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Jueves, 28 de marzo de 2024

Malebranche, Nicolás

De Enciclopedia Católica

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Filósofo y teólogo, sacerdote del oratorio de S. Felipe Neri, nació en París el 6 de agosto de 1638 y murió el 13 de octubre de 1715. Era el hijo menor de Nicolás Malebranche, secretario de Luis XIII; físicamente tenía una ligera deformación y una constitución débil; recibió la primera formación en su casa de manos de un tutor, hasta que tuvo edad para ingresa en el curso de filosofía del colegio de La Marche, desde el que pasó a La Sorbona para estudiar teología. Al completar sus estudios, declinando una canonjía en Notre Dame, se unió a la casa parisina del Oratorio en 1660, donde al principio, se le dedicó a la historia eclesiástica. Viendo que ni su gusto ni su talento iban en esa dirección y por recomendación de Richard Simon, se dedicó al estudio de la Escritura, para averiguar que tampoco era lo suyo. La lectura fortuita del “ Tratado del hombre o de la formación del feto” de Descartes determinó su futura carrera y se convirtió en un entusiasta cartesiano. En 1674 publicó “La búsqueda de la verdad” (De inquirenda veritate, “Recherche de la Vérité”); sus obras posteriores representan desarrollos o aspectos especiales de la misma doctrina.

Mantiene que la sensación y la imaginación son producidas no por los objetos sino por Dios y sirven solamente para ayudar al hombre en sus necesidades prácticas, no para revelar la naturaleza de las cosas, la esencia de la materia, la extensión y su única propiedad el movimiento. La naturaleza real del mundo exterior ha de encontrarse en las ideas. Pero según Descartes, por el divorcio de mente y materia, ésta no puede actuar en la mente; y la mente no puede producir sus propias ideas, porque son seres espirituales cuya creación requiere un poder aún mayor que la creación de las cosas materiales. Por consiguiente vemos todas las cosas en Dios. Dios mismo, arguye, ve todas las cosas en su propia perfección y está tan unido al alma por su presencia que se puede decir que es el lugar de los espíritus, como el espacio es el lugar de los cuerpos.

Y así la mente puede ver a Dios en todas las obras de Dios, suponiendo que Dios quiera revelarlas. Pero que Dios quiera parece lo más de acuerdo con su economía de la naturaleza, sobre la que actúa con los métodos más directos y simples. La principal prueba está para Malebranche en la idea del infinito que debe ser anterior a la idea de finito, y todas la ideas particulares son participaciones de la idea general de Infinito, de la misma manera que Dios no deriva Su Ser de las criatura sino que todas las criaturas obtienen su subsistencia de El. Así de todas las cosas que llegan a nuestro conocimiento no conocemos ninguna sino que conocemos a Dios en si mismo sin mediación de idea alguna; los cuerpos y sus propiedades son vistos en Dios y por sus ideas. Respecto a nuestra propia alma, añade, sólo es conocida por la conciencia, es decir, por nuestra sensación, de manera que aunque conocemos la existencia de nuestra alma mejor que la existencia de nuestro cuerpo o de las cosas que nos rodean, no tenemos un conocimiento tan perfecto de la naturaleza de nuestra alma. Respecto a las almas de otros hombres las conocemos solamente como una conjetura (Recherche li. III part ii cc 1.8). Es obvio que el “ocasionalismo” de Malebranche no sólo hace que nuestra certeza del mundo exterior dependa de una revelación divina sino que sugiere la objeción de que no tiene ningún propósito un universo material que esté fuera de contacto con el pensamiento y volición humanas. Lo propio de este sistema es el “ontologismo” y sus consecuencias, ya que Dios es no solo la causa inmediata de neutras sensaciones sino también el “lugar de nuestras ideas” y aún más: nuestra primera idea es la del infinito. De esto parecería deducirse que vemos la esencia de Dios, aunque Malebranche protestó explícitamente contra esta consecuencia. Y si, como mantiene Malebranche, la esencia de la mente consiste solamente en el pensamiento, como la esencia de la materia consiste sólo en la extensión, esto sugiere Panteísmo aunque lo repudiara tan vigorosamente.

Respecto a la libertad de la voluntad , el deseo de Malebranche de enfatizar la unión del alma con su Creador le expuso a muchas objeciones. El alma, dice, tiene la capacidad de retener su consentimiento a un objeto particular de manera que la inteligencia pueda reconocer un bien menor como mayor. Pero siendo la volición un efecto de la acción Dios en el alma, se le puede objetar, Dios sería el autor del pecado. A esto contestó Malebranche que el pecado era una interrupción de actividad, por lo que el pecado no es nada y aunque Dios hace todo, no es el autor del pecado. Malebranche utiliza este planteamiento del mal para mantener una cierto “optimismo” en su explicación de la creación. La creación finita en sí sería indigna de Dios, y sólo por la Encarnación se dignifica ; respecto al mal que hay en la creación, se debe a las voluntades individuales y de hecho sirve para dar mayor realce al verdadero bien. Antoine Arnaud fue el primero en atacar el sistema de Malebranche con el apoyo Bossuet que llamó al nuevo sistema “¡pulchra nova falsa” (cosas bellas novedosas, falsas) . Naturalmente el tópico más importante de la discusión fue la cuestión de la gracia, aunque tanto jansenistas como oratorianos reclamaban la autoridad de Agustín. La discusión fue haciéndose cada vez más amarga y casi termina con la credibilidad en la ortodoxia de Malebranche, que había salido en su propia defensa y su obra había sido censurada en Roma. Entre sus oponentes estaban Pierre Silvain Regis y Dom François Lamy que atacaron sus explicaciones sobre el placer y el bien. Su contestación en el "Tratado del amor de Dios" fue bien recibida en Roma y sirvió para reconciliarle con Bossuet. Su “Conversaciones de un filósofo cristiano y un filósofo chino sobre la existencia de Dios ” en el que acusaba al chino de ateismo causó un contra ataque a su sistema por parte de los jesuitas Tournemine y Hardouin que le acusaron de spinozismo y ateismo. No puede haber dudas sobre la novedad y peligroso carácter de sus publicaciones. Pero su propia lealtad, su celo, su piedad no son cuestionables. Llevó una vida simple y austera estudiando sin apenas reposo y encontrando su principal descanso en la compañía de los niños. Era de una disposición afable siempre dispuesto a conversar con los numerosos visitantes que querían verle. Durante su vida tuvo una gran reputación como pensador y escritor.

Los siguientes son sus obras principales

“La búsqueda de la verdad” (1674) ;“Conversaciones Cristianas” (1677); “Tratado de la naturaleza de la gracia “(1680) ;”Meditaciones cristianes y metafísicas” (1677), “Tratado de Moral”(1684) ; “Conversaciones sobre la metafísica y la religión”(1687); “tratado del amor de Dios” (1698); “Respuestas “( a Arnaud) publicadas juntas en 1709; dos ediciones de sus obras por Jules Simon, la 2ª (1871) no completa.

BOUILLIER, Hist. de la Philos. Cartesienne; BLAMPIGNON, Etude sur Malebranche d'apres des documents manuscrit's, suivie d'une correspondance inedite (Paris, 1862); OLLE-LAPRUNE, La Philosophie de Malebranche (1870); JOLY, Molebranche in Grands Philosophes series (Paris, 1901); GAONACH, La theorie des grands dans la philosophie de Malebranche (Brest, 1908); CAIRD, Essays on Literature und Philosophy (New York, 1892).

Informacion sobre publicación.

Escrito por James Bridge.

Transcrito por Joseph P. Thomas.

Traducido por Pedro Royo.

The Catholic Encyclopedia, Volume IX. 1910. New York: Robert Appleton Company. Nihil Obstat, October 1, 1910. Remy Lafort, Censor. Imprimatur. +John M. Farley, Archbishop of New York