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Jueves, 28 de marzo de 2024

Brahamanismo

De Enciclopedia Católica

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Por Brahmanismo se quiere significar la compleja religión y sistema social que creció del culto, de naturaleza politeísta, de los antiguos conquistadores Arios del norte de la India, y que, con la expansión de su dominación, se extendió sobre todo el país, manteniéndose, no sin profundas modificaciones, hasta la actualidad. En sus intrincadas fases modernas es generalmente conocido como Hinduismo.

I. TEXTOS BRAHMANICOS Nuestro conocimiento del Brahmanismo en sus primeras etapas se deriva de sus primitivos libros sagrados, originalmente composiciones orales, pertenecientes al período entre 1500-400 A.C. Ante todo, están los cuatro Vedas (veda significa sabiduría) que datan del 1500 al 800 A.C., y que consisten: 1.- de una colección de antiguos himnos (riks), el llamado Rig Veda, en alabanza a muchos dioses; 2.- del Sama –veda, compilado de partes del Rig Veda (como una canción-ceremonial para el sacrificio de soma); 3.- del Yajur-Veda, una liturgia compuesta parcialmente por antiguos himnos y en parte por otras oraciones y bendiciones para ser usadas en las diversas formas de sacrificio; y 4.- del Atharva-Veda, una colección de exorcismos populares y encantamientos mágicos en su mayor parte heredados de los primitivos días Arios. Siguiendo el orden están las Brahmanas (alrededor de 1000-600 A.C.). Son una serie de explicaciones verborrágicas y misceláneas de los textos, ritos y costumbres que se encuentran en los cuatro Vedas, compuesto expresamente para el uso de los Brahmanes, o sacerdotes. Estas se hallan seguidas (800-500 A.C.) por las así llamadas Upanishads, que se refieren principalmente a especulaciones panteístas sobre la naturaleza de la deidad y el fin del hombre; y finalmente los Sutras (600-400 A.C.), que son guías compendiadas para la adecuada observación de los ritos y costumbres. Las más importantes son las Grhya-Sutras, o las guías del hogar, que tratan sobre los ritos domésticos, y las Dharma-Sutras, o guías de la ley, que eran manuales de costumbres religiosas y sociales. Habiendo sido pensadas tanto para los laicos como para los sacerdotes, reflejan el lado popular, práctico del Brahmanismo, mientras que las Brahmanas y Upanishads nos muestran su aspecto especulativo, religioso o sacerdotal. Muy vinculado con las guías legales se encuentra el justamente afamado tratado métrico, Manava-Dharma-Sastra, conocido en castellano como las Leyes de Manu. Las mismas son probablemente de siglo quinto A.C.. Estas, junto con dos épicas sagradas posteriores, El “Ramayana”, y el “Mahabharata”, comprenden los más importante en literatura Brahmánica sagrada.

II. BRAHMANISMO O VEDISMO TEMPRANO La religión del período Védico propiamente dicho era comparativamente simple. Consistía en la adoración de muchas deidades, grandes y pequeñas, la personificación de las fuerzas de la naturaleza. Eran las principales entre ellas: • Varuna, el cielo que todo lo comprende, hacedor y señor de todas las cosas y sostén de la ley moral. • El dios sol, variadamente conocido como o Surva, el enemigo de la oscuridad y el que trae bendiciones; o Pushan, el que fertiliza o Mitra, el omnisciente amigo de lo bueno, el vengador de la deshonestidad; o Savitar, el iluminador, el que despierta al hombre para su actividad cotidiana, y o Vishnu, de quien se dice ha medido la tierra de tres trancos y ha proporcionado las ricas pasturas a los mortales; • El dios del aire, Indra, quien como Marte es también el poderoso dios de la guerra, quien liberó de las nubes a la serpiente Ahi (o Vritra), la estimulante lluvia; • Rudra, posteriormente conocida como Siva, la bendita, la diosa de la tronante tormenta destructiva, y objeto de temor para los malvados, pero amiga de los buenos; • Agni, el dios del fuego, amigo y benefactor del hombre, morando en sus corazones y llevando a los dioses sus plegarias y ofrendas en sacrificio; • Soma, el dios de aquella misteriosa planta cuyo embriagante jugo era tan querido de los dioses y de los hombres, protegiéndolo de la enfermedad, confiriendo fortaleza y asegurando la inmortalidad. En este período temprano no había templos. Las ofrendas a los dioses se hacían sobre pequeños montículos de tierra o piedras, a menudo la hacía la cabeza de la familia, pero en los sacrificios más importantes y complicados lo hacía el sacerdote, o el Brahmán, junto al jefe de familia. El objetivo de todos los sacrificios era proporcionar un fortalecedor alimento a los dioses y asegurarse a cambio sus bendiciones. Las víctimas humanas, aunque raras, no eran del todo desconocidas, pero las víctimas animales eran de uso diario en este período. El primero en importancia era el caballo, luego el buey o la vaca, la oveja y la cabra. También eran muy comunes las ofrendas de manteca disuelta, arroz, trigo y otros tipos de granos. Pero más preciado para los dioses que todos esto obsequios, y rivalizando con el solemne sacrificio de un caballo, era la ofrenda del embriagante jugo de la planta de Soma, el así llamado sacrificio del Soma. Los himnos de alabanza y peticiones, principalmente por las buenas cosas de la vida, niños, salud, riqueza y suceso en los emprendimientos, acompañaban estas ofrendas sacramentales. Pero las necesidades superiores del alma no eran olvidadas. En los himnos de Varuna, Mitra, y los otros dioses hay notables textos que expresan un sentido de culpa y piden el perdón. En los tiempos en que las antiguas escrituras Hebreas guardaban silencio sobre las recompensas y castigos que esperan al hombre en la vida futura, encontramos los antiguos himnos dando una repetida expresión de sus creencias en un cielo de eterna felicidad para el justo, y un abismo de oscuridad para el malvado. Era también un elemento prominente en su religión la devoción a los Pitris (Padres), o familiares muertos. Aunque los Pitris arribaban a la morada celestial de la felicidad, esta felicidad no era totalmente independiente de los actos de devoción mostrados por los vivientes. Podía ser grandemente incrementada mediante ofrendas de Soma, arroz y agua, ya que al igual que los dioses se suponía que ellos tenían cuerpos de textura etérea, y que disfrutaban la esencia sutil de la comida. Por tanto, los descendientes supervivientes sentían como un sagrado deber hacer ofrendas festivas, llamadas Sraddhas, en momentos establecidos para sus fallecidos Pitris. A cambio de estos actos de piedad filial, los agradecido Pitris los protegían de los daños y promovían su bienestar. También rendían culto a formas inferiores de la naturaleza, La vaca era reverenciada. Se rendía culto a los árboles y a las serpientes. Abundaban fórmulas para curar las enfermedades, ahuyentar los demonios y prevenir los malos augurios. La Hechicería era muy temida (era común recurrir a las pruebas para la detección de la culpa). III. BRAHMANISMO POPULAR En el período que presenció la producción de los Brahmanas y los Upanishads, la religión Védica experimentó un doble cambio. En el aspecto práctico hubo un exhuberante crecimiento de los ritos religiosos y de las restricciones y obligaciones sociales, mientras que en el aspecto teórico, la creencia védica en la eficacia de las deidades personales fue subordinada a un esquema panteísta de salvación. Por tanto la religión temprana se desarrolló por un lado en un Brahmanismo popular, exotérico, y por otro, en un Brahmanismo sacerdotal, esotérico. El primero se refleja en las Brahmanas y las Sutras; el segundo en las Upanishads. La transformación hacia un Brahmanismo popular se debió en gran medida a la influencia de los Brahmanes, o sacerdotes. Debido a su excesiva afección a las palabras y formas simbólicas, los detalles del ritual se tornaron más y más intrincados, algunos de ellos asumiendo un carácter tan elaborado como para requerir el servicio de dieciséis sacerdote. El sacrificio participaba de la naturaleza del rito sacramental, la debida performance de la cual aseguraba la producción del fin deseado, y por tanto se convirtió en el centro más importante alrededor del cual giraban los mundos visible e invisible. Por tanto, ameritaban tarifas liberales a los sacerdotes oficiantes. Sin embargo no era un mero rito superficial, ya que si se llevaba a cabo por sacerdotes indignos se consideraba tanto inútil como sacrílego. Para mantener esta complicada liturgia estaba la multitud de plegarias y ritos que entraban en la vida diaria tanto de sacerdotes como de laicos. El recitado diario de partes de los Vedas, ahora venerado como revelación divina, era de primera importancia, especialmente para los Brahmanes. Era un deber sagrado para todo individuo recitar, a la mañana y al atardecer, el Savitri, una pequeña plegaria en honor del vivificante sol. Una escrupulosa observación de la pureza ceremonial, que superaba aún a la de los Fariseos Judíos, hizo aumentar una interminable sucesión de ritos purificatorios, tales como baños, rociados con agua, untado con cenizas o estiércol de vaca, sorbos de agua, supresión de la respiración, todas de carácter sacramental y eficaces para la remisión del pecado. Hay razones para creer que la conciencia de la culpa por el pecado cometido era aguda y vívida, y que en el desarrollo de estos ritos, tan susceptibles al abuso, era ampliamente cultivada una disposición penitencial del alma. En el Brahmanismo popular de este período, la idea de retribución por el pecado fue hecha para adoptar las consecuencias más rigurosas y de más largo alcance, de las cuales, excepto por la oportuna penitencia, no había escapatoria. Del mismo modo que toda buena acción contaba con la certeza de una futura recompensa, toda mala acción estaba destinada a portar sus frutos de miseria futura. Esta era la doctrina del karma (acción) con la cual estaba cercanamente conectada la nueva idea de la reencarnación. Mientras que la duradera felicidad del cielo era sostenida para el justo, diferentes destinos para después de la muerte estaban reservados para los malvados, variando, de acuerdo con la naturaleza y cantidad de culpa, entre largos períodos de tortura en un serie graduada de infiernos, y una más o menos extensiva serie de reencarnaciones en la forma de plantas, animales y hombres. De acuerdo con el grado con el cual el culpable era condenado, tenía que pasar mediante una lenta transición a través del resto de una escala ascendente hasta que obtuviera su reencarnación como un hombre de un estado honorable. Esta doctrina dio origen a reglas restrictivas de la conducta que lindaban con lo absurdo. No podían ser matados insectos, aún los repulsivos y nocivos; no podía beberse agua antes de ser colada, para que la más diminuta forma de vida no fuera destruida; la carpintería, cestería, trabajo del cuero, y otras ocupaciones similares fueron consideradas deshonrosas, porque no podían ser llevadas a cabo sin una cierta pérdida de vida animal o vegetal. Algunos fanáticos fueron tan lejos como para cuestionar el inofensivo cultivo de la tierra debido al inevitable daño que se le hacía a las lombrices e insectos. Pero por otra parte, era remarcablemente elevada la enseñanza ética de los Brahmanes en la legítima esfera de la conducta correcta. Eran fuertemente inculcadas la veracidad, la obediencia a padres y superiores, la templanza, la castidad y la caridad. Aunque permitía, como otras religiones de la antigüedad, la poligamia y el divorcio, prohibía fuertemente el adulterio y todas las conductas contrarias a la castidad. También reprobaba el suicidio, el aborto, el perjurio, la calumnia, la embriaguez, el juego, la usura opresiva y la crueldad despiadada para con los animales. Su intento, similar al Cristiano, de suavizar los aspectos duros de la naturaleza humana, puede observarse en sus muchas lecciones de moderación, caridad hacia el enfermo, el débil y el anciano, y su insistencia en el deber de perdonar injurias y devolver bien por mal. Este alto standard de recta conducta no se aplicaba simplemente a los actos externos. Encuentran frecuente expresión en la enseñanza Brahmánica la triple división de buenos y malos actos en pensamiento, palabra y acción. Íntimamente ligada a las enseñanzas religiosas del Brahmanismo se encontraba la división de la sociedad en castas rígidamente definidas. En el antiguo período Védico, había habido distinciones de clases de acuerdo con las cuales la clase guerrera (Kshatriyas, o Rajanas) se hallaban primeros en dignidad e importancia, seguía la clase sacerdotal (Brahmanes), luego la clase de los granjeros (Vaisyas), y al final de todos, la clase servil de los nativos conquistados (Sudras). Con el desarrollo del Brahmanismo, estas cuatro divisiones de la sociedad se volvieron estereotipadas en castas exclusivas, siendo la dignidad superior usurpada por los Brahmanes. Como maestros de los sagrados Vedas, y como sacerdotes de todos los importantes sacrificios, profesaban ser los propios representantes de los dioses y la nobleza de la raza humana. Ningún honor era demasiado grande para ellos, y ponerles una mano encima era un sacrilegio. Una de sus fuentes principales de poder e influencia residía en su privilegio exclusivo de enseñar a la juventud de las tres castas superiores, la educación, entonces consistente en gran parte en la adquisición de la tradición Védica, que sólo los sacerdotes podían enseñar. Por lo tanto solamente las tres castas superiores tenían el derecho de conocer los Vedas y de tomar parte de los sacrificios, y el Brahmanismo, lejos de ser una religión abierta a todos, era exclusivamente un privilegio de nacimiento, y de la cual la despreciada casta de los Sudras estaba excluida. El rito de iniciación al Brahmanismo era conferido a los niños varones únicamente, cuando comenzaban sus estudios bajo un maestro Brahmán, lo que tenía lugar generalmente en el octavo año de los Brahmanes, y en el undécimo o duodécimo año de los Kshatriya y los Vaisya respectivamente. Consistía en la investidura del cordón sagrado, una cuerda de tela de algodón blanco atada en las puntas, y usada como la estola del diácono, suspendida en el hombro izquierdo. La investidura era un tipo de sacramento en virtud del cual el joven era liberado de la culpa contraída de sus padres y se convertía en Dvi-ja, nacido por segunda vez, con el derecho a aprender los sagrados textos Védicos y a tomar parte en los sacrificios. El período de estudiante no era largo para los miembros de las castas de los guerreros y campesinos, pero para el joven Brahmán, quien tenía que aprender todos los Vedas de memoria, le insumía nueve años o más. Durante este período, el estudiante se hallaba sujeto a una severa disciplina moral. Tenía que levantarse antes que el sol, y no se le permitía recostarse hasta después del anochecer. Se le negaban comidas ricas y delicadas, y debía mendigar lo que comía en sus dos comidas diarias. Se esperaba que observara la más estricta castidad. Era obligado a evitar la música, el baile, el juego, la falsedad, la falta de respeto a los superiores y los ancianos, la codicia, la ira y el daño a los animales. Se sostenía como un deber religioso el matrimonio para el renacido. Comenzaba generalmente temprano en su vida, no mucho después de que completara su tiempo de estudio. Como el rito de iniciación, era una solemne ceremonia sacramental. Era una ley imperativa para la novia y el novio que fueran de la misma casta en el matrimonio principal ya que, como era tolerada la poligamia, un hombre podía tomar una o más esposas secundarias de castas inferiores. Por ciertas razones graves, el jefe de familia podía repudiar a su esposa y casarse con otra, pero la mujer no tenía por su parte el correspondiente derecho al divorcio. Si su marido moría, se esperaba de ella permanecer por el resto de su vida en casta viudez, si esperaba ser honrada sobre la tierra, y feliz con el en el cielo. La posterior práctica Hindú conocida como Suttee, en la cual la enlutada esposa se arrojaba a sí misma sobre la pira funeraria de su esposo, parece haber sido desconocida en este período. Toda la sabiduría de los textos Védicos le era negada a las mujeres, pero ella tenía el derecho de participar con su marido en los sacrificios realizados para él por algún sacerdote oficiante. Un importante sacrificio permanecía en sus propias manos: la matinal y vespertina ofrenda de leche caliente, manteca y grano al fuego en el hogar, el que era consagrado a Agni, y era mantenido siempre ardiendo. En el Brahmanismo de este período se impuso una fuerte tendencia al ascetismo. Encontró su expresión en los ayunos precedentes a los grandes sacrificios, en las penitencias prescriptas para varios tipos de pecado, en la austera vida impuesta a los estudiantes, en la abstinencia conyugal que debía ser observada durante los tres primeros días siguientes al matrimonio y en ciertos días específicos del mes, pero, sobre todo, en la rigurosa vida de retiro y privaciones a la cual no pocos dedicaban sus años de declinación. Un siempre creciente número de dueños de casa, principalmente Brahmanes, cuando sus hijos habían crecido al estado de hombres, abandonaban sus hogares y pasaban el resto de sus vidas como ascetas, viviendo fuera de las villas en toscas chozas, o bajo el abrigo de los árboles, comiendo solamente las más simples clases de comida, la que obtenían mendigando, y sometiéndose a mortificaciones y ayunos extraordinarios. Eran conocidos como Sannyasis, o Yogis, y su severidad de vida no era tanto una vida penitencial por pasadas ofensas sino un medio de adquirir abundantes méritos religiosos y poderes sobrehumanos. Acoplado a estas mortificaciones se hallaba la práctica del Yoga (unión). Ellos se podían sentar inmóviles, con las piernas cruzadas, y, fijando intencionalmente su mirada sobre un objeto frente a ellos, podían concentrar sus pensamientos sobre alguna cuestión abstracta hasta que caían en trance. En este estado fantaseaban que estaban unidos con la deidad, y el fruto de estas contemplaciones fue la visión panteísta de la religión que halló expresión en los Upanishad, y dejó una impresión permanente en la mente Brahmánica. IV. BRAHMANISMO PANTEISTA La notable tendencia monoteísta en los himnos Védicos tardíos se hizo más y más intensamente sentido en los altos círculos Brahmánicos hasta que dio surgimiento a nueva deidad, una creación de los sacerdotes Brahmánicos. Ella fue Prabjapati, señor de criaturas, omnipotente y supremo, más tarde conocido como Brahmá, el creador personal de todas las cosas. Pero en tal búsqueda del señor supremo y creador, ellos fueron diferenciándose ampliamente del monoteísmo Cristiano. Los dioses del antiguo panteón no fueron repudiados sino que fueron todavía adorados como las diversas manifestaciones de Brahmá. Era un axioma entonces, como lo ha sido siempre en la mentalidad Hindú, que es imposible la creación de la nada. Otro principio Brahmánico es que toda forma de individualidad conciente, ya sea humana o Divina, implica una unión de espíritu y materia. Y por tanto, fuera de la pequeña escuela de pensadores que sostenían que la materia era eterna, aquellos que significaban a dios como personal y supremo, explicaban el mundo de cosas visibles y dioses invisibles, como emanaciones de Brahmá. Ellos arribaron a un panteísmo personal. Pero la especulación no terminó allí. Para la prevaleciente escuela de los soñadores Brahmanes ascéticos, cuyas enseñanzas se encuentran en las Upanishads, la última fuente de todas las cosas no era el personal Brahmá, sino el informe, sin carácter, inconsciente espíritu conocido en Atman (uno mismo), o, más comúnmente Brahmâ (Brahmâ es neutro, mientras que Brahmá, dios personal, es masculino). Los cielos y la tierra, el hombre y los dioses, aún la deidad personal, Brahmá, no eran sino emanaciones transitorias de Brahmâ, destinadas en el tiempo a perder su individualidad y a ser absorbido en el gran, todo penetrante, impersonal espíritu. El variado mundo externo por lo tanto, no tiene existencia real. Era Maya, ilusión. Existía sólo Brahmâ . Solamente él era eterno, imperecedero. Este panteísmo impersonal de los ascetas condujo a una nueva concepción del fin del hombre y de su camino de salvación. El viejo camino era escapar de las reencarnaciones y su concomitante miseria mediante la acumulación de méritos de buenas acciones de modo de obtener una vida eterna de felicidad conciente en el cielo. Esto fue un error. Ya que mientras el hombre fue ignorante de su identidad con Brahmá y no vio que su verdadero fin consistía en ser absorbido en el impersonal todo-dios del cual él surgiera; mientras puso su corazón en una existencia meramente personal, ninguna cantidad de buenas obras le aseguraría su libertad de la reencarnación. En virtud de sus buenos actos podría, por supuesto, subir al cielo, quizás ganar un lugar entre los dioses, pero tras un tiempo, su reserva de méritos desaparecería como aceite en una lámpara, y debería retornar una vez más a una nueva vida para saborear en un nuevo nacimiento la amargura de la existencia terrenal. El único modo de escapar esta miseria era a través del salvífico reconocimiento de la identidad de uno con Brahmâ. De este modo, cuando uno pudiera decir con convicción, “Yo soy Brahmâ”, se romperían los lazos que lo ataban fuertemente a la ilusión de la inmortalidad personal y consecuentemente a la reencarnación. Por tanto, cultivando, mediante una vida mortificada, la libertad de todos los deseos, el hombre pasaba sus años en un pacífica contemplación hasta que la muerte le ponía fin a la aparente dualidad y era absorbido por Brahmâ como una gota de lluvia en el océano. V. HINDUISMO TEMPRANO El esquema de salvación panteísta recién descripto, generalmente conocido como la enseñanza Vedanta, encontró gran apoyo entre los Brahmanes y ha sido mantenida como la doctrina Brahmánica ortodoxa hasta los días presentes. Pero progresó muy poco fuera de la casta Brahmánica. La masa del pueblo tenía poco interés en un Brahmâ impersonal que era incapaz de oír sus oraciones y tampoco disfrutaban con la idea de un final que significaba la pérdida eterna de la existencia conciente. Por tanto, mientras el sacerdocio ascético estaba principalmente interesado en la meditación sobre su identidad con Brahmâ, y con la práctica de la mortificación para asegurar la libertad de todos los deseos, la mente popular estaba todavía inclinada a la oración, los sacrificios, y otras buenas obras en honor a las deidades Védicas. Pero al mismo tiempo, su fe en la eficacia de estos dioses tradicionales no podía sino ser debilitada por la enseñanza Brahmánica de que la liberación de la reencarnación no sería obtenida por actos de adoración a las deidades personales las que eran impotentes para aseguran ni aún para ellas mismas felicidad eterna conciente. El resultado fue el desarrollo popular de cultos especiales a dos de los viejos dioses, elevados ahora a la posición de supremas deidades, y a los que se les atribuía el poder de asegurar una vida perdurable de felicidad en el cielo. Fue en la concepción sacerdotal del Brahmá supremo personal que la mente popular encontró su modelo para sus nuevas deidades. Brahmá no era un dios tradicional, y parece no haber sido nunca un objeto de culto favorito para el pueblo. Aún hoy, no existen sino dos templos para Brahmá en toda la India. Su subordinación al gran impersonal todo-dios no ayudaba para recomendarlo a la mente popular. En cambio encontramos dos de los dioses tradicionales honrados con cultos especiales, los que parecen haber tenido un crecimiento independiente en dos partes diferentes del país y, después de adquirir celebridad local, haber propagado su rivalidad sobre toda la tierra. Uno de estos dioses fue el antiguo dios tormenta Rudra, destructivo en tempestad y luminoso, renovando la vida en el riego de la lluvia, limpiando en solitaria soledad la montaña y el árido desierto. Como el destructor, el reproductor, y el tipo del asceta solitario, esta deidad creció rápidamente en la estima popular bajo el nombre de Siva, la bendita. El otro fue Vishnu, originalmente una de las formas del dios hijo, una deidad suave y benéfica, cuyos rayos geniales traían gozo y crecimiento a las criaturas vivientes. Su origen solar fue perdiéndose de vista a medida que creció hacia la posición de deidad suprema, pero uno de sus símbolos, el disco, apunta a su carácter anterior. Estos dos cultos rivales parecen haber surgido en el siglo cuarto o quinto A.C. Como en el caso del dios personal Brahmá, ni el culto de Siva ni el de Vishnu dejó de lado la honra de los tradicionales dioses y diosas, espíritus, héroes, ríos y montañas y árboles sagrados, serpientes, tierra, cielo, sol, luna y estrellas. El panteísmo en el cual la mente Hindú está inevitablemente moldeada se ve en todas estas cosas, emanaciones de la suprema deidad, Siva o Vishnu. En la adoración a cualquiera o todos, ella no estaba sino honrando su dios supremo. A cada deidad se le atribuía un cielo especial, donde sus devotos encontrarían luego de la muerte una interminable vida de felicidad conciente. El rápido crecimiento de estos cultos en la estima popular, tendiendo más y más a empujar al Brahmanismo refinado al patrio trasero, fue observado por la casta sacerdotal con no poca preocupación. Sofocar estos cultos estaba fuera de discusión; y por tanto para mantenerlos al menos en una lealtad nominal con el Brahmanismo, el supremo dios Brahmá fue asociado con Vishnu y Siva como una tríada de deidades iguales y más o menos intercambiables en el cual Brahmá tenía el puesto de creador, o mejor de evolucionador, Vishnu de preservante, y Siva de disolvente. Esta es la así llamada Trimurti (tri-forma), o trinidad, totalmente diferente del concepto Cristiano de tres eternamente distintas personas en un solo Dios verdadero, y por tanto no ofrece legítimo terreno para sugerir un origen Hindú de la doctrina Cristiana. Fue más destacable la íntima asociación de otras nuevas deidades - la creación de fantasías religiosas de la gente común – con los dioses Siva y Vishnu. Dos dioses populares pasaron a asociarse con Siva como hijos. Uno fue Ganesha, señor de las tropas y traviesos diablillos, quien desde entonces ha permanecido siempre, como un objeto favorito de culto y es invocado al principio de cada emprendimiento para asegurar el éxito. El otro fue Scanda, Quien parece que en gran medida había reemplazado a Indra como dios de la batalla. Más allá de la dudosa derivación del nombre Scanda de Alejandro, no hay nada que indique que ninguno de estos supuestos hijos de Siva hayan alguna vez vivido la vida de hombres. Tampoco los dioses que engrandecieron la esfera de influencia de Vishnu. Para mantener la posición de Vishnu como dios del pueblo, dos de los héroes legendarios del remoto pasado, Rama y Krishna, a los cuales el entusiasmo popular había elevado al rango de dioses, pasaron a ser asociado con ella no como hijos, sino como sus mismas encarnaciones. La encarnación de un dios descendido del cielo para asumir una forma humana o animal como una especie de salvador y para realizar algún señalado beneficio para la humanidad, es conocida como un avatar. La idea data de antes del Budismo y, aunque se aplica a Siva y otros dioses, se convirtió sobre todo en una característica de Vishnú. La imaginación popular amaba pensar en su avatar como un pez que salva a Manu del devastador diluvio, como una tortuga que recobra de las profundidades del mar preciosas posesiones de dioses y del hombre, como un cerdo que eleva la tierra sumergida sobre la superficie de las aguas, pero sobre todo como los dioses hombre Rama y Krishna, cada uno de los cuales libera al pueblo del yugo del tirano. Los cultos de Rana y Krishna se volvieron tan populares que hasta la misma Vishnu fue perdida en gran medida de vista. Con el tiempo los Vishnuitas se dividieron en dos cismas rivales: los Ramaitas, que adoraban a Rama como suprema deidad, y los Krishnaitas, que preferían dar este honor a Krishna, una división que ha persistido hasta los días presentes. La evidencia de la temprana existencia de estas innovaciones de las creencias Brahmánicas puede ser encontrada en las dos grandes épicas conocidas como el "Ramayana" y el "Mahabharata." Ambas son reverenciadas igualmente por los Brahmanes, Sivaitas y Vishnuitas, particularmente el último poema, del que se sostiene ser directamente revelado. En el “Ramayana”, que pertenece al período 400-300 A.C., los relatos legendarios de las pruebas y los triunfos del héroe Rama y su fiel esposa Sita fueron elaborados en un poema romántico altamente artificial y muy a favor de los adoradores de Vishnu. El Mahabharata”, obra de muchas manos, fue comenzado alrededor del siglo quinto A.C., bajo la influencia Brahmánica, y en los siglos siguientes recibió adiciones y modificaciones, a favor ya del Vishnuismo ya del Sivaismo, hasta que asumió su forma final en el siglo sexto de la Era Cristiana. Es un inmenso conglomerado de agitada aventura, leyenda popular, mito, y especulación religiosa. El mito se centra principalmente alrededor de múltiples disputas por la supremacía entre los malignos tiranos de la tierra y el héroe Arjuna, ayudado por sus cuatro hermanos. El papel que juega Krishna no es un rol integral y la historia parece haber sido interpolada después de que la sustancia de la épica había sido escrita. El es el carrero de Arjuna y al mismo tiempo actúa como su consejero religioso. De sus numerosas instrucciones religiosas, la más importante es su tratado métrico conocido como "Bhagavad-gita”, la Canción del Bendito, un escrito que ha ejercido una profunda influencia sobre el pensamiento religioso de la India. Data del segundo o tercer siglo de la era Cristiana, y es una versión poética del tardío Upanishad, con su doctrina panteísta tan modificada como para pasar por una revelación de Krishna. Mientras encarna las más nobles características de la ética Brahmánica, e insiste en el fiel desempeño de las obligaciones de la casta, proclama a Krishna como el dios personal superior a todos los dioses, por la concesión de una gracia especial a sus devotos para la obtención de eterna bendición. Como un importante medio para este fin, inculca la virtud de Bhakti, que es una amorosa devoción a la deidad, análoga a la virtud Cristiana de la caridad. Desafortunadamente para el posterior desarrollo del Vishnuismo, el Krishna del “Bhagavad-gita” no fue la concepción popular. Como la mayoría de los héroes legendarios del folklore, su carácter consistía en el mantenimiento de la cruda moral de la era primitiva que primero sonó en sus plegarias. Las porciones narrativas de la épica lo muestran como habiendo sido solapado e inescrupuloso, culpable en palabra y hecho, de actos que la conciencia superior de los Brahmanes habría reprobado. Pero es en la anécdota legendaria completa de su vida como se proporciona en la así llamada “Hari-vansa”, un posterior suplemento de la épica, y también en algunas de las Puranas de los siglos noveno o décimo de nuestra era, que el carácter del popular Krishna aparece con verdadera claridad. Aquí aprendemos que Krishna era uno de los ocho hijos de noble cuna, a quienes un Herodiano tirano estaba determinado a destruir. El dios infante fue salvado de los malvados designios del rey mediante su secreta sustitución por el bebé de un pastor. Krishna creció entre la simple gente campesina, mostrando prodigios de valor, e involucrándose en muchas aventuras con las Gopis, las esposas e hijas de los pastores. Ocho de ellas eran sus favoritas, pero amó sobre todo a una de ellas, Radha. Krishna finalmente tuvo éxito en matar al rey, y trajo paz al reino. Entre este deificado Hércules Hindú y Nuestro Divino Señor, no hay punto de comparación, salvo uno por contraste. Que la idea de una deidad encarnada debía ser encontrada en el pensamiento Hindú pre-Cristiano, no es tan destacable cuando consideramos que esto responde al anhelo de unión con Dios del corazón humano Pero lo que es a primera vista sorprendente es encontrar en los escritos religiosos subsiguientes al “Mahabharata” relatos legendarios de Krishna que son casi idénticos a las anécdotas de Cristo en los Evangelios canónicos y apócrifos. Desde el nacimiento de Krishna en un establo, y su adoración por los pastores y magos, el líder es llevado a través de una serie de eventos que son la exacta contraparte de aquellos relatados sobre Nuestro Divino Señor. Escritores hostiles al Cristianismo se aferran a esta cadena de parecidos, muy exactos para ser mera coincidencia, para condenar a los escritores del Evangelio de plagiadores de los originales Hindúes. Pero resulta ser todo lo contrario. Todos los Indianistas autorizados están de acuerdo de que estas leyendas de Krishna no son anteriores al siglo séptimo de la Era Cristiana y deben haber sido tomadas de fuentes Cristianas VI. HINDUÍSMO TARDÍO O SECTARIO El persistente debilitamiento de la influencia Brahmánica, como consecuencia de las sucesivas olas de conquista extranjera, hizo posible que las preferencias religiosas de la inmensa, heterogénea población de India se afirmaran más fuertemente. Tanto el Sivaísmo como el Vishnuísmo se apartaron más y más fuertemente de la tradición Brahmánica, y asumieron un carácter decididamente sectario hacia la vieja religión y también hacia las otras, Con este debilitamiento de la influencia Brahmánica absorbieron los más groseros de los elementos de culto del pueblo bajo, y se convirtieron en una mala práctica por el incremento de ritos inmorales y supersticiones humillantes. Mientras, por una parte, la práctica del ascetismo fue llevada a sus mayores extremos de fanatismo, por otra la doctrina de bhakti fue pervertida en un sistema de grosera indulgencia sexual, para los cuales sirvieron como modelo y autorización, los amores de Krishna y las Gopis. Las distinciones de castas Brahmánica se rompió, y fue afirmada una igualdad de todos los hombres y mujeres, al menos durante las ceremonias de adoración públicas. Los ritos Brahmánicos fueron en gran medida reemplazados por otros particulares a cada culto y se sostenía que eran todo-suficientes para la salvación. Se levantaron por todas partes espléndidos templos a Siva, Vishnu, y sus dos avatares humanos; innumerables ídolos y símbolos fálicos llenaron la tierra; y cada culto rival alababa a su propia deidad especial como la suprema, subordinando a todas las demás a ella, y miraba con más o menos desprecio las formas de adoración distintas de la propia. Un factor que contribuyó muchísimo a la degradación de estas formas sectarias de religión fue la veneración de la Sakti, o lado femenino de estas deidades. La teología popular no descansaría hasta que cada deidad fuera suplementada con una esposa, en la cual era personificada la naturaleza activa del dios. A Siva se asoció una antigua diosa del río, Sarasvati, honrada como patrona de las letras. La Sakti de Vishnú fue Sri, o Lskshmi, patrona de la buena fortuna. Con Siva el destructor fue asociada la terrible, sedienta de sangre, mágica diosa Durga, o Kali, antes deleitándose con víctimas humanas, y ahora apaciguada con sacrificios de cabras y búfalos. Rama tenía su consorte, Sita, y Krishna su Gopi favorita. Radha. El culto a estas Saktis, particularmente la consorte de Siva, Durga-Kali, degeneró en escandalosas orgías de ebriedad e inmoralidad sexual, la que aún hoy son el clamoroso escándalo del Hinduismo. Tales fueron los desarrollos sectarios de los tiempos post épicos. Hallaron su expresión en las inferiores, casi históricas Puranas, del siglo séptimo y siguientes, y en los Tantras, que son aún más modernos y enseñan el culto mágico simbólico a Sakti. Ninguna de esta clase de escritos son considerados canónicos por los Brahmanes ortodoxos. De los doscientos millones de adherentes al Hinduísmo de hoy, solamente unos pocos cientos de miles pueden ser llamados devotos del Brahmanismo ortodoxo. El sivaísmo y el vishnuísmo han ensombrecido la mas antigua religión como un exuberante cultivo de mala hierba venenosa. En su perfil principal, estas dos grandes sectas han retenido las características del período Purana, pero diferencias en sus opiniones sobre puntos menores han llevado a la multiplicación de divisiones cismáticas, especialmente entre los cultores de Vishnu. Ambas sectas, que son hoy en día razonablemente tolerantes entre sí, tienen una cantidad de prácticas devocionales y litúrgicas que son parecidas en su tipo, auque están marcadas por diferencias en su creencia sectaria. Ambos, Sivaitas y Vishnuitas ponen gran énfasis en el frecuente recitado de los numerosos nombres de sus respectivos dioses supremos, y para facilitar esta piedad, cada uno lleva consigo, a menudo alrededor de su cuello, un rosario que varía en material y en el número de cuentas de acuerdo a si es dedicado a Siva o a Vishnu. Cada secta tiene una iniciación en los ritos, que es conferida a los jóvenes a la edad de su uso de razón y en la cual el gurú oficiante pone un rosario alrededor de cuello del aspirante y susurra en su oído el mantra, o lema sagrado, el recitado del cual sirve como una profesión de fe y es una obligación diaria. Otro rito común a ambas es aquel en el cual el oficiante que preside, marca sobre el cuerpo