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Jueves, 28 de marzo de 2024

Codex Sinaítico

De Enciclopedia Católica

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(Su símbolo es la letra hebrea Alef, aunque Swete y otros pocos especialistas usan la letra S).

Es un manuscrito griego del Antiguo Testamento de muchísima antigüedad y valor encontrado por Constantino Tischendorf en el monte Sinaí, en el monasterio de Santa Catalina. En 1844 estaba visitando el monasterio con el patronazgo de Federico Augusto, rey de Sajonia, cuando descubrió, en una cesta de basura, cuarenta y cinco hojas de Los Setenta, que contenían partes de I Par. (Chron.), Jer., Neh. y Esther. Se le permitió que se las llevara. También vio el Libro de Isaías y I y IV Macabeos, pertenencientes al mismo Códice que los fragmentos, pero no consiguió su posesión. Tras alertar a los monjes de su valor, salió hacia Europa y dos años después publicó las hojas que había traído consigo bajo el nombre de Codex Friderico-Augistanus, por su patrocinador. Se guardaron en Leipzig. En una segunda visita, en 1853, sólo encontró dos cortos fragmentos del Génesis (que imprimió a su vuelta) y nada más supo del resto del códice. En 1859 realizó una tercera visita, bajo el patronazgo del Zar Alejandro II. Parecía que iba a ser una visita inútil cuando, la víspera de su partida, en una conversación casual con el criado supo de la existencia de un manuscrito. Cuando se lo mostraron vió que era el mismo que había estado buscado y que contenía, superando todos su sueños, una gran parte del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento completo, además de la Epístola de Bernabé y parte del “Pastor de Hermas” del que se sabía que existían dos ejemplares del original griego y ninguna copia. Pensando que era un “crimen dormir”, Tischendorf pasó la noche copiando a Bernabé; tenía que irse por la mañana sin haber podido persuadir a los monjes que le dejaran llevarse el manuscrito.

En el Cairo consiguió que le enviaran el manuscrito a otro monasterio de la misma orden (de la Iglesia griega ortodoxa) para transcribirlo; y finalmente, los monjes se lo regalaron como un presente para el Zar que era el patrón y protector de Tischendorf y de la iglesia ortodoxa. Años después, en 1869, el Zar regaló a los monasterios 7000 y 2000 rublos a cada uno, además de condecoraciones. El manuscrito se atesora en la Biblioteca Imperial de S. Petersburgo. Tischendorf publicó una relación en 1860 y un facsímil, en 1862, bajo los auspicios del Zar. Se incluían en la edición 21 placas litográficas hechas a partir de fotografías, edición que salió en cuatro volúmenes. Al año siguiente publicó una edición crítica del Nuevo Testamento. Finalmente, en 1867, publicó los fragmentos adicionales del Génesis y Números, que habían sido utilizados para encuadernar otros volúmenes en Santa Catalina y habían sido descubiertos por el archimandrita Porfirius. Así pues, en cuatro ocasiones se han descubierto partes del manuscrito original pero nunca han sido publicadas juntas en una sola edición.

El Códice Sinaítico, que originalmente debió contener el Antiguo Testamento completo, ha sufrido mutilaciones severas, especialmente los libros históricos desde el Génesis a Esdras (inclusive); el resto del Antiguo Testamento salio mejor parado. Los fragmentos y libros que han quedado son: varios versos del Gen., xxiii y xxiv, y desde Num.,v,vi,vii; I Par., ix, 27.xix,17; Esdras, ix,9 hasta el fin; Nehemías, Ester, Tobías. Judit, Joel, Abdias, Jonas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías, Isaías, Jeremías, Lamentaciones,i.1-ii,20;I Macabeos, IV Macabeos ( apócrifo, mientras que el canónico II Macabeos y el apócrifo III Macabeos nunca estuvieron contenidos en este códice).

Una curiosa referencia es que Esdras ix, 9 sigue a I Par., xix, 17 sin interrupción: la nota de un corrector muestra que 7 hojas de I Par fueron copiadas dentro del Libro de Esdras, probablemente debido a un error en la encuadernación del manuscrito del que se copió el Códice Sinaítico. Nuestro Esdras es llamado en este códice, como en muchos otros, Esdras B. Esto puede indicar que seguía a Esdras A, de la misma manera que se llama III Esdras en antiguos códices (ver ESDRAS) al libro titulado así por Jerónimo: la prueba no es segura, puesto que IV Macabeos es designado aquí Macabeos D, aunque los libros segundo y tercero Macabeos estaban ausentes del manuscrito. El Nuevo Testamento está completo, así como la epístola de Bernabé; faltan seis hojas a continuación de Bernabé, que probablemente contenían literatura no canónica. El “Pastor de Hermas” está incompleto y no podemos decir si había otras obras a continuación. En total hay 346 hojas y ½. Hay que notar el orden en el Nuevo Testamento: las Epístolas de S. Pablo preceden a los Hechos: Hebreos sigue a II Tess. El manuscrito está en buen pergamino y las páginas miden alrededor de 15 x 13 ½ pulgadas ( ca 38 x 34,29 cms); hay cuatro columnas por página, excepto en los libros poéticos, que están escritos estequiométricamente en dos columnas de mayor anchura; hay 48 líneas por columna, pero 47 en las Epístolas Católicas. Las cuatro columnas dan a la página la apariencia de un antiguo rollo y no parece imposible, como dice Kenyon, que de hecho se copiara de un rollo de papiro. Escrito en caracteres unciales, bien formados, sin acentos o espíritus y sin puntuación, excepto (a veces) el apóstrofe y el punto final de un período. Tischendorf creía que lo habían escrito 4 manos distintas y así se ha aceptado en general. Pero ha tenido menos suerte en conseguir la aceptación general en sus conjeturas de que uno de esos escribas también escribió el Nuevo Testamento del Códice Vaticano. Reconoce siete correctores del texto, uno de ellos contemporáneo con la escritura del manuscrito. Las Secciones Amonianas de los Cánones de Eusebio se indican en los márgenes, probablemente por una mano contemporánea; parece que eran desconocidas al escriba que sigue otra división. Los errores de copia son poco numerosos, a juicio de Gregorio.

Es de la misma época que el Códice Vaticano. La escritura, las cuatro columnas por página (indicación probable de la transición del rollo a la forma códice del manuscrito), la ausencia de grandes mayúsculas iniciales y de ornamentación, la rareza de la puntuación, los cortos títulos de los libros, la presencia de divisiones del texto que lo fecha en una datación anterior a Eugenio, la adición de Bernabé y Hermas etc., muestran la antigüedad del escrito. Todo ello ha llevado a algunos expertos a ponerlo en la cuarta centuria, como el Codex Vaticanus, algún tiempo antes del Codex Alexandrinus y del Codex Ephraemi Restrictus; esta conclusión no es cuestionada seriamente, aunque se concede la posibilidad de una fecha temprana del siglo quinto.

Se le asigna un origen romano, del sur de Italia, de Egipto y de Cesartea, pero no se puede concluir (Kenyon, Handbook to the Textual Criticism of the New Testament, London, 1901, p. 56 sqq.). Parece que estuvo algún tiempo en Cesarea, porque uno de los correctores( probablemente del siglo séptimo) añade la siguiente nota al final de Esdras:” Este Códice fue comparado con un ejemplar muy antiguo que había sido corregido por la mano del viejo mártir Pánfilo ( muerto en 309), ejemplar que al final tenía la subscripción de su propia mano: “Tomado y corregido de acuerdo a la Hexapla de Orígenes: Antonio lo comparó: Yo, Pánfilo, lo corregí”. Pánfilo era, con Eusebio, el fundador de la Biblioteca de Cesarea. Algunos se inclinan a ver el Codex Sinaiticus como uno de los 50 manuscritos que Constantino donó a Eusebio de Cesarea para que lo preparara en el año 331 para las iglesias de Constantinopla, pero no hay señales de que éste hubiera estado en Constantinopla. Nada se sabe de su historia posterior hasta que fue descubierto por Tischendorf.

El texto del Codex Sinaiticus se parece mucho al del Codex Vaticanus, aunque no puede provenir el mismo antecesor inmediato. En general, el Códice Vaticano es colocado por los especialistas contemporáneos en primer lugar en cuanto al punto de pureza y el Códice Sinaítico, a continuación. Esto es especialmente cierto respecto a los Evangelios del Nuevo Testamento. Las diferencias son más frecuentes en el Antiguo Testamento donde los códices Sinaítico y Alejandrino coinciden con frecuencia.

JOHN F. FENLON

Transcrito por Sean Hyland

Traducido por Pedro Royo