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Jueves, 28 de marzo de 2024

Jerarquía de la Iglesia Primitiva

De Enciclopedia Católica

Revisión de 19:59 25 may 2020 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (F. Posición de los Indivduos Carismáticos:)

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Definición

Jerarquía de la Iglesia Primitiva: La palabra jerarquía se usa aquí para denotar los tres grados de obispo, sacerdote y diácono (ministri). Según la doctrina católica (Concilio de Trento, ses. XXIII, can. VI), esta triple gradación debe su existencia a la institución divina. Otro nombre para esta jerarquía es hierarchia ordinis porque sus tres grados corresponden a los tres grados del Sacramento de las Órdenes Sagradas. Sin embargo, la palabra jerarquía se utiliza también en un sentido más amplio. Se obtiene una mayor gradación de dignidad con la inclusión del obispo de Roma, el jefe de la Iglesia y Vicario de Cristo, a quien se subordinan los tres grados antes mencionados debido al origen divino de la jerarquía.

Sin embargo, si se tienen en cuenta esas características que son de origen meramente eclesiástico, la jerarquía incluirá no solo las órdenes sagradas restantes, a saber, el subdiaconado y las órdenes menores, sino también todos los clérigos que poseen facultades definidas no conferidas por las órdenes mismas. Tales son los cardenales, nuncios, delegados, patriarcas, primados, metropolitanos, arzobispos, vicarios generales, archidiáconos, deanes, párrocos y curas. Esta jerarquía en el sentido más amplio se denomina hierarchia jurisdictionis porque las personas en cuestión tienen poder real en la Iglesia.

Hay todavía un tercer sentido en el que se puede usar el término “jerarquía”; este incluye a todo el clero y a los laicos en la medida en que todos son miembros de la Iglesia. No se puede mostrar ninguna instancia de la palabra hierarchia, correspondiente al término hierarches, antes del Pseudo Areopagita. No se debe interpretar como hiera arche (oficio sagrado), sino como hieron arche (oficio de ritos sagrados) (Petavio, "De angelis", II, ii, 2). El que la expresión heriarquia haya encontrado aceptación general se debe a la autoridad del Pseudo Areopagita. El tercer sentido de la expresión también se remonta a Dionisio [cf., J. Stiglmayr en "Zeitschr. Für kathol. Theologie", XII (1898), 180 ss.].

En el presente artículo el término “jerarquía” se utiliza en el sentido más estricto. Sin embargo, dado que la historia más antigua de esta triple institución, —el episcopado, el presbiterado y el diaconado— no puede darse sin una investigación detallada de toda la organización y la constitución interna de la Iglesia primitiva, se propone examinar en su totalidad la historia más antigua de la organización de la Iglesia cristiana hasta el año 150 d.C.; y en este examen es esencial que extendamos nuestra investigación al oficio apostólico, como la raíz de la cual surgió el episcopado cristiano primitivo. Aquí no se tratará sobre la fundación de la Iglesia por Cristo ni de la historia de la primacía del obispo de Roma (Vea los artículos OBISPO, IGLESIA, COLEGIO APOSTÓLICO, DIÁCONO, SACERDOTE, PRIMACÍA, PAPA, SUCESIÓN APOSTÓLICA.

El tema se tratará bajo los siguientes encabezados:

  • Principios que gobiernan la agrupación de los documentos originales pertenecientes al tema;
  • Enumeración de los grupos de documentos y la explicación del porqué estos grupos se han organizado de ese modo;
  • Discusión e interpretación de todos los textos de fecha anterior a mediados del siglo II (el fraseado completo de los textos será necesario solo en casos excepcionales);
  • Evidencia detallada encontrada en inscripciones paganas, papiros y trozos de vasijas (“ostraka), que arrojan luz sobre las instituciones cristianas;
  • Testimonios históricos o cuasihistóricos sobre la constitución del cristianismo primitivo, tomados de Ireneo, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Orígenes, Eusebio, Jerónimo, Teodoro de Mopsuestia y otros;
  • Breve sinopsis de los principales resultados de la investigación.

Principios que Gobiernan la Agrupación de los Documentos Originales

La división común en un período apostólico y post-apostólico no puede aplicarse adecuadamente a la colección de testimonios históricos relacionados con la constitución de la Iglesia primitiva; tal división es de hecho engañosa porque:

  • a. Nuestras fuentes para los primeros tiempos son demasiado escasas y fragmentarias para darnos algo parecido a una imagen clara de las instituciones; por lo tanto, es evidente que la mera omisión de ciertas cosas en estas fuentes no nos da derecho a inferir su inexistencia.
  • b. Aunque el desarrollo de los elementos primarios y principios fundamentales de la constitución interna de la Iglesia fue sorprendentemente rápido y uniforme, al menos en las características esenciales, las variaciones en las diferentes localidades fueron considerables.
  • c. Varios testimonios tomados del final del siglo I y primera mitad del II contienen información histórica valiosa directamente relacionada a la organización de la Iglesia primitiva, y así nos llevan al límite de la época más temprana.
  • d. En estos testimonios se halla una gran cantidad de fórmulas de interés arqueológico, y muchas declaraciones implícitas de concepciones legales contemporáneas. Contienen, por así decirlo, las instituciones cristalizadas del primer período.
  • e. Uno no debe imaginar la estructura eclesiástica primitiva como un mero agregado de fragmentos separados, sino más bien como un organismo vivo y desarrollado regularmente, de cuya construcción interna podemos, bajo ciertas condiciones, llegar a conclusiones definitivas en cuanto a su origen y crecimiento.

Los dos últimos puntos muestran que es permisible e incluso necesario determinar a partir de fuentes posteriores, mediante un método cauteloso y crítico, el estado más temprano de la constitución eclesiástica. Una investigación científica primero agrupará todas las fuentes hasta mediados del siglo II, y luego concebirá el desarrollo hasta ese momento en su conjunto. La investigación mostrará que muchas de las instituciones son indudablemente post-apostólicas, mientras que del mayor número de ellas solo se puede decir que siguieron cierto orden consecutivo; es imposible determinar la fecha exacta de su primera aparición. Las encíclicas de San Ignacio (alrededor de 110) marcan el final de un período definido; y hay otras fuentes, cuyas fechas se conocen exactamente, que nos permiten determinar los primeros comienzos y algunos pasos intermedios en el desarrollo de este período. Esto permite esbozar con mayor o menor precisión las etapas restantes sin fijar la fecha exacta de cada documento. Por ejemplo, no se puede dudar de que ciertas descripciones en la "Doctrina de los Doce Apóstoles" (Didajé) suponen una fase más antigua de desarrollo corporativo que la que encontramos en las Epístolas Pastorales y la Epístola de Clemente. Sin embargo, este hecho no decide la cuestión de si la Didajé fue escrita antes de la Epístola de Clemente y las Epístolas Pastorales. En cuanto a estas últimas, está claro que el sistema de gobierno representado en ellas representa una fase anterior a la dada en las Cartas de Ignacio.

No es nuestra intención en este artículo llevar a cabo una revisión preliminar y superficial de las fuentes, que solo establecería los hechos más evidentes de la cronología. Esta tarea ya se ha llevado a cabo con la suficiente frecuencia desde puntos de vista muy diferentes, y se ha demostrado con evidencia incontestable que los diversos grados de la jerarquía no existieron desde el principio en su forma final, sino que crecieron a través de varios procesos, en parte de desarrollo y en parte de auto diferenciación. Suponiendo, por lo tanto, que el proceso de desarrollo ha sido determinado en sus esquemas más generales, podemos organizar las fuentes conforme a ello. Ya sea que la cronología se trate previamente o en consecuencia a tal arreglo, ese factor debe considerarse por separado.

La clasificación ahora resultará de todo el material documental hasta la segunda mitad del siglo II. De todo el material recogeremos primero aquellos testimonios que evidentemente exhiben la etapa más avanzada de desarrollo y el parecido más cercano a las instituciones de este período. Estos documentos formarán el cuarto grupo. Luego reuniremos todos aquellos relatos en los que se muestra la plenitud de la autoridad apostólica junto con un sistema de gobierno eclesiástico algo inacabado y fluctuante; estos forman el primer grupo. Los documentos restantes se asignarán al segundo o tercer grupo en consecuencia, ya que están más relacionados con el primero o con el cuarto.

Grupos de Documentos

Enumeración

1. El primer grupo incluye:

2. El segundo grupo incluye:

3. El tercer grupo incluye:

4. El cuarto grupo incluye:

Explicación de los Grupos

(1) Observaciones Generales: Los apologistas (excepto Justino), los fragmentos de los presbíteros y de Papías, la Carta a Diogneto (los capítulos XI y XII son espurios), las “Actas” y “Pasiones” de los mártires de ese período, excepto un pasaje de la “Passio Polycarpi”, los propiamente llamados apócrifos (excepto la Ascensión de Isaías): ninguno de estos aporta nada directamente relacionado a nuestro asunto. Lo mismo es cierto para los papiros, ostraka e inscripciones cristianas. No se puede atribuir valor de testimonio independiente a cuatro pasajes que tratan sobre el llamado especial y vocación de los Doce, a saber, (a) el evangelio ebionita (Epifanio, "Hær.", XXX, 13), (b) la Apología de Arístides (Texte und Untersuch., IV, III, 1893, 9, 10), (c) el Sermón de la Misión de Pedro (Kerygma Petrou; Robinson, "Texts and Studies", 1891, 86 sq., fragm. 1), y (d) un papiro copto en Estrasburgo —(cf. Göttinger gel. Anz., 1900, 481 ss.). Respecto al papiro cristiano griego más antiguo, vea Wessely "Les plus anciens monuments du christianisme écrits sur Papyrus" ("Patrologia Orientalis", ed. Graffin and Nau, IV, 2).

Incluso sin tener en cuenta la falta de un texto crítico, debemos abandonar cualquier intento de argumentación a partir de las Clementinas, ya que incluso las partes más antiguas se muestran cada vez más como producto del siglo III. El escritor del documento original puede haber utilizado de vez en cuando tradiciones válidas en cuestiones que afectan la constitución de la Iglesia, pero es culpable de invenciones y cambios arbitrarios. Todas las conclusiones sobre las condiciones primitivas que la perspicacia y el aprendizaje de Hilgenfeld le permitieron sacar de las Clementinas deben ceder ante la presión de una crítica cuidadosa. El presente escritor tampoco hace uso de la llamada "Constitución de la Iglesia Apostólica", debido a la invalidez de la hipótesis de Harnack ("Die Quellen der sog. Apost. Kirchenord.", 1886, 32 ss.), que basaría los caps. 16-21: 22-28 en dos fuentes antiguas que datan de mediados del siglo II. El trabajo pertenece al siglo III y apenas admite conclusiones críticamente seguras. Lo mismo es cierto para la Didaskalia siríaca.

(2) Observaciones sobre el Primer Grupo, Sección (a): Según las restricciones hechas arriba, consideramos aquí los relatos del Evangelio solo en la medida en que su testimonio nos permite formar una idea de la Iglesia tal como existió en la primera generación. Los relatos sobre la posición, la autoridad, la actividad de los Doce originales en Jerusalén (Hechos 1-6) llevan los signos más evidentes de antigüedad y autenticidad, y están de acuerdo con toda la otra información sobre la dignidad de los Apóstoles que nos fue transmitida desde los primeros tiempos.

(3) Observaciones sobre el Primer Grupo, Sección (d): Respecto a los presbíteros de los Hechos de los Apóstoles, no será suficiente establecer históricamente el hecho de que alrededor del año 50 d.C. había presbíteros en Jerusalén y en otras localidades de Palestina, y, que al mismo tiempo en su primer viaje Pablo nombró presbíteros en Asia Menor. Queda otra cuestión importante por resolver, si todos estos presbíteros son, en un verdadero sentido de la palabra, los predecesores de ese colegio primitivo que encontramos, por ejemplo, alrededor de 115, en los escritos de Ignacio de Antioquía. No existe la más mínima razón crítica —lo probaremos en detalle más adelante)— de por qué deba considerarse a los presbíteros de Asia Menor como diferentes a los superiores mencionados en la Primera Epístola a los Tesalonicenses. Por otro lado, consideramos que los presbíteros-obispos de Éfeso (Hechos 20) pertenecen al segundo grupo de fuentes, porque representan una autoridad mucho más definida.

(4) Observaciones sobre el Primer Grupo, Sección (b) y sobre el Segundo Grupo: En la Primera Epístola a los Tesalonicenses el estado de la Iglesia como cuerpo corporativo no difiere en ningún punto esencial del descrito en los relatos del primer grupo. El Apóstol Pablo aparece como la primera, no, la única autoridad. En las epístolas a los Efesios, Filipenses y Colosenses las condiciones han cambiado un poco. De hecho, el gobierno personal del Apóstol sigue siendo supremo; pero algunos rasgos apuntan a un paso gradual del poder a otros superiores. Se nos recuerda este hecho por el título de la Epístola a los Filipenses, en el cual se menciona a los obispos y diáconos. Nos lo recuerda de nuevo la mención de Arquipo, el ministro en la Epístola a los Colosenses. La nota a Filemón está asimismo relacionada en alguna medida con este cambio. En el segundo grupo colocamos también la Epístola a los Efesios, ya que muestra una notable disminución en la importancia de individuos dotados de los carismas como miembros del organizado Cuerpo de Cristo. Por razones similares insertamos aquí la Didajé.

(5) Observaciones sobre el Tercer y Cuarto Grupos: Todos los escritos enumerados en el tercer grupo muestran la organización de la Iglesia más desarrollada. El cuarto grupo es testigo de la preponderancia del episcopado monárquico. No es fácil encontrar el lugar adecuado para “El Pastor” de Hermas. El grado de desarrollo orgánico que se supone en esa obra, el pronunciado control de los presbíteros y la presencia, según todas las apariencias, de una personalidad destacada, Clemente, todo esto apunta a una etapa intermedia, cuyo lugar estamos muy inclinados a fijar entre la Primera Carta de Clemente y las encíclicas de Ignacio. Solo se menciona a Clemente una vez y de pasada; poco, por lo tanto, se puede reunir en cuanto a la posición que le ha asignó Hermas. Por otro lado, la organización de la Iglesia es más estable de lo que era en Corinto al momento del primer Clemente alrededor del año 98 d.C. Es todavía una pregunta abierta si Hermas realmente intentó llevar su descripción de la Iglesia al final del siglo I al darle un matiz de antigüedad; el categórico "no" de los estudiosos recientes provoca contradicciones. En cualquier caso, el intento de Hermas, suponiendo que se hubiese hecho, fue bastante débil. Pero, por otro lado, el tono personal no es prueba de lo contrario. Aún así, hay fuertes indicios de que el profeta escribió alrededor del año 150 d. C. Es cierto que en ninguna parte se menciona un obispo monárquico, pero de esto no se deduce que Hermas terminase su obra antes de la elección de su hermano Pío al obispado de Roma. Solo porque era el hermano del jefe de la Iglesia, debió haber pensado que era más aconsejable guardar silencio sobre él y antedatar los abusos que reprendió.

Discusión de Textos Anteriores al 150 d.C.

Textos del Primer Grupo

Si juzgamos la organización de las Iglesias representadas en el primer grupo de documentos simplemente de acuerdo con el relato dado en los textos, sin utilizar una teoría definida como base, se presentan naturalmente nueve preguntas en cuanto a:

  • A. la posición de los Doce;
  • B. la posición de los siete ministros de la mesa (cf. diakonein trapezais Hch. 6,2) mencionados en los Hechos, y de los presbíteros de Palestina;
  • C. el origen de la autoridad apostólica;
  • D. las relaciones entre los apóstoles y las comunidades cristianas;
  • E. los derechos de las comunidades cristianas;
  • F. la posición de los individuos poseedores de los carismas;
  • G. el origen de la autoridad eclesiástica en general;
  • H. la posición de los superiores mencionada en algunos textos;
  • I. la posición de los compañeros de trabajo apostólicos.

A. La Posición de los Doce:

En los primeros seis capítulos de los Hechos los Once (doce si incluimos a Matías) aparecen como un cuerpo gobernante a quien la comunidad de Jerusalén está sujeta (1,13.25.26; 2,14.37.42-43; 4,33.35.37; 5,2.12.18-42; 6,2-6). El personaje principal es Simón Pedro (1,15 ss; 2,14.37; 4,8; 5,3 ss. 15.29). Junto a él se encuentra Juan (3,1.3.4.11; 4,1.13 ss.). Según estos textos, los Doce son heraldos de la Palabra de Dios y gobernantes de la comunidad. Esta concepción concuerda con las tradiciones de los Sinópticos, las cuales nos informan: (a) del nombramiento especial de los Doce, (b) del cargo que se les ha confiado y su destino futuro.

1. Selección especial de los Doce:

(a) Nombramiento: La vocación de los individuos, es decir, de Pedro, Andrés, Santiago y Juan, los cuales serán pescadores de hombres (Mc. 1,16-20; Mt. 4,18-22). Según Lucas 5,10, después de la pesca milagrosa Jesús le dice a Simón que ahí en adelante será pescador de hombres. El llamado de Mateo (Mc. 2,13.14; Mt. 9,9; Lc. 5,27.28). Nombramiento de los Doce (Mc. 3,13-19; Mt. 10,2-4; Lc. 6,12-16). Cristo “los llamó también apóstoles (Lc. 6,13).

(b) El oficio de los Doce y su destino futuro: Estarán con Él y serán enviados a predicar (Mc. 3,14). Son sal de la tierra y luz del mundo (Mt. 5,13-16). También deben proteger al mundo contra la corrupción y elevarlo con su santo ejemplo. Lo que Cristo les ha dicho en la oscuridad, ellos lo hablarán en la luz (Mt. 10,26-27).

(c) Misión de los Doce a predicar el Reino y a sanar a los enfermos (Mc. 6,7 ss.; Mt. 10,5 ss.; Lc. 9,1 ss.). No irán a los gentiles. Misión de los Setenta (Lc. 10,1-16). Todos están obligados a recibir y a oír a los Doce y a los Setenta; de otro modo les espera un juicio muy severo.

(d) El poder de atar y desatar dado a los Doce (Mt. 18,15 ss.); juzgarán a las doce tribus de Israel (Lc. 22,30).

(e) Misión al mundo (Mc. 16,14-18; Mt. 32,18-20; Lc. 24,44-49).

(f) Los apóstoles sobrevivirán a su Maestro y pasarán días de tristeza (Mc. 2,19.20); Mt. 9,15; Lc. 5,34-35; igualmente Mc. 8,35 ss.; Mt. 16,24 ss.; Lc. 9,22 ss.; 17,20 ss.). Serán llevados ante los tribunales (Lc. 12,11.12; 21,12 ss.; Mc. 13,9 ss.; Mt. 10,17 ss.).

2. Nombramiento Especial y Posición de Simón Pedro:

Pedro es el fundamento de la Iglesia y el guardián de las llaves; él tiene todo el poder para atar y desatar (Mt. 16,18 ss.). Pedro será ser como un mayordomo sabio y fiel, a quien el maestro establece sobre su familia (Lc. 12,41 ss .; cf. Mt. 24,45 ss.). Cristo ora por Pedro, el cual confirmará a sus hermanos en la fe (Lc. 22,31-34). Ningún pasaje en la primera literatura cristiana nos permite explicar la primitiva y marcada posición de importancia que disfruta la Iglesia de Jerusalén por la importancia de esta ciudad misma. Solo los Doce son los portadores de esta autoridad, y más tarde Santiago, el "hermano del Señor", y su círculo. En ninguna parte aparece que los hermanos dotados de los carismas tuviesen alguna influencia en asuntos de gobierno. La autoridad apostólica se representa como resultado de la ordenanza divina. Esta autoridad incluía la jurisdicción. Los Doce consideraban sus prerrogativas como un poder moral conferido por Dios y Cristo, como un derecho que exigía a los demás el servicio correlativo de la obediencia.

B. Los Siete Ayudantes Apostólicos (Hch. 6) y los Presbíteros de Palestina:

(1) Los Siete Administradores de la Mesa:

Debido a la queja de los cristianos judíos helenistas de que sus viudas eran menos cuidadas que las de los "hebreos", los Doce proveen que toda la comunidad (cf. episkepsasthe de 6,3, y exelexanto de 6,5) “busque” y elija a siete hombres, llenos del Espíritu Santo y sabiduría (cf. to plethos ton matheton, Hch. 6,2, y enopion pantos tou plethous, 6,5). Los propios apóstoles tienen la intención de instalar en su oficio a las personas elegidas (6,3). Esto permite a los Doce dedicarse (de ahora en adelante exclusivamente) a la oración y a la predicación. Los siete elegidos son presentados a los apóstoles quienes “habiendo hecho oración, les impusieron las manos” (6,5.6). No se puede arrojar ninguna duda crítica sobre ninguna parte de la narración. No nos ha llegado ningún nombre oficial para los Siete. Se describe su oficio como la administración de las mesas (diakonein trapeizas, 6,2) y el cuidado del apoyo temporal a los pobres. Sin embargo, en realidad, uno de esos elegidos, Esteban, pronto se dedica con celo ardiente a predicar la Palabra de Dios. Otro, Felipe, se convierte en misionero (8,5 ss.) y en 21,8 se le llama evangelista.

Las fuentes muestran que estos siete hombres, elegidos por el pueblo en obediencia a los apóstoles, fueron investidos por los apóstoles en el oficio de limosneros con oración e imposición de manos. Además, podrían actuar como predicadores. No sabemos si esta institución existió por algún período de tiempo. No existe una tradición dogmática estrictamente hablando, ni ninguna razón histórica decisiva para suponer que estos siete hombres fuesen diáconos en el sentido posterior de la palabra. La cuestión de su posición generalmente se mira desde un punto de vista incorrecto; pues a partir de la diferencia entre la esfera de actividad original y la posterior, no podemos inferir una falta de continuidad entre el oficio de los Siete y el de los diáconos del siglo II. El oficio de los Siete no era más completamente independiente que el de los diáconos posteriores.

Con el tiempo, un mismo oficio puede cambiar los límites de su competencia en un grado muy considerable; tanto así que solo puede quedar un mínimo de lo que era originalmente. Sin embargo, nadie habla en este caso de un oficio esencialmente diferente. Para estar convencidos de esto, solo tenemos que considerar los oficios romanos de pretor y cuestor. En tiempos posteriores también el cuidado de los pobres y enfermos era uno de los deberes de los diáconos propiamente dichos. La distribución de la Eucaristía también era parte de su deber. No es imposible que el último deber mencionado ya esté incluido en la expresión "ministrar a las mesas", utilizada en nuestro texto; para comparación vea Hch. 2,46, "partían el pan por las casas (klontes te kat okon arton) y tomaban el alimento con alegría (metelambanon trophes)".

Sin embargo, el punto más importante es este: los Siete fueron nombrados a su oficio por los apóstoles con imposición de manos y oración. Esta oración debe haber contenido, implícitamente al menos, la petición de que el Espíritu Santo podría empoderase y fortaleciese a los elegidos para cumplir su oficio (de ministrar a las mesas), confiriendo así todo lo que era esencialmente necesario para hacer de su oficio el mismo que el diaconado posterior. Tampoco la Iglesia ha colocado la esencia del diaconado en otra cosa.

(2) Los Presbíteros de Palestina:

No sabemos si hay o no una base histórica para la tradición legendaria de que los primeros doce apóstoles, siguiendo el mandato de su Maestro, permanecieron doce años en Jerusalén. En todo caso solo Simón Pedro; Santiago, Juan y Santiago el “Hermano del Señor” se encuentran en Jerusalén entre los años 45 y 50.

Por esta época aparecieron presbíteros además de los apóstoles. Se les menciona por primera vez en Hch. 11,30 y se les encuentra en varias comunidades cristianas de Palestina. En Jerusalén los presbíteros ocupan un rango intermedio entre los apóstoles y el resto de la comunidad. Junto con los apóstoles escriben la carta que transmite la decisión tomada por la Iglesia de Jerusalén sobre el modo apropiado de observar la Ley (15,1-30; cf. 16,4). Los Hechos mencionan a los presbíteros en relación con Santiago solo en otra ocasión (21,18).

Es contrario a los principios de la investigación histórica asociar la primera aparición de los presbíteros palestinos con la posición monárquica de Santiago de la casa de David. Fue solo en un momento posterior, probablemente después que Pedro hubo dejado Jerusalén por un largo tiempo o para siempre que Santiago aparece como el obispo monárquico de la Ciudad Santa. Al principio los presbíteros eran simplemente ayudantes de los Doce fuera de la capital. Luego, se necesitaba un sustituto de los Apóstoles también en Jerusalén, cuando la mayoría de ellos habían abandonado esa ciudad. Esto no fue una revolución en el sistema de gobierno de la Iglesia; fue simplemente el curso natural de los acontecimientos. Nadie que entienda claramente la práctica y las ideas de los primeros tiempos dudará de que la instalación de estos presbíteros se haya efectuado mediante la imposición de manos y la oración. Muy probablemente el presbiterado de los primeros tiempos fue solo una dignidad.

C. Origen de la Autoridad Apostólica:

(a) Pablo prueba que él es el Apóstol enviado directamente por Dios y Cristo y dotado con pleno poder (Gál. 1,1.12.15; 2,8-9; 1 Cor. 1,1; 3,9-11; 4,1; 9,1; 2 Cor. 1,1; 3,6; 10,4-8; 11,4-5; capítulos 11 y 12 completos; 1 Tes. 1,4-5; 2,4.13, Rom. 1,1-16; 11,13 ss.; 12,3; 15,15-22, 16,25-27).

(b) Textos suplementarios: Gál. 1,8-9 (Pablo predica la verdad absoluta); Gál. 2,2 (comparación entre su Evangelio y el de los apóstoles originales); Gál. 2,6 (no recibió poder de los otros apóstoles, ya sea que la palabra apóstoles se tome en un sentido más estricto o más amplio). El pensamiento que subyace en todos estos textos es el siguiente: Pablo concibió su propia autoridad como análoga al poder que Dios y Cristo confirieron a los Doce, un poder que el mismo Pablo reconoció.

(c) Estas declaraciones de Pablo concuerdan con las siguientes en los Hechos de los Apóstoles:

  • 2,32; 4,33; 5,32; 8,25: los apóstoles son testigos autoritativos de la Resurrección y los hechos de Jesucristo;
  • 9,3 ss.; 22,14 ss.; 26,15 ss.: vocación de San Pablo);
  • 4,19-20; 5,29; 10,42: los apóstoles están obligados a dar a conocer lo que han visto y oído;
  • 9,27 Bernabé les presenta a Pablo a los apóstoles en Jerusalén;
  • 13,47 [Pablo (¿y Bernabé?) nombrados por Cristo para ser luz de los gentiles];
  • 20,24, teleioto [teleiosai] . . . ten diakonian en elabon para tou kyriou Iesou, diamartyrasthai to euangellion... Este texto es equivalente a los dados bajo (a).

D. Relaciones del Apóstol con las Comunidades que Fundó:

(1) Gálatas:

Los gálatas estaban obligados a creer y obedecer la predicación de Pablo (Gál. 1,6-12; 3,1-2; 4,14-19; 5,2.7-10). Sus relaciones se basan sobre los siguientes tres hechos fuertemente enfatizados por Pablo:

  • (a) Han recibido el Espíritu Santo ex akons pisteos (“por la fe en la predicación”, 3,2).
  • (b) Pablo predica la verdad absoluta, por lo tanto sea anatema el que predique un Evangelio distinto al que él ha predicado (1,8-9).
  • ( c) Resistirse a la verdad predicada es desobedecer (5,7).
(2) Corintios:
  • Pablo se presenta como un maestro autorizado ( 1 Cor. 1,11 ss.; cf. 3,4-7; 2,4-5; 4,3-5.15-17);
  • amenaza con usar medidas severas (4,19-21);
  • ordena la expulsión del adúltero incestuosos (5,1-13);
  • les manda a nombrar árbitros (6,1-7);
  • distingue entre su permiso (syggnome ) y su mandato (epitage) (7,6); cf. 7,7 “desearía”; 8, “digo”; 10, “orderno, no yo, sino el Señor”; 12, “digo yo, no el Señor”; 25, “aconsejo”; 40, desea que sigan su consejo.
  • Pablo tiene el derecho a ser mantenido por aquellos a quienes él predica, pero no hace uso de ese derecho (9,1-2.7-16).
  • Los alaba por guardar sus ordenanzas (11,2); 17, “ahora les ordeno esto”; 11,33-34, “lo demás lo dispondré cuando vaya”; cf. también las órdenes, 14,28 ss. y 15,1 ss.; 16,1 ss.
  • ordenanza respecto a la colecta, que según el deseo de los apóstoles, que siempre se ha de ver como un acto de bondad voluntario; cf. 2 Cor. 9 y Rom. 15,26 ss.
  • En la Primera Epístola a los Corintios el Apóstol no le atribuye a la comunidad ninguna autoridad sobre él mismo; se niega a ser el objeto de ningún juicio arrogante (4,3).
  • En tres casos él admite que la comunidad tiene ciertos derechos que, sin embargo, tienen su origen en su mandato o directrices (5,1-13; 6,1-7; 16,1 ss.).

Pablo les asegura que ha evitado ir a Corinto por consideración a ellos, y añada: “No es que pretendamos dominar sobre vuestra fe, sino que contribuimos a vuestro gozo.” (2 Cor. 1,23 ss.). Este es el único pasaje de esta clase que se encuentra en los escritos de San Pablo.

  • 2 Cor. 2,9: “Pues también os escribí con la intención de probaros y ver si vuestra obediencia era perfecta.” 3,2-3; 7,8-12; 8,10 ss. (pedidos suaves); 10,1-18; hasta este capítulo de la segunda Epístola a los Corintios, San Pablo enfatiza poco su autoridad; no pronuncia tanto mandatos como consejos y solicitudes, sin reconocer, sin embargo, ningún poder de la comunidad sobre sí mismo.
  • Ahora habla de las armas espirituales dadas por Dios "para derribar las fortificaciones" (10,4); "reducir a cautiverio todo entendimiento (noema) para la obediencia a Cristo" (10,5);
  • "dispuesto a castigar toda desobediencia" (10,6);
  • el Señor le ha dado poder "para edificación" (10,8; cf. 13,10; 11,4);
  • no hay otro Cristo, no hay otro Evangelio, sino el que él ha traído (anechesthe, not aneichesthe) (13,2); si viene de nuevo, no perdonará a los pecadores.
  • Desde el capítulo 10 en adelante Pablo nuevamente enfatiza vigorosamente su plena autoridad sobre la comunidad.
(3) Romanos:

Debemos tener en cuenta que el Apóstol habla a una comunidad no fundada por él mismo (cf. especialmente el cap. 15); en consecuencia no da órdenes; sin embargo, enseña con plena autoridad, como alguien que tiene poder. Menciona (12,3) la gracia que se le otorgó para que él pueda dar advertencias sinceras; de ahí que los gentiles le deben obediencia (15,15-19). La misma idea se expresa en el capítulo 16,17-19. El texto (10,14-17) es uno de los más útiles para darnos una percepción clara de los comienzos del cristianismo. Creer es imposible si uno no ha oído a un predicador de la fe, y la predicación requiere el envío del predicdor.

(4) Tesalonicenses:

En 1 Tes. 2,7 (1 Cor. 9,7-16 y 2 Tes. 3,7-9); 1 Tes. 4,1; 2 Tes. 2,12-14 (cf. 2-4) Pablo exhorta a los tesalonicenses a mantener las tradiciones que han aprendido, ya fuese oralmente o por epístola; cf. también 3,6. Si uno de los fieles no obedece la epístola de Pablo, con ese no deben tratar, sino amonestarle como hermano (3,14-15).

(5) Notas suplementarias a los Hechos de los Apóstoles:

E. Derechos de las Comunidades:

El primer grupo de nuestros documentos contiene quince textos de los cuales se pueden sacar conclusiones respecto a ciertos derechos de la comunidad. Estos textos pueden dividirse en ocho clases: (1) información sobre elecciones de carácter oficial celebradas por las comunidades; (2) sobre elecciones de carácter privado; (3) sobre procedimientos judiciales; (4) sobre tribunales de arbitraje privados; (5) sobre las opiniones de los fieles respecto a los apóstoles; (6) sobre las colectas realizadas en las comunidades; (7) sobre las credenciales concedidas en nombre de la comunidad; (8) sobre el reconocimiento de la comunidad hacia los superiores.

Para ver el asunto bajo la luz crítica adecuada, se debe tener en cuenta que desde el principio el concepto Ecclesia expresó no solo la Iglesia local particular, sino también la Iglesia universal en su conjunto, en la medida en que es superior a las comunidades individuales y opera en ellas como su principio vital. Esto ahora es aceptado por estudiosos protestantes de primer rango. Incluso cuando Ecclesia se usaba en el sentido de Iglesia local, en la literatura cristiana primitiva, no designaba la comunidad como opuesta a los apóstoles o cualesquiera otros superiores, sino que significaba la comunidad organizada. Tal es el significado obvio del término en todos los escritos del Nuevo Testamento. En solo dos pasajes que, además, pertenecen al bastante excepcional capítulo 15 de los Hechos, la Ecclesia se coloca lado a lado con los apóstoles y presbíteros: los apóstoles de los gentiles son recibidos por la Iglesia (de Jerusalén) y por los Doce y los presbíteros (15,4); los apóstoles y presbíteros, junto con toda la Iglesia de Jerusalén, eligieron los enviados para Antioquía. Hechos 14,23 dice que Pablo nombró presbíteros en todas las Iglesia (kat ekklesian) de Asia Menor.

Sin embargo, en todos los demás lugares prevalece la concepción de la Iglesia de San Pablo: la Iglesia, tanto en su forma ideal como en su realización concreta, es siempre el cuerpo de Cristo y, en consecuencia, un todo orgánico y articulado. Es en la Epístola a los Efesios donde encontramos por primera vez la noción de esta Iglesia ideal, es decir, de la Iglesia universal tomada como una unidad individual (Ef. 1,22; 3,10.21; 5,23.24.25.27.29.32; también Col. 1,18.24; Heb. 12,23 ss.). Este es el significado de Mt. 16,18: “edificaré mi Iglesia”. Algo así como una transición a este significado se encuentra en 1 Cor. 12,28: "Y así los puso Dios en la iglesia, primeramente como apóstoles, etc." Sin embargo, uno simplemente siente que detrás de estas palabras todavía acecha la idea de que en cada Iglesia individual (es decir, comunidad) los diversos carismas son operativos. Algo similar puede observarse en 1 Cor. 10,32 con la diferencia, sin embargo, de que aquí la Iglesia particular real se puede ver aún más claramente.

Por otro lado, en los tres pasajes donde Pablo habla de sí mismo como el ex perseguidor de la Iglesia, posiblemente tenga en mente la comunidad de Jerusalén (Gál. 1,13; 1 Cor. 15,9; Flp. 3,10). En Hch. 11,26 la palabra Ekklesia también parece tener un significado intermedio entre el de la Iglesia concreta en particular y el de la Iglesia universal ideal. Quedan 84 textos en los que aparece la palabra Ecclesia. En ninguno de ellos, la expresión significa la comunidad o la congregación tomada en un sentido claramente democrático, por el cual se haría hincapié en el autogobierno de los fieles. Por lo tanto, no es admisible considerar las acciones de la Ecclesia como un mero resultado de los derechos democráticos, excluyendo así arbitrariamente tanto el funcionamiento unitario del organismo en su conjunto como la actividad gradual de los miembros individuales y los diferentes órganos de administración. San Pablo ciertamente atribuye todos los derechos y poderes a la Ecclesia como el todo ideal, a través de cuya acción vivificante se les imparte a las Iglesias locales, las fuentes inmediatas de donde los órganos administrativos individuales derivan sus prerrogativas vitales. Pero todo esto es posible solo porque la Iglesia es el cuerpo de Cristo y, por lo tanto, en unión vital con el dador de la vida, Jesucristo.

Esta visión cristiana primitiva de la Iglesia no tiene nada en común con la idea de una autoridad democrática y puramente humana y la supremacía de la comunidad. También en nuestros días es, por supuesto, la única concepción correcta de la Iglesia cristiana; es la idea católica de la Iglesia. Incluso hacia fines del siglo II, el uso de términos ya había comenzado a sufrir un cambio, lo cual quizás sea de lamentar. En lugar de hablar de la actividad, la eficiencia y el oficio sacrificial de la Iglesia de Dios, gradualmente se volvió costumbre enfatizar en los órganos actuantes, es decir, atribuir estas funciones al obispo o presbítero. Esto expuso más claramente el elemento de jurisdicción y definió más claramente los grados de autoridad. Mientras la Iglesia en general fuese concebida como el sujeto de toda actividad, las funciones de los órganos individuales permanecieron indefinidas ni se pudo establecer una distinción clara entre sus respectivas atribuciones. Si bien estas se marcaron más claramente en el desarrollo posterior, la profundidad y la unidad de pensamiento se vieron afectados por el oscurecimiento de la idea de que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo.

San Pablo nunca derivó todos los derechos y poderes de las Iglesias fundadas por él de la plenitud de su poder apostólico. Nunca olvidó que la Iglesia de Dios es principalmente una creación de Dios y, por lo tanto, el sujeto de derechos basados en su propia naturaleza. Pero estos derechos y poderes que provienen de Dios no tienen nada en común con los derechos de la comunidad. Por derechos de la comunidad entendemos, por supuesto, solo aquellos derechos que eran propios de las comunidades completas existentes. En la mayoría de las obras protestantes sobre este tema encontramos estos últimos derechos confundidos con los que pertenecen a la Iglesia como organismo, como el cuerpo de Cristo. Harnack, en su último tratado sobre la constitución interna de la Iglesia (Realencyklop. für Protest. Theol. und Kirche, ed. 3, XX, 1908, 508-546; cf. especialmente 519 ss.) ha intentado remover esta confusión, pero solo con éxito parcial.

En la próxima serie de textos, por supuesto, no podemos insertar aquellos en los que San Pablo exhorta a los cristianos a amonestarse unos a otros, a advertir, a corregir a los pecadores, como por ejemplo en Gál. 6,1. Este es un deber impuesto por el mandato del Señor; y el derecho a cumplir ese deber está incluido en el derecho a administrar la corrección fraterna; no es un derecho comunitario.

El primer grupo de textos trata sobre procedimientos electorales de carácter oficial:

  • (a) Toda la asamblea de los fieles toma parte en la elección de Matías (Hch. 1,23-26), luego de que se propuso a dos candidatos. Pedro inicia los procedimientos, pero no se da información sobre el [Derecho de Presentación |derecho de presentación]] y la forma de echar la suerte.
  • (b) Se escoge a los siete ayudantes de los apóstoles de acuerdo con el mandato de los Doce (pan to plethos… exelexanto); y de parte de los apóstoles reciben la imposición de manos y la oración (Hch. 6,2-6).
  • (c) En Hch. 11,22 ss. se nos dice que la “Iglesia que estaba en Jerusalén” mandó a Bernabé como enviado oficial a Antioquía.

Luego del concilio de los apóstoles, estos, los presbíteros y toda la Iglesia despachan enviados (syn ole te ekklesia, Hch. 15,22). Solo en un texto (del segundo grupo de textos) se habla de una elección semi-oficial. En Cor. 8,19) “las iglesias” le dan a Pablo un compañero para que vaya con él a recoger limosnas. Es fácil de leer entre líneas que San Pablo desea que se les nombre para protegerse contra las malas lenguas. En estos actos electorales hay que tener en cuenta todo lo que se ha dicho sobre la Iglesia como organismo y también tener en cuenta la dependencia de los votantes de los Apóstoles, lo que sugieren los propios textos. Finalmente, la siguiente importante regla metodológica debe mantenerse constantemente a la vista: si un documento simplemente informa el hecho de que una comunidad eligió a sus funcionarios o que tuvo una participación en su nombramiento, esto no garantiza la conclusión de que el gobierno se basa en principios democráticos .

Un tercer grupo de textos contiene información sobre las prerrogativas judiciales de la comunidad. Incluyen la condena al hombre incestuoso, que se aprobó en una sesión plenaria de la comunidad en Corinto (1 Cor. 5,3 ss.) y una alusión a un evento similar que tuvo lugar en esa misma Iglesia (2 Cor. 2,6-9 y 7,12). En ambos casos, se encuentra una ordenanza del Apóstol, y esto significa que la competencia de la comunidad depende de San Pablo.

El cuarto grupo consiste de un solo texto, el cual trata sobre los tribunales de arbitraje privados a ser introducidos en Corinto por orden de San Pablo ( 1 Cor. 6,1 ss.).

En el quinto grupo tenemos tres textos que cuentan sobre el duro juicio pasado por los fieles sobre San Pablo (Gál. 6,1; 1 Cor. 4,3) y San Pedro (Hch. 11,1-4). Respecto a su manera de actuar, solo el texto en la Epístola a los Corintios habla de un "día" (hemera) de la comunidad. Los puntos en cuestión son las diferencias de partido que habían surgido entre los seguidores de Pablo, Cefas y Apolo. Sin embargo, solo una exégesis superficial sacaría de las discusiones conclusiones en cuanto a los elementos fundamentales de la organización eclesiástica. De hecho, San Pablo mismo declara su completa indiferencia a todos estos juicios. Por supuesto, era extremadamente cauteloso respecto a la colección de limosnas (2 Cor. 8,18 ss.) —sexto grupo. Le dejaba a los cristianos mismos la decisión de dar o quedarse con su óbolo. Sería absurdo hablar aquí de derechos definibles. Las credenciales y cartas de recomendación (2 Cor. 3,1) —séptimo grupo— no eran un asunto de obligación y de ellos no se pueden inferir derechos comunitarios.

Por consiguiente, solo queda el octavo grupo, que consiste de dos textos. La pregunta aquí es, ¿qué derechos pueden deducirse del reconocimiento de superiores por parte de la comunidad (1 Cor. 16,16; 1 Tes. 5,12)? Hasta ahora no se han encontrado pruebas de la afirmación de Weizsacker (Das apostolische Zeitalter der christlichen Kirche, 3a ed., 1902, p. 601) de que este reconocimiento dependía "en todo momento" de la libre elección de la comunidad. Las conclusiones totalmente injustificadas extraídas de nuestros textos por Weizsacker (op. cit., 599 ss.) y muchos eruditos después de él han sido refutadas por mí en detalle en "Zeitschrift f'r katholische Theol.", XXVII, 1903, págs. 64-74. Este artículo con la ayuda de otros documentos muestra también el punto adicional, que la circunstancia de que las Epístolas se dirijan a toda la comunidad no prueba en lo más mínimo la autonomía de la comunidad y la ausencia de superiores. Esto sirve también como una refutación de las declaraciones de Knopf (Das nachapostolische Zeitalter, 1905, p. 148 sq.).

Incluso si los derechos de la comunidad, según descritos en todo el primer grupo de documentos, hubiesen sido mucho más amplios de lo que los textos realmente los muestran, todavía no podríamos hablar de ningún modo de una reforma democrática de la constitución (cf. Dunin Borkowski, "Methodologische Vorfragen zur urchristlichen Verfassungsgeschichte" in "Zeitschr. für Kath. Theol.", XXVIII, 1904, págs. 218-249, y XXIX, 1905, págs. 28-52 y 212-257). A pesar de que el análisis crítico de todos los textos reduce a su verdadero valor los supuestos derechos de las primeras comunidades cristianas, por supuesto no negamos que San Pablo permitió a las comunidades que él fundó una mayor autonomía en muchos puntos, haciendo así a la Iglesia local independiente de él en varios asuntos. Sin embargo, siempre debemos entender a la Iglesia en el sentido en que Pablo la comprende, es decir, como un cuerpo orgánico cuyos varios miembros disfrutan de distintas actividades proporcionales al poder funcional con el que Dios dotó a cada uno.

F. Posición de los Indivduos Carismáticos:

Las epístolas de San Pablo más largas contienen información sobre ciertas manifestaciones maravillosas y místicas de la vida religiosa en las primeras comunidades. Estas son: don de profecía, don de obrar milagros en general (energemata or energemata dynameon or dynameis), curación de los enfermos (charismata iamaton), discernimiento de espíritus (diakriseis pneumaton, diakrinein), don de lenguas (geneglosson, ai glossai, ho [pneumati] lalon glosse or glossais), interpretación de dichas lenguas (ermeneia glosson, diermeneuesthai, eusemon logon dounai, dynamin tes phones eidenai, hermeneia), revelación (lalein en apokalypsei, apokalypsin echein). En 1 Cor. 14,6 se distingue el don de revelación del de profecía, mientras que en los versículos 26 y 30 se declara que es profecía. La profecía revela no solo el futuro, sino también, y especialmente, los secretos del corazón (1 Cor. 14,23-25). El don de discernimiento de espíritus distingue entre varios (probablemente conflictivos) pronunciamientos proféticos (1 Cor. 14,29 ss.).

Estos dones del Espíritu Santo y solo estos se han de considerar entre las manifestaciones místicas extraordinarias. El Apóstol los llama charismata, pneumata, charismata pneumatika, ta pneumatika (Vea CARISMAS). Los individuos así dotados son oi pneumatikoi. Según el modo de hablar del Apóstol, el término carisma se usa para referirse a toda actividad que en cualquier modo se origina en el mandato de Dios o Cristo, y es concedida principalmente para el bien de la Iglesia. No necesita ser dada al individuo inmediatamente por Dios; puede haber sido establecida por Dios como una función sobrenatural ordinaria. En otras palabras, cada actividad religiosa ejercida dentro de la Iglesia como el cuerpo de Cristo, y al servicio de la Iglesia, es considerada por el Apóstol como un don de Dios y, en ciertos casos, como un cargo divinamente establecido.

En el primer grupo de textos la palabra charisma (charismata) aparece catorce veces: Rom. 1,11; 5,15.16; 6,23; 11,29; 12,6; 1 Cor. 1,7; 7,7; 12,4.9.28-31 (en todo el cap. 13 y el 14 se habla de los carismas, sin embargo, no se menciona la palabra); 2 Cor. 1,11. Solo hay otros tres pasajes en los que aparece la expresión, pero en estos se usa con el significado exacto con que San Pablo la usa: 1 Tim. 4,14; 2 Tim. 1,6; 1 Ped. 4,10. El significado dado anteriormente es bastante evidente, con la excepción, quizás, de los caps. 5 y 6 de Romanos, en los cuales el significado es aún más general. La caridad, la fe y la esperanza, ejercidas de cualquier manera al servicio de la Iglesia, son carismas. Son incluso más perfectos que el don de milagros (1 Cor. 12,31, y cap. 13).

Dado que la difusión del Reino de Dios y la predicación del Evangelio son carismas del Espíritu (Rom. 15,27: tois pneumatikois [i.e. charismasin]... ekoinoesan — cf. 1 Cor. 9,11), así también lo es ese mutuo consuelo que brinda la fe común. Esos cristianos son "espirituales" y están gobernados por el Espíritu de la mansedumbre divina (Gál. 6,1). Sin embargo, la palabra de sabiduría (logos sophias), la palabra de conocimiento (logos gnoseos), la enseñanza ordinaria (didache, didaskalia) no son necesariamente manifestaciones místicas y milagrosas. La opinión contraria, aunque ampliamente difundida, no se puede probar a partir de las fuentes. Si todos estos carismas son o no místicos o milagrosos (ver arriba) depende de su objeto y su carácter. La oposición del individuo "espiritual" al profeta en 1 Cor. 14,37 es solo aparente. El he en la oración ei tis dokei prophetes einai he pneumatikos se ha de traducir como "o en general". Todo individuo carismático es spiritual, pero no viceversa. Muestra falta de crítica exacta el suponer carismas extraordinarios, o dotaciones milagrosas, en todos aquellos casos en los que se menciona a los carismas.

Ahora procedemos a un examen más detallado de estos textos. En Rom. 12,3-8, se enumeran los diversos carismas que determinan la dignidad de los miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Entre estos carismas, Pablo menciona (v. 6) la profecía "según la regla de la fe" (kata ten analogian tes pisteos), el ministerio y el don de la enseñanza (v. 7). Respecto a los dos últimos, no se puede demostrar que fueran carismas en un sentido diferente a cualquier otra virtud cristiana, o cualquier trabajo realizado por amor o bajo la influencia ordinaria de la gracia. Esto se confirma por la circunstancia de que inmediatamente después se mencionan: (v. 8) el que exhorta (parakalon), el que da (metadidous), el que gobierna (proistamenos) y el que muestra misericordia (eleon).

En 1 Cor. 12,4-31 Pablo distingue (v. 4, 5, 6) charismata, probablemente curación de los enfermos, ministerios (diakoniai) y operaciones (energemata). En la Epístola a los Romanos cuenta los ministerios entre los carismas. Sin embargo, en la Epístola a los Corintios él no se adhiere estrictamente a esta triple división; pues en los versículos 8 y 9 evidentemente enumera como carismas la (obscura) palabra de sabiduría (logos sophia), la palabra (interpretadora) de conocimiento (logos gnoseos), la fe (pistis) y la gracia de curación (charismata iamaton). En el versículo 10 menciona los milagros en primer lugar, probablemente expulsiones de demonios (energemata dynameon) y luego sigue profecía discernimiento de espíritus el don de lenguas y la interpretación de dichas lenguas.

En el 1 Cor. 12,28) da otra lista: apóstoles, profetas, doctores, milagros (dynameis), la gracia de la curación, ayudas (antilepseis), gobiernos (kyberneseis), diversidad de lenguas, interpretaciones de lenguas. Los apóstoles, profetas y doctores son introducidos como “primeramente”, “en segundo lugar” y “en tercer lugar”; pues los apóstoles son los primeros heraldos de la fe; en los profetas se muestra el maravilloso poder del Espíritu Santo en las primeras y más necesarias manifestaciones; los doctores explican la nueva doctrina a los recién convertidos. En los capítulos 13,1-3 y 15,1-5.19 Pablo se refiere de nuevo incidentalmente a algunos de los carismas, con el propósito de advertir contra la sobrevaloración y el mal uso. En 14,27-33.37-38 se establece que los profetas no poseen el privilegio de la verdad absoluta; tienen que controlarse uno al otro. Además ellos, así como todos los miembros carismáticos, deben estar en conformidad con las enseñanzas del Apóstol (cf. Rom. 12,6) y reconocer que su enseñanza es el mandato de Dios [Ei tis dokei prophetes einai he pneumatikos, epiginosketo, ha grapho hymin, oti kyriou estin entole. Ei de tis agnoei, agnoeitai (1 Cor. 14,37-38 — la lectura agnoeito no hace sentido)].

El consolador de la Epístola a los Romanos que amonesta y enseña es carismático en el mismo sentido que Tíquico, cuyo oficio es consolar a los efesios y colosenses (Ef. 6,21-22; Col. 4,7-8), como Timoteo en Tesalónica (1 Tes. 3,2). Pablo considera cada advertencia y consuelo proveniente de la fe como una forma de actividad incluida en los carismas, y Pablo, Timoteo y Tito actúan como parakalountes cuando amonestan e instruyen (1 Tes. 2,11; 1 Tim. 5,1; 6,2 ; 2 Tim. 4,2; Tito 2,6.15). En el Nuevo Testamento la palabra paraklesis tiene siempre el significado de una advertencia explicativa y consuelo, o una instrucción; igualmente Hch. 13,15 y 15,31; 2 Cor. 8,17; 1 Tes. 2,3; cf. Heb. 13,22. Con frecuencia denota consolación en el sentido pasivo; así 2 Cor. 1,3.4.5.6 (bis).7; 7,4.7.13; 8,4; Flp. 2,1; 2 Tes. 2,16; Fil. 7 (cf. Heb. 6,18; 12,5; Hch. 9,31). Con el significado de una amonestación profética y consolación encontramos paraklesis en 1 Cor. 14,3 y 1 Tim. 4,13, donde se halla en combinación con didaskalia. Significa, por lo tanto, exhortación consoladora, a diferencia de instrucción.

Tampoco metadidonai implica un carisma en el sentido de un mandato extraordinario del Espíritu. Se usa no solo para las limosnas materiales (Ef. 4,28 —cf. Lc. 3,11), sino también para un don espiritual (Rom. 1,11), y del Evangelio (1 Tes. 2,8 —metadounai). Hilarotes aparece solo en el antedicho pasaje en la Epístola a los Romanos (Rom. 12,8). El heleon es simplemente todo aquel que por motivos de fe ejerce misericordia al servicio de la Iglesia. Tampoco sabemos nada de un carisma místico o milagroso relacionado con la ayuda espiritual o material (antilepseis) y el gobierno (kyberneseis), palabras que no aparecen en ninguna otra parte del Nuevo Testamento; eran simplemente servicios voluntarios u oficiales. El gobernante (proistamenos) de la Epístola a los Romanos está dotado de tal don espiritual. Estos dones son carismas en el sentido de San Pablo (vea arriba).

Debido al matiz local de la “Didajé” no podemos sacar de ella conclusiones generales respecto a los apóstoles, profetas y doctores de los tiempos antiguos. Esta tríada —apóstoles, profetas, doctores— aparece en el Nuevo Testamento solo en 1 Cor. 12,28-29. En la Epístola a los Efesios (4,11) se enumera a los apóstoles, profetas, evangelizadores, pastores y doctores. En los Hechos (13,1) encontramos solo profetas y doctores. Aparte de los Evangelios, encontramos a los doctores (didaskaloi) mencionados solo en los siguientes textos: Rom. 2,20 (algunos cristianos los consideran maestros de infantes); Heb. 5,12 (parece que se dirige a maestros); 1 Tim. 2,7 y 2 Tim. 4,3 (en esta última se hace referencia a los falsos maestros); Stgo. 3,1 (no debió haber muchos maestros). En ninguno de estos lugares la palabra doctor o su equivalente implica un carisma místico o milagroso; al menos eso no se puede mostrar desde las fuentes mismas. Lo mismo se aplica a las expresiones didache y didaskalia, que denotan simplemente la doctrina misma y su comunicación verdadera. Eran carismas, así como todo don otorgado por Dios para el servicio de la Iglesia era un carisma. Lo mismo es cierto a partir de un estudio de las Epístolas Pastorales. Tampoco la expresión enseñar (didasko, yo enseño) significa nada más.

G. Origen de la Autoridad Eclesiástica:

H. Posición de los Superiores:

I. Posición de los Compañeros de Trabajo Apostólicos:

Textos del Segundo Grupo

Textos del Tercer Grupo

Textos del Cuarto Grupo

Evidencia Detallada en Inscripciones Paganas, Papiros y Trozos de Vasijas

Testimonios Históricos o Cuasihistóricos

Breve Sinopsis de los Principales Resultados Obtenidos del Examen de Todos los Textos

Fuente: Dunin-Borkowski, Stanislaus de. "Hierarchy of the Early Church." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7, págs. 326-344. New York: Robert Appleton Company, 1910. 21 mayo 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/07326a.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina