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Jueves, 28 de marzo de 2024

Crónica de la Orden de la Merced en América: El ministerio de doctrineros de indios es incumbencia de misioneros apostólicos, y se trata sumariamente de la naturaleza y costumbres de los indios

De Enciclopedia Católica

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Crónica de Guamán Poma
Padre Martín de Ayala "Santo, de Dios amado"
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Matrimonio
Obras de misericordia
El cristianísimo padre sólo ocupa su tiempo en decir misa
Vicario caritativo
Fraile santo,tiene caridad con los pobres de Jesucristo en todo el mundo, mucho más en este reino.
Padre ermitaño recoge limosnas en favor de los indios
Los padres de la Compañía de Jesús, "santos hombres en todo el mundo, que dan lo que tienen a los pobres de este reino".
Fraile mercedario
Párrafo XIV

El ministerio de doctrineros de indios es incumbencia de misioneros apostólicos, y se trata sumariamente de la naturaleza y costumbres de los indios

Algunos juzgan que solamente son misioneros apostólicos los que convierten pecadores, predicándoles, en los desiertos y ciudades, el bautismo de la penitencia que justifica las almas, como el Baptista, y los que convierten infieles, introduciéndolos al gremio de la Iglesia mediante las aguas del bautismo, como el apóstol de las gentes San Pablo; y dudan si ejercitan el ministerio apostólico de misioneros los religiosos que actualmente se ocupan en doctrinar en la fe a los descendientes de aquellos primeros convertidos a nuestra santa fe. Es vulgar esta duda, sin fundamento y sin razón, porque el continuado ejercicio de instruir, reengendrar y confirmar en la fe y en el exacto cumplimiento de los mandamientos de la ley de Dios y de la Iglesia y creencia explícita de los misterios necesarios para salvarse es de la misma naturaleza de las primeras acciones con que convirtieron a nuestra santa fe los gentiles de estas Indias. Y siendo éstas primeras ocupaciones ministerio de misioneros apostólicos, apellidándose reducciones misiones los lugares en que se actuaron, es sin duda, que lo es también la fervorosa continuación y vigilante celo con que los actuales doctrineros cumplen con su apostólica obligación . Se hubiera malogrado el trabajo y perdiéndose el fruto de los primeros operarios y padres de esta gentilidad convertida y reducida a la verdadera religión cristiana, si a éstos padres no hubieran sucedido sus hijos, cultivando esa heredad, adquirida para Dios, con la preciosa sangre de Cristo, e imitándole como buenos siervos, regándola también con la propia sangre de sus venas. Es fácil, dicen los políticos, conquistar, pero lo más difícil y glorioso es conversar (1). Y aunque las ocupaciones de ahora de los doctrineros fueran accesorias, es regla sabida y muy vulgar que lo accesorio es de la misma naturaleza de lo principal. Ex cap. Accesor. 42, de Reg. iur. In 6 cap. Si super gratias de officio delegat, eodem lib; Tomás de Thomacer, regula 29, dice: que sólo procede en las cosas juntas en que milita una misma razón, como en la sujeta materia de que hablamos. Como es también axioma filosófico: que la conservación es una continuada producción de la cosa. Grandes trabajos padeció San Pablo en la conversión de los gentiles, pero es imponderable el cuidado que aplicó para reengendrarlos otra vez a la fe y que se firmase bien en ellos Cristo. Léanse sus epístolas, que fuera muy prolijo citar innumerables lugares de ellas.

Pero permítaseme hacer, con nuestro Angélico Doctor Santo Tomás, algunas reflexiones literales, muy propias de la materia importante que se trata, sobre la Epístola de San Pablo a los Efesios, escrita en la cárcel en que estaba preso, en la ciudad de Roma (2). Y se ofrece notar aquí que estos efesios no fueron fundados en la fe por San Pablo, sino confirmados en ella; y esto, no por la viva voz de sus enseñanzas, sino por ésta Epístola, como lo nota Santo Tomás (3) y como dice el Sabio, cuya sentencia cita el Santo Doctor: si es necesaria grande virtud para convertir o conquistar de nuevo menos virtud se requiere para mantener y mantener y mirar por lo conquistado y convertido (4). Repara el Santo Doctor que en ésta carta monitoria a los Efesios se apellida San Pablo Apóstol de Jesucristo, con cuya autoridad les escribe (5). Porque para ser apóstoles misioneros no es necesario haber convertido de su infidelidad a las gentes de Éfeso, ni a los gentiles del Perú.

Pues que bastará? Ya lo dice y enseña el Santo Doctor. Lo que basta es confirmar a los que ya convertidos y cristianos para que no vacilen y se aparten de la fe, como el artífice confirma el edificio para que no caiga. Por dijo Cristo a San Pedro: Tú, alguna vez, confirma a tus hermanos. Y esto lo ejecutó San Pablo. Y por eso le conviene a éste Santo Apóstol lo que se escribe de Job: que sus sermones confirmaron a los vacilantes (6). Es copiosísima la erudición celestial y angélica con que prosigue el Santo Doctor, que me causa lástima omitirla, privando a muchos a éste suave y deleitoso manjar del entendimiento y del espíritu. Lo que noto con mi cortedad, es que toda la doctrina del Angélico en el Prólogo de ésta Ad Efesios, propiamente y a la letra, se adapta a todos los doctrineros y curas, sean del venerable clero o de las sagradas religiones aunque no estén ocupadas en las reducciones y conversiones de infieles; y que su ejercicio e incumbencia es, sin duda, apostólico, por que su cuidado es y debe dirigirse a firmar a sus feligreses, para que no pierdan el premio de la gloria, que para eso los han recibido [sic] a su cuidado, como decía el Santo Rey David (7). Los curas y doctrineros confirman las columnas de sus doctrinas, que son los fieles y feligreses de sus iglesias (8), haciéndolos rectos por la fe, corrigiéndoles supersticiones, poniendo en éste su mayor cuidado. Por que la fe es la que señala el recto camino a la Patria Celestial.

Deben los curas, dice la Doctrina del Angélico Doctor, levantar las columnas de sus feligreses por la esperanza. Por que ésta virtud es la que dirígelos ánimos y el ánimo a las cosas sobrenaturales, apartándolos de la viciada inclinación a las cosas terrenales de la vida animal. Deben hacer fuertes las fieles columnas de sus feligreses por la caridad, amor de Dios y del próximo, instruyéndolos en el culto y veneración de María Santísima y de los Santos, aconsejándoles que consuman y aparten de sus corazones los odios, los deseos de venganza y las demás pasiones desordenadas. Por eso, la caridad está significada por la columna de fuego, que todo lo consume; y por eso, la caridad, como columna, ilumina las obras del cristiano examina la intención y extermina todos los vicios. Todo esto, a la letra, y mucho más, que se omite, es doctrina del Angélico Doctor; y esto es lo que practicarán y deben practicar los curas y doctrineros. Y ejecutándolos, como se asegura de su obligación y celo, es sin duda, muy laudable y apostólica su ocupación y celo, es, sin duda, muy laudable y apostólica su ocupación.

Aquella mujer del Evangelio de San Lucas (9) es figura típica de la Iglesia, en dictamen del Venerable Beda. Elogia a Cristo diciéndole: que es bienaventurado el vientre que, trayéndole en la cinta, le dio el ser primero; y que los pechos son bienaventurados, que le dieron el delicado, gustoso y cándido licor para su conservación. Nótese que uno y otro aplaude, por que la operación de dar el primer ser y conservarlo es la mayor alabanza y la que hace bienaventurados. No alaba solamente a los que dieron el ser primero, sino también a los que dieron el ser de la conservación. Repárese que dice la Iglesia Católica, del vientre, que es bienaventurado; y lo omite de los pechos, por que dar el primer ser necesita ese elogio del vientre y dar la conservación lo supone; o por que la misma bienaventuranza y elogio del vientre, que da el primer ser, es, por mérito de condigno, propia de los pechos que dan a costa de su sangre, la conservación del ser. Los misioneros apostólicos y predicadores evangélicos de la Iglesia Católica ya se ha dicho, con San Gregorio, que son Padre y Madre de los creyentes y, aún, del mismo Cristo y, así, son acciones laudables, con una bienaventuranza, dar el ser a los gentiles, por la regeneración del bautismo; y darles a los fieles convertidos, para su conservación y con confirmación en la fe, la leche de la enseñanza y doctrina cristiana.

Su Majestad, por su Real Despacho, ordena se les de noticia de las costumbres y naturaleza de los habitadores y de los indios de éstas reducciones y doctrinas. La naturaleza y costumbres de los indios es unívoca en todos los de éstos reinos. Son entregados con alma y cuerpo a la ociosidad, madre de todos los vicios. Son ingratos, fraudulentos, tímidos, inconstantes, de genio servil, flojos por sí y grandes trabajadores por rigor y miedo. Son muy inclinados a la embriagues, origen dela infidelidad, como lo nota el Concilio Límense; al vicio de la carne y a la mentira; y con lastimoso exceso, la idolatría y supersticiones gentílicas. De lo cual es lastimosa prueba lo que refiere en su castellano indico el doctor don Francisco Ávila, cura de San Damián, en la provincia de Huarochirí, canónigo, después, de Lima quien, con su predicación y celo descubrió ser apóstatas de nuestra santa fe los indios e idólatras de aquella doctrina y de las provincias comarcanas: y entre los ídolos de su adoración había cadáveres secos, rostros y manos de carne momia, que habían conservado más de ochocientos años. De dichos ídolos, se hicieron seis cargas, de a dos quintales cada una, y traídas a Lima, en su plaza mayor, se hizo auto y se quemaron, el año de seiscientos y nueve, siendo virrey el marqués de Montes Claros y, arzobispo, el señor don Bartolomé de Lobo Guerrero. Relevante prueba de la pérfida inclinación a la idolatría y de la inclinación perversa y fraudulenta a la mentira y falsos testimonios! Dice dicho Doctor que, por haber descubierto su apostasía, le pusieron varios capítulos que, en materia de intereses, importaban un millón y doscientos mil pesos de buen oro. Raro mentir y exorbitante falso testimonio contra su cura! Así son muchos los que, ahora, levantan indios y mestizos capitulantes a sus curas, religiosos o clérigos. De la apostasía y rebelión presente, maquinada, en éste año de 756, por los indios de esta ciudad y de dicha provincia de Huarochirí, informará, a Su Majestad, su virrey.

De la naturaleza de la miserable gente de los indios ay mucho escrito por el señor Solórzano; por el señor obispo de Quito, Montenegro; por el padre Joseph de Acosta, De procuranda indorum salute. Algunos los hacen descendientes de los judíos, que traen su origen de Isaac, quinto hijo de Jacob, como lo dicen los Señores Bejarano y Carrasco, según refiere el señor Solórzano en su Política indiana. Pero con evidencia, no se ha podido demostrar hasta ahora su origen y ascendencia; y cómo pasaron, después del Diluvio, a éstas provincias, ignorándose, en esos primeros siglos, la virtud de la calamita o piedra imán; cerca de cuyo asunto, el padre fray Gregorio García del Orden de Predicadores, con varia y exquisita tradición, refiere 13 opiniones; y todas inciertas.

Esta es, con otros vicios, la naturaleza de los indios, aún iluminados con la fe, pero deslumbrados con la depravada inclinación de la infidelidad. Son nacidos, por naturaleza, hijos de la ira, hijos de la venganza, hijos de peña; en quienes no se conoce, para las acciones cristianas y cumplimiento de los mandamientos de Dios y de la Iglesia, ni amor, ni temor filial, sino servil. Son hijos de Adán, como todos, y contrajeron el pecado original. Y aunque, por el bautismo están limpios de él, por el rebelión [sic] de la parte inferior, no sujeta como debe. Estos vicios y otros son como naturaleza en los indios, que es la grande y profunda sentencia de San Agustín, en el tratado 44 sobre el Evangelio de San Juan (10).

Permítaseme explicar la naturaleza de los indios con una curiosa doctrina del Angélico Doctor Santo Tomás. Pregunta, si haya algunas concupiscencias naturales y algunas no naturales? Y resuelve, que hay unas y otras. Porque la concupiscencia es apetito del bien deleitable en dos maneras: es deleitable, de un modo, porque es conveniente a la naturaleza del animal, como la comida y bebida, la cual concupiscencia se dice natural; de otro modo, se dice que alguna cosa es deleitable según es conveniente al animal por aprehención y se deleita en aquel bien que aprendió. Y de ésta deleitable concupiscencia es la que se llama no natural. Las primeras concupiscencias naturales, son comunes a los hombres y a los demás animales. Las segundas, son propias de los hombres, a quienes les toca pensar lo que es bueno y conveniente y, fuera de eso, lo que requiere la naturaleza.

La concupiscencia de los indios es un apetito del bien deleitable; y ésta concupiscencia de éstos naturales, solamente al bien deleitable, es, en ellos natural o naturaleza, la cual es común a los hombres y a los brutos. La concupiscencia no natural es según la aprehención; y los indios, por su naturaleza viciada y natural dureza, aprehenden por bien conveniente lo que no lo es, como le sucedió a los israelitas en el desierto, cuando por su aprehención y no por la naturaleza de los alimentos, desearon y estimaron por alimento conveniente los de Egipto y no el maná llovido del Cielo. Con que sucede que éstos indios, si obran concupiscencia [sic] natural, se parecen a los brutos, y si como no natural concupiscencia, por sus malas aprehensiones, salen viciadas sus obras y deseos del bien deleitable (11). Pero ésta regla tiene sus excepciones, porque los indios de valles y de los llanos, que frecuentemente comunican con sacerdotes españoles, y los que viven en pueblos fundados, estaban bien instruidos en la fe, por estar sujetos a la asistencia de la Iglesia y de la continua enseñanza y vigilante cuidado de los curas. Son dóciles y Doribiles Dei. Por la misericordia de Dios, muchísimos se salvan aunque rudos y mal inclinados, como lo dice el señor Montenegro, adaptando a éstos miserables indios el verso octavo, del Psalmo treinta y cinco traído al margen (12).

Viven muchos indios en varios obrajes, estancias de ganado mayor y menor, haciendas de labor e ingenio de oro y plata. En estos lugares viven los indios esclavizados por los españoles y mestizos. En ellos, más se atiende por los dueños al logro de sus intereses que a la educación política y Cristiana de estos miserables. Cerca de esta materia son santísimas las disposiciones del Concilio Límense y las ordenanzas reales. Pero, no obstante, embarazan notablemente a los curas los dueños que actúen, en sus indios, las obligaciones de su ministerio. En esta materia hay mucho de que informar a Su Majestad, pero baste lo dicho.

De la incontinencia de los españoles y de la fragilidad de las indias, de quienes el padre Joseph de Acosta dice discreta y sentenciosamente que, siendo raro su pudor y femenil vergüenza, es nimia o demasiada su facilidad, rarus pudor nimia facilitas, han nacido los mestizos, a quienes el señor Solórzano llama H, [en blanco] que en idioma latino es: quid progenitum ex apro et suc; lo que no se traduce en castellano por la indecencia de sus significados. Son sobrinos de los indios; y los mestizos son, ahora, amos de sus tíos y los tienen esclavizados en sus haciendas, heredadas de sus padres. Son de costumbres muy relajadas y sediciosos. Por éstos y otros vicios, el Concilio Límense Segundo ordena que no vivan entre indios, negros ni mestizos; y las leyes y ordenanzas reales así establecen, porque, con su mal ejemplo, son ruina de los indios en lo cristiano y político.

De éstos mestizos se ha engendrado otra tercera entidad de gentes en estas partes, que llaman cholos; hijos de mestizos y de indias. Estos son peores que sus padres, no pagan tributos a Su Majestad, ni se sujetan a los trabajos personales de los miserables indios. Cerca de los mestizos, el señor Solórzano, en su Política indiana, hace consulta a Su Majestad que paguen tributos, por la incontinencia de sus padres, y que, por sus delitos, sean condenados a la labor de las minas con el ejemplar de los romanos, lo que fuera en grande alivio de los indios, cada día más consumidos, si se pudiera conseguir, sin inquietud, este arbitrio, castigo o providencia política, lícita y cristiana.

Los doctrineros presentes, cumpliendo con su apostólico ministerio, instruyen en las obligaciones de cristianos a ésta especie de gente; a ésta generación, cuyos vicios están convertidos en naturaleza; a estos hombres, que sus concupiscencias naturales son apetitos solamente del bien deleitable, en que se asemejan a los brutos; y sus concupiscencias no naturales, por sus malas aprehenciones, salen viciadas como se ha notado con Doctrina del Angélico Doctor. Nuestros religiosos ha tiempo, de más de dos siglos, que se ocupan en dirigir, al recto camino de la salvación y vida eterna, a esta miserable generación, que siempre está inclinada a errar de corazón, que se ofende y se irrita con frenético desvarío contra sus médicos espirituales; más de doscientos años han trabajado en esta labor, en servicio de Dios y en obsequio de nuestros reyes católicos, y bastaba solamente el tiempo de cuarenta años para que se hiciese juicio de los trabajos, molestias, testimonios falsos y contradicciones que han padecido los pobres religiosos misioneros. De Cristo, Señor Nuestro, Soberano origen de misioneros, que predicó a los hebreos cerca de cuarenta años, lo dice el profeta David (13); y parece que en éstos sus hijos se cumple, si es cierta la opinión que son descendientes de judíos.

Algunos escrupulosos, de santo celo, y con deseos de la mayor propagación de nuestra santa fe, sin negar lo que se acaba de decir, harán el reparo que ha muchísimos años que nuestros religiosos no se ocupan en misiones de infieles; que en esta incumbencia y ministerio andan omisos y están, al parecer, ociosos. Y no faltan personas de distinción, de letras y de experimen[tada] prudencia, que juzguen dirigirse el real despacho de nuestro rey católico, e[l] señor don Fernando, a desear noticia de las misiones de infieles en que actualmente se ocupan los regulares. A ésta duda y prudente juicio se dará cumplida satisfacción en el párrafo siguiente.

Paleografía Fernando Armas Medina

Transcripción: José Gálvez Kruger

Las imágenes provienen de la Biblioteca Real: [1]