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Jueves, 28 de marzo de 2024

La Cardiomorfosis y su simbología: el hypogrammon barroco del culto al Corazón de Jesús

De Enciclopedia Católica

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La simbología ha estado al servicio de Cristo y de su Iglesia desde el Calvario. El cartel epigramáticamente infamante que Pilato mandó fijar en la cruz es, desde entonces, símbolo de la victoria de Cristo y la proclamación de su omnipotencia. La Iglesia primitiva empezó a crear símbolos propios, que remiten a conceptos muy precisos, de modo que bien puede hablarse de “evangelio en imágenes”. Los primitivos epígrafes del siglo I y las pinturas de las catacumbas romanas pusieron ya el arte al servicio de la evangelización. Someto a la consideración de todos la siguiente proposición: la “simbologìa cordial” [1] del barroco, vista en su conjunto [2], considerada en su contexto histórico , y analizada a la luz de la espiritualidad de su tiempo [3] , es en verdad un hypogrammon [4] (muestra que el pedagogo escribe para que los niños la imiten), un programa progresivo, graduado y siempre ascendente puesto al servicio del culto al Corazón de Jesús [5] , como el instrumento más perfecto y completo que haya podido pensarse, por tener sus raíces en el Antiguo Testamento [6] (que lo anuncia); por la preparación neotestamentaria del Apóstol Pablo [7], la referencia del Evangelista san Mateo [8], y la experiencia joánica [9] (la del discípulo amado que, apoyada su cabeza en el divino pecho, lo oye latir); por el el culto privado que le triburaron los místricos del siglo XIII [10]; por la preparación eclesial llevada a cabo por los teólogos de orientación mística [11]  ; por el impacto de la obra de san Juan Eudes [12] (1601-1680), precedentes forzosamente necesarios para el éxito de la misión personal de santa Margarita María Alacoque y el triunfo inicial, doctrinal y cultual al Corazón de Jesús en el siglo XVIII. [13]

El imaginario profano ya se había apropiado del sìmbolo para ensalzar el amor sensual mediante el epigrama, la imagen y el concepto, que, formando un todo, es lo que ordinariamente denominamos “emblema”. Recurre a citas de Plauto, Terencio, Ovidio y Petrarca, se ilustra con paisajes de ensueño, amenos vergeles, jardines palaciegos, panales de miel, traviesos cupidos e impertinentes angelotes, entre otros elementos. Junto a estas características, que sugieren las dulzuras del amor sensual y el deleite carnal, están aquellas que aluden al desdén del ser amado, al galanteo fallido, al corazón enamorado y herido de muerte. Este arte y esta simbología alcanzaron su forma perfecta y definitiva durante el Barroco. Hasta donde alcanza mi conocimiento, la simbología y emblemática enfocada en el amor sagrado comienza con la publicaciòn de Amoris Divini Emblemata, libro de Otho Vaenius [14], impreso en Amberes el año 1615.


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La conveniencia y la eficacia del hypogrammon –según los parámetros tridentinos– quedó demostrada en la evangelización de América y Filipinas. En la actualidad se sabe indubitablemente que lo postulado como modelo obligatorio e inalterable mediante el arte del grabado fue reproducido con admirable fidelidad por la pintura figurativa hispanoamericana. Hay correspondencia entre los grabados flamencos y las pinturas de las Escuelas Cuzqueña y Novohispana.


Para alcanzar la cardiomorfosis perfecta era preciso seguir tres modelos: El Corazón de san José, el Corazón doloroso de María y el Sagrado Corazón de Jesús, que, simbólicamente representados, son el ABC de una pedagogía que encaminará al creyente gradualmente a rendir culto perfecto al Corazón de Jesús: implican inocencia, mansedumbre, piedad, devoción, ascesis, axiología, teleología y contemplación mística. “Corazón de Jesús yo te adoro; Corazón de María, yo te imploro; Corazón de José, puro y justo; en estos tres corazones pongo mi confianza.”


Piénsese en santa Teresa de Jesús y sus Moradas, sin olvidarnos de que fue herida de amor en el corazón por un serafín (la Transverberación); y en santa Rosa de Lima, que acepta el requerimiento de Dios Niño: “Rosa de mi Corazón: sé mi esposa”, desposorio que inspiró los corazones que ideó. La cardiomorfosis en ambas llega a ser perfecta: amor apasionado, encendido, crucificial y co-oblativo, ellas cargan con sus propias cruces, se niegan a si mismas (comenzando por sus propios nombres), y en adelante no se ocupan sino de aquello que el divino Esposo quiere inspirarles. “Si por una gracia del Señor, dice Santa Teresa, su amor se imprime un día en nuestro corazón, todo se nos hará fácil; rápidamente y sin la menor dificultad pasaríamos a las obras ”. Sor Juana Inés de la Cruz es también una enamorada del Amante; baste recordar el poema “Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba”:

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,

como en tu rostro y tus acciones vía

que con palabras no te persuadía,

que el corazón me vieses deseaba.

Y Amor, que mis intentos ayudaba,

venció lo que imposible parecía,

pues entre el llanto que el dolor vertía,

el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste,

no te atormenten más celos tiranos,

ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos:

pues ya en líquido humor viste y tocaste

mi corazón deshecho entre tus manos.


Ahora bien, no se crea que esta vocación de amar sobrenaturalmente estuvo restringida a monjas contemplativas; no fue así: abundan los casos de hombres de vida santa y esclarecida que quisieron que, aún después de la muerte, su corazón siguiera amando a Cristo. Para tal fin, pedían que se extrajera su corazón con el fin de ser sepultado en las paredes de una iglesia y no en un pudridero con el resto de su cadáver, como ocurrio con santo Toribio de Mogrovejo, arzobispo de Lima, y el conde de Lemos, virrey del Perú.




Estos grabados muestran los modelos a seguir: el Corazón de José, el Sagrado Corazón de María y el Sagrado Corazón de Jesús. La devoción al Corazón de José es posterior al culto de los SS.CC de Jesús y de María. El culto al Corazón de san José fue prohibido en el siglo XIX, pero la prohibición original por el papa Gregorio XVI nunca se ha hallado o publicado y así no está clara la base para la interdicción.


Ésta es la “medida” del Corazón de santa Teresa de Jesús: es decir, “totalmente de Cristo”. Abajo, vemos como santa Rosa aplica el mismo principio de Teresa, pero su medida es la Cruz; por eso, ella declaraba su deseo de sufrir. Nada de extravagante (como lo indica el grabado): quien está unido al corazon abierto, quiere imitarlo en todo, hasta en el heroísmo del pío pelícano. No olvidemos que Rosa de Lima, quería morir mártir en defensa de la Eucaristía, cuando se creía que Lima sería tomada por los herejes (los piratas holandeses).



Examinaremos ahora algunos ejemplos de los métodos catequéticos (por desgracia olvidados y caídos en desuso, a pesar de ser obras realmente geniales) que son a la vez enseñanza catequética, sinopsis retórica, recurso mnemotécnico, belleza artística, y rotunda prueba de la solidísima formación doctrinal de sus autores, y del celo pastoral que abrasaba su corazones.


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Primer Corazón

El corazón del hombre o es casa de Dios o casa del demonio. O se salva o se condena. El protagonista es el corazón de un pecador que ha sido poseído totalmente por el demonio, y que ha obrado según su tentación. Los pecados cometidos están representados simbólicamente por alimañas ponzoñosas, rastreras, inmundas, feroces y emplumadas: los pecados capitales. La representación de los pecados y los vicios en forma de bestias y monstruos puede rastrearse hasta los capiteles románicos, y las gárgolas góticas. El alma, que según san Agustín es un ojo que mira a Dios, no le puede ver porque carece de la luz. Satanás lo domina y una legión de demonios aguarda su turno para ofrecer una nueva seducción e induce a pecar de nuevo. El demonio se ha entronizado en el corazón del hombre pecador. El ángel de la guarda llora desconsoladamente el destino que le espera al alma cuya guarda se le confió.

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Segundo Corazón

Aquí se ve lo que ocurre en el interior del corazón del pecador cuando se arrepiente. Se permite la acción de la gracia y de inmediato intervienen los auxilios sobrenaturales. El pecador vuelve en sí y, percatándose del estado de su corazón, invoca al Espíritu Santo. La figura del ángel, además de representar la persona espiritual servidora de Dios, es alegoría de la asistencia sobrenatural que se opera en favor del pecador, y del auxilio eficaz de la gracia, que vemos en forma de lluvia.Se nota la incomodidad de los demonios tentadores, que se dan vuelta y empiezan a retirarse.

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Tercer corazón

Se presume la acción de un sacerdote que ha confesado, absuelto y penitenciado al pecador; el demonio ha sido derribado de su trono de iniquidades y las pasiones dominantes empiezan a perder su imperio, como lo indican las bestias que se van retirando de su antigua guarida, sin dejar de acecharlo. Ha tomado conciencia del precio de su perdón, e imprime en sus entrañas la memoria de la Pasión de Cristo, que se muestra en los símbolos del calvario. Adviértase desde ya que, sea cual fuere la manera de tratar la cardiomorfosis, esta escena es la que determina la mudanza de vida, y por tanto se da inicio a la transformación del corazón según del SCJ.

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Cuarto Corazón He aquí un corazón regenerado, que no vive sino para Cristo, y encuentra en Él la paz. Nada lo turba, ni nada lo espanta. Es un cofre de virtudes: la bolsa abierta simboliza la largueza y la caridad; el pan y el pez, la moderación, la templanza y la sobriedad. La Iglesia simboliza su constancia en la oración, en la vida sacramental y la escucha de la Palabra. El corazón sanado y orientado al cielo, deja de mirar al mundo que lo sedujo y sólo tiene ojos para mirar la cruz que lo salvó. De ahora en adelante contemplará el Corazón traspasado “que ha amado tanto a los hombres”. Buscará pagar amor con amor.

La serie de corazones que acabamos de describir nos recuerda lo siguiente:

1. No hay culto al Corazón de Cristo sin fe en la Resurrección de su cuerpo crucificado.

2. No hay culto al Corazón de Jesús si el pecado no es reconocido como ofensa personal a la Persona divina;

3. No hay reparación posible frente a la Humanidad de su Persona divina si no se reconoce su ciencia humana y sobrenatural de los pecados del mundo. No se le puede mentir en la confesión.

4. No hay culto al Corazón de Jesús sin reconocimiento de su sacrificio sobre la Cruz, perpetuado por la misa, y si no se come el Pan eucarístico.


Aunque parezca mentira, esta pedagogía tan sencilla de comprender, tan interpeladora, tan dramática, y tan esperanzadora, a pesar de estar fuertemente enraizada en las Escrituras, la Tradición y las enseñanzas de la Iglesia latina, es, hoy por hoy, o algo que pertenece a la esfera de lo anecdótico, o una muestra curiosa de un supuesto pietismo ya caduco.

Ignorado, por catequistas modernos, cuando no despreciado por párrocos y sacerdotes en la actualidad, este método catequético fue y es muy valorado en el ámbito protestante, debido a que un pastor luterano llamado Johannes Evangelista Gossner (1773-1858), estudioso de la teología católica, descubrió la importancia de este método: lo examinó con minuciosidad, y, dejando de lado sus prejuicios de protestante, tuvo que admitir que todo estaba bíblicamente fundamentado, al punto de decidió hacerlo suyo, convertirlo en libro de difusión masiva, libro que se reedita hasta el presente en varios idiomas. [15]