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Jueves, 28 de marzo de 2024

Justiniano I

De Enciclopedia Católica

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Emperador romano (527-65)

Flavio Anicio Juliano Justiniano nació alrededor del año 483 en Tauresium (Taor) en llyricum (cerca de Uskup). 565. Ya se ha abandonado la teoría de que era de raza eslava (Krumbacher, "Byz. Litt.", 237). Era sobrino de Justino I (518-27), ya que su madre fue Vigilantia, casada con un tal Sabatius. Todavía reinaba su tío cuando él ya se había convertido en la mayor fuerza en la nación. Justino era un hombre viejo, débil de cuerpo y mente, de modo que gradualmente le cedió todos los poderes a su sobrino. En 521 Justiniano fue proclamado cónsul, luego general en jefe y, en abril de 527, augusto. En agosto de ese mismo año murió Justino y Justiniano quedó como el único gobernante.

Los treinta y ocho años del reinado de Justiniano fueron el período más brillante del imperio tardío. Entusiasmado por las memorias de Roma, se dedicó a, y logró, la tarea de revivir su gloria. La multifacética actividad de este hombre asombroso puede resumirse con las siguientes expresiones: triunfos militares, trabajo legal, respeto religioso y actividad arquitectónica. En la base de todo eso subyace la política de restaurar el imperio, grandioso, poderoso y unido. Es imposible dar aquí algo más que meras pinceladas de las variadas características de su reinado. Cada una de ellas marcó una época.

TRIUNFOS MILITARES

Justiniano llevó a cabo la interminable guerra contra los persas, aunque con resultados irregulares. Su general, Belisario, perdió la primera batalla en 528, para poco después derrotar completamente a los persas en Daras, cerca de Nisibis (la actual Nusaybin, en la provincia de Mardin, al sureste de Turquía), en junio de 530.Pero el 19 de abril de 531 los romanos fueron vencidos cerca de Callinicum, a orillas del Eufrates. La paz se firmó en septiembre, en condiciones satisfactorias para ambos bandos. Entonces el Emperador concibió el proyecto de reconquistar África e Italia, que habían sido arrebatadas a los romanos por las invasiones vándalas y góticas. En 533 una flota de quinientas naves zarpó rumbo a África al mando de Belisario. En sólo dos batallas los romanos aniquilaron el reino vándalo y llevaron cautivo a su rey, Gelimer, a Constantinopla, restableciendo así la autoridad de César en África. En 535 Belisario izó velas rumbo a Sicilia. La isla fue conquistada de inmediato. En Dalmacia sufrieron un descalabro las fuerzas de Roma, pero finalmente también cayó esa provincia en su poder. En 536 Belisario conquistó Rhegium y Nápoles, entró luego triunfante a Roma, se apoderó de Ravena, y soportó el sitio de los Godos a Roma hasta 538, cuando éstos se retiraron. Un segundo general, Narses, llegó entonces con refuerzos desde Constantinopla. Milán y la Liguria fueron reconquistados en 539, y en 540 toda Italia, hasta la frontera con el reino franco fue anexada al imperio. En 542 los godos, comandados por su rey,Totila, iniciaron una rebelión, que fue finalmente extinguida en 553. Narses se convirtió en el primer exarca de Italia. Verona y Brixia (Brescia), los últimos bastiones góticos, cayeron en 562. Enseguida marcharon los ejércitos romanos hacia España y conquistaron sus provincias del sudeste (para perderlas de nuevo en 623, después de la muerte de Justiniano). Entretanto, los Godos de Crimea y todo el Bósforo, incluidos los árabes del sur, fueron forzados a aceptar el dominio romano. Una segunda guerra contra Persia (540-545) empujó las fronteras romanas más allá de Edessa. Una larga guerra (la Guerra de Lázica) en Armenia y Colchis (en lo que hoy conforma la parte occidental de Georgia), de 549 al 556, restableció el imperio que no tuvo rival a las orillas del Mar Negro. De ese modo, Justiniano llegó a gobernar una vez más sobre un imperio colosal multinacional, cuya extensión rivalizaba con aquél que existió en la gran época que antecedió a Diocleciano. Simultáneamente, el Emperador obtenía triunfos parecidos en casa. En 532 se dio una peligrosa revuelta (la revolución de Nika) entre las facciones del Circo (los Verdes y los Azules), y que terminó siendo reprimida severamente. Bury afirma que el resultado de tal represión fue una "victoria imperial que estableció la forma de absolutismo que llegó a ser característico de la historia bizantina". (Later Roman Empire, I, 345).

OBRA LEGAL

La obra más duradera de Justiniano es sin duda la codificación de las leyes. También ello constituyó una parte importante de su proyecto general. El gran imperio que él estaba reconquistando debía tener la fuerza de una unidad organizada. En el edicto de promulgación de sus leyes él afirma que el estado descansa sobre su ejército y sobre la ley ("De Justin. Cod. Confirmando", impreso en la portada del código). Los decretos de sus predecesores, que estaban dispersos, debieron ser reunidos en un código ordenado y completo, lógico, de modo que cualquier romano pudiera aprender fácilmente la ley del imperio acerca de cualquier tema. Esta codificación fue la obra más grande de Justiniano. Él también creó muchas leyes nuevas, pero su mérito más duradero fue la clasificación de todas las leyes antiguas que estaban dispersas. La legislación de la que el mundo es deudor a Justiniano se puede resumir en lo siguiente:

Primero, una comisión de diez abogados (que incluían a los famosos Triboriano y Teófilo), redujo el enorme y desordenado Código de Teodosio (publicado en 438) a un compendio ordenado, en el que se fueron insertando las leyes que se habían promulgado desde que fue escrito. El "Código" fue elaborado en 529.

Segundo, una cantidad enorme de respuestas dadas por la autoridad (las responsa prudentum que constituían precedentes reconocidos) fueron ordenados (omitiendo todo lo superfluo) en cincuenta libros, con lo que se logró reducir a una quinta parte la antigua biblioteca legal que tenía ciento seis volúmenes. Este es el "Compendio" o "Pandecta", publicado en 530.

Tercero, de los comentarios de Cayo (del siglo II) se compiló un texto de leyes para los estudiantes. Este, los "Institutos", fue publicado ese mismo año, 530.

Finalmente, en 534 se revisó toda la obra y se añadió una cuarta parte, los "Auténticos" o "Novelas", que contenían jurisprudencia de las cortes del propio Justiniano.

Fue así como se produjo el inmortal "Corpus Juris Civilis" que está formado por cuatro partes: (a) Digestae seu Pondecta, (b) Institutiones, (c) Codex, (d) Authenticum seu Novellae (una excelente descripción de su composición se encuentra en Bury's Gibbon, ed. Cit., IV 461-510). Es difícil exagerar la importancia de este "Corpus". Es la base de todo el derecho canónico (ecclesia vivit lege romana), y del derecho civil en los países civilizados.

POLÍTICA ECLESIÁSTICA

Los católicos encontramos difícil aplaudir las políticas eclesiásticas del gran emperador, aunque también en este terreno debamos reconocer el esfuerzo del estadista por promover la paz y la unidad dentro del imperio. Era sólo cuestión de tiempo el que tal unión sería la de la "santísima Iglesia de Dios Católica y Apostólica" (5 c., De s. tr., I, 1). El Corpus Juris está lleno de leyes en contra del paganismo (la apostasía era castigada con la muerte, 10 c, "De pag", 1, 11), el judaísmo, los samaritanos (quienes iniciaron una peligrosa revuelta en 529), los maniqueos y otros herejes. Los decretos de los cuatro concilios generales fueron incorporados a la ley civil. No se admitía la disensión. Leal al ideal de Constantinopla, el Emperador llegó a verse a sí mismo como "sacerdote y rey", cabeza suprema en la tierra tanto en lo tocante a los asuntos eclesiásticos como del Estado. Llenó su código con leyes canónicas y adoptó el erastianismo (doctrina que pide el sometimiento total de lo religioso y eclesiástico al Estado; llamado así por Tomás de Erasto, teólogo suizo del siglo XVII) más radical como ley del impero. Y a lo largo de su reinado se distanció de la autoridad de la Iglesia por sus intentos de conciliar a los monofisistas (quienes sostenían que en Cristo únicamente existía la naturaleza divina, sin la humana). Ya desde el concilio de Calcedonia (donde se condenó el monofisismo; 8 de octubre de 451) esos herejes habían saturado Siria y Egipto con sus teorías, formando una fuente constante de desunión y problemas para el imperio. Justiniano fue uno de los muchos emperadores que trataron de reconciliarlos a base de darles concesiones. Teodora, su esposa, era una monofisista en secreto, e influenciado por ella, el Emperador, si bien se mantenía fiel a Calcedonia, trató de contentar a los herejes con varias concesiones. Primero vino el asunto teopasquita (doctrina que sostenía que una de las tres Divinas Personas había sufrido en la Cruz). Pedro Fullo de Antioquía había introducido al Trisagio la fórmula: "El cual sufrió por nosotros". El Papa Hormidas(514-523) se negó a aceptarla, porque tenía connotaciones monofisistas. Pero Justiniano la aprobó y promovió a un monofisista, Antimo I (536) a la sede de Constantinopla. Luego siguieron la gran disputa de los Tres Capítulos, la lamentable actitud del Papa Vigilio (540-55), y el II Concilio de Constantinopla (553). En todos estos acontecimientos Justiniano aparece como perseguidor de la Iglesia y, consecuentemente, ocupa un lugar entre los tiranos semi monofisistas que provocaron tantas disputas y cismas que marcaron los efectos posteriores del monofisismo. Su tiranía eclesiástica es el único punto lamentable del carácter de un hombre tan grande.

ACTIVIDAD ARQUITECTÓNICA

Justiniano también adquirió fama imperecedera por el ímpetu que imprimió a las artes. Si existe algún estilo que pueda ser atribuido a un personaje en particular, podemos decir que lo que llamamos arquitectura bizantina, al menos en su forma perfecta, debe su origen a Justiniano y a los arquitectos que él empleó. Su actividad de construcción alcanzó límites prodigiosos. De Ravena a Damasco cubrió su imperio con soberbios monumentos. Todos las edificaciones posteriores tanto en Oriente como en Occidente se inspiraron en sus modelos. Las dos escuelas más ilustres, nuestro estilo medieval- gótico- y el musulmán, son descendientes directos de la arquitectura justiniana. De los muchos edificios que se pueden mencionar, los dos más famosos son la iglesia de Nuestra Señora (ahora convertida en la mezquita El-Aqsa) de Jerusalén, y la más espléndida de todas, la gran basílica de la Santa Sabiduría (Hagia Sofía) en Constantinopla. Este último templo, en especial, construido por Antemio deTralles e Isidoro de Mileto, y consagrado el 27 de diciembre del 537, será para siempre uno de los monumentos principales de la arquitectura mundial.

Naturalmente, tales construcciones exigían una inversión financiera grandiosa. Los súbditos de Justiniano frecuentemente se quejaban de los onerosos impuestos; muchos ciudadanos de los países a los que él había devuelto la gloria de ser romanos terminaron concluyendo que ésta había sido pagada a un precio muy elevado cuando tuvieron que vérselas con los recaudadores romanos de impuestos. Por otro lado, Justiniano nunca escatimó su riqueza. En tiempos de calamidad, terremoto y hambruna, la bolsa imperial se abría con ilimitada generosidad en favor de los necesitados.

La vida privada del Emperador ha quedado algo empañada a causa de los escándalos atribuidos a su esposa, Teodora. Ella fue una bailarina que, según parece constar, llevó una vida bastante inmoral antes de su matrimonio en 523. Y también era monofisista. No obstante, la mayor parte de los investigadores modernos rechaza la escandalosa descripción de su vida matrimonial hecha por Procopio en su "Historia Secreta". Y ciertamente fueron la valentía y la serenidad de Teodora los que salvaron la situación durante la revolución del Circo, que casi acaba con el Estado. Por lo demás, ella siempre tuvo algo que decir en todas las decisiones políticas de su marido. La administración pública, la diplomacia, los asunto de la Iglesia, etc., sintieron su poderosa influencia. Y si bien nunca fue infiel a Justiniano, sí fue ella la causa de su caída en el semi monofisismo (Cfr. Diehl, Theodora, imperatrice de Byzance," París, 1904).

Justiniano murió en noviembre del 565, y fue sucedido por su sobrino Justino II, quien gobernó hasta el 578. Sin duda alguna fue el más grande emperador después de Constantino, y quizás el más grande en la línea de los césares. Alguien puede preguntar si algún país puede tener un gobernante tan magnífico. Su gloriosa memoria ha perdurado a través de los siglos hasta hoy (Cfr. Dante, "Paradiso", VI,) y su retrato aún resplandece en los mosaicos de San Vitale en Ravena, donde aparece con su toga y diadema, rodeado de su corte, con un obispo a su lado; es la imagen de la majestad de la Roma cristiana en el Bósforo.

La literatura referente a las diversas facetas de la actividad de Justiniano es enorme. Su reinado reviste igual importancia para el historiador del imperio, el jurisconsulto, el teólogo y el arqueólogo.

Los que siguen son algunos de los libros más útiles: GIBBON (ed. BURY), The Decline and Fall of the Roman Empire, IV (Londres, 1898), XL-XLIV (una excelente descripción general, con bibliografía abundante, en el apéndice de Bury); BURY, A History of the Later Roman Empire, I (Londres, 1889), libro IV 333-482 (suplementa a Gibbon); DIEHL, Justinien et la civilisation byzantine au Vle siecle (Paris, 1901); SCHULZE, Gesch. des Untergangs des griech.-römischen Heidentums, I (Jena, 1887), 434-59; HUTTON, The Church of the Sixth Century (Londres, 1897); JOERS, Die Reichspolitik Kaiser Justinians (Giessen ,1893); KNECHT, Die Religionspolitik Kaiser Justinians I. (Wurzburg, l896); DIEKAMP, Die origenistischen Streitigkeiten (Munster, 1899); Más bibliografía en DIEHL, Etudes byzantines (Paris, 1905), I y II.

ADRIAN FORTESCUE

Transcrito por Joseph E. O'Connor.

Traducido por Javier Algara Cossío.