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Jueves, 28 de marzo de 2024

Credo de Nicea

De Enciclopedia Católica

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Es la profesión de la fe cristiana, común a la iglesia Católica, a todas las iglesias orientales separadas de Roma y a la mayoría de las denominaciones protestantes, tal como se aprobó en forma ampliada en el Concilio de Constantinopla.

Poco después del Concilio de Nicea se compusieron muchas y nuevas fórmulas de fe, siendo la mayoría de ellas variaciones del Símbolo de Nicea, para hacer frente a nuevas fases del arrianismo. Al menos hubo cuatro antes del concilio de Sardica en 341, y en él se presentó una nueva fórmula que se puso en las Actas, aunque no la aceptó el concilio.

El Símbolo Niceno, sin embargo, continuó siendo el único en uso entre los defensores de la Fe. Gradualmente fue siendo reconocido como la profesión apropiada para los candidatos al bautismo. Su alteración en la fórmula Niceno-Constantinopolitana, la que ahora usamos, se suele atribuir al concilio de Constantinopla, puesto que el de Calcedonia (451) , que lo designó como “El Credo del Concilio de Constantinopla de 381” hizo que se leyera dos veces y que se pusiera en las Actas. Los historiadores Sócrates, Sozomen y Teodoreto no mencionan ésto, aunque sí que testimonian que los obispos que permanecieron en el concilio tras la partida de los Macedonios, confirmaron la fe de Nicea. Hefele (II,9) admite la posibilidad de que nuestro credo actual sea una condensación del “Tomo” ( Gr. tomos),i.e., la exposición de las doctrinas sobre la Trinidad hechas por el concilio de Constantinopla, pero prefiere la opinión de Rémi Ceillier y Tillemont, que rastrean la nueva fórmula al "Ancoratus" de Epifanio escrito en 374. Hort, Caspari, Harnack, y otros son de la opinión de que la forma Constantinopolitana no se originó en el concilio de Constantinopla, ya que no está en las Actas del concilio de 381, y que se insertó más tarde, porque Gregorio Nacianceno que estuvo en el concilio sólo menciona la fórmula nicena advirtiendo que está incompleta en lo que se refiere al Espíritu Santo, lo que muestra que no supo de la forma constantinopolitana que corrige esa deficiencia y porque los Padres latinos aparentemente nada saben de ella antes de mediado el siglo quinto.

El texto actual utilizado por la Iglesia Católica en su liturgia dice:

Creo en un sólo Dios,Padre Todopoderoso,Creador del cielo y de la tierra,de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un sólo Señor, Jesucristo,Hijo único de Diosnacido del Padre antes de todos los siglos:Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,engendrado, no creado,de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres,y por nuestra salvación bajó del cielo, por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen y sehizo hombre y por nuestra causa fue crucificadoen tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado y resucitó al tercer día, según las Escrituras y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo,Señor y dador de vida,que procede del Padre y del Hijo,que con el Padre y el Hijo recibeuna misma adoración y gloria y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un sólo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.


En ésta fórmula del artículo de Nicea sobre el Espíritu Santo se amplia con varias palabras, en especial las dos frases “de la sustancia del Padre” y se omiten “Dios de Dios” y los anatemas. Se añaden diez cláusulas y en cinco lugares las palabras están colocadas en distintos lugares. En general, las dos fórmulas contienen lo que es común a todas las fórmulas bautismales de la Iglesia primitiva. Vossius (1577-1649) fue el primero en detectar la semejanza entre el credo del "Ancoratus" y la formula bautismal de la iglesia de Jerusalén. Hort (1876) mantiene que el símbolo es una revisión de la fórmula de Jerusalén, en la que se han insertado las más importantes aseveraciones sobre el Espíritu Santo El autor de la revisión puede haber sido S. Cirilo de Jerusalén (315-386). Se ofrecen varias hipótesis sobre la tradición de que el símbolo niceno-constantinopolitano se originó con el concilio de Constantinopla, pero ninguna es satisfactoria. Sea cual fuere su origen, lo cierto es que el concilio de Calcedonia (451) se lo atribuyó al de Constantinopla y si de hecho no se compuso en él, fue adoptado y autorizado por los Padres reunidos en la asamblea como verdadera expresión de la Fe. La historia del Credo se completa en el artículo Filioque ( ver también ARRIO, EUSEBIO DE CESAREA).


J. WILHELM.


Transcrito por Fr. Rick Losch.


Traducido por Pedro Royo.