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Jueves, 18 de abril de 2024

Esenios

De Enciclopedia Católica

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Los esenios eran una de las tres principales sectas judías mencionadas por Josefo como florecientes en el siglo II a.C.; las otras dos eran los fariseos y los saduceos. Ha habido mucha controversia no concluyente respecto a su origen, historia y dogmas. Las únicas fuentes antiguas que tenemos son algunos párrafos en Filo Judeo, una descripción un poco más larga en Josefo y una corta nota en Plinio. La siguiente sinopsis se deriva principalmente de los dos primeros. Filón los llama Essæi, el cual lo deriva de hosios, “santo”, y Josefo los llama Essæi Esseni. Según los dos autores, su número era alrededor de 4,000 y su principal lugar de residencia, a lo largo de la parte occidental del Mar Muerto, aunque lejos de la playa. También habitaban en otras partes y en pequeños pueblos de Palestina, pero mayormente aislados; aunque algunos moraban en las ciudades. La secta surgió aproximadamente en el año 150 a.C. (Judas fue el primero en ser llamado “esenio”, 110 a.C) y desapareció para finales del siglo I d.C.

Adoraban a un solo Dios, creador y señor de todas las cosas, omnipotente y omnisciente. Tenían a Moisés en alta estima y el blasfemar su nombre significaba la muerte. Le tenían tal reverencia al sol como para levantar sospechas de idolatría. Admitían un destino que disponía de todo, aunque aparentemente no negaban el libre albedrío. Se negaban a participar de los sacrificios en el Templo por miedo a contaminarse, aunque enviaban ofrendas; parece que no ofrecían ningún tipo de sacrificio sangriento, ya que alegaban que una mente reverente era la mejor ofrenda a Dios. Observaban el sábado con la más rigurosa exactitud, en el cual ni siquiera atendían a los llamados de la naturaleza. Reunidos en sus sitios de asamblea, donde se sentaban según la mayor edad, algún miembro sabio leía y explicaba la Escritura, generalmente de manera alegórica. Se lavaban frecuentemente, ya que se daba extrema importancia a la pureza ceremonial y seguían escrupulosamente las prescripciones contra las profanaciones levíticas; Incluso el que un joven tocara a un adulto constituía contaminación para este último.

No se sabe cuáles eran sus doctrinas esotéricas. La muerte era bienvenida, pues afirmaban “que sus cuerpos son corruptibles, y que la materia que los compone no es duradera, pero las almas son inmortales y viven para siempre, y que proceden del más sutil éter, siendo atraídas a los cuerpos a cárceles a causa de algún deseo natural. Pero cuando se liberan de las ataduras de la carne, entonces ellas se regocijan como liberadas de una larga servidumbre y ascienden a las alturas. Y concurriendo con la opinión de los griegos, declaran que los buenos moran más allá del océano, en un sitio jamás afligido por la nieve, ni tempestad, ni calor intenso, sino siempre en calma y refrescado por una brisa fresca que sopla desde el océano. A las almas malas le asignan un antro tempestuoso y sombrío, repleto de tormentos eternos.” Algunos dedujeron a partir de estas palabras aquí citadas que los esenios no creían en la resurrección del cuerpo.

Entre las virtudes, los esenios cultivaban especialmente la obediencia, la veracidad, la continencia, la justicia y la templanza; prestaban gran atención a los enfermos, respeto hacia los ancianos y mostraban mucha hospitalidad y amabilidad con los extranjeros. Consideraban a todos los hombres como iguales y la esclavitud como contraria a la naturaleza. Los culpados de crímenes graves eran punidos con una larga exclusión o total excomunión, las cuales implicaban gran sufrimiento y frecuentemente la muerte, visto que no se les permitía comer nada preparado por extranjeros. Rechazaban la filosofía como algo inútil y fuera de la capacidad de hombre, pero estudiaban con celo la ética. Buscaban remedios naturales en la naturaleza, pues dedicaban cuidados especiales a los enfermos, independientemente de su credo, e investigaban las propiedades de los minerales. Ellos alegaban tener poderes mágicos y la habilidad de predecir. A ellos se atribuían poderes mágicos y la habilidad de predecir, sobre lo cual Josefo nos da algunos ejemplos, entre ellos lo del esenio Manahem, el cual predijo el reinado a Herodes el Grande cuando era sólo un niño, sin ninguna perspectiva real.

Poseían todas las cosas en común, e incluso sus casas no les pertenecían. Trabajaban principalmente en actividades agrícolas o fabricaban implementos agrícolas o artículos domésticos, pero jamás armas bélicas, las cuales no se les permitía llevar, excepto un bastón para autodefensa cuando salían de viaje. Las cosechas y salarios iban a los despenseros, quienes las distribuían según la necesidad de cada uno. Usaban las vestimentas y calzados hasta que se desgastaran. No se permitía comercio alguno excepto el trueque. La unción con aceite era considerada como profanación. Se prohibía tener siervos porque tentaban al hombre a la injusticia. Sus gobernantes o presidentes eran electos, así como sus despenseros y sacerdotes —si se puedan llamar así. En los pueblos se nombraba un oficial para cuidar a los hermanos viajeros. El tribunal de justicia estaba constituido por cien miembros cuya decisión unánime era irrevocable. Los miembros se dividían en cuatro clases.

La rutina diaria era como sigue: se levantaban antes del alba y no hablaban de asuntos profanos antes de la salida del sol, y hacia él encaminaban una oración, como si le pidieron que naciera. Cada uno era entonces enviado a las tareas designadas, en las cuales trabajaban hasta la quinta hora, es decir, las once de la mañana, cuando todos se reunían y, habiéndose ya bañado en agua especialmente exorcizada y vestidos de blanco, entraban al comedor común quietos y silenciosos. Delante de cada uno se ponía el pan y un plato con un sólo tipo de alimento. Un sacerdote daba gracias y solamente entonces podían comer, no antes. Al fin de la comida, se decía otra oración, se quitaban sus vestimentas blancas, se ponían su atuendo ordinario y trabajaban hasta la tarde, cuando cenaban de la misma manera. Para la comida del mediodía, que aparentemente era considerada una fiesta sacrificial, al ser preparada por los sacerdotes, no se admitían forasteros, pero para la cena era todo lo contrario. Puesto que solo hablaban por turno y observaban gran moderación con la comida y bebida, a los forasteros el silencio en las comidas les parecía, así se cuenta, algo muy solemne y misterioso. Muchos de los esenios alcanzaban eran muy longevos y obtenían tanta fortaleza de mente y cuerpo que los peores tormentos infligidos a ellos por los romanos fallaban en debilitar su constancia y enfrentaban la muerte con una sonrisa.

La mayoría de los esenios renunciaba al matrimonio, no porque creían haber algún mal en ello pero porque no se fiaban de las mujeres y deseaban paz y armonía. Ellos perpetuaban su secta adoptando niños y admitiendo adultos que estuvieran “hartos de luchar contra el rudo mar de la vida”. Como Plinio dice. Al llegar, recibían un delantal para llevar en sus abluciones, una vestimenta blanca y una herramienta parecida con una pequeña pala con la cual cavaban un hoyo y escondían sus excrementos de los rayos del sol. Por un año se les testaban sus templanzas mientras cumplían de fuera de la comunidad sus reglas ascéticas. Entonces se seguía un nuevo juzgamiento de dos años, durante el cual compartían de los ritos de purificación - pero no de las comidas - de los iniciados. Si considerados satisfactorios, eran elegidos miembros totales y se comprometían bajo terribles juramentos de honrar a Dios, observar la justicia, ser leal a todos, especialmente a las autoridades, y si ellos mismos ejercían tal autoridad, no excederse a los otros por sus vestimentas, amar la verdad y honestidad, no disimular nada a sus compañeros, no revelar nada a extraños, mantener en secreto a todo costo sus libros y los nombres de sus ángeles. Ese era el único momento en que los esenios rendían juramentos, todos consideraban sus palabras tan sagradas que Heródes les excusaba del juramento de fidelidad. Algunos de ellos observaban las mismas reglas aunque casados, pero simplemente por el bien de la orden y solamente tras una probación de tres años y si la mujer les pareciera saludable y capaz de parir.

