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Jueves, 25 de abril de 2024

Diferencia entre revisiones de «La Abominación de Desolación»

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LA ABOMINACION DE LA DESOLACION
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La importancia de esta expresión [[Biblia|bíblica]] se deriva principalmente del hecho de que en Mt. 24,15, y Mc. 13,14, la aparición de la “abominación de la desolación” erigida en el “Lugar Santo” (Mateo), y donde “no debe estar” (Marcos), es dada por [[Jesucristo|Nuestro Señor]] a sus [[discípulo]]s como la señal para su huída de [[Judea]], en el tiempo de la ruina inminente de [[Jerusalén]] (Lc. 21,20). La expresión por  sí  misma es  manifiestamente oscura.  Para determinar su significado, los intérpretes han recurrido naturalmente  al original hebreo del [[libro de Daniel]]: pues nuestro primer [[Evangelista]] dice  claramente que “la abominación de la desolación” que tiene en mente “fue mencionada por Daniel el [[profeta]]”; y además, la expresión que él usa, en común con [[San Marcos]], es simplemente la frase griega con la cual los  traductores de la [[Septuaginta]]  expresaron literalmente las palabras hebreas shíqqûç shômem que se encuentran en [[Daniel]] 12,11; 9,27; 11,31.  Desafortunadamente, a pesar de todos sus esfuerzos para explicar estos términos hebreos, los estudiosos bíblicos todavía discrepan sobre su significado preciso.  Mientras que muchos comentaristas consideran  la primera  "shíqqûç",  usualmente interpretada por “abominación”, como designando cualquier cosa (estatua, [[altar]], etc.) que  tenga relación con el culto idolátrico, otros  lo consideran una designación despectiva de un dios o ídolo [[Paganismo|pagano]].  De nuevo, mientras que muchos comentadores interpretan la segunda  "shômem"  por la palabra abstracta “desolación”, otros  la tratan como una forma concreta de referirse a una [[persona]],  “un  destructor”,  o aun como un conocido participial que significa  “el que hace desolación”.   
  
La abominación de la Desolación:   La importancia de esta expresión [[bíblica]] se deriva principalmente del hecho de que en Mt. 24,15, y Mc. 13,14, la aparición de la “abominación de la desolación” erigida en el “Lugar Santo” (Mateo), y donde “no debe estar” (Marcos), es dada por Nuestro Señor (v. [[Jesucristo]]) a sus [[discípulos]] como la señal para su huída de [[Judea]], en el tiempo de la ruina inminente de [[Jerusalén]] (Lc. 21,20). La expresión  por  sí  misma es  manifiestamente oscura.  Para determinar su significado, los intérpretes han recurrido naturalmente al original hebreo del [[libro de Daniel]]: pues nuestro primer [[Evangelista]] dice  claramente que “la abominación de la desolación” que tiene en mente “fue mencionada por Daniel el [[profeta]]”; y además, la expresión que él usa, en común con San Marcos, es simplemente la frase griega con la cual los  traductores de la [[Versión de los Setenta]]  expresaron literalmente las palabras hebreas shíqqûç shômem que se encuentran en Daniel 12,11; 9,27; 11,31. Desafortunadamente, a pesar de todos sus esfuerzos para explicar estos términos hebreos, los estudiosos bíblicos todavía discrepan sobre su significado preciso.   Mientras que muchos comentaristas consideran  la primera  "shíqqûç", usualmente interpretada por “abominación”, como designando cualquier cosa (estatua, [[altar]], etc.) que  tenga relación con el culto idolátrico, otros  lo consideran una designación despectiva de un dios o ídolo pagano (v. [[paganismo]]).   De nuevo, mientras que muchos comentadores interpretan la segunda  "shômem"  por la palabra abstracta “desolación”, otros  la tratan como una forma concreta de referirse a una [[persona]], “un  destructor”,  o aun como un conocido participial que significa  “el que hace desolación”.  
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La más reciente interpretación que ha sido sugerida para estas palabras en hebreo es al siguiente efecto: La frase shíqqûç shômem  se deriva de la expresión original  bá' ál shámáyîm  (baal del [[cielo]]), un título encontrado en inscripciones [[fenicias]] y arameas  y el equivalente [[semita]] del dios Zeus, Júpiter, pero modificado en Daniel a causa  de la aversión [[Judaísmo|judía]] por el nombre de una [[deidad]] pagana.  Aunque algunos difieren en cuanto al sentido preciso de la frase hebrea usualmente interpretada como “la abominación de desolación”, los estudiosos [[Cristianismo|cristianos]] están prácticamente unánimes en cuanto a su significado general.  Ellos comúnmente admiten, y de hecho correctamente, que la expresión hebrea debe ser entendida como algún emblema idolátrico, cuya colocación traería consigo la desolación final del [[Templo de Jerusalén]] (1 Mc. 1,57, 4,38).   Y con este significado general en mente, ellos proceden a señalar el evento histórico  entre la predicción de [[Nuestro Señor]] y la ruina del Templo (70 d.C.), la cual podría ser considerada como “la abominación de desolación” de la cual habla Mt. 24,15 y Mc. 13,14.  Pero aquí ellos están divididos de  nuevo.  Muchos estudiosos han pensado, y todavía piensan, que la introducción de los estandartes romanos a la [[Tierra Santa]], y muy particularmente en la Ciudad Santa, poco antes de la destrucción del Templo, es el evento predicho por Nuestro Señor a sus discípulos como la señal para su huída de Judea.  Es [[verdad]] que los estandartes eran venerados por los soldados  y aborrecidos por los judíos como el emblema de la [[idolatría]] romana. Aun así ellos difícilmente pueden ser considerados como  “la abominación de desolación” a que se refiere Mt. 24,15El evangelista dice que esta “abominación” será erigida en el “lugar santo”, con la cual naturalmente se refiere al Templo (ver Dn. 9,27, donde la [[Vulgata]] dice:  “estará en el Templo la abominación de la desolación”), y  los estandartes romanos fueron  realmente introducidos al Templo sólo después de que  había sido introducido por Tito, eso, muy tarde para servir de aviso a los cristianos de Judea. Otros estudiosos piensan que la [[profanación]]  del Templo por los zelotes, quienes lo tomaron y lo convirtieron en su fortaleza poco antes de que Jerusalén fuera sitiada por Tito, es el evento predicho por Nuestro Señor.  Pero esta opinión es comúnmente rechazada por la sencilla [[razón]] de que “la abominación de desolación” mencionada por Daniel y a la que se refiere el [[Evangelio de San Mateo]], era algo ciertamente relacionado con el culto idolátrico.
  
La más reciente interpretación que ha sido sugerida para estas palabras en hebreo es al siguiente efecto: La frase shíqqûç shômem  se deriva de la expresión original  bá' ál shámáyîm  (baal del [[cielo]]), un título encontrado en inscripciones [[fenicias]] y arameas  y el equivalente [[semita]] del dios Zeus, Júpiterpero modificado en Daniel a causa  de la aversión judía (v. [[judaísmo]]) por el nombre de una [[deidad]] pagana.   Aunque algunos difieren en cuanto al sentido preciso de la frase hebrea usualmente interpretada como “la abominación de desolación”, los estudiosos cristianos (v. [[cristianismo]]), están prácticamente unánimes en cuanto a su significado general. Ellos comúnmente admiten, y de hecho correctamente, que la expresión hebrea debe ser entendida como algún emblema idolátrico, cuya colocación traería consigo la desolación final del [[Templo de Jerusalén]] (1 Mc. 1,57, 4,38).  Y con este significado general en mente, ellos proceden a señalar  el evento histórico  entre la predicción de [[Nuestro Señor]] y la ruina del Templo (70 d.C.), la cual podría ser considerada como “la abominación de desolación” de la cual habla Mt. 24,15 y Mc. 13,14Pero aquí ellos están divididos de  nuevo.  Muchos estudiosos han pensado, y todavía piensan, que la introducción de los estandartes romanos a la [[Tierra Santa]], y muy particularmente en la Ciudad Santa, poco antes de la destrucción del Templo, es el evento predicho por Nuestro Señor a sus discípulos como la señal para su huída de Judea.  Es [[verdad]] que los estandartes eran venerados por los soldados  y aborrecidos por los judíos como el emblema de la [[idolatría]] romana. Aun así ellos difícilmente pueden ser considerados como “la abominación de desolación” a que se refiere Mt. 24,15El evangelista dice que esta “abominación” será erigida en el “lugar santo”,  con la cual naturalmente se refiere al Templo (ver Dn. 9,27, donde la [[Vulgata]] dice:  “estará en el Templo la abominación de la desolación”), y los estandartes romanos fueron realmente introducidos al Templo sólo después de que había sido introducido por Tito, eso, muy tarde para servir de aviso a los cristianos de Judea.  Otros estudiosos piensan que la [[profanación]]   del Templo por los zelotes, quienes lo tomaron y lo convirtieron en su fortaleza poco antes de que Jerusalén fuera sitiada por Tito, es el evento predicho por Nuestro Señor.  Pero esta opinión es comúnmente rechazada por la sencilla [[razón]] de que “la abominación de desolación” mencionada por Daniel y a la que se refiere el [[Evangelio de San Mateo]], era algo ciertamente relacionado con el culto idolátrico.  
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Otros, finalmente interpretan el aviso de Nuestro Señor a sus discípulos a la luz de la historia de un intento de que su propia estatua)  fuese erigida y adorada en el Templo de Jerusalén.  Los siguientes son los principales datos de dicha historia. Cerca de 40 d.C., [[Cayo]] Calígula emitió un [[decreto]] perentorio ordenando la erección y culto de su estatua en el Templo de Dios.  El también designó  al gobernador de [[Siria]], ordenándole ejecutar el [[decreto]] aun a costo de una [[guerra]] contra los judíos rebeldes. Tras lo cual los judíos en decenas de miles hicieron la   [[afirmación]] ante el gobernador que ellos preferían ser  asesinados antes que ser [[testigos]] de la [[profanación]] idolátrica de su sagrado Templo.  Poco después Petronio le pidió a Calígula [[revocación|revocar]] su orden, y [[Agripa I]], que  vivía en [[Roma]] en ese entonces, convenció al Emperador de no poner en vigor el decreto.  Parece, sin embargo, que Calígula se arrepintió pronto de su concesión, y de no haber sido por su  intempestiva muerte (41 d.C.) él hubiese erigido su estatua en Jerusalén.  (E. Schurer, Historia de los judíos en tiempos de Cristo, I Div. II, 95-105; tr.).    En vista de estos hechos muchos estudiosos afirman que los cristianos primitivos fácilmente pudieron haber considerado la  próxima  erección de la estatua en el Templo como el acto de abominación idolátrica que, de acuerdo al [[profeta]] Daniel 9,27,  presagiaba la ruina de la Casa de Dios, y por lo tanto  verla como el signo actual dado por [[Cristo]] para su huída de Judea.  Esta última interpretación de la frase “la abominación de desolación” no carece de sus propias dificultades.  Aun así parece preferible a las otras que han sido expuestas por comentadores  
  
Otros, finalmente interpretan el aviso de Nuestro Señor a sus discípulos a la luz de la historia de un intento de  que su propia estatua (v. [[escultura]])  fuese erigida y adorada en el Templo de Jerusalén.  Los siguientes son los principales datos de dicha historia.  Cerca de 40 d.C., [[Cayo]] Calígula emitió un [[decreto]] perentorio ordenando la erección y culto de su estatua en el Templo de Dios.  El también designó  al gobernador de [[Siria]], ordenándole  ejecutar el decreto aun a costo de una [[guerra]] contra los judíos rebeldes.  Tras lo cual los judíos en decenas de miles hicieron la  [[afirmación]] ante el gobernador  que ellos preferían ser  asesinados antes que ser [[testigos]] de la profanación idolátrica de su sagrado Templo.  Poco después Petronio le pidió a Calígula revocar (v. [[revocación]]) su orden, y [[Agripa I]], que  vivía en [[Roma]] en ese entonces,  convenció al Emperador de no poner en vigor  el decreto.  Parece, sin embargo, que Calígula se arrepintió pronto de su concesión, y de no haber sido por su  intempestiva muerte (41 d.C.) él hubiese erigido su estatua  en Jerusalén.  (E. Schurer, Historia de los judíos en tiempos de Cristo, I Div. II, 95-105; tr.).    En vista de estos hechos muchos estudiosos afirman que los cristianos primitivos  fácilmente  pudieron haber considerado la  próxima  erección de la estatua en el Templo como el acto de abominación idolátrica que, de acuerdo al [[profeta]] Daniel 9,27,  presagiaba la ruina de la Casa de Dios, y por lo tanto  verla como el signo actual dado por [[Cristo]] para su huída de Judea.  Esta última interpretación de la frase “la abominación  de desolación”  no carece de sus propias dificultades.  Aun así parece preferible a las otras que han sido expuestas por comentadores 
 
  
Gigot, Francis. "The Abomination of Desolation." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. NewYork: Robert Appleton Company, 1907.    <http://www.newadvent.org/cathen/01046a.htm>.
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'''Fuente''':  Gigot, Francis. "The Abomination of Desolation." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. NewYork: Robert Appleton Company, 1907.    <http://www.newadvent.org/cathen/01046a.htm>.
  
Transcrito por Donald J. Boon.  Traducido por Lourdes P. Gómez  
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Traducido por Lourdes P. Gómez.  L H M.
Revisado y corregido por Luz María Hernández Medina.
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Revisión de 02:34 7 dic 2008

La importancia de esta expresión bíblica se deriva principalmente del hecho de que en Mt. 24,15, y Mc. 13,14, la aparición de la “abominación de la desolación” erigida en el “Lugar Santo” (Mateo), y donde “no debe estar” (Marcos), es dada por Nuestro Señor a sus discípulos como la señal para su huída de Judea, en el tiempo de la ruina inminente de Jerusalén (Lc. 21,20). La expresión por sí misma es manifiestamente oscura. Para determinar su significado, los intérpretes han recurrido naturalmente al original hebreo del libro de Daniel: pues nuestro primer Evangelista dice claramente que “la abominación de la desolación” que tiene en mente “fue mencionada por Daniel el profeta”; y además, la expresión que él usa, en común con San Marcos, es simplemente la frase griega con la cual los traductores de la Septuaginta expresaron literalmente las palabras hebreas shíqqûç shômem que se encuentran en Daniel 12,11; 9,27; 11,31. Desafortunadamente, a pesar de todos sus esfuerzos para explicar estos términos hebreos, los estudiosos bíblicos todavía discrepan sobre su significado preciso. Mientras que muchos comentaristas consideran la primera "shíqqûç", usualmente interpretada por “abominación”, como designando cualquier cosa (estatua, altar, etc.) que tenga relación con el culto idolátrico, otros lo consideran una designación despectiva de un dios o ídolo pagano. De nuevo, mientras que muchos comentadores interpretan la segunda "shômem" por la palabra abstracta “desolación”, otros la tratan como una forma concreta de referirse a una persona, “un destructor”, o aun como un conocido participial que significa “el que hace desolación”.

La más reciente interpretación que ha sido sugerida para estas palabras en hebreo es al siguiente efecto: La frase shíqqûç shômem se deriva de la expresión original bá' ál shámáyîm (baal del cielo), un título encontrado en inscripciones fenicias y arameas y el equivalente semita del dios Zeus, Júpiter, pero modificado en Daniel a causa de la aversión judía por el nombre de una deidad pagana. Aunque algunos difieren en cuanto al sentido preciso de la frase hebrea usualmente interpretada como “la abominación de desolación”, los estudiosos cristianos están prácticamente unánimes en cuanto a su significado general. Ellos comúnmente admiten, y de hecho correctamente, que la expresión hebrea debe ser entendida como algún emblema idolátrico, cuya colocación traería consigo la desolación final del Templo de Jerusalén (1 Mc. 1,57, 4,38). Y con este significado general en mente, ellos proceden a señalar el evento histórico entre la predicción de Nuestro Señor y la ruina del Templo (70 d.C.), la cual podría ser considerada como “la abominación de desolación” de la cual habla Mt. 24,15 y Mc. 13,14. Pero aquí ellos están divididos de nuevo. Muchos estudiosos han pensado, y todavía piensan, que la introducción de los estandartes romanos a la Tierra Santa, y muy particularmente en la Ciudad Santa, poco antes de la destrucción del Templo, es el evento predicho por Nuestro Señor a sus discípulos como la señal para su huída de Judea. Es verdad que los estandartes eran venerados por los soldados y aborrecidos por los judíos como el emblema de la idolatría romana. Aun así ellos difícilmente pueden ser considerados como “la abominación de desolación” a que se refiere Mt. 24,15. El evangelista dice que esta “abominación” será erigida en el “lugar santo”, con la cual naturalmente se refiere al Templo (ver Dn. 9,27, donde la Vulgata dice: “estará en el Templo la abominación de la desolación”), y los estandartes romanos fueron realmente introducidos al Templo sólo después de que había sido introducido por Tito, eso, muy tarde para servir de aviso a los cristianos de Judea. Otros estudiosos piensan que la profanación del Templo por los zelotes, quienes lo tomaron y lo convirtieron en su fortaleza poco antes de que Jerusalén fuera sitiada por Tito, es el evento predicho por Nuestro Señor. Pero esta opinión es comúnmente rechazada por la sencilla razón de que “la abominación de desolación” mencionada por Daniel y a la que se refiere el Evangelio de San Mateo, era algo ciertamente relacionado con el culto idolátrico.

Otros, finalmente interpretan el aviso de Nuestro Señor a sus discípulos a la luz de la historia de un intento de que su propia estatua) fuese erigida y adorada en el Templo de Jerusalén. Los siguientes son los principales datos de dicha historia. Cerca de 40 d.C., Cayo Calígula emitió un decreto perentorio ordenando la erección y culto de su estatua en el Templo de Dios. El también designó al gobernador de Siria, ordenándole ejecutar el decreto aun a costo de una guerra contra los judíos rebeldes. Tras lo cual los judíos en decenas de miles hicieron la afirmación ante el gobernador que ellos preferían ser asesinados antes que ser testigos de la profanación idolátrica de su sagrado Templo. Poco después Petronio le pidió a Calígula revocar su orden, y Agripa I, que vivía en Roma en ese entonces, convenció al Emperador de no poner en vigor el decreto. Parece, sin embargo, que Calígula se arrepintió pronto de su concesión, y de no haber sido por su intempestiva muerte (41 d.C.) él hubiese erigido su estatua en Jerusalén. (E. Schurer, Historia de los judíos en tiempos de Cristo, I Div. II, 95-105; tr.). En vista de estos hechos muchos estudiosos afirman que los cristianos primitivos fácilmente pudieron haber considerado la próxima erección de la estatua en el Templo como el acto de abominación idolátrica que, de acuerdo al profeta Daniel 9,27, presagiaba la ruina de la Casa de Dios, y por lo tanto verla como el signo actual dado por Cristo para su huída de Judea. Esta última interpretación de la frase “la abominación de desolación” no carece de sus propias dificultades. Aun así parece preferible a las otras que han sido expuestas por comentadores


Fuente: Gigot, Francis. "The Abomination of Desolation." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. NewYork: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01046a.htm>.

Traducido por Lourdes P. Gómez. L H M.