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Jueves, 28 de marzo de 2024

Inmortalidad

De Enciclopedia Católica

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Definición

El término inmortalidad (latín, in, mortalis; alemán Unsterblichkeit) de ordinario denota la doctrina de que el alma humana sobrevivirá a la muerte, y continuará en posesión de una existencia consciente sin final. Junto con la cuestión de la existencia de Dios, forma el tema más trascendental con el que la filosofía tiene que tratar. Pertenece principalmente a la psicología racional o metafísica y a la filosofía de la religión, aunque también entra en contacto con otras ramas de la filosofía y algunas de las ciencias naturales.

La creencia en una vida futura de algún tipo parece haber sido prácticamente universal en todo momento. Aquí y allá, los individuos han rechazado esta creencia, y formas particulares de religión o sistemas de filosofía lógicamente incompatibles con ella han tenido adherentes; aun así, no importa cuán vagos e inconsistentes puedan haber sido los puntos de vista entre los diferentes pueblos en cuanto al carácter de la vida más allá de la tumba, sigue siendo cierto que la persuasión de la realidad de una existencia futura parece haber sido hasta ahora imposible de erradicar en toda la raza humana en su conjunto. La doctrina de la inmortalidad, entendida estricta o adecuadamente, significa la inmortalidad personal, la existencia consciente infinita del alma individual. Esto implica que el ser que sobrevive preservará su identidad personal y estará conectado por la memoria consciente con la vida anterior. A menos que la identidad individual se preserve, una existencia futura tiene relativamente poco interés.

A partir de la doctrina de la inmortalidad así explicada ha habido variaciones diversas. Algunos han sostenido que después de una vida futura de mayor o menor duración el alma en última instancia perecerá. A través de todo Oriente ha sido una tendencia generalizada creer en la metempsicosis o transmigración —que las almas individuales animan sucesivamente diferentes seres humanos, e incluso los cuerpos de animales inferiores. Una forma especial de este punto de vista es la teoría de la metamorfosis, que en una serie de tales reencarnaciones el alma sufre o puede sufrir evolución y la mejora de su condición. El panteísmo, si es lógico, puede ofrecer sólo una inmortalidad impersonal, una condición futura en la que el individuo será absorbido en El Absoluto —el único ser infinito, ya sea consciente o inconsciente. Prácticamente, esto difiere poco de la aniquilación. Para el materialista, el alma o vida consciente es sólo una función del organismo, y necesariamente perece con la muerte. Los positivistas, sin embargo, mientras que adoptan esta conclusión, todavía animan a la humanidad con la esperanza de un lugar en el “coro invisible”, es decir, una existencia futura en las mentes y en los labios de futuras generaciones —una forma no muy substancial de inmortalidad, y una de un carácter muy aristocrático, al estar la franquicia estrechamente limitada.

Historia

EGIPTO: Egipto ofrece en una fecha muy temprana la evidencia más abundante de una creencia sumamente vívida e intensa en una vida futura. Ofrendas de provisiones de todo tipo a los espíritu de los difuntos, ceremonias fúnebres elaborada y la momificación maravillosamente hábil de los cuerpos de los fallecidos, todos atestiguan de la fuerza de las convicciones egipcias de la realidad de la vida futura. (Vea Egipto, especialmente las secciones sobre La Vida Futura y El Libro de los Muertos).

INDIA: La doctrina de la supervivencia personal con una retribución futura por buena y mala conducta se encuentra en las formas más primitivas del brahmanismo. En un período posterior de una escuela filósofos brahmanes desarrolló un sistema de panteísmo vago en el que la absorción en el Ser Infinito era el objetivo final. Aun así, en la práctica la creencia popular siempre ha tendido hacia el politeísmo, mientras que la doctrina de las reencarnaciones sucesivas del alma en diferentes seres humanos o animales permaneció como una expresión constante de la creencia en la supervivencia. Un forma especial de esta creencia es la doctrina del karma —la existencia persistente y la transmisión a través de reencarnaciones de la suma del actos y méritos del individuo. La teoría del nirvana es parecida a la absorción panteísta del panteísmo filosófico, la que constituye un rasgo central en el budismo estricto. Sea cual sea el significado de nirvana para los filósofos y santos del budismo, para la multitud la liberación ideal de trabajo y el dolor es tranquila y relajante, no la muerte o la extinción. (Vea BRAHMANISMO y BUDISMO.)

CHINA: En China el culto a los antepasados es evidencia de la creencia en alguna forma de supervivencia personal que nos remonta a las épocas más primitivas de esa muy antigua y conservadora nación. Los espíritus de los difuntos son a la vez ayudados y propiciados para ayudar a sus descendientes por sacrificios y servicios diversos de filial piedad (vea CONFUCIANISMO).

JAPÓN: Del mismo modo, en Japón, cualquiera que sea la teoría lógica genuina del alma en la religión del sintoísmo, la mente popular encuentra en la gran institución del culto a los ancestros la satisfacción instintiva y la expresión de la creencia en una vida futura, que parece tan profunda y universalmente arraigada en la naturaleza humana.

JUDAÍSMO: A veces se afirma que la historia judía primitiva muestra que la nación hebrea no creía en una vida futura. Es cierto en el Antiguo Testamento se insiste mucho en las recompensas y castigos temporales de Dios, y que la doctrina de una vida futura ocupa una posición menos prominente allí de lo que tal vez deberíamos haber esperado. Aun así, el estudio cuidadoso del Antiguo Testamento revela evidencia incidental e indirecta suficiente para establecer la existencia de esta creencia entre los israelitas en una época temprana (vea Génesis 2,7; Sabiduría 2,22-23; Eclesiastés 12,7; Proverbios 15,24; Isaías 35,10; 51,6; Daniel 12,2, etc.). Sin embargo, habría sido increíble, sobre una base a priori, que el pueblo hebreo no hubiese mantenido esta creencia, teniendo en cuenta su contacto íntimo con los egipcios por un lado y los caldeos por el otro (vea Atzberger, "Die christliche Eschatologie", Friburgo, 1890).

GRECIA: Los griegos parecen haber sido los primeros en intentar un tratamiento filosófico sistemático de la cuestión de la inmortalidad. La creencia en una vida futura está clara en Homero, aunque el carácter de dicha existencia es vago. La concepción de la inmortalidad de Píndaro y de su carácter retributivo es más claro y también más espiritual. Los pitagóricos son vagos y teñidos por el panteísmo oriental, aunque ciertamente enseñaron la doctrina de una vida futura y de la metempsicosis. No tenemos textos definitivos que definan la opinión de Sócrates, pero parece claro que debe haber sido un creyente en la inmortalidad. Sin embargo, fue en manos de su gran discípulo Platón que la doctrina alcanzó su defensa y exposición filosófica más elaborada. Las enseñanzas de Platón sobre el tema aparecen en varios de sus escritos: el “Minos”, "Fedro", "Gorgias", "Timeo" y “La República", pero especialmente en el “Fedón”. Hay muchas variaciones e inconsistencias aparentes, con el uso liberal del mito y la alegoría, en el desarrollo de sus ideas de en estas diferentes obras. Para Platón, el alma es un ser bastante distinto del cuerpo, relacionado con él como el piloto con la nave, el auriga con el carro. El alma racional es el alma correcta del hombre. Es un elemento divino, y esto es lo que es inmortal.

Entre sus argumentos a favor de la inmortalidad están los siguientes:

  • (1) A través del universo los opuestos se generan y suceden entre sí alternadamente. La muerte sigue a la vida y a partir de la muerte la vida se genera de nuevo. El hombre no debe ser una excepción a esta ley general.
  • (2) El alma es una simple substancia, similar en naturaleza a la idea simple e inmutable, y por lo tanto, como esta última, incorruptible.
  • (3) La esencia del alma es vida y auto-movimiento. Al ser un alma sólo en la medida en que participa de la idea de vida, es incapaz de morir.
  • (4) El proceso de aprendizaje es realmente sólo reminiscencia, la memoria del conocimiento de una vida pasada. Por lo tanto, el hombre ha de sobrevivir a la vida presente.
  • (5) La verdad mora en nosotros; el alma está hecha para la verdad, pero la verdad es eterna.
  • (6) El alma está hecha para la virtud, pero el adelanto en la virtud consiste en una liberación progresiva de uno mismo de las pasiones corporales.
  • (7) El alma no es una armonía, sino la lira misma.
  • (8) La destrucción puede efectuarse solamente por un principio antagonista a la propia naturaleza de un ser. El vicio es para el alma el único principio de este tipo, pero el vicio no puede destruir el ser del alma, por lo que el alma es indestructible. De lo contrario el malvado no tendría que esperar ningún castigo futuro.

Por último, presenta en muchas formas el argumento de la justicia retributiva y la necesidad de la existencia futura para una recompensa adecuada del bien y castigo del mal.

Por otro lado, en el sistema filosófico de Aristóteles la cuestión de la inmortalidad ocupa un lugar tan pequeño que es dudoso si él creía en una vida personal futura en absoluto. Enseña claramente que el nous poietikos, el intelecto activo, es indestructible y eterno; pero entonces no es cierto que él no entendía este nous, en un sentido panteísta. Sin embargo, es en su Ética que Aristóteles es más decepcionante sobre este tema. Pues obviamente, la cuestión de la realidad de una vida futura es de primordial importancia en cualquier tratamiento filosófico completo de la moralidad, mientras que Aristóteles en este tratado prácticamente ignora el problema. Su actitud aquí prueba lo mucho que toda la filosofía ética moderna le debe a la revelación cristiana.

La escuela epicúrea nos ofrece la más completa y razonada negación de la inmortalidad entre los filósofos antiguos. De hecho, el más reciente materialismo tiene poca fuerza que añadir a la elaborada exposición de Lucrecio de los argumentos epicúreos (De Natura Rerum, III). Él es bastante cándido al establecer que su objetivo es aliviar a los hombres del miedo a esa vida. La posición de los estoicos es más incierta. Su panteísmo presenta dificultades a la doctrina de la supervivencia, sin embargo, a veces parecen favorecer la creencia. Pero en Grecia y Roma, como en otras partes, cualquiera que haya sido la enseñanza de las escuelas filosóficas, la masa de incluso la humanidad pagana se aferró a una fe y esperanza en una existencia futura, por muy degradada e incoherente que fuese la concepción de su carácter.

Justificación de la Doctrina de la Inmortalidad

Bibliografía: SANTO TOMÁS, Con. Gent., II, LXXIX, LXXXI; Summa Theol., I, QQ. LXXVI. XC; PLATÓN, Ph do; FELL, Immortality of the Human Soul, tr. (San Luis y Londres, 1906); MAHER, Psychology (6ta ed., Nueva York y Londres, 1905); MARTINEAU, A Study of Religion (2 vols., 2da ed., Oxford, 1889); ALGER, The Destiny of the Soul. A Critical History of the Doctrine of a Future Life (14va ed., Nueva York, 1889) contiene una valiosa bibliografía sobre el tema, pero la presentación que hace el escritor de las doctrinas católicas es a menudo grotesca; ELBÉ, Future Life in the Light of Ancient Wisdom and Modern Science, tr. (Nueva York y Londres, 1907); The Ingersoll Lectures by William James, Royce, Fiske, Osler (Nueva York y Boston, 1896-1904) son útiles sobre algunos puntos particulares; ROHDE, Psyche. Seelenkult u. Unsterblichkeitsglaube der Griechen (2 vols., 3ra ed., Friburgo, 1903); KNEIB, Der Beweis für die Unsterblichkeit der Seele (Freiburg, 1903); KNABENBAUER, Das Zeugnis für die Unsterblichkeit (Freiburg, 1878); PIAT, Destinée de l'homme (París, 1898); JANET AND SÉAILLES, History of the Problems of Philosophy, tr. (Londres, 1902).

La literatura sobre lo que pretende ser la evidencia del espiritualismo ha aumentado rápidamente en los últimos años (a 1912). Vea HYSLOP, Science and a Future Life (Nueva York y Londres, 1906); DELANNE, Evidence for a Future Life, tr. (Londres, 1909); LODGE, Survival of Man (Londres, 1909); MYERS, Human Personality and its Survival of the Bodily State (Londres, 1902-3); IDEM, Science and a Future Life (Nueva York y Londres, 1898); TWEEDALE, Man's Survival after Death (Londres, 1909).

Fuente: Maher, Michael. "Immortality." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7, pp. 687-690. New York: Robert Appleton Company, 1910. 27 Sept. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/07687a.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina.