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Jueves, 28 de marzo de 2024

Diferencia entre revisiones de «Concilio de Constanza»

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Concilio (en parte) ecuménico celebrado en [[Constanza]], ahora en el gran ducado de Baden, desde el 5 de noviembre de 1414 hasta el 22 de abril de 1418. Sus cinco sesiones generales se dedicaron a tres propósitos principales: (I) La extinción del llamado [[Cisma de Occidente]]; (II) La Reforma del gobierno y de la vida de [[la Iglesia]]; (III) La represión de la [[herejía]]. Este artículo tratará también de (IV) Asistencia al Concilio; consideraciones generales.
  
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===LA EXTINCIÓN DEL LLAMADO CISMA DE OCCIDENTE===
  
Concilio (en parte) ecuménico celebrado en Constanza, ahora en el gran ducado de Baden, desde el 5 de nov.1414 hasta 22 abril 1418. Sus cinco sesiones se dedicaron a tres propósitos principales:
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En su intento de restaurar para [[la Iglesia]] su unidad inmemorial de primacía, el [[Concilio de Pisa]], en 1409, sólo aumentó la confusión y [[escándalo]] que afligía a la [[cristiandad]] desde 1378 (ver [[Cisma de Occidente]]). Había en ese momento tres [[Papas]]: los dos depuestos por el concilio ([[Papa Gregorio XII|Gregorio XII]] y [[Pedro de Luna|Benedicto XIII]]) y el creado por el concilio, [[Alejandro V]], que murió pronto (3 de mayo de 1410) y le [[Sucesión Apostólica|sucedió]] el [[cardenal]] Baldassare Cossa, como [[Juan XXIII]].  Obediente a un [[decreto]] del Concilio de Pisa que ordenaba celebrar un [[Concilios Generales|concilio general]] cada tres años, este [[Papa]] lo convocó para abril de 1412 en [[Roma]], pero con tan poco éxito que fue prorrogado y convocado de nuevo para principios de 1413; su único decreto importante fue una condena de de los escritos de [[John Wycliff]]. Mientras, la traición y [[violencia]] de Ladislao de Nápoles hacía a Juan XXIII completamente dependiente políticamente del nuevo emperador electo, Segismundo, cuyo profundo deseo de que se celebrara un concilio general en territorio alemán fue finalmente satisfecho por el Papa, que entonces estaba exiliado de Roma.   Lo convocó en [[Diócesis de Lodi|Lodi]] el 9 de diciembre de 1413 para el 1 de noviembre de 1414, en [[Constanza]], una ciudad libre del imperio, sobre el Lago Constanza.  
  
(I) La extinción del llamado Cisma de occidente;
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El [[concilio]] se inauguró [[Solemnidad|solemnemente]] el 5 de noviembre en la [[Catedral]] de Constanza, donde se celebraron todas las sesiones públicas.  La primera se efectuó el 16 de noviembre bajo la presidencia de Juan XXIII y por un momento se consideró una continuación del Concilio de Pisa y a Juan XXIII como el único Papa legítimo.  Sin embargo, pronto fue palmario que muchos miembros de la nueva asamblea (comparativamente pocos [[obispo]]s, muchos [[doctor]]es en [[teología]] y derecho canónico y civil, procuradores de obispos, diputados de las [[universidad]]es, capítulos de las catedrales, prebostes etc., agentes y representantes de los príncipes etc.) favorecían fuertemente la abdicación [[Voluntad|voluntaria]] de los tres Papas. Ésta era también la [[idea]] del emperador Segismundo, presente desde la víspera de [[Navidad]] de 1414, y destinado a ejercer una profunda y continua influencia a lo largo del concilio en su papel de protector imperial de la Iglesia.  Especialmente los diputados franceses urgían esta solución de la intolerable crisis, liderados por [[Pierre d'Ailly]] (cardenal y obispo de [[Cambrai]]), [[Guillermo Fillastre]] (cardenal y obispo de San Marco), y [[Jean de Charlier de Gerson]], canciller de la [[Universidad de París]], representante del rey francés, y conocido, junto con d´Ailly, como “el alma del concilio”.  Los muchos obispos italianos que habían acompañado a Juan XXIII apoyaban su legitimidad, pero fueron pronto anulados por los nuevos métodos de discusión y votación.
  
(II) La Reforma del gobierno  y de la vida de la iglesia;
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A principios de enero de 1415 aparecieron los enviados de Benedicto XIII, pero sólo para proponer una reunión personal en [[Diócesis de Niza|Niza|]] entre su Papa y el emperador.  A finales de mes, Gregorio XII (Angelo Corrario) ofreció, por medio de sus representantes, renunciar con la condición de que los otros Papas hicieran lo mismo. Pero la ejecución de este proyecto, el cual sería el principal objetivo del concilio, se fue posponiendo por razones que veremos más adelante. El emperador Segismundo y los miembros no italianos comenzaron a ejercer presión sobre Juan XXIII. Su resistencia se quebró por fin con la resolución de los miembros de votar por “naciones” y no por [[persona]]s. La legalidad de esta medida, una imitación de las “naciones” de la universidad, era más que cuestionable, pero durante febrero de 1415 se llevó a término y de ahí en adelante se aceptó en la práctica, aunque nunca fuera autorizada por ningún decreto formal del concilio (Finke, Forschungen, 31-33) y contando con la oposición de d'Ailly y Fillastre, que querían una ampliación considerable del cuerpo electoral por la inclusión de  profesores (doctores) de teología, [[Parroquia|párrocos]], etc. y no deseaban que se abandonase el voto individual tradicional. D’Aily estaba dispuesto a comprometerse en un voto según las provincias eclesiásticas.
  
(III) La represión de la herejía.
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El voto por naciones era en gran medida el trabajo de miembros ingleses, alemanes y franceses y los italianos no resistieron mucho, de manera que sobre esta base, el trabajo del concilio se organizó y ejecutó de la siguiente manera:  se nombraba varios diputados eclesiásticos y [[laicos]] por cada una de las cuatro naciones representadas en el concilio, es decir, [[Alemania]] (con la que se contaba a los pocos miembros de [[Polonia]], [[Hungría]], [[Dinamarca]] y Escandinavia), [[Inglaterra]], [[Francia]] e [[Italia]], para representar a la membresía total de la nación presente en Constanza. Estos diputados nacionales se reunían por separado con un presidente elegido por ellos, pero que se cambiaba cada mes. Sus decisiones se alcanzaban por mayoría y eran entonces comunicadas a la congregación general de las cuatro naciones en la que el voto de la mayoría (tres) era decisivo. Parece que también había (Finke, Forschungen, 36-37) un importante comité general nombrado por las naciones para preparar los temas de discusión de las naciones individuales y para actuar, en general, como intermediario. En la séptima sesión (2 de mayo de 1415) se privó a los cardenales del [[derecho]] a votar separadamente; de ahí en adelante sólo podían votar como otros diputados individuales en sus respectivas naciones. Por consiguiente, la [[Santa Sede|Iglesia Romana]] no estuvo representada como tal, mientras que la pequeña nación inglesa (20 diputados, 3 obispos) tenía la misma influencia que toda la representación italiana, que como [[individuo]]s eran cerca de la mitad del concilio. Las decisiones de las congregaciones generales se presentaban en las sesiones públicas donde eran promulgadas, unánimemente, como decretos conciliares.  
  
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Mientras se tomaban estas medidas, Juan XXIII se volvía cada día más desconfiado del concilio. Sin embargo, y en parte por un ataque violento anónimo, de origen italiano, sobre su [[vida]] y carácter prometió bajo [[juramento]] (2 de marzo de 1415) resignar. Pero el 20 de marzo, huyó en secreto de Constanza y se refugió en Schaffhausen en tierras de su amigo Federico, duque de Austria-Tirol. Este acto llenó de consternación al concilio, pues amenazaba tanto su existencia como su autoridad. Sin embargo, el emperador Segismundo mantuvo reunida la dubitante asamblea. En la sesión pública (tercera a quinta) del 26 y 30 de marzo y 5 de abril de la que salieron los famosos decretos “Artículos de Constanza”, un importante y largo argumento de [[galicanismo]]. Según se adoptaron finalmente en la quinta sesión, en número de cinco, declaraban que el concilio reunido legítimamente en el [[Espíritu Santo]], es un concilio general, representa a toda la Iglesia militante, deriva su autoridad directamente de [[Dios]] y que en todo lo que se refiere a la [[fe]], la extinción del [[cisma]] y la reforma en la cabeza y en los miembros, todos los [[Cristianismo|cristianos]], incluido el Papa, están [[Obligación|obligados]] a [[Obediencia|obedecerlo]]; y que en el caso de que se rehúsen a obedecer al concilio, todos los cristianos recalcitrantes (hasta el Papa) están sujetos a castigos eclesiásticos y en caso de [[necesidad]] otras sanciones (civiles); que sin el consentimiento del concilio el Papa Juan no puede llamar de Constanza a la [[Curia Romana]] y sus oficiales, cuya ausencia puede compeler a cerrar el concilio o retrasar sus trabajos; que todas las censuras infligidas por el Papa desde su partida sobre los miembros y seguidores del concilio quedaban anuladas y que el Papa Juan y los miembros del concilio han disfrutado hasta ahí de completa libertad.
  
Este artículo tratará también de  
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Mientras tanto (29 de marzo de 1415) las naciones inglesas, alemanas y francesas habían acordado cuatro artículos; en los dos primeros se expresaba la completa supremacía del concilio sobre el Papa; éstos dos fueron incorporadas a los artículos de la quinta sesión mencionados antes.  Se ha mantenido que estos decretos eran únicamente para la extraordinaria situación a que se enfrentaba el concilio; sin embargo, expresan la bien conocida persuasión de la mayoría de la peculiar representación eclesiástica en Constanza de que el concilio, independientemente del Papa, era el depositario final de la suprema autoridad eclesiástica; de hecho, en virtud de estos decretos procedieron inmediatamente a juzgar y deponer a Juan XIII, que hasta entonces era para ellos el Papa legítimo.  Hay que notar que de los doce cardenales presentes en Constanza solo siete u ocho asistieron a la quinta sesión y solamente para evitar el [[escándalo]] (entre los ausentes estaba d´Ailly), y que ningún cardenal quiso anunciar estos decretos, dejando que lo hiciera el obispo Andrés de Posen. El emperador estuvo presente en su [[promulgación]] y también 200 miembros, sobre todo doctores etc.  Hay que recordar que estos decretos, aunque adoptados en el [[Concilio de Basilea]], y citados a menudo por los discípulos del galicanismo y otros oponentes de la supremacía Papal, se formularon y aceptaron en Constanza en unas circunstancias muy inusuales, con mucha prisa y casi en desesperación ante la amenaza de fracaso del tan deseado concilio general.  Corrían contra la práctica inmemorial de la Iglesia y sustituyeron su divina constitución con la voluntad de la multitud o mejor dicho, una especie de parlamentarismo teológico. Nunca fueron aprobados por la Santa Sede (Funk, Kirchengeschichtliche Studien, [[Paderborn]], 1897, I, 489-98) y fueron casi inmediatamente rechazados implícitamente por el [[Papa Martín V]] ([[Gian Domenico Mansi|Mansi]], Coll. Conc., XXVIII, 200).
  
(IV) Asistencia al Concilio; consideraciones generales.
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El resto de marzo, y los meses de abril y mayo se consumieron en un trágico conflicto del concilio con Juan XXIII.  No retiró su renuncia, pero puso condiciones que el concilio rechazó; llamó de Constanza a varios cardenales y miembros de la Curia, que, sin embargo, pronto fueron obligados a volver; presentó un alegato de falta de libertad; se quejó ante el rey de Francia respecto al método de la votación, así de cómo lo trataron el concilio y el emperador; y finalmente huyó de Schaffhausen a Lauenburg, dando razones al concilio para temer tanto su huída del alcance imperial o la retirada de los representantes italianos. El Papa volvió a huir enseguida, esta vez a [[Friburgo]] de Brisgovia y desde ahí a Breisach am Rhine, aunque pronto fue obligado a volver a Friburgo desde donde fue llevado (17 de mayo) por los diputados a las cercanías de Constanza, donde fue mantenido prisionero, mientras el concilio procedía a juzgarle. Había agotado todos los medios de resistencia y estaba moralmente derrotado.  Renuente a sufrir la ordalía del inminente juicio, renunció al derecho de defensa y se entregó a la misericordia del concilio.  Ya había sido suspendido en la décima sesión (14 de mayo) y en la décimo segunda sesión fue depuesto (29 de marzo 1415), no por [[herejía]] sino por [[Notoriedad|notoria]] [[simonía]], incitación al cisma y vida escandalosa.  Dos días más tarde ratificó bajo juramento la acción del concilio y fue condenado a [[prisión]] indefinida bajo la custodia del emperador.  Estuvo detenido sucesivamente en los castillos de Gottlieben, Heidelberg y Mannheim, pero eventualmente fue liberado, con la ayuda de Martín V, después de pagar un enorme rescate. En 1419 murió en [[Florencia]] siendo cardenal-obispo de Tusculum (para más detalles de los cargos contra él, ver [[Juan XXIII]], Antipapa).  
  
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La prometida renuncia del [[Papa Gregorio XII]] estaba ahora en orden y se realizó con la dignidad esperada del Papa normalmente considerado por los historiadores [[católico]]s como ocupante legítimo de la cátedra de San Pedro, aunque en este momento su obediencia se había casi desvanecido, y estaba confinada a [[Rímini]] y unas pocas [[diócesis]] alemanas. A través de su protector y plenipotenciario, Carlo Malatesta, Señor de Rímini, puso como condiciones que el concilio volviera a ser convocado por él mismo y que en la sesión en que se aceptara su renuncia no estuviese presidida ni por Baldassare Cossa ([[Juan XXIII]] ni por ninguno de sus representantes.  El concilio aceptó dichas condiciones.  Por lo tanto, la sesión decimocuarta (4 de julio de 1415) tuvo como presidente al emperador Segismundo, por lo que pareció, como querían los seguidores de Gregorio, que hasta ese momento el concilio era una asamblea convocada por la [[autoridad civil]].  El famoso [[Orden de Predicadores|dominico]] cardenal [[Beato Giovanni Dominici|Dominici]] (Giovanni Dominici), amigo y consejero de Gregorio XII, y desde el 19 de diciembre de 1414 representante papal en Constanza, convocó de nuevo el concilio a nombre del Papa y autorizó sus actos futuros.  Se proclamó entonces la reunión de ambas obediencias (Gregorio XII y Juan XXIII), tras lo cual el cardenal-obispo de [[Ostia y Veletri|Ostia]] ([[Viviers]]) asumió la presidencia y Malatesta pronunció, en nombre de Gregorio, la abdicación de éste a todos los derechos al [[papado]]. Gregorio confirmó estos hechos en la decimoséptima sesión (14 de julio) y fue confirmado como cardenal-obispo de Porto, Decano del Sacro Colegio y [[legado]] perpetuo en [[Ancona y Umana|Ancona]], posición en la murió (18 de octubre de 1417) en [[Recanati y Loreto|Recanati]], a sus noventa años en olor de [[santidad]].  Desde la décimo cuarta sesión, en la que él convocó el concilio, muchos lo consideran, al igual que [[George Phillips]] (Kirchenrecht, I, 256), un concilio general legítimo.
  
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Quedaba por obtener la renuncia de Benedicto XIII (Pedro de Luna). Para este propósito, y porque él insistía en tratos personales con él mismo, el emperador Segismundo y diputados del concilio se trasladaron a [[Perpignan]], entonces territorio español, para conferenciar con él, pero el obstinado anciano, a pesar de su pretendida voluntad de renunciar, no cedió (septiembre a octubre de 1415) en sus persistentes reclamos, los que había defendido en medio de tantas vicisitudes. Sin embargo, pronto lo abandonaron sus seguidores de [[Aragón]], [[Castilla]] y Navarra, hasta ahí sus principales defensores.  Por el tratado de Narbona (13 de diciembre de 1415) se comprometieron a cooperar con el Concilio de Constanza para la [[deposición]] de Benedicto y la [[Elecciones Papales|elección]] de un nuevo Papa.  [[San Vicente Ferrer]], hasta entonces el principal apoyo de Benedicto, además de su confesor, le abandonó como [[Perjurio|perjuro]]. El concilio confirmó los artículos de Narbona (4 de febrero de 1416), cuya ejecución inmediata se retrasó, entre otras razones, porque Benedicto huyó (13 de noviembre de 1415) de la fortaleza de Perpignan a la roca inaccesible de Pañiscola, en la costa cerca de [[Valencia]], donde murió en 1423, manteniendo hasta el fin su buen derecho. (Ver [[Pedro de Luna]]). 
  
=== LA EXTINCIÓN DEL LLAMADO CISMA DE OCCIDENTE.===
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Varias causas impedían la comparecencia de los diputados españoles al concilio. Finalmente llegaron a Constanza para la vigésimo primera sesión (15 de octubre de 1416) y en adelante fueron contados como la quinta nación (Fromme, Die spanische Nation und das Konzil von Konstanz, Münster, 1896). Los siguientes ocho meses transcurrieron mayormente en complicados procedimientos canónicos destinados a obligar la abdicación o justificar la deposición de Benedicto XIII.  Mientras éste había [[Excomunión|excomulgado]] solemnemente a sus anteriores seguidores reales y con una valentía digna de mejor causa mantenía que la Santa Iglesia, el [[Arca de Noé]], estaba ahora en el piso desgastado por las olas de Peñiscola y en el pequeño grupo de unos pocos más miles de [[alma]]s que aún aceptaban su ensombrecida autoridad, y no en Constanza.  Finalmente fue depuesto en la sesión trigésimo séptima (26 de julio de 1417) como culpable de perjurio, cismático y hereje; nunca se hizo nada contra su vida privada ni su carácter [[Sacerdote|sacerdotal]], como en el caso de Juan XXIII.  El [[Cisma de Occidente]] llegaba así a su fin, después de casi cuarenta años de vida desastrosa, un Papa (Gregorio XII) había abdicado voluntariamente, otro (Juan XXIII) había sido suspendido y luego depuesto, pero se había sometido en forma canónica; el tercero (Benedicto XIII) fue separado del cuerpo de la Iglesia, “un Papa sin una Iglesia, un pastor sin rebaño” (Hergenröther-Kirsch).  Se había llegado a una situación tal, que cualquiera de los tres pretendientes que fuera el legítimo sucesor de [[San Pedro]], reinaba en toda la Iglesia universal una incertidumbre e intolerable confusión, de manera que los sabios y [[Comunión de los Santos|santos]] y almas rectas, se hallaban en las tres obediencias.  Sobre el principio de que un Papa [[Duda|dudoso]] no es un Papa, la Sede Apostólica aparecía como realmente [[vacante]], y bajo esas circunstancias no podía volver a ser ocupada de otra manera que por la acción de un concilio general.  
  
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Las irregularidades canónicas del concilio parecen menos culpables cuando a esta vacante práctica del pontificado añadimos el disgusto universal y desánimo por la continuación del llamado [[cisma]], a pesar de todos los esfuerzos imaginables para restaurar la unidad de primacía a la Iglesia, el temor justificado a nuevas complicaciones, el peligro inmediato de la [[Doctrina Cristiana|doctrina]] y disciplina católicas entre el naufragio temporal de la autoridad tradicional de la Sede Apostólica y el rápido crecimiento de [[Falsedad|falsas]] enseñanzas igualmente ruinosas para el [[Estado e Iglesia]].
  
En su intento de restaurar su unidad inmemorial en la cabeza, el concilio de Pisa, en 1409, no hizo otra cosa que aumentar la confusión y escándalo que afligía a la Cristiandad desde 1378 (ver CISMA DE OCCIDENTE). Había en ese momento tres papas: los depuestos por el concilio (Gregorio XII y Benedicto XIII) y el creado por el concilio, Alejandro V, que murió pronto (3 mayo 1410) y le sucedió el cardenal Baldassare Cossa, como Juan  XXIII. Obediente al decreto del Concilio de Pisa que ordenaba celebrar un concilio general, este papa lo convocó para principio de 1413; el único decreto importante fue una condena de de los escritos de Wicleff.
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====Elección de Martín V====
  
Mientras, la traición y violencia de Ladislao de Nápoles hacía que el papa Juan XXIII dependiera  políticamente del nuevo emperador electo, Segismundo cuyo profundo deseo de que se celebrara un concilio general en territorio alemán fue finalmente satisfecho por el papa, que entonces estaba exiliado de Roma. Lo convocó en Lodi el 9 de diciembre de 1413 para el 1 de noviembre, en Constanza, una ciudad libre del imperio, sobre el lago de su mismo nombre. Se inauguró solemnemente el 5 de noviembre en la catedral, donde se celebraron todas las sesiones públicas, la primera de las cuales tuvo lugar el 16 de noviembre bajo la presidencia de Juan XXIII y durante un tiempo se consideró una continuación del concilio de Pisa y a Juan XXIII  como el único papa legítimo.  
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Bajo esas circunstancias, era imposible la forma usual de elección papal por los cardenales solos (Ver [[Cónclave]]), aunque solo sea por el fuerte sentimiento hostil de la mayoría del concilio, que los hacía responsables no sólo de los errores del cisma, sino también de muchos abusos administrativos de la Curia Romana (ver abajo), cuya inmediata corrección parecía a muchos un asunto de no menor importancia, por decir lo menos, que la elección del Papa. Este objetivo no fue obscurecido por las disensiones menores, por ejemplo, el rango legítimo de la nación española, el número de votos de los aragoneses y castellanos, respectivamente, los derechos de los ingleses de constituir una nación etc.… Las naciones española, francesa e italiana deseaban una inmediata elección papal, ya que una Iglesia sin cabeza era una monstruosidad, como dijo d'Ailly. Los ingleses se mantuvieron firmes, bajo la dirección del obispo Roberto de Salisbury en que había que llevar a cabo imperativamente las reformas de la administración papal y de la curia. El emperador Segismundo también sobresalía entre los alemanes por esa misma razón y estaba dispuesto a tomar medidas violentas a favor de sus intereses. Pero Roberto de [[Antigua Diócesis de Salisbury|Salisbury]] murió y curiosamente fue gracias a otro obispo inglés, Henry de [[Antigua Sede de Winchester|Winchester]], pariente cercano del rey de Inglaterra, que estaba de camino hacia Palestina, quien logró que la disputa de prioridades se inclinase hacia la elección Papal, pero con la seguridad, entre otros puntos, de que el nuevo Papa comenzaría inmediatamente la reforma de los abusos; y que esas reformas serían proclamadas por el concilio, cosa en la que todas las naciones estuvieron de acuerdo, y que la manera de la inminente elección Papal fuera dejada en manos de una comisión especial. Entre los cinco decretos reformatorios aprobados inmediatamente por el concilio en su sesión trigésimo novena (9 de octubre de 1417) estaba el famoso "Frequens" que mandaba que se celebrara un concilio general cada diez años; sin embargo, los dos siguientes debían ser convocados por el Papa cada cinco y siete años después y el primero de ellos en Pavía.  
  
Pero enseguida se vio que muchos miembros de la nueva asamblea (en la que comparativamente había pocos obispos, muchos doctores en teología y derecho canónico, procuradores de obispos, diputados de las universidades, capítulos de las catedrales, prebostes etc., agentes y representantes de los príncipes etc.) favorecía insistentemente la abdicación de los tres papas. También el emperador Segismundo, que estuvo presente desde la víspera de Navidad de 1414,  tenía esta idea y se dedicó a ejercer una profunda influencia  a lo largo del concilio en su papel de protector imperial de la Iglesia. Los diputados franceses urgían esta solución de la intolerable crisis, liderados por Pierre d'Ailly (cardenal y obispo de Cambrai), Guillermo Fillastre (cardenal y obispo San Marco), y Jean Charlier de Gerson, canciller de la Universidad de Paris, representante del rey francés, y conocido, junto con d´Ailly, como “alma del concilio”. Los muchos obispos italianos que habían acompañado a Juan XXIII apoyaban su legitimidad, pero fueron pronto anulados por los métodods de discusión y votación. A principios de enero de 1415, aparecieron los enviados de Benedicto XIII, pero solo para proponer una reunión personal en Niza entre su papa y el emperador. A finales de mes, Gregorio XII (Angelo Corrario) ofreció, por medio de sus representantes, resignar con la condición de que los otros papas hicieran lo mismo.  
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Finalmente, en la cuadragésima sesión (30 de octubre) se discutió la forma de la nueva elección papal. El concilio decretó que para esta ocasión a los 23 cardenales se debía añadir treinta diputados del concilio (seis por cada nación) constituyendo un cuerpo de 53 electores. Otro decreto de esta sesión re refería a la inmediata y seria atención del nuevo Papa a 18 puntos que trataban de la reformatio in capite et Curia Romana. La cuadragésimo primera sesión (8 de noviembre) suministró los detalles de la elección y para ello hizo que se leyera la [[Bulas y Breves|bula]] del [[Papa Clemente VI]] (6 de diciembre de 1351). Aquella tarde, los electores se reunieron en cónclave y tres días después eligieron Papa al cardenal romano Odo Colonna que tomó el nombre de [[Papa Martín V|Martín V]]. Como era sólo [[subdiácono]], fue [[Órdenes Sagrados|ordenado]] sucesivamente [[diácono]], [[sacerdote]] y [[obispo]]. (Fromme, "Die Wahl Martins V.", en "Röm. Quartalschrift", 1896). Su [[coronación]] se efectuó el 21 de noviembre de 1417.  El clausuró solemnemente el concilio en su cuadragésima quinta sesión (22 abril de 1418), tras lo cual, declinando las invitaciones a Aviñón o a alguna ciudad alemana, volvió a [[Italia]] y, tras una corta estancia en [[Florencia]], entró a Roma (28 de septiembre de 1420), y estableció su residencia en el Vaticano, devolviendo así a la Sede de Pedro sus antiguos [[derecho]]s y prestigio en toda la [[cristiandad]].  
  
Pero la ejecución de este proyecto, en adelante sería el principal objetivo del concilio, se fue posponiendo por razones que veremos más adelante. La presión comenzó a ejercerse contra Juan XXIII tanto por el emperador Segismundo y por los miembros no-italianos. Su resistencia se quebró por fin con la resolución de los miembros de votar por “naciones” y no por personas. La legalidad de esta medida, una imitación de las “naciones” de la universidad,  era más que cuestionable, pero durante febrero de 1415 se actuó así y por fin fue aceptada en la práctica, aunque nunca fuera autorizada por decreto formal alguno del concilio (Finke, Forschungen, 31-33) y contando con la oposición de d'Ailly y Pillastre, que querían una ampliación del cuerpo electoral por la inclusión de los profesores (doctores) de teología, párrocos, etc. y no deseaban que se abandonase el voto individual tradicional. El primero estaba dispuesto a llegar a un compromiso en la votación si se hacía por provincias eclesiásticas.
 
  
El voto por naciones era en gran medida el trabajo de miembros ingleses, alemanes y franceses y los italianos no se resistieron mucho de manera que sobre esta base, el trabajo del concilio se organizó se organizó de la siguiente manera: cada una de las cuatro naciones representadas en Constanza, i.e., alemanes ( con los que se contaban los polacos, húngaros, daneses y escandinavos), ingleses, franceses e italianos, nombraba varios diputados, eclesiásticos y laicos, para representar a todos los miembros de la nación que estaban presentes en Constanza. Estos diputados nacionales se reunían por separado  con un presidente elegido por ellos, pero que se cambiaba cada mes. Sus decisiones se alcanzaban por mayoría  y eran entonces comunicadas a las Congregación general de todas las naciones en las que el voto de la mayoría (tres) era decisivo. Parece que también había (Finke, Forschungen, 36-37) un importante comité general nombrado por las naciones para preparar los temas de discusión de las naciones individuales y para actuar, en general, como intermediario.
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===REFORMA DE LA VIDA Y DEL GOBIERNO ECLESIÁSTICOS===
  
En la séptima sesión (2 de mayo de 1415) se privó a los cardenales el derecho a votar separadamente, de manera que sólo podían votar como otros diputados individuales en sus respectivas naciones. La Iglesia Romana, por consiguiente, un estuvo representada como tal, mientras que la pequeña nación inglesa (20 diputados, 3 obispos) tenía la misma influencia que toda la representación italiana que individualmente eran la mitad del concilio. Las decisiones de las congregaciones generales se presentaban en las sesiones públicas donde eran promulgadas, unánimemente, como decretos conciliares. Mientras se tomaban estas medidas, Juan XXIII se volvía cada día más desconfiado del concilio. Sin embargo, y en parte por un ataque violento anónimo, de origen italiano, sobre su vida, prometió bajo juramento (2 marzo, 1415) resignar. Pero el 20 de marzo, huyo en secreto de Constanza y se refugió en Schaffhausen en tierras de su amigo Federico, duque de Austria-Tirol. Este acto llenó de consternación al concilio porque amenazaba su existencia y su autoridad.
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Mucho antes del Concilio de Constanza existía una ardiente demanda por una reforma de las condiciones eclesiásticas, la cual fue creada por varias causas, a saber:  la larga ausencia de los [[Papas]] de [[Roma]] en el siglo XIV, que acarreó la ruina del antiguo [[Estados Papales|Patrimonio de San Pedro]]; los muchos y graves abusos conectados directa o indirectamente con la administración de los Papas franceses en [[Aviñón]]; los desórdenes civiles generales de ese tiempo (Guerra de los Cien Años, los Condottieri etc.), entre otras. Los escritos de los [[Teología|teólogos]] y canonistas y las declaraciones de varios [[Comunión de los Santos|santos]] populares ([[Santa Brígida de Suecia]], [[Santa Catalina de Siena]]) son suficientes para mostrar lo bien justificada que estaba esa exigencia universal (Rocquain). En las mentes de muchos miembros del concilio esta reforma, como ya hemos visto, era de igual importancia que la terminación del [[cisma]] y para algunos, especialmente para los alemanes, parecía que ensombrecía hasta la necesidad de una cabeza para [[la Iglesia]]. Argüían que era precisamente la administración del [[Papa]] y los [[cardenal]]es la que más necesitaba una reforma y ahora que ambos estaban muy débiles y por primera vez en su historia habían sentido el dominio de los teólogos y canonistas, les parecía el momento [[Psicología|psicológico]] para incluir esas reformas entre las leyes eclesiásticas comunes, de donde no se pudieran eliminar fácilmente.  
El emperador Segismundo mantuvo reunida la dubitante asamblea. En la sesión pública (tercera a quinta) del 26 y 30 de marzo y 5 de abril del que salió el famoso decreto “Artículos de Constanza”, un importante y largo argumento de galicanismo.  
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Finalmente se adoptaron en la quinta sesión , en número de cinco, y declaraban que el concilio reunido legítimamente en el Espíritu Santo, representa a toda la iglesia militante, tiene la autoridad de Dios y que en todo lo que se refiere a la fe, la extinción del cisma y la reforma en la cabeza y en los miembros, todos los cristianos, hasta el papa, están obligados a obedecerlo y que en el caso de que se rehúsa obedecer al concilio los cristianos recalcitrantes ( hasta el papa) están sujetos a castigos eclesiásticos y en caso de necesidad otras sanciones civiles; que sin el consentimiento del concilio el papa Juan no puede despedir de Constanza a la Curia Romana y sus oficiales, cuya ausencia puede compeler a cerrar el concilio o retrasar su obra; todas las censuras infligidas por el papa desde su partida sobre los miembros y seguidores del concilio quedaban anulados y el papa Juan y sus miembros del concilio han disfrutado hasta entonces de libertad. Mientras tanto (29 de marzo de 1415) las naciones inglesas, alemanas y francesas habían acordado cuatro artículos, en los dos primeros de los cuales se expresaba la completa supremacía del concilio sobre el papa y que fueron incorporadas a los artículos mencionados de la quinta sesión. Se ha mantenido que estos decretos eran únicamente para la extraordinaria situación a que se enfrentaba el concilio, pero expresan, sin embargo, la bien conocida persuasión de la mayoría de la peculiar representación eclesiástica en Constanza de que el concilio, independientemente del papa, era el depositario final de la suprema autoridad eclesiástica; de hecho, en virtud de estos decretos procedieron inmediatamente a juzgar y deponer a Juan XIII, que hasta entonces era para ellos el papa legítimo.  
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Desde julio de 1415 había habido una comisión de reforma de 35 miembros; se había nombrado otra nueva de 25 después de la entrada de la nación española en octubre de 1416.  Durante todo este tiempo se habían presentado muchos memoriales al [[concilio]] respecto a todos los abusos imaginables. En las congregaciones y sesiones generales con frecuencia se expresaban amargos reproches sobre estos temas.  La igualdad académica de muchos de sus miembros, la condición de postración de la dirección eclesiástica, la peculiar libertad de discusión en las reuniones de la “nación” y otras causas hicieron de este concilio un foro único para la discusión de todos los puntos y métodos de reforma. Ciertamente que se hubiera logrado más si los eruditos y los [[celo]]sos predicadores hubieran sido capaces de llegar a algún grado de unanimidad respecto a la importancia y orden que las reformas requerían, y si hubiera habido un mayor deseo de reforma individual y menos pasión en la denuncia de los pasados abusos de las administraciones de los Papas y de la curia.  
  
Hay que notar que  de los doce cardenales presentes en Constanza solo siete u ocho asistieron a la quinta sesión y solamente para evitar el escándalo (entre los ausentes estaba d ´Ailly) y que ningún cardenal quiso anunciar estos decretos, dejando que lo hiciera el arzobispo Andrés de Posen. El emperador estuvo presente en la promulgación  y también 200 miembros, sobre todo doctores etc. Estos decretos, hay que recordar, aunque adoptados en Basilea y con frecuencia citados por los discípulos del galicanismo y otros oponentes de la supremacía papal, se formularon y aceptaron en Constanza en unas circunstancias muy inusuales, con mucha prisa y cayó en desesperación ante la amenaza de fracaso del tan deseado concilio general. Corrían contra la práctica inmemorial de la Iglesia y sustituyeron la voluntad de la multitud o una especie de parlamentarismo teológico, en vez de la con constitución divina. Nunca fueron aprobados por la Santa sede (Funk, Kirchengeschichtliche Studien, Paderborn, 1897, I, 489-98) y fueron casi inmediatamente rechazados pro Martín V (Mansi, Coll. Conc., XXVIII, 200).  
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Los alemanes (Avisamenta nationis germanicæ) y los ingleses deseaban ardientemente la reforma de la [[Curia Romana]] de manera que un nuevo Papa santo y justo encontrara que se le había desbrozado el camino ante él. Los alemanes aseguraban que durante 150 años los Papas habían dejado de gobernar con la [[justicia]] que les había caracterizado durante doce siglos.  Los cardenales, decían, habían amado demasiado las riquezas y habían descuidado los [[sínodo]]s eclesiásticos. Según ellos, éstas eran las [[verdad]]eras causas de la corrupción del [[clero]], de la decadencia de buenos estudios, de la ruina de las iglesias y [[abadía]]s. En el [[Concilio de Pisa]] se habían prometido reformas, pero ¿qué había pasado con esas promesas? De hecho, sin embargo, las reformas que se pedía a gritos era la devolución a los [[obispo]]s de su antigua libertad en la colación de [[beneficio]]s, y una notable disminución de las varias cuotas y tributos que se pagaban a Roma de las [[Propiedad Eclesiástica|propiedades eclesiásticas]] e ingresos de las varias naciones, que por varias razones habían ido creciendo en número y cantidad durante el siglo anterior y no siempre eran injustificadas o poco equitativas. Ya hemos visto fue muy en contra de su [[voluntad]] que los alemanes concordaron en la elección papal antes de recibir completa satisfacción sobre las reformas antedichas.  
  
El resto del mes de marzo, abril y mayo se consumieron en un trágico conflicto del concilio con Juan XXIII. No retiró su renuncia y puso condiciones que el concilio rechazó. Llamó a varios cardenales y miembros de la curia que fueron obligados a volver; puso un pleito por falta de libertad, se quejó al rey de Francia respecto al método de la votación así como de su tratamiento en el concilio y por el emperador  y finalmente huyó a de Schaffhausen a Lauenburg, dando razones al emperador para temer que se escapara del alcance del emperador  o la retirada de los representantes italianos. El papa volvió a huir enseguida esta vez a Friburgo de Brisgovia y desde ahí a Breisach am Rhine, aunque pronto fue obligado a volver a Friburgo desde donde fue llevado por los diputados a las cercanías de Constanza, donde fue encarcelado mientras el concilio procedía a su juzgarle. Había agotado todos los medios de resistencia y estaba moralmente derrotado y como no quería sufrir la ordalía del juicio inmediato, renunció al derecho de defensa y se entregó a la misericordia  del concilio. En la doceava sesión  fue depuesto (29 de marzo 1415) no por herejía sino por notoria simonía incitación al cisma  y vida escandalosa, habiendo sido suspendido en la décima sesión (14 de mayo). Dos días más tarde ratificó bajo juramento la acción del concilio y fue condenado a prisión indefinida bajo la custodia del emperador. Se le mantuvo prisionero sucesivamente en los casillos de Gottlieben, Heidelberg y Mannheim, pero acabó siendo puesto en libertad, con la ayuda de Martín V, después de pagar un enorme rescate. En 1419 murió en Florencia  siendo cardenal –obispo de Tusculum (para ver más ampliamente los cargos contra él, ver Juan XXIII, Antipapa). La renuncia prometida por Gregorio XII estaba ahora en orden y se realizó con la dignidad que se esperaba del papa normalmente considerado por los historiadores católicos como ocupante legítimo de la cátedra de S. Pedro, aunque en este momento no tenía apenas seguidores, estando confinado en Rímini y unas pocas diócesis alemanas.  
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El día después de su [[coronación]] [[Papa Martín V|Martín]] V nombró una (tercera) comisión de reforma, pero sus miembros no mostraron más unanimidad que sus predecesores en el mismo puesto. El nuevo Papa declaró que estaba dispuesto a aceptar cualquier proposición que se acordara unánimemente. Eventualmente, después de muchas discusiones y varias sugerencias, se acordaron siete puntos en la cuadragésima tercera sesión (21 de marzo de 1418), Se suprimieron todas las excepciones concedidas durante el sínodo y en el futuro se concederían con dificultad; las uniones e incorporaciones de beneficios debían disminuir; el Papa renunció a los ingresos de los beneficios vacantes; se prohibió toda [[simonía]], así como la costumbre de dispensar de la [[obligación]] de toma de órdenes a las [[persona]]s que disfrutaban de beneficios; se restringió notablemente el derecho papal de imponer [[diezmo]]s al clero e Iglesias; los [[Persona Eclesiástica|eclesiásticos]] debían usar los hábitos de sus órdenes ([[Gian Domenico Mansi|Mansi]], Conc., XXVII, 1114-77). Otras reformas se dejaron a la iniciativa de cada nación que proveían para ellas por concordatos especiales, término que se dice se empleó aquí por primera vez. El [[Concordato]] Alemán (que incluía [[Polonia]], [[Hungría]] y Escandinavia) y el de [[Francia]], [[España]] e [[Italia]] era válido por cinco años; el Concordato Inglés era indefinido (para detalles vea Mansi, op. cit., XXVII, 1189 ss., y Hübler, Die Konstanzer Reform und die Konkordate von 1418, Leipzig, 1867). Se fijó en veinticuatro el número de cardenales y se tomarían proporcionalmente de las grandes naciones. También se regularon estrictamente las reservas papales, anualidades, [[in commendam]], [[indulgencias]], etc. Sin embargo en el [[consistorio papal]] (10 de marzo de 1418) Martín V rechazó cualquier derecho de apelación de la [[Santa Sede|Sede Apostólica]] a un concilio futuro y afirmó la suprema autoridad del romano pontífice como [[Vicario de Cristo]] en la tierra en todos los asuntos de [[fe]] [[Católico|católica]] (Nulli fas est a supremo judice, videlicet Apostolicâ sede seu Rom. Pontif. Jesu Christi vicario in terris appellare aut illius judicium in causis fidei, quæ tamquam majores ad ipsum et sedem Apostolicam deferendæ sunt, declinare, Mansi, Conc., XXVIII, 200). 
  
A través de su protector  y plenipotenciario, Carlo Malatesta, Señor de Rímini, puso como condiciones que el concilio volviera ser reconvocado por él mismo y que en sesión en la que se aceptara su renuncia un estuviesen presentes ni Baldassare Cossa ni representante suyo alguno la presidiera. El concilio aceptó las condiciones. La sesión nº 14 (4 de julio de 1415) tuvo pues, como presidentes al emperador Segismundo por lo que pareció como los seguidores de Gregorio querían, que hasta ese momento, el concilio era una asamblea convocada por la autoridad civil. El famoso dominico cardenal Juan de Ragusa (Johannes Dominici) amigo y consejero de Gregorio XII, y desde el 19 de dic.1414, representante papal en Constanza, convocó de nuevo el concilio en nombre del papa y autorizó sus actos futuros. La reunión de ambas obediencias (Gregorio XII y Juan XXIII) se proclamó entonces con lo que el cardenal –obispo de Ostia (Viviers) asumió la presidencia y Malatesta pronunció, en nombre de Gregorio, la abdicación  de todos sus derechos al papado. Gregorio confirmó estos hechos en la decimoséptima sesión (14 de julio) y fue confirmado como cardenal –obispo de Porto, Decano del Sacro Colegio y legado perpetuo en Ancona, posición en la murió el 18 de octubre de 1417 en Racanati con 90 años en olor de santidad. Desde la sesión 14 en la que él convocó el concilio, se considera por muchos con Phillips (Kirchenrecht, I, 256) un concilio general legítimo.
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Von Funk ha mostrado (op. cit., 489 ss.), que la frecuentemente mencionada confirmación de los decretos de Constanza por Martín V, en la última sesión del concilio (omnia et singula determinata et decreta in materiis fldei per præsens concilium conciliariter et non aliter nec alio modo) debe ser entendida sólo de un caso específico (Falkenberg, ver abajo), y no de cualquier parte notable de, y mucho menos de todos, los [[decreto]]s de Constanza. Es cierto que en la [[Bulas y Breves|Bula]] "Inter Cunctas", (22 de febrero de 1418), a propósito de los seguidores de [[John Wycliff]] y de [[Jan Hus]], pide una aprobación formal de los decretos de Constanza in favorem fidet a salutem animarum, pero estas palabras se entienden fácilmente de la acción del concilio contra los antedichos [[Herejía|herejes]] y sus esfuerzos por reinstalar un jefe a la cabeza de la Iglesia. En particular, los famosos cinco artículos de la quinta sesión que establecen la supremacía del concilio, nunca recibieron ninguna confirmación papal ([[Joseph Hergenröther|Hergenröther]]-Kirsch, II, 862, and Baudrillart, in Dict. de théol. cath., II, 1219-23).  Para una refutación del reclamo galicano de que estos decretos poseen carácter [[Dogma|dogmático]], ver [[Galicanismo]].  
  
Quedaba por obtener la resignación de Benedicto XIII (Pedro de Luna). Para este propósito y porque el aragonés lo quería así, el emperador Segismundo y sus diputados del concilio se trasladaron a persignan, entonces territorio español, para conferenciar con él, pero el obstinado anciano, a pesar de su pretendida voluntad de renunciar, no cedió (sept – octubre 1415) en las reclamaciones que había siempre había defendido tan persistentemente y en medio de tantas vicisitudes. Sin embargo pronto fue abandonado por Aragón, Castilla y Navarra y sus partidarios. Por el tratado de Carbona (13 dic. 1415) se comprometieron a cooperar con el concilio de Constanza para la deposición de Benedicto y la elección de un nuevo papa. S. Vicente Ferrer hasta entonces el principal apoyo de Benedicto, además de su confesor, le abandonó como perjuro. El concilio confirmó los artículos de Narbona (4 feb 1416) pero no se pudo aplicar inmediatamente porque Benedicto huyó (13 nov.1415) a la roca inaccesible de Pañíscola, en la costa, cerca de Valencia, donde murió en 1423, manteniendo hasta el fin su buen derecho. (Ver LUNA, PEDRO DE).
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Sin embargo el concilio de Constanza es a menudo considerado como el Decimosexto [[Concilios Generales|Concilio General]]; como se dijo antes, algunos lo reconocen como tal después de la décimo cuarta sesión (convocado de nuevo por el [[Papa Gregorio XII]]); otros (Salembier), luego de la trigésimo quinta sesión (llegada de la nación española); [[Karl Joseph von Hefele|Hefele]] solamente en las últimas sesiones (42da a 45ta) bajo Martín V. Ninguna [[aprobación]] papal pretendía confirmar sus actas anti-papales. Así el [[Papa Eugenio IV]] (22 de julio de 1446) aprobó el concilio con la debida reserva respecto a los [[derecho]]s, dignidad y supremacía de la Sede Apostólica (absque tamen præjudicio juris dignitatis et præeminentiæ Sedis Apostolicæ). Vea [[Marie Dominique Bouix|Bouix]], "De Papa, ubi et de concilio oecumenico" (París, 1869), y Salembier (abajo), 313-23.  
  
Varias causas impedían la aparición de los diputados españoles en concilio. Finalmente llegaron a Constanza  a la sesión  21 (15 de octubre 1416) y en adelante fueron contados como la quinta nación (Fromme, Die spanische Nation und das Konzil von Konstanz, Münster, 1896). Los siguientes ocho meses se consumieron en complicados procedimientos canónicos destinados a obligar a al abdicación de Benedicto XIII o justificarla. Mientras  éste había excomulgado solemnemente a los que antes le apoyaban y con una valentía digna de mejor causa mantenía que la Santa Iglesia, el Arca de Noe, estaba ahora en Pañíscola y en los pocos más de unos miles de almas que aún aceptaban su ensombrecida autoridad,  y no en Constanza. Finalmente fue depuesto en la sesión  37 (26 julio 1417) como culpable de perjurio, cismático y hereje. Nunca se hizo nada contra si vida privada ni su carácter sacerdotal , como en le caso de Juan XXIII,  El Cisma De occidente llegaba así a su fin, después de casi cuarenta años  de vida desastrosa, un papa ( Gregorio XII) había abdicado voluntariamente, otro (Juan XXIII) había sido suspendido y después depuesto, pero se había sometido en forma canónica; el tercero (Benedicto XIII) fue separado del cuerpo de la Iglesia “ un papa sin una iglesia, un pastor sin rebaño” (Hergenröther-Kirsch). Se había llegado a una situación tal que reinaba en toda la iglesia universal una incertidumbre  e intolerable confusión  de manera que en sabios y santos y almas rectas daban obediencia a los tres papas, fuera cual fuera el legítimo. Sobre el principio de que un papa dudoso no es un papa, la Sede Apostólica aparecía como realmente vacante y bajo esas circunstancias no podía volver a ser ocupada de otra manera que por la acción de un concilio general.
 
  
Las irregularidades canónicas del concilio parecen menos culpables cuando añadimos a esta vacante práctica del pontificado añadimos el disgusto universal y desánimo por la continuación del llamado cisma, a pesar de tantos esfuerzos para restaurar la unidad de la iglesia en la cabeza, el justificado temor de complicaciones, el peligro inmediato de la doctrina y disciplina católicas entre el naufragio temporal de la autoridad tradicional de la Sede Apostólica y el rápido crecimiento de falsas enseñanzas igualmente ruinosas para la Iglesia y para el Estado.
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===REPRESION DE LA HEREJIA===
  
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El concilio trató en varias ocasiones de las herejías de su tiempo, entre ellas las de Wyclif y Hus.
  
====Elección de Martín V.====
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====Condena de las cuarenta y cinco proposiciones de Wyclif====
  
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La octava sesión trató la cuestión de [[John Wyclif]], cuyos escritos ya habían sido condenados en un concilio en Roma (1412-13) bajo el mandato de [[Juan XXIII]]. En la cuadragésima quinta sesión se censuraron como heréticas varias proposiciones de Wyclif, ya condenadas por las [[universidad]]es de [[París]] y Praga, y en una sesión posterior otra larga lista de 260 [[error]]es.  Se ordenó quemar todos sus escritos y que su cuerpo fuese desenterrado y arrojado fuera de tierra [[Consagración|consagrada]] (lo que no se hizo hasta 1428 bajo el obispo Robert Fleming de Lincoln) En 1418 Martín V, con la antedicha bula "Inter Cunctas", aprobó la acción del concilio (Mansi, op. cit., XXVII, 1210 sq.; ver [[John Wycliff]]).
  
Bajo esas circunstancias, la forma usual de elección papal por los cardenales solos (Ver CONCLAVE) era imposible, aunque solo sea por la patente sentimiento en contra de la mayoría del concilio, que los hacía responsables no solo de los errores del cisma, sino también de muchos abusos administrativos de la Curia Romana (ver abajo), cuya inmediata corrección parecía a muchos un asunto de no menor importancia, por decir lo menos, que la elección del papa. Y  este objetivo no fue obscurecido por las disensiones menores como el rango correcto de la nación española, el número de votos de los aragoneses y castellanos, los derechos de los ingleses para constituir una nación etc.…Los naciones española francesa e italiana deseaban una inmediata elección papal, ya que una iglesia sin cabeza era una monstruosidad como dijo d'Ailly. Los ingleses se mantuvieron firmas, bajo la dirección del obispo Roberto de Salisbury en que había que llevar a cabo imperativamente las reformas de la administración papal y de la curia. El emperador Segismundo también sobresalía entre los alemanes por esa misma razón y estaba dispuesto a tomas medidas violentas a favor de sus intereses pero Roberto de Salisbury murió y curiosamente fue gracias a otro obispo inglés Henry de Winchester, pariente cercano del rey de Inglaterra, que estaba de camino hacia Palestina, quien logró que la disputa de prioridades se inclinase hacia la elección papal, pero con la seguridad , entre otros puntos, de que el nuevo papa comenzaría inmediatamente la reforma de los abusos. Y que esas reformas serían proclamadas pro el concilio, cosa en la que todas las naciones estuvieron de acuerdo, y que la manera de la inminente elección papal fuera dejada en manos de una comisión especial. Entre los cinco decretos de reforma pasados inmediatamente por el concilio en su sesión nº 39 (9 oct 1417) estaba el famoso "Frequens" que mandaba que se celebrara un concilio general cada diez años y los dos siguientes debían se convocados por el papa cada cinco y siete años después y el de ellos primero en Pavía.
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====Condena y ejecución de Jan Hus====
  
Finalmente, en la sesión 40, se discutió la forma de la elección papal (30 de oct.). El concilio decretó que para esta ocasión a los 23 cardenales debían unirse 30 diputados del concilio (seis por cada nación) constituyendo un cuerpo de 53 electores. Otro decreto de esta sesión re refería a la inmediata y seria atención del nuevo papa a 18 puntos que trataban de la reformatio in capite et Curia Romana.
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Desde 1408 [[Jan Hus]], un elocuente predicador de Praga, había enseñado abiertamente las [[herejía]]s de Wyclif. Con su ardiente [[celo]] por las reformas eclesiásticas basadas en las enseñanzas de Wyclif, su patriótica insistencia sobre la pureza de la fe bohemia y sus afirmaciones de nacionalismo bohemio, se había situado rápidamente al frente como líder de su nación, entonces amargada contra la dominación alemana en la vida política y académica de [[Bohemia]]. Desde 1412 había estado desterrado de Praga, pero era sólo el más peligroso por su ardiente discurso y sus escritos, entre los ya sobreexcitados bohemios, que veían en él la flor de su genio nacional, y por otra parte estaban muy resentidos contra un clero que entonces ofrecía muchos elementos de debilidad ante los ataques de reformadores como Hus y su amigo y admirador Jerónimo (Hieronymus) de Praga. Los errores de Hus trataban principalmente de la naturaleza de la Iglesia (sólo los [[Predestinación|predestinados]]), la supremacía papal, la [[La Regla de Fe|regla de fe]] (La [[Biblia|Escritura]] y la [[ley]] de [[Jesucristo|Cristo]]), la [[Eucaristía|Comunión]] bajo ambas especies (ver [[Husitas]]), la [[Sacramento de la Penitencia|confesión]] auricular (innecesaria), la [[autoridad civil]] (que dependía, entre los [[Cristianismo|cristianos]], del estado de gracia). Más de una vez (por ejemplo, en 1411) Hus había apelado a un concilio general y cuando al inaugurarse el de Constanza, el emperador Segismundo y el rey Wenceslao de Bohemia le urgieron para que se presentase allí, estaba muy bien dispuesto; él sabía que estaba compuesto de ardientes reformadores impetuosos y esperaba convencerles con su elocuencia de su propia intensa fe en las [[idea]]s de Wyclif.  
La sesión 41 (8 nov.) suministró los detalles de la elección  y para ello hizo que se leyera la bula de Clemente VI (6  dic. 1351). Aquella tarde, los electores se reunieron en cónclave y tres días después eligieron papa a cardenal romano Odo Colonna que tomó el nombre de Martín V. Como sólo era subdiácono fue sucesivamente ordenado como diacono, sacerdote y obispo. (Fromme, "Die Wahl Martins V.", en "Röm. Quartalschrift", 1896). Su coronación tuvo lugar el 21 de noviembre de 1417. El clausuró solemnemente el concilio en la sesión 45 (22 abril de 1418) y a continuación, declinando las invitaciones de establecerse en Aviñón o a alguna ciudad alemana, volvió a Italia y, tras una corta estancia en Florencia, entró en Roma (28 sept.1420) residiendo en el Vaticano, devolviendo así a  la Sede de S. Pedro sus antiguos derechos y prestigio en toda la cristiandad.
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Salió de Praga el 11 de octubre de 1414 en compañía de tres nobles bohemios y confiando en un salvoconducto (salvus conductus) del emperador Segismundo. Llegaron a [[Constanza]] el 3 de noviembre, donde Hus se alojó en un hogar privado y donde se le entregó el salvoconducto (5 noviembre). Al día siguiente de su llegada compareció ante [[Juan XXIII]], quien le trató cortésmente, levantó las censuras de [[excomunión]] e [[interdicto]], pero le prohibió celebrar la [[Sacrificio de la Misa|Misa]], predicar y también aparecer en funciones eclesiásticas públicas (sus doctrinas completamente heréticas e incluso revolucionarias eran sumamente [[Notoriedad|notorias]] y ya habían sido condenadas en Roma). Compareció de nuevo ante el Papa y los cardenales el 28 de noviembre, se declaró inocente de todos los errores y dijo que estaba dispuesto a retractarse y hacer [[penitencia]] si se le declaraba convicto de alguno de ellos. Sin embargo, continuaba violando la prohibición Papal: celebraba Misa diariamente y predicaba a los presentes.  En consecuencia, fue arrestado el mismo día por orden del obispo de Constanza y poco después (6 de diciembre) fue recluido en un [[convento]] de [[Orden de Predicadores|dominicos]].  Al quejarse de las condiciones antihigiénicas del lugar, fue trasladado al castillo de Gottlieben y luego al convento [[Orden Franciscana|franciscano]] de Constanza (junio 1415). 
  
===REFORMA DE LA VIDA Y DEL GOBIERNO ECLESIÁSTICO.===
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[[Pierre d'Ailly]] y [[Guillaume Fillastre]] condujeron su interrogatorio, el cual se extendió durante los meses de abril y mayo; mientras tanto él mantenía una muy intensa correspondencia, escribió varios tratados y replicaba a los cargos de sus oponentes. Sus amigos bohemios protestaron contra el arresto de Hus y mostraron el salvoconducto del emperador (pero sólo después del arresto). Segismundo se enfadó al principio por el arresto, pero más tarde (1 de enero de 1415) declaró que no le impediría al concilio tratar según la [[ley]] a las personas acusadas de herejía.  La condena mencionada arriba (4 de mayo) de las cuarenta y cinco proposiciones de Wycliff ensombrecieron el destino de Hus, a pesar de las protestas de los bohemios y polacos contra su severo encarcelamiento, las [[calumnia]]s contra la fe bohemia, la demora de la justicia, el sigilo de los procedimientos y la violación del salvoconducto imperial (Raynaldus, ad an. 1414, no. 10).  El juicio público se realizó los días 5, 7 y 8 de junio de 1415, en el cual se leyó extractos de sus obras y se oyó a los testigos.  Él negó algunas de las enseñanzas que se le atribuían, defendió otras, sobre todo opiniones de Wycliff, declaró que ningún bohemio era hereje etc. Rehusó toda formula de sumisión, se declaró de nuevo no consciente de error alguno ni de que se hubiera [[Prueba|probado]] nada contra él con las Escrituras. Declaró que él no condenaría la [[verdad]] ni sería [[Perjurio|perjuro]].  
  
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Sus libros fueron quemados por orden del concilio (24 de junio).  Todos los nuevos intentos de que se retractase fueron inútiles. Fue llevado a la décimo quinta sesión para oír la sentencia final ( 6 de julio de 1415), a la que asistió el emperador, y en la que se leyó públicamente treinta proposiciones, tomadas principalmente de la obra de Hus, “Sobre la Iglesia” (De Ecclesia). Rehusó retractarse y fue condenado solemnemente como hereje, depuesto, degradado y entregado al brazo secular, que a su vez le condenó a perecer la hoguera, que entonces era el castigo usual de los herejes convictos. Sufrió esa cruel muerte con autocontrol y [[fortaleza]] y cuando estaba a punto de expirar gritó “¡Cristo, [[Hijo de Dios]] Vivo, ten misericordia de nosotros!”. Sus cenizas fueron arrojadas al Rin. Debido mayormente a las trágicas circunstancias de su muerte, enseguida se convirtió en el héroe del patriotismo bohemio y en el santo-[[mártir]] de multitudes en Bohemia y dondequiera que compartían sus principios demagógicos y revolucionarios. Éstos eran sin [[duda]] incompatibles tanto con el orden civil como eclesiástico de su tiempo y habrían alimentado en cualquier momento tanto la [[anarquía]] civil como la religiosa si se hubiesen puesto en práctica.
  
La larga ausencia de los papas de Roma en el siglo catorce supuso la ruina del antiguo Patrimonio de S. Pedro, los graves abusos conectados directa o indirectamente con la administración de los papas franceses de Aviñón, los desórdenes civiles generales de ese tiempo (Guerra de los Cien Años, los Condottieri etc.) y otras causas que habían creado, mucho antes del concilio de Constanza una profunda exigencia de reforma de las condiciones  eclesiásticas. Los escritos de los teólogos y canonistas y las manifestaciones de varios santos populares (Sta Brígida de Suecia, Sta Catalina de Siena) muestran lo bien justificada que estaba es exigencia universal (Rocquain).  En las mentes de muchos miembros del concilio esta reforma, como ya hemos visto, era de igual importancia que la terminación del cisma y para algunos, especialmente los alemanes, parecía que ensombrecía hasta la necesidad de una cabeza de la iglesia. Eran precisamente el papa y los cardenales – decían – los que necesitaban una reforma más profunda y ahora que estaban debilitados  y habían sentido La autoridad de los teólogos y canonistas, les parecía el momento psicológico para escribir esas reformas entre las leyes eclesiásticas comunes, de ahí que no se les pudiera convencer fácilmente de no hacerlo. Desde julio de de 1415 había habido una comisión de reforma de 35 miembros; otra nueva de 25 fue nombrada después de la entrada de la nación española  en octubre de 1416. Durante todo este tiempo se habían escrito muchos memoriales que fueron presentados al concilio respecto a cualquier abuso imaginable. En las congregaciones y sesiones generales con frecuencia se expresaban amargos reproches sobre estos temas.
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Respecto al salvoconducto del emperador, debemos distinguir, dice el [[Franz Xaver von Funk|Dr. von Funk]] (Kirchengeschichte, 3d ed., Friburgo, 1902, p. 495, y en la literatura más reciente citada allí; también "Der Katholik", 1898, LXXVIII, 186-90, y K. Müller, no-católico, en la "Hist. Vierteljahrschrift", 1898, 41-86) entre el arresto de Hus en Constanza y su ejecución. En Bohemia siempre consideraron el arresto como una violación del salvoconducto y una infracción a la fe de parte del emperador: pero por otra parte ellos [[Conocimiento|conocían]] bien, y también Hus, que el salvoconducto era sólo una garantía contra la [[violencia]] ilegal y no podía protegerle de las sentencias de jueces legítimos. (Sobre la [[Pena Capital|pena de muerte]] por herejía, vea [[Julius Ficker]], "Die gesetzliche Einführung der Todestrafe für Häresie" en "Mittheil. d. Inst. f. oest. Geschichtsforschung", 1888, 177 ss., y Havet, "L'hérésie et le bras séculier au moyen âge jusqu'au XIIIe siècle", París, 1881; también [[Jean-Edmé-Auguste Gosselin|Gosselin]], "Poder Temporal del Papa en la [[Edad Media]]", I, 85-89). En los códigos medievales alemanes conocidos como Sachsenspiegel (cerca de 1225) y los Schwabenspiegel (cerca de 1275), la herejía es ya punible con la hoguera. No es verdad que el concilio declarara que no había que mantener la fe con ningún hereje (ver [[Pietro Sforza Pallavicino|Pallavicino]], "Hist. Conc. Trid.", XII, 15, 8; [[Konstantin von Höfler|Höfler]] in "Hist. polit. Blätter", IV, 421, y [[Karl Joseph von Hefele|Hefele]], "Conciliengesch.", VII, 227, también Baudrillart, op. cit., II, 1217).   
 
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La igualdad académica de muchos de sus miembros, la condición de postración de la dirección eclesiástica, la libertad peculiar de las discusiones en las reuniones de las “naciones “y otras causas, hicieron de este concilio un foro único de discusión  de todos los puntos y métodos de reforma. Ciertamente que se hubiera logrado más si los sabios y los celosos predicadores hubieran sido capaces de llegar a algún grado de unanimidad respecto a la importancia y orden que las reformas requerían y si hubiera habido un  mayor deseo de reforma individual  y menos pasión en la denuncia de los pasados abusos de las administraciones de los papas y de la curia. Los alemanes (Avisamenta nationis germanicæ) y los ingleses deseaban ardientemente la reforma de la curia romana de manera que un nuevo y justo papa encontrara que se le había desbrozado el camino ante él. Los alemanes aseguraban que durante 150 años los papas habían dejado de gobernar con la justicia que les había caracterizado durante doce siglos. Los cardenales, decían, habían amado demasiado las riquezas y los sínodos eclesiásticos se habían olvidado de los sínodos eclesiásticos. Esta eran las verdaderas causas, según ellos, de la corrupción del clero, de la decadencia de buenos estudios, de la ruina de las iglesias y abadías. Se habían prometido reformas en Pisa, pero ¿qué había quedado de esas promesas? De hecho, sin embargo, las reformas que se pedía a gritos era la devolución  los obispos de sus antiguas libertades en la colación de beneficios, una notable disminución de los varios pagos que se hacían a Roma de las propiedades y eclesiásticas de las varias naciones que por varias razones habían ido creciendo  en  numero y cantidad durante el siglo anterior y no siempre eran justificables o equitativas.
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Ya hemos visto que los alemanes cedieron muy contra su voluntad en elegir al papa antes de recibir completa satisfacción sobre de la reformas. El día después de su coronación Martín V nombró una (tercera) comisión de reforma, pero sus miembros no mostraron más unanimidad que sus predecesores en el mismo oficio. El nuevo papa declaró que estaba dispuesto a aceptar cualquier proposición que se acordara unánimemente. De hecho , después de muchas discusiones y varias sugerencias, se acordaron siete puntos  en la sesión 43 (21 de marzo, 1418), Se suprimieron todas las excepciones concedidas durante el sínodo y en el futuro se concederían con dificultad; las uniones e incorporaciones de beneficios debían disminuir; el papa renunció a los productos de los beneficios vacantes; se prohibió toda simonía así como la costumbre de dispensa a las personas que disfrutaban de beneficios de que tomaran las órdenes; se restringió notablemente el derecho papal de imponer diezmos al clero e iglesias; los eclesiásticos debían llevar los hábitos de sus órdenes  (Mansi, Conc., XXVII, 1114-77). Otras reformas se dejaron a la iniciativa de cada nación que las proveía por especiales concordatos, término que se dice que se empleó aquí pro primera vez. El concordato alemán (que incluía Polonia, Hungría y Escandinavia) y el de Francia, España e Italia era válido  por cinco años. El inglés era indefinido ( para detalles ver Mansi, op. cit., XXVII, 1189 ss., y Hübler, Die Konstanzer Reform und die Konkordate von 1418, Leipzig, 1867).
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Se fijó en 24 el número de cardenales y debían ser de las grandes naciones de forma proporcional. También se regularon estrictamente las reservas papales, annatas, comendaciones, indulgencias etc. Sin embargo  en el consistorio papal del 10 de marzo de 1418 Martín V rechazó cualquier derecho de apelación de la Sede Apostólica a un concilio futuro y afirmó la suprema autoridad del romano pontífice como Vicario de Cristo en la tierra en todas las cuestiones de fe católica (Nulli fas est a supremo judice, videlicet Apostolicâ sede seu Rom. Pontif. Jesu Christi vicario in terris appellare aut illius judicium in causis fidei, quæ tamquam majores ad ipsum et sedem Apostolicam deferendæ sunt, declinare, Mansi, Conc., XXVIII, 200).
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Von Funk ha mostrado (op. cit., 489 ss.), que la afirmación que se hace con frecuencia que la confirmación de los decretos de Constanza por Martín V, en la última sesión del concilio (omnia et singula determinata et decreta in materiis fldei per præsens concilium conciliariter et non aliter nec alio modo) debe ser entendida sólo de un caso específico  (Falkenberg, ver abajo),  y no de de cualquier parte notable de y mucho menos de todos los decretos de Constanza. Es cierto que en la bula "Inter Cunctas", 22 feb., 1418, a propósito de los seguidores de Wicleff y los husitas, habla de una aprobación formal de los decretos de Constanza in favorem fidet a salutem animarum, pero estas palabras se entienden fácilmente de la acción del concilio contra los herejes mencionados y sus esfuerzos por devolver a la Iglesia su cabeza. En particular, los famosos cinco artículos de la quinta sesión que establecen la supremacía del concilio, nunca recibieron ninguna confirmación papal (Hergenröther-Kirsch, II, 862, y Baudrillart, en Dict. de théol. cath., II, 1219-23). Para una refutación de la reclamación galicana de que estos decretos poseen carácter dogmático, ver GALICANISMO. Sin embargo el concilio de Constanza se coloca como decimosexto (16) concilio General. Algunos lo reconocen como tal después de la sesión catorce (14)(reconvocación por Gregorio XII); otros (Salembier)  tras la sesión 35 ( llegada de la nación española): Hefele solamente en las últimas sesiones ( 42 a 45) bajo Martín V. Ninguna aprobación papal tenía la intención de confirmar sus actos antipapales. Así Eugenio IV (22 de julio de 1446) aprobó el concilio con la debida reserva respecto a los derechos, dignidad y supremacía de la Sede Apostólica (absque tamen præjudicio juris dignitatis et præeminentiæ Sedis Apostolicæ). Ver Bouix, "De papa, ubi et de concilio oecumenico" (Paris, 1869), y Salembier (abajo), 313-23.
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===LA REPRESION DE LA HEREJIA===
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En varias ocasiones trató el concilio de las herejías de su tiempo, entre ellas las de Wyclif y  Hus.
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====Condena de 45 proposiciones de Wyclif====
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En la octava sesión  la cuestión de Wyclif, cuyos escritos ya habían sido condenados en un concilio en Roma (1412-13) bajo Juana XXIII. El a sesión 45 varias proposiciones de Wyclif ya condenadas por las universidades de París y Praga fueron censuradas como heréticas y en una sesión posterior otra larga lista de 260 errores. Se ordenó que sus escritos fueran quemadas y que su cuerpo fuese desenterrado y arrojado fuera de tierra consagrada (lo que no se hizo hasta 1428 bajo el obispo Robert Fleming de Lincoln) En 1418 Martín V, con la bula ya mencionada "Inter Cunctas", aprobaba la acción del concilio (Mansi, op. cit., XXVII, 1210 sq.; ver WYCLEFF).
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====Condena y Ejecución de J. Hus ====
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Desde 1408 J. Hus, un elocuente predicador de Praga, había enseñado abiertamente las herejías de Wyclif. Con su ardiente celo por las reformas eclesiásticas sobre la base de las enseñanzas de Wyclif, su patriótica insistencia sobre la pureza de la fe bohemia y sus afirmaciones de nacionalismo bohemio, que entonces se hallaba resentido contra los alemanes que dominaban la situación política y la vida académica de Bohemia, Hus había llegado a ser el líder de su nación. Desde 1412 había estado desterrado, pero eso le hacía más peligroso por sus escritos y su violento discurso, entre los ya sobreexcitados bohemios, que veían en él la representación  de su genio nacional y por otra parte estaban muy resentidos contra el clero que entonces tenía muchas debilidades que los reformadores como Hus y su amigo Jerónimo ( Hieronymus) de Praga.
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Los errores de Hus trataban, sobre todo, de la naturaleza de la iglesia (sólo los predestinados) , la cabeza de la iglesia ( el papado), la regla de fe ( La Escritura y la ley de Cristo), la comunión bajo ambas especies ( ver HUSITAS) , la confesión auricular (innecesaria) , la autoridad civil ( que dependía , entre los cristianos, del estado de gracia). Más de una vez (e. g. 1411) Hus había apelado a un concilio general y cuando al inaugurarse el de Constanza, el emperador Segismundo y el rey Wenceslao de Bohemia le urgieron  para que se presentase allí, cosa que no le desagradó porque sabía que había allí reformadores impetuosos y esperaba convencerles con su oratoria de su fe en las ideas de Wyclif.
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Salió de Praga el 11 de octubre de 1414, en compañía de tres nobles bohemios y confiando en un salvoconducto (salvus conductus) del emperador Segismundo. Llegaron a Constanza el 3 de noviembre, alojándose en casas privadas y donde se le entregó el salvo conducto (5 nov.). Al día siguiente de su llegada apareció ante Juan XXIII que le trató cortésmente, levantó las censuras, la excomunión y el entredicho, pero le prohibió  decir misa o predicar y también aparecer en las funciones eclesiásticas públicas público con (sus doctrina completamente heréticas eran conocidas hacía tempo y habían sido ya condenadas en Roma). Apareció de nuevo ante el papa y los cardenales el 28 de noviembre, se declaró inocente de todos los errores y dijo que estaba dispuesto a retractarse y hacer penitencia si se le declaraba convicto de alguna de ellas. Pero a continuación violó la prohibición papal y celebró misa diariamente y predicó a la gente que asistía a ella. Así pues fue arrestado el mismo día por orden del obispo de Constanza y un poco después (el 6 de diciembre) recluido en un convento de dominicos, pero se quejó de las condiciones poco sanitarias del lugar y fue trasladado al castillo de Gottlieben y después en el convento franciscano de Constanza (junio 1415).
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Su examen continuó durante abril y mayo y fue dirigido por d'Ailly y Fillastre; mientras tanto el  mantenía una correspondencia muy intensa, escribió varios tratados  y replicó a los cargos de sus oponentes. Sus amigos bohemios protestaron  contra el arresto de Hus y exhibieron el salvoconducto del emperador (sólo después del arresto). Segismundo se enfado, al principio por el arresto, pero más tarde (4 de mayo) declaró que no impediría al concilio que trataran según la ley a las personas acusadas de herejía. La condena mencionadas arriba (4 de mayo) de las 45 proposiciones de Wicleff ensombrecieron el destino de Hus a pesar de las protestas de los bohemios y polacos contra su severo encarcelamiento, las calumnias contra la fe bohemia, la lentitud de la justicia, el secreto de los procedimientos y la violación del salvoconducto imperial (Raynaldus, ad an. 1414, no. 10). El juicio público tuvo lugar el 5 y 7 de junio de 1415, en el que se leyeron extractos de sus obras, se oyeron a los testigos. El negó algunas de las enseñanzas que se le atribuían, defendió otras, sobre todo opiniones de Wicleff, declaró que ningún bohemio era hereje etc. Rehusó toda formula de sumisión  se declaró de nuevo no ser consciente de error alguno ni de que se hubiera probado nada contra él con las Escrituras. Declaró que él no condenaría la verdad ni sería perjuro. Sus libros fueron quemados por orden del concilio (24 de junio).
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Todos los nuevos intentos de que se retractase fueron inútiles. Fue llevado para oír la sentencia final del concilio en la sesión nº 15 ( 6 julio 1415) a la que asistió el emperador y en la que se leyeron públicamente 30 proposiciones, tomadas principalmente de la obra de Hus,  “Sobre la Iglesia” (De Ecclesia). Rehusó retractarse y fue condenado solemnemente como hereje, depuesto, degradado y entregado al brazo secular, que a su vez le condenó a perecer la hoguera, que entonces era el castigo usual de los herejes convictos. Sufrió esa cruel muerte con autocontrol y valentía y cuando estaba a punto de expirar gritó “¡Cristo, hijo de Dios vivo, ten misericordia de nosotros!”. Sus cenizas fueron arrojadas al Rhin. Debido en gran manera a las trágicas circunstancias de su muerte, enseguida se convirtió en el héroe de los patriotas bohemios y en un santo-mártir de multitudes en Bohemia y otros lugares que compartían sus principios demagógicos y revolucionarios que eran sin duda incompatibles tanto con el orden civil  como eclesiástico de su tiempo y hubieran en cualquier momento alimentado  tanto la anarquía civil como la religiosa si se hubieron puesto en práctica.
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Respecto al salvoconducto del emperador debemos distinguir, dice el Dr. von Funk (Kirchengeschichte, 3d ed., Freiburg, 1902, p. 495, y en la literatura citada allí; también "Der Katholik", 1898, LXXVIII, 186-90, Y K. Müller, no-católico, en la "Hist. Vierteljahrschrift", 1898, 41-86) entre el arresto de Hus en Constanza y su ejecución. El primero siempre se consideró en Bohemia como una violación del salvoconducto y una violación de la palabra dada por el emperador, pero por otra parte ellos sabían bien, y también Hus, que el salvoconducto era solo una garantía contra la violencia ilegal y no podía protegerle de las sentencias de jueces legítimos. ( sobre la pena de muerte por herejía, ver Ficker, "Die gesetzliche Einführung der Todestrafe für Häresie" en "Mittheil. d. Inst. f. oest. Geschichtsforschung", 1888, 177 ss., y Havet, "L'hérésie et le bras séculier au moyen âge jusqu'au XIIIe siècle", Paris, 1881; también Gosselin, "Temporal Power of the Pope in the Middle Ages", I, 85-89). En los códigos medievales alemanes conocidos como Sachsenspiegel (ca. 1225) los Schwabenspiegel (ca. 1275), la herejía es ya punible con la hoguera.
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No es verdad que el concilio declarara que no había que mantener la buena fe con ningún hereje (ver Pallavicino, "Hist. Conc. Trid.", XII, 15, 8; Höfler in "Hist. polit. Blätter", IV, 421, y Hefele, "Conciliengesch.", VII, 227, también Baudrillart, op. cit., II, 1217). Al año siguiente Jerónimo (Hieronymus) de Praga, el amigo de Hus, sufrió el mismo destino en Constanza, había venido voluntariamente al concilio en abril, 1415, pero pronto huyó de la ciudad y más tarde, preocupado por la suerte de Hus, obtuvo del concilio un salvoconducto para volver a defenderse, pero no apareció y fue pronto apresado en Baviera y devuelto encadenado a Constanza. En septiembre de 1415 abjuró de las 45 proposiciones de Wyclif y las 30 de Hus, pero no recuperó su libertad, puesto que se sospechaba de su sinceridad y se presentaron nuevos cargos contra él. Finalmente fue llevado ante el concilio el 23 de mayo de 1416, un año después de su arresto. Esta vez retiró solemnemente su abjuración como un acto pecaminoso obligado por el miedo y proclamó que Husera un hombre santo y recto. Fue inmediatamente condenado como hereje en la sesión 21 (30 de mayo, 1416) y murió en la hoguera con el mismo coraje que Hus. El humanista Poggio fue testigo presencial de su muerte y su carta a Leonardo de Arezzo describiendo la escena se puede ver en Hefele "Conciliengesch.", VII, 280 ss. La muerte  tanto de Hus como de jerónimo de Praga afectó fuertemente a otros humanistas de su tiempo: Eneas Silvio (después Pío II ) dejo que fueron a sus muertes como hombres invitados a un banquete. Las consecuencias inmediatas fueron muy graves, i.e., las largas guerras Utraquistas. Para una critica equitativa de los defectos de los juicios de Hus y jerónimo ver Baudrillart in "Dict. de théol. cath.", II, 1216-17. (ver también HUSITAS.)
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Al año siguiente Jerónimo (Hieronymus) de Praga, el amigo de Hus, sufrió el mismo destino en Constanza. Había venido voluntariamente al concilio en abril de 1415, pero pronto huyó de la ciudad y más tarde, consciente del destino de Hus, obtuvo del concilio un salvoconducto para regresar a defenderse.  Sin embargo, no compareció y fue pronto apresado en [[Baviera]] y devuelto encadenado a Constanza. En septiembre de 1415 abjuró de las 45 proposiciones de Wyclif y las 30 de Hus, pero no recuperó su libertad, puesto que se sospechaba de su sinceridad y se presentaron nuevos cargos contra él.  Finalmente fue llevado ante el concilio el 23 de mayo de 1416, un año después de su arresto. Esta vez retiró solemnemente su [[abjuración]] como un acto [[Pecado|pecaminoso]] obligado por el miedo y proclamó que Hus era un hombre [[Santidad|santo]] y recto. Fue inmediatamente condenado como hereje en la sesión décimo primera (30 de mayo de 1416) y murió en la hoguera con la misma fortaleza que Hus. El [[Humanismo|humanista]] [[Giovanni Francesco Poggio Bracciolini|Poggio]] fue testigo presencial de su muerte y su carta a [[Leonardo Bruni|Leonardo de Arezzo]] describiendo la escena se puede ver en Hefele "Conciliengesch.", VII, 280 ss.  Tanto la muerte de Hus como la de Jerónimo de Praga afectaron fuertemente a otros humanistas de su tiempo: Eneas Silvio (después [[Papa Pío II]]) dijo que fueron a sus muertes como [[hombre]]s invitados a un banquete. Las consecuencias inmediatas fueron suficientemente graves, es decir, las largas [[guerra]]s [[Utraquismo|utraquistas]]. Para una critica equitativa de los defectos de los juicios de Hus y Jerónimo ver Baudrillart en "Dicc. de Teol. Cat.", II, 1216-17. (vea también [[Husitas]]).
  
 
====Jean Petit (Johannes Parvus) y Johann von Folkenberg====
 
====Jean Petit (Johannes Parvus) y Johann von Folkenberg====
  
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El asunto de la licitud del [[tiranicidio]] ocupó la atención del concilio. El franciscano Jean Petit ([[John Parvus]]) había defendido públicamente (en nueve tesis) al duque de [[Borgoña]] por su participación en el [[Homicidio|asesinato]] de Luis de Orléans (23 de noviembre de 1407) sobre la base de que cualquier súbdito podía matar o mandar a matar al gobernante tiránico ([[Baron Kervyn de Lettenhove]], Jean sans peur et l'apologie du tyrannicide, Bruselas, 1861). Después de varios años de discusiones, en 1414, el obispo, el inquisidor y la Universidad de [[París]] condenaron esta tesis. El duque de Borgoña apeló a la [[Santa Sede|Sede Romana]]. En Constanza se discutió el asunto en la décimo quinta sesión (6 de julio de 1415). Muchos [[doctor]]es franceses estaban ansiosos por que se condenara a Petit y sus tesis, pero sus hermanos franciscanos le defendieron en un memorial común. El concilio se contentó finalmente con condenar generalmente la proposición que, sin tener en cuenta su [[juramento]] y sin esperar una sentencia judicial, cualquier vasallo o súbdito podía lícitamente matar o mandar a matar a un tirano.
  
La cuestión de la licitud del tiranicidio ocupó la atención del concilio. El franciscano Jean Petit (Parvus) había defendido públicamente (en nueve tesis) al duque de Borgoña por su participación en el asesinato de Luis de Orleans (23 de nov.1407) sobre la base de que cualquier súbdito podía matar o hacer que se matara al gobernante tiránico (Kervyn de Lettenhove, Jean sans peur et l'apologie du tyrannicide, Brussels, 1861). Después  de varios años de discusiones, esta tesis fue condenada en parís en 1414 por el obispo, el inquisidor y la universidad. El duque de Borgoña apeló a la Sede Romana. En Constanza se discutió el asunto en la sesión número 15 (6 de julio, 1415). Muchos doctores querían que se condenara a Petit y sus tesis pero sus hermanos franciscanos le defendieron en un memorial común. El concilio se contentó finalmente con una condena en general de la proposición que, sin tener en cuenta su juramento y sin esperar una sentencia judicial, cualquier vasallo o súbdito pudiera matar lícitamente o causar la muerte de un tirano.
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Muy similar fue el caso de [[John de Falkenberg|Johann von Falkenberg]], dominico alemán, que había mantenido en una violenta obra contra el rey de Polonia que estaba permitido matarle y a todos los demás polacos ([[Gian Domenico Mansi|Mansi]], Conc., XXVII, 765). Muchos pidieron con intensidad la condena de Falkenberg, pero no se pronunció una sentencia definida, a pesar de las ardientes discusiones (ver [[Tiranicidio]]), ni siquiera en la cuadragésima quinta sesión (última) cuando los polacos se lo exigieron a Martín V; quien declaró que en asuntos de fe sólo aprobaría aquello que había sido decidido en el sagrado concilio general conciliariter, es decir, por todo el concilio y no por una o más naciones. Como hemos dicho arriba, estas palabras del Papa se refieren solamente a la materia particular (Falkenberg) ante él y no a todos los decretos del concilio, hasta en materias de fe.  
Muy similar fue el caso de Johann von Falkenberg, dominico alemán, que había mantenido en una violenta obra contra el rey de Polonia que estaba permitido matarle y a todos los demás polacos (Mansi, Conc., XXVII, 765). Muchos pidieron con más intensidad la condena de Falkenberg pero no se pronunció una sentencia definida a pesar de las ardientes discusiones (ver TIRANICIDIO), ni siquiera en la sesión 45 (última) cuando los polacos se lo exigieron a Martín V, quien declaró que en asunto de fe sólo aprobaría aquello que había sido decidido en el sagrado concilio general conciliariter, i. e. por todo el concilio y no por una o más naciones. Como hemos dicho arriba estas palabras del papa se refieren solamente a la materia particular (Falkenberg) ante él y no a todos los decretos del concilio, hasta en materia de fe.
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===ASISTENCIA AL CONCILIO. CONSIDERACIONES  GENERALES.===
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Debido a su larga duración la asistencia varió mucho. Las cifras más altas alcanzadas fueron: 29 cardenales, 3 patriarcas, 33 arzobispos, 150 obispos 100 abades, cincuenta prebostes, 300 doctores ( sobre todo en teología). Se calculaba que unos 5000 monjes y frailes estuvieron presentes y en total cerca de 18.000 eclesiásticos. Los visitantes se calcular de varias maneras de 50.000 a 100.000 o más. Muchos soberanos europeos y príncipes estuvieron presentes, invitados por el emperador, entre ellos (además del emperador Segismundo y su acompañamiento) los electores Ludwig von der Pfalz y Rodolfo de Sajonia, los duques de Baviera, Austria, Sajonia, Schleswig, Mecklenburg, Lorena y Teck, el Margrave de Brandenburg, y los embajadores del los reyes de Francia, Inglaterra, Escocia, Dinamarca, Polonia, Nápoles y los reinos españoles.Hacia el final, el emperador griego Miguel Paleólogo estuvo también presente (19 de febrero 1418, con 19 obispos griegos).  
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En algunos aspectos el concilio parecía mas un congreso católico moderno que un sínodo eclesiástico tradicional. Los numerosos príncipes, nobles con su torneos y espléndidas diversiones, los mercaderes con sus ricos y curiosas mercancías, los viajeros por su número e importancia, faquires y montes de piedad que se encuentran en todos las reuniones populares hicieron de Constanza en aquel momento el centro de atracción de toda Europa y hasta del mundo griego. No es de extrañar que en una concentración de tales personajes reunidos de todos los puntos sucedieran desórdenes morales y vida disoluta. Dejando aparte la confianza que merezcan algunos cronistas de chismorreos es concilio era directamente responsable solamente de sus propios actos y no de la vida de la ciudad de Constanza. Debe recordarse  que de una u otra forma los sucesos imprevistos y los retrasos del concilio crearon situaciones más allá de las previsiones ordinarias. Entre estas, estaban: La huida de Juan XXIII, el largo proceso de Benedicto XIII,  la oposición y desagrado de los cardenales y a su vez, los naturales esfuerzos de estos para salvar la constitución eclesiástica de la completa ruina en el momento más infeliz de la autoridad papal, hasta aquí la piedra angular, el apasionado deseo  de una purificación canónica pública del catolicismo de sus conocidos abusos  las excrecencias acumuladas tanto en la cabeza como en la curia romana). No nos puede extrañar que al final de su notable diario del concilio, el cardinal Guillaume Pillastre escribiera lo siguiente (Finke ed., Forschungen und Quellen, p. 242): "Hoc Constantiense concilium ... omnibus quæ precesserunt generalibus conciliis fuit in congregando difficilius, in progressu singularius, mirabilius et periculosius, et tempore diuturnius", es decir: ningún concilio previo fue reunido con más dificultades, más singular en su desarrollo, más admirable y peligroso o duró más tiempo.
 
  
Desde el punto de vista eclesiástico se puede decir que el concilio de Constanza cerró el período medieval para abrir el moderno. Fue el anti-clímax del todopoderoso papado medieval mientras en Segismundo (emperador .electo, rey de Hungría, heredero de Bohemia etc.) aparece por última vez la pálida imagen del oficio ideal del imperio medieval.
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===ASISTENCIA AL CONCILIO: CONSIDERACIONES GENERALES===
  
El lenguaje de los oradores y las Actas muestran un cierto amanecer del humanismo (Finke) mientras allí, por primera vez sale a la primera línea el nacionalismo moderno, muy diferente del prototipo medieval, domina completamente la situación, amenaza hasta a la inmemorial unidad de la iglesia y comienza su larga carrera de relaciones discordantes con la administración central del catolicismo (ver GALICANISMO; HONTHEIM ). No pocos elementos  de la revolución religiosa posterior bajo Lutero ya son visibles en Constanza. La nación alemana en particular permaneció muy descontenta con los resultados locales del segundo de los grandes concilios reformadores (Pisa , Constanza , Basilea) y a lo largo del siglo quince intentó varias veces, con poco éxito, llevar a cabo la demandas presentadas en Constanza ( ver Eugenio IV, Martín V, Segismundo emperador; F. Rocquain, "La cour de Rome et l'esprit de réforme avant Luther" (Paris, 1900), también Pastor (ver abajo) y Janssen, "Hist. of the German People", etc. PRIMACIA PAPAL; REFORMA; IGLESIA ; TRENTO , CONCILIO DE; VATICANO I, CONCILIO.
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Debido a su larga duración la asistencia varió mucho. Las cifras más altas alcanzadas fueron: 29 [[cardenal]]es, 3 [[patriarca]]s, 33 [[arzobispo]]s, 150 obispos 100 [[abad]]es, cincuenta [[preboste]]s, 300 doctores (sobre todo en [[teología]]). Se calculó que unos 5000 [[monje]]s y [[fraile]]s estuvieron presente y en total cerca de 18.000 [[Persona Eclesiástica|eclesiásticos]]. Los visitantes se calcularon de varias maneras de 50.000 a 100.000 o más. Muchos soberanos y prínciples [[Europa|europeos]] estuvieron presente, invitados por el emperador, entre ellos (además del emperador Segismundo y su acompañamiento) los electores Ludwig von der Pfalz y Rodolfo de Sajonia, los duques de [[Baviera]], [[Austria]], [[Sajonia]], [[Schleswig]], [[Mecklenburg]], [[Lorena]] y Teck, el Margrave de Brandenburgo, y los embajadores de los reyes de [[Francia]], [[Inglaterra]], [[Escocia]], [[Dinamarca]], [[Polonia]], [[Nápoles]] y los reinos españoles. Hacia el final, el emperador griego Miguel Paleólogo estuvo también presente (19 de febrero de 1418, con 19 obispos griegos).  
  
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En algunos aspectos el concilio parecía más un congreso [[católico]] moderno que un [[sínodo]] eclesiástico tradicional. Los numerosos príncipes, nobles con sus torneos y espléndidas diversiones, los mercaderes con sus ricos y curiosas mercancías, los viajeros por su número e importancia, faquires y charlatanes que se encuentran en todos las reuniones populares,, hicieron de Constanza en aquel momento el centro de atracción de toda Europa y hasta del mundo griego.  Por supuesto, no es de extrañar que en tan abigarrada muchedumbre, de pronto reunida de todos los lugares, se manifestaran desórdenes morales y vida disoluta. Dejando aparte la confianza que merezcan algunos cronistas de chismorreos, el concilio era directamente responsable solamente de sus propios actos y no de la vida de la ciudad de Constanza.
  
====Bibliografía====
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Debe recordarse que de una u otra forma las situaciones y eventos imprevistos prolongaron el concilio más allá de las previsiones ordinarias. Entre éstas estaban: La huida de [[Juan XXIII]], el largo proceso de [[Benedicto XIII]], la suspicacia general y disgusto de los cardenales y a su vez, los naturales esfuerzos de éstos para salvar la constitución eclesiástica de la completa ruina en el momento más infeliz de la autoridad papal, hasta aquí la [[piedra angular]], el apasionado deseo de una purificación canónica pública del [[Católico|catolicismo]] de sus conocidos abusos y excrecencias acumuladas (tanto en la cabeza como en la [[Curia Romana]]).  No nos debe asombrar que al final de su notable diario del concilio, el cardenal Guillaume Fillastre escribiera lo siguiente  (Finke ed., Forschungen und Quellen, p. 242): "Hoc Constantiense concilium ... omnibus quæ precesserunt generalibus conciliis fuit in congregando difficilius, in progressu singularius, mirabilius et periculosius, et tempore diuturnius", es decir: ningún concilio previo fue reunido con más dificultades, más singular en su desarrollo, más admirable y peligroso o duró más tiempo.
  
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Desde el punto de vista eclesiástico, se puede decir con [[certeza]] que el Concilio de Constanza cerró el período medieval para abrir el moderno. Fue el anti-clímax del todopoderoso papado medieval mientras en Segismundo (emperador electo, rey de Hungría, heredero de Bohemia, etc) aparece por última vez la pálida imagen del oficio ideal del imperio medieval. El lenguaje de los oradores y las actas muestran un cierto amanecer del [[humanismo]] (Finke) mientras allí, por primera vez sale a la primera línea el nacionalismo moderno, muy diferente del prototipo medieval, domina completamente la situación, amenaza hasta a la inmemorial [[unidad de la Iglesia]] y comienza su larga carrera de relaciones discordantes con la administración central del catolicismo (vea [[Galicanismo]]; [[Johann Hontheim]]).
  
Actas del Concilio— L principal colección de Actas del concilio y de los documentos pertinentes es la de VON DER HARDT, en seis volúmenes en folio, Magnum oecumenicum Constantiense concilium (Frankfort y Leipzig, 1692-1700), desde donde pasar a HARDOUIN (VIII) y MANSI (XXVII-XXVIII). Todas las ediciones previas de estas Actas y documentos tienen muchas imperfecciones y se editaron de forma poco crítica y deben dar paso a la edición de HEINRICH FINKE, Acta Concilii Constantiensis I. (Münster, 1896), de 1410 a 1414; Acta Aragonensia (1907); cf. Zur Kritik der Akten, etc., en su Forschungen und Quellen (abajo), 52-68; también NOËL VALOIS, en el prefacio al Vol. III de La France et le grand schisme d'Occident (Paris, 1901). Muchos documentos importantes están en RAYNALDUS, Ann. Eccl., ad ann. 1414-18; ver también  para la correspondencia importante y otros documentos MARTÈNE & DURAND, Thesaurus novus anecd., II, y  DÖLLINGER, Beiträge zur Gesch. des XV-XVI. Jahrhunderts (Munich, 1863), II. Cf. Deutsche Reichstagsakten, IV-XI, de 1400 a 1438 (Munich y Gotha, 1878-1900), una colección muy importante de interés civil y eclesiástico; también los escritos de PIERRE D'AILLY  y GERSON. Historias modernas del Concilio (N.T.: hasta principios del siglo XX)—LENFANT (Calvinista), Hist. du Concile de Constance (2nd ed., Amsterdam, 1727); ROYKO (Josephinist), Gesch. der grossen allg. Kirchenversammlung zu Costnitz (Praga y Viena 1782); WESSENBERG (Febroniano), Die grossen irchenversammlungen des XV. und XVI. Jahrhunderts (Constance, 1840); CREIGHTON (no-Catolico), A History of the Papacy during the Period of the Reformation, I: The Great Schism and the Council of Constance (London, 1882). Excelentes obras católicas: TOSTI, Storia del Concilio di Costanza (Naples, 1883); HEFELE, Conciliengeseh., VII. 26, 66 sqq.; PASTOR, History of the Popes, Vol. I, bk. II; SALEMBIER, Le grand schisme d'Occident (Paris, 1902). 291-416, tiene Buena literature sobre el tema; MARMOR, Das Konzil zu Constanz (ibid., 1898): BLIEMETZRIEDER, Das Generalkonzil zu Constanz (1904).  
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No pocos elementos de la revolución religiosa posterior bajo [[Martín Lutero]] ya son visibles en Constanza. La nación alemana en particular permaneció muy descontenta con los resultados locales del segundo de los grandes concilios reformadores ([[Concilio de Pisa|Pisa]], Constanza, [[Concilio de Basilea|Basilea]]) y a lo largo del siglo XV intentó variamente, con poco éxito, llevar a cabo las demandas presentadas en el Concilio de Constanza (ver [[Papa Eugenio IV]], [[Papa Martín V]], F. Rocquain, "La cour de Rome et l'esprit de réforme avant Luther" (París, 1900), también Pastor (ver abajo) y [[Johann Janssen]], "Historia del Pueblo Alemán", etc. [[Papa]], [[Primacía]], [[Reforma]]; [[la Iglesia]]; [[Concilio de Trento]]; [[Concilio Vaticano I]].  
  
Diarios y Crónicas— La más importante narración contemporánea del concilio es el Diario de GUILLAUME FILLASTRE, Cardenal de S. Marco, y espíritu líder durante todo el concilio. El Dr. Finke dice (p. 77) que es completamente confiable y exacto (ha sido editado por él de los manuscritos vaticanos 4173 y 4175, en Forschungen und Quellen (abajo), 163-242). Entre los cronistas del concilio están THEODORICUS (DIETERICH) DE VRIE, un agustino de Osnabrück, De consolations Ecclesiae, seu Hist. Conc. Const., en el primer volumen de VON DER HARDT; THEODORICUS (DIETERICH) VON NIEM, un escritor parcial y primitivo pero bien informado, De schismate libri III ed. ERLER (Leipzig, 1890), ID., Nemus unionis (Basle, 1566). y ID., Historia de vitâ Johannis XXIII, e el segundo volumen de VON DER HARDT; ULRICH VON RICHENTHAL, Chronik des Konstanzer Konzils, ed. M. R. BUCK, in Bibl. d. litterär. Vereins in Stuttgart (Tübingen, 1882). Vol. CLVIII.
 
Vidas de articipantes prominentess—ASCHBACH. Geschichte Kaiser Sigismunds (Hamburg, 1838-45); JEEP, Gerson, Wicliff und Hess (Göttingen, 1857); LOSERTH, J. Huss und Wiciif (Prague, 1884); SCHWAB, Johannes Gerson (Würzburg, 1858); MASSON, Jean Gerson (Lyons, 1894); SALEMBIER, Petrus de Alliaco (Lille. 1886); TSCHACKERT, Peter von Ailli (Gotha, 1877); FAGES, Hist. de Saint Vincent Ferrier (2nd ed., Louvain, 1901).
 
  
Disertaciones especiales—KNEER, Die Entstehung der konziliaren Theorie (Rome, 1893); BESS, Studien z. Gesch. des Konstanzer Koncils (1891), I; DENIFLE, Les délégués des universités françaises au Concile de Constance in Revue des Bibliothèques (Paris, 1892); también su Désolation des églises, des monastères et des hôpitaux de France durant la guerre de cent ans (Paris, 1889); FINKE, Forschungen und Quellen zur Geschichte des Konstanzer Konzils (Paderborn, 1889); IDEM, Bilder vom Konstanzer Konzil en el Almanaque de Bad. Hist. Commission for 1903; KEPPLER, Die Politik des Kardinalskollegiums in Konstanz (Münster, 1899); F. MÜLLER, Der Kampf um die Autorität auf dem Konzil zu Konstans (Berlin, 1860); SIEBEKING, Die Organisation u. Geschäftsordnung des Costnitzer Konsils (Leipzig, 1875), and STUHR, Die Organisation u. Geschäftsordnung des Pisaner u. Konst. Konsils (Schwerin, 1891); TRUTTMANN, Das Konklave auf dem Konzil zu Constanz (Freiburg, 1899).
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===Bibliografía=== 
  
Articulos de Enciclopedias—KÜPPER en Kirchenlex. VII 978-1006; VOIGT-BESS en HAUCK, Realencykl. XI, 30-34; ZELLER en Kirckliches Handlexikon (Munich, 1908), II, 470 sqq., BAUDRILLART en Dict. de théol. cath. (Paris, 1908), II, 1200-24.  
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Actas del Concilio:  La principal colección de Actas del concilio y documentos pertinentes es la de VON DER HARDT, en seis volúmenes de folio, Magnum oecumenicum Constantiense concilium (Frankfort y Leipzig, 1692-1700), de donde pasaron a HARDOUIN (VIII) y MANSI (XXVII-XXVIII).  Sin embargo, todas las ediciones anteriores de estas actas y documentos son de muchos modos imperfectas y editadas poco críticamente, y deben dar paso a la (parcialmente terminada) edición de HEINRICH FINKE, Acta Concilii Constantiensis I. (Münster, 1896), de 1410 a 1414; Acta Aragonensia (1907); cf. Zur Kritik der Akten, etc., en su Forschungen und Quellen (abajo), 52-68; también NOËL VALOIS, en prefacio a Vol. III de La France et le grand schisme d'Occident (Paris, 1901). Muchos documentos importantes están en RAYNALDUS, Ann. Eccl., ad ann. 1414-18; vea también la importante correspondencia y otros documentos MARTÈNE Y DURAND, Thesaurus novus anecd., II, y DÖLLINGER, Beiträge zur Gesch. des XV-XVI. Jahrhunderts (Munich, 1863), II. Cf. Deutsche Reichstagsakten, IV-XI, de 1400 a 1438 (Munich y Gotha, 1878-1900), una colección muy importante de interés civil y eclesiástico; también los escritos de PIERRE D'AILLY y GERSON.
  
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Historias Modernas del Concilio:  LENFANT (Calvinista), Hist. du Concile de Constance (2da ed., Amsterdam, 1727); ROYKO (Josefinista), Gesch. der grossen allg. Kirchenversammlung zu Costnitz (Praga y Viena 1782); WESSENBERG (Febronian), Die grossen Kirchenversammlungen des XV. und XVI. Jahrhunderts (Constanza, 1840); CREIGHTON (no-católico), Historia del Papado durante el Período de la Reforma, I: El Gran Cisma y el Concilio de Constanza (Londres, 1882). Excelentes relatos católivcos: TOSTI, Storia del Concilio di Costanza (Naples, 1883); HEFELE, Conciliengeseh., VII. 26, 66 ss.; PASTOR, Historia de los Papas, Vol. I, bk. II; SALEMBIER, Le grand schisme d'Occident (París, 1902). 291-416, tiene buena literatura sobre el asunto; MARMOR, Das Konzil zu Constanz (ibid., 1898): BLIEMETZRIEDER, Das Generalkonzil zu Constanz (1904).
  
THOMAS J. SHAHAN .
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Diarios y Crónicas:  El más importante de los relatos contemporáneos del concilio es el Diario de GUILLAUME FILLASTRE, Cardenal de San Marco, y un líder sobresaliente durante todo el concilio. Dr. Finke dice (p. 77) que es completamente confiable y exacto (ha sido editado por él de los Manuscritos del Vaticano 4173 y 4175, en Forschungen und Quellen (abajo), 163-242). Entre los cronistas del concilio están THEODORICo (DIETERICH) DE VRIE, un agustino de Osnabrück, De consolations Ecclesiae, seu Hist. Conc. Const., en el primer volumen de VON DER HARDT; THEODORICO (DIETERICH) VON NIEM, un escritor bien informado pero parcial y vengativo, De schismate libri III ed. ERLER (Leipzig, 1890), ID., Nemus unionis (Basilea, 1566). y ID., Historia de vitâ Johannis XXIII, en el segundo volumen de VON DER HARDT; ULRICH VON RICHENTHAL, Chronik des Konstanzer Konzils, ed. M. R. BUCK, in Bibl. d. litterär. Vereins in Stuttgart (Tübingen, 1882). Vol. CLVIII.
  
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Vidas de Participantes Prominentes: ASCHBACH. Geschichte Kaiser Sigismunds (Hamburg, 1838-45); JEEP, Gerson, Wicliff und Hess (Göttingen, 1857); LOSERTH, J. Huss und Wiciif (Prague, 1884); SCHWAB, Johannes Gerson (Würzburg, 1858); MASSON, Jean Gerson (Lyons, 1894); SALEMBIER, Petrus de Alliaco (Lille. 1886); TSCHACKERT, Peter von Ailli (Gotha, 1877); FAGES, Hist. de Saint Vincent Ferrier (2nd ed., Louvain, 1901).
  
Transcrito por Douglas J. Potter . Dedicado al Sagrado Corazón de Jesús .
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Disertaciones Especiales:  KNEER, Die Entstehung der konziliaren Theorie (Roma, 1893); BESS, Studien z. Gesch. des Konstanzer Koncils (1891), I; DENIFLE, Les délégués des universités françaises au Concile de Constance in Revue des Bibliothèques (Paris, 1892); también su Désolation des églises, des monastères et des hôpitaux de France durant la guerre de cent ans (París, 1889); FINKE, Forschungen und Quellen zur Geschichte des Konstanzer Konzils (Paderborn, 1889); IDEM, Bilder vom Konstanzer Konzil in the Almanach of the Bad. Hist. Commisión para 1903; KEPPLER, Die Politik des Kardinalskollegiums en Konstanz (Münster, 1899); F. MÜLLER, Der Kampf um die Autorität auf dem Konzil zu Konstans (Berlín, 1860); SIEBEKING, Die Organisation u. Geschäftsordnung des Costnitzer Konsils (Leipzig, 1875), y STUHR, Die Organisation u. Geschäftsordnung des Pisaner u. Konst. Konsils (Schwerin, 1891); TRUTTMANN, Das Konklave auf dem Konzil zu Constanz (Friburgo, 1899).
  
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Artículos de Enciclopedias:  KÜPPER en Kirchenlex. VII 978-1006; VOIGT-BESS en HAUCK, Realencykl. XI, 30-34; ZELLER en Kirckliches Handlexikon (Munich, 1908), II, 470 ss., BAUDRILLART en Dicc. de teol. cat. (París, 1908), II, 1200-24.
  
Traducido por Pedro Royo
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Fuente:  Shahan, Thomas. "Council of Constance." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908.
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<http://www.newadvent.org/cathen/04288a.htm>.
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Traducido por Pedro Royo.  L H M.

Última revisión de 17:50 12 abr 2009

Concilio (en parte) ecuménico celebrado en Constanza, ahora en el gran ducado de Baden, desde el 5 de noviembre de 1414 hasta el 22 de abril de 1418. Sus cinco sesiones generales se dedicaron a tres propósitos principales: (I) La extinción del llamado Cisma de Occidente; (II) La Reforma del gobierno y de la vida de la Iglesia; (III) La represión de la herejía. Este artículo tratará también de (IV) Asistencia al Concilio; consideraciones generales.

LA EXTINCIÓN DEL LLAMADO CISMA DE OCCIDENTE

En su intento de restaurar para la Iglesia su unidad inmemorial de primacía, el Concilio de Pisa, en 1409, sólo aumentó la confusión y escándalo que afligía a la cristiandad desde 1378 (ver Cisma de Occidente). Había en ese momento tres Papas: los dos depuestos por el concilio (Gregorio XII y Benedicto XIII) y el creado por el concilio, Alejandro V, que murió pronto (3 de mayo de 1410) y le sucedió el cardenal Baldassare Cossa, como Juan XXIII. Obediente a un decreto del Concilio de Pisa que ordenaba celebrar un concilio general cada tres años, este Papa lo convocó para abril de 1412 en Roma, pero con tan poco éxito que fue prorrogado y convocado de nuevo para principios de 1413; su único decreto importante fue una condena de de los escritos de John Wycliff. Mientras, la traición y violencia de Ladislao de Nápoles hacía a Juan XXIII completamente dependiente políticamente del nuevo emperador electo, Segismundo, cuyo profundo deseo de que se celebrara un concilio general en territorio alemán fue finalmente satisfecho por el Papa, que entonces estaba exiliado de Roma. Lo convocó en Lodi el 9 de diciembre de 1413 para el 1 de noviembre de 1414, en Constanza, una ciudad libre del imperio, sobre el Lago Constanza.

El concilio se inauguró solemnemente el 5 de noviembre en la Catedral de Constanza, donde se celebraron todas las sesiones públicas. La primera se efectuó el 16 de noviembre bajo la presidencia de Juan XXIII y por un momento se consideró una continuación del Concilio de Pisa y a Juan XXIII como el único Papa legítimo. Sin embargo, pronto fue palmario que muchos miembros de la nueva asamblea (comparativamente pocos obispos, muchos doctores en teología y derecho canónico y civil, procuradores de obispos, diputados de las universidades, capítulos de las catedrales, prebostes etc., agentes y representantes de los príncipes etc.) favorecían fuertemente la abdicación voluntaria de los tres Papas. Ésta era también la idea del emperador Segismundo, presente desde la víspera de Navidad de 1414, y destinado a ejercer una profunda y continua influencia a lo largo del concilio en su papel de protector imperial de la Iglesia. Especialmente los diputados franceses urgían esta solución de la intolerable crisis, liderados por Pierre d'Ailly (cardenal y obispo de Cambrai), Guillermo Fillastre (cardenal y obispo de San Marco), y Jean de Charlier de Gerson, canciller de la Universidad de París, representante del rey francés, y conocido, junto con d´Ailly, como “el alma del concilio”. Los muchos obispos italianos que habían acompañado a Juan XXIII apoyaban su legitimidad, pero fueron pronto anulados por los nuevos métodos de discusión y votación.

A principios de enero de 1415 aparecieron los enviados de Benedicto XIII, pero sólo para proponer una reunión personal en Niza| entre su Papa y el emperador. A finales de mes, Gregorio XII (Angelo Corrario) ofreció, por medio de sus representantes, renunciar con la condición de que los otros Papas hicieran lo mismo. Pero la ejecución de este proyecto, el cual sería el principal objetivo del concilio, se fue posponiendo por razones que veremos más adelante. El emperador Segismundo y los miembros no italianos comenzaron a ejercer presión sobre Juan XXIII. Su resistencia se quebró por fin con la resolución de los miembros de votar por “naciones” y no por personas. La legalidad de esta medida, una imitación de las “naciones” de la universidad, era más que cuestionable, pero durante febrero de 1415 se llevó a término y de ahí en adelante se aceptó en la práctica, aunque nunca fuera autorizada por ningún decreto formal del concilio (Finke, Forschungen, 31-33) y contando con la oposición de d'Ailly y Fillastre, que querían una ampliación considerable del cuerpo electoral por la inclusión de profesores (doctores) de teología, párrocos, etc. y no deseaban que se abandonase el voto individual tradicional. D’Aily estaba dispuesto a comprometerse en un voto según las provincias eclesiásticas.

El voto por naciones era en gran medida el trabajo de miembros ingleses, alemanes y franceses y los italianos no resistieron mucho, de manera que sobre esta base, el trabajo del concilio se organizó y ejecutó de la siguiente manera: se nombraba varios diputados eclesiásticos y laicos por cada una de las cuatro naciones representadas en el concilio, es decir, Alemania (con la que se contaba a los pocos miembros de Polonia, Hungría, Dinamarca y Escandinavia), Inglaterra, Francia e Italia, para representar a la membresía total de la nación presente en Constanza. Estos diputados nacionales se reunían por separado con un presidente elegido por ellos, pero que se cambiaba cada mes. Sus decisiones se alcanzaban por mayoría y eran entonces comunicadas a la congregación general de las cuatro naciones en la que el voto de la mayoría (tres) era decisivo. Parece que también había (Finke, Forschungen, 36-37) un importante comité general nombrado por las naciones para preparar los temas de discusión de las naciones individuales y para actuar, en general, como intermediario. En la séptima sesión (2 de mayo de 1415) se privó a los cardenales del derecho a votar separadamente; de ahí en adelante sólo podían votar como otros diputados individuales en sus respectivas naciones. Por consiguiente, la Iglesia Romana no estuvo representada como tal, mientras que la pequeña nación inglesa (20 diputados, 3 obispos) tenía la misma influencia que toda la representación italiana, que como individuos eran cerca de la mitad del concilio. Las decisiones de las congregaciones generales se presentaban en las sesiones públicas donde eran promulgadas, unánimemente, como decretos conciliares.

Mientras se tomaban estas medidas, Juan XXIII se volvía cada día más desconfiado del concilio. Sin embargo, y en parte por un ataque violento anónimo, de origen italiano, sobre su vida y carácter prometió bajo juramento (2 de marzo de 1415) resignar. Pero el 20 de marzo, huyó en secreto de Constanza y se refugió en Schaffhausen en tierras de su amigo Federico, duque de Austria-Tirol. Este acto llenó de consternación al concilio, pues amenazaba tanto su existencia como su autoridad. Sin embargo, el emperador Segismundo mantuvo reunida la dubitante asamblea. En la sesión pública (tercera a quinta) del 26 y 30 de marzo y 5 de abril de la que salieron los famosos decretos “Artículos de Constanza”, un importante y largo argumento de galicanismo. Según se adoptaron finalmente en la quinta sesión, en número de cinco, declaraban que el concilio reunido legítimamente en el Espíritu Santo, es un concilio general, representa a toda la Iglesia militante, deriva su autoridad directamente de Dios y que en todo lo que se refiere a la fe, la extinción del cisma y la reforma en la cabeza y en los miembros, todos los cristianos, incluido el Papa, están obligados a obedecerlo; y que en el caso de que se rehúsen a obedecer al concilio, todos los cristianos recalcitrantes (hasta el Papa) están sujetos a castigos eclesiásticos y en caso de necesidad otras sanciones (civiles); que sin el consentimiento del concilio el Papa Juan no puede llamar de Constanza a la Curia Romana y sus oficiales, cuya ausencia puede compeler a cerrar el concilio o retrasar sus trabajos; que todas las censuras infligidas por el Papa desde su partida sobre los miembros y seguidores del concilio quedaban anuladas y que el Papa Juan y los miembros del concilio han disfrutado hasta ahí de completa libertad.

Mientras tanto (29 de marzo de 1415) las naciones inglesas, alemanas y francesas habían acordado cuatro artículos; en los dos primeros se expresaba la completa supremacía del concilio sobre el Papa; éstos dos fueron incorporadas a los artículos de la quinta sesión mencionados antes. Se ha mantenido que estos decretos eran únicamente para la extraordinaria situación a que se enfrentaba el concilio; sin embargo, expresan la bien conocida persuasión de la mayoría de la peculiar representación eclesiástica en Constanza de que el concilio, independientemente del Papa, era el depositario final de la suprema autoridad eclesiástica; de hecho, en virtud de estos decretos procedieron inmediatamente a juzgar y deponer a Juan XIII, que hasta entonces era para ellos el Papa legítimo. Hay que notar que de los doce cardenales presentes en Constanza solo siete u ocho asistieron a la quinta sesión y solamente para evitar el escándalo (entre los ausentes estaba d´Ailly), y que ningún cardenal quiso anunciar estos decretos, dejando que lo hiciera el obispo Andrés de Posen. El emperador estuvo presente en su promulgación y también 200 miembros, sobre todo doctores etc. Hay que recordar que estos decretos, aunque adoptados en el Concilio de Basilea, y citados a menudo por los discípulos del galicanismo y otros oponentes de la supremacía Papal, se formularon y aceptaron en Constanza en unas circunstancias muy inusuales, con mucha prisa y casi en desesperación ante la amenaza de fracaso del tan deseado concilio general. Corrían contra la práctica inmemorial de la Iglesia y sustituyeron su divina constitución con la voluntad de la multitud o mejor dicho, una especie de parlamentarismo teológico. Nunca fueron aprobados por la Santa Sede (Funk, Kirchengeschichtliche Studien, Paderborn, 1897, I, 489-98) y fueron casi inmediatamente rechazados implícitamente por el Papa Martín V (Mansi, Coll. Conc., XXVIII, 200).

El resto de marzo, y los meses de abril y mayo se consumieron en un trágico conflicto del concilio con Juan XXIII. No retiró su renuncia, pero puso condiciones que el concilio rechazó; llamó de Constanza a varios cardenales y miembros de la Curia, que, sin embargo, pronto fueron obligados a volver; presentó un alegato de falta de libertad; se quejó ante el rey de Francia respecto al método de la votación, así de cómo lo trataron el concilio y el emperador; y finalmente huyó de Schaffhausen a Lauenburg, dando razones al concilio para temer tanto su huída del alcance imperial o la retirada de los representantes italianos. El Papa volvió a huir enseguida, esta vez a Friburgo de Brisgovia y desde ahí a Breisach am Rhine, aunque pronto fue obligado a volver a Friburgo desde donde fue llevado (17 de mayo) por los diputados a las cercanías de Constanza, donde fue mantenido prisionero, mientras el concilio procedía a juzgarle. Había agotado todos los medios de resistencia y estaba moralmente derrotado. Renuente a sufrir la ordalía del inminente juicio, renunció al derecho de defensa y se entregó a la misericordia del concilio. Ya había sido suspendido en la décima sesión (14 de mayo) y en la décimo segunda sesión fue depuesto (29 de marzo 1415), no por herejía sino por notoria simonía, incitación al cisma y vida escandalosa. Dos días más tarde ratificó bajo juramento la acción del concilio y fue condenado a prisión indefinida bajo la custodia del emperador. Estuvo detenido sucesivamente en los castillos de Gottlieben, Heidelberg y Mannheim, pero eventualmente fue liberado, con la ayuda de Martín V, después de pagar un enorme rescate. En 1419 murió en Florencia siendo cardenal-obispo de Tusculum (para más detalles de los cargos contra él, ver Juan XXIII, Antipapa).

La prometida renuncia del Papa Gregorio XII estaba ahora en orden y se realizó con la dignidad esperada del Papa normalmente considerado por los historiadores católicos como ocupante legítimo de la cátedra de San Pedro, aunque en este momento su obediencia se había casi desvanecido, y estaba confinada a Rímini y unas pocas diócesis alemanas. A través de su protector y plenipotenciario, Carlo Malatesta, Señor de Rímini, puso como condiciones que el concilio volviera a ser convocado por él mismo y que en la sesión en que se aceptara su renuncia no estuviese presidida ni por Baldassare Cossa (Juan XXIII ni por ninguno de sus representantes. El concilio aceptó dichas condiciones. Por lo tanto, la sesión decimocuarta (4 de julio de 1415) tuvo como presidente al emperador Segismundo, por lo que pareció, como querían los seguidores de Gregorio, que hasta ese momento el concilio era una asamblea convocada por la autoridad civil. El famoso dominico cardenal Dominici (Giovanni Dominici), amigo y consejero de Gregorio XII, y desde el 19 de diciembre de 1414 representante papal en Constanza, convocó de nuevo el concilio a nombre del Papa y autorizó sus actos futuros. Se proclamó entonces la reunión de ambas obediencias (Gregorio XII y Juan XXIII), tras lo cual el cardenal-obispo de Ostia (Viviers) asumió la presidencia y Malatesta pronunció, en nombre de Gregorio, la abdicación de éste a todos los derechos al papado. Gregorio confirmó estos hechos en la decimoséptima sesión (14 de julio) y fue confirmado como cardenal-obispo de Porto, Decano del Sacro Colegio y legado perpetuo en Ancona, posición en la murió (18 de octubre de 1417) en Recanati, a sus noventa años en olor de santidad. Desde la décimo cuarta sesión, en la que él convocó el concilio, muchos lo consideran, al igual que George Phillips (Kirchenrecht, I, 256), un concilio general legítimo.

Quedaba por obtener la renuncia de Benedicto XIII (Pedro de Luna). Para este propósito, y porque él insistía en tratos personales con él mismo, el emperador Segismundo y diputados del concilio se trasladaron a Perpignan, entonces territorio español, para conferenciar con él, pero el obstinado anciano, a pesar de su pretendida voluntad de renunciar, no cedió (septiembre a octubre de 1415) en sus persistentes reclamos, los que había defendido en medio de tantas vicisitudes. Sin embargo, pronto lo abandonaron sus seguidores de Aragón, Castilla y Navarra, hasta ahí sus principales defensores. Por el tratado de Narbona (13 de diciembre de 1415) se comprometieron a cooperar con el Concilio de Constanza para la deposición de Benedicto y la elección de un nuevo Papa. San Vicente Ferrer, hasta entonces el principal apoyo de Benedicto, además de su confesor, le abandonó como perjuro. El concilio confirmó los artículos de Narbona (4 de febrero de 1416), cuya ejecución inmediata se retrasó, entre otras razones, porque Benedicto huyó (13 de noviembre de 1415) de la fortaleza de Perpignan a la roca inaccesible de Pañiscola, en la costa cerca de Valencia, donde murió en 1423, manteniendo hasta el fin su buen derecho. (Ver Pedro de Luna).

Varias causas impedían la comparecencia de los diputados españoles al concilio. Finalmente llegaron a Constanza para la vigésimo primera sesión (15 de octubre de 1416) y en adelante fueron contados como la quinta nación (Fromme, Die spanische Nation und das Konzil von Konstanz, Münster, 1896). Los siguientes ocho meses transcurrieron mayormente en complicados procedimientos canónicos destinados a obligar la abdicación o justificar la deposición de Benedicto XIII. Mientras éste había excomulgado solemnemente a sus anteriores seguidores reales y con una valentía digna de mejor causa mantenía que la Santa Iglesia, el Arca de Noé, estaba ahora en el piso desgastado por las olas de Peñiscola y en el pequeño grupo de unos pocos más miles de almas que aún aceptaban su ensombrecida autoridad, y no en Constanza. Finalmente fue depuesto en la sesión trigésimo séptima (26 de julio de 1417) como culpable de perjurio, cismático y hereje; nunca se hizo nada contra su vida privada ni su carácter sacerdotal, como en el caso de Juan XXIII. El Cisma de Occidente llegaba así a su fin, después de casi cuarenta años de vida desastrosa, un Papa (Gregorio XII) había abdicado voluntariamente, otro (Juan XXIII) había sido suspendido y luego depuesto, pero se había sometido en forma canónica; el tercero (Benedicto XIII) fue separado del cuerpo de la Iglesia, “un Papa sin una Iglesia, un pastor sin rebaño” (Hergenröther-Kirsch). Se había llegado a una situación tal, que cualquiera de los tres pretendientes que fuera el legítimo sucesor de San Pedro, reinaba en toda la Iglesia universal una incertidumbre e intolerable confusión, de manera que los sabios y santos y almas rectas, se hallaban en las tres obediencias. Sobre el principio de que un Papa dudoso no es un Papa, la Sede Apostólica aparecía como realmente vacante, y bajo esas circunstancias no podía volver a ser ocupada de otra manera que por la acción de un concilio general.

Las irregularidades canónicas del concilio parecen menos culpables cuando a esta vacante práctica del pontificado añadimos el disgusto universal y desánimo por la continuación del llamado cisma, a pesar de todos los esfuerzos imaginables para restaurar la unidad de primacía a la Iglesia, el temor justificado a nuevas complicaciones, el peligro inmediato de la doctrina y disciplina católicas entre el naufragio temporal de la autoridad tradicional de la Sede Apostólica y el rápido crecimiento de falsas enseñanzas igualmente ruinosas para el Estado e Iglesia.

Elección de Martín V

Bajo esas circunstancias, era imposible la forma usual de elección papal por los cardenales solos (Ver Cónclave), aunque solo sea por el fuerte sentimiento hostil de la mayoría del concilio, que los hacía responsables no sólo de los errores del cisma, sino también de muchos abusos administrativos de la Curia Romana (ver abajo), cuya inmediata corrección parecía a muchos un asunto de no menor importancia, por decir lo menos, que la elección del Papa. Este objetivo no fue obscurecido por las disensiones menores, por ejemplo, el rango legítimo de la nación española, el número de votos de los aragoneses y castellanos, respectivamente, los derechos de los ingleses de constituir una nación etc.… Las naciones española, francesa e italiana deseaban una inmediata elección papal, ya que una Iglesia sin cabeza era una monstruosidad, como dijo d'Ailly. Los ingleses se mantuvieron firmes, bajo la dirección del obispo Roberto de Salisbury en que había que llevar a cabo imperativamente las reformas de la administración papal y de la curia. El emperador Segismundo también sobresalía entre los alemanes por esa misma razón y estaba dispuesto a tomar medidas violentas a favor de sus intereses. Pero Roberto de Salisbury murió y curiosamente fue gracias a otro obispo inglés, Henry de Winchester, pariente cercano del rey de Inglaterra, que estaba de camino hacia Palestina, quien logró que la disputa de prioridades se inclinase hacia la elección Papal, pero con la seguridad, entre otros puntos, de que el nuevo Papa comenzaría inmediatamente la reforma de los abusos; y que esas reformas serían proclamadas por el concilio, cosa en la que todas las naciones estuvieron de acuerdo, y que la manera de la inminente elección Papal fuera dejada en manos de una comisión especial. Entre los cinco decretos reformatorios aprobados inmediatamente por el concilio en su sesión trigésimo novena (9 de octubre de 1417) estaba el famoso "Frequens" que mandaba que se celebrara un concilio general cada diez años; sin embargo, los dos siguientes debían ser convocados por el Papa cada cinco y siete años después y el primero de ellos en Pavía.

Finalmente, en la cuadragésima sesión (30 de octubre) se discutió la forma de la nueva elección papal. El concilio decretó que para esta ocasión a los 23 cardenales se debía añadir treinta diputados del concilio (seis por cada nación) constituyendo un cuerpo de 53 electores. Otro decreto de esta sesión re refería a la inmediata y seria atención del nuevo Papa a 18 puntos que trataban de la reformatio in capite et Curia Romana. La cuadragésimo primera sesión (8 de noviembre) suministró los detalles de la elección y para ello hizo que se leyera la bula del Papa Clemente VI (6 de diciembre de 1351). Aquella tarde, los electores se reunieron en cónclave y tres días después eligieron Papa al cardenal romano Odo Colonna que tomó el nombre de Martín V. Como era sólo subdiácono, fue ordenado sucesivamente diácono, sacerdote y obispo. (Fromme, "Die Wahl Martins V.", en "Röm. Quartalschrift", 1896). Su coronación se efectuó el 21 de noviembre de 1417. El clausuró solemnemente el concilio en su cuadragésima quinta sesión (22 abril de 1418), tras lo cual, declinando las invitaciones a Aviñón o a alguna ciudad alemana, volvió a Italia y, tras una corta estancia en Florencia, entró a Roma (28 de septiembre de 1420), y estableció su residencia en el Vaticano, devolviendo así a la Sede de Pedro sus antiguos derechos y prestigio en toda la cristiandad.


REFORMA DE LA VIDA Y DEL GOBIERNO ECLESIÁSTICOS

Mucho antes del Concilio de Constanza existía una ardiente demanda por una reforma de las condiciones eclesiásticas, la cual fue creada por varias causas, a saber: la larga ausencia de los Papas de Roma en el siglo XIV, que acarreó la ruina del antiguo Patrimonio de San Pedro; los muchos y graves abusos conectados directa o indirectamente con la administración de los Papas franceses en Aviñón; los desórdenes civiles generales de ese tiempo (Guerra de los Cien Años, los Condottieri etc.), entre otras. Los escritos de los teólogos y canonistas y las declaraciones de varios santos populares (Santa Brígida de Suecia, Santa Catalina de Siena) son suficientes para mostrar lo bien justificada que estaba esa exigencia universal (Rocquain). En las mentes de muchos miembros del concilio esta reforma, como ya hemos visto, era de igual importancia que la terminación del cisma y para algunos, especialmente para los alemanes, parecía que ensombrecía hasta la necesidad de una cabeza para la Iglesia. Argüían que era precisamente la administración del Papa y los cardenales la que más necesitaba una reforma y ahora que ambos estaban muy débiles y por primera vez en su historia habían sentido el dominio de los teólogos y canonistas, les parecía el momento psicológico para incluir esas reformas entre las leyes eclesiásticas comunes, de donde no se pudieran eliminar fácilmente.

Desde julio de 1415 había habido una comisión de reforma de 35 miembros; se había nombrado otra nueva de 25 después de la entrada de la nación española en octubre de 1416. Durante todo este tiempo se habían presentado muchos memoriales al concilio respecto a todos los abusos imaginables. En las congregaciones y sesiones generales con frecuencia se expresaban amargos reproches sobre estos temas. La igualdad académica de muchos de sus miembros, la condición de postración de la dirección eclesiástica, la peculiar libertad de discusión en las reuniones de la “nación” y otras causas hicieron de este concilio un foro único para la discusión de todos los puntos y métodos de reforma. Ciertamente que se hubiera logrado más si los eruditos y los celosos predicadores hubieran sido capaces de llegar a algún grado de unanimidad respecto a la importancia y orden que las reformas requerían, y si hubiera habido un mayor deseo de reforma individual y menos pasión en la denuncia de los pasados abusos de las administraciones de los Papas y de la curia.

Los alemanes (Avisamenta nationis germanicæ) y los ingleses deseaban ardientemente la reforma de la Curia Romana de manera que un nuevo Papa santo y justo encontrara que se le había desbrozado el camino ante él. Los alemanes aseguraban que durante 150 años los Papas habían dejado de gobernar con la justicia que les había caracterizado durante doce siglos. Los cardenales, decían, habían amado demasiado las riquezas y habían descuidado los sínodos eclesiásticos. Según ellos, éstas eran las verdaderas causas de la corrupción del clero, de la decadencia de buenos estudios, de la ruina de las iglesias y abadías. En el Concilio de Pisa se habían prometido reformas, pero ¿qué había pasado con esas promesas? De hecho, sin embargo, las reformas que se pedía a gritos era la devolución a los obispos de su antigua libertad en la colación de beneficios, y una notable disminución de las varias cuotas y tributos que se pagaban a Roma de las propiedades eclesiásticas e ingresos de las varias naciones, que por varias razones habían ido creciendo en número y cantidad durante el siglo anterior y no siempre eran injustificadas o poco equitativas. Ya hemos visto fue muy en contra de su voluntad que los alemanes concordaron en la elección papal antes de recibir completa satisfacción sobre las reformas antedichas.

El día después de su coronación Martín V nombró una (tercera) comisión de reforma, pero sus miembros no mostraron más unanimidad que sus predecesores en el mismo puesto. El nuevo Papa declaró que estaba dispuesto a aceptar cualquier proposición que se acordara unánimemente. Eventualmente, después de muchas discusiones y varias sugerencias, se acordaron siete puntos en la cuadragésima tercera sesión (21 de marzo de 1418), Se suprimieron todas las excepciones concedidas durante el sínodo y en el futuro se concederían con dificultad; las uniones e incorporaciones de beneficios debían disminuir; el Papa renunció a los ingresos de los beneficios vacantes; se prohibió toda simonía, así como la costumbre de dispensar de la obligación de toma de órdenes a las personas que disfrutaban de beneficios; se restringió notablemente el derecho papal de imponer diezmos al clero e Iglesias; los eclesiásticos debían usar los hábitos de sus órdenes (Mansi, Conc., XXVII, 1114-77). Otras reformas se dejaron a la iniciativa de cada nación que proveían para ellas por concordatos especiales, término que se dice se empleó aquí por primera vez. El Concordato Alemán (que incluía Polonia, Hungría y Escandinavia) y el de Francia, España e Italia era válido por cinco años; el Concordato Inglés era indefinido (para detalles vea Mansi, op. cit., XXVII, 1189 ss., y Hübler, Die Konstanzer Reform und die Konkordate von 1418, Leipzig, 1867). Se fijó en veinticuatro el número de cardenales y se tomarían proporcionalmente de las grandes naciones. También se regularon estrictamente las reservas papales, anualidades, in commendam, indulgencias, etc. Sin embargo en el consistorio papal (10 de marzo de 1418) Martín V rechazó cualquier derecho de apelación de la Sede Apostólica a un concilio futuro y afirmó la suprema autoridad del romano pontífice como Vicario de Cristo en la tierra en todos los asuntos de fe católica (Nulli fas est a supremo judice, videlicet Apostolicâ sede seu Rom. Pontif. Jesu Christi vicario in terris appellare aut illius judicium in causis fidei, quæ tamquam majores ad ipsum et sedem Apostolicam deferendæ sunt, declinare, Mansi, Conc., XXVIII, 200).

Von Funk ha mostrado (op. cit., 489 ss.), que la frecuentemente mencionada confirmación de los decretos de Constanza por Martín V, en la última sesión del concilio (omnia et singula determinata et decreta in materiis fldei per præsens concilium conciliariter et non aliter nec alio modo) debe ser entendida sólo de un caso específico (Falkenberg, ver abajo), y no de cualquier parte notable de, y mucho menos de todos, los decretos de Constanza. Es cierto que en la Bula "Inter Cunctas", (22 de febrero de 1418), a propósito de los seguidores de John Wycliff y de Jan Hus, pide una aprobación formal de los decretos de Constanza in favorem fidet a salutem animarum, pero estas palabras se entienden fácilmente de la acción del concilio contra los antedichos herejes y sus esfuerzos por reinstalar un jefe a la cabeza de la Iglesia. En particular, los famosos cinco artículos de la quinta sesión que establecen la supremacía del concilio, nunca recibieron ninguna confirmación papal (Hergenröther-Kirsch, II, 862, and Baudrillart, in Dict. de théol. cath., II, 1219-23). Para una refutación del reclamo galicano de que estos decretos poseen carácter dogmático, ver Galicanismo.

Sin embargo el concilio de Constanza es a menudo considerado como el Decimosexto Concilio General; como se dijo antes, algunos lo reconocen como tal después de la décimo cuarta sesión (convocado de nuevo por el Papa Gregorio XII); otros (Salembier), luego de la trigésimo quinta sesión (llegada de la nación española); Hefele solamente en las últimas sesiones (42da a 45ta) bajo Martín V. Ninguna aprobación papal pretendía confirmar sus actas anti-papales. Así el Papa Eugenio IV (22 de julio de 1446) aprobó el concilio con la debida reserva respecto a los derechos, dignidad y supremacía de la Sede Apostólica (absque tamen præjudicio juris dignitatis et præeminentiæ Sedis Apostolicæ). Vea Bouix, "De Papa, ubi et de concilio oecumenico" (París, 1869), y Salembier (abajo), 313-23.


REPRESION DE LA HEREJIA

El concilio trató en varias ocasiones de las herejías de su tiempo, entre ellas las de Wyclif y Hus.

Condena de las cuarenta y cinco proposiciones de Wyclif

La octava sesión trató la cuestión de John Wyclif, cuyos escritos ya habían sido condenados en un concilio en Roma (1412-13) bajo el mandato de Juan XXIII. En la cuadragésima quinta sesión se censuraron como heréticas varias proposiciones de Wyclif, ya condenadas por las universidades de París y Praga, y en una sesión posterior otra larga lista de 260 errores. Se ordenó quemar todos sus escritos y que su cuerpo fuese desenterrado y arrojado fuera de tierra consagrada (lo que no se hizo hasta 1428 bajo el obispo Robert Fleming de Lincoln) En 1418 Martín V, con la antedicha bula "Inter Cunctas", aprobó la acción del concilio (Mansi, op. cit., XXVII, 1210 sq.; ver John Wycliff).

Condena y ejecución de Jan Hus

Desde 1408 Jan Hus, un elocuente predicador de Praga, había enseñado abiertamente las herejías de Wyclif. Con su ardiente celo por las reformas eclesiásticas basadas en las enseñanzas de Wyclif, su patriótica insistencia sobre la pureza de la fe bohemia y sus afirmaciones de nacionalismo bohemio, se había situado rápidamente al frente como líder de su nación, entonces amargada contra la dominación alemana en la vida política y académica de Bohemia. Desde 1412 había estado desterrado de Praga, pero era sólo el más peligroso por su ardiente discurso y sus escritos, entre los ya sobreexcitados bohemios, que veían en él la flor de su genio nacional, y por otra parte estaban muy resentidos contra un clero que entonces ofrecía muchos elementos de debilidad ante los ataques de reformadores como Hus y su amigo y admirador Jerónimo (Hieronymus) de Praga. Los errores de Hus trataban principalmente de la naturaleza de la Iglesia (sólo los predestinados), la supremacía papal, la regla de fe (La Escritura y la ley de Cristo), la Comunión bajo ambas especies (ver Husitas), la confesión auricular (innecesaria), la autoridad civil (que dependía, entre los cristianos, del estado de gracia). Más de una vez (por ejemplo, en 1411) Hus había apelado a un concilio general y cuando al inaugurarse el de Constanza, el emperador Segismundo y el rey Wenceslao de Bohemia le urgieron para que se presentase allí, estaba muy bien dispuesto; él sabía que estaba compuesto de ardientes reformadores impetuosos y esperaba convencerles con su elocuencia de su propia intensa fe en las ideas de Wyclif.

Salió de Praga el 11 de octubre de 1414 en compañía de tres nobles bohemios y confiando en un salvoconducto (salvus conductus) del emperador Segismundo. Llegaron a Constanza el 3 de noviembre, donde Hus se alojó en un hogar privado y donde se le entregó el salvoconducto (5 noviembre). Al día siguiente de su llegada compareció ante Juan XXIII, quien le trató cortésmente, levantó las censuras de excomunión e interdicto, pero le prohibió celebrar la Misa, predicar y también aparecer en funciones eclesiásticas públicas (sus doctrinas completamente heréticas e incluso revolucionarias eran sumamente notorias y ya habían sido condenadas en Roma). Compareció de nuevo ante el Papa y los cardenales el 28 de noviembre, se declaró inocente de todos los errores y dijo que estaba dispuesto a retractarse y hacer penitencia si se le declaraba convicto de alguno de ellos. Sin embargo, continuaba violando la prohibición Papal: celebraba Misa diariamente y predicaba a los presentes. En consecuencia, fue arrestado el mismo día por orden del obispo de Constanza y poco después (6 de diciembre) fue recluido en un convento de dominicos. Al quejarse de las condiciones antihigiénicas del lugar, fue trasladado al castillo de Gottlieben y luego al convento franciscano de Constanza (junio 1415).

Pierre d'Ailly y Guillaume Fillastre condujeron su interrogatorio, el cual se extendió durante los meses de abril y mayo; mientras tanto él mantenía una muy intensa correspondencia, escribió varios tratados y replicaba a los cargos de sus oponentes. Sus amigos bohemios protestaron contra el arresto de Hus y mostraron el salvoconducto del emperador (pero sólo después del arresto). Segismundo se enfadó al principio por el arresto, pero más tarde (1 de enero de 1415) declaró que no le impediría al concilio tratar según la ley a las personas acusadas de herejía. La condena mencionada arriba (4 de mayo) de las cuarenta y cinco proposiciones de Wycliff ensombrecieron el destino de Hus, a pesar de las protestas de los bohemios y polacos contra su severo encarcelamiento, las calumnias contra la fe bohemia, la demora de la justicia, el sigilo de los procedimientos y la violación del salvoconducto imperial (Raynaldus, ad an. 1414, no. 10). El juicio público se realizó los días 5, 7 y 8 de junio de 1415, en el cual se leyó extractos de sus obras y se oyó a los testigos. Él negó algunas de las enseñanzas que se le atribuían, defendió otras, sobre todo opiniones de Wycliff, declaró que ningún bohemio era hereje etc. Rehusó toda formula de sumisión, se declaró de nuevo no consciente de error alguno ni de que se hubiera probado nada contra él con las Escrituras. Declaró que él no condenaría la verdad ni sería perjuro.

Sus libros fueron quemados por orden del concilio (24 de junio). Todos los nuevos intentos de que se retractase fueron inútiles. Fue llevado a la décimo quinta sesión para oír la sentencia final ( 6 de julio de 1415), a la que asistió el emperador, y en la que se leyó públicamente treinta proposiciones, tomadas principalmente de la obra de Hus, “Sobre la Iglesia” (De Ecclesia). Rehusó retractarse y fue condenado solemnemente como hereje, depuesto, degradado y entregado al brazo secular, que a su vez le condenó a perecer la hoguera, que entonces era el castigo usual de los herejes convictos. Sufrió esa cruel muerte con autocontrol y fortaleza y cuando estaba a punto de expirar gritó “¡Cristo, Hijo de Dios Vivo, ten misericordia de nosotros!”. Sus cenizas fueron arrojadas al Rin. Debido mayormente a las trágicas circunstancias de su muerte, enseguida se convirtió en el héroe del patriotismo bohemio y en el santo-mártir de multitudes en Bohemia y dondequiera que compartían sus principios demagógicos y revolucionarios. Éstos eran sin duda incompatibles tanto con el orden civil como eclesiástico de su tiempo y habrían alimentado en cualquier momento tanto la anarquía civil como la religiosa si se hubiesen puesto en práctica.

Respecto al salvoconducto del emperador, debemos distinguir, dice el Dr. von Funk (Kirchengeschichte, 3d ed., Friburgo, 1902, p. 495, y en la literatura más reciente citada allí; también "Der Katholik", 1898, LXXVIII, 186-90, y K. Müller, no-católico, en la "Hist. Vierteljahrschrift", 1898, 41-86) entre el arresto de Hus en Constanza y su ejecución. En Bohemia siempre consideraron el arresto como una violación del salvoconducto y una infracción a la fe de parte del emperador: pero por otra parte ellos conocían bien, y también Hus, que el salvoconducto era sólo una garantía contra la violencia ilegal y no podía protegerle de las sentencias de jueces legítimos. (Sobre la pena de muerte por herejía, vea Julius Ficker, "Die gesetzliche Einführung der Todestrafe für Häresie" en "Mittheil. d. Inst. f. oest. Geschichtsforschung", 1888, 177 ss., y Havet, "L'hérésie et le bras séculier au moyen âge jusqu'au XIIIe siècle", París, 1881; también Gosselin, "Poder Temporal del Papa en la Edad Media", I, 85-89). En los códigos medievales alemanes conocidos como Sachsenspiegel (cerca de 1225) y los Schwabenspiegel (cerca de 1275), la herejía es ya punible con la hoguera. No es verdad que el concilio declarara que no había que mantener la fe con ningún hereje (ver Pallavicino, "Hist. Conc. Trid.", XII, 15, 8; Höfler in "Hist. polit. Blätter", IV, 421, y Hefele, "Conciliengesch.", VII, 227, también Baudrillart, op. cit., II, 1217).

Al año siguiente Jerónimo (Hieronymus) de Praga, el amigo de Hus, sufrió el mismo destino en Constanza. Había venido voluntariamente al concilio en abril de 1415, pero pronto huyó de la ciudad y más tarde, consciente del destino de Hus, obtuvo del concilio un salvoconducto para regresar a defenderse. Sin embargo, no compareció y fue pronto apresado en Baviera y devuelto encadenado a Constanza. En septiembre de 1415 abjuró de las 45 proposiciones de Wyclif y las 30 de Hus, pero no recuperó su libertad, puesto que se sospechaba de su sinceridad y se presentaron nuevos cargos contra él. Finalmente fue llevado ante el concilio el 23 de mayo de 1416, un año después de su arresto. Esta vez retiró solemnemente su abjuración como un acto pecaminoso obligado por el miedo y proclamó que Hus era un hombre santo y recto. Fue inmediatamente condenado como hereje en la sesión décimo primera (30 de mayo de 1416) y murió en la hoguera con la misma fortaleza que Hus. El humanista Poggio fue testigo presencial de su muerte y su carta a Leonardo de Arezzo describiendo la escena se puede ver en Hefele "Conciliengesch.", VII, 280 ss. Tanto la muerte de Hus como la de Jerónimo de Praga afectaron fuertemente a otros humanistas de su tiempo: Eneas Silvio (después Papa Pío II) dijo que fueron a sus muertes como hombres invitados a un banquete. Las consecuencias inmediatas fueron suficientemente graves, es decir, las largas guerras utraquistas. Para una critica equitativa de los defectos de los juicios de Hus y Jerónimo ver Baudrillart en "Dicc. de Teol. Cat.", II, 1216-17. (vea también Husitas).

Jean Petit (Johannes Parvus) y Johann von Folkenberg

El asunto de la licitud del tiranicidio ocupó la atención del concilio. El franciscano Jean Petit (John Parvus) había defendido públicamente (en nueve tesis) al duque de Borgoña por su participación en el asesinato de Luis de Orléans (23 de noviembre de 1407) sobre la base de que cualquier súbdito podía matar o mandar a matar al gobernante tiránico (Baron Kervyn de Lettenhove, Jean sans peur et l'apologie du tyrannicide, Bruselas, 1861). Después de varios años de discusiones, en 1414, el obispo, el inquisidor y la Universidad de París condenaron esta tesis. El duque de Borgoña apeló a la Sede Romana. En Constanza se discutió el asunto en la décimo quinta sesión (6 de julio de 1415). Muchos doctores franceses estaban ansiosos por que se condenara a Petit y sus tesis, pero sus hermanos franciscanos le defendieron en un memorial común. El concilio se contentó finalmente con condenar generalmente la proposición que, sin tener en cuenta su juramento y sin esperar una sentencia judicial, cualquier vasallo o súbdito podía lícitamente matar o mandar a matar a un tirano.

Muy similar fue el caso de Johann von Falkenberg, dominico alemán, que había mantenido en una violenta obra contra el rey de Polonia que estaba permitido matarle y a todos los demás polacos (Mansi, Conc., XXVII, 765). Muchos pidieron con intensidad la condena de Falkenberg, pero no se pronunció una sentencia definida, a pesar de las ardientes discusiones (ver Tiranicidio), ni siquiera en la cuadragésima quinta sesión (última) cuando los polacos se lo exigieron a Martín V; quien declaró que en asuntos de fe sólo aprobaría aquello que había sido decidido en el sagrado concilio general conciliariter, es decir, por todo el concilio y no por una o más naciones. Como hemos dicho arriba, estas palabras del Papa se refieren solamente a la materia particular (Falkenberg) ante él y no a todos los decretos del concilio, hasta en materias de fe.


ASISTENCIA AL CONCILIO: CONSIDERACIONES GENERALES

Debido a su larga duración la asistencia varió mucho. Las cifras más altas alcanzadas fueron: 29 cardenales, 3 patriarcas, 33 arzobispos, 150 obispos 100 abades, cincuenta prebostes, 300 doctores (sobre todo en teología). Se calculó que unos 5000 monjes y frailes estuvieron presente y en total cerca de 18.000 eclesiásticos. Los visitantes se calcularon de varias maneras de 50.000 a 100.000 o más. Muchos soberanos y prínciples europeos estuvieron presente, invitados por el emperador, entre ellos (además del emperador Segismundo y su acompañamiento) los electores Ludwig von der Pfalz y Rodolfo de Sajonia, los duques de Baviera, Austria, Sajonia, Schleswig, Mecklenburg, Lorena y Teck, el Margrave de Brandenburgo, y los embajadores de los reyes de Francia, Inglaterra, Escocia, Dinamarca, Polonia, Nápoles y los reinos españoles. Hacia el final, el emperador griego Miguel Paleólogo estuvo también presente (19 de febrero de 1418, con 19 obispos griegos).

En algunos aspectos el concilio parecía más un congreso católico moderno que un sínodo eclesiástico tradicional. Los numerosos príncipes, nobles con sus torneos y espléndidas diversiones, los mercaderes con sus ricos y curiosas mercancías, los viajeros por su número e importancia, faquires y charlatanes que se encuentran en todos las reuniones populares,, hicieron de Constanza en aquel momento el centro de atracción de toda Europa y hasta del mundo griego. Por supuesto, no es de extrañar que en tan abigarrada muchedumbre, de pronto reunida de todos los lugares, se manifestaran desórdenes morales y vida disoluta. Dejando aparte la confianza que merezcan algunos cronistas de chismorreos, el concilio era directamente responsable solamente de sus propios actos y no de la vida de la ciudad de Constanza.

Debe recordarse que de una u otra forma las situaciones y eventos imprevistos prolongaron el concilio más allá de las previsiones ordinarias. Entre éstas estaban: La huida de Juan XXIII, el largo proceso de Benedicto XIII, la suspicacia general y disgusto de los cardenales y a su vez, los naturales esfuerzos de éstos para salvar la constitución eclesiástica de la completa ruina en el momento más infeliz de la autoridad papal, hasta aquí la piedra angular, el apasionado deseo de una purificación canónica pública del catolicismo de sus conocidos abusos y excrecencias acumuladas (tanto en la cabeza como en la Curia Romana). No nos debe asombrar que al final de su notable diario del concilio, el cardenal Guillaume Fillastre escribiera lo siguiente (Finke ed., Forschungen und Quellen, p. 242): "Hoc Constantiense concilium ... omnibus quæ precesserunt generalibus conciliis fuit in congregando difficilius, in progressu singularius, mirabilius et periculosius, et tempore diuturnius", es decir: ningún concilio previo fue reunido con más dificultades, más singular en su desarrollo, más admirable y peligroso o duró más tiempo.

Desde el punto de vista eclesiástico, se puede decir con certeza que el Concilio de Constanza cerró el período medieval para abrir el moderno. Fue el anti-clímax del todopoderoso papado medieval mientras en Segismundo (emperador electo, rey de Hungría, heredero de Bohemia, etc) aparece por última vez la pálida imagen del oficio ideal del imperio medieval. El lenguaje de los oradores y las actas muestran un cierto amanecer del humanismo (Finke) mientras allí, por primera vez sale a la primera línea el nacionalismo moderno, muy diferente del prototipo medieval, domina completamente la situación, amenaza hasta a la inmemorial unidad de la Iglesia y comienza su larga carrera de relaciones discordantes con la administración central del catolicismo (vea Galicanismo; Johann Hontheim).

No pocos elementos de la revolución religiosa posterior bajo Martín Lutero ya son visibles en Constanza. La nación alemana en particular permaneció muy descontenta con los resultados locales del segundo de los grandes concilios reformadores (Pisa, Constanza, Basilea) y a lo largo del siglo XV intentó variamente, con poco éxito, llevar a cabo las demandas presentadas en el Concilio de Constanza (ver Papa Eugenio IV, Papa Martín V, F. Rocquain, "La cour de Rome et l'esprit de réforme avant Luther" (París, 1900), también Pastor (ver abajo) y Johann Janssen, "Historia del Pueblo Alemán", etc. Papa, Primacía, Reforma; la Iglesia; Concilio de Trento; Concilio Vaticano I.


Bibliografía

Actas del Concilio: La principal colección de Actas del concilio y documentos pertinentes es la de VON DER HARDT, en seis volúmenes de folio, Magnum oecumenicum Constantiense concilium (Frankfort y Leipzig, 1692-1700), de donde pasaron a HARDOUIN (VIII) y MANSI (XXVII-XXVIII). Sin embargo, todas las ediciones anteriores de estas actas y documentos son de muchos modos imperfectas y editadas poco críticamente, y deben dar paso a la (parcialmente terminada) edición de HEINRICH FINKE, Acta Concilii Constantiensis I. (Münster, 1896), de 1410 a 1414; Acta Aragonensia (1907); cf. Zur Kritik der Akten, etc., en su Forschungen und Quellen (abajo), 52-68; también NOËL VALOIS, en prefacio a Vol. III de La France et le grand schisme d'Occident (Paris, 1901). Muchos documentos importantes están en RAYNALDUS, Ann. Eccl., ad ann. 1414-18; vea también la importante correspondencia y otros documentos MARTÈNE Y DURAND, Thesaurus novus anecd., II, y DÖLLINGER, Beiträge zur Gesch. des XV-XVI. Jahrhunderts (Munich, 1863), II. Cf. Deutsche Reichstagsakten, IV-XI, de 1400 a 1438 (Munich y Gotha, 1878-1900), una colección muy importante de interés civil y eclesiástico; también los escritos de PIERRE D'AILLY y GERSON.

Historias Modernas del Concilio: LENFANT (Calvinista), Hist. du Concile de Constance (2da ed., Amsterdam, 1727); ROYKO (Josefinista), Gesch. der grossen allg. Kirchenversammlung zu Costnitz (Praga y Viena 1782); WESSENBERG (Febronian), Die grossen Kirchenversammlungen des XV. und XVI. Jahrhunderts (Constanza, 1840); CREIGHTON (no-católico), Historia del Papado durante el Período de la Reforma, I: El Gran Cisma y el Concilio de Constanza (Londres, 1882). Excelentes relatos católivcos: TOSTI, Storia del Concilio di Costanza (Naples, 1883); HEFELE, Conciliengeseh., VII. 26, 66 ss.; PASTOR, Historia de los Papas, Vol. I, bk. II; SALEMBIER, Le grand schisme d'Occident (París, 1902). 291-416, tiene buena literatura sobre el asunto; MARMOR, Das Konzil zu Constanz (ibid., 1898): BLIEMETZRIEDER, Das Generalkonzil zu Constanz (1904).

Diarios y Crónicas: El más importante de los relatos contemporáneos del concilio es el Diario de GUILLAUME FILLASTRE, Cardenal de San Marco, y un líder sobresaliente durante todo el concilio. Dr. Finke dice (p. 77) que es completamente confiable y exacto (ha sido editado por él de los Manuscritos del Vaticano 4173 y 4175, en Forschungen und Quellen (abajo), 163-242). Entre los cronistas del concilio están THEODORICo (DIETERICH) DE VRIE, un agustino de Osnabrück, De consolations Ecclesiae, seu Hist. Conc. Const., en el primer volumen de VON DER HARDT; THEODORICO (DIETERICH) VON NIEM, un escritor bien informado pero parcial y vengativo, De schismate libri III ed. ERLER (Leipzig, 1890), ID., Nemus unionis (Basilea, 1566). y ID., Historia de vitâ Johannis XXIII, en el segundo volumen de VON DER HARDT; ULRICH VON RICHENTHAL, Chronik des Konstanzer Konzils, ed. M. R. BUCK, in Bibl. d. litterär. Vereins in Stuttgart (Tübingen, 1882). Vol. CLVIII.

Vidas de Participantes Prominentes: ASCHBACH. Geschichte Kaiser Sigismunds (Hamburg, 1838-45); JEEP, Gerson, Wicliff und Hess (Göttingen, 1857); LOSERTH, J. Huss und Wiciif (Prague, 1884); SCHWAB, Johannes Gerson (Würzburg, 1858); MASSON, Jean Gerson (Lyons, 1894); SALEMBIER, Petrus de Alliaco (Lille. 1886); TSCHACKERT, Peter von Ailli (Gotha, 1877); FAGES, Hist. de Saint Vincent Ferrier (2nd ed., Louvain, 1901).

Disertaciones Especiales: KNEER, Die Entstehung der konziliaren Theorie (Roma, 1893); BESS, Studien z. Gesch. des Konstanzer Koncils (1891), I; DENIFLE, Les délégués des universités françaises au Concile de Constance in Revue des Bibliothèques (Paris, 1892); también su Désolation des églises, des monastères et des hôpitaux de France durant la guerre de cent ans (París, 1889); FINKE, Forschungen und Quellen zur Geschichte des Konstanzer Konzils (Paderborn, 1889); IDEM, Bilder vom Konstanzer Konzil in the Almanach of the Bad. Hist. Commisión para 1903; KEPPLER, Die Politik des Kardinalskollegiums en Konstanz (Münster, 1899); F. MÜLLER, Der Kampf um die Autorität auf dem Konzil zu Konstans (Berlín, 1860); SIEBEKING, Die Organisation u. Geschäftsordnung des Costnitzer Konsils (Leipzig, 1875), y STUHR, Die Organisation u. Geschäftsordnung des Pisaner u. Konst. Konsils (Schwerin, 1891); TRUTTMANN, Das Konklave auf dem Konzil zu Constanz (Friburgo, 1899).

Artículos de Enciclopedias: KÜPPER en Kirchenlex. VII 978-1006; VOIGT-BESS en HAUCK, Realencykl. XI, 30-34; ZELLER en Kirckliches Handlexikon (Munich, 1908), II, 470 ss., BAUDRILLART en Dicc. de teol. cat. (París, 1908), II, 1200-24.

Fuente: Shahan, Thomas. "Council of Constance." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04288a.htm>.

Traducido por Pedro Royo. L H M.