el que esto escribe (Francis Aidan Cardenal Gasquet), fue nombrado jefe de una pequeña comisión de benedictinos para organizar el trabajo, para considerar el mejor medio de cumplir con los deseos del Papa, y para determinar los principios sobre los que debía proceder el trabajo de las revisiones.

Puesto que se ha expresado duda considerable sobre el alcance exacto de la actual Comisión, puede ser útil aquí establecer claramente que su fin no es producir una Biblia Latina, a ser propuesta como un texto oficial para la aprobación de la Iglesia, sino meramente dar un paso preliminar hacia la versión oficial. El objeto se establece claramente en el cargo que el Papa da a la Comisión; el cual es determinar lo más exactamente posible el texto de la traducción latina de San Jerónimo, hecha en el siglo IV. En todos lugares se admite que este texto es una necesidad absoluta como base de cualquier revisión más extensa y crítica.

El texto latino de la Sagrada Escritura había existido desde los primeros tiempos del cristianismo. San Agustín y San Jerónimo no conocieron al traductor o traductores. pero el primero dice que la antigua versión latina ciertamente provenía "de los primeros días de la fe”, y el segundo que "ha contribuido a fortalecer la fe de la Iglesia naciente ". Hecha y copiada sin supervisión oficial, estos textos occidentales pronto se volvieron corruptos o dudosos y para la época de San Jerónimo Habían variado tanto que el doctor pudo declarar que había casi "tantas variantes como códices". Como declaró Richard Bentley en su comunicado al arzobispo Wade, fue esto “lo que obligó a Dámaso, obispo de Roma, a emplear a San Jerónimo para que ajustara la última traducción revisada de cada parte del Nuevo Testamento al griego original, y comenzara una nueva edición tan castigada y corregida.” Esto mismo hizo San Jerónimo, según lo declara en su prefacio "ad Graecam Veritatem, ad exemplaria Graeca sed Vetera."

Al presente (1907) los estudiosos están prácticamente de acuerdo en cuanto a la competencia de San Jerónimo para la obra que le había encomendado el Papa San Dámaso. Él, además, tenía acceso a los manuscritos griegos y otros, incluso en ese momento considerados antiguos, que ahora no se sabe si existen; pudo comparar docenas de textos importantes, y tenía la “Hexapla” de Orígenes y otros medios de determinar el valor de su material, que no poseemos nosotros ahora. Es evidente que el texto puro de San Jerónimo debe formar la base de cualquier versión crítica de la Biblia Latina, y, lo que es más, que debe tenerse en cuenta en cualquier edición crítica de la versión griega de Los Setenta del Antiguo Testamento y los diversos textos griegos del Nuevo Testamento, cuyas copias manuscritas no son más antiguas que la traducción al latín de San Jerónimo hecha sobre copias antiguas en ese entonces. Ya en 1716 Richard Bentley, el gran erudito, vio la importancia de la traducción de San Jerónimo. “Era evidente para mí ", escribe, "que cuando dicha copia vino primero de la mano de ese gran Padre, debe coincidir exactamente con los ejemplares griegos más auténticos; y si ahora pudiese ser recuperado, sería el mejor texto y garantía para la verdadera interpretación de los varios supuestos”. Sustancialmente, sin duda, el actual texto clementino auténtico representa al que produjo San Jerónimo en el siglo IV, pero no es menos cierto que el texto impreso necesita un examen más cuidadoso y mucha corrección mucho para hacerlo concordar con la traducción de San Jerónimo. No se sabe si existe alguna copia del texto actual; y las corrupciones introducidas por los escribas, etc, en los siglos posteriores a San Jerónimo, e incluso el trabajo bien intencionado de los diversos correctores, han hecho muy difíciles y delicadas las labores de tratar de recuperar el texto exacto de los manuscritos existentes. Esto, sin embargo, es el trabajo que debe hacerse como el primer paso en la revisión de la Vulgata. En consecuencia, es el objetivo de la actual Comisión para determinar con toda exactitud posible el texto latino de San Jerónimo y no producir una nueva versión de las Escrituras en latín. Por supuesto, es completamente otra cuestión el determinar en qué medida San Jerónimo estuvo correcto en su traducción: resolver esto sin duda será obra de alguna comisión futura.

En el otoño de 1907, el autor de este artículo llegó a Roma para los preparativos para el comienzo de la obra así confiadas a la Orden Benedictina. Desde el principio Pío X manifestó su interés personal en el trabajo, y discutió varios puntos de detalle. Dejó en claro que deseaba que el trabajo de revisión se realizará sobre los métodos científicos más autorizados de los tiempos modernos y que no se escatimara en gastos para garantizar un trabajo minucioso y preciso en la recopilación y comparación de manuscritos. El 3 de diciembre de 1907 le dirigió una carta a la Comisión a fin de dejar claro, de forma tan pública como fuese posible, su propio y personal interés en la obra. Expresó su deseo de que se hiciese un examen exhaustivo de las bibliotecas públicas y privadas de Europa para arrojar luz sobre cualquier manuscrito desconocido hasta el momento y para proporcionar copias fidedignas y colaciones de los más importantes textos antiguos. Instó a todos los que de alguna manera podrían ayudar en la promoción de este trabajo a así hacerlo, ya fuese por servicio personal o por ayudar a sufragar los gastos con sus limosnas, y les concedió a todos su bendición apostólica.


Fuente: Gasquet, Francis Aidan Cardinal. "Revision of Vulgate." The Catholic Encyclopedia. Vol. 15. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/15515b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina