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Jueves, 28 de marzo de 2024

Diferencia entre revisiones de «Materialismo»

De Enciclopedia Católica

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CONSTANTIN GUTBERLET  
 
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Transcrito por Robert H. Sarkissian
 
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Traducido por Oscar Olague
 
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[[Categoría:Filosofía]]

Última revisión de 16:27 12 dic 2008

Como la palabra misma lo indica, el Materialismo es un sistema filosófico que considera a la materia como a la única realidad en el mundo, que intenta explicar todo evento en el universo como un resultado de las condiciones y actividades de la materia y que, en consecuencia, niega la existencia de Dios y del alma. Es diametralmente opuesto al Espiritualismo y al Idealismo, los cuales, en la medida en que son parciales y exclusivos, declaran que todo en el mundo es espiritual, y que el mundo, e incluso la materia misma, son puras concepciones o ideas del ser pensante. El Materialismo es más antiguo que el Espiritualismo, si consideramos que el desarrollo de la filosofía comenzó en Grecia. La antigua filosofía india, sin embargo, es idealista; según ella hay un único ser verdadero, Brahma; todo lo demás es apariencia, Maja. En Grecia los primeros intentos para concebir la filosofía fueron más o menos materialistas; asumían la existencia de una materia única primordial -- agua, tierra, fuego, aire -- o sea los cuatro elementos a partir de los cuales se consideraba que se desarrolló el mundo. El Materialismo fue metódicamente desarrollado por los atomistas. El primero y el más importante de los materialistas sistemáticos fue Demócrito, el "filósofo sonriente". El enseñó que de la nada no puede surgir nada; que todo es el resultado de combinaciones y divisiones de partes (átomos); que estos átomos, separado por espacios vacíos, son infinitamente numerosos y variados. Incluso al hombre extendió su Materialismo cosmológico, y fue así el fundador del Materialismo en el sentido estrecho, o sea, la negación del alma. El alma es un complejo de muy finos, uniformes, redondos, e impetuosos átomos: éstos son muy móviles y penetran el cuerpo entero, al que le dan la vida. Empédocles no fue un materialista intransigente, aunque consideraba a los cuatro elementos con amor y odio como los principios formativos del universo, y se negaba a reconocer a un Creador espiritual del mundo. Aristóteles reprochaba a los filósofos Ionianos, en general, el intentar explicar la evolución del mundo sin el Nous (inteligencia); él consideraba a Protágoras, quien fue el primero en introducir un principio espiritual, como a un hombre sobrio entre los borrachos.

La Escuela Socrática introdujo una reacción en contra del Materialismo. Un poco más tarde, sin embargo, el Materialismo encontró a un segundo Demócrito en Epicuro quien estudió el sistema con más gran detalle, y le dio una fundación más profunda. El apoyó la afirmación de que nada viene de nada, declarando que, de lo contrario, todo debería venir de todo. Este argumento es muy pertinente, ya que si no hubiera nada, nada podría existir, es decir, no habría ninguna causa. Una causa omnipotente puede, por sí misma, a través de su poder, suministrar un substituto de la materia, la cual no podemos crear sino sólo transformar. Epicuro afirmó, además, que solo los cuerpos existen; solamente el vacío es inmaterial. Distinguió, sin embargo, entre cuerpos compuestos y cuerpos simples o átomos, los cuales son absolutamente inalterables. Ya que el espacio es infinito, los átomos deben ser, asimismo, infinitamente numerosos. No puede garantizarse esta última deducción, ya que, aun en un espacio infinito, se debería limitar el número de cuerpos -- de hecho, así debe ser, puesto que de lo contrario llenarían enteramente el espacio y, por consiguiente, harían imposible todo movimiento. Y sin embargo Epicuro le atribuye movimiento a los átomos, es decir, un movimiento constante y hacia abajo. Ya que muchos de ellos se apartan de sus direcciones originales, provocando choques y la formación de diversas combinaciones. La diferencia entre un cuerpo y otro es debida, únicamente, a diferentes formas de combinación atómica; los átomos mismos no tienen ninguna cualidad y difieren sólo en su tamaño, forma, y peso. Estas especulaciones materialistas contradicen directamente las universalmente reconocidas, leyes de la naturaleza. La inercia es una cualidad esencial de la materia, la cual no puede ponerse a si misma en movimiento, ni puede, por sí misma definir la dirección de su movimiento y, menos que nada, cambiar la dirección de su movimiento una vez que éste le fue impartido. La existencia de todas estas capacidades de la materia es aceptada por Epicuro: los átomos caen hacia abajo, antes de que haya "arriba" o "abajo"; tienen peso, aun antes de que exista la tierra que les da el peso con su atracción. De los choques al azar entre los átomos podría resultar sólo confusión y no orden, y menos que nada aquél gran designio que se manifiesta en el orden del mundo, sobre todo en el de las estructuras orgánicas y en el de las actividades mentales. No obstante, el alma y su origen no representan ninguna dificultad para el Materialista. Según él el alma es una especie de vapor difundido en todo el cuerpo y mezclado con un poco de calor. Los cuerpos que nos rodean envían continuamente ciertas partículas diminutas las cual penetran a nuestras almas a través de nuestros órganos de los sentidos e incitan imágenes mentales. A la disolución del cuerpo, el alma corpórea se disuelve también. Esta opinión descubre una completa incomprensión de la naturaleza inmaterial de los estados psíquicos, los cuales son opuestos a los del cuerpo -- sin decir nada de la infantil noción de percepción-sentido, la cual no es contemplada por la fisiología moderna más que con una indulgente sonrisa.

El Materialismo epicúreo recibió una expresión poética y un más amplio desarrollo en el poema didáctico del romano Lucrecio. Este sarcástico adversario de los dioses, tal como los modernos representantes del Materialismo, lo sitúa en franca oposición a la religión. Su cosmología es la de Epicuro; pero Lucrecio va muchos más allá, ya que él busca verdaderamente dar una explicación al orden del mundo, orden al que Epicuro se refirió, sin dudar, como debido al simple azar. Lucrecio afirma que es solamente una de las posibilidades infinitamente numerosas del acomodo de los átomos; el presente orden es tan posible como cualquier otro. Se esfuerza en especial en refutar la inmortalidad del alma, buscando así disipar el miedo a la muerte, el cual es la causa de tanta preocupación y crimen. El alma (anima) y la mente (animus) consta de los más pequeños, más redondos, y más móviles de los átomos. Que "el sentimiento es una excitación de los átomos," asienta él como un principio firmemente establecido. Dice además: "Cuando el sabor del vino desaparece, o el olor del ungüento se disipa en el aire, no notamos ninguna disminución de peso. Lo mismo pasa con el cuerpo cuando el alma ha desaparecido. "Pasa por alto el hecho que el sabor y olor no necesariamente se pierden, aunque no los podamos medir. Que no desaparecen tenemos ahora la certeza y debemos concluir, por consiguiente, que el alma espiritual aun menos cesa de existir. Sin embargo, el alma no es tan solo el olor de un cuerpo, sino un ser con actividad real; en consecuencia, debe ser real y, de la misma manera, distinta del cuerpo, ya que el pensamiento y la voluntad son actividades incorpóreas, y no solo movimiento el cual, al menos según Lucrecio, es la única función de los átomos.

La Cristiandad desarrolló un dique vigoroso en contra del Materialismo, y fue sólo con el retorno a la antigüedad durante la así llamada restauración de las ciencias que los Humanistas de nuevo lo convirtieron en un factor poderoso. Giordano Bruno, el Panteísta, fue también un Materialista: "la Materia no es sin sus formas, pero las contiene todas; y ya que lleva lo que esta envuelto en ella misma, es en verdad toda la naturaleza y la madre de todo lo viviente." Pero la edad clásica del Materialismo empezó en el siglo XVIII, cuando de la Mettrie (1709-51) escribió su "Histoire naturelle de l'âme" (Histoire natural del alma) y "L'homme machine" (El Hombre máquina). Sostiene que todo lo que se siente debe ser material: "El alma se forma, crece y disminuye con los órganos del cuerpo, por lo tanto debe compartir también la muerte del cuerpo" -- una falacia evidente, ya que aun cuando el cuerpo es tan sólo el instrumento del alma, el alma debe ser afectada por las condiciones variables del cuerpo. En el caso de este Materialista encontramos las consecuencias morales del sistema reveladas sin fingimiento. En sus dos obras "La Volupté" (La Voluptuosidad) y "L'art de jouer" (El arte de jugar) glorifica el libertinaje. La obra más famosa de este período es el "Système de la nature" (Sistema de la naturaleza) del Barón Holbach (1723-89). Según esta obra, no existe nada más que la naturaleza, y todos los seres que se cree deben estar más allá de ella, no son más que un producto de la imaginación. El Hombre es una parte constitutiva de la naturaleza; sus atributos morales no son más que una modificación de su constitución física, derivada de su organización característica. Incluso Voltaire se sintió obligado a presentar una oposición decidida a estos ataques extravagantes en contra de todo lo que era espiritual.

En Alemania, el Materialismo fue vigorosamente atacado, sobre todo por Leibniz (Cf.). Sin embargo, como este filósofo quiso reemplazarlo con su doctrina de mónadas, un intransigente sistema espiritualista, no le dio una refutación verdadera. En cambio, se suponía que Kant había definitivamente resquebrajado el poder del Materialismo con el así llamado argumento idealista, que dice: La Materia se revela a nosotros sólo en la conciencia; no puede ser por consiguiente la causa o el principio de la conciencia. Este argumento no prueba absolutamente nada en contra del Materialismo, a menos de que reconozcamos que nuestra conciencia crea a la materia, o sea que la materia no tiene ninguna existencia independiente de la conciencia. Si la conciencia o el alma crean a la Materia, esta última no puede darle la existencia al alma o a ninguna actividad psíquica. El Materialismo sería así, de hecho, absolutamente aniquilado: no habría ninguna materia. Pero, si la materia es real, debería poseer todo tipo de actividades, incluso psíquicas, como aseguran los Materialistas. Mientras no se demuestre la imposibilidad de esto, el Materialismo no será refutado. El Idealismo o Fenomenalismo, que niega completamente la existencia de la materia, es más absurdo que el Materialismo. Hay, sin embargo, algo de verdad en el razonamiento Kantiano. La conciencia o el psiquismo, nos son mucho mejor conocidos que lo material; lo que la materia es verdaderamente, ninguna ciencia lo ha aclarado todavía. Lo intelectual o lo psíquico, en cambio, se presenta inmediatamente a nuestra conciencia; experimentamos nuestros pensamientos, voluntades y sentimientos; en su total claridad se presentan a la vista de la mente. Desde el punto de vista Kantiano, no se puede refutar al Materialismo. Para vencerlo debemos demostrar que el alma es una entidad independiente y esencialmente distinta del cuerpo, una substancia inmaterial; sólo así puede ser inmortal y sobrevivir a la disolución del cuerpo. Para Kant sin embargo, la substancia es una forma completamente subjetiva del entendimiento, por medio de la cual ordenamos nuestras experiencias. Por eso, la independencia del alma no sería objetiva; sería simplemente una idea concebida por nosotros. La inmortalidad sólo sería, asimismo, un producto del pensamiento; esto los Materialistas lo admiten de buena gana, pero lo llaman, en términos llanos, una pura fabricación.

Los Idealistas alemanes, Fichte, Hegel, y Schelling, con seriedad adoptaron el Fenomenalismo de Kant, declarando que la materia y, de hecho, el universo entero, son productos subjetivos. En consecuencia y de hecho el Materialismo fue enteramente vencido, pero el método Kantiano de refutación se reduce a un absurdo. La reacción en contra de este Espiritualismo excéntrico fue inevitable y resultó, por una especie de consecuencia necesaria, en el extremo opuesto de un franco Materialismo. Asqueados por estas opiniones fanáticas, tan contrarias a toda realidad, los hombres dirigieron toda su energía a la investigación de la naturaleza. El extraordinario éxito logrado en esta área llevó a muchos investigadores a sobrestimar la importancia de la materia, de sus fuerzas y de sus leyes, con las que creyeron que podrían explicar incluso lo espiritual. Los representantes principales del Materialismo como un sistema durante este período son Büchner (1824-99), el autor de "Kraft und Stoff"; K. Vogt (1817-95), quien sostuvo que el pensamiento es "secretado" por el cerebro, como la bilis por el hígado y la orina por los riñones: Czolbe (1817-73); Moleschott, a quien su Materialismo le atrajo fama política. Nació el 9 de agosto de 1822, en Herzogenbusch, Brabant del norte, estudió medicina, ciencia natural y la filosofía de Hegel en Heidelberg desde 1842. Después de unos años de practicar la medicina en Utrecht, se capacitó como instructor en fisiología y antropología en la Universidad de Heidelberg. Sus escritos, sobre todo su "Kreislauf des Lebens" (1852), produjeron una gran sensación. A causa del vulgar materialismo que demostró en sus obras y en sus conferencias, recibió una amonestación del senado académico, por orden del Gobierno, después de lo cual aceptó, en 1854, una proposición de la recientemente fundada Universidad de Zurich. En 1861 Cavour, el primer ministro italiano, le concedió una cátedra en Turín, de donde, quince años más tarde, fue llamado a la Sapienza de Roma, la cual debió su fundación a los Papas. Allí la muerte lo alcanzo, de repente, en 1893, y así como había quemado los cuerpos de su esposa y de su hija que habían cometido suicidio, también dijo en su testamento que su propio cuerpo debería reducirse a cenizas. El rechazo más radical de todo lo ideal esta contenido en la revisada obra "Der Einzige und sein Eigentum" (1845; 3ra ed., 1893) de Max Stirner, quien rechaza todo lo que transciende al Ego particular y a su propia voluntad.

El brillante éxito de las ciencias naturales le dio un poderoso apoyo al Materialismo. El científico, de hecho, esta expuesto al peligro de no tomar en cuenta el alma y, en consecuencia, de negarla. La absorción en el estudio de la naturaleza material es capaz de cegarlo a lo espiritual; pero es un error evidente el negar el alma, por la razón de que no se puede experimentalmente demostrar su existencia por medios físicos. La ciencia natural sobrepasa sus límites cuando usurpa el dominio espiritual y declara poder pronunciar allí una opinión de experto, y es un error evidente el declarar que la ciencia demuestra la inexistencia del alma. Diversas pruebas de la ciencia natural son, por supuesto, presentadas por los Materialistas. Se recurre al "sistema cerrado de causalidad natural": la experiencia muestra, por doquier, que cada fenómeno natural esta causado por otro y si la misma causa fuera introducida de nuevo, se rompería la cadena de causas naturales. Por otra parte, Sigwart (1830-1904) justamente observa que el alma participa en la causalidad natural y, por consiguiente, está incluida en el sistema. Lo más que se puede deducir de este sistema es que un espíritu puro, que Dios, no podría interferir en el curso de la naturaleza; pero esto no puede ser demostrado ni por la experiencia ni por la razón. Al contrario, está claro que el Autor de la naturaleza puede intervenir en su curso y la historia nos informa de Sus muchas intervenciones milagrosas. En todo caso, está fuera de duda que nuestras condiciones corpóreas son influenciadas por nuestras ideas y voluntades, y percibimos esta influencia más claramente que la causalidad del fuego en la producción de calor. Debemos rechazar, por consiguiente, como falsa la teoría de la causalidad natural, cuando ésta signifique la exclusión de causas espirituales.

Pero la ciencia moderna afirma haber presentado la demostración positiva de que en el cuerpo humano no hay ningún lugar para el alma. El gran descubrimiento de R. Mayer (1814-78), Joule (1818-89), y Helmholtz (1821-94) de la conservación de la energía demuestra que la energía no puede desaparecer en la naturaleza y no puede originarse allí. Pero el alma puede por sí misma crear energía, y también la energía se perdería, cuando quiera que un estímulo externo influenciase al alma y diese lugar a una sensación, que no es una forma de energía. Ahora bien, experimentos recientes han mostrado que la energía en el cuerpo humano es precisamente equivalente al nutrimento consumido. En estos hechos sin embargo, no hay absolutamente nada en contra de la existencia del alma. La ley de la conservación de la energía es una ley empírica, no un principio fundamental de pensamiento; se deduce del mundo material y se basa en la actividad de la materia. Un cuerpo no puede ponerse a si mismo en movimiento, y no puede producir fuerza; debe ser impulsado por otro, el cual, en el impacto, pierde su propio poder de movimiento. Este no se pierde, pero se transforma en el movimiento nuevo. De esta manera, en el mundo material, el movimiento, que es energía cinética, no puede ni originarse ni del todo cesar. Esta ley no es valida para el mundo inmaterial, el cual no esta sujeto a la ley de la inercia. Que nuestras actividades intelectuales superiores no están limitadas por esta ley se ve plenamente en nuestro libre albedrío, por el que decidimos ya sea movernos o permanecer en reposo. Pero las actividades intelectuales se efectúan con la cooperación de los procesos sensoriales; y, ya que estos últimos son funciones de los órganos del cuerpo, están como ellos sujetos a la ley de la inercia. No entran en actividad sin algún estímulo; no pueden detener su actividad sin alguna influencia externa. Están, por consiguiente, sujetos a la ley de la conservación de la energía, cuya aplicabilidad al cuerpo humano, como se muestra por los experimentos biológicos, no demuestra nada en contra del alma. Por consiguiente, y aun sin experimento, uno debe admitir la ley en el caso de seres sensibles, no es prudente considerar que afecta a un espíritu puro o a un ángel. El "Aquiles" de los filósofos materialistas, por consiguiente, no demuestra nada en contra del alma. Fue, por lo tanto, muy oportuno cuando el eminente fisiólogo, Dubois Reymond (1818-96), proclamó un alto enérgico a su colega con su "Ignoramus et Ignorabimus". En sus conferencias, "Ueber die Grenzen der Naturerkenntniss" (Leipzig, 1872), muestra que los sentimientos, la conciencia, etc., no pueden ser explicadas por los átomos. Se equivoca, de hecho, al declarar como permanentemente inexplicable todo aquello que la ciencia natural no puede contemplar; la explicación debe ser proporcionada por la filosofía.

Incluso teólogos han defendido el Materialismo. Así, por ejemplo, F.D. Strauss en su obra "Der alte und neue Glaube" (1872) se declara abiertamente en favor del Materialismo, e incluso lo adopta como la base de su religión; el universo material con sus leyes, aunque de vez en cuando nos quebrantan, debe ser el objeto de nuestra veneración. El ejercicio de la música le compensa la pérdida de todos los bienes ideales. Entre los filósofos materialistas de ese tiempo, Ueberweg (1826-71), autor de la conocida "Historia de la Filosofía," merece ser mencionado; es notable que, al principio, él apoyó la teleología Aristotélica, pero más tarde cayó dentro del mecanismo materialista. Hay de hecho una dificultad considerable para demostrar matemáticamente el objetivo final de la naturaleza; a quienes la consideración de la maravillosa sabiduría mostrada por su orden no les da la convicción de que su origen no puede ser debido a ciegas fuerzas físicas, todas las pruebas serán de poca utilidad. Para nosotros, de hecho, es inconcebible cómo alguien puede descuidar o negar las evidencias de designio y de la adaptación de los medios para el logro de tan variadas finalidades.

La cuestión teleológica, tan embarazosa para el Materialismo, se consideró finalmente resuelta por el Darwinismo el cual, como K. Vogt cínicamente lo expresó, dejó a Dios fuera. El ciego funcionamiento de las fuerzas y las leyes naturales, sin agentes espirituales, se sostuvo para explicar el origen así como el propósito de las especie. Aun cuando Darwin mismo no era un Materialista, su explicación mecanicista de la teleología llevó agua al molino del Materialismo, el cual reconoce solamente el mecanismo de los átomos. Esta evolución de la materia desde el protozoario hasta el hombre, anunciada desde las cátedras universitarias como el resultado de la ciencia, fue ávidamente tomada por los social demócratas y llegó a ser el principio fundamental de su concepción del mundo y de la vida. Aunque oficialmente los socialistas niegan su odio por la religión, el rechazo del destino superior del hombre y su consiguiente regreso al orden material les sirven muy eficazmente para agitar a las descontentas y engañadas masas. En contra de esta dominación del Materialismo entre los ricos y los humildes, se origino, hacia fines del siglo XIX, una reacción que fue debida, en no pequeña medida, a la alarmante transposición de la teoría materialista en práctica por los socialistas y anarquistas. En el fondo sin embargo, no es mas que otro ejemplo de lo que la más antigua experiencia muestra: la línea del progreso no es vertical sino en forma de espiral. Una fuerza excesiva en una dirección provoca una repercusión en el extremo opuesto. Lo espiritual no puede ser reducido a lo material, pero frecuentemente comete el error de negarse a tolerar la coexistencia con la materia.

Así, en la actualidad, la reacción en contra del Materialismo conduce en muchos casos a un Espiritualismo extremo o Fenomenalismo, que considera a la materia tan sólo como una proyección del alma. Así mismo, el extensamente repetido grito: "Regreso a Kant". Kant veía a la materia como un puro producto de la conciencia, y este punto de vista es francamente adoptado por L. Busse, quien, en su trabajo "Geist und Körper, Seele und Leib" (Leipzig, 1903), seriamente trabaja para desacreditar al Materialismo. Trata exhaustivamente las relaciones de lo psíquico con lo físico, refuta el así llamado paralelismo psíquico-físico, y toma decisión en favor de la interacción del alma y del cuerpo. Su conclusión es el completo rechazo de la materia. "Metafísicamente el contexto del mundo cambia. . . . El mundo corpóreo como tal desaparece – no es más que una apariencia para la mente que lo percibe -- y es seguida por éxito por algo espiritual. La metafísica idealista-espiritualista, cuya validez nosotros aquí tácitamente aceptamos sin más amplia justificación, no reconoce ningún ser corpóreo sino sólo el ser espiritual. 'Toda realidad es espiritual', este es su veredicto" (Pág. 479).

Lo poco tiene que temer el Materialismo de la rivalidad Kantiana esta plenamente demostrado, entre otros, por el filósofo naturalista Uexkull. En el "Neue Rundschau" de 1907, Umrisse einer neuen Weltanschauung, él se opone muy vigorosamente al Darwinismo y al Haeckelismo, pero finalmente rechaza, con Kant, la substancialidad del alma, e incluso cae de nuevo en el Materialismo que tan severamente condena. Dice: "La desintegrante influencia del Haeckelismo en la vida espiritual de las masas viene, no de las consecuencias provenientes de su concepción de las cosas eternas, sino de la tesis darvinista de que no hay ningún propósito en la naturaleza. Verdaderamente, uno puede suponer que en ese día, cuando se hizo el gran descubrimiento del descenso del hombre a partir del mono, se lanzó el llamado: 'Regreso al Mono'." Los muros, que confinan al Materialismo, todavía están de pie con toda su firmeza: es imposible explicar el deliberado carácter de la vida a partir de las fuerzas materiales." "Estamos constituimos de tal manera que somos capaces de reconocer ciertos propósitos con nuestro intelecto, mientras que anhelamos y disfrutamos otros por medio de nuestro sentido de la belleza. Un plan general une a todas nuestras fuerzas espirituales y emocionales en una unidad." "Es esta visión de la vida la que Haeckel quiere reemplazar con su insensato hablar de almas-célula y células-alma, y cree, con su infantil truco, aniquilar al gigante Kant. Las palabras de Chamberlain sobre el Haeckelismo encontrarán un eco en el alma de cada persona educada: 'no es poesía, ciencia, o filosofía, sino un bastardo nacido muerto de los tres'." ¿Pero que es lo que el "Gigante Kant " enseña? ¡Que somos nosotros mismos quienes les damos un propósito a las cosas, pero que no está en las cosas! Esta opinión es también sostenida por los Materialistas. Uexkull encuentra la refutación del Materialismo en el "esquema empírico de los objetos," que se forma de nuestras percepciones-sensoriales. Esto es para él, de hecho, idéntico con el Bewegungsmelodie (melodía de movimiento), a la que él reduce los objetos. Así de nuevo, no hay ninguna substancia sino solo movimiento, lo cual el Materialismo igualmente enseña. Encontraremos más tarde al Kantiano Uexkull entre los declarados Materialistas.

Filósofos de otra tendencia tratan de refutar el Materialismo sosteniendo que todo esta dotado de vida y alma. A esta clase pertenecen Fechner, Wundt, Paulsen, Haeckel, y el botánico Franco, que atribuye inteligencia incluso a las plantas. Se puede así creer que éste es un remedio radical para todos los deseos materialistas. Es una lastima que se deba dar a los Materialistas una oportunidad para que se pongan en ridículo con tal ficción. Que la materia bruta, los átomos, los electrones deben tener vida es contrario a toda experiencia. Es una vanidad de la ciencia moderna el declarar que sólo admite aquello que se revela por medio de una observación exacta; pero el veredicto universal e invariable de la observación es que, en el mundo inorgánico, todo muestra características opuestas a las que la vida exhibe. Es también un serio engaño el creer que se puede explicar el alma humana y su conciencia unitaria con la suposición de almas-célula. Varias almas nunca podrán tener una misma conciencia. La conciencia y toda actividad psíquica son inmanentes, moran en el sujeto y no operan exteriormente; en consecuencia cada alma individual tiene su propia conciencia, y no sabe absolutamente nada de cualquier otra. La combinación de varias almas en una sola conciencia es por lo tanto imposible. Pero, aun cuando fuera posible, esa conciencia compuesta tendría un contenido completamente diferente a de las almas-célula, ya que sería una maravilla si todas ellas sintieran, pensaran y quisieran exactamente lo mismo. En este caso la inmortalidad sería tan completamente excluida como lo es para el Materialismo.

Hemos descrito esta teoría como una ficción insostenible. R. Semon, sin embargo, trata de defender la existencia de la memoria en todos los seres vivientes con su trabajo "Die Mnemes als erhaltendes Prinzip im Wechsel des organischen Geschehens" (Leipzig, 1905). Dice: "El efecto de un estímulo en una substancia viviente continúa después de la estimulación, tiene un efecto engráfico. Este último es llamado el engram del estímulo correspondiente, y la suma de los engrams, que el organismo hereda o adquiere durante su vida, es el mneme, o memoria en el sentido más amplio." Ahora bien, si por estas palabras se entendiera exclusivamente la persistencia de estados psíquicos y corporales, habría poco que objetar en contra de esta teoría. Pero por memoria se entiende una función psíquica, por cuya presencia en plantas y minerales no se puede ofrecer la más ligera argumentación. La persistencia es aun más fácilmente explicada en el caso de la naturaleza inorgánica. Este Hilozoísmo, que, como Kant debidamente declara, es la muerte de toda ciencia, también se llama la "teoría del doble aspecto" (Zweiseitentheorie). Fechner de hecho considera lo material tan sólo como el lado exterior de lo espiritual. La relación entre ellos es la del lado convexo de una curva al cóncavo; son esencialmente uno, mirados desde afuera y luego desde adentro -- la misma idea expresada con palabras diferentes. Con esta explicación el Materialismo no es derrotado sino proclamado. Porque de la realidad de la materia ningún hombre sensato puede dudar; por consiguiente, si lo espiritual es simplemente un aspecto particular de la materia, debe también ser material. El lado convexo de un anillo forma verdaderamente la misma cosa con el cóncavo; no es más que el mismo anillo visto de dos lados diferentes. Así Fechner, a pesar de todo su rechazo del Materialismo, debe negar la inmortalidad del alma, ya que en la disolución del cuerpo el alma debe perecer también, y él se afana sin ningún efecto cuando trata de sostener la doctrina de la supervivencia con todo tipo de ideas fantásticas.

Estrechamente ligado con esta teoría esta el llamado "paralelismo psíco-físico," que la mayoría de los psicólogos modernos desde Fechner, sobre todo Wundt y Paulsen, patrocinan enérgicamente. Éste enfatiza tan fuertemente la espiritualidad del alma que rechaza como imposible cualquier influencia del alma sobre el cuerpo, y así hace que las actividades espirituales y corporales avancen unas al lado de las otras (en paralelo) sin afectarse unas a otras. Wundt, de hecho, va hasta considerar al mundo entero como constituido de unidades-voluntad, y considera a la materia como una actividad espiritual mecanizada. Paulsen, en cambio, trata de explicar la coexistencia de las dos series de actividades declarando que los procesos materiales del cuerpo son el reflejo de lo espiritual. Uno puede bien pensar que no puede haber un rechazo más enfático del Materialismo. Sin embargo éste exagerado Espiritualismo e Idealismo está de acuerdo con el dogma fundamental de los Materialistas al negar la substancialidad y la inmortalidad del alma. Afirma que el alma no es nada más que el agregado de las sucesivas actividades internas sin ninguna esencia psíquica. Esta declaración lleva inevitablemente al Materialismo, porque la actividad es inconcebible sin un sujeto activo; y, ya que se niega la substancialidad del alma, el cuerpo debe ser el sujeto de las actividades espirituales, ya que, de otra manera sería imposible el que a ciertas impresiones físicas les correspondieran percepciones, voliciones, y movimientos. En todo caso éste exagerado Espiritualismo, que ninguna persona inteligente puede aceptar, no se puede considerar como una refutación del Materialismo. Fuera de la filosofía Cristiana ningún sistema filosófico ha logrado con éxito combatir al Materialismo. No se necesita más que un conocimiento superficial de la reciente literatura de ciencia natural y de filosofía para convencerse de que la "refutación" del Materialismo por medio del más reciente Idealismo no es más que vana discusión. Así, Ostwald proclama su doctrina de la energía como la refutación del Materialismo, y, en su "Vorlesungen ber Naturphilosophie", trata de "llenar el inmenso abismo, que desde Descartes se abre entre el espíritu y la materia", subordinando las ideas de materia y espíritu bajo el concepto de energía. Así, la conciencia también es energía, la energía-nerviosa del cerebro. Está inclinado "a reconocer a la conciencia como una característica esencial de la energía del órgano central, así como el espacio es una característica esencial de la energía mecánica y el tiempo de la energía cinética." ¿No es esto el Materialismo puro y simple?

Enteramente materialista también es la ampliamente aceptada explicación fisiológica de las actividades psíquicas, sobre todo de los sentimientos, tales como el miedo, el enojo etc. Esto es defendido (Ej.) por Uexkull, a quien ya nos hemos referido como a un vigoroso antagonista del Materialismo. Él trata de encontrar, o por lo menos de ilustrar esto con los más modernos experimentos. En su trabajo "Der Kampf um die Tierseele" (1903), dice: "Supongamos que, con la ayuda de refinados rayos roentgen pudiéramos proyectar, magnificados en una pantalla, bajo la forma de móviles olas-sombra, los procesos del sistema nervioso del hombre. Según nuestros conocimientos actuales podríamos esperar lo siguiente. Observamos al sujeto del experimento, cuando una campanilla suena cerca, y vemos la sombra en la pantalla (representando la ola de excitación) correr a lo largo del nervio auditivo hacia el cerebro. Seguimos la sombra dentro del cerebro, y, si la persona se mueve en respuesta al sonido, sombras centrífugas se presentan también a nuestra observación. Este experimento no sería de ninguna manera diferente a cualquier experimento físico de naturaleza similar, sólo que en el caso del cerebro, con su intrincado sistema de trayectos, el recorrido del estímulo y la transformación de la energía acumulada constituirían necesariamente un espectáculo muy complicado y confuso." ¿Pero que sería así demostrado o al menos ilustrado? Aún sin rayos roentgen sabemos que, cuando se oye, ondas nerviosas vienen al cerebro, y del cerebro efectos motores se desplazan a los órganos periféricos. Pero estos efectos no son más que movimientos, no percepción psíquica; ya que la conciencia atesta que la percepción sensorial, sin hablar del pensamiento y de la volición, es totalmente diferente del movimiento, de hecho totalmente opuesta. Podemos pensar simultáneamente de opuestos (e. g. existencia e inexistencia, redondo y angular), y esos opuestos deben estar presentes simultáneamente en nuestra conciencia, ya que de otra manera no podríamos compararlos, ni percibirlos y declarar su oposición. Ahora, es completamente imposible que un nervio o un átomo del cerebro puedan ejecutar simultáneamente movimientos opuestos. Y, no solo en el caso de verdaderos opuestos, sino también en la comprensión de cada distinción, los elementos del nervio deben simultáneamente tener movimientos diferentes, de rapidez diferente y en direcciones diferentes.

Un notorio Materialismo es adoptado por A. Kann en su "Naturgeschichte der Moral und die Physik des Denkens", con el subtítulo "Der Idealismus eines Materialisten" (Viena y Leipzig, 1907). Dice: "Para explicar físicamente los complicados procesos del pensamiento, se debe ante todo eliminar la necesidad de admitir cualquier fenómeno 'psíquico'. Nuestras ideas sobre el bien y el mal están, para el hombre promedio, tan íntimamente ligadas con lo psíquico que es la primera necesidad el eliminar lo psíquico de nuestras ideas de moralidad, etc. Sólo cuando la ciencia pura, material, ha construido sobre sus propias fundaciones la estructura entera de nuestra moral y ética, puede uno pensar en elaborar para los lectores objetivos lo que llamo la 'Física del Pensamiento'. Para preparar la tierra para el edificio nuevo, uno debe primero 'excluir las ruinas de las antiguas nociones', o sea 'Dios, la oración, la inmortalidad (el alma)'." La reducción de la vida psíquica a lo físico es realmente pretendida por J. Pikler en su tratado "Physik des Seelenlebens" (Leipzig, 1901). Conversa con un alumno de gran clase, primero de una manera muy infantil, pero al final las armas pesadas entran en acción. "Que todos los diversos hechos, todos los varios fenómenos de la vida psíquica, todos los diferentes estados de conciencia son la auto-preservación del movimiento, no ha sido todavía, pienso, explicado por ningún psicólogo." Tal es de hecho el caso, por el que, generalmente se ha rechazado el Materialismo bruto. El Materialismo relaciona los fenómenos psíquicos con movimientos de la substancia nerviosa; pero la auto-preservación del movimiento es movimiento, y por consiguiente esta nueva psíco-física es Materialismo puro. En todo caso, la materia no puede "auto-conservar" su movimiento; el movimiento persiste por su propia cuenta en virtud de la ley de la conservación de la energía. Por consiguiente, según esta teoría, toda materia debe presentar fenómenos psíquicos.

Todavía más necesaria y simple era la evolución del mundo según J. Lichtneckert (Neue wissenschaftl. Lebenslehre der Weltalls, Leipzig, 1903). Su "Ideal oder Selbstzweckmaterialismus als die absolute Philosophie " (Materialismo Ideal o del Fin-en-si-mismo como la Filosofía Absoluta) ofrece "la solución científica de todos los grandes enigmas físicos, químicos, astronómicos y fisiológicos del mundo." Seleccionemos algunas ideas de esta nueva filosofía absolutista. "Que Dios y la materia son nociones completamente idénticas, era hasta hoy desconocido." "Hasta aquí el Materialismo investigaba la vida externa de la materia, y el Idealismo su vida interior. De la fusión de estas dos concepciones de la vida y del mundo, que desde los tiempos más lejanos han estado separadas y luchado una contra otra, se emite la presente 'Filosofía Absoluta'. Hasta ahora el Materialismo ha negado, como un error fundamental, la teleología o la búsqueda de una finalidad y, en consecuencia, también las cualidades espirituales o psíquicas de la materia, mientras que el Idealismo ha negado la materialidad del alma o de Dios. Por consiguiente, no se había podido llegar a una completa y armoniosa teoría del mundo. El Materialismo Ideal o del Fin-en-si-mismo, o Monismo, es la culminación o el apogeo de todas las filosofías, ya que en él esta contenida la verdad absoluta, a la que los principales intelectos de todos los tiempos han gradual y laboriosamente contribuido. Hacia él fluyen todos los sistemas filosóficos y religiosos, como arroyos hacia el mar." "El espíritu o Dios es materia, y, viceversa, la materia es espíritu o Dios. La materia no es ninguna masa bruta, inanimada, como hasta ahora se ha generalmente supuesto, ya que todos los procesos químico-físicos son auto-determinados. La materia, que es una deidad eterna, inacabable, visible, audible, que se puede pesar, mensurable etc., está dotada con las más altas cualidades espirituales o vitales, evolutivas y transformables, y de hecho posee el poder de sentir, desear, pensar y recordar. Todo lo que existe es materia o Dios. Un ser no-material no existe. Incluso el espacio es materia. . ."

Uno no necesita más que indicar tales frutos de la ciencia materialista para ilustrar en su absurdidad las consecuencias de la perniciosa concepción del hombre y del universo conocida como el Materialismo. Pero citamos estos casos también como una prueba positiva de que la tan alabada victoria del Idealismo moderno sobre el Materialismo no tiene de hecho ninguna base. A nuestra propia época podemos aplicar lo que el conocido historiador del Materialismo, Friedrich Albert Lange (Geschichte des Materialismus u. Kritik seiner Bedeutung in der Gegenwart), escribió en 1875: "La lucha materialista de nuestros días se presenta así a nosotros como un serio signo de los tiempos. Hoy, como en el período anterior a Kant y a la Revolución francesa, una relajación general del esfuerzo filosófico, una regresión de las ideas, son las explicaciones básicas de la difusión del Materialismo."De hecho, lo que dice de la relajación del esfuerzo filosófico ya no es verdadero hoy en día; al contrario, raramente ha habido tanto filosofar por los aptos y los inaptos como a principios del pasado y a fines del antepasado siglo. Se han consagrado mucha labor a la filosofía y mucho se ha logrado, pero, en las palabras de San Agustin, es un caso de magni gressus praeter viam (i.e. grandes pasos en el camino equivocado). Encontramos que la simple filosofía, sin ideas, del Positivismo, el Empirismo, el Pragmatismo, el Psicologismo, y los numerosos otros sistemas modernos son todos enemigos de las ideas. Incluso Kant mismo, a quien Lange invoca como el baluarte en contra del Materialismo, es muy justamente llamado por el historiador del Idealismo, O. Willman, "el joven que tira piedras a las ideas."

La idea, cuyo renacimiento y desarrollo, como Lange espera, "levantará la humanidad a un nuevo nivel" no debe ser buscada, como lo hemos mostrado, en una filosofía no-cristiana. Sólo un retorno a la visión Cristiana del mundo, fundada en la filosofía Cristiana y en las enseñanzas de la Escuela Socrática, puede prevenir las catástrofes profetizadas por Lange, y quizás llevar a la humanidad a un más alto nivel cultural. Esta filosofía ofrece una refutación completa del Materialismo cosmológico y antropológico, y eleva el Idealismo verdadero. Muestra que la materia no puede ser por sí misma increada ni eterna, lo que de hecho se deduce de que por sí misma es inerte, indiferente al reposo y al movimiento. Pero si existe debe estar o en reposo o en movimiento; si existiera por sí misma en virtud de su propia naturaleza, estaría también por sí misma en una de esas dos condiciones. Si hubiera estado por sí misma originalmente en movimiento, nunca habría podido llegar al reposo, y no sería cierto que su naturaleza sea indiferente al reposo y al movimiento y estaría igualmente bien en cualquiera de las dos condiciones. Con este simple argumento el error fundamental es vencido. Se encontrará una refutación exhaustiva en los escritos del presente autor: "Der Kosmos" (Paderborn, 1908); "Gott u. die Sch pfung" (Ratisbon, 1910); "Die Theodizee" (4ª ed., 1910); "Lehrbuch der Apologetik," I (3ª ed., Münster, 1903). El Materialismo Antropológico es completamente refutado demostrando en las actividades psíquicas una substancia simple, espiritual distinta del cuerpo -- i.e. el alma. La razón acepta la existencia de un ser sencillo, ya que en una multiplicidad de átomos estos no pueden poseer ningún pensamiento único e indivisible, y no pueden comparar dos ideas o dos estados psíquicos. Aquello que realiza la comparación debe poseer simultáneamente en sí mismo ambos estados. Pero un átomo material no puede poseer dos condiciones diferentes simultáneamente, no puede por ejemplo simultáneamente ejecutar dos movimientos diferentes. Así, debe ser un ser inmaterial quien efectué la comparación. La comparación misma, la percepción de la identidad o de la diferencia, así como la idea de la necesidad y la idea de un espíritu puro, son tan abstractas y metafísicas que un ser material no puede ser su sujeto.

Para una refutación completa del Materialismo antropológico vea Gutberlet, Lehrbuch der Psychologie (4ª ed., Munster, 1904); Idem, Der Kampf um die Seele (2 vols., 2ª ed., Mains, 1903). También Consulte Fabri, Briefe gegen den M. (Stuttgart, 1864); Prat, L'impuissance du M. (Paris, 1868); Moigno, Le M. et la force (2ª ed., Paris, 1873); Hertling, Ueber d. Grenzen d. mechanischen Naturerkl rung (Bonn, 1875); Flint, Antitheistic Theories (Londres, 1879); Bowne, Some Dificulties of M. en Princeton Rev. (1881), pp. 344-372; Dressler, Der belebte u. der unbelebte Stoff (Freiburg, 1883); Lilly, Materialism and Morality in Fortnightly Review (1886), 573-94; (1887), 276-93; Bossu, Refutation du matérialisme (Louvain, 1890); Dreher, Der M. eine Verirrung d. menschlichen Geistes (Berlín, 1892); Corrance, Will M. be the Religion of the Futur? in Dublin Review (1899), 86-96; Courbet, Faillite du M. (Paris, 1899); Fullerton, The Insuficiency of M. en Psychol. Review, IX (1902), 156-73; Pesch, Die grossen Weltrathsel (Freiburg, 1883; 3ª ed., 1907); Stockl, Der M. gepruft in seinen Lehrsatzen u. deren Consequenzen (Mainz, 1878). Vea también la bibliografía bajo Dios, Alma, Espiritualismo, Mundo.

CONSTANTIN GUTBERLET

Transcrito por Robert H. Sarkissian

Traducido por Oscar Olague