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Jueves, 28 de marzo de 2024

Carlos V

De Enciclopedia Católica

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CARLOS I, Rey de ESPAÑA) Nacido en Gante, en 1500; muerto en Yuste, España, en 1558; fue un descendiente de la casa de los Hasburgo, y a esta descendencia debía su soberanía sobre tantos territorios que se decía de él que el sol nunca se ponía en sus dominios. Carlos era el hijo de Felipe, Duque de Borgoña, y de Juana, hija de Fernando e Isabel, y Borgoña fue la primera herencia que recibió, a la muerte de sus padres en 1506. Y como era menor de edad en esa época, su tía, Margarita de Austria, tomó la regencia por él. Guillermo de Chièvres, el consejero en jefe de su padre, tuvo a cargo la casa del príncipe; Adrián de Utrech, el humanista y profesor de teología de Lovaina, quien estuvo a cargo de su educación, aparece ejerciendo una profunda y duradera influencia en las opiniones y convicciones de su pupilo. Como muchos príncipes de su casa, el niño se desarrolló lentamente, sin mostrar signos de fortaleza. En enero de 1515, fue declarado estar en edad, a través de la influencia de Chièvres, quien buscaba destruir el poder por el cual Margarita estaba forzando a la nobleza borgoñesa hacia una política demasiado dinástica indiferente a las necesidades de paz del país. La paz de la nación demandaba una alianza con Francia, incluso a pesar de que Francia podía ganar una influencia considerable en los asuntos internos de Borgoña. Carlos entonces accedió a los deseos de la nobleza (Tratado de Paris, 24 de marzo de 1515, y Noyon, el 13 de agosto de 1516). Luego de la muerte de Fernando de Aragón en enero de 1516, Carlos fue nombrado como su sucesor; pero como la duquesa Juana seguía con vida, y Fernando, el hermano de Carlos, educado en España, era muy popular en el país, la realización de este acuerdo se mantuvo en duda. De mutuo propio Carlos inmediatamente asumió el título de Rey de Castilla, y anunció su intención de viajar a España tan pronto como fuera posible. Pero no fue hasta el otoño de 1517 que pudo realizar este propósito, y una vez que la oposición española ya había sido silenciada. Pero el poder se mantuvo en las manos de Chièvres, y los borgoñeses provocaron la rebelión en Castilla conocida como la Guerra de los Comuneros. Este fue un movimiento de las ciudades. En Castilla el descontento de las clases regentes se unió al de los artesanos y peones, en Valencia el movimiento fue exclusivamente de los obreros y el proletariado. La rebelión fracasó debido a que las ciudades comerciales del sur de Castilla no tomaron parte, y debido a que Carlos, actuando de acuerdo a su propio juicio, instaló a españoles, en lugar de extranjeros, en los puestos de autoridad.

En 1520 Carlos se trasladó a España para tomar posesión del Imperio Germano para el cual había sido electo. El rey de Francia, Francisco I, había sido su rival para el cargo; León X pensó que sus intereses en Italia estaban amenazados con la elección de Carlos. El reino de Navarra fue entonces materia de enfrentamiento entre Francia y España, mientras Francia y los Paises Bajos se disputaban el ducado de Borgoña tanto como sobre Tournai, Flandes, Artois y otros territorios menores. La guerra no se desató por estos motivos, y nada indicaba que Carlos podría ser un principe belicoso; pero él había roto la alianza con Francia hecha por Chièvres. La Santa Sede se opuso a la elección de Carlos mucho más vigorosamente que Francia. Como rey de Aragón, Carlos era heredero del reino de Nápoles, un feudo papal; la investidura todavía no había tenido lugar, pero ello no podía impedirse. Si él también sería el emperador, y por ello obtendría a Milán como un bien, ello podría resultar una condición política en contra de los papas puesto que desde Inocencio III se había luchado constantemente por mantener la unión de Milán y Nápoles bajo una sola mano.

