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Martes, 16 de abril de 2024

Piedras Preciosas en la Biblia

De Enciclopedia Católica

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Las piedras preciosas son piedras notables por su color, brillantez o rareza. Tales piedras se han mantenido siempre en alta estima en todas partes, particularmente en Oriente. Recogemos de varios pasajes de la Sagrada Escritura que muy temprano los Orientales las apropiaron para diversos usos ornamentales: anillos, brazaletes, gargantillas, collares; las coronas de los reyes, así como sus vestidos, y los de sus oficiales y de los sacerdotes, eran adornados con piedras preciosas. Los hebreos obtenían sus piedras preciosas de Arabia, India y Egipto. En la época del Éxodo, Egipto estaba inundado de riquezas, y sabemos que antes de salir de allí los israelitas se apoderaron de muchas piedras preciosas, según el mandato de Dios (Éx. 3,22; 12,35-36). Más tarde, cuando se establecieron en Palestina, podían obtener fácilmente piedras de las caravanas mercantes que viajaban desde Babilonia o Persia a Egipto y las de Saba y Ramá a Tiro (Ezequiel 27,22). Salomón incluso equipó una flota que volvía de Ofir cargada con piedras preciosas (1 Reyes 10,11).

Las piedras preciosas de la Biblia son de interés principalmente en relación con el pectoral del sumo sacerdote (Ex. 28,17-20; 39-10-13), el tesoro del rey de Tiro (Eze. 28,13) y los fundamentos de la Nueva Jerusalén (Tobías 13,16-17, en el texto griego, y más plenamente en Apoc. 21,18-21). Parece que los judíos consideraban las doce piedras del pectoral y las dos piedras de los ornamentos del hombro como las más preciosas; indudablemente sirven como estándar de todo lo que es hermoso y rico más allá de toda medida. Ambos Ezequiel 28,13 y Apocalipsis 21,18-21 están hechos como el modelo del racional; no es de extrañar, por tanto, que las piedras que entran en su composición debieron haber sido objeto de una cantidad considerable de literatura del siglo IV. El que haya surgido tal literatura es por sí mismo una prueba convincente de que la identificación de las piedras no era un problema fácil de resolver. Debe recordarse también que al momento de la traducción de los Setenta las piedras a las que se aplican los nombres hebreos ya no podían identificarse, y los traductores tradujeron el mismo nombre hebreo por diferentes palabras griegas. Así hizo también Josefo que, sin embargo, alegó que había visto las piedras reales. Esto, junto con el hecho de que las últimas listas bíblicas, aunque visiblemente dependen de la del Éxodo, exhiben aquí y allá cambios notables, hace que la tarea de identificar las piedras sea muy ardua. Debe notarse que los antiguos no clasificaban sus piedras preciosas analizando su composición y formas cristalinas: se le daban los nombres de acuerdo a su color, su uso o el país de donde provenían. Así sucede que las piedras del mismo o casi del mismo color, pero de diferente composición o forma cristalina, llevan nombres idénticos. Otra dificultad se debe a que los nombres han cambiado con el transcurso del tiempo: así, el crisólito antiguo es nuestro topacio, el zafiro es nuestro lapislázuli, etc. Sin embargo, conocemos más sobre las piedras consideradas preciosas en Egipto, Asiria y Babilonia. Debido al vecindario y a la influencia de estos países sobre Palestina, es muy probable que el número de las sustancias llamadas en la Biblia "piedras deseables" (Is. 54,12) deba estar contenido en la lista bastante larga de las piedras preciosas y ornamentales de los asirio-babilonios y los egipcios.

Este no es el lugar para entrar en una discusión crítica y exegética de los pasajes bíblicos arriba mencionados, donde se dan listas de piedras preciosas. Será suficiente tratar brevemente de estas piedras según el orden alfabético de los nombres.

ÁGATA: hebreo shbw; Setenta achates; Vulgata achates (Éxodo 28.19; 39:12, en Heb. y Vulg.; también Ezequiel 28,13, en Set.). Esta es la segunda piedra de la tercera fila del pectoral, donde probablemente representaba la tribu de Aser. La derivación del hebreo es dudosa, pero la piedra ha sido reconocida generalmente como el ágata. Fürst (Hebr. u. Chald. Wörterb.) deriva shbw de shbb, "flamear"; también se puede relacionar con Saba (shba), de donde las caravanas traían la piedra a Palestina. Los nombres griegos y latino se tomaron del río Achates, el moderno Dirilo, en Sicilia, donde se encontró la piedra la primera vez (Teofrasto, "De lapid.", 38; Pliny, "Hist. nat.", XXXVII, LIV). La piedra pertenece a la familia del sílex (especie calcedonia) y está formada por depósitos de lechos silíceos en huecos de rocas. A este modo de formación se deben las bandas de varios colores que contiene. Su crucero concoideo es susceptible de un alto brillo. A esta piedra se atribuyeron diversos poderes medicinales hasta la Edad Media. Se suponía que anulara la acción de todos los venenos, que contrarrestara la infección de enfermedades contagiosas; se creía que si se sostenía en la mano o en la boca aliviaba la fiebre. Se decía que el águila colocaba un ágata en su nido para librar a sus polluelos de la mordida de animales venenosos. Al ágata roja se le atribuía el poder de agudizar la visión. En la actualidad el ágata y el ónice difieren sólo en la forma en que se corta la piedra; si está tan cortada que muestra las capas de color, se le llama ágata; si se corta paralelo a las líneas, ónice. Anteriormente un ágata que estaba listada con colores bien definidos era el ónice. El ágata con bandas se utiliza para la fabricación de camafeos.


Bibliografía: SAN EPIFANIO, De duodecim qemmis in P.G., XLIII, 294-304; SAN ISIDORO, De lapidibus in Etymol., XVI, 6-15, en P.L. LXXXII, 570-580; KING, Antique Gems (2d ed., Londres, 1872); IDEM, The Natural History of Gems or Decorative Stones (2da. ed., Londres, 1870); BRAUN, Vestitus sacerdotum hebræorum (Leyden, 1680); BABELON en DAREMBERG Y SAGLIO, Dict. des antiquités grecques et romaines, s.v. Gemmæ; LESÉTRE en VIGOUROUX, Dict. de la Bible, s.v. Pierres précieuses; ROSENMÜLLER, Handbuch der biblischen Alterthumskunde (Leipzig); WINER en Biblisches Realwörterbuch (Leipzig, 1847), s.v. Edelstine.

Fuente: Souvay, Charles. "Precious Stones in the Bible." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14, pp. 304-308. New York: Robert Appleton Company, 1912. 24 Nov. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/14304c.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina