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Sábado, 20 de abril de 2024

Responsorio

De Enciclopedia Católica

Revisión de 01:35 17 oct 2010 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Los responsorios de la Misa)

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Responsorio, o respuesta son una serie de versos y respuestas, usualmente tomados de la Sagrada Escritura y que varían de acuerdo a la fiesta o temporada. Los responsorios son de dos clases: los que ocurren en el propio de la Misa, y los que se usan en el Oficio Divino; cada uno difiere levemente tanto en su historia como en su forma.

Los responsorios de la Misa

El solo salmódico es la forma más antigua del canto cristiano, y aparentemente se derivó de la sinagoga. El salmo era recitado por un cantor, a quien el pueblo respondía con un estribillo o respuesta, el cual consistía de los versos alternos del mismo salmo o un verso repetido una y otra vez, o a veces una frase extraída de otra parte. El salmo "Confitemini Domino", [Sal. 118(117)], cada uno de cuyos versos tiene el estribillo "Quoniam in aeternum misericordia ejus", es un ejemplo típico, aunque a veces el estribillo era una mera exclamación, como "Aleluya". Este método de canto era conocido como el cantus responsorius, y se menciona en los escritos de Tertuliano, San Agustín y San Isidoro. Fue una parte integrante de la liturgia, es decir, no se introdujo para llenar el tiempo mientras pasaban otras cosas, sino que era escuchado por el clero y también por el pueblo, y en esto se diferencia del canto antifonal, que era simplemente un acompañamiento a las diversas acciones y ceremonias, por ejemplo, el introito, ofertorio y Comunión.

Las partes responsoriales de la Misa eran el gradual (llamado así por la posición del solista, en los escalones del púlpito o ambón), el Aleluya, y en un tiempo el ofertorio. Hasta el siglo XII la forma de cantar el gradual era la siguiente: El cantor lo cantaba desde el principio hasta el verso y el coro repetía la parte del cantor. Luego venía el verso, cantado por el cantor, después del cual venía el estribillo, es decir, la primera parte cantada, era repetida por todos. Después del siglo XII comenzó la costumbre de omitir la repetición después del verso cada vez que siguiese otro canto, como el aleluya o el tracto. La práctica actual es omitir la repetición en todas las ocasiones, pero a fin de evitar una conclusión por el solista solo, se ha generalizado que el coro se una al final del verso. En la Alta Edad Media el responsorium graduale se cantaba todavía en cada Misa, y no se sustituía, como al presente, por un Aleluya en la temporada de Pascua. Cabe señalar que aún se conserva en la semana de Pascua, cuyos graduales están todos relacionados (el estribillo es el mismo y los versos son todos de un mismo salmo), y sin duda originalmente formó un canto con varios versos, que se realizaba completo el día de Pascua.

La segunda pieza de canto responsorial de la Misa es el Aleluya. Fue introducido por el Papa San Dámaso I por consejo de San Jerónimo, a imitación de la liturgia de Jerusalén. El canto se volvió muy elaborado, y la mayor parte de él se dedicaba a la última vocal de la palabra alleluia, que se prolongaba a través de tantas notas sucesivas como para sugerir un significado místico, a saber, que representaba el canto de la eternidad, o, como dice Durando, la felicidad que es demasiado grande para ser expresada en palabras. La reducción de este canto a la forma responsorial se debe a San Gregorio, quien le agregó versos al mismo. El método de cantarlo era como sigue: El solista comenzaba con el aleluya, que era repetido por el coro, el solista luego continuaba con el verso o versos, después de cada uno de los cuales el coro repetía el Aleluya. El Sábado Santo y la vigilia de Pentecostés no había repetición, sino que el verso "Confitemini" era seguido de inmediato (como ahora) por el tracto "Laudate Dominum".

El ofertorio fue originalmente un canto antifonal, es decir, cantado por dos coros, introducido para llenar el tiempo mientras se realizaban las ofrendas del pueblo. Posteriormente se hizo más conveniente dejar los versos a un solista, y así se convirtió en un canto responsorial. Una razón para esto pudo haber sido que los cantantes, así como el pueblo, tenían ofrendas para ofrecer. El cambio fue acompañado, naturalmente, por una elaboración de la melodía, tanto de la antífona (que se convirtió en el estribillo) como de los versos. Pero cuando la ofrenda popular cayó en desuso, el ofertorio tuvo que ser reducido, y los versos fueron abandonados, en cuya forma se encuentra ya en el siglo XI. Al día de hoy la Misa por los difuntos solo conserva un vestigio de la antigua usanza, en el verso "Hostias et preces" y la repetición después de la última parte del ofertorio. Originalmente el pueblo se unía en el canto de todas las Misas, y los cantos responsoriales asumían las respuestas después de haber sido iniciados por el solista. La elaboración gradual de las melodías, sin embargo, hizo esto cada vez más difícil para ellos, y así poco a poco se vieron obligados a ceder su participación a los cantantes entrenados del coro. Así fueron silenciados probablemente en la época de San Gregorio, y desde entonces fue sólo en el ordinario de la Misa que pudieron asumir su parte.

Los responsorios del Oficio Divino

Bibliografía: MARTENE, De Antiquis Ecclesiae Ritibus (Ruán, 1700); GRANCOLAS, Commentaire historique sur le Breviaire romain (París, 1727); THOMASSIN, Vetus et Nova Ecclesiae Disciplina (Venecia, 1766); PROBST, Brevier und Breviergebet (Tubinga, 1868); BATTIFOL, Histoire du Breviaire romain (París, 1893); tr. BAYLEY (Londres, 1898); BAUMER, Gesch. des Breviers; tr. BIRON (París, 1905); se puede hallar más información en AMALARIO, De Ordine Antiphonarii, en MIGNE, P.L., CV (París, 1864); TOMMASI, prefacio al Responsorialia et Antiphonaria Romanae Ecclesiae (Roma, 1636); y en el Dictionnaire d'Archeologie chretienne et de la Liturgie, ed. CABROL (París), s.v. Amalaire, Agobard, Antiphonaire, Antienne, etc.

Fuente: Alston, George Cyprian. "Responsorium." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/12787a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina. rc