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Viernes, 29 de marzo de 2024

Monacato Oriental antes del Concilio de Calcedonia

De Enciclopedia Católica

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Monacato Oriental antes del Concilio de Calcedonia (año 451 d.C.) : Egipto fue la madre patria del monacato cristiano. Surgió a la existencia allí a principios del siglo IV y en muy pocos años se esparció por todo el mundo cristiano. La rapidez del movimiento sólo era igualada por la durabilidad de sus resultados. Dentro de la vida de San Antonio el estado religioso se había convertido en lo que ha sido desde entonces, una de las características de la Iglesia Católica, con sus ideales, y lo que puede llamarse la base de su organización, determinados. Pero esto no fue todo. La simple enseñanza de los primeros monjes y ermitaños egipcios fijó de una vez y para siempre las líneas generales de la ciencia de la vida espiritual, o, en otras palabras, de la teología ascética. El estudio, por tanto, del monacato primitivo posee mucho más que un interés meramente anticuario. Tiene que ver con un movimiento cuya fuerza no se agota de ningún modo y que ha tenido una parte muy importante en la creación de las condiciones que prevalecen en la actualidad.

El primer capítulo en la historia del monacato es la vida de San Antonio que ya ha sido descrita (Vea SAN ANTONIO). La inauguración del movimiento monástico puede datarse ya sea cerca de 285, cuando San Antonio, insatisfecho con la vida del asceta ordinario, se fue al desierto, o cerca de 305, cuando organizó una especie de vida monástica para sus discípulos. Asceta es el término que los escritores sobre el monacato utilizan usualmente para designar a aquellos que en la época pre-monástica abandonaban el mundo según eran capaces. De los tres consejos evangélicos la castidad es el único que se puede practicar independientemente de las circunstancias externas. Naturalmente, por lo tanto, (comenzando con la época sub-apostólica), oímos primero de hombres y mujeres que llevaban una vida virginal (cf. Epístola de Clemente 38; Ignacio, “ad Polycarp.”, c.v.; Hermas, “Sim.”, IX, 30). Los apologistas señalaron triunfalmente a la castidad (Justino "Apol.", I, XV; Atenágoras, A Plea for the Christians 33; Minucio Félix, "Octav.", XXXI).

La pobreza voluntaria, en la completa renuncia a todas las propiedades mundanas, habría sido difícil antes que hubiese monasterios, pues las personas con riqueza a la que renunciar, generalmente hablando, no habrían sido criadas como capaces de ganarse su propio sustento. Aun así, tenemos los ejemplos de Orígenes, Cipriano y Pánfilo para mostrar que la cosa se hizo. Una práctica completa del último consejo evangélico (la obediencia) sólo podía ser realizada después de que el ideal monástico hubiese echado raíces y pasado más allá de la etapa puramente eremítica. El asceta ante-niceno habría sido un hombre que llevaba una vida de celibato, practicaba largos y frecuentes ayunos, se abstenía de carne y vino, y se sostenía, si podía, con alguna pequeña artesanía, y que de lo que ganaba guardaba para sí mismo sólo lo que era absolutamente necesario para su propio sustento, y daba el resto a los pobres. Si era un hombre educado, podía ser empleado por la Iglesia en tal capacidad como la de catequista. Muy a menudo usaba la ropa que marcaba al portador como un filósofo de una escuela austera.

En Egipto, en el momento en que San Antonio abrazó por primera vez la vida ascética, había un número de ascetas que vivían en chozas en las cercanías de los pueblos y aldeas. Cuando San Antonio murió (356 o 357), dos tipos de monacato florecieron en Egipto. Había pueblos o colonias de ermitaños (el tipo eremítico), y monasterios en los que se llevaba una vida comunitaria (el tipo cenobítico). Un breve repaso de los primeros capítulos de la "Historia Lausiaca" de Paladio servirá como una descripción del tipo eremítico.

Paladio era un monje de Palestina que, en 388, se fue a Egipto a beber de la fuente original del espíritu del monacato. Al desembarcar en Alejandría se puso en manos de un sacerdote llamado Isidoro, quien en su juventud había sido un ermitaño en Nitria y ahora aparentemente dirigía un hospicio en Alejandría sin abandonar de ningún modo su austeridad de vida. Por consejo de Isidoro, se colocó bajo la dirección de un ermitaño llamado Doroteo, que vivía a seis millas fuera de Alejandría, con el que había de pasar tres años de aprendizaje para dominar sus pasiones y para luego volver donde Isidoro a recibir mayor conocimiento espiritual. Este Doroteo pasaba todo el día recogiendo piedras para construir las celdas de otros ermitaños, y toda la noche tejiendo cuerdas de las hojas de palma. Nunca se acostaba a dormir, aunque a veces el sueño lo vencía mientras trabajaba o comía. Paladio, que parece haber vivido en su celda, se cercioró con los otros solitarios que este había sido su costumbre desde su juventud. La salud de Paladio se quebrantó antes de completar su tiempo con Doroteo, pero pasó tres años en Alejandría y su vecindad visitando las ermitas y familiarizándose con unos dos mil monjes.

De Alejandría pasó a Nitria, donde había una villa monástica que albergaba alrededor de cinco mil ermitaños. No había regla monástica de clase alguna. Algunos de los eremitas vivían solos, otras veces dos o más vivían juntos. Se reunían en la iglesia los sábados y domingos. La iglesia era servida por ocho sacerdotes de los cuales el más viejo siempre celebraba, predicaba y juzgaba, y los otros sólo ayudaban. Todos trabajaban en el tejido de lino. Había panaderías donde se hacía pan, no sólo para el pueblo, sino también para los solitarios que vivían en el desierto cercano. Había médicos. También se vendía vino. Se hospedaba a los extraños en una casa de huéspedes. Si sabía leer, se les prestaba libros. Podían quedarse todo el tiempo que quisiesen, pero después de una semana se les asignaba alguna clase de trabajo. Si a la hora de nona un hombre se paraba y escuchaba el sonido de la salmodia saliendo de las diferentes celdas, se podía imaginar, dice Paladio, que era arrebatado al paraíso. Pero aunque no había ninguna regla monástica en Nitria, había una ley municipal, cuyo símbolo exterior eran tres látigos suspendidos de tres palmas, uno para los monjes que fuesen culpables de alguna falta, otro para los ladrones que fuesen capturados merodeando y el tercero para los extraños que se portasen mal. Un poco más lejos en el desierto había un lugar llamado Celdas, o cellia, a donde se retiraban los más perfectos. Esto es descrito por el autor de la "Historia monachorum in Aegypto". Aquí los solitarios vivían en celdas tan lejos que estaban fuera de la vista y de oírse el uno al otro. Al igual que los de Nitra, sólo se reunían en la iglesia los sábados y domingos, para lo cual algunos de ellos tenían que recorrer una distancia de tres o cuatro millas. A menudo, su muerte era descubierta sólo por su ausencia de la iglesia.

En fuerte contraste con el individualismo de la vida eremítica estaba la rígida disciplina que prevalecía en los monasterios cenobíticos fundados por San Pacomio. Cuando, en el año 313, Constantino estaba en guerra con Majencio, Pacomio, todavía un pagano, fue reclutado por la fuerza junto con un número de otros jóvenes, y puesto a bordo de un buque para ser llevado por el Nilo hasta Alejandría. En algún pueblo en que la nave paró, los reclutas quedaron abrumados con la amabilidad de los cristianos. Pacomio de inmediato resolvió ser cristiano y llevó a cabo su resolución tan pronto como fue despedido del servicio militar. Comenzó como un asceta en un pequeño pueblo, tuvo su domicilio en un templo abandonado de Serapis y cultivó un jardín de cuyo producto vivía y daba limosnas. El hecho de que Pacomio tuvo su residencia en un antiguo templo de Serapis fue suficiente para una ingeniosa teoría de que él había sido originalmente un monje pagano. Este punto de vista está ahora bastante desacreditado.

Pacomio luego abrazó la vida eremítica y convenció a un viejo ermitaño llamado Palemón a que lo llevara como su discípulo y compartiera su celda con él. Cabe señalar que este tipo de discipulado, que, como ya hemos visto, fue intentado por por Paladio, era una cosa reconocida entre los ermitaños egipcios. Después dejó a Palemón y fundó su primer monasterio en Tabennisi cerca de Dendera. Antes de su muerte, en el 346, tenía bajo su dirección ocho o nueve grandes monasterios de hombres y dos de mujeres. Desde un punto de vista secular, un monasterio pacomiano era una comunidad industrial en la que se practicaba casi todo tipo de comercio. Esto, por supuesto, conllevaba mucha compra y venta, de modo que los monjes tenían naves propias en el Nilo, que transportan sus productos agrícolas y bienes manufacturados al mercado y traían lo que requerían los monasterios. Desde el punto de vista espiritual, el monje pacomiano era un ser religioso que vivía bajo una regla más severa que la de los trapenses, incluso cuando se toma en cuenta las diferencias en clima y raza.

Un monasterio pacomiano era un conjunto de edificios rodeados por una muralla. Los monjes eran distribuidos en casas, y cada casa contenía alrededor de cuarenta monjes. Tres o cuatro casas constituían una tribu. Podía haber de treinta a cuarenta casas en un monasterio. Había un abad sobre cada monasterio, y prebostes con funcionarios subordinados sobre cada casa. Los monjes eran divididos en casas de acuerdo con el trabajo que desempeñaban; así podía haber una casa para los carpinteros, una casa para los agricultores, y así sucesivamente. Pero parece que también se utilizaron otros medios de división, por ejemplo, oímos de una casa para los griegos. Los sábados y domingos todos los monjes se reunían en la iglesia para la Misa; los demás días se celebraban el Oficio y otros ejercicios espirituales en las casas.

“La idea fundamental de la regla de San Pacomio, escribe el abad Butler, “era establecer un nivel moderado de observancia (moderado en comparación con la vida que llevaban los ermitaños) que pudiese ser obligatorio para todos; y luego dejarla abierto a cada uno —y de hecho alentar a cada uno— para que fuese más allá del mínimo fijado, según fuese motivado por su fuerza, coraje y celo” (“Historia Lausiaca”, I, p. 236). Esto se ilustrado notablemente en las normas relativas a los alimentos. Según San Jerónimo, en el prólogo a su traducción de la "Regla de Pacomio", las mesas se colocaban dos veces al día, excepto los miércoles y viernes, que, fuera de las temporadas de Pascua y Pentecostés, eran días de ayuno. Algunos comían muy poco en la segunda comida; algunos en una u otra de las comidas se limitaban a un solo alimento; otros tomaban sólo un bocado de pan. Algunos se abstenían por completo de la comida comunitaria; a estos se les colocaba en sus celdas pan, agua y sal.

Pacomio nombró como su sucesor a un monje llamado Petronio, el cual murió a los pocos meses, tras haber nombrado como su sucesor a Horsiesi. En el tiempo de Horsiesi la orden se vio amenazada por un cisma. El abad de una de las casas, en lugar de enviar el producto del trabajo de sus monjes a la casa principal de la orden, donde se vendería y se distribuiría a las diferentes casas de acuerdo a sus necesidades, deseaba disponer de él para el beneficio único de su propio monasterio. Horsiesi, al verse incapaz de hacer frente a la situación, nombró como coadjutor a Teodoro, un discípulo predilecto de Pacomio. Cuando murió Teodoro, en el año 368, Horsiesi pudo reasumir el gobierno de la orden. Esta amenaza de cisma nos presenta con prominencia una característica relacionada con la fundación de Pacomio que nunca se volvió a ver de nuevo en Oriente y en Occidente sólo muchos siglos después. "Al igual que Citeaux en una época posterior, escribe el abad Butler, "casi de inmediato asume la forma de una congregación u orden totalmente organizada, con un superior general y un sistema de visitas y capítulos generales —en fin, toda la maquinaria de una gobierno centralizado, como no volvió a aparecer en el mundo monástico hasta que surgieron los cistercienses y las órdenes mendicantes en los siglos XII y XIII "(op. cit., 1, 235).

Hay que decir algunas palabras acerca de Schenoudi, o Schnoudi, o Senuti. Poco después de mediados del siglo IV, dos monjes, Pgol y Pschais, cambiaron sus monasterios eremíticos a cenobíticos. De este último no conocemos casi nada. Schenute, cuando era un niño de alrededor de nueve años, quedó bajo el cuidado de su tío Pgol. Ambos, Pgol y Schenute, eran reformadores: la regla de San Pacomio no era demasiado estricta para ellos. Schenute sucedió a su tío Pgol como cabeza del Monasterio Blanco de Atribis, y hasta su muerte (c. 453) no sólo fue el más grande de los líderes monásticos, sino uno de los hombres más importantes en Egipto. Le declaró la guerra a los herejes; desempeñó un rol prominente en la erradicación del paganismo; defendió la causa de los pobres contra los ricos. En una ocasión fue en persona a Constantinopla a quejarse de la tiranía de los funcionarios del gobierno.

En una ocasión veinte mil hombres, mujeres y niños se refugiaron en el Monasterio Blanco durante una invasión de los salvajes blemios de Etiopía, y Schenute mantuvo a todos los refugiados durante tres meses, proveyéndoles comida y ayuda médica. En otra ocasión rescató a cien cautivos y los envió a su hogar con comida, ropa y dinero para el viaje. La importancia de Schenute para la historia del monacato es pequeña, pero su influencia, grande como lo fue en su propio país, no se hizo sentir en otros lugares. Había dos obstáculos: el Alto Egipto era un país difícil y peligroso para los viajeros, y tal como penetró allí no sería probable que visitara un monasterio donde se hablaba casi nada, excepto copto. De acuerdo con el abad Cuthbert Butler, "Schenute nunca fue mencionado por ningún escritor griego o latino" (op. cit., 2, 204). Ha sido redescubierto en nuestro propio tiempo en los manuscritos coptos.


Fuente: Bacchus, Francis Joseph. "Eastern Monasticism Before Chalcedon (A.D. 451)." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10, pp. 464-467. New York: Robert Appleton Company, 1911. 25 Oct. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/10464a.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina