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Jueves, 28 de marzo de 2024

Diferencia entre revisiones de «Ofertorio»

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La idea de esta santificación preparatoria de la sustancia del sacrificio ofreciéndola a Dios es muy antigua y constituye un elemento importante de toda liturgia Cristiana. En el período más antiguo no tenemos evidencia de nada excepto la presentación del pan y el vino en tanto son requeridos, antes de la oración de Consagración. Justino Mártir dice: “Entonces se llevan pan y una copa de agua y vino al presidente de los hermanos” (I Apol., lxv, cf, lxvii). Pero pronto la colocación de la ofrenda en el altar fue acompañada por una súplica para que Dios aceptara estos regalos, los santificara, transformándolos en el Cuerpo y Sangre de su Hijo, y nos diera en retorno la gracia de la Comunión. La Liturgia de “Apost. Const.” VIII, dice: “Los diáconos traen las ofrendas al obispo en el altar… (xii, 3-4). Esta oración silenciosa es indudablemente una oración de Ofertorio. Pero una modificación posterior en el Oriente ocasionó una de las diferencias características entre las liturgias Romana y Oriental. Todos los ritos Orientales (y los antiguos Galicanos) preparan la ofrenda antes de comenzar la Liturgia. Esta ceremonia (proscomidia) es especialmente esmerada en los ritos Bizantino y sus derivados. Tiene lugar en la mesa de creencia. El pan y el vino son dispuestos, divididos, incensados; y se dicen sobre ellos muchas oraciones implicando la idea de un ofertorio. Las ofrendas se dejan allí y son llevadas al altar en procesión solemne al comienzo de la Liturgia de los Fieles. Esto no deja espacio para otro ofertorio luego. Sin embargo, cuando se colocan en el altar se dicen oraciones por el celebrante y una letanía por el diácono que repite la idea del ofertorio. Roma solo ha conservado la antigua costumbre de un ofertorio y de preparar las ofrendas cuando se desean al comienzo de la Misa de los Fieles. Originalmente en este momento el pueblo presentaba pan y vino que eran recibidos por los diáconos y colocados por ellos en el altar. Vestigios de la costumbre se mantienen en una Misa papal y en Milán. El oficio del vecchioni en la catedral de Milán, a menudo citado como una peculiaridad Ambrosiana, es en realidad una adición Romana que trastorna el orden del antiguo rito Milanés.  
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La idea de esta santificación preparatoria de la sustancia del [[sacrificio]] ofreciéndola a [[Dios]] es muy antigua y constituye un elemento importante de toda liturgia Cristiana. En el período más antiguo no tenemos evidencia de nada excepto la presentación del pan y el vino en tanto son requeridos, antes de la oración de [[Consagración]]. [[Justino Mártir]] dice: “Entonces se llevan pan y una copa de agua y vino al presidente de los hermanos” (I Apol., lxv, cf, lxvii). Pero pronto la colocación de la ofrenda en el altar fue acompañada por una súplica para que Dios aceptara estos regalos, los santificara, transformándolos en el Cuerpo y Sangre de su Hijo, y nos diera en retorno la gracia de la [[Comunión]]. La Liturgia de “Apost. Const.” VIII, dice: “Los diáconos traen las [[ofrendas]] al obispo en el altar… (xii, 3-4). Esta oración silenciosa es indudablemente una oración de Ofertorio. Pero una modificación posterior en el Oriente ocasionó una de las diferencias características entre las liturgias Romana y Oriental. Todos los ritos Orientales (y los antiguos Galicanos) preparan la ofrenda antes de comenzar la Liturgia. Esta ceremonia (proscomidia) es especialmente esmerada en los ritos Bizantino y sus derivados. Tiene lugar en la mesa de creencia. El pan y el vino son dispuestos, divididos, incensados; y se dicen sobre ellos muchas oraciones implicando la idea de un ofertorio. Las ofrendas se dejan allí y son llevadas al altar en procesión solemne al comienzo de la Liturgia de los Fieles. Esto no deja espacio para otro ofertorio luego. Sin embargo, cuando se colocan en el altar se dicen oraciones por el celebrante y una letanía por el diácono que repite la idea del ofertorio. Roma solo ha conservado la antigua costumbre de un ofertorio y de preparar las ofrendas cuando se desean al comienzo de la Misa de los Fieles. Originalmente en este momento el pueblo presentaba pan y vino que eran recibidos por los diáconos y colocados por ellos en el altar. Vestigios de la costumbre se mantienen en una [[Misa papal]] y en Milán. El oficio del vecchioni en la catedral de [[Milán]], a menudo citado como una peculiaridad Ambrosiana, es en realidad una adición Romana que trastorna el orden del antiguo rito Milanés.  
  
Originalmente las únicas oraciones del Ofertorio Romano eran las secretas. El Sacramentario Gregoriano contiene solamente la rúbrica: “deinde offertorium, et dicitur oratio super oblata” (P.L. LXXVIII, 25). La Oración super oblata es la Secreta. Todas las antiguas secretas expresan claramente la idea de ofertorio. Eran dichas silenciosamente por el celebrante (de ahí su nombre) y así no se introducen por el Oremus. Esto corresponde a la usanza más antigua mencionada en la “Apost. Const.”; su razón es que mientras tanto el pueblo canta un salmo (el canto llano del Ofertorio). En la Edad Media, en tanto que la presentación pública de las ofrendas por el pueblo había desaparecido, parecía existir un vacío en este momento que fue llenado por nuestras oraciones de Ofertorio actuales (Thalhofer, op. Cit. abajo, II, 161). Por largo tiempo estas oraciones fueron consideradas una devoción privada del sacerdote, como la preparación al pie del altar. Son una adición del Norte (posteriormente Galicana), no parte del antiguo Rito Romano, y al principio no estaban escritas en los misales. El Micrologo dice: “El orden Romano no señala oración alguna después del Ofertorio antes de la Secreta” (cxi, P.L., CLI, 984). Menciona las oraciones posteriores al Ofertorio como un “orden Galicano” y dice que las mismas ocurren “no por alguna ley sino como una costumbre eclesiástica”. Las oraciones del Ofertorio medieval varían considerablemente. Fueron establecidas en Roma hacia el siglo catorce (Ordo Rom. XIV, 53, P.L. LXXVIII, 1165). Las actuales oraciones Romanas fueron compiladas a partir de varias fuentes, Galicanas o Mozárabes. La oración “Suscipe sancte pater” aparece en el libro de oraciones de Carlos el Calvo (875-877); “Deus qui humanæ substantiæ” es modificada a partir de una Colecta de Navidad en el Sacramentario Gregoriano (P.L., LXXVIII, 32): “Offerimus tibi Domine” y “Veni santificator” (fragmento de un viejo Epiklesis, Hoppe, “Die Epiklesis”, Schaffhausen, 1864, p. 272) son Mozárabes (P.L. LXXXV, 112). Antes del Misal de Pío V estas oraciones estaban a menudo precedidas por el título “Canon minor” o “Secretella” (como amplificaciones de la Secreta). El Misal de Pío V (1570) las imprimió en el Ordinario. Desde entonces las oraciones que conocemos forman parte de la Misa Romana. Las ideas expresadas en ellas son obvias. Solamente puede observarse que las dos expresiones: “hanc immaculatam hostiam” y “calicem salutaris” anticipan dramáticamente el momento de la consagración, como lo hace el Himno Querúbico Bizantino.
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Originalmente las únicas oraciones del Ofertorio Romano eran las secretas. El Sacramentario Gregoriano contiene solamente la [[rúbrica]]: “deinde offertorium, et dicitur oratio super oblata” (P.L. LXXVIII, 25). La Oración super oblata es la Secreta. Todas las antiguas secretas expresan claramente la idea de ofertorio. Eran dichas silenciosamente por el celebrante (de ahí su nombre) y así no se introducen por el Oremus. Esto corresponde a la usanza más antigua mencionada en la “Apost. Const.”; su razón es que mientras tanto el pueblo canta un salmo (el canto llano del Ofertorio). En la Edad Media, en tanto que la presentación pública de las ofrendas por el pueblo había desaparecido, parecía existir un vacío en este momento que fue llenado por nuestras oraciones de Ofertorio actuales (Thalhofer, op. Cit. abajo, II, 161). Por largo tiempo estas oraciones fueron consideradas una devoción privada del sacerdote, como la preparación al pie del altar. Son una adición del Norte (posteriormente Galicana), no parte del antiguo Rito Romano, y al principio no estaban escritas en los misales. El Micrologo dice: “El orden Romano no señala oración alguna después del Ofertorio antes de la Secreta” (cxi, P.L., CLI, 984). Menciona las oraciones posteriores al Ofertorio como un “orden Galicano” y dice que las mismas ocurren “no por alguna ley sino como una costumbre eclesiástica”. Las oraciones del Ofertorio medieval varían considerablemente. Fueron establecidas en Roma hacia el siglo catorce (Ordo Rom. XIV, 53, P.L. LXXVIII, 1165). Las actuales oraciones Romanas fueron compiladas a partir de varias fuentes, Galicanas o Mozárabes. La oración “Suscipe sancte pater” aparece en el libro de oraciones de Carlos el Calvo (875-877); “Deus qui humanæ substantiæ” es modificada a partir de una Colecta de Navidad en el Sacramentario Gregoriano (P.L., LXXVIII, 32): “Offerimus tibi Domine” y “Veni santificator” (fragmento de un viejo Epiklesis, Hoppe, “Die Epiklesis”, Schaffhausen, 1864, p. 272) son Mozárabes (P.L. LXXXV, 112). Antes del Misal de Pío V estas oraciones estaban a menudo precedidas por el título “Canon minor” o “Secretella” (como amplificaciones de la Secreta). El Misal de Pío V (1570) las imprimió en el Ordinario. Desde entonces las oraciones que conocemos forman parte de la Misa Romana. Las ideas expresadas en ellas son obvias. Solamente puede observarse que las dos expresiones: “hanc immaculatam hostiam” y “calicem salutaris” anticipan dramáticamente el momento de la consagración, como lo hace el Himno Querúbico Bizantino.
  
Mientras se hace el Ofertorio el pueblo (coro) canta un verso (el Ofertorio en el sentido de un texto para ser cantado) que forma parte del Propio de la Misa. Tal canto llano no es mencionado en “Apost. Const.”, VIII, pero puede suponerse sin duda como la razón por la que el celebrante allí también ora silenciosamente. Esto es mencionado por San Agustín (Retract., II, xi, P.L. XXXII, 63). El Ofertorio fue una vez el salmo completo con una antífona. Por la época del Antifonario Gregoriano el salmo había sido reducido a unos pocos versos solamente, que siempre se dan en ese libro (e.g., P.L., LXXVIII, 641). Así también el Segundo Ordo Romano: “Canitur offertorium cum versibus” (ib., 972). Durandus observa con desaprobación que en su tiempo los versos del salmo se dejan fuera (Rationale, IV, 26). Ahora solamente se canta la antífona, excepto en los requiem. Se toma del salterio, u otro libro de la Biblia, o a menudo es un texto no Bíblico. Se refiere en alguna forma a la fiesta o motivo de la Misa, nunca al ofrecimiento del pan y el vino. Solamente el requiem ha conservado un ofertorio más largo con un verso y la repetición de la última parte de la antífona (el texto es no Bíblico).
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Mientras se hace el Ofertorio el pueblo (coro) canta un verso (el Ofertorio en el sentido de un texto para ser cantado) que forma parte del Propio de la Misa. Tal canto llano no es mencionado en “Apost. Const.”, VIII, pero puede suponerse sin duda como la razón por la que el celebrante allí también ora silenciosamente. Esto es mencionado por San Agustín (Retract., II, xi, P.L. XXXII, 63). El Ofertorio fue una vez el salmo completo con una antífona. Por la época del Antifonario Gregoriano el salmo había sido reducido a unos pocos versos solamente, que siempre se dan en ese libro (e.g., P.L., LXXVIII, 641). Así también el Segundo [[Ordo Romano]]: “Canitur offertorium cum versibus” (ib., 972). Durandus observa con desaprobación que en su tiempo los versos del salmo se dejan fuera (Rationale, IV, 26). Ahora solamente se canta la antífona, excepto en los requiem. Se toma del [[salterio]], u otro libro de la Biblia, o a menudo es un texto no Bíblico. Se refiere en alguna forma a la fiesta o motivo de la Misa, nunca al ofrecimiento del pan y el vino. Solamente el requiem ha conservado un ofertorio más largo con un verso y la repetición de la última parte de la antífona (el texto es no Bíblico).
  
 
=====II. USO ACTUAL=====
 
=====II. USO ACTUAL=====
  
En Misa Mayor, tan pronto como el celebrante ha entonado el Oremus seguido por ninguna oración, el coro canta el Ofertorio. Cuando han terminado prosigue un intervalo hasta el Prefacio que puede (cuando el órgano es permitido) llenarse por música del órgano o en cualquier tiempo cantando algún himno o canto llano aprobado. Entretanto, el celebrante dice primero el canto llano del Ofertorio. El corporal ha sido extendido sobre el altar durante el credo. El subdiácono lleva el cáliz vacío y la patena con la hostia de la mesa de creencia al altar. El diácono entrega la patena y la hostia al celebrante. El la toma y alzándola dice la oración: “suscipe sancte Pater”. Al final hace un signo de la cruz con la patena sobre el altar y desliza la hostia desde ésta al corporal. Poco después se da la patena al cuidado del subdiácono hasta que se requiera nuevamente para la fracción. El diácono vierte vino en el cáliz, el subdiácono agua, que es primero bendecida por el celebrante con la forma: “Deus qui humanæ substantiæ”. El diácono entrega el cáliz al celebrante, quien, alzándolo, dice la oración: “Offerimus tibi Domine”. El diácono también extiende su mano derecha sobre el pie del cáliz y dice esta oración con el celebrante – un recordatorio de la antigua idea de que el cáliz está bajo su cuidado. El celebrante hace el signo de la cruz con el cáliz y lo coloca de pie detrás de la hostia en el corporal. El diácono lo cubre con la palia. El celebrante, inclinándose, sus manos juntas y descansando sobre el altar, dice la oración: “In spiritus humilitatis”; levantándose dice el “Veni sanstificator” haciendo el signo de la cruz sobre las ofrendas a la palabra benedic. Luego se inciensa el altar y sigue el Lavabo. El uso del incienso en este punto es medieval y no originalmente Romano (vestigio del incienso en la procesión Galicana de las ofrendas?). El Micrologo observa que el orden Romano utiliza incienso en el Evangelio, no en el Ofertorio, pero admite que en su época (siglo once) las ofrendas son incensadas casi por todos. (De Exxl. Observ., IX). Finalmente, después del Lavabo el celebrante en la mitad del altar, levantando la vista y luego inclinándose, dice la oración “Suscipe sancta Trinitas” que resume la idea del Ofertorio. Siguen el Orate fratres y oraciones secretas.  
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En Misa Mayor, tan pronto como el celebrante ha entonado el Oremus seguido por ninguna oración, el coro canta el Ofertorio. Cuando han terminado prosigue un intervalo hasta el Prefacio que puede (cuando el órgano es permitido) llenarse por música del órgano o en cualquier tiempo cantando algún himno o canto llano aprobado. Entretanto, el celebrante dice primero el canto llano del Ofertorio. El corporal ha sido extendido sobre el altar durante el credo. El subdiácono lleva el cáliz vacío y la patena con la hostia de la mesa de creencia al altar. El diácono entrega la patena y la hostia al celebrante. El la toma y alzándola dice la oración: “suscipe sancte Pater”. Al final hace un signo de la cruz con la patena sobre el altar y desliza la hostia desde ésta al corporal. Poco después se da la patena al cuidado del subdiácono hasta que se requiera nuevamente para la fracción. El diácono vierte vino en el cáliz, el subdiácono agua, que es primero bendecida por el celebrante con la forma: “Deus qui humanæ substantiæ”. El diácono entrega el cáliz al celebrante, quien, alzándolo, dice la oración: “Offerimus tibi Domine”. El diácono también extiende su mano derecha sobre el pie del cáliz y dice esta oración con el celebrante – un recordatorio de la antigua idea de que el cáliz está bajo su cuidado. El celebrante hace el signo de la cruz con el cáliz y lo coloca de pie detrás de la hostia en el corporal. El diácono lo cubre con la palia. El celebrante, inclinándose, sus manos juntas y descansando sobre el altar, dice la oración: “In spiritus humilitatis”; levantándose dice el “Veni sanstificator” haciendo el signo de la cruz sobre las ofrendas a la palabra benedic. Luego se inciensa el altar y sigue el Lavabo. El uso del incienso en este punto es medieval y no originalmente Romano (vestigio del incienso en la procesión Galicana de las ofrendas?). El [[Micrologo]] observa que el orden Romano utiliza incienso en el Evangelio, no en el Ofertorio, pero admite que en su época (siglo once) las ofrendas son incensadas casi por todos. (De Exxl. Observ., IX). Finalmente, después del [[Lavabo]] el celebrante en la mitad del altar, levantando la vista y luego inclinándose, dice la oración “Suscipe sancta Trinitas” que resume la idea del Ofertorio. Siguen el Orate fratres y oraciones secretas.  
  
 
En Misa rezada, las partes del diácono y subdiácono son conducidas parcialmente por el servidor y parcialmente por el mismo celebrante. No hay incienso. En misas de difuntos no se bendice el agua, y el subdiácono no sostiene la patena. Los Dominicos todavía preparan el ofrecimiento antes que comience la Misa. Esta es una de sus peculiaridades Galicanas y así vuelve a la Proscomidia Oriental. Los Misales Milanés y Mozárabe han adoptado el Ofertorio Romano. El canto gregoriano que lo acompaña se denomina Sacrificio en Toledo.
 
En Misa rezada, las partes del diácono y subdiácono son conducidas parcialmente por el servidor y parcialmente por el mismo celebrante. No hay incienso. En misas de difuntos no se bendice el agua, y el subdiácono no sostiene la patena. Los Dominicos todavía preparan el ofrecimiento antes que comience la Misa. Esta es una de sus peculiaridades Galicanas y así vuelve a la Proscomidia Oriental. Los Misales Milanés y Mozárabe han adoptado el Ofertorio Romano. El canto gregoriano que lo acompaña se denomina Sacrificio en Toledo.
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Traducido por Daniel Reyes V.
 
Traducido por Daniel Reyes V.
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José Gálvez Krüger 06-04-2009.

Revisión de 19:35 6 abr 2009

(Offertorium)

El rito por el cual el pan y el vino se presentan (se ofrecen) a Dios antes de ser consagrados, y las oraciones y canto llano que lo acompañan.

I. HISTORIA

La idea de esta santificación preparatoria de la sustancia del sacrificio ofreciéndola a Dios es muy antigua y constituye un elemento importante de toda liturgia Cristiana. En el período más antiguo no tenemos evidencia de nada excepto la presentación del pan y el vino en tanto son requeridos, antes de la oración de Consagración. Justino Mártir dice: “Entonces se llevan pan y una copa de agua y vino al presidente de los hermanos” (I Apol., lxv, cf, lxvii). Pero pronto la colocación de la ofrenda en el altar fue acompañada por una súplica para que Dios aceptara estos regalos, los santificara, transformándolos en el Cuerpo y Sangre de su Hijo, y nos diera en retorno la gracia de la Comunión. La Liturgia de “Apost. Const.” VIII, dice: “Los diáconos traen las ofrendas al obispo en el altar… (xii, 3-4). Esta oración silenciosa es indudablemente una oración de Ofertorio. Pero una modificación posterior en el Oriente ocasionó una de las diferencias características entre las liturgias Romana y Oriental. Todos los ritos Orientales (y los antiguos Galicanos) preparan la ofrenda antes de comenzar la Liturgia. Esta ceremonia (proscomidia) es especialmente esmerada en los ritos Bizantino y sus derivados. Tiene lugar en la mesa de creencia. El pan y el vino son dispuestos, divididos, incensados; y se dicen sobre ellos muchas oraciones implicando la idea de un ofertorio. Las ofrendas se dejan allí y son llevadas al altar en procesión solemne al comienzo de la Liturgia de los Fieles. Esto no deja espacio para otro ofertorio luego. Sin embargo, cuando se colocan en el altar se dicen oraciones por el celebrante y una letanía por el diácono que repite la idea del ofertorio. Roma solo ha conservado la antigua costumbre de un ofertorio y de preparar las ofrendas cuando se desean al comienzo de la Misa de los Fieles. Originalmente en este momento el pueblo presentaba pan y vino que eran recibidos por los diáconos y colocados por ellos en el altar. Vestigios de la costumbre se mantienen en una Misa papal y en Milán. El oficio del vecchioni en la catedral de Milán, a menudo citado como una peculiaridad Ambrosiana, es en realidad una adición Romana que trastorna el orden del antiguo rito Milanés.