A pesar de la oposición de Roma y Francia, Carlos fue elegido (28 de junio de 1519), y en todas partes recibió el título de "Emperador Electo". León X no puso dificultades en el camino de Carlos a Nápoles. Los malos cimientos habían sido colocados para su imperio universal. No había alcanzado los veinte años de edad en la época de su elección, y ya mostraba una marcada precocidad en su desarrollo. Durante una estadía de varios meses en los Paises Bajos, después de su regreso a España, y en su llegada a Alemania, aparentemente había tomado el gobierno del reino en sus propias manos. Su Consejero en Jefe, Chièvres, murió en mayo de 1521, y de allí en adelante Carlos fue prácticamente libre en todas sus decisiones.

Su primer servicio importante al imperio fue el impresionante resultado de la Dieta de Worms, exhibiendo su total independencia y madurez intelectual. El movimiento luterano se había extendido tan ampliamente sobre Alemania, que Aleander, el representante papal en la corte imperial, incansablemente pedía su supresión. Carlos le había dicho, en los Paises Bajos, que el asunto le parecía estar asentado en la Bula Papal del 15 de junio de 1520. Pero en Alemania se convenció de que la oposición a la curia romana era recibida con los brazos abiertos y que esa oposición ayudaba al monje (Lutero), incluso entre aquellos que no seguían las doctrinas heréticas. Todavía, como dijo a Aleander, Carlos no pensaba en tener derecho a mezclar sus asuntos con los del Papa. Él prometió a los estados contituyentes del imperio una audiencia para el monje ante la dieta imperial y a cambio recibió la promesa de que si Lutero persistía en sus herejías ellos lo abandonarían. Así ganó tiempo para regresar su atención a la política contingente. Ello significaba traer una conclusión exitosa a los esfuerzos que se había hecho por una generación para entregar al imperio una buena constitución, y en incrementar sus fuerzas financieras y militares. Un acuerdo fue alcanzado respecto a cómo los estados participarían en su gobierno, de acuerdo a un esquema llamado el Reichsregiment- tales como los gastos imperiales, etc. dónde se reunirían y cómo los estados proveerían al emperador de asistencia militar durante la guerra. En abril de 1521, Lutero se presentó ante la dieta, pero no se retractó. Al día siguiente Carlos en persona apareció contra él frente a los estados, y expresó sus propios puntos de vista con un énfasis no esperado de un joven taciturno. El 8 de mayo preparó la prohibición contra Lutero, pero no fue publicada hasta el día 26. De acuerdo a la promesa entregado por los estados en febrero, habló por todos ellos.

Carlos había tomado su camino, y debía dedicarse por algún tiempo a las urgentes necesidades internas de su país. La constitución especialmente necesitaba mejoramientos; las finanzas estaban muy desordenadas, y la deuda tan alta, que el monarca se veía obstaculizado en todo lo que hacía, y podría prevenirse de los intereses foráneos al imperio sólo con una administración muy cuidadosa. Debido al escaso desarrollo de los medios de comunicación, no podía mantener control sobre el imperio completo, por lo que decidió dividirlo en distritos. Ya convencido de que debía hacer de España el centro de sus dominios y el sostén principal de sus políticas, por tal razón determinó hacerse personalmente cargo de ella, y se trasladó hasta allá en el verano de 1522. Una vez en España, alejado de Alemania y sus estados hereditarios como Hasburgo, fue su primer propósito hacerlos casi completamente independientes de él, puesto que estaba más insatisfecho con las condiciones allí que con cualquier otra parte de su imperio. Reservándo para sí mismo sólo las políticas generales del imperio como un todo, entregó sus posesiones en Austria a su hermano Fernando en 1522, haciéndolo, al mismo tiempo, su representante en la cabeza del gobierno imperial. El Reichsregiment había sido abolido en 1525, él había elegido a Fernando como rey de Roma en la siguiente ocasión (1530). Buscó mantener un firme control del gobierno de los Paises Bajos, así como establecer una regencia permanente para ellos también (1522), seleccionando para esa función a dos capaces y leales mujeres: primero (desde 1530), la fiel Margarita, y después a su hermana María de Hungría, quien mantuvo la regencia hasta que el mismo Carlos abdicó. Nápoles había sido gobernada por Virreyes desde los tiempos de su abuelo, y él continuó esta política.

