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Jueves, 18 de abril de 2024

Piedras Preciosas en la Biblia

De Enciclopedia Católica

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Las piedras preciosas son piedras notables por su color, brillantez o rareza. Tales piedras se han mantenido siempre en alta estima en todas partes, particularmente en Oriente. Recogemos de varios pasajes de la Sagrada Escritura que muy temprano los Orientales las apropiaron para diversos usos ornamentales: anillos, brazaletes, gargantillas, collares; las coronas de los reyes, así como sus vestidos, y los de sus oficiales y de los sacerdotes, eran adornados con piedras preciosas. Los hebreos obtenían sus piedras preciosas de Arabia, India y Egipto. En la época del Éxodo, Egipto estaba inundado de riquezas, y sabemos que antes de salir de allí los israelitas se apoderaron de muchas piedras preciosas, según el mandato de Dios (Éx. 3,22; 12,35-36). Más tarde, cuando se establecieron en Palestina, podían obtener fácilmente piedras de las caravanas mercantes que viajaban desde Babilonia o Persia a Egipto y las de Saba y Ramá a Tiro (Ezequiel 27,22). Salomón incluso equipó una flota que volvía de Ofir cargada con piedras preciosas (1 Reyes 10,11).

Las piedras preciosas de la Biblia son de interés principalmente en relación con el pectoral del sumo sacerdote (Ex. 28,17-20; 39-10-13), el tesoro del rey de Tiro (Eze. 28,13) y los fundamentos de la Nueva Jerusalén (Tobías 13,16-17, en el texto griego, y más plenamente en Apoc. 21,18-21). Parece que los judíos consideraban las doce piedras del pectoral y las dos piedras de los ornamentos del hombro como las más preciosas; indudablemente sirven como estándar de todo lo que es hermoso y rico más allá de toda medida. Ambos Ezequiel 28,13 y Apocalipsis 21,18-21 están hechos como el modelo del racional; no es de extrañar, por tanto, que las piedras que entran en su composición debieron haber sido objeto de una cantidad considerable de literatura del siglo IV. El que haya surgido tal literatura es por sí mismo una prueba convincente de que la identificación de las piedras no era un problema fácil de resolver. Debe recordarse también que al momento de la traducción de los Setenta las piedras a las que se aplican los nombres hebreos ya no podían identificarse, y los traductores tradujeron el mismo nombre hebreo por diferentes palabras griegas. Así hizo también Josefo que, sin embargo, alegó que había visto las piedras reales. Esto, junto con el hecho de que las últimas listas bíblicas, aunque visiblemente dependen de la del Éxodo, exhiben aquí y allá cambios notables, hace que la tarea de identificar las piedras sea muy ardua. Debe notarse que los antiguos no clasificaban sus piedras preciosas analizando su composición y formas cristalinas: se le daban los nombres de acuerdo a su color, su uso o el país de donde provenían. Así sucede que las piedras del mismo o casi del mismo color, pero de diferente composición o forma cristalina, llevan nombres idénticos. Otra dificultad se debe a que los nombres han cambiado con el transcurso del tiempo: así, el crisólito antiguo es nuestro topacio, el zafiro es nuestro lapislázuli, etc. Sin embargo, conocemos más sobre las piedras consideradas preciosas en Egipto, Asiria y Babilonia. Debido al vecindario y a la influencia de estos países sobre Palestina, es muy probable que el número de las sustancias llamadas en la Biblia "piedras deseables" (Is. 54,12) deba estar contenido en la lista bastante larga de las piedras preciosas y ornamentales de los asirio-babilonios y los egipcios.

Este no es el lugar para entrar en una discusión crítica y exegética de los pasajes bíblicos arriba mencionados, donde se dan listas de piedras preciosas. Será suficiente tratar brevemente de estas piedras según el orden alfabético de los nombres.

ÁGATA: hebreo shbw; Setenta achates; Vulgata achates (Éxodo 28.19; 39:12, en Heb. y Vulg.; también Ezequiel 28,13, en Set.). Esta es la segunda piedra de la tercera fila del pectoral, donde probablemente representaba la tribu de Aser. La derivación del hebreo es dudosa, pero la piedra ha sido reconocida generalmente como el ágata. Fürst (Hebr. u. Chald. Wörterb.) deriva shbw de shbb, "flamear"; también se puede relacionar con Saba (shba), de donde las caravanas traían la piedra a Palestina. Los nombres griegos y latino se tomaron del río Achates, el moderno Dirilo, en Sicilia, donde se encontró la piedra la primera vez (Teofrasto, "De lapid.", 38; Pliny, "Hist. nat.", XXXVII, LIV). La piedra pertenece a la familia del sílex (especie calcedonia) y está formada por depósitos de lechos silíceos en huecos de rocas. A este modo de formación se deben las bandas de varios colores que contiene. Su crucero concoideo es susceptible de un alto brillo. A esta piedra se atribuyeron diversos poderes medicinales hasta la Edad Media. Se suponía que anulara la acción de todos los venenos, que contrarrestara la infección de enfermedades contagiosas; se creía que si se sostenía en la mano o en la boca aliviaba la fiebre. Se decía que el águila colocaba un ágata en su nido para librar a sus polluelos de la mordida de animales venenosos. Al ágata roja se le atribuía el poder de agudizar la visión. En la actualidad el ágata y el ónice difieren sólo en la forma en que se corta la piedra; si está tan cortada que muestra las capas de color, se le llama ágata; si se corta paralelo a las líneas, ónice. Anteriormente un ágata que estaba listada con colores bien definidos era el ónice. El ágata con bandas se utiliza para la fabricación de camafeos.

AMATISTA: Hebreo ahlmh; Set. amethystos, también Apocalipsis 21,20, donde es la duodécima y última piedra del fundamento de la Nueva Jerusalén. Es la tercera piedra en la tercera fila del pectoral, y representa a la tribu de Isacar (Éxodo 28,19; 39,12); los Setenta la enumera entre las riquezas del rey de Tiro (Ezequiel 28,13). El nombre griego alude a la creencia popular de que la amatista era un preventivo de la intoxicación; por lo tanto los vasos para orgías estaban hechos de amatista, y los bebedores inveterados llevaban amuletos hechos de él para contrarrestar la acción del vino. Abenesra y Kimchi explican el hebreo achlmh de forma análoga, y la derivan de chlm, soñar; chlm en su primer significado denota “ser duro” (Fürst, Hebr. Handwörterbuch). No tenemos razones para dudar de la exactitud de la traducción, ya que encontramos un acuerdo general entre las distintas versiones; Josefo (Ant. Jud., III, VII, 6) también tiene "amatista"; El Tárgum de Onkelos y la versión siríaca tienen "ojo de ternero", indicando el color. La amatista es una piedra transparente brillante de un color púrpura que se asemeja al del vino diluido y que varía en tonalidad del púrpura violeta al rosado. Hay dos tipos de amatistas: la amatista oriental, una especie de zafiro, es muy dura (Heb., CHLM), y cuando es incolora difícilmente se puede distinguir del diamante; la amatista occidental es de la familia sílex, por lo tanto diferente en composición de la piedra oriental. Pero la identidad de los nombres se explica por la identidad del color. La amatista occidental se puede grabar fácilmente. Se encuentra en varios tamaños y su forma es diferente del guijarro redondo al cristal hexagonal, piramidal-capsulado.

BERILO: (Hebreo yhlm; Setenta beryllos; Vulgata beryllus) En el pectoral esta piedra ocupa el tercer lugar de la segunda fila y se entendía que representaba a Neftalí (Éxodo 28,19; 39,13); según los Setenta es la segunda de la cuarta fila, y según la Vulgata, la tercera de la cuarta fila; Ezequiel 28,13 la menciona en el tercer lugar; también es citada en el texto griego de Tobías 13,17 pero no aparece en la Vulgata; Apocalipsis 21,20 la da como la octava piedra de los fundamentos de la Nueva Jerusalén.

Hay una gran diferencia de opinión en cuanto al correlato hebreo exacto de esta palabra. La mejor apoyada es yhlm, aunque shhm tampoco carece de probabilidad. Se ha sugerido también yshpht, pero sin suficiente razón, parece, pues el hebrero yshpht debe corresponder a jaspe, griego Iaspis, latín jaspis. Esta idea equivocada probablemente surgió de la suposición de que las palabras traducidas debían haber ocupado la misma posición que en el original. Este no es el caso, como lo muestra una comparación de las traducciones griega y latina; en la Vulgata, en efecto, nos encontramos con jaspe en la misma posición que YSPH, mientras que el griego berullos no corresponde al latín beryllus; lo mismo puede haber sucedido en cuanto a la traducción del hebreo al griego, especialmente puesto que en la forma antigua de escribir las dos palabras YHLM y YSPH podían ser confundidas fácilmente. La autoridad de Josefo es aquí de poco peso, ya que lo más probable es que citó de memoria, pues la posición de las palabras están en desacuerdo incluso en sus dos listas (Bell. Jud., V, V, 7; Ant. Jud., III, VII). Nuestra elección, por lo tanto, se limita a las dos palabras YHLM y SHM. Al comparar varios textos de la Vulgata —el griego es muy inconsistente— encontramos que SHM, siempre se traduce por ónice; esto solo parece suficiente para hacer bastante probable la opinión de que el berilo corresponde al hebreo YHLM. Parece más allá de duda que el berilo estaba entre las piedras del pectoral, ya que todas las traducciones lo mencionan. Ya que la etimología no nos da ninguna ayuda especial, por eliminación llegamos a la conclusión generalmente aceptada de que el YHLM representa al berilo.

El berilo es una piedra compuesta de sílice, alúmina y glucina. El berilo y la esmeralda son de la misma especie. La diferencia entre el berilo, la aguamarina y la esmeralda se determina por la materia colorante y la sombra peculiar de cada una. El berilo, aunque a veces blanco, es generalmente de un azul claro que se confunde en un verde amarillento; la esmeralda es más transparente y de un tono más fino que el berilo; como joya, es más hermosa, y por lo tanto más costosa; la aguamarina marina es una variedad verdemar hermosa. La esmeralda deriva su color de una pequeña cantidad de óxido de cromo; el berilo y la aguamarina de una pequeña cantidad de óxido de hierro. El berilo se presenta en forma de guijarro o de prisma hexagonal. Se encuentra en la piedra caliza metamórfica, pizarra, micacita, gneis y granito. En tiempos antiguos se obtenía del Alto Egipto y todavía se encuentra en la pizarra de mica del Monte Zaborah. Los berilos más grandes conocidos se han encontrado en Acworth y Grafton, New Hampshire y en Royalston, Massachusetts, Estados Unidos de América; uno pesa 2900 libras, mide 51 pulgadas de longitud, 32 pulgadas en una dirección y 22 en otra transversal. El berilo se ha usado para usos cabalísticos (Aubrey, "Miscellanies").

CALCEDONIA: Apocalipsis 21,19, chalkedon; Vulgate chalcedonius, la tercera piedra del fundamento de la Jerusalén celestial. Algunos afirman que el deletreo chalkedon es erróneo, y que debe ser charkedon, carbúnculo. Aunque esta opinión es favorecida por muy pocos manuscritos, sin embargo, no está desprovista de razón; pues mientras las otras once piedras corresponden a una piedra en el pectoral es singular que esta sea la única excepción. Por otra parte los antiguos confundieron muy a menudo los nombres de estas dos piedras. La calcedonia es una piedra silícea. Se supone que su nombre proviene de Calcedonia, en Bitinia, de donde los antiguos obtenían la piedra. Es una especie de ágata y lleva varios nombres según su color. Se compone generalmente de círculos concéntricos de varios colores. Las más valiosas de estas piedras se encuentran en las Indias Orientales. Conjuntos para anillos, sellos, y, en Oriente, tazas y vasos, están hechos de calcedonia.