Originalmente las únicas oraciones del Ofertorio Romano eran las secretas. El Sacramentario Gregoriano contiene solamente la rúbrica: “deinde offertorium, et dicitur oratio super oblata” (P.L. LXXVIII, 25). La Oración super oblata es la Secreta. Todas las antiguas secretas expresan claramente la idea de ofertorio. Eran dichas silenciosamente por el celebrante (de ahí su nombre) y así no se introducen por el Oremus. Esto corresponde a la usanza más antigua mencionada en la “Apost. Const.”; su razón es que mientras tanto el pueblo canta un salmo (el canto llano del Ofertorio). En la Edad Media, en tanto que la presentación pública de las ofrendas por el pueblo había desaparecido, parecía existir un vacío en este momento que fue llenado por nuestras oraciones de Ofertorio actuales (Thalhofer, op. Cit. abajo, II, 161). Por largo tiempo estas oraciones fueron consideradas una devoción privada del sacerdote, como la preparación al pie del altar. Son una adición del Norte (posteriormente Galicana), no parte del antiguo Rito Romano, y al principio no estaban escritas en los misales. El Micrologo dice: “El orden Romano no señala oración alguna después del Ofertorio antes de la Secreta” (cxi, P.L., CLI, 984). Menciona las oraciones posteriores al Ofertorio como un “orden Galicano” y dice que las mismas ocurren “no por alguna ley sino como una costumbre eclesiástica”. Las oraciones del Ofertorio medieval varían considerablemente. Fueron establecidas en Roma hacia el siglo catorce (Ordo Rom. XIV, 53, P.L. LXXVIII, 1165). Las actuales oraciones Romanas fueron compiladas a partir de varias fuentes, Galicanas o Mozárabes. La oración “Suscipe sancte pater” aparece en el libro de oraciones de Carlos el Calvo (875-877); “Deus qui humanæ substantiæ” es modificada a partir de una Colecta de Navidad en el Sacramentario Gregoriano (P.L., LXXVIII, 32): “Offerimus tibi Domine” y “Veni santificator” (fragmento de un viejo Epiklesis, Hoppe, “Die Epiklesis”, Schaffhausen, 1864, p. 272) son Mozárabes (P.L. LXXXV, 112). Antes del Misal de Pío V estas oraciones estaban a menudo precedidas por el título “Canon minor” o “Secretella” (como amplificaciones de la Secreta). El Misal de Pío V (1570) las imprimió en el Ordinario. Desde entonces las oraciones que conocemos forman parte de la Misa Romana. Las ideas expresadas en ellas son obvias. Solamente puede observarse que las dos expresiones: “hanc immaculatam hostiam” y “calicem salutaris” anticipan dramáticamente el momento de la consagración, como lo hace el Himno Querúbico Bizantino.

Mientras se hace el Ofertorio el pueblo (coro) canta un verso (el Ofertorio en el sentido de un texto para ser cantado) que forma parte del Propio de la Misa. Tal canto llano no es mencionado en “Apost. Const.”, VIII, pero puede suponerse sin duda como la razón por la que el celebrante allí también ora silenciosamente. Esto es mencionado por San Agustín (Retract., II, xi, P.L. XXXII, 63). El Ofertorio fue una vez el salmo completo con una antífona. Por la época del Antifonario Gregoriano el salmo había sido reducido a unos pocos versos solamente, que siempre se dan en ese libro (e.g., P.L., LXXVIII, 641). Así también el Segundo Ordo Romano: “Canitur offertorium cum versibus” (ib., 972). Durandus observa con desaprobación que en su tiempo los versos del salmo se dejan fuera (Rationale, IV, 26). Ahora solamente se canta la antífona, excepto en los requiem. Se toma del salterio, u otro libro de la Biblia, o a menudo es un texto no Bíblico. Se refiere en alguna forma a la fiesta o motivo de la Misa, nunca al ofrecimiento del pan y el vino. Solamente el requiem ha conservado un ofertorio más largo con un verso y la repetición de la última parte de la antífona (el texto es no Bíblico).

II. USO ACTUAL

En Misa Mayor, tan pronto como el celebrante ha entonado el Oremus seguido por ninguna oración, el coro canta el Ofertorio. Cuando han terminado prosigue un intervalo hasta el Prefacio que puede (cuando el órgano es permitido) llenarse por música del órgano o en cualquier tiempo cantando algún himno o canto llano aprobado. Entretanto, el celebrante dice primero el canto llano del Ofertorio. El corporal ha sido extendido sobre el altar durante el credo. El subdiácono lleva el cáliz vacío y la patena con la hostia de la mesa de creencia al altar. El diácono entrega la patena y la hostia al celebrante. El la toma y alzándola dice la oración: “suscipe sancte Pater”. Al final hace un signo de la cruz con la patena sobre el altar y desliza la hostia desde ésta al corporal. Poco después se da la patena al cuidado del subdiácono hasta que se requiera nuevamente para la fracción. El diácono vierte vino en el cáliz, el subdiácono agua, que es primero bendecida por el celebrante con la forma: “Deus qui humanæ substantiæ”. El diácono entrega el cáliz al celebrante, quien, alzándolo, dice la oración: “Offerimus tibi Domine”. El diácono también extiende su mano derecha sobre el pie del cáliz y dice esta oración con el celebrante – un recordatorio de la antigua idea de que el cáliz está bajo su cuidado. El celebrante hace el signo de la cruz con el cáliz y lo coloca de pie detrás de la hostia en el corporal. El diácono lo cubre con la palia. El celebrante, inclinándose, sus manos juntas y descansando sobre el altar, dice la oración: “In spiritus humilitatis”; levantándose dice el “Veni sanstificator” haciendo el signo de la cruz sobre las ofrendas a la palabra benedic. Luego se inciensa el altar y sigue el Lavabo. El uso del incienso en este punto es medieval y no originalmente Romano (vestigio del incienso en la procesión Galicana de las ofrendas?). El Micrologo observa que el orden Romano utiliza incienso en el Evangelio, no en el Ofertorio, pero admite que en su época (siglo once) las ofrendas son incensadas casi por todos. (De Exxl. Observ., IX). Finalmente, después del Lavabo el celebrante en la mitad del altar, levantando la vista y luego inclinándose, dice la oración “Suscipe sancta Trinitas” que resume la idea del Ofertorio. Siguen el Orate fratres y oraciones secretas.

En Misa rezada, las partes del diácono y subdiácono son conducidas parcialmente por el servidor y parcialmente por el mismo celebrante. No hay incienso. En misas de difuntos no se bendice el agua, y el subdiácono no sostiene la patena. Los Dominicos todavía preparan el ofrecimiento antes que comience la Misa. Esta es una de sus peculiaridades Galicanas y así vuelve a la Proscomidia Oriental. Los Misales Milanés y Mozárabe han adoptado el Ofertorio Romano. El canto gregoriano que lo acompaña se denomina Sacrificio en Toledo.

DURANDUS, "Rationale divinorum officiorum", IV, 26-32; DUCHESNE, "Origines du culte chretien" (Paris, 2nd ed., 1898), 165-167; 194-199; THALHOFER, "Handbuch der katholischen Liturgik", II (Freiburg, 1890); GIHR, "Das heilige Messopfer "(Freiburg, 1897), 458-508; Eng. tr. (St. Louis, 1908), 494-551; RIETSCHEL, "Lehrbuch der Liturgik", I (Berlin, 1900), 376-378.

Escrito por ADRIAN FORTESCUE

Transcrito por Tony de Melo

Traducido por Daniel Reyes V.

José Gálvez Krüger 06-04-2009.