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Viernes, 29 de marzo de 2024

Contrición

De Enciclopedia Católica

Revisión de 03:50 11 sep 2016 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Necesidad de la Contrición)

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Definición

Contrición (Latín contrition, ruptura de algo endurecido). En la Sagrada Escritura no hay nada más común que las exhortaciones al arrepentimiento: “No me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta y viva” (Ezequiel 33,11); “Os lo aseguro, y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo” (Lucas 13,5; cf. Mateo 12,41). A veces este arrepentimiento incluye actos exteriores de satisfacción (Sal. 6,7 ss.); siempre implica un reconocimiento del agravio hecho a Dios, una aversión al mal obrado, y un deseo de apartarse del mal y hacer el bien. Esto se expresa claramente en el Salmo 51(50),5-14: “Pues mi delito yo lo reconozco... contra ti, contra ti sólo he pecado, lo malo a tus ojos cometí. Retira tu faz de mis pecados, borra todas mis culpas. Crea en mí, oh Dios, un corazón puro”, etc. Esto aparece más claramente en la parábola del fariseo y el publicano (Lc. 18,13), y más claramente aun en la historia del hijo pródigo (Lc. 15,11-32): “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; no soy digno de llamarme hijo tuyo.”

Naturaleza de la Contrición

Los teólogos han llamado “contrición” a este arrepentimiento interior. El Concilio de Trento (Ses. XIV, Ch. IV de Contritione) lo define explícitamente: “un dolor en el alma y odio al pecado cometido, con un firme propósito de no volver a pecar en el futuro”. La palabra contrition misma en un sentido moral no es de ocurrencia frecuente en la Escritura (cf. Sal. 51(50),19). Etimológicamente implica una ruptura de algo que se ha endurecido. Santo Tomás de Aquino en su Comentario sobre el Maestro de las Sentencias explica así su uso peculiar: “Dado que es un requisito para la remisión del pecado que el ser humano deseche por completo el gusto por el pecado, lo cual implica una especie de continuidad y solidez en su mente, el acto que obtiene el perdón es llamado por una figura del lenguaje ‘contrición’” (In Lib. Sent. IV, dist. XVII; cf. Supplem. III, Q. I, a. 1). Este dolor del alma no es dolor simplemente especulativo por el mal hecho, remordimiento de conciencia, o un propósito de enmienda; es un dolor real y una amargura del alma junto con un odio y horror por el pecado cometido; y este odio por el pecado lleva a la decisión de no pecar más.

Los escritores cristianos primitivos al hablar de la naturaleza de la contrición a veces insisten en el sentimiento de dolor, a veces en el odio al mal cometido (Agustín en P.L., XXXVII, 1901, 1902; Crisóstomo, P.G., XLVII, 409, 410). Agustín incluye ambos cuando escribe: "Compunctus corde non solet dici nisi stimulus peccatorum in dolore pœnitendi" (P.L., Vol. VI of Augustine, col. 1440). Casi todos los teólogos medievales afirman que la contrición se basa principalmente en el odio al pecado. Esta aversión presupone un conocimiento de la atrocidad del pecado, y este conocimiento engendra la tristeza y el dolor del alma. "Un pecado es cometido por el consentimiento, así que es borrado por el disentimiento de la voluntad racional; de ahí que la contrición es esencialmente dolor. Pero debe tomarse en cuenta que “dolor” tiene una doble significación: disentimiento de la voluntad y el sentimiento subsiguiente; el primero es de la esencia de la contrición, el segundo es su efecto” (San Buenaventura, In Lib. Sent. IV, dist. XVI, Pt. I, art. 1). [Vea también Santo Tomás, Comment. in Lib. Sent. IV; Billuart (De Sac. Pœnit.,Diss. iv, art. 1) parece afirmar la opinion opuesta.]

Necesidad de la Contrición

Hasta el tiempo de la Reforma ningún teólogo pensó jamás negar la necesidad de la contrición para el perdón del pecado. Pero con la llegada de Lutero y su doctrina de la justificación por la fe sola, como consecuencia natural, se excluyó la necesidad absoluta de la contrición. El Papa León X en su famosa Bula “Exsurge” (Denzinger no. 751, (635)) condenó la siguiente posición luterana: "De ninguna manera creas que estás perdonado debido a tu contrición, sino debido a las palabras de Cristo, ‘todo lo que desatares', etc. Por esta razón digo que si recibes la absolución del sacerdote, cree firmemente que estás absuelto, y estarás verdaderamente absuelto, y que la contrición sea como sea.” Lutero no pudo negar que en toda conversión verdadera hay dolor en el alma, pero afirmó que éste era el resultado de la gracia de Dios derramada en el alma al momento de la justificación, etc. (para esta discusión vea Vacant, Dict. de théol. cath., s.v. Contrición).

Los escritores católicos han enseñado siempre la necesidad de la contrición para el perdón del pecado, y han insistido que tal necesidad surge (a) de la misma naturaleza del arrepentimiento así como (b) del mandamiento positivo de Dios.

(a)Ellos señalan que la sentencia de Cristo en Lucas 13,5 es final: “si no os convertís”, etc. y citan pasajes de los Padres tales como el siguiente de Cipriano, De Lapsis 32: “Haced penitencia en su totalidad, den prueba de la tristeza que proviene de un alma adolorida y gemebunda… aquellos que se deshacen del arrepentimiento por el pecado, cierran la puerta a la satisfacción." Los doctores escolásticos establecieron el principio "No puede comenzar una nueva vida aquel que no se arrepiente de la antigua” (San Buenaventura, In Lib. Sent. IV, dist. XVI, Pt. II, art. 1, Q. II, también ex profeso, ibid., Pt. I, art. I, Q. III), y cuando se les preguntó la razón de por qué, ellos señalaron que es una absoluta incongruencia el volverse a Dios y aferrarse al pecado, el cual es hostil a la ley de Dios. El Concilio de Trento vigilante a la tradición de las épocas, definió (Ses. XIV, Ch. IV de Contritione) que la “contrición siempre ha sido necesaria para obtener el perdón del pecado”.

(b) El mandato positivo de Dios es también claro en las premisas. El Bautista sonó la nota de preparación para la venida del Mesías: “Enderecen sus caminos”; y como consecuencia “ellos fueron a él y se bautizaron confesando sus pecados”. La primera predicación de Jesús es descrita en las palabras: “Hagan penitencia, pues el Reino de los Cielos está cerca”; y los apóstoles, en sus primeros sermones al pueblo les aconsejaban “hagan penitencia y bautícense para la remisión de sus pecados” (Hch. 2,38). Los Padres continuaron el esfuerzo con una exhortación similar (Clemente en P.G., I, 341; Hermas III P.G., II, 894; Tertuliano en P.L., II).

Contrición Perfecta e Imperfecta

Cualidades

Contrición en el Sacramento de la Penitencia

Contrición Perfecta sin el Sacramento

Obligación de Producir el Acto de Contrición

Bibliografía: CHRISTIAN PESCH, Prælectiones Dogmaticæ (Friburgo, 1897), VII; HUNTER, Outlines of Dogmatic Theology (Nueva York, 1896); Sto. Tomás, In Sent. IV, dist. XVII, Q. II, a 1, sol. 1; SUAREZ, De Pænitentiâ, disp. IV, sect. III, a,2; BELARMINO, De Controversiis, Bk. II, De sacramento pænitentiæ; SALMATICENSES, Cursus Theologicus: de pænitientiâ (París, 1883), XX; DENIFLE, Luther und Luthertum in der ersten Entwicklung (Mainz, 1906), I, 229 ss., II, 454, 517, 618 ss.; COLLET en MIGNE, Theologiæ Cursus Completus (París, 1840), XXII; PALMIERI, De Pænitentiâ (Roma, 1879; Prato, 1896); PETAVIO, Dogmata Theologica: de pænitentiâ (París, 1867).

Fuente: Hanna, Edward. "Contrition." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4, pp. 337-340. New York: Robert Appleton Company, 1908. 10 Sept. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/04337a.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina.