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Jueves, 28 de marzo de 2024

Diferencia entre revisiones de «Kells, Libro de»

De Enciclopedia Católica

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Manuscrito irlandés que contiene los cuatro evangelios, un fragmento de nombres de Hebreos y los cánones de Eusebio; también conocido como "Libro de Columba" probablemente porque fue escrito en el monasterio de Iona en honor del santo. Es probable que sea este libro del se habla en los "Annales del Ulster" del año 1006 que refiere que en ese año fue robado el "Evangelio de Columba”.  
 
Manuscrito irlandés que contiene los cuatro evangelios, un fragmento de nombres de Hebreos y los cánones de Eusebio; también conocido como "Libro de Columba" probablemente porque fue escrito en el monasterio de Iona en honor del santo. Es probable que sea este libro del se habla en los "Annales del Ulster" del año 1006 que refiere que en ese año fue robado el "Evangelio de Columba”.  

Última revisión de 18:04 23 nov 2007

Manuscrito irlandés que contiene los cuatro evangelios, un fragmento de nombres de Hebreos y los cánones de Eusebio; también conocido como "Libro de Columba" probablemente porque fue escrito en el monasterio de Iona en honor del santo. Es probable que sea este libro del se habla en los "Annales del Ulster" del año 1006 que refiere que en ese año fue robado el "Evangelio de Columba”.

Según la tradición, el libro es una reliquia de tiempos de Columba (m.597) y quizás hasta obra de sus manos pero, basándonos en la paleografía y en el carácter de la ornamentación, esta tradición no se sostiene y la fecha de composición del libro apenas puede ponerse antes del final del siglo séptimo o principios del octavo. Este debe ser el libro que el galés Geraldo Cambrensis vio en Kildare en el último cuarto de del siglo doce y que describe en términos muy entusiastas (Topogr. Hibern., II, xxxviii). Volvemos a oír hablar de él en la catedral de Kells (irlandés, Cenannus) en Meath, una fundación de Columba, donde permaneció durante mucho tiempo, hasta 1541. En el siglo diecisiete el arzobispo Ussher lo presentó al Trinity College de Dublín, de cuya biblioteca es el manuscrito más precioso (A.I.6) y de lejos la mejor reliquia del arte irlandés que se haya preservado. Allí se encuentra toda la variedad del diseño típico irlandés en su mejor expresión.

Algunas partes pequeñas del principio y del fin del manuscrito se han perdido, pero por lo demás está en muy buenas condiciones de conservación. Aparentemente se dejó sin terminar, pues algunos de los ornamentos están solamente delineados. Está escrito en parte en tinta negra, roja, púrpura o amarilla y se cree que en la escritura e iluminación del manuscrito se pueden discernir dos escribas, desconocidos.

La ornamentación más característica del Libro de Kells, como de otros manuscritos irlandeses iluminados del período, son las espirales cerradas conectadas unas con otras en un número de curvas y que terminan en la que se llama “modelo de trompeta”.

Igualmente característicos son los entrelazados zoomórficos que representan seres fabulosos, hombres, animales, pájaros, caballos y figuras humanas grotescas parecidas a las gárgolas, retorcidas en detalles intrincados. Otros diseños frecuentes son los sistemas de redes geométricas de cintas unidas con nudos y otra más simple de líneas de puntos rojos.

El genio y la versatilidad e inventiva del ilustrador sobrepasa lo creíble. Las líneas divergen y convergen en sucesión sin fin y las figuras más intrincadas muy abundantes con una sorprendente variedad de ornamentación, se combinan y se entrelazan en un dibujo armonioso. A pesar de ser un trabajo tan amplio los miles de exquisitas mayúsculas y finales no hay un silo dibujo o combinación que se pueda llamar copia de otro. El artista muestra una maravillosa técnica de dibujar y combinar los varios emblemas, la cruz, las hojas de la vid, dragones, peces y serpientes.

El dibujo es la perfección misma. Ha sido examinado con poderosas lupas amplificadoras durante horas y se ha visto que no tiene ni una línea falsa o irregular ni en las más diminutas y complicadas figuras. Algunos de los más expertos dibujantes han intentado copiar sus complicados diseños pero han tenido que abandonar ante tal delicadeza de ejecución. En el espacio de una pulgada cuadrada se hallan no menos de 158 entrelazados de cinta blanca con un borde negro en cada lado. Por otra parte los dibujos de los personajes delineados son delicados y primitivos y muestran un conocimiento limitado de la figura humana y sus proporciones relativas. No hay palabras para describir la belleza y esplendor de las ricamente coloreadas letras iniciales que abundan más en el “Libro de Kells” que ningún otro manuscrito. Lo único a lo que pueden ser comparados es a una cama de muchos azafranes y tulipanes de color o a un vitral de los más bellos colores a los que igualan en la belleza del color y en la delicadeza de los dibujos y ornamentación.

El artista poseía un maravilloso conocimiento de la proporción de color y de la distribución del material –siena, púrpura, rojo, rosa, lila, verde, amarillo, los colores usados más frecuentemente – y maneja las sobras y tintes de las letras con gusto y habilidad consumados.

Es notable que no haya rastro del uso de plata u oro en el pergamino. A veces los colores se ponen en capas espesas para dar la apariencia de esmaltado y están aquí y allá tan brillantes, suaves y lustrosos como hace mil doscientos años. Ni las mejores reproducciones fotográficas y reproducciones en color dan una ligera idea de la belleza del original. Son especialmente dignas de mención las series de miniaturas iluminadas, incluyendo representaciones pictóricas de los evangelistas y de sus símbolos de la Santísima Virgen María y del Divino Niño, las tentaciones de Jesús y Jesús apresado por los judíos. Estas pinturas alcanzan su punto culminante en lo que, en algunos aspectos, es el más maravilloso ejemplo de artesanía que ha producido el mundo, el decir la página entera del monograma XPI que hay en el texto del Evangelio de S. Mateo. No es de extrañar que durante un tiempo se creyera que el “Libro de Kells” lo habían escrito los ángeles.

JOSEPH DUNN.


Transcrito por Paul Knutsen.


Traducido por Pedro Royo.