CARBÚNCULO: hebreo, NPK; Set. anthrax (Éxodo 28,18; 39,11; Ezequiel 28,13; omitido en Eze. 27,16); Vulg., carbunculus (Éx. 28,18; 39,11; Eze. 28,13), gemma (Eze. 27,16), la primera piedra de la segunda fila del pectoral; representaba a Judá, y es también la octava piedra mencionada de las riquezas del rey de Tiro (Eze. 28,13), pues era, no un producto nativo, sino un objeto de importación (Eze. 27,16); es quizás la tercera piedra de los cimientos de la ciudad celestial (Apoc. 21,19). Los autores antiguos están lejos de concurrir sobre la naturaleza exacta de esta piedra. Es muy probable que corresponda al anthrak de Teofrasto (De lap., 18), al carbunculus de Plinio (Hist. Nat., XXXVII, XXV), el charchedonius de Petronio, y el ardjouani de los árabes. Si es así, es una piedra roja brillante, probablemente el rubí oriental, aunque la denominación puede haber sido aplicada a varias gemas rojas. Teofrasto dice de él: "Su color es rojo y de tal clase que cuando se sostiene contra el sol se asemeja a un carbón encendido". Esta descripción coincide bastante bien con la del rubí oriental. También cuenta que los carbunclos más perfectos eran traídos de Cartago, Marsella, Egipto y la vecindad de Siena. Los carbunclos eran nombrados variamente según los lugares de donde vinieran. Plinio (XXXVII, XXV) cita los litizontes, o carbunclos indios, los amatistizontes, cuyo color se aproximaba al de la amatista y los sititas. Muy probablemente, entonces, el nombre de carbúnculo se aplicaba a varias piedras.

CHODCHOD: hebreo kdkd (Isaías 54,12; Ezequiel 27,16); Set. iaspis (Is. 54,12), chorchor (Eze. 27,16); Vulg jaspis (Is. 54,12), chodchod (Ez. 17,16). Esta palabra aparece solo dos veces en la Biblia. El chodchod se identifica generalmente con el rubí oriental. La palabra en Isaías, tanto por los Setenta como en la Vulgata, se traduce como jaspe; en Ezequiel la palabra simplemente se translitera; el griego chorchor se explica al considerar cuán fácil es confundir una resh por una daleth. San Jerónimo dijo: “Hasta ahora no he podido determinar qué significa chodchod” (Comm. in Ezech., XXVII, 16, en P.L., XXV, 255). En Isaías él sigue a los Setenta y traduce chodchod como jaspis. Probablemente la palabra se deriva de phyr, "arrojar fuego"; por lo tanto, la piedra era brillante y muy probablemente roja. Esta suposición se ve reforzada por el hecho de que la palabra arábiga kadzkadzat, evidentemente derivada de la misma raíz que chodchod, designa un rojo brillante. Era, por lo tanto, un rubí, probablemente el rubí oriental, quizás también el carbúnculo (vea arriba).

CORAL: Hebreo ramwt (Job 28,18; Proverbios 24,7; Ezequiel 27,16); Set. meteora, ramoth; Vulgata excelsa, sericum. —La hebrea parece venir de RAM o RVM, “estar alto”, probablemente denotando una semejanza a un árbol. Puede ser también que el nombre vino de un país extraño, al igual que el coral sí mismo. Es obvio que las versiones antiguas han perdido por completo el sentido; Incluso lo sentían tan bien que en un lugar simplemente transliteraban la palabra hebrea. En Ezequiel 27,16 se menciona el coral como uno de los artículos que los sirios trajeron de Tiro. Los fenicios montaban cuentas de coral en los collares y la ropa. Estos corales eran obtenidos por pescadores de perlas babilónicos en el Mar Rojo y en el Océano Índico. Los hebreos hicieron aparentemente muy poco uso de esta substancia, y de ahí que raramente la mencionan en sus escritos; esto explica también la dificultad que experimentan los traductores al traducir la palabra. Gesenio (Thesaurus, p. 1113) traduce PNYNYM (Job 28,18; Prov. 3,15; 8,11; 20,15; 31,10; Lamentaciones 4,7) por “coral rojo”; pero muchos afirman que en estos pasajes se habla de la perla. El coral del que se habla en la Biblia es el coral precioso (corallum rubrum), cuya formación es bien conocida. Es una secreción calcárea de ciertos pólipos, que tienen una formación similar a un árbol. En la actualidad, el coral se encuentra en el Mediterráneo, la costa norte de África que proporciona el rojo oscuro, Cerdeña el amarillo o de color salmón, y la costa de Italia el coral rosado. Una de las mayores pesquerías de coral de la actualidad es Torre del Greco, cerca de Nápoles.

CORNALINA: Hebreo ARM, ser rojo, especialmente "de sangre roja"; Set. y Apoc. sardion; Vulgata sardius; la primera piedra del pectoral (Éxodo 28,17; 39,10) que representa a Rubén; también la primera entre las piedras del rey de Tiro (Ez. 28,13); la sexta piedra en los cimientos de la ciudad celestial (Apoc. 21,19). La palabra sardio a veces ha sido traducida como sardónica, lo cual es un error, pues la misma palabra es equivalente a cornalina en Teofrasto (De lap., 55) y Plinio (Hist. Nat., XXXVII, XXXI), quien deriva el nombre de la ciudad de Sardes donde, dicen, fue encontrada por primera vez. La cornalina es una piedra silícea y una especie de calcedonia. Su color es un rojo de color carne, que varía desde el más pálido color de la carne hasta un profundo rojo sangre. Es de una estructura concoidea. Por lo general su color es sin nubes o venas; pero a veces tiene venas delicadas de rojo muy claro o blanco dispuestas como los anillos de una ágata. La cornalina se utiliza para anillos y sellos. Las mejores cornalinas se encuentran en las Indias Orientales.

CRISÓLITO: Hebreo trshysh (Éxodo 28,20; 39,13; Ezequiel 1,16; 10,9; 28,13; Cantar 5,14; Daniel 10,6); Set., chrysolithos (Éx. 28,20; 39,13; Ez. 28,13); tharsis (Cant. 5,14; Dan. 10,6); tharseis (Ez. 1,16; 10,9); Vulgata chrysolithus (Éx. 28,20; 39,13; Ez. 10,9; 28,13; Dan. 10,6); hyacinthus (Cant. 5,14); quasi visio maris (Ez. 1,16); Apoc. 21,20, chrysolithos; Vulgata chrysolithus. —Esta es la décima piedra del pectoral, y representa a la tribu de Zabulón; aparece cuarta en la enumeración de Ezequiel 28,13, y como la séptima piedra de fundamento de la ciudad celestial en Apoc. 21,20. En ninguno de los textos hebreos hay alguna pista sobre la naturaleza de esta piedra; sin embargo, dado que los Setenta traduce habitualmente la palabra hebrea por chrysolithos, excepto cuando simplemente la translitera y en Ez. 10,9, ya que, además, la Vulgata sigue esta traducción con muy pocas excepciones, y Aquila, Josefo y San Epifanio están de acuerdo en su representación, podemos aceptar con seguridad la opinión de que se denotó el crisólito de los antiguos, que es nuestro topacio. La palabra tharsis muy probablemente señala al lugar de donde se trajo la piedra (Tarsis). El crisólito moderno es un prisma verde oblongo hexagonal de lados desiguales que termina en dos pirámides triangulares. El topacio, o crisólito antigua, es un prisma octagonal de un color amarillo anaranjado; se compone de alúmina, sílice, ácido fluorhídrico y hierro. Se encuentra en Ceilán, Arabia y Egipto, y se admitió que existían varias especies (Plinio, "Hist. nat.", XXXVII, XLV). En la Edad Media se creía que poseía el poder de disipar los temores de la noche y de alejar a los demonios; también se suponía que era una excelente cura para las enfermedades del ojo.

CRISOPRASA: Griego chrysoprasos, la décima piedra de los cimientos de la Jerusalén celestial (Apoc. 21,20). Ésta es tal vez el ágata de Éxodo 28,20 y 39,13, ya que la crisoprasa no era muy conocida entre los antiguos. Es una especie de ágata verde, compuesta principalmente de sílice y un pequeño porcentaje de níquel.


Bibliografía: SAN EPIFANIO, De duodecim qemmis in P.G., XLIII, 294-304; SAN ISIDORO, De lapidibus in Etymol., XVI, 6-15, en P.L. LXXXII, 570-580; KING, Antique Gems (2d ed., Londres, 1872); IDEM, The Natural History of Gems or Decorative Stones (2da. ed., Londres, 1870); BRAUN, Vestitus sacerdotum hebræorum (Leyden, 1680); BABELON en DAREMBERG Y SAGLIO, Dict. des antiquités grecques et romaines, s.v. Gemmæ; LESÉTRE en VIGOUROUX, Dict. de la Bible, s.v. Pierres précieuses; ROSENMÜLLER, Handbuch der biblischen Alterthumskunde (Leipzig); WINER en Biblisches Realwörterbuch (Leipzig, 1847), s.v. Edelstine.

Fuente: Souvay, Charles. "Precious Stones in the Bible." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14, pp. 304-308. New York: Robert Appleton Company, 1912. 24 Nov. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/14304c.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina