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Viernes, 29 de marzo de 2024

Diferencia entre revisiones de «Calendario Cristiano»

De Enciclopedia Católica

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(Generalidades)
(Fundamentos del Calendario Cristiano)
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===El Ciclo Pascual===
 
===El Ciclo Pascual===
  
El punto de partida del sistema cristiano de festividades, fue por supuesto la conmemoración de la Resurección de Cristo o Día de Pascua. El hecho de que durante mucho tiempo los judíos habían formado la vasta mayoría de los integrantes de la iglesia infante, les hacía imposible olvidar que cada Pascua celebrada por sus compatriotas, traía también el aniversario de la Redentor de la Pasión, de su Gloriosa Resurección entre los muertos.
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El punto de partida del sistema [[cristianismo|cristiano]] de [[fiestas eclesiásticas|fiestas]], fue por supuesto la conmemoración de la [[Resurrección de Jesucristo]] el día de [[Pascua]]. El hecho de que durante mucho [[tiempo]] los [[judaísmo|judíos]] debieron haber formado la gran [[mayoría]] de los miembros de [[la Iglesia]] naciente, les hacía imposible olvidar que cada [[Pascua judía|Pascua]] celebrada por sus compatriotas traía consigo el aniversario de la [[Pasión de Cristo en los Cuatro Evangelios|Pasión]] de su [[redención|Redentor]] de su [[gloria|gloriosa]] resurrección de entre los muertos.  Por otra parte, como toda su [[vida]] se habían acostumbrado a observar un día semanal de descanso y [[oración]], debe haber sido casi inevitable que deseasen modificar ese día de fiesta para que pudiera servir como una conmemoración semanal de la fuente de todas sus nuevas [[esperanza]]s.  Probablemente al principio no se retiraron totalmente de la [[sinagoga]], y el [[domingo]] debe haber parecido más bien una prolongación, más que una sustitución, del antiguo [[Sabbath|sábado]] familiar. Pero no pasó mucho tiempo antes de que la observancia del primer día de la semana se volviese distintivo del [[culto cristiano]].  [[San Pablo]] ([[Epístola a los Colosenses|Col.]] 2,16) evidentemente considera que los [[conversión|conversos]] del [[paganismo]] no estaban obligados a la observancia de las festividades judías o del propio sábado. Por otro lado, el nombre de "el día del Señor" (''dies dominica, he kuriake'') se encuentra en [[Apocalipsis]] 1,10, y sin [[duda]] era familiar en una [[fechas y datación|fecha]] mucho más temprana (cf. 1 [[Epístolas a los Corintios|Cor.]] 16,2).  Desde el principio el domingo parece haber sido francamente reconocido entre los cristianos como lo que era, a saber, la conmemoración semanal de la resurrección de [[Jesucristo|Cristo]] (cf. [[Epístola de Bernabé]], 15).      Presumiblemente estuvo marcado por la celebración de la [[liturgia]], ya que [[Evangelio según San Lucas|San Lucas]] escribe en los [[Hechos de los Apóstoles|Hechos]]: "Y el primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el [[uso litúrgico del pan|pan]]" (Hch. 20,7), y podemos deducir a partir de ordenanzas posteriores que siempre fue considerado como de [[carácter]] [[felicidad|alegre]], un día en que el [[ayuno]] estaba fuera de lugar, y cuando se instruía a los [[fieles]] a [[oración|orar]] de pie, no [[arrodillamiento y genuflexión|arrodillados]].    "Die dominico", dice [[Tertuliano]], "jejunium nefas dicimus vel de geniculis adorare" (De orat. 14).  De hecho esta posición de orar de pie era, de acuerdo a pseudo (?) Ireneo, típica de la Resurrección (Ireneo, Frag., 7).  Sin embargo, para una más amplia exposición de este primer elemento del calendario cristiano, referiremos al lector al artículo [[domingo]].
  
Más aún, como todas sus vidas habían dedicado a observar un día a la semana para descansar y orar, fue inevitable que ellos quisieran modificar ese día santo en lo que sería la conmemoración del hecho que engendraba nuevas esperanzas. Probablemente al principio no se retiraron totalmente de las Sinagogas, y el domingo habría sido una prolongación de esas prácticas, más que una substitución del familiar sabath. Pero no faltaba mucho para que se observara como el primer día de la semana y ello llegara a ser distintivo de la adoración cristiana.
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El que los primeros cristianos guardasen con especial [[honor]] el aniversario de la Resurrección, es más una cuestión de inferencia que de [[conocimiento]] positivo. Ningún escritor antes de [[San Justino]] parece mencionar tal celebración, pero el hecho de que en la segunda mitad del siglo II la [[Controversia Pascual|controversia]] sobre el tiempo de guardar la Pascua casi divide en dos a [[la Iglesia]], puede tomarse como una indicación de la importancia adjudicada a la fiesta.   Además, aunque al principio el ayuno pascual de preparación probablemente no duraba cuarenta días, (cf. [[Franz Xaver von Funk|Funk]], Kirchengeschichthche Abhandlungen, I, 242 ss.), era mencionado continuamente por la Iglesia primitiva como un asunto de institución antigua e incluso [[apostolicidad|apostólica]].  En cualquier caso, todos nuestros primeros monumentos litúrgicos, tanto en Oriente como en Occidente, por ejemplo, las "[[Constituciones Apostólicas]]" y los "[[Cánones Apostólicos]]", que son un documento todavía más antiguo, según Funk y Harnack, están de acuerdo en dar a la [[Pascua]] el lugar de honor entre las [[fiestas eclesiásticas|fiestas]] del año.  Es como la describe el [[martirologio]] [[Roma|romano]], ''festum festorum'' y ''solemnitas solemnitatum''. Con ella han estado siempre naturalmente asociadas la conmemoración de los acontecimientos de la [[Pasión de Cristo en los Cuatro Evangelios|Pasión de Cristo]], la [[Última Cena]] el [[Jueves Santo]], la Crucifixión el viernes, y en la propia [[víspera]] esa gran [[vigilia]] o vigilancia nocturna cuando se [[bendición|bendicen]] el [[cirio pascual]] y las [[fuente bautismal|fuentes]], y los [[catecúmeno]]s, después de largas semanas de preparación, son finalmente admitidos al [[Sacramentos|sacramento]] del [[bautismo]].   Se carece de datos acerca de estos elementos separados en la gran celebración pascual, ya que se observaban en los [[tiempo]]s más antiguos. Sin embargo, cabe señalar que en [[Tertuliano]] la palabra ''pascha'' designa claramente no sólo el [[domingo]], sino más bien un período y, en particular, el día de la [[parasceve]], o como lo llamamos ahora, el [[Viernes Santo]]; mientras que en [[Orígenes y Origenismo|Orígenes]] establece una clara distinción entre dos términos afines: ''pascha anastasimon'' (la Pascua de [[Resurrección de Jesucristo|Resurrección]] el Domingo de Pascua) y ''pascha staurosimon'' (la Pascua de Crucifixión, es decir, el Viernes Santo), pero ambos eran igualmente memorables como celebraciones.
  
San Pablo (Colos., 2:16) evidentemente considera que los conversos del paganismo no estaban en la observancia de las festividades judías o del sabath, propiamente. Por otra parte, el nombre de “El Día del Señor” (dies dominica, he kuriake) se encuentra en el Apocalipsis 1:10, y ciertamente era familiar en fechas más antiguas (cf. I Cor., 16:2). Desde el principio el domingo parecía ser francamente reconocido entre los cristianos como el día de la conmemoración de la resurección de Cristo (cf., Epístola de Barnabas, 15).
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Cercanamente dependiente de la Pascua y desarrollándose gradualmente en número a medida que pasaba el tiempo había otras observancias que también pertenecían al ciclo de lo que hoy llamamos las fiestas movibles. El domingo de [[Pentecostés]] (Vea [[Pentecostés (fiesta judía)]], el aniversario de la venida del [[Espíritu Santo]] sobre [[los Apóstoles]], era considerado probablemente como próximo en importancia a la Pascua misma, y como la Pascua se determinaba por la [[Pascua judía]], no puede haber [[duda]], al ver el domingo de Pentecostés en la misma relación estrecha con la fiesta [[judaísmo|judía]] de Pentecostés, que los [[conversión|conversos]] judíos observaban tanto una Pascua [[cristianismo|cristiana]] como un Pentecostés cristiano desde el principio.  Aunque la posición de la [[Fiesta de la Ascensión]] estaba determinada por el hecho de que era cuarenta días después de la Pascua ([[Hechos de los Apóstoles|Hch.]] 1,3) y diez antes de Pentecostés, no era superpuesto sobre ninguna fiesta judía.  En consecuencia, no lo hallamos atestiguado por ningún escritor anterior a [[Eusebio de Cesarea|Eusebio]] (De sol. Pasch., [[Jacques-Paul Migne|Migne]], PG XXIV, 679).  
  
Es muy probable que San Lucas, influenciado por la celebración de la liturgia, escribió en los Hechos: “Y el primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan” (Hechos 20:7). Podemos inferir también que esta observancia tenía un carácter festivo, un día en el cual no se ayunaba, y cuando los fieles tenían la instrucción de orar de pié y no de rodillas.
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La [[Cuaresma]], la cual todos admiten que fue [[conocimiento|conocida]] como un [[ayuno]] de cuarenta días en los primeros años del siglo IV (cf. Las diversas Cartas Festivas de [[San Atanasio]]), tuvo, por supuesto, un ''terminus ad quem'' fijo en la Pascua misma, pero su ''terminus a quo'' parece haber variado considerablemente en diferentes partes del mundo.  En algunos lugares se entendía que la Cuaresma era una temporada de cuarenta días en la que se hacía mucho ayuno, pero no [[necesidad|necesariamente]] un ayuno diario ---los domingos en cualquier caso, y en Oriente también los sábados, fueron siempre la excepción.  En otras partes se afirmaba que la Cuaresma debía incluir necesariamente cuarenta días de ayuno reales. Además hubo lugares en los que se consideraba que el ayuno en [[Semana Santa]] era algo independiente, que tenía que ser agregado a los cuarenta días de Cuaresma.  Por lo tanto, el tiempo, de comenzar el ayuno de Cuaresma variaba considerablemente, así como había una considerable diversidad en la severidad con que se mantenía el ayuno. (Para estos detalles, vea [[Cuaresma]]). Todo lo que tenemos que notar aquí es que este tiempo [[penitencia|penitencial]], que en un período mucho más tardío fue arrojado de nuevo al [[domingo]] conocido como [[septuagésima]] (estrictamente el domingo dentro del plazo de setenta días antes de [[Pascua]]), comenzaba más tarde o temprano según el día en que cayera el domingo de Pascua, mientras que las adiciones posteriores, en el otro extremo, ---tales como la [[Fiesta de la Santísima Trinidad]], la [[Fiesta de Corpus Christi]], y en tiempos aún más recientes, la Fiesta del [[Devoción al Sagrado Corazón de Jesús|Sagrado Corazón]]--- todos formaban parte igualmente del mismo ciclo festivo.  
  
“Die dominico”, dice Tertuliano, “jejunium nefas dicimus vel de geniculis adorare" (De orat. 14). De hecho esta posición de pié en la oración está también de acuerdo con lo que indica Irineo, una sitación relacionada con la Resurrección (Irineo, Frag., 7). Para un recuento completo de este primer elemento del calendario cristiano, se debe leer el artículo dedicado al DOMINGO.
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No puede haber duda de que los primeros cristianos, al igual que nosotros, sentían las molestias de este elemento móvil en el marco de otro modo estable del calendario juliano. Pero tenemos que recordar que el elemento móvil se estableció allí por derecho de ocupación previa.   Puesto que los cristianos [[judaísmo|judíos]], como se explicó anteriormente, nunca habían conocido ningún otro tipo de cálculo del [[tiempo]] que el basado en el mes lunar, la única manera que se les pudo haber ocurrido de fijar el aniversario de la [[Resurrección de Jesucristo|Resurrección de nuestro Salvador]] fue refiriéndose a la Pascua judía.  Pero aun aceptando esta situación, también mostraron una cierta independencia. Parece que se decidió que la ocurrencia de la [[Pascua|fiesta de la Resurrección]] en el primer día de la semana, el día siguiente al [[Sabbath|sábado]], era una característica esencial.   Por lo tanto, en lugar de determinar que el segundo día después de la [[Pascua judía]] (17 de Nisán) debía ser considerado siempre como el aniversario de la [[Resurrección de Jesucristo|Resurrección]], independientemente del día de la semana en que cayese, parece que [[los Apóstoles]] acordaron, aunque esto tenemos poca evidencia positiva, que ese domingo se iba a mantener como la Pascua cristiana que caía dentro de los [[ázimos]], o días de pan sin levadura, ya sea que ocurriese al comienzo, en el medio o al final del término.  Este arreglo tenía el inconveniente de que hacía la fiesta cristiana dependiente del cómputo del [[calendario judío]].  
  
La indicación de que los primeros cristianos brindaban especial honor al aniversario de la Resurrección, es más un asunto producto de la inferencia que de conocimiento positivo. Ningún escritor antes de Justino Mártir, aparece mencionando la celebración, pero el hecho de que en la última mitad del Siglo II apareciera la controversia acerca del tiempo de guardar la Pascua, es ya una indicación de la importancia que tenía la festividad. Además, el ayuno en preparación para ello, muy probablemente no fue de cuarenta días (cf. Funk, Kirchengeschichtliche Abhandlungen, I, 242 y siguientes) a ello se refiere constantemente la Antigua Iglesia, como una institución antigua y aún Apostólica.
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Cuando la destrucción de [[Jerusalén]] prácticamente privó a los judíos de la [[diáspora]] de cualquier norma o criterio de uniformidad, probablemente cayeron en conteos [[error|erróneos]] o divergentes, y esto a su vez implicó una diferencia de opinión entre los [[cristianismo|cristianos]].   Si hubiera sido posible determinar en términos de la [[cronología general|cronología]] juliana el [[verdad]]ero día del mes en el que [[Jesucristo|Cristo]] sufrió, probablemente habría sido más sencillo para los cristianos en todo el mundo [[Roma|romano]] la celebración de Pascua, como más tarde celebraron la [[Navidad]] o el día de [[San Pedro]], en un aniversario fijo.  A pesar de esto, debe notarse que habría interferido con la posición establecida del "día del Señor", como el memorial semanal del gran domingo por excelencia, pues la Pascua, como una fiesta fija, habría caído, por supuesto, en todos los días de la semana a su vez.   Sin embargo, aunque [[Tertuliano]] declara sin mayores [[duda]]s que Jesús sufrió el 25 de marzo, una [[Tradición y Magisterio Vivo|tradición]] perpetuada en numerosos calendarios a través de la [[Edad Media]], ciertamente esta [[fechas y datación|fecha]] estaba equivocada.  Por otra parte, probablemente era imposible en ese período calcular de nuevo la verdadera fecha debido a la forma arbitraria en que se habían intercalado los años embolismales judíos.  
  
En todo caso, todos nuestros datos correspondientes a la antigua liturgia, tanto en Oriente como Occidente (por ejemplo las “Constituciones Apostólicas” y los “Canones Apostólicos”, los que son aún más antiguos, según Funk y Harnack) concuerdan en dar a la Pascua el sitial de honor que se merece entre las festividades del año. Es el Martirologio Romano quien lo describe, como festum festorum y solemnitas solemnitatum.
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Para las diversas fases de las disputas que se originaron en el siglo II y se renovaron poco después en las Islas Británicas, referiremos al lector al artículo [[Controversia Pascual]].   Baste aquí decir que la decisión parece haber sido tomada en el [[Primer Concilio de Nicea]], la cual, a pesar de que está extrañamente ausente de los cánones del [[concilio]] que se han preservado (Turner, Monumenta Nicaena, 152), se cree que determinó que la Pascua debía celebrarse el primer [[domingo]] después de la primera luna llena que sigue al equinoccio de primavera.   Según esta regla, que ha sido aceptada desde entonces, el día más temprano en que la Pascua puede caer ahora es el 22 de marzo y el más tardío el 25 de abril.
 
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Con eso siempre y de manera natural, se ha asociado la conmemoración de los eventos de la pasión de Cristo y de la última cena el día jueves y de la crucifixión el día viernes. Muchas veces se hicieron vigilias durante la noche en las cuales se tenían candelas o velas pascuales y estas se bendecían frente a las catacumbas después de largas semanas de preparación y de haber sido admitidas personas al sacramento del bautismo.
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Se carece de datos concernientes a los eventos de la celebración pascual tal y como ocurrieron en los primeros tiempos. Sin embargo debe tomarse que Tertuliano distingue que la palabra Pascha claramente designa no un día domingo de manera aislada sino mas bien un periodo de tiempo. El día que nosotros llamamos viernes santo originalmente tuvo una distinción entre dos términos relacionados uno que era el Pascha Anastacimo (la resurrección en el domingo de pascua y el Pascha Eustaurosimum la crucifixión pascual del viernes santo). Ambas fueron igualmente celebraciones de carácter memorable.
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Con una relación muy cercana respecto a la festividad de la Pascua se fueron desarrollando gradualmente, a medida que pasaba el tiempo, ciertas festividades que conocemos actualmente como movibles. Muy probablemente una de estas festividades, Pentecostés, es decir el aniversario de descendimiento del Santo Espíritu sobre los apóstoles, muy probablemente llegó a tener la misma importancia que la Pascua. Además recuérdese que la Pascua estaba relacionada también con el calendario Judío y por lo tanto se estableció con una relación cercana entre esta situación del calendario judío con la festividad de Pentecostés. Los judíos conversos al cristianismo observaron tanto la Pascua cristiana como el pentecostés cristiano, desde el principio de la iglesia.
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Aunque el día de la ascensión estuvo determinado por el hecho de que ocurrió 40 días después de la Pascua y 10 después de Pentecostés, esta festividad no fue sobrepuesta en ninguna de las festividades judías (Hechos 1:3). Esta situación no la encontramos testificada por ningún escritor más temprano que Eusebio (Tesol. Tasch., Migne, P.G. XXIV, 679). La situación de la cuaresma que duraba 40 días desde los primeros años del siglo IV (véanse varias cartas sobre las festividades de San Atanasio) tenía por supuesto una duración fija tanto como la pascua por si misma pero la observancia variaba según fueran las diferentes partes del mundo donde se realizaba.
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En muchos lugares se entendía que la cuaresma era una temporada de cuarenta días en los cuales se hacía ayuno aunque no necesariamente ayuno todos los días pero sí quizás los días domingos, aunque el Domingo de Pascua fue la excepción. Por lo general la norma fue de que la cuaresma incluía 40 días de ayuno.
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Nuevamente hubo lugares en los cuales el ayuno de la Semana Santa fue observado de una manera independiente o que era agregado a los 40 días de la cuaresma. Por lo tanto, los tiempos de principio de la cuaresma varían considerablemente. También hubo una variación considerable en cuanto a la severidad con la cual se observaba el ayuno (véase detalles en CUARESMA).
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Lo que necesitamos reconocer es que se trataba de una época de penitencias la cual, en un período considerablemente más tarde, se concentraba en el domingo conocido en la septuagésima (el domingo dentro del período de 70 días antes de la pascua). Varias festividades forman parte del mismo ciclo y dependían de cuando era observado el Domingo de Pascua, estas nuevas adiciones de festividades incluían el domingo de la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y más recientemente la festividad del Sagrado Corazón.
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Hay poca duda de que también los cristianos en los primeros tiempos tuvieron la inconveniencia de este elemento movible dentro del contexto estable del calendario juliano. Pero debemos recordar que también había un elemento movible antes de la ocupación de esta fecha. Debido a que los cristianos judíos, como hemos explicado anteriormente, no habían conocido en ningún otro sistema de computo de tiempo sino aquel basado en el calendario lunar, la única forma que ellos tenían de fijar el aniversario de la resurrección de Nuestro Salvador fue refiriéndose a la pascua judía.
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Sin embargo en tanto se acepta esta situación ellos también mostraron cierta independencia. Parece ser que decidieron que la festividad de la resurrección tendría lugar en el primer día de la semana. El día que seguía al sabath fue esencial. Por lo tanto en lugar de determinar que el segundo día después de la pascua judía (17 Nissan) debería ser siempre contado como el aniversario de la resurrección independiente del día de la semana en el cual cayera, los apóstoles parecen haber establecido que sería el domingo el día que debía observarse la pascua cristiana. Este día caería dentro de los llamados días asines o días del pan sin levadura en donde ocurriera ya sea al principio, a mediados o al final de los períodos.
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Este arreglo hizo que esta festividad cristiana dependiera sobre la computación del calendario judío. Cuando ocurrió la destrucción de Jerusalén, prácticamente se impuso una dispersión en el sentido de no tener mayores normas estándares de uniformidad en los judíos. Ellos probablemente llegaron a tener divergencias en las festividades y por lo tanto diferencias de opinión también ocurrieron entre los cristianos.
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Es posible decir en términos de la cronología juliana cual fue el día del mes en el cual Cristo sufrió, era quizá una manera más simple para los cristianos del mundo romano celebrar su pascua como posteriormente fue celebrada la Navidad, como el día de San Pedro, dándole un aniversario fijo. Sin embargo debe notarse que esto podría haber interferido con la posición del “Día del Señor” como el memorial semanal del día de la resurrección por excelencia o Pascua, como una festividad fija. De haber sido este el caso habría caído sobre algunos días de la semana según correspondiera.
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Sin embargo, aunque Tertuliano declara sin mayores dudas que Jesús sufrió el 25 de marzo, una tradición perpetuada en muchos de los calendarios a través de la Edad Media, ubica este día de una manera incorrecta. Sin embargo es prácticamente imposible en ese período llegar a establecer de una manera correcta cual fue la verdadera fecha porque los judíos tenían los años llamados embolísmicos en los cuales agregaban períodos de tiempo.
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Por todas las fases y las disputas que se originaron sobre todo a partir del segundo siglo, nosotros debemos de recomendar al lector el artículo Controversia de la Pascua. Es suficiente aquí decir que una decisión parece haber sido acordada en el Concilio de Nissea, aún cuando ha habido algunas ausencias de información para nosotros (Turner Monumenta Nicaes 152), se cree que ellos determinaron que la Pascua debía ser celebrada el primer domingo después de la primera luna llena que siguiera al equinoccio de primavera. De conformidad con esta norma que ha sido aceptada, el día más temprano del año en donde ocurriría la pascua sería en marzo 22 y el dia mas tardío el de abril 25.
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===La Natividad de Cristo===
 
===La Natividad de Cristo===
  
Un segundo elemento que contiene fundamentalmente las influencias del calendario cristiano y que es un poco menos primitivo o inicial que las celebraciones de la pascua es lo que se ha llamado el ciclo de la natividad. El origen y la historia de la festividad de Navidad es abordado en un articulo separado y poco es lo que cabe agregar. Debemos de tener por cierto que la festividad de la Natividad de Cristo fue observada en Roma el 25 de diciembre después del año 354.
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Un segundo elemento que influye fundamentalmente en el calendario [[cristianismo|cristiano]] y que, aunque menos primitivo que las celebraciones de [[Pascua]], también es de [[fechas y datación|fecha]] temprana y puede ser descrito como el ''ciclo de la [[Navidad]]''.   Es [[necesidad|necesario]] decir poco sobre el origen y la historia de la [[fiestas eclesiásticas|fiesta]] de Navidad, de la que se trata en un artículo separado.   Podemos tomar como cierto que la festividad de la [[Navidad|Natividad de Cristo]] se celebraba en [[Roma]] el 25 de diciembre ya antes del año 354.   Fue introducida por [[San Juan Crisóstomo]] en [[Constantinopla]] y fue adoptada definitivamente en el año 395. Por otro lado, la fiesta de la [[Epifanía]] el 6 de enero, que también al principio parece haber conmemorado el nacimiento de Jesucristo, es mencionada como una observancia parcial en [[Clemente de Alejandría]] (Strom., I, 21), aunque un recién descubierto discurso de [[San Hipólito]] para ese día (''eis ta hagia theophaneia'') está completamente dedicado al tema del [[bautismo]] de Cristo. Este último, de hecho, es y ha sido durante mucho [[tiempo]] el aspecto principal de la fiesta en las [[Iglesias Orientales]].
 
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Fue introducido por San Juan Crisóstomo en Constantinopla y definitivamente adoptado en el año 395; por otra parte la festividad de la Epifanía de 6 de enero, que en un principio también conmemoraba el nacimiento de Jesucristo, tiene una observancia parcial en Clemente de Alejandría (Strom, I,21) . Aunque un reciente descubrimiento de Hipólito para este día (eis ta hogia theophaneia) esta enteramente dedicada al tema del bautismo de Cristo.
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Este último hecho es primariamente un aspecto de las festividades de las iglesias orientales pero la festividad de la natividad es de importancia en el calendario no solamente por la importancia de la fecha en si misma, sino por ser una de las más grandes celebraciones del año y porque varios otros días de celebración dependen de ella. Mayoritariamente no hay de manera posterior, un punto de origen de la celebración aunque la misma fue originada en un rango eclesiástico muy alto. Es por lo tanto una suposición y un dato muy cuestionables de la iglesia, que el día exacto del nacimiento de Jesús fuera el 25 de diciembre, nosotros tenemos el día de la circuncisión el primero de enero al octavo día una festividad utilizada con el fin de separar a las gentes que estaban nuevamente conversas de prácticas paganas e idolatras y supersticiosas las cuales tenían lugar o estaban asociadas con el principio del año.
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En los misales es frecuentemente titulada la misa de este primer día Ad prohibendum ab idolis, siendo un nombre que concuerda con la designación del espíritu anteriormente dicho. En otros libros de servicios indica que este día correspondía mas bien a una festividad de la Santísima Virgen. Por otra parte, el octavo día antes de la Navidad (18 de diciembre) es mantenido como la festividad de la espera de Nuestra Señora el cual es agregado al calendario romano en el siglo XVII pero representa una vieja festividad española en relación a la virgen María. En los tiempos muy antiguos este día fue designado como de Expecatatio partus.
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Nuevamente, cuarenta días después de la Navidad tal y como es el caso de la circuncisión y los datos de la ley judía, nosotros tenemos el día de la presentación en el templo. Esta situación conforme el nombre griego se conocía como Hypapante (hupapante, “la reunión”). Esto fue originalmente tratado como una festividad de Nuestro Salvador más que como una festividad de su Santa Madre. Se trata en todo caso de una conmemoración del nacimiento y probablemente del bautismo de Jesús según se tiene en cuenta de las transformaciones de una festividad mariana que se mencionaba en el c.380 de la peregrinación de Sylvia la dama española Etheria, aunque en Jerusalén se mantenía la fecha 40 días después de la festividad, la cual era conocida como la Epifanía (6 de enero).
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Por alguna razón acerca de la cual no tenemos una explicación adecuada, la bendición solemne de las velas y una procesión fueron agregadas a esta festividad, en un período temprano. Se conoció en Inglaterra como el día de las velas y en Francia como la Chandeleur.
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La Anunciación o como fue reconocido antiguamente la Concepción de Nuestro Señor parece haber sido ya tratada en el oriente en el siglo VI y de haber sido introducida en Europa Occidental casi inmediatamente después. Su relación con la Navidad es obvia y es posible tal como Duchesne y otros han sugerido, que la encarnación de Nuestro Salvador fuera asignada al 25 de marzo porque este día como lo dice el tertuliano era creído también que era el día de su pasión. Si esto es verdad, el 25 de diciembre habría sido determinado por el 25 de marzo y no a la inversa. Pero lo cierto es que la festividad de Anunciación se comenzó a considerar mucho mas tarde que el de la Navidad.
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Aun más tarde en el año hay otra festividad antigua que ya era familiar en los tiempos de San Agustín (Serna, 307-308), la natividad de San Juan el Bautista. El 25 de marzo se calculó por parte de los curas, que Santa Isabel ya tenía 6 meses con el niño, por lo tanto el nacimiento debía haber ocurrido tres meses después. Eso tampoco hubiese dado base para el 24 de junio en lugar del 25 de junio; la primera de las mencionadas es la fecha observada como la del nacimiento del Bautista. De manera que este fechado presenta dificultades porque en el calendario romano tanto el 25 de marzo como el 24 de junio no correspondía a lo que se llamaba como octavo kalendas, es decir el día octavo antes de las calendas del mes siguiente.
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Otra festividad es la concepción del Bautista la cual se encuentra en la iglesia griega y en ciertos calendarios Carlovingios con fecha de 24 de septiembre. Esto escasamente necesita mención. Mayormente es interesante para nosotros establecer las condiciones de la festividad de la concepción de nuestra señora y para eso se ofrece el artículo La Inmaculada Concepción .
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===Días de los Santos===
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Hay otro elemento que ha sido sustancial en la formación del calendario y es el registro de los días de nacimiento de los santos. Es de recordar que esta palabra nacimiento tiene un significado más allá que el de conmemoración (genethlios, natalis). Ya antes de la edad cristiana varios personajes reales fueron deificados después de su muerte y tenían los días de su nacimiento como observados en festivales. Sin embargo es dudoso que esos días realmente representaron con exactitud las fechas en que habían nacido en este mundo (véase Rohde, Psyche, 3d ed., 1, 235).
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Pero la fiesta de la Natividad es de importancia en el calendario no sólo por sí misma, como una de las más grandes celebraciones del año, sino también por los otros días que dependen de ella. Éstas son en su [[mayoría]] de fecha posterior en cuanto a su origen, pero son de alto rango eclesiástico.  Así, sobre esta suposición, por más cuestionable que sea como hecho histórico, que el día exacto del nacimiento de [[Jesucristo|Cristo]] fue el 25 de diciembre, tenemos primero la [[Fiesta de la Circuncisión|Circuncisión]] el 1 de enero, el [[octava|octavo]] día, una festividad utilizada en el intento de desviar a los pueblos recién [[conversión|convertidos]] de las prácticas [[paganismo|paganas]] [[superstición|supersticiosas]] y a menudo [[idolatría|idólatras]] que la costumbre inmemorial asociaba con el comienzo del año.   La [[Sacrificio de la Misa|Misa]] para este día en los [[misal]]es se titula a menudo ''Ad prohibendum ab idolis'', y sus contenidos corresponden con esa designación. Al mismo tiempo, otros libros de servicios preservan las huellas visibles de una época en que este día se trataba como una fiesta de la [[María|Santísima Virgen]].  Por otro lado, el octavo día antes de Navidad (diciembre 18) se mantiene como la fiesta de la [[Fiesta de la Expectación del Parto de la Virgen María|Expectación de Nuestra Señora]], que sólo fue añadida al calendario romano tan tarde como el siglo XVII, pero representa una antigua festividad [[España|española]] de la Santísima [[virginidad|Virgen]]. Sin embargo, en la antigüedad no se le [[conocimiento|conocía]] por su denominación actual de ''Expectatio partus''.
  
Por lo tanto no debemos estar sorprendidos que en un período más bien tardío los libros de la liturgia cristiana tengan frases como natalis calicis para la designación de festividades de los jueves o natalis episcopi, lo cual se refería al día de la consagración del obispo. En todo caso no hay duda de que la misma palabra muchas veces se utilizó en el periodo muy antiguo, para describir también el día en el cual un mártir había muerto.
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De nuevo, cuarenta días después de Navidad, siguiendo, como en el caso de la [[circuncisión|Circuncisión]], los datos de la [[Legislación de Moisés|Ley]] [[judaísmo|judía]], tenemos la [[Fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen María|Presentación]] en el [[Templo de Jerusalén|Templo]]. Ésta, bajo su nombre [[Grecia|griego]] de ''Hypapante'' (''hupapante'', "la reunión"), fue tratada inicialmente como una fiesta de [[Jesucristo|Nuestro Salvador]], en lugar de su Santísima [[María|Madre]].  Es más antigua que cualquier otra fiesta mariana ---pues fue mencionada alrededor del año 380 en la Romería de "Silvia", es decir, la dama española Eteria--- aunque en [[Jerusalén]] en esa fecha se celebraba cuarenta días después de la fiesta que nosotros conocemos como la [[Epifanía]] (6 de enero), pero que, como hemos visto, en ese entonces conmemoraba el nacimiento así como el [[bautismo]] de Cristo.  Por alguna razón, para la cual no parece aproximarse ninguna explicación adecuada, la [[solemnidad|solemne]] [[bendición]] de las [[velas]] y la [[procesiones|procesión]] se unieron a esta [[fiestas eclesiásticas|fiesta]] en un período temprano.  Durante mucho tiempo fue conocida en [[Inglaterra]] como la [[Fiesta de la Candelaria]] y en [[Francia]] como la ''Chandeleur''.  Parece que en Oriente se oyó hablar de la [[Fiesta de la Anunciación|Anunciación]], o, como se le llamaba a veces antiguamente, la Concepción de Nuestro Señor, y que poco después se trasladó desde allí a [[Europa]] occidental.  Su relación con la [[Navidad]] es obvia, y es incluso posible, como Duchesne y otros han sugerido, que [[la Encarnación]] de Nuestro Salvador fue asignada al 25 de marzo, porque ya para la época de [[Tertuliano]] se creía que ese día había sido la [[fechas y datación|fecha]] de su [[Devoción a la Pasión de Cristo|Pasión]].  Si esto fuera cierto, el 25 de diciembre habría sido determinado por el 25 de marzo y no al revés. Pero, ciertamente, se oye de la Anunciación como fiesta mucho después de la Natividad.  
  
Muchas veces se explicó que el significado del nacimiento era el hecho de que se nacía a una vida gloriosa en el cielo. Sin embargo es dudoso de que este sea exactamente el término que se dio a los mártires cristianos y que esto era lo que se tenía en mente. No obstante somos afortunados en poseer un registro contemporáneo escrito por Smyrna referente al martirologia de San Policarpo (cerca del año 145). Esto constituye un registro de las fechas judías y paganas que se anticiparon a la situación de los cristianos, y se menciona el recuperar el cuerpo de los mártires como un tesoro precioso al cual se le daba culto. A partir de ello, se iba a instituir la festividad de su nacimiento (genethlios), en su honor.
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Sin embargo, más tarde en el año nos encontramos con otra festividad antigua, ya familiar en la época de [[Vida de San Agustín de Hipona|San Agustín]] (Serm., 307-308): la Natividad de [[San Juan Bautista]].  Los [[Padres de la Iglesia|Padres]] calcularon que si para el 25 de marzo [[Santa Isabel]] ya tenía seis meses de embarazo, el nacimiento debió haber tenido lugar exactamente tres meses después.   Tampoco el 24 de junio (en lugar del 25) asignado a la Natividad del Bautista presenta ninguna dificultad, ya que en la manera romana de contar tanto el 25 de marzo como el 24 de junio son igualmente ''octavo kalendas'', el octavo día antes de las calendas del mes siguiente.    Aún otra fiesta, la concepción del Bautista, que se encuentra en la [[Iglesia Griega]] y en algunos calendarios [[Carlomagno|carolingios]] el 24 de septiembre, no [[necesidad|necesita]] mención. Es principalmente interesante para nosotros pues allana el camino para la fiesta de la Concepción de Nuestra Señora y, por lo tanto, también para la de su [[Inmaculada Concepción]].
  
Aquí tenemos una evidencia concluyente de que los cristianos ya conmemoraban las festividades de los mártires para la primera parte del Siglo II. Probablemente por un largo tiempo estas celebraciones permanecieron siendo locales. Las mismas se ubicaban en los lugares donde los mártires habían sufrido, o donde se conservaban sus restos autorizados por la Santa Sede. Sin embargo se aumentó el número de lugares en los cuales se observaban estas festividades debido a la libre movilización que se tuvo de los restos de los mártires.
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===Los Días de los Santos===
  
Todas las iglesias que poseyeron las reliquias celebraron los “nacimientos” con algun grado de solemnidad y es por ello que podemos ver por ejemplo, a Africa tratando de obtener reconocimiento de Roma y luego contando con los honores de la iglesia. Esto parece ser en breve, la historia de la inclusión de los días de los santos en el calendario. Al principio el numero de tales días era mas bien pequeño y dependía de condiciones más bien locales, y estaban rigurosamente limitados a aquellos que habían compartido la sangre por Cristo.
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Otro elemento, y el más importante, en la formación del calendario es el registro de las [[fechas y datación|fechas]] de nacimiento de los [[Comunión de los Santos|santos]].  Debemos recordar que la palabra natalicio (genethlios, natalis) había llegado a significar poco más que la conmemoración.  Ya antes de la [[fechas y datación|era cristiana]] a varios personajes reales que habían sido [[apoteosis|deificados]] antes de la muerte comúnmente se les celebraba sus “cumpleaños” como festivales; pero es muy [[duda|dudoso]] si éstos realmente representaban el día en que habían llegado a este mundo (vea Rohde, Psyche, 3ra. Ed., I, 235).  Por lo tanto no estamos tan sorprendidos de encontrar en un período posterior en [[libros litúrgicos]] [[cristianismo|cristianos]] frases como ''natalis calicis'' como una designación para la [[fiestas eclesiásticas|fiesta]] de [[Jueves Santo]], o ''natalis episcopi'', que parece significar el día de la [[consagración]] de un [[obispo]].  De todos modos, no puede haber duda de que la misma palabra se utilizaba, y eso a partir de un período muy temprano, para describir el día en que un [[mártir]] sufría la muerte.  Comúnmente se explica que significa el cumpleaños que lo introdujo a una [[vida]] nueva y [[gloria|gloriosa]] en el [[cielo]], pero no podemos, tal vez, estar bastante seguros de que los que utilizaron por primera vez el término “mártir cristiano” tenían esta interpretación de forma consciente en su [[mente]].   Sin embargo, somos afortunados en poseer en el relato contemporáneo escrito desde [[Esmirna]] sobre el [[mártir|martirio]] de [[San Policarpo]] (hacia el año 145) una declaración clara de que los [[judaísmo|judíos]] y [[paganismo|paganos]] preveían completamente que los cristianos tratarían de recuperar el cuerpo del mártir como un precioso tesoro al que le podrían rendir [[dulía|culto]], e instaurarían una fiesta de nacimiento (''genethlios'') en su [[honor]].  Aquí, entonces, tenemos la evidencia más concluyente de que ya para la primera mitad del siglo II los cristianos estaban acostumbrados a celebrar las fiestas de los mártires.  
  
Más adelante se siguieron agregando nombres de confesores y de obispos en las listas y en un primer tiempo no era muy distinguible cuando los rezos o las oraciones eran para un sirviente de Dios o para Dios mismo, no era tan claro como es hoy en día. Esta delimitación en cuanto a proceso, principió en el siglo IV y aún continúa.
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Probablemente, durante mucho [[tiempo]] estas celebraciones continuaron siendo totalmente locales, y estaban confinadas al lugar donde sufrió el martirio o donde se conservaba una parte considerable de sus restos sobre el cual se pudiese ofrecer el [[Sacrificio de la Misa|Santo Sacrificio]]. Pero en el transcurso del tiempo la práctica de trasladar libremente tales [[reliquias]] de un lugar a otro amplió el círculo de devotos del mártir.  Todas las iglesias que poseían reliquias se sentían con derecho a celebrar su "cumpleaños" con cierto grado de [[solemnidad]], y así pronto nos encontramos con mártires de [[África]], por ejemplo, que obtenían reconocimiento en Roma y, eventualmente, eran honrados por toda la Iglesia.  Esta parece ser, en resumen, la historia de la inclusión de los días de los [[Comunión de los Santos|santos]] en el calendario. Al principio el número de esos días era muy pequeño, y por lo general dependía  de algún vínculo local especial, y se limitaba rigurosamente a aquellos que habían derramado su sangre por [[Jesucristo|Cristo]].  Pero poco después los nombres de los [[confesor]]es también comenzaron a encontrar un lugar en las listas, pues los confesores y obispos ya estaban escritos en los [[díptico]]s, y en esos días la línea entre [[oración|orar]] a un siervo de [[Dios]] difunto y orar por él no estaba tan claramente definida como lo está ahora. Este fue el proceso que ya se había inaugurado en el siglo IV y que ha continuado desde entonces.
  
 
==Nuestros Primeros Calendarios==
 
==Nuestros Primeros Calendarios==

Revisión de 22:36 15 feb 2012

Generalidades

Todos los pueblos civilizados, e incluso aquellos que parecen estar comenzando a salir de la barbarie absoluta, mantienen algún tipo de registro del paso del tiempo, y son propensos a reconocer ciertos días, recurrentes a intervalos regulares, como días de regocijo especial o duelo, o en ocasiones para la propiciación de los poderes del mundo invisible. En el antiguo Egipto y Babilonia, en China y el Indostán, y además en el continente americano, entre los aztecas o los antiguos peruanos, se han encontrado vestigios de un cálculo más o menos elaborado de las estaciones que servían de base para las observancias religiosas. En 1897 se hizo un notable descubrimiento en Coligni, en el departamento de Ain, Francia, donde se trajo a la luz algunas losas de piedra con inscripciones, en las que todos concuerdan en reconocer un antiguo calendario celta, probablemente pre cristiano, aunque la interpretación precisa de los detalles sigue siendo un asunto de viva polémica. Además, tanto Grecia como Roma poseían calendarios muy desarrollados, y la Fasti de Ovidio, por ejemplo, conserva una descripción detallada en verso de las celebraciones principales del año romano.

Lo que nos interesa más cercanamente aquí es el calendario judío, descrito en Levítico 23. El cómputo del tiempo entre los judíos se basaba principalmente en el mes lunar. El año consistía normalmente de tales doce meses, alternadamente de 29 y 30 días cada uno; tal año, sin embargo, tenía sólo 354 días, que de ninguna manera concuerda con el número de días en el año solar medio. Por otra parte, la duración exacta del mes lunar medio no es exactamente 29 ½ días como la disposición anterior podría sugerir. Para compensar la irregularidad se hicieron dos correcciones. En primer lugar, se agregó un día al mes Jesvan (Jeshvan) o se restaba del mes de Kislev (Kislew), según surgiese la necesidad, con el fin de mantener los meses de acuerdo con la luna; en segundo lugar, hicieron “embolismales” ocho años de cada diecinueve, es decir, parece que, cuando era necesario, se introducía un mes intercalar, en este punto, para evitar que el día 14 de Nisán llegase demasiado pronto. En ese día (Lev. 23,5.10) había que llevarle al sacerdote las primicias del grano en sus gavillas y se sacrificaba el cordero pascual. Esto hacía necesario retrasar la Pascua (14 de Nisán) hasta que el grano estuviese en la espiga y los corderos estuviesen listos; y se estableció la regla de conformidad, que el 14 de nisán debía caer cuando el sol hubiese pasado el equinoccio y estuviese en la constelación de Aries (en krio tou hēliou kathestotos ---Josefo, Ant. I, i, 3).

Hasta el momento de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C., parecería que para la inserción de este mes intercalar los judíos no seguían ninguna regla fija basada en principios astronómicos, sino que el sanedrín decidía cada vez si el año debía ser embolismal o no, siendo influenciado en su decisión no sólo por consideraciones astronómicas, sino también, en cierta medida, por el avance o retraso de la temporada. Fue la dificultad creada por este sistema y por la imposibilidad de acomodarlo a la cronología juliana, adoptada en la mayor parte del Imperio Romano, lo que llevó a aquellos problemas sobre la determinación de la Pascua (la controversia pascual) que jugó una parte tan importante en la historia de la Iglesia primitiva. Además de la Pascua y la semana del pan sin levadura (o ácimos), de los cuales la Pascua formaba el primer día, el calendario judío, por supuesto, incluía muchas otras fiestas. La de Pentecostés, o "de las semanas", 50 días después de la Pascua, es de suma importancia, ya que también encontró un lugar en el cristianismo. Las otras grandes celebraciones del año judío ocurrían en otoño, en el mes de Tishri. El Día de la Expiación caía el 10 de Tishri y la Fiesta de los Tabernáculos se extendía desde el 14 al 21, con una especie de día de la octava el 22, pero éstos no tuvieron relación directa con el calendario de la Iglesia cristiana. Lo mismo puede decirse de las festividades judías menores, por ejemplo las encoenia mencionadas en el Evangelio según San Juan, que en su mayoría fueron de una institución posterior.

Casi podría establecerse como una ley general que en el mundo antiguo los días santos eran también días festivos. En el sistema judío, además del sábado semanal, se ordenaba el descanso del trabajo para otros siete días del año, a saber: el primer y último día de los ácimos, la fiesta de Pentecostés, la neomenia (primer día de la luna) del séptimo mes, el día de la propiciación, el primer día de los Tabernáculos y el 22 de Tishri que seguía inmediatamente. No es asombroso que este principio fuese reconocido más tarde en la Iglesia Cristiana, pues también tenía a su favor el ejemplo pagano. "Los griegos y los bárbaros", dice Estrabón (X, 39) "tenían en común que acompañaban sus ritos sagrados con una suspensión festiva del trabajo". Por lo tanto, sin pretender derivar el sábado judío de cualquier institución babilónica, para lo cual ciertamente no hay garantía, cabe señalar que parece que los babilonios consideraban la luna nueva y el 7, 15 y 22 como tiempo de apaciguamiento de los dioses y la mala suerte; con el resultado de que en esos días no se comenzaba ningún trabajo nuevo y se suspendía los asuntos de importancia. En el sistema cristiano el día de descanso ha sido trasladado del sábado al domingo. Constantino tomó medidas para que sus soldados cristianos estuviesen libres para asistir a los servicios del domingo (Eusebio, Vita Const., IV, 19, 20), y también prohibió que los tribunales celebrasen sesiones en ese día (Sozomeno I, 8). En el año 425 Teodosio II decretó que los juegos en el circo y las representaciones teatrales también debían ser prohibidos en el día de descanso, y estos edictos y otros similares se repetían con frecuencia.

En el sistema cronológico romano de la época de Augusto la semana como una división de tiempo era prácticamente desconocida, aunque los doce meses del calendario existían como los conocemos ahora. En el curso de los siglos I y II d.C., se conoció universalmente el período hebdomadario o de siete días, aunque no inmediatamente a través de la influencia judía o cristiana. El arreglo parece haber sido de origen astrológico y haber venido a Roma desde Egipto. Se suponía que los siete planetas, como se concebían entonces ---Saturno, Júpiter, Marte, el sol, Venus, Mercurio y la luna, arreglados así en el orden de sus tiempos periódicos (al tomar Saturno el tiempo mayor y la luna el menor en completar la ronda de los cielos por su movimiento propio)--- presidían cada hora sucesivamente, y el día fue designado por el planeta que presidía su primera hora. Comenzando el primer día con los planetas en orden, la primera hora sería de Saturno, la segunda de Júpiter, la séptima de la Luna, la octava de Saturno de nuevo, y así sucesivamente. Continuando así, la hora vigésimo quinta, es decir, la primera hora del segundo día, y por consiguiente el segundo día mismo, pertenecerían al Sol, y la hora cuadragésimo novena, y por consiguiente el tercer día, a la luna. Siguiendo siempre el mismo la hora septuagésimo tercera y el cuarto día serían de Marte, el quinto día de Mercurio, el sexto de Júpiter, el séptimo de Venus, y el octavo de nuevo de Saturno. De ahí, al parecer, se derivaron los nombres latinos de los días de la semana, que aún se mantienen (excepto Samedi y Dimanche) en el francés moderno y en otras lenguas romances. Desde fecha temprana estos nombres fueron utilizados a menudo por los mismos cristianos, y los encontramos en San Justino Mártir. El honor especial que los fieles le rendían al domingo (dies solis), junto tal vez con la celebración de la Navidad en el día designado natalis invicti [Solis] (véase Navidad) puede haber ayudado posteriormente a producir la impresión de que los cristianos tenían mucho en común con los adoradores de Mitra.

Fundamentos del Calendario Cristiano

El Ciclo Pascual

El punto de partida del sistema cristiano de fiestas, fue por supuesto la conmemoración de la Resurrección de Jesucristo el día de Pascua. El hecho de que durante mucho tiempo los judíos debieron haber formado la gran mayoría de los miembros de la Iglesia naciente, les hacía imposible olvidar que cada Pascua celebrada por sus compatriotas traía consigo el aniversario de la Pasión de su Redentor de su gloriosa resurrección de entre los muertos. Por otra parte, como toda su vida se habían acostumbrado a observar un día semanal de descanso y oración, debe haber sido casi inevitable que deseasen modificar ese día de fiesta para que pudiera servir como una conmemoración semanal de la fuente de todas sus nuevas esperanzas. Probablemente al principio no se retiraron totalmente de la sinagoga, y el domingo debe haber parecido más bien una prolongación, más que una sustitución, del antiguo sábado familiar. Pero no pasó mucho tiempo antes de que la observancia del primer día de la semana se volviese distintivo del culto cristiano. San Pablo (Col. 2,16) evidentemente considera que los conversos del paganismo no estaban obligados a la observancia de las festividades judías o del propio sábado. Por otro lado, el nombre de "el día del Señor" (dies dominica, he kuriake) se encuentra en Apocalipsis 1,10, y sin duda era familiar en una fecha mucho más temprana (cf. 1 Cor. 16,2). Desde el principio el domingo parece haber sido francamente reconocido entre los cristianos como lo que era, a saber, la conmemoración semanal de la resurrección de Cristo (cf. Epístola de Bernabé, 15). Presumiblemente estuvo marcado por la celebración de la liturgia, ya que San Lucas escribe en los Hechos: "Y el primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan" (Hch. 20,7), y podemos deducir a partir de ordenanzas posteriores que siempre fue considerado como de carácter alegre, un día en que el ayuno estaba fuera de lugar, y cuando se instruía a los fieles a orar de pie, no arrodillados. "Die dominico", dice Tertuliano, "jejunium nefas dicimus vel de geniculis adorare" (De orat. 14). De hecho esta posición de orar de pie era, de acuerdo a pseudo (?) Ireneo, típica de la Resurrección (Ireneo, Frag., 7). Sin embargo, para una más amplia exposición de este primer elemento del calendario cristiano, referiremos al lector al artículo domingo.

El que los primeros cristianos guardasen con especial honor el aniversario de la Resurrección, es más una cuestión de inferencia que de conocimiento positivo. Ningún escritor antes de San Justino parece mencionar tal celebración, pero el hecho de que en la segunda mitad del siglo II la controversia sobre el tiempo de guardar la Pascua casi divide en dos a la Iglesia, puede tomarse como una indicación de la importancia adjudicada a la fiesta. Además, aunque al principio el ayuno pascual de preparación probablemente no duraba cuarenta días, (cf. Funk, Kirchengeschichthche Abhandlungen, I, 242 ss.), era mencionado continuamente por la Iglesia primitiva como un asunto de institución antigua e incluso apostólica. En cualquier caso, todos nuestros primeros monumentos litúrgicos, tanto en Oriente como en Occidente, por ejemplo, las "Constituciones Apostólicas" y los "Cánones Apostólicos", que son un documento todavía más antiguo, según Funk y Harnack, están de acuerdo en dar a la Pascua el lugar de honor entre las fiestas del año. Es como la describe el martirologio romano, festum festorum y solemnitas solemnitatum. Con ella han estado siempre naturalmente asociadas la conmemoración de los acontecimientos de la Pasión de Cristo, la Última Cena el Jueves Santo, la Crucifixión el viernes, y en la propia víspera esa gran vigilia o vigilancia nocturna cuando se bendicen el cirio pascual y las fuentes, y los catecúmenos, después de largas semanas de preparación, son finalmente admitidos al sacramento del bautismo. Se carece de datos acerca de estos elementos separados en la gran celebración pascual, ya que se observaban en los tiempos más antiguos. Sin embargo, cabe señalar que en Tertuliano la palabra pascha designa claramente no sólo el domingo, sino más bien un período y, en particular, el día de la parasceve, o como lo llamamos ahora, el Viernes Santo; mientras que en Orígenes establece una clara distinción entre dos términos afines: pascha anastasimon (la Pascua de Resurrección el Domingo de Pascua) y pascha staurosimon (la Pascua de Crucifixión, es decir, el Viernes Santo), pero ambos eran igualmente memorables como celebraciones.

Cercanamente dependiente de la Pascua y desarrollándose gradualmente en número a medida que pasaba el tiempo había otras observancias que también pertenecían al ciclo de lo que hoy llamamos las fiestas movibles. El domingo de Pentecostés (Vea Pentecostés (fiesta judía), el aniversario de la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, era considerado probablemente como próximo en importancia a la Pascua misma, y como la Pascua se determinaba por la Pascua judía, no puede haber duda, al ver el domingo de Pentecostés en la misma relación estrecha con la fiesta judía de Pentecostés, que los conversos judíos observaban tanto una Pascua cristiana como un Pentecostés cristiano desde el principio. Aunque la posición de la Fiesta de la Ascensión estaba determinada por el hecho de que era cuarenta días después de la Pascua (Hch. 1,3) y diez antes de Pentecostés, no era superpuesto sobre ninguna fiesta judía. En consecuencia, no lo hallamos atestiguado por ningún escritor anterior a Eusebio (De sol. Pasch., Migne, PG XXIV, 679).

La Cuaresma, la cual todos admiten que fue conocida como un ayuno de cuarenta días en los primeros años del siglo IV (cf. Las diversas Cartas Festivas de San Atanasio), tuvo, por supuesto, un terminus ad quem fijo en la Pascua misma, pero su terminus a quo parece haber variado considerablemente en diferentes partes del mundo. En algunos lugares se entendía que la Cuaresma era una temporada de cuarenta días en la que se hacía mucho ayuno, pero no necesariamente un ayuno diario ---los domingos en cualquier caso, y en Oriente también los sábados, fueron siempre la excepción. En otras partes se afirmaba que la Cuaresma debía incluir necesariamente cuarenta días de ayuno reales. Además hubo lugares en los que se consideraba que el ayuno en Semana Santa era algo independiente, que tenía que ser agregado a los cuarenta días de Cuaresma. Por lo tanto, el tiempo, de comenzar el ayuno de Cuaresma variaba considerablemente, así como había una considerable diversidad en la severidad con que se mantenía el ayuno. (Para estos detalles, vea Cuaresma). Todo lo que tenemos que notar aquí es que este tiempo penitencial, que en un período mucho más tardío fue arrojado de nuevo al domingo conocido como septuagésima (estrictamente el domingo dentro del plazo de setenta días antes de Pascua), comenzaba más tarde o temprano según el día en que cayera el domingo de Pascua, mientras que las adiciones posteriores, en el otro extremo, ---tales como la Fiesta de la Santísima Trinidad, la Fiesta de Corpus Christi, y en tiempos aún más recientes, la Fiesta del Sagrado Corazón--- todos formaban parte igualmente del mismo ciclo festivo.

No puede haber duda de que los primeros cristianos, al igual que nosotros, sentían las molestias de este elemento móvil en el marco de otro modo estable del calendario juliano. Pero tenemos que recordar que el elemento móvil se estableció allí por derecho de ocupación previa. Puesto que los cristianos judíos, como se explicó anteriormente, nunca habían conocido ningún otro tipo de cálculo del tiempo que el basado en el mes lunar, la única manera que se les pudo haber ocurrido de fijar el aniversario de la Resurrección de nuestro Salvador fue refiriéndose a la Pascua judía. Pero aun aceptando esta situación, también mostraron una cierta independencia. Parece que se decidió que la ocurrencia de la fiesta de la Resurrección en el primer día de la semana, el día siguiente al sábado, era una característica esencial. Por lo tanto, en lugar de determinar que el segundo día después de la Pascua judía (17 de Nisán) debía ser considerado siempre como el aniversario de la Resurrección, independientemente del día de la semana en que cayese, parece que los Apóstoles acordaron, aunque esto tenemos poca evidencia positiva, que ese domingo se iba a mantener como la Pascua cristiana que caía dentro de los ázimos, o días de pan sin levadura, ya sea que ocurriese al comienzo, en el medio o al final del término. Este arreglo tenía el inconveniente de que hacía la fiesta cristiana dependiente del cómputo del calendario judío.

Cuando la destrucción de Jerusalén prácticamente privó a los judíos de la diáspora de cualquier norma o criterio de uniformidad, probablemente cayeron en conteos erróneos o divergentes, y esto a su vez implicó una diferencia de opinión entre los cristianos. Si hubiera sido posible determinar en términos de la cronología juliana el verdadero día del mes en el que Cristo sufrió, probablemente habría sido más sencillo para los cristianos en todo el mundo romano la celebración de Pascua, como más tarde celebraron la Navidad o el día de San Pedro, en un aniversario fijo. A pesar de esto, debe notarse que habría interferido con la posición establecida del "día del Señor", como el memorial semanal del gran domingo por excelencia, pues la Pascua, como una fiesta fija, habría caído, por supuesto, en todos los días de la semana a su vez. Sin embargo, aunque Tertuliano declara sin mayores dudas que Jesús sufrió el 25 de marzo, una tradición perpetuada en numerosos calendarios a través de la Edad Media, ciertamente esta fecha estaba equivocada. Por otra parte, probablemente era imposible en ese período calcular de nuevo la verdadera fecha debido a la forma arbitraria en que se habían intercalado los años embolismales judíos.

Para las diversas fases de las disputas que se originaron en el siglo II y se renovaron poco después en las Islas Británicas, referiremos al lector al artículo Controversia Pascual. Baste aquí decir que la decisión parece haber sido tomada en el Primer Concilio de Nicea, la cual, a pesar de que está extrañamente ausente de los cánones del concilio que se han preservado (Turner, Monumenta Nicaena, 152), se cree que determinó que la Pascua debía celebrarse el primer domingo después de la primera luna llena que sigue al equinoccio de primavera. Según esta regla, que ha sido aceptada desde entonces, el día más temprano en que la Pascua puede caer ahora es el 22 de marzo y el más tardío el 25 de abril.

La Natividad de Cristo

Un segundo elemento que influye fundamentalmente en el calendario cristiano y que, aunque menos primitivo que las celebraciones de Pascua, también es de fecha temprana y puede ser descrito como el ciclo de la Navidad. Es necesario decir poco sobre el origen y la historia de la fiesta de Navidad, de la que se trata en un artículo separado. Podemos tomar como cierto que la festividad de la Natividad de Cristo se celebraba en Roma el 25 de diciembre ya antes del año 354. Fue introducida por San Juan Crisóstomo en Constantinopla y fue adoptada definitivamente en el año 395. Por otro lado, la fiesta de la Epifanía el 6 de enero, que también al principio parece haber conmemorado el nacimiento de Jesucristo, es mencionada como una observancia parcial en Clemente de Alejandría (Strom., I, 21), aunque un recién descubierto discurso de San Hipólito para ese día (eis ta hagia theophaneia) está completamente dedicado al tema del bautismo de Cristo. Este último, de hecho, es y ha sido durante mucho tiempo el aspecto principal de la fiesta en las Iglesias Orientales.

Pero la fiesta de la Natividad es de importancia en el calendario no sólo por sí misma, como una de las más grandes celebraciones del año, sino también por los otros días que dependen de ella. Éstas son en su mayoría de fecha posterior en cuanto a su origen, pero son de alto rango eclesiástico. Así, sobre esta suposición, por más cuestionable que sea como hecho histórico, que el día exacto del nacimiento de Cristo fue el 25 de diciembre, tenemos primero la Circuncisión el 1 de enero, el octavo día, una festividad utilizada en el intento de desviar a los pueblos recién convertidos de las prácticas paganas supersticiosas y a menudo idólatras que la costumbre inmemorial asociaba con el comienzo del año. La Misa para este día en los misales se titula a menudo Ad prohibendum ab idolis, y sus contenidos corresponden con esa designación. Al mismo tiempo, otros libros de servicios preservan las huellas visibles de una época en que este día se trataba como una fiesta de la Santísima Virgen. Por otro lado, el octavo día antes de Navidad (diciembre 18) se mantiene como la fiesta de la Expectación de Nuestra Señora, que sólo fue añadida al calendario romano tan tarde como el siglo XVII, pero representa una antigua festividad española de la Santísima Virgen. Sin embargo, en la antigüedad no se le conocía por su denominación actual de Expectatio partus.

De nuevo, cuarenta días después de Navidad, siguiendo, como en el caso de la Circuncisión, los datos de la Ley judía, tenemos la Presentación en el Templo. Ésta, bajo su nombre griego de Hypapante (hupapante, "la reunión"), fue tratada inicialmente como una fiesta de Nuestro Salvador, en lugar de su Santísima Madre. Es más antigua que cualquier otra fiesta mariana ---pues fue mencionada alrededor del año 380 en la Romería de "Silvia", es decir, la dama española Eteria--- aunque en Jerusalén en esa fecha se celebraba cuarenta días después de la fiesta que nosotros conocemos como la Epifanía (6 de enero), pero que, como hemos visto, en ese entonces conmemoraba el nacimiento así como el bautismo de Cristo. Por alguna razón, para la cual no parece aproximarse ninguna explicación adecuada, la solemne bendición de las velas y la procesión se unieron a esta fiesta en un período temprano. Durante mucho tiempo fue conocida en Inglaterra como la Fiesta de la Candelaria y en Francia como la Chandeleur. Parece que en Oriente se oyó hablar de la Anunciación, o, como se le llamaba a veces antiguamente, la Concepción de Nuestro Señor, y que poco después se trasladó desde allí a Europa occidental. Su relación con la Navidad es obvia, y es incluso posible, como Duchesne y otros han sugerido, que la Encarnación de Nuestro Salvador fue asignada al 25 de marzo, porque ya para la época de Tertuliano se creía que ese día había sido la fecha de su Pasión. Si esto fuera cierto, el 25 de diciembre habría sido determinado por el 25 de marzo y no al revés. Pero, ciertamente, se oye de la Anunciación como fiesta mucho después de la Natividad.

Sin embargo, más tarde en el año nos encontramos con otra festividad antigua, ya familiar en la época de San Agustín (Serm., 307-308): la Natividad de San Juan Bautista. Los Padres calcularon que si para el 25 de marzo Santa Isabel ya tenía seis meses de embarazo, el nacimiento debió haber tenido lugar exactamente tres meses después. Tampoco el 24 de junio (en lugar del 25) asignado a la Natividad del Bautista presenta ninguna dificultad, ya que en la manera romana de contar tanto el 25 de marzo como el 24 de junio son igualmente octavo kalendas, el octavo día antes de las calendas del mes siguiente. Aún otra fiesta, la concepción del Bautista, que se encuentra en la Iglesia Griega y en algunos calendarios carolingios el 24 de septiembre, no necesita mención. Es principalmente interesante para nosotros pues allana el camino para la fiesta de la Concepción de Nuestra Señora y, por lo tanto, también para la de su Inmaculada Concepción.

Los Días de los Santos

Otro elemento, y el más importante, en la formación del calendario es el registro de las fechas de nacimiento de los santos. Debemos recordar que la palabra natalicio (genethlios, natalis) había llegado a significar poco más que la conmemoración. Ya antes de la era cristiana a varios personajes reales que habían sido deificados antes de la muerte comúnmente se les celebraba sus “cumpleaños” como festivales; pero es muy dudoso si éstos realmente representaban el día en que habían llegado a este mundo (vea Rohde, Psyche, 3ra. Ed., I, 235). Por lo tanto no estamos tan sorprendidos de encontrar en un período posterior en libros litúrgicos cristianos frases como natalis calicis como una designación para la fiesta de Jueves Santo, o natalis episcopi, que parece significar el día de la consagración de un obispo. De todos modos, no puede haber duda de que la misma palabra se utilizaba, y eso a partir de un período muy temprano, para describir el día en que un mártir sufría la muerte. Comúnmente se explica que significa el cumpleaños que lo introdujo a una vida nueva y gloriosa en el cielo, pero no podemos, tal vez, estar bastante seguros de que los que utilizaron por primera vez el término “mártir cristiano” tenían esta interpretación de forma consciente en su mente. Sin embargo, somos afortunados en poseer en el relato contemporáneo escrito desde Esmirna sobre el martirio de San Policarpo (hacia el año 145) una declaración clara de que los judíos y paganos preveían completamente que los cristianos tratarían de recuperar el cuerpo del mártir como un precioso tesoro al que le podrían rendir culto, e instaurarían una fiesta de nacimiento (genethlios) en su honor. Aquí, entonces, tenemos la evidencia más concluyente de que ya para la primera mitad del siglo II los cristianos estaban acostumbrados a celebrar las fiestas de los mártires.

Probablemente, durante mucho tiempo estas celebraciones continuaron siendo totalmente locales, y estaban confinadas al lugar donde sufrió el martirio o donde se conservaba una parte considerable de sus restos sobre el cual se pudiese ofrecer el Santo Sacrificio. Pero en el transcurso del tiempo la práctica de trasladar libremente tales reliquias de un lugar a otro amplió el círculo de devotos del mártir. Todas las iglesias que poseían reliquias se sentían con derecho a celebrar su "cumpleaños" con cierto grado de solemnidad, y así pronto nos encontramos con mártires de África, por ejemplo, que obtenían reconocimiento en Roma y, eventualmente, eran honrados por toda la Iglesia. Esta parece ser, en resumen, la historia de la inclusión de los días de los santos en el calendario. Al principio el número de esos días era muy pequeño, y por lo general dependía de algún vínculo local especial, y se limitaba rigurosamente a aquellos que habían derramado su sangre por Cristo. Pero poco después los nombres de los confesores también comenzaron a encontrar un lugar en las listas, pues los confesores y obispos ya estaban escritos en los dípticos, y en esos días la línea entre orar a un siervo de Dios difunto y orar por él no estaba tan claramente definida como lo está ahora. Este fue el proceso que ya se había inaugurado en el siglo IV y que ha continuado desde entonces.

Nuestros Primeros Calendarios

En la medida en que las festividades y los días de los santos se multiplicaron era deseable tener una especie de registro que los indicara. Podemos dividir este tipo de documentos de una manera rápida en dos categorías : los calendarios y la martirologia, ambos oficialmente reconocidos por la iglesia.

Un calendario en un sentido eclesiástico es simplemente una lista de las festividades que son observadas por casos particulares por iglesias, diócesis o países ordenados de acuerdo a las fechas. Un martirologia fue originalmente como su nombre lo indica, un registro de los mártires, pero llego a tener un carácter más general extendiéndose a toda clase de santos y teniendo cobertura en todas las regiones del mundo.

Las entradas que se incluían en el martirologio son independientes del hecho de que existía un culto litúrgico en un lugar específico. Ellos tienen el mismo ordenamiento de los meses y los días que observamos en los calendarios, sin embargo hay en un solo día varios nombres de santos que pueden ser colocados y también se agregan en ocasionan datos de carácter biográfico. Es importante comprender que no podemos hacer una delimitación clara en lo que son los calendarios y la martirologia. Ellos de una manera natural corresponden a versiones de los mismos registros.

Por lo tanto el poema irlandés comúnmente conocido como “Calendar Aengus” es mas propiamente un martirologio y un número de santos asignados a cada día se mantienen independientes de si existe o no un culto litúrgico para ellos. Por otra parte encontramos algunos calendarios en los cuales los espacios en blanco han sido completados con los nombres de personas que han muerto o con nombres de conmemoraciones litúrgicas.

Basados en lo anterior es posible decir que los registros se han convertido a veces en martirologios o necrologios. Desde los tiempos antiguos una valiosa información esta preservada en lo que se llama el “Philocalian Calendar” el cual escasamente merece ser llamado por ese nombre. De hecho no es más que un libro que fue bastante común de un tal Furius Dionysius Philocalus, quien parece haber sido un cristiano interesado en toda clase de información cronológica y que parece haber compilado este libro en el año 354.

Ciertamente hay un calendario en ese volumen pero es más bien una tabla de celebraciones seculares y paganas que no contienen referencias cristianas. El valor del manuscrito de Philocalus para los académicos modernos radica en que contiene lo que se llama el Depositio Martyrum y el Depositio Episcoporum, y estos textos están junto con otras notas más bien casuales. Aprendemos de ello por tanto que un numero considerable de mártires entre los que se tiene a San Pedro y San Pablo y varios papas, tuvieron honores en Roma en sus días, asignados a mediados del siglo IV, mientras que tres mártires africanos Santos, Cipriano, Perpetua y Felicites también se encuentran en esa lista. Las únicas dos festividades fijas que se han mencionado allí son la natividad de Cristo y la fiesta de San Pedro como cabeza de la iglesia (22 de febrero).

Existe también un documento que esta asociado con el Philocalian y que aún tiene influencia en el paganismo y que es “el calendario de Polemius Sylvius” de 448. Su forma de presentación no es muy diferente de un almanaque moderno. Ahí se indican días que están relacionados con el senado y con las celebraciones en el circo y otras festividades paganas como Lupercalia y Terminalia los cuales llegaron a tener un sentido nacional como feriados en todo el imperio.

Conjuntamente con estos registros nosotros también tenemos las festividades cristianas tales como la Navidad, la Epifanía, el 22 de febrero (que extrañamente se caracteriza como de San Pedro y San Pablo; depositio Petri et Pauli) y otros cuatro o cinco días de los santos. Es curioso que estas festividades también sean acompañadas de los natalicios de Virgilio y Cicerón. Relacionado con esto también está el documento de la iglesia del norte de Africa que es comúnmente descrito como el “Calendario de Cartago” y que pertenece a los años finales del siglo VI.

El mismo presenta un considerable número de mártires la mayor parte africanos, pero también incluye alguno de los famosos de Roma como por ejemplo San Sixto, San Lorenzo, San Clemente, Santa Agnes, San Gerbacio y Protasio de Milán, Santa Agata de Sicilia, San Vicente de España y San Felix de Nola en Campania. También encontramos días asignados a algunos de los apóstoles como por ejemplo San Juan el Bautista pero no así festividades de Nuestra Señora. De tiempos mas tempranos (410) data una compilación que se ha preservado en Siria de un original oriental y ariano. Fue primero publicado por un orientalista ingles William Wright y desde entonces ha sido editado por Duchesne y De Rossi en la edición del “Martirologio Hieronymianum” (Acta Sanctorum, Nov., vol. II).

Es muy importante tener en cuenta que el documento de Siria hace una referencia directa o indirecta al martirologio y que también muestra un calendario oriental formado en el siglo IV conteniendo el registro de varios mártires. Entre ellos se tienen los de Nicomedia, Antioquía y Alejandría registros también occidentales como los de Santa Perpetua y Felicitas (7 de marzo) y probablemente los de Sixto, San Pedro y San Pablo conmemorados el 28 de diciembre, lo cual es un error. A San Juan y Santiago el 27 de diciembre, San Esteban el 26 de diciembre lo cual todavía se observa en la actualidad. El mes de diciembre tiene algunos vacíos pero probablemente ahí podemos encontrar la Navidad el 25 de diciembre. La Epifanía s menciona el 6 de enero.

Estrechamente relacionados con ciertos aspectos de los memoriales de la iglesia oriental se tiene al llamado “Martirologio Hieronymianum” el cual ya fue mencionado con anterioridad. Este trabajo a pesar de su nombre no se relaciona directamente con San Jerónimo, muy probablemente en un inicio fue compilado en Gaul del Sur (Duchesne indica Auxerre, Bruno Krusch, Autun) entre los años 592 al 600, en el mismo período en que San Agustín estaba predicando el evangelio a los anglosajones.

Como un documento del tipo martirologio contiene largas listas con nombres obscuros a los cuales se agregan datos topográficos y que luego llega a contener también datos de la martirologia de Bede, Ado, Usuard, etc., que están contenidos en el martirologío romano. El “Hieronymian” también incluye datos biográficos sobre los sujetos. Una discusión completa de este documento pertenece al artículo MARTYRLOGIO. Es suficiente decir aquí que la forma primitiva del Hieronymian no incluye una festividad propia para Nuestra Señora. Aun la purificación del 2 de febrero solamente es referida de una manera indirecta.

Fiestas de Nuestra Señora

Es conveniente observar aquí que las principales festividades de la Virgen Bendita, como la Asunción, la Anunciación y la Navidad, fueron primero celebradas en el oriente. Parece razonable creer basados en unas narraciones apócrifas de Siria, cuando indican “se durmió María la Madre del Señor” se refieren a una celebración de la asunción al cielo que ya era era observada en Siria en el siglo V y que correspondía al día 15 de Agosto (cf. Wright, in Journal of Sacred Literature, N.S., VII, 157).

La Anunciación de nuevo es conmemorada mediante auténticos sermones de Proclus de Constantinopla quien murió en el año 446, mientras que un acuerdo entre los cristianos de Armenia y Etiopía mantuvieron similares festejos. Esto parece haber ocurrido en los primeros tiempos cuando las iglesias esquemáticas rompieron su unidad. En el occidente sin embargo no tenemos detalles definitivos de cuando ocurren las primeras festividades marianas.

Solo conocemos que esos festejos fueron observados con solemnidad en Roma en los tiempos del Papa Sergio I (687 al 701). En España nos sentiríamos seguros siguiendo a Dom G. Morin en el “Lectionary of Silos” que se fecha en el 650, en donde definitivamente se menciona una festividad de Nuestra Señora en tiempos del Advenimiento. En Gaul en los estatutos del Obispo Sonnatius de Reims (614-631) aparentemente se indica la observancia de la Anunciación, de la Asunción, de la Navidad, aunque el periodo de purificación no es mencionado.

Se menciona también aunque no siguiendo un orden cronológico, la festividad de la Inmaculada Concepción. En el oriente encontramos esta festividad que ya era conocida por Juan de Euboea a fines del siglo VIII. Se mantiene como un observación parcial en la iglesia griega el 9 de diciembre. No obstante, cerca del año 1000 encontramos que las festividad está incluida en el calendario del Emperador Basil Porphyrogenitus, a ese tiempo ya era universalmente reconocido el festejo en el oriente. El occidente sin embargo no tardó mucho en quedarse atrás al respecto.

Un dato curioso puede ser encontrado en el calendario irlandés conocido como “Calendar Aengus” (c. 804), en donde la concepción de Nuestra Señora se asigna para el día 3 de mayo (véase Mes de Mayo, 1904, pags. 449-465). Esto probablemente no tenga un significado litúrgico pero el señor Edmund Bishop ha mostrado que en algunos monasterios anglosajones la festividad de la concepción ya era observada el 8 de diciembre con anterioridad al año 1050 (Downside Review, 1886, pags. 107-119).

En Nápoles, bajo la influencia Bizantina, ya había sido largamente conocida esta festividad y aparece el famoso calendario de mármol napolitano del siglo IX en la forma de Conceptio S. Annoe, según el cual, los griegos asignaban el día 9 de diciembre. El reconocimiento de la festividad en occidente parece haber tenido la influencia de un tratado “De Conceptione B. Mariae” atribuido a San Anselmo pero realmente escrito por Eadmer, su discípulo.

Al principio respecto de la concepción de Nuestra Señora se habló de la Inmaculada Concepción pero esta festividad fue agregada más tarde. Para la festividad de la presentación de Nuestra Señora (21 de Noviembre) tuvo origen inicial del oriente, había sido reclamado con fecha del año 700 (véase “Hechos de oriente” V, 193-201, etc.) pero esto no puede ser aceptado sin una verificación completa. Para las otras festividades marianas como la visitación, el rosario, etc. el lector debe referirse a artículos separados. Todas ellas son modernos agregados que se han hecho a los calendarios.

Los Apóstoles y Otros Santos del Nuevo Testamento

Es muy probable que los dos apóstoles San Pedro y San Pablo hayan sufrido el mismo día debido a que la fecha de su festividad aparece el 29 de junio tanto en el “Depositio Martyrum” o el “Philocalian Calendar”. En los tiempos de San Leo (Sermon 84) tal festividad parece haber sido celebrada en Roma con una octava. El martirologio de Siria en el oriente y Polemius Silvius en Gaul, igualmente manifiestan la tendencia a rendir honores a los príncipes del apostolado (Principes Apostolorum) aunque esta ultima conmemoración están más cerca al 28 de diciembre y después se colocó el 22 de febrero.

Esto último generalmente fue conocido como la celebración de Cathedra Petri tambien perteneciente a los tiempos antiguos se tenía la festividad de San Pablo y fue mantenida el 25 de Enero. Respecto a los otros apostoles, San Juan y Santiago aparecen juntos en el martirologia de Siria el 27 de septiembre y aun San Juan todavia retiene ese dia en occidente. Respecto a San Andrés nosotros tenemos una tradición que probablemente es confiable el día que sufrió; se hace una referencia explícita a esto en el “Acta” (cf. Analecta Bollandiana, XIII, 373-378). La festividad se mantiene el 30 de noviembre tanto en el oriente como en el occidente desde períodos muy iniciales.

Los otros apóstoles casi todos aparecen en alguna forma en el “Hieronymian Maryrologium”, y sus festividades gradualmente se han llegado celebrar de manera litúrgica desde antes del Siglo VIII o IX.

La fijación de los días precisos posiblemente fue influenciada por el Brevario que habia circulado de varias maneras, y que daba un rápido recuento de las circunstancias de la muerte de cada uno de los 12 apóstoles. Podrían haber indicaciones de que las festividades habían sido adoptadas en tiempos más remotos en otros calendarios tal como se infiere de Bede, en una homilia realizada con motivo de las festividad de San Mateo. Según esto, la festividad se mantenía en la última parte de septiembre tal y como es en la actualidad. Tal y como fue notado con anterioridad San Juan Bautista tenía mas de una festividad desde los tiempos antiguos.

Además de su natividad el 24 de Junio, dos de los sermones de San Agustín (nos. cccvii, cccviii) están consagrados a la celebración de su martirio (Passio o Decollatio). Similares honores fueron rendidos a San Esteban, el primer martir, más particularmente en el este, a San Gregorio de Niza en la oración funeral de San Basilio la cual fue dicha en Cesarea en Cappadocia en 379. De conformidad con la misma se tiene conocimiento que la festividad se mantuvo tal y como es en la actualidad, el día después de navidad.

Por otra parte el nombre de San José no tiene un lugar completo en el calendario sino hasta tiempos mas recientes. Curiosamente una de las primeras asignaciones que se le hacen ocurre en el “Calendar of Aengus” (c. 804) en la cual aparece la fecha del 19 de marzo.

Ahí se lee “José nombre de un noble, que fue el padre adoptivo de Jesús”. No obstante a pesar de una cita de invocación a San José en el viejo himno irlandés “Sen De” adscrito a San Colman Ua Cluasaigh (c. 622), no podemos llegar a concluir que tenía esta fecha propiamente un culto. Parece probable con base en una literatura apócrifa de los primeros siglos, que ya se rendían honores a San José en Siria, Egipto y en general en oriente, pero no tenemos datos confiables al respecto.

Crecimiento del Calendario

Durante los períodos Merovingios y Carolivingios el número de festivales gradualmente aumentó; quizá muchas de las indicaciones mas seguras que se tienen al respecto, son los registros de los libros de servicio, los sacramentarios, los antifonarios y los leccionarios, pero son difíciles de establecer fechas para ellos. Algunas otras listas son de carácter más definitivo y que accidentalmente han sido preservadas para nosotros y que sería interesante citar.

Existen registros de Perpetuus, Obispo de Tours (461-491) que establecen las principales festividades celebradas con días de vigilia siendo las siguientes: “Natalis Domini; Epifanía, Natalis S. Ioannis (Junio 24); Natalis S. Petri episcoupatus (Febrero 22); Sext. Cal, apr. Resurrectio Domini nostri I. Chr.; Pascha; Dies Ascensionis; Passio S. Ioannis; Natalis SS. apostolorum Petri et Pauli; Natalis S. Martini; Natalis S. Symphoriani (Julio 22), Natalis S. Litorii (Septiembre 13) ; Natalis S. Martini (Noviembre 11); Natalis S. Bricii (Noviembre 13; Natalis S. Hilarii (Enero 13)”; (Mon. Germ. SS. Meroving., I, 445).

Similarmente el obispo Sonnatius de Reims (614-631) establece la siguiente lista de festividades que eran observadas como feriados abssque omnia opere forensi: Nativitas Domini, Circumcisio, Ephiphania, annuntiatio beatae Marie, Resurrectio Domini cum die sequenti, Ascensio Domini, dies Pentecostes, Nativitas deati Ioannis, Baptistae, Nativitas apostolorum Petri et Pauli, Assumptio beatae Mariae, eiusdem Nativitas, Nativitas Andreae apostoli, et onmes dies dominicales.

Durante el transcurso de los Siglos VIII y IX, varios sínodos alemanes establecieron listas de feriados eclesiásticos los cuales debían ser celebrados con descanso del trabajo. En un registro antiguo que se adscribe a San Bonifacio, nosotros encontramos diecinueve de tales días, además de los domingos ordinarios, tres días libres después de la festividad por si misma que eran observados tanto para la Navidad como para la Pascua. En un concilio que se celebró en Aachen en 809 se establecieron veintiún feriados.

Esto incluía la semana de pascua y festividades tales como la de San Martín y San Andrés. En la localidad de Basle en el año 827 la lista fue extendida aún más e incluía las festividades de los apóstoles. En Inglaterra los días que se observaban de esta manera no habían sido tan numerosos al menos al principio, pero al final del Siglo X, muchos agregados fueron hechos mientras que las ordenanzas de los sínodos eran reforzadas por la autoridad real. La lista se componía de cuatro festividades principales que se referían a Nuestra Señora y la conmemoración de San Gregorio el Grande. La observancia de la festividad de San Dunstan fue impuesta un poco más tarde durante el reinado de Cnut.

Tal y como lo indican ciertos documentos, quizá el calendario eclesiástico mas antiguo en el sentido estricto de la palabra, y que aún sobrevive, es el que estuvo en posesión de San Willibrord, apóstol de los frisianos, quien dejó una nota de autógrafo en el año de su consagración como obispo (año 695). El calendario fue probablemente escrito en Inglaterra entre los años 702 y 706. Nunca ha sido impreso y es interesante ver que las entradas del calendario están hechas en el original a mano omitiéndose las interpolaciones que otros hicieron un poco mas tarde. El manuscrito contiene el bastante conocido “Codex Epternacensis”, ahora hay un manuscrito latino 10837, en la biblioteca nacional de París.

ENERO

1 Circuncisión 3 Sta. Genoveva of París 6 Epifanía 13 San Hilario 14 San Felix de Nola 17 San Antonio, el hermitaño 18 San Pedro Preside Roma y la Asunción de Santa María 20 San Sebastián 21 Santa Agnes V. 24 San Babilas, Obispo y Mártir 25 Conversión de San Pablo en Damasco 29 San Valerio, Obispo; y Santa Lucía V. de Treves

FEBRERO

1 Santa Denis, San Policarpo y Santa Brígida V. 2 San Simeon, Patriarca 5 Santa Agatha 6 Santa Amanda 16 Santa Juliana 22 Presidencia de Pedro en Antioquia

MARZO

1 Donato 7 Perpetua y Felícita 12 San Gregorio en Roma 17 San Patricio Obispo de Irlanda 20 San Cuberto, Obispo. 21 San Benedicto, Abad 25 Nuestro Señor es crucificado y Santiago, hermano de Nuestro Señor 27 Resurección de Nuestro Señor

ABRIL

4 San Ambrosio 22 Felipe, Apóstol

MAYO

1 San Felipe, Apóstol 5 La Ascensión del Señor 7 La Santa Cruz 11 Pancracio, Mártir 14 Original fecha para Pentecostés 31 San Maximinio de Treves

JUNIO

2 Erasmo, Mártir 8 Barnabás, Apóstol 9 San Colombo 22 Santiago hijo de Alfeo 24 Nacimiento de Juan Bautista 29 San Pedro y San Pablo en Roma

JULIO

15 San Santiago de Nisibis 26 Santiago, Apóstol, hermano de Juan 26 San Simeon, monje en Siria 29 San. Lupus

AGOSTO

1 Los Macabeos, siete hermanos con su madre 5 San Oswaldo, Rey 6 San Sixto, Obispo 10 San Laurencio, Diácono 13 Hipólito, Mártir 16 (Sic) Santa María 25 San Bartolomé, Apóstol 28 Augustino y Fausto, Obispos 29 Martirio de San Juan el Bautista 31 San Paulino, Obispo de Trier

SEPTIEMBRE

7 Sergio, Papa en Roma 9 (Sic) Natividad de Santa María en Jerusalén 13 Cornelio y Cipriano 15 Santa Eufemia, Mártir 19 Janario, Mártir 21 Mateo, Apóstol 22 Pasión de San Mauricio 24 Concepción de San Juan el Bautista 27 Cosmas y Damian en Jerusalén 29 San Miguel Arcángel

OCTUBRE

1 Remedio y German 4 Sts. Heuwald y Hewald, Mártires 14 Paulino, Obispo en Canterbury 18 Lucas, Evangelista 28 Simón y Judas, Apóstoles 31 San Quintino, Mártir

NOVIEMBRE

10 San Leo, Papa 11 San Martín, Obispo en Tours 22 Santa Cecilia 23 Clemente en Roma 24 Crisógono 30 San Andrés, Apóstol

DICIEMBRE

10 Santa Eulalia y otros setenticuatro 20 San Ignacio, Obispo y Mártir 21 Santo Tomás, Apóstol en India 25 Natividad de Nuestro Señor Jesucristo 26 San Esteban, Mártir 27 Juan, Apóstol y Santiago, su hermano 28 Santos Inocentes 31 San Silvestre, Obispo

Esta lista ilustra bastante bien la selección arbitraria de los santos a ser conmemorados, lo cual es observable en la mayor parte de los calendarios. La mención de la Natividad de Nuestra Señora el 9 de septiembre en lugar del 8, es interesante verla en función de una práctica oriental, referida por el calendario de mármol de Nápoles, el que celebraba también la Concepción de Nuestra Señora el 9 de diciembre.

El aparecimiento de San Januario el 19 de septiembre, es también notorio. La relación entre Inglaterra e Italia en cuanto a conmemoración de los santos ha sido notada sin haber sido adecuadamente explicada (véase Morin, Liber Comicus, apéndice, etc). La ocurrencia de la “Invención de la Cruz”, por parte de la iglesia griega también es algo notable. Es también curioso, la eliminación parcial de la festividad de la Asunción del 16 de agosto (sic) y su aparición el 18 de enero.

En los últimos calendarios anglosajones, los que en un número considerable han sido impresos por Hampson y Piper, ofrecen pocos puntos de interés en relación con lo mencionado anteriormente. Sin embargo una palabra debe ser dicha acerca de la notoriedad de esto último. La métrica del calendario latino que se ha impreso entre los trabajos de Bede, se muestra en referencia a Wilfredo de York, quien murió después de este tiempo, pero que ofrece puntos útiles de comparación con el martirologio genuino de Bede. Este último documento ha sido recuperado hasta nosotros debido a la paciente labor de Dom Quentin (véase Les Martyrologes Historiques, París, 1908, pp. 17-119).

No menos interesante es el martirologio inglés antiguo, editado por la English Text Society, por G. Herzfeld. Este documento aunque no es un calendario, y aunque no incluye las últimas interpolaciones, probablemente refleja el arreglo de un calendario que puede ser anterior al tiempo de Bede . Especialmente notable son las breves referencias a santos como Capuano y del sur de Italia lo cual es un indicativo que se deriva de los antiguos libros de misa, probablemente misales del tipo gelasiano los cuales fueron sustituidos por los sacramentarios gregorianos.

Otro calendario antiguo que posee bastante interés para los estudiantes de habla inglesa es el “Menologium Anglosajon” un corto pero ornamentado poema del Siglo X en el que se describen las principales festividades de cada mes y probablemente tenía la intención de ser uso popular (véase Imelmann, Das altenglische Menologium, p. 40). El principal propósito del escritor es indicado por las siguientes palabras concluyentes :

Nu ge findan magon Haligra tiid, the man healdan sceal, Swa bebugeth gebod geond Brytenricu Sexna Kyninges on thas sylfan tiid (Ahora nosotros podemos encontrar las mareas sagradas las cuales deben ser observadas como mandamientos a través de Bretaña y del rey de los sajones al mismo tiempo)

El uso de calendarios métricos sin embargo, no era de manera alguna peculiar sólo en Inglaterra. El calendario irlandés “Calendar of Aengus” ya se refería a eso y estaba escrito en verso como también lo estuvieron ciertos calendarios latinos impresos por Hampson y que fueron mostrados por el doctor Whitley Stokes, los cuales presentan claros signos de influencia irlandesa. En el continente también existía este tipo de documentos y para poner un ejemplo, nosotros tenemos un calendario elaborado más que un martirologio y que estaba compuesto de 848 hexámetros en latín por Juan Wandelbert de Prum.

Desarrollos Posteriores

La historia de la martirologia más en detalle la cual ha sido trabajada por Dom Quentin, muestra como existían ciertos vacíos. Casi todos los escritores tales como Florus, Do y Usura, quienes emprendieron la tarea de suplementar el martirologio de Bede, trabajaron también con el objeto de referirse a los días que habían sido dejados en blanco.

Nosotros podemos lógicamente inferir que el mismo espíritu debe haber afectado al calendario como un todo. El mero hecho de encontrar espacios en blanco no cabe duda, en mucho casos, fue una tentación para los escribas y escritores en función de llenarlo si es que su erudición era suficiente para tal propósito. Y aunque por largo tiempo estas entradas permanecieron como meras conmemoraciones de papel ellas en el largo plazo provocaron efectos en la liturgia.

Podemos decir que la misma influencia tuvo el trabajo de Alcuin en la tarea de completar los vacíos o las lagunas en el “Sacramentario Gregoriano” más particularmente cuando él proveyó un conjunto completo de misas para los domingos después de Pentecostés. Pero más allá de esto, nosotros tenemos por supuesto que considerar el potente factor que representaron los nuevos intereses devocionales creando festividades tales como las de todos los Santos, todas las almas, la Santísima Trinidad, los varios festivales de los ángeles y notablemente el de San Miguel y muchos más en los tiempos modernos, Corpus Christi, el Sagrado Corazón, las Cinco Vidas, la conmemoración de los varios instrumentos de la pasión, las diferentes invocaciones en las cuales Nuestra Señora es tratada con honores y la duplicación de las festividades que fueron proveídas por las traducciones, las dedicaciones y los eventos milagrosos como por ejemplo la estigmata de San Francisco de Asís o la transfiguración del Corazón de Santa Teresa.

Es necesario también indicar que de una manera más o menos pronunciada los numerosas personas santas que vivieron en la práctica virtudes heroicas, cautivaron e impactaron la imaginación de sus contemporáneos. La piedad de quienes profesaban la fe ha sido testigo de muchas virtudes durante la vida, o aún después de la muerte y se rindieron reverencias por el poder de su intersección con Dios. Esto generó formas que manifestaron devoción y gratitud.

En un primero momento, el reconocimiento de la santidad fue algo más bien local, informal y popular, con lo cual el resultado era que no tenía siempre mucho discernimiento. Más tarde la autoridad de la Santa Sede fue invocada en el sentido de pronunciarse respecto a un grado formal de canonización. No obstante ese sistema por una parte tiende a limitar el número de los santos reconocidos, aunque también ayuda a extender más ampliamente la fama de aquellos cuya historia o cuyos milagros fueron más notorios.

Por lo tanto, al final nosotros encontramos cultos a santos como por ejemplo a Santo Tomás de Canterbury, para tomar un ejemplo en inglés, el cual no se limitó a su propia diócesis o a su propia provincia sino que en un periodo de diez años después de su muerte su nombre encontró un lugar en los calendarios de casi todos los países de Europa. A estas causas debemos agregar el crecimiento de la cultura literaria o la alfabetización entre la gente especialmente después de la invención de la imprenta, y últimamente por algo de no menor influencia como es el carácter cosmopolita de muchas órdenes religiosas.

En donde quiera que los Cistersianos establecieron el nombre de San Bernardo ese santo necesariamente tenía honores. Si nuevamente esta situaciones no formaban parte del Christendom en el cual los frailes habían trabajado, era difícil encontrar que los fieles no habían oído hablar de San Francisco, Santo Domingo, Santa Clara, Santa Catalina de Siena y de muchos otros. Por ello no es algo sorprendente que en los primeros tiempos, el calendario creció con una multitud de nombres y si aún en nuestros días haya quedado algún día vacantante, los mismos no necesariamente preceden o excluyen los feriados oficiales.

Es prácticamente imposible entrar en todos los detalles acerca de la gran variedad de festividades que existen en un artículo como el presente. Todas las celebraciones más importantes son tratadas en artículos separados, por ejemplo: TODOS LOS SANTOS, TODAS LAS ALMAS, CORPUS CHRISTI, etc.

Varias Peculiaridades de los Calendarios

Desde el Siglo IX, se adjuntaba por lo general un calendario a las diferentes clases de libros de servicio, tales como sacramentarios, de salmos, antifonarios y aún en los pontificales. En tiempos más recientes, y especialmente cuando esos libros era impresos, fue escaso el omitirlos antes de los misales, breviarios y de horas. En los calendarios litúrgicos, con los que ahora nos encontramos más familiarizados, encontramos catálogos con las festividades ecleciásticas.

En los calendarios de fechas antiguas existe una gran variedad de información. Tenemos por ejemplo numerosos datos astrológicos que se refieren a equinoccios y solsticios. El sol entra en varios signos del zodíaco, los días de perro, los principios de las estaciones, etc. Estos rasgos son generalmente enfatizados mediante versos escritos en la parte superior o inferior de cada mes, por ejemplo: Procedunt duplices in martis tempore pisces. Ello se refiere a que al principio del mes de marzo, el sol se encuentra en la constelación de Piscis.

Algunas veces, también los versos fueron prefijados con anotaciones astrológicas, por ejemplo, Jani prima dies et septima fine timetur. Lo que se adjudica al primer día del mes de enero. El séptimo, a partir del final era de mala suerte. Debe confesarse que son numerosas las influencias paganas y seculares en los calendarios antiguos.

Una característica curiosa en muchos documentos anglosajones de esta clase es el reconocimiento de varios usos “cópticos” de Oriente. Por ejemplo, en el Misal de Jumieges, cada mes tiene el encabezado con nombres orientales para el correspondiente período, en el caso de abril, para señalar una situación: “Hebr. Nisan; Ægypti Farmuthi; Græc. Xanthicos; Lat. Apr; Sax. Eastermonath;" y más allá el 26 de abril, encontramos la entrada "IX Ægyptior. mensis paschæ." (ejemplo: Pashons).

Como una norma de información, los arreglos “cópticos” de los meses, son aproximadamente correctos. En otras presentaciones se encuentran cuidadosas anotaciones, como por ejemplo en el llamado dies aegyptiaci, del cual se dice que traía mala suerte (véase Chabas, "Le Calendrier des jours fastes et de fastes de l'année égyptienne", pp. 22, 119 y siguientes).

A manera de ornamento, los calendarios más antiguos traían insertos a manera de dos pilares, formando cada uno de ellos especie de columnas en lo escrito. Un diseño a manera de arco coronaba la totalidad. En la Edad Media, encontramos hermosos dibujos de viñedos y elaboraciones delicadas que servían de ilustración en función de la imaginación y de las diferentes estaciones del año.

Una característica que viene desde los tiempos antiguos, pero que ha sobrevidido aún en las ediciones impresas de los calendarios en el Breviario y Misal, es la inserción contra cada día del “Epact” y de la “Carta Dominical”. Esto se refiere a un método muy artificial de cómputo y tiene por finalidad, indicar la ubicación de cada día de la semana en cada determinado año, y más en particular, respecto a las fases o etapas de la luna.

La etapa de la luna, deteminada por ciertos métodos, era leída en voz alta antes del martirologio, cada día durante la recitación pública del Oficio Primo. Cuando el calendario fue reformado por Gregorio XIII, se mantuvieron en sus formas correctas, las características de los viejos métodos y los nombres a los cuales la gente ya se había acostumbrado. Debido a que este sistema de contabilidad de tiempo es anticuado y hay poco interés en él, se recomienda al lector el artículo EPACT o las explicaciones dadas con los calendarios en las copias del Breviario Romano y Misal.

Además de los calendarios eclesiásticos que fueron escritos en los libros de servicios, una práctica que tuvo crecimiento en la Edad Media, fue la compilación de calendarios para uso de los láicos. Esto corresponde a lo que nosotros conocemos en la actualidad como almanaques. En ellos, los elementos astrológicos tienen un papel más importante que en los misales.

Una de las más famosas compilaciones fue conocida como el “Calendario de Bergers”, o el “Calendario de Pastores”. Varias veces fue impreso suntuosamente en París antes del Siglo XV y luego se distribuyó en Inglaterra y Alemania. El tono religioso es muy pronunciado y al mismo tiempo encontramos las más elaboradas direcciones astrológicas en relación a días de suerte e infortunio para ciertas operaciones médicas, particularmente hemorragias, además de prácticas agrícolas, tales como siembra, cosecha, preparación de suelos, prácticas de pastoreo y otras por el estilo.

Es una notoria ilustración del conservadurismo y de mentalidad rústica, que las ediciones del “Calendario de Pastores” fue publicado en Londres hasta ya pasada la mitad del Siglo XVII. El tono esencialmente católico del libro puede ser fácilmente distinguible en sus más pequeños detalles (véase Ecclesiastical Review, julio, 1902, pp. 1-21).

El Calendario Moderno Impuesto por Autoridad

Es posible inferir, con base en lo mencionado con anterioridad, que existía gran divergencia entre los calendarios que se utilizaban a fines de la Edad Media. Esta carencia de uniformidad degeneraba en abuso y era una fuente fértil para confusiones.

Un nuevo calendario se tuvo con base en el Nuevo Breviario y Misal, que se publicó de conformidad con el Concilio de Trento y que vieron la luz pública en 1568 y 1570, respectivamente. Como un fragmento del nuevo código litúrgico, la observancia del nuevo calendario fue obligatorio en todas las iglesias que no pudieron demostrar bases respecto a doscientos años de disfrute de sus costumbres distintivas.

Esta ley que aún continúa en observancia, no previno de que sucesivos pontífices agregaron nuevas festividades. Tampoco fue obstáculo para que muchas Diócesis o iglesias, adoptaran celebraciones locales, para lo cual fue solicitada y adquirida, la solicitud y permiso del papa o de la Congregación de Ritos.

No obstante, aunque fueran agregadas nuevas festividades, los festejos del calendario romano debían ser mantenidos. Se hicieron considerable número de concesiones en este sentido. Es muy raro encontrar una Diócesis cuyo calendario no tenga esas adiciones y no difiera de calendarios de Diócesis o provincias vecinas. La introducción de una nueva festividad o de transferencias, podía ser causa de considerable disturbio.

En las islas británicas -Inglaterra, Irlanda y Escocia- se celebraban un determinado número de santos independientemente una de la otra, a pesar de que el calendario romano también les era común. Este calendario, empero, durante tres siglos, y especialmente durante los pasados treinta años, ha llegado a tener notables modificaciones. Esto ocurre en parte por la introducción de nuevos santos, y también por el cambio de grado de las festividades que ya han sido admitidas.

Una presentación por medio de una tabla lo mostrará con claridad. No se sabe con certeza cual era el significado estricto del término doble. Algunos consideran que se referían a festividades durante las cuales se duplicaba el número de veces el rezo de los salmos. Otros, quizá con mayor probabilidad de certeza, señalan que se referían a las festividades de Roma, antes del Siglo IX, en las cuales era costumbre rezar dos conjuntos de Matinas, una por la observancia del día de la semana, y la otra por el festival.

Tales días fueron conocidos como “dobles”. Sin embargo, una clasificación más elaborada entre dobles y simples pudo muy bien haber tenido lugar en tiempos antiguos. En la actualidad tenemos seis grados: dobles de primera clase, dobles de segunda clase, grandes dobles, dobles, semi-dobles y simples. La siguiente tabla muestra una clasificación basada en las revisiones que se han hecho al Breviario en 1568, 1562, 1631, y 1882. Para fines comparativos se agregan datos de 1907.

1508 1602 1631 Clemente 1882 Urbano 1907 Festividades del Breviario Pío V VIII VIII León XIII Pío X Dobles de 1a. clase 19 19 19 21 23 Dobles de 2a. clase 17 18 18 18 27 Grandes Dobles --- 16 16 24 25 Dobles 53 43 45 128 133 Semidobles 60 68 78 74 72 Totales 149 164 176 275 280

Estas figuras (que incluyen no solamente las festividades fijas, sino también las movibles y las de octavos días) son suficientes para ilustrar la coronación del calendario, lo que tuvo lugar en tiempos recientes. Más aún, se debe recordar que hablando en términos prácticos, las festividades de alto rango fueran “simplificadas”, es decir reducidas en su nivel de conmemoraciones.

Si existiera alguna duda sobre un día ya ocupado, sería “transferido” a un día libre. Esto puede ser encontrado en las últimas etapas del año. Por otro lado, mientras se han incrementado los dobles de primera y de segunda clase, etc. (festa chori), los feriados de obligación (festa chori et fori) han crecido poco, infuenciados por las dificultades de normas civiles en varios países europeos. La Inglaterra de la Pre-Reforma, con sus cuarenta o más feriados o preceptos, no fue más allá en relación con el resto del mundo.

Para tomar solamente un ejemplo que se tiene a la mano, en la Diócesis de Liaegrave, en 1287 (Mansi, Concilia, XXIV, 909) había, además de los domingos, cuarenta y dos festividades en donde no se permitía que la gente trabajara. Por tanto, es escasamente sorprendente que el excesivo número de estos días de festejo fuera incluído en 1523 en el Centrum Gravamina, Cien Lamentos, de la nación alemana. El Papa Urbano VIII en 1642, privó a los obispos del derecho de instituir nuevos feriados ecleciásticos sin el permiso de la Santa Sede, y limitó el número de los mismos a una obligación general de cuarenta y cuatro.

En el Siglo XVIII, bajo la presión de varios gobernantes, en varios países, la lista fue más bien disminuída. Muchas de las que eras festividades con feriado, fueron reducidas al estatuto de festividades de devoción, por ejemplo se abolió la obligación de escuchar misa y de descansar del trabajo, mientras tanto, también las vigilias cesaron en ser observadas como días de ayuno. Pero aún después de las concesiones que Clemente XIV, en 1772, realizó a la Empeatriz María Teresa, dieciocho feriados (festa chori et fori) todavía permanecen en los dominios austríacos.

En Francia, bajo el régimen de Napoleón, el papa se vió forzado a reducir el número de feriados de obligación, hasta que los mismos se redujeron a cuatro: Navidad, Ascensión, Asunción y de Todos los Santos. Para el resto de festividades, otras concesiones fueron hechas por León XII, y sus sucesores. En la actualidad, el número de feriados de obligación en Roma es de dieciocho (siempre excluyendo domingos). Pero solo nueve de ellos son reconocidos como feriados legales por el gobierno italiano. La norma francesa de cuatro festa proecepti prevalece en Bélgica y en Holanda.

En España, Autria y grandes regiones de Alemania, son observados 15 días de festividad, aunque ese número puede variar en diferentes provincias. En Inglaterra, las festividades de obligación son: la Circuncisión, la Epifanía, la Ascensión, Corpus Christi, San Pedro y San Pablo, la Asunción, Todos los Santos y Navidad.

A esa lista se agregan en Irlanda dos festividades más: la Anunciación, y San Patricio; en Escocia una: la festividad de San Andrés. En Estados Unidos se observan sies festividades incluyendo Navidad: Año Nuevo, la Ascensión, la Asunción, Todos los Santos y la Inmaculada Concepción.

Las condiciones deben haber sido difíciles para católicos de países de habla inglesa, en siglos pasados y viviendo bajo penalidades legales. En 1781, y de conformidad con raras y viejas copias del “Laity´s Directory”, se obligaba a guardar cada viernes del año (excepto durante el tiempo pascual) como día de ayuno. Además de esto, había abstinencia los sábados y un buen número de vigilias de ayuno, las cuales fueron substituídas en 1771, por los miércoles y los viernes de Advenimiento.

Los feriados de obligación totalizaron treinticuatro, pero en 1778 fueron reducidos a once. Los demás quedaron siendo observados como festividades de devoción. Por otra parte, el calendario creció por la restauración completa del culto litúrgico de muchos santos ingleses. El primer permiso para ello fue dado por Benedicto XIV en 1749 a requerimiento de su Alteza Real, el Cardenal de York.

Esto fue limitado a una docena de santos, incluyendo San Agustín de Inglaterra y San Jorge, ambos manteniéndose como dobles de primera clase. Sin embargo en 1774, otras concesiones fueron hechas por Clemente XIV. En 1884 la lista fue aún más extendida, y en 1887, con la beatificación de mártires ingleses, se tuvo la ocación de aprobar varios nuevos oficios y misas.

Las Iglesias de Oriente

Es prácticamente imposible entrar aquí en destalle, respecto a los calendarios de varias de las Iglesias Orientales. Para la mayoría de ellas se puede decir que tenían que enfrentar las mismas complicaciones que la Iglesia Occidental, en tanto habían festividades fijas y aquellas que eran al menos parcialmente movibles.

La mayor parte de las festividades se mantenían en los días correspondientes a la Cristiandad Occidental, tales como la Circuncisión, la Epifanía, el Nacimiento de San Juan el Bautista, San Pedro y San Pablo, la Asunsión, la Natividad de la Virgen María, la Exaltación de la Santa Cruz, San Andrés, y la Natividad de Nuestro Señor.

Sin embargo, existen casos en los que la correspondencia no es exacta. Por ejemplo, los griegos mantienen la festividad de la Inmaculada Concepción el 9 de diciembre y no el 8 de diciembre, bajo la denominación de he sullepsis tes theoprometoros Annes (conceptio Annæ aviæ Dei). La celebración de la Cruz es realizada el 3 de mayo; para los griegos el 7 de mayo. Muchas de las festividades de la Iglesia Oriental no se mantienen en los días uniformes que corresponden a la usanza latina.

En muchos casos, las celebraciones continúan luego del día propio de la festividad, pero no toman una semana. Es peculiar que en estos ritos, luego del día festivo, tiene lugar una especie de conmemoración acerca de los personajes más cercanos que se encuentran relacionados. Por tanto, el 3 de febrero, el día después de la festividad de la Purificación, los griegos dan especiales honores a San Simeon y Ana; mientras que el 9 de septiembre, el día despupes de la Natividad de Nuestra Señora, se menciona a San Joaquín y Santa Ana. Otras características excepcionales, algunas de ellas extravagantes, son presentadas en los ritos siríacos, armenios y cópticos.

Sería necesario aquí, llamar la atención a que estas iglesias por lo general asignan un día de cada mes para cultos especiales a Nuestra Bendita Señora. En cuanto a las fiestas movibles, tiene especial interés el principio de la Cuaresma. Conjuntamente con los griegos y otros ritos, el período de la Cuaresma, se dice que comienza la semana antes de la Septuagésima, aunque en este caso se trata de un tiempo de preparación. El sexagésimo domingo es conocido como he kuriake te apokreo (el domingo de abstinencia de la carne). No es que se prohiba el consumo de carne ese día, sino que hasta ese día la carne es permitida.

De manera similar, el siguiente domingo (quinquagésima) es conocido como he kuriake tes turines (el domingo de los quezos) debido a que es hasta ese domingo que se permite comer quezos y huevos. Las festividades movibles en la iglesia griega, no obstante, incluyen otros festejos más allá de aquellos que estrictamente pertenecen al ciclo oriental. El ejemplo más notorio es el de la festividad de Todos los Santos (ton hagion panton) el que se observa el domingo siguiente a Pentecostés, o en otras palabras, en el domingo de la Santísima Trinidad.


Fuente: Thurston, Herbert. "Christian Calendar." The Catholic Encyclopedia. Vol. 3. New York: Robert Appleton Company, 1908. 14 Feb. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/03158a.htm>.

Traducido por Giovanni E. Reyes. rc