Mientras Carlos estaba completando esas disposiciones, se vio envuelto en una gran guerra. El 8 de mayo de 1521, la fecha del edicto contra Lutero, una alianza ofensiva contra Francia fue firmada por representantes del Papa y el Emperador. Carlos había deseado sólo una alianza defensiva, pero León X, por largo tiempo un aliado de Francisco I, buscaba ahora iniciar una guerra contra él, debido a que Francisco había impedido la extensión del territorio papal que León deseaba. La guerra seguramente se habría iniciado entre Francisco y Carlos en las fronteras de Navarra y Borgoña, incluso si León no hubiese apurado el conflicto; aunque probablemente no habría alcanzado tales dimensiones ni habría durado tanto como efectivamente lo hizo; a pesar de que Francisco I era un príncipe voluble e irritable, no era un hombre muy fuerte, y estaba mejor dotado para el placer que para la guerra. Pero como motivo del hecho, la causa principal para decidir la lucha resultante (1521-299) fue la extensión del poder papal en Italia -el asunto, esto es, si el papado o alguna dinastía foránea podría se el poder políticamente dominante en la península. En los primeros años de esta guerra los generales de Carlos obtuvieron sólo unas pocas victorias menores en España y los Países Bajos. En 1522 tomaron Milán de los franceses. Para completar esa victoria invadieron Francia, en alianza con el Condestable de Borbón. Pero el ejército había sido debilitado por el sitio de Milán, y los franceses tuvieron nuevo éxito invadiendo Lombardía. Entretanto Clemente VII, que había sucedido a León X, luego del breve pontificado de Adrián VI, temiendo que Carlos podría hacerse demasiado poderoso en Italia, cuando los franceses regresaron, se preparó a trasladar a ellos su amistad. Pero antes de llegar a una decisión, los españoles derrotaron completamente a Francisco en Pavia (24 de febrero de 1525) y lo tomaron prisionero. Francisco fue trasladado a España y, para obtener su libertad, fue forzado a firmar la Paz de Madrid (enero de 1526), los términos del cual dejaban muy debilitado el poder de Francia y dejaba a Carlos las manos libres en Italia. Carlos pensaba que esta paz sería duradera. Pero Clemente ejercía cada influencia hasta formar una coalición contra Carlos, y para inducir a Francisco a recomenzar la guerra. Bajo estas circunstancias Carlos dirigió su ejército contra Roma. El resultado de esta acción fue el horrible saqueo de Roma por las tropas imperiales en 1527, lo que el emperador nunca planeó, pero que sus generales fueron incapaces de prevenir, puesto que la disciplina había desaparecido después de constantes privaciones. Después del saqueo, el ejército de Carlos se colocó en una peligrosa posición, puesto que los franceses se dirigían a socorrer a Roma y luego sitiar Nápoles. Por la comandancia de un estado mayor superior, sin embargo, los imperialista una vez más triunfaron. Los pequeños estados italianos, reconociendo la inutilidad de oponerse al poder imperial, hicieron una alianza con Carlos. Clemente también concluyó haciendo un tratado de paz en Barcelona el 29 de junio de 1529; y Francia en Cambrai, el 5 de agosto. La Paz de Cambrai estableció la situación política de la Europa Occidental por largo tiempo, especialmente la de Italia. Entretanto Carlos regulaba los asuntos de España y los Paises Bajos. Esos paises se parecían entre sí en que ambos habían sido originalmente compuestos de muchas partes independientes, gradualmente unificados bajo una soberanía. En ambos casos, asimismo, los estados previamente independientes se habían mantenido obstinadamente sujetos a sus intereses ancentrales, leyes y costumbres, y fueron además poderosos contra la corona. Centralizando la administración general, y asimilando las leyes y los procedimientos legales, Carlos buscó contrarrestar la fuerza de esas tendencias nacionalistas. Con este fin, él percibía, que el Rey, o (en los Paises Bajos) el Regente, debía ser el centro de actividad. En la reorganización de la burocracia central en España (1523) y los Países Bajos (1531), su objetivo principal fue la completa subordinación de ellos al poder real, y empleó en ello a hombres preparados que podrían ser considerados como fieles servidores del rey. A los Países Bajos, además, los puso bajo la dependencia de oficiales judiciales y fiscales de la administración central. A través de estas agencias nuevas y eficientes creó un excelente sistema político así como un cuerpo legal que promovía la vida social e industrial del pueblo, además de promover la agricultura como ningún otro príncipe lo había hecho. Su legislación comercial fue restrictiva sólo cuando los excesos capitalistas o el crecimiento del proletariado demandaban restricciones. El edicto de 1531 para los Países Bajos (promulgado en 1540) y la organización del estado para proteger a los pobres ilustra esto. La creación de esas autoridades y ese sistema legal al mismo tiempo tuvo el efecto de limitar el poder de las Cortes y el Estado General, después de eso ambos cuerpos retuvieron sólo los derechos de impuestos, en el ejercicio de los cuales, asimismo, Carlos tuvo éxito en acostumbrarlos a presupuestos regulares anuales, explicándoles su propia política y aclarándoles las necesidades del país, y así mostrarles porqué ellos podían contribuir con ingresos.

Con los individuos Carlos pactó más efectivamente - en España principalmente con la burguesía, en los Países Bajos con la alta nobleza. Por último ganó para sí apoyo al concederles los más importantes cargos y posesiones con la esperanza de lograr el Vellocino de Oro; lo anterior esperaba ganarlo cediéndoles el control de los impuestos, que podrían regular uniformemente, y por lo tanto menos opresivos. Él controlaba al clero transfiriéndoles el derecho casi general a disponer de los beneficios, que habían sido otorgados por los papas o sus predecesores o por él mismo. El procuraba especialmente promover los elementos de progreso industrial de la clase media. A comienzos de siglo la antigua industria del paño en Flandes había sido afectada seriamente por la competencia inglesa; bajo Carlos las industrias de los Países Bajos fueron efectivamente protegidas con un cambio total en el sistema que puede considerarse como el primer escalón hacia la industria capitalista. Antwerp (en Bélgica) se convirtió en el gran centro mundial del comercio y las finanzas. La industria del paño fue fortalecida por la introducción de métodos industriales, con la industria del lino completamente desarrollada. Mientras avanzaba este progreso, Carlos lo usó para entregar influencias políticas en las ciudades de los Países Bajos a las clases progresistas que eran leales a él. A juzgar por sus resultados, la política económica de Carlos fue exitosa en los Países Bajos, pero esto sucedía sólo tibiamente en España, donde el progreso industrial, aunque mucho mayor durante este reinado que en los anteriores, fue generalmente lento y nunca tan marcado como para producir grandes cambios políticos. En España la oposición a Carlos estaba basada en las Cortes y en los gobiernos de las ciudades, pero todavía más entre la nobleza inferior, la Hidalguería, que se resistía a los progresos en la agricultura tanto como a la política exterior del emeperador. Muchos de los Castellanos mantuvieron bajo la regencia de Carlos en la rusticidad y opresión al pueblo rural tal como antes, en marcado contraste con el pueblo de los Países Bajos. Tanto por el mejoramiento industrial y el entrenamiento político, Carlos fue capaz de hacer de España el instrumento por el cual su hijo Felipe, en la epoca de la Contra-reforma, lograra ayudar efectivamente a los católicos de Europa, y bajo desfavorables circunstancias esto resultado es tan extraordinario como la prosperidad que obtuvieron los Países Bajos bajo su reinado.

No menos notable fue su servicio al gran imperio que rápidamente se desarrollaba en América. Las consideraciones económicas eran, en los primeros períodos de colonización, las más importantes, la administración de los asustos americanos fueron confiados a una oficina de comercio (Casa de Contratación) en Sevilla; pero al mismo tiempo estableció en España un político y especial "Consejo de Indias". En las colonias dos Virreinatos y veintinueve gobernadurías, cuatro arzobispados, y veinticuatro obispados fueron organizados gradualmente. Una vez que todos estos grandes problemas habían surgido como irritantes políticas coloniales - el asunto de cómo la lejana madre patria podría monopolizar los productos de las colonias; el asunto de la colonización; el asunto del trato a los nativos, duplicaron los problemas debido a que por un lado su trabajo era indispensable y por otro era el menos dispuesto; el tema, de cómo la cristiandad y la civilización podrían ser establecidas; finalmente el asunto, de cómo la ciencia podía ser sistemáticamente promovida por los gobiernos que se abrían paso en esos nuevos países. Debido a las grandes distancias que separaban a España de las colonias, los insatisfactorios medios de comunicación, y su falta de fondos, Carlos fue incapaz de trasladar los principios instaurados bajo su gobierno. Pero él fue el primero, y tal vez el único, en intentar a gran escala tratar con las políticas coloniales, en efectos prácticos, desde el doble punto de vista de los intereses económicos y políticos y con la realización de un esfuerzo por promover la civilización cristiana.

En cuanto Carlos recibió noticias de la Paz de Cambrai, determinó trasladarse a Italia y solucionar los asuntos italianos con una entrevista personal con el Papa. Esta difícil cuestión, que lo mantuvo ocupado por casi una década, fue, como él pensaba, definitivamente resuelto. En Bolonia él discutió con el Papa principalmente dos asuntos que afectaban a toda la Cristiandad: los Turcos y los Luteranos. En 1521 los turcos habían tomado posesión de Belgrado, la llave de Hungría, en 1522 Rodas, el bastión que hasta entonces era una barrera en su camino al oeste del Mar Egeo. En el siguiente año el osado pirata, Chaireddin Barbarroja, un aliado del sultán, se instaló a la cabeza de los piratas norteafricanos que estaban constantemente asolando las costas de Italia y España, logrando un formidable poder entre los pequeños estados musulmanes de las costas del Norte de Africa. En tierra los turcos habían derrotado a los húngaros en Mohács, y tomaron posesión de casi todo el reino. Esto abrió su camino hacia Viena, a la que entraron en 1529. Igualmente importante era el peligro que amenazaba al cristianismo desde adentro. El luteranismo había avanzado audazmente mientras el edicto contra Lutero permanecía sin cumplirse, y había sido muy estimulado por los movimientos sociales revolucionarios en Alemania desde 1522 hasta 1525. Desde 1526 un Estado Clerical independiente había sido organizado por los Protestantes en varias provincias con el apoyo de sus soberanos, y en 1529 esos soberanos declararon en la Dieta de Spires que no permitirían ataques a esas organizaciones, ni tolerarían ninguna actividad católica en sus estados. Tan temprano como en 1526 Carlos estuvo al tanto de estos dos crecientes peligros. Él consideraba que con la Paz de Madrid tenía libertad para llevar adelante una guerra contra los turcos, así como asumir la regulación de los asuntos religiosos en Alemania. Pero la irrupción de la guerra en Italia no le permitió prestar atención a estas tareas hasta 1529. El 24 de febrero de 1530, recibió la corona imperial de Clemente VII en Bolonia. El 1º de febrero había logrado la paz general con el Papa y la mayoría de los estados cristianos. El retiro de los turcos desde Viena permitió a Carlos, antes de comenzar la guerra contra ellos, hacer un esfuerzo por la unidad religiosa en Alemania. En el verano se hizo presente en la Dieta de Augsburgo, acompañado por un delegado papal para escuchar a los protestantes. Los adherentes al nuevo credo estaban dispuestos a acercarse a él en índole de sumisión, aunque en suelo Alemán Carlos no poseía todos los poderes que le atribuían. Había disuelto sus tropas, y los recursos puramente políticos en su comando no eran muy grandes. Tomando el Ducado de Wurtemburg, pudo entonces ejercer presión sobre varios principados vecinos, pero su título sobre tal ducado no estaba claro.

Habiéndose convencido a si mismo que tanto católicos como luteranos estaban irritados con Roma, Carlos informó al Papa que sólo una inmediata convocatoria a un concilio general podía traer la paz. Siempre había deseado esto; de aquí en adelante se convirtió en uno de sus principales objetivos, al cual nunca perdió de vista. En Home los urgió con toda sus energías, usando cada esfuerzo para eliminar los obstáculos políticos. Al mismo tiempo estaba preparando combatir el próximo ataque de los turcos. Éste llegó en 1532, por tierra. Carlos tuvo éxito al forzarlos a regresar, y en la recaptura de una gran porción de Hungría, pero sin infligir una derrota decisiva a los turcos. Trasladó la guerra al mar Mediterráneo. En 1530, y por consejo del Papa, entregó a los Caballeros Hospitalarios defensores de Rodas, la isla de Malta, como barrera de contensión a la llegada de la flota turca al Mar Toscano. En 1531 y 1532 Andrea Doria había perseguido a los turcos en sus propias aguas, pero la flota turca evitaba el combate. El sultán preocupado ahora de prevenir la llegada de Doria entregó la comandancia en jefe de su flota a Chairaddin, haciéndo de la causa de los piratas la suya propia. Carlos en consecuencia decidió limpiar el mar Mediterráneo de la piratería. En 1555 personalmente tomó parte en la campaña contra Tunez bajo la comandancia de Doria. Tuvo la grandeza de compartir la victoria, y urgió a un inmediato avance sobre Algeria para completar su éxito. Sus comandantes, sin embargo, se opusieron a este plan, porque la estación del año estaba demasiado avanzada. Esta campaña estableció la reputación de Carlos por toda Europa.

Mientras Carlos lograba la primera derrota seria contra el Islam en el Mediterráneo, Pablo III, el sucesor de Clemente VII, había llamado a un concilio general. Pero nuevas dificultades impidieron tanto la realización del concilio como la continuación de la guerra contra los turcos. Cuando Carlos regresó a casa desde Africa fue evidente que iría otra vez en guerra contra Francia. Francisco I se opuso a la realización del concilio y, además, entró en relaciones tanto con los turcos como con la Liga de Smalkaldie de los príncipes alemanes protestantes alineados contra Carlos justo después de la Dieta de Ausburgo, mientras, tras la muerte del último duque Sforza de Milán, renovó sus reclamaciones por ese feudo. Carlos, ansioso por llevar adelante la guerra contra los turcos, tanto como por restaurar la unidad de la Cristiandad, estaba listo para sacrificar parte de sus estrictos derechos sobre Milán y Borgoña, y a considerar el tema del balance de poder entre su casa y la de los Valois. Alianzas familiares fueron propuestas con este fin.Una guerra que Francia no obstante consideraba probadamente infructuosa, y en 1539 los rivales se encontraron en Niza, y la paz parecía probable. Visitando los Países Bajos y Alemania, Carlos pronto encontró que nuevos problemas le esperaban, muchos de ellos fomentados por Francia. En 1538 la línea de los Condes de Guelders había comenzado a extinguirse, pero el último en la línea previniendo esto, después de su muerte, el condado debía pasar a los duques de Cleves-Julich, el poderoso principado temporal en el Bajo Rhin. Guelders, consecuentemente, se resistió a la anexión por Borgoña, y Carlos no quiso consentir en esa anexión al ducado de Cleves-Julich, que era favorecido por Francisco I y la Liga de Smalkaldie.

Por otra parte, Enrique VIII de Inglaterra, habiéndose casado con Ana, hija del duque de Cleves, amenazaba asociarse a esta coalición.

En Hungría, entretanto, los turcos estaban nuevamente activos, y habían comenzado los preparativos para unir las flotas turca y francesa en el Mediterráneo. Francisco buscaba la ayuda de los daneses y escandinavos. Carlos pensó que era mejor evitar las hostilidades hasta que pudiera romper la tan formidable coalición de sus enemigos. Tuvo éxito en separar a Enrique de Inglaterra de la alianza, y durante la Dieta y conferencia religiosa de Ratisbon, en 1541, donde estuvo personalmente, atrajo a Felipe de Hesse, el líder espiritual de la Liga de Smalkaldie, bajo su control. Se volvió entonces sobre los turcos. Planeaba que el ejército imperial podría operar en Hungría mientras él atacaba Algeria, pero ambos planes fallaron. El año 1542 fue desafortunado para él, los franceses ingresaron a los Países Bajos, y la Liga de Smalkaldie, con Hesse, atacó a Enrique de Brunswick, el único aliado de Carlos en el norte de Alemania, y ocuparon sus territorios. El patriotismo de los Países Bajos mantuvo a los franceses en jaque. Carlos regresó desde España y, en 1543, atacó Cleves. Unos pocos días fueron suficientes para hacer a Gueldes parte de Borgoña, que así estaba protegida al lado de Alemania, aunque se mantenía expuesta en su frontera francesa. Para remediar esta debilidad Carlos estableció una línea de fortalezas que por siglos contuvieron la ruta contra una invasión francesa. En 1544 invadió Francia. Las fuerzas de Francisco estaban extenuadas, y, tal como Carlos, además, estaba cansado de la guerra, un tratado de paz la concluyó en Crespy (17 de septiembre de 1544).

Carlos debía ahora considerar si permitiría libertad de acción a los príncipes protestantes de Alemania, a quienes, bajo la presión de la guerra, había hecho concesiones, especialmente en la Dieta de Spires en 1544. Hasta este momento había permitido que los asuntos tomaran su propio curso en Alemania, y su hermano Fernando mal había logrado ejercer presión efectiva. El poder de los príncipes feudales, en constante crecimiento desde 1521, ahora estaba asentado en sólidas bases. En ausencia del emperador ellos habían, por iniciativa propia, encontrado métodos para suprimir variados disturbios que de otra manera habrían sumido a Alemania en los horrores de la guerra civil -primero la Liga de los Caballeros, luego la Guerra de los Campesinos, luego los desórdenes del turbulento clero que había abrazado el luteranismo y guiado a la perdición de las masas, y ultimamente la rebelión de lo Anabaptistas. Apoyando a Lutero contra Carlos, los príncipes se aseguraban los medios de mantener el poder que habían adquirido por su resistencia al emperador. Carlos percibió la gravedad de tal situación al menos lo suficiente para llevarlo a resolverlo con una guerra contra los príncipes. Para privarlos de su punto de apoyo religioso, esperó el inicio del Consejo de Trento (1545). En el verano de 1546 abrió las hostilidades. Comenzó conquistando el sur de Alemania, luego presionó contra Sajonia, y derrotó y capturó al Elector en Muhlberg el 24 de abril de 1547. Muy pronto hizo prisionero a Felipe de Hesse. (Los cargos de traición elevados contra Carlos en esta etapa, no tienen sustento). Carlos ahora creía que los príncipes serían lo suficientemente humildes como para permitirle reorganizar el imperio con su ayuda en la Dieta de Augsburgo, tal como previamente había reorganizado España y los Países Bajos. El restablecimiento de las dificultades religiosas debía ser la base de esta reconstrucción. Insistió en que el concilio debía tomar una decisión definitiva en materia de doctrina, pero hasta que esta decisión fuera pronunciada deseaba la paz y fue generoso en hacer ciertas concesiones a los protestantes. Su sentido de justicia, sin embargo, reservó de esas concesiones tanto la retención de la propiedad eclesiástica repartida por los reformistas como la abolición temporal de la autoridad episcopal en los distritos reformados. A consecuencia de esta resolución el Interim perdió toda su atracción por los príncipes evangélicos. De acuedo con la reconstrucción política del imperio, Carlos estaba listo para reconcer la condición de Alemania tan lejos como fuera el resultado del desarrollo histórico. Solicitó a los feudatarios la promesa de obediencia al poder imperial sólo en los casos específicos que afectaran el bienestar general, para atarles asimismo por ciertas fórmulas reconocidas, y no buscar beneficios individuales bajo pretexto del bienestar del imperio. Por lo tanto él hizo aquí concesiones como aquellas ya hechas en sus asuntos españoles -nominalmente, un cierto grado de autonomía para ciertos estados, a cambio de que ellos le ayudaran en las incuestionables necesidades del imperio. No hubo oposición abierta en la Dieta, pero nada se hizo. Los católicos demandaban que el Interin se aplicara a ellos también; ese instrumento ahora no estaba logrando la armonía, y los protestantes se resistieron mas firmemente que antes. En el otro bando, los príncipes alemanes eran tan egoístas y provincianos como los hidalgos de Castilla, y menos patrióticos. Ellos lo dilataron hasta que los asuntos tomaron un desfavorable giro para el emperador.

Pero Carlos estaba ahora listo para disponer de sus posesiones terrenales. Sus recientes campañas tenían tan socavadas sus fuerzas como para ejecutar lo aconsejable para hacer su voluntad. Advertido de la política usurpadora de Francisco I, decidió mantener juntas las posesiones de su familia. No podía, asimismo, entregarle todo a un heredero, sabiendo cuan imposible había sido para él mismo gobernar todo a su entera satisfacción. Cuales eran sus planes es algo desconocido, pero mientras los consideraba los turcos y el rey francés (ahora Enrique II) una vez más comenzaron las hostilidades contra él (1551). En los siguientes años algunos de los príncipes protestantes, liderados por Mauricio de Sajonia, de improviso atacaron a las fuerzas imperiales, mientras Carlos yacía enfermo en Innsbruck, y Enrique II ocupó los Obispados de Metz, Tool y Verdún. Carlos escapó, pero abandonó su plan para la reorganización del gobierno imperial. Facultó a Fernando para concluir el Tratado de Passau con los insurgentes en abril de 1552, con lo que finalmente entregó el predominio en el Imperio Germano a los príncipes. Trató de retener Metz, en el otoño de 1552, fallando, y la guerra se trasladó a los Países Bajos, donde fue vapuleado sin resultados decisivos. En el norte de Africa, también, y en Italia, donde los turcos, los franceses y algunos estados italianos estaban atacando al emperador, materias que se hacían críticas. Todavía el emperador esperaba ganar en una victoria final. Para 1553 el ascenso de María Tudor al trono de Inglaterra de pronto incitó sus esperanzas de que podría extender su influencia en ese reino. María Tudor estaba lista para casar a su hijo Felipe, y en 1554 la alianza se llevó a cabo. Cuando el matrimonio no procreó hijos, el emperador dio el golpe y decidió dar un vuelco sobre las conclusiones de paz a Felipe y Fernando. Fernado insistía que la autoridad de los príncipes en el imperio, como se estableció en el acuerdo de Passan, debía ser legalmente reconocida por un decreto de la Dieta, y aceptadas la igualdad de las religiones católica y luterana. Esto se hizo en Augsburgo en 1555. Carlos entonces solicitó a los electores aceptar su abdicación y elegir a Fernando como su sucesor. Así se hizo el 28 de febrero de 1558. Poco después del decreto final de la Dieta de Augsburgo, en 1555, Carlos convocó a los Estados de los Países Bajos, y en su presencia transfirió el gobierno a Felipe. Tres meses después (16 de enero de 1556) transfirió la corona española a su hijo. A pesar de esto no podía liberarse de las ansiedades políticas. Esto fue en septiembre de 1556, antes pudo trasladarse a su largamente esperado lugar de retiro en España, acompañado de sus dos hermanas, la viuda del rey de Francia y María de Hungría. Pero no vivía una vida monástica en Yuste. Mensajeros con despachos políticos llagaban hasta él cada día. Sin embargo, no tomaba parte activa en los asuntos. Vivió sus últimos meses de permanencia en la tierra rodeado de trabajos de arte, por los cuales había desarrollado gran aprecio (Tiziano era su pintor favorito), entre los libros que, como hombre de cultura, estudiaba y tomaba placer de ellos, y disfrutando la música que amaba, mientras se preparaba para la vida que vendría.

MARTIN SPAWN Traducción de Miguel A. Casas

[Categoría:Concilio de Trento]