Los esenios han recibido atención por los últimos tres siglos fuera de toda la proporción de su numero, de su influencia en la vida contemporánea, o de su importancia como un factor de desarrollo religioso. Eso emergió de dos causas, una externa y otra interna. La última fue la curiosa mezcla de elementos judíos y extranjeros en sus dogmas y costumbres. Esa peculiaridad incitó la curiosidad y ejercitó la ingenuidad de los eruditos, para dilucidarse la combinación. Que los esenios eran realmente judíos, no obstante hablando muy probablemente el griego (judíos por raza, dice Josefus), es reconocido. Su creencia en un sólo Dios, reverencia por un sólo Dios, estricta observancia del Sabbat, fanática adherencia a la circuncisión (Hipólito), etc., todo apunta hacia ello; mientras su actitud con relación al sol, elección de sacerdotes, modo de vida, igualados al pitagoreano por el propio Josefus, etc., parecían demostrar influencias ajenas. La fuente de tales influencias, como todo que es esenico, genera controversias, pero hasta ahora nadie tuvo éxito en determinarla satisfactoriamente. El budismo, el parsismo, el pitagorismo (viejo, nuevo y órfico) helenismo, etc., fueron todos aclamados como uno de los padres de esa secta híbrida. Es suficiente decir que las influencias persas-babilónicas, a través de la Cautividad, el helenismo filtrándose a través de Alejandría y el uso de la lengua griega se pueden ampliamente contar como elementos extranjeros. La alegación de que sus elementos - si despojados de su apariencia griega - pueden tener sus raíces en fundamentos bíblicos, no es fácilmente rechazada. La causa externa de tanta atención fue la tendencia de los deístas ingleses y racionalistas continentales, los cuales se esforzaron en transformar los esenios en predecesores desde los cuales, gradualmente y bien naturalmente, los cristianos se desenvolvieron, y los masones, que simularon hallar en el esenismo la pura cristiandad. En consideración a tales quimeras, es suficiente decir que hay entre el esenismo y el cristianismo algunos puntos de semblanza; no podría ser de otra forma ya que el esenismo era judío en sus orígenes y el cristianismo no fue destructivo, sino progresivo. En cambio, las diferencias son fundamentales. Que Juan Baptista y Cristo eran esenios no es más que mera suposición basada en analogías que surgieron, natural y independientemente del ascetismo y de la pobreza voluntaria. Luego, de la misma forma, la alardeada dependencia entre esenismo y monasticismo puede ser solucionada en las peculiaridades necesarias a cualquier vida ascética, comunista (ved “Wuccu” en “Studien u. Mittheilungen d. Ben. Cist. Ordens”, 1890, I 223-30; Berliere en “Revue Bénéd”, 1891, VIII, 12-190). “ La actitud de Jesús y sus discípulos es totalmente antiesenica”. (Jewish Encyc.). El riguroso silencio sobre cualquier Mesías se debe parte quizás al secreto de los esenios y, principalmente, sin duda, a Su rechazo por parte de su cronista Josefus. En fin, nuestro conocimiento actual de los esenios es superficial y nada fiel, sino que sus fuentes son escasas, tendenciosas y no-fiables.


Bibliografía: Autoridades antiguas: Filón, Quod Omnis Probus Liber, XII, también extractos de su Apologia Jud. en Eusebio, Præp. Evang., VIII, XI; Josefo, Bell. Jud., XIII, V, 9; XV, X, 4-5; XVIII, I, 5, etc., en obras completas traducidas (París, 1875), ed. Dindorf; Pliny, Hist. Nat. V. XVI-XVII; Hypólito, Philsophumena (Göttingen, 1859) IX; Epifanio, Hæreses, XIX. Literatura Moderna: - Es muy extensa. Vea: Lightfoot, Collosians and Philemon (Londres, 1884); Edershiem, Life and Times of Jesus the Messiah (Nueva York, 1896), I; Riggs, Hist. of the Jew. People (Nueva York, 1900); Morrison, The Jews under Roman Rule (Nueva York, 1890); Oesterley and Box, The Religion and Worship of the Synagogue (Nueva York, 1907), vi; Keim, Hist. of Jesus of Nazara (Londres, 1873; Prideaux, Connection of the O. and N. Test.; Carpzovius, Apparatus Hist-Crit (Leipzig, 1748), 31, 215; Schürer, A Hist. of the Jewish People in the Time of Christ (tr. Edinburgh, 1886), bibliografía completa; Greitz, Gesch. d. Juden (1905), III (tr. Londres, 1892); Döllinger, Heidenthum u. Judenthum (1857) tr., The Gentile and the Jew (Londres); Ewald, Gesch, d. Volk Israel (1868), tr. Hist. of Israel (Londres, 1870); Krüger, Beiträge zur Hennt. d. Pharisäer u. Essener in Theol. Quart. (Tübingen, 1894); Friedländer, Zur Entstehungsgesch. d. Christenhums (Viena, 1894; Idem, Die religiösen Bewegungen d. Judent im Zeit. Jesu (Berlín, 1905); Smith, Dict. of the Bible; Ginsburg in Dict. Christ. Biog.; Conybeare in Hast., Dict. of Bible, s.v.; Idem, Dict. of Christ and the Gospels, s.v.; König in Kirkenlex.; The Jewish Encyclopedia.

Fuente: Graham, Edward. "Essenes." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5, pp. 546-547. New York: Robert Appleton Company, 1909. 12 Jun. 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/05546a.htm>.

Traducido por Raquel Cantarelli. lmhm