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Sábado, 20 de abril de 2024

Lanza Sagrada

De Enciclopedia Católica

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En el Evangelio de San Juan (19,34) leemos que, después de la muerte de Nuestro Salvador, "uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza [lancea], y al instante salió sangre y agua". Nada se sabe de esta arma así santificada hasta que el peregrino San Antonino de Piancenza (570 d.C.), describiendo los santos lugares de Jerusalén, nos dice que en la Basílica del Monte Sión vio "la corona de espinas con la que Nuestro Señor fue coronado y la lanza con la que fue herido en el costado". No se debe confiar en la mención de la lanza en la iglesia del Santo Sepulcro en el llamado "Breviarius", según señala M. de Mely (Exuviae, III,32). Por otra parte, en una miniatura del famoso manuscrito sirio de la Biblioteca Laurenciana de Florencia, iluminado por un tal Rabulas en el año 586, se le da una prominencia altamente significativa al incidente de la herida en el costado de Cristo. Además, el nombre Longino---si de hecho, no se trata de una adición posterior---está escrito en caracteres griegos (LOGINOS) sobre la cabeza del soldado que está clavando su lanza en el costado de Nuestro Salvador. Esto parece demostrar que la leyenda que asigna este nombre al soldado (quién, según la misma tradición, fue curado de oftalmia y convertido por una gota de la Preciosa Sangre que salía a borbotones de la herida) pertenece al siglo VI. Además, resulta tentador, aunque temerario, conjeturar que el nombre Logginos o Logchinos está en cierto modo conectado con la lanza (logche).

Sea como fuere, a finales del siglo VI fue venerada en Jerusalén una lanza que creían ser idéntica a la que perforó el cuerpo de Nuestro Salvador; y la presencia allí de esta importante reliquia es testimoniada medio siglo antes por Casiodoro (en Ps. LXXXVI, P.L., LXX, 621) y posteriormente por San Gregorio de Tours (P.L., LXXI, 712). En el año 615, Jerusalén fue tomada por un teniente del rey persa Chosroes. Las sagradas reliquias de la Pasión cayeron en manos de los paganos y, según el "Chronicon Paschale", la punta de la lanza, que estaba partida, fue donada el mismo año a Nicetas, quien la llevó a Constantinopla y la depositó en la iglesia de Santa Sofía. Esta punta de la Lanza, colocada en una "yeona" o icono, fue regalada siglos después (es decir, en 1244) por Balduino a San Luis, quien la engarzó con la Corona de Espinas en la Sainte Chapelle. Durante la Revolución Francesa estas reliquias fueron trasladadas a la Biblioteca Nacional de París y, aunque la corona felizmente fue conservada, la otra reliquia ha desaparecido.

En cuanto a la segunda y más grande parte de la lanza, Arculpo, alrededor del año 670, la vio en Jerusalén, donde debió haber sido restituida por Heraclio, pero entonces era venerada en la iglesia del Santo Sepulcro. Después de esta fecha, no oiremos hablar de ella a ningún peregrino de Tierra Santa. En particular, San Wilibaldo, quien llegó a Jerusalén en 715, no la menciona. En consecuencia, hay razones para creer que la reliquia mayor así como la punta habían sido llevadas a Constantinopla antes del siglo X, posiblemente al mismo tiempo que la Corona de Espinas. De todos modos, su presencia en Constantinopla parece ser atestiguada claramente por varios peregrinos, especialmente rusos, y aunque fue depositada en varias iglesias sucesivamente, es posible seguir su rastro y distinguirla de la acompañante reliquia de la punta. Sir John Mandeville, cuya credibilidad como testigo ha sido en parte rehabilitada en los últimos años, declaró en 1357 que había visto la hoja de la Lanza Sagrada en París y en Constantinopla y que la última era una reliquia mucho más grande que la primera.

Fuese la que fuese, la reliquia de Constantinopla cayó en manos de los turcos y en 1492, bajo circunstancias minuciosamente descritas por Pastor en "Historia de los Papas", el Sultán Bajazet la envió al Papa Inocencio VIII para ganarse su favor hacia el hermano del sultán, Zizim, quien era prisionero del Papa. Desde entonces, esta reliquia nunca abandonó Roma, donde se conserva bajo la cúpula de la Basílica de San Pedro. El Papa Benedicto XIV (De Beat. et Canon, IV, II, 31) afirma que obtuvo en París un dibujo exacto de la punta de la lanza y al compararla con la reliquia más grande en la Basílica de San Pedro, quedó satisfecho de que las dos habían formado originalmente una misma hoja.

M. Mély publicó por primera vez en 1904 un dibujo exacto de la reliquia romana de la cabeza de la lanza y el hecho de que no aparezca la punta es tan singular como en los otros dibujos, a menudo fantasiosos, de la Lanza del Vaticano. Con el envío de la Lanza a Inocencio VIII, surgieron en Roma grandes dudas sobre su autenticidad, como señala Burchard en su "Diario" (I, 473-86, ed. Thusasne), a causa de las conocidas lanzas rivales preservadas en Nuremberg, París, etc., así como por el supuesto descubrimiento de la Lanza Sagrada en Antioquía gracias a la revelación de San Andrés en 1098, durante la Primera Cruzada. Raynaldi, los Bolandistas y muchas otras autoridades creyeron que la lanza encontrada en 1098 posteriormente cayó en manos de los turcos y fue enviada entonces por Bajazet al Papa Inocencio, pero de las investigaciones de M. de Mély parece probable que que es idéntica a la reliquia preservada hoy celosamente en Etschmiadzin, en Armenia. En sentido estricto, nunca se trató de una lanza, sino más bien de la cabeza de un estandarte y es factible (a causa de su descubrimiento bajo circunstancias muy cuestionables por el cruzado Peter Bartholomew) que haya sido venerada como el arma con la cual ciertos judíos en Beirut golpearon una figura de Cristo crucificado; un ultraje al que se cree que siguió un milagroso brotar de sangre.

Otra lanza que pretende ser la que produjo la herida en el costado de Cristo se guarda entre las insignias imperiales en Viena y es conocida como la Lanza de San Mauricio. Esta arma fue utilizada tan temprano como 1273 en la ceremonia de coronación del Emperador de Occidente y desde hace tiempo forma parte del emblema de la investidura. En 1424 fue a parar a Nuremberg y probablemente se trate de la Lanza conocida como la del Emperador Constantino, quien engarzó un clavo o una porción de un clavo de la Crucifixión. La historia narrada por William de Malmesbury sobre la donación de la Santa Lanza al Rey Athelstan de Inglaterra por Hugo Capeto parece ser debida a una idea equivocada. Otra última lanza supuestamente perteneciente a la Pasión de Cristo se conserva en Cracovia, pero, aunque se alega que ha permanecido allí durante ocho siglos, es del todo imposible reconstruir su historia.


Bibliografía: El único trabajo de una autoridad reconocida que verse sobre todas las evidencias disponibles es el de M.F. DE MÉLY publicado en París en 1904 como el tercer volumen del Exuviae Sacrae Constantinopolitanae del COMTE DE RIANT. Contiene dibujos auténticos nunca antes publicados y una valiosa selección de fragmentos justificativos. Además de estos importantes trabajos, el lector puede dirigirse a ROHAULT DE FLEURY, Memoire sur les Instruments de la Passion (Paris, 1870), 272- 75; BEURLIER, s.v. Lance in Dict. de la Bible; SCHROD in Kirchenlex., VII, 1419- 22; MARTIN, Reliques de la Passion.

Thurston, Herbert. "The Holy Lance." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910. 19 Nov. 2008 <http://www.newadvent.org/cathen/08773a.htm>.

Traducido por Francisco M. Moreno del Valle. L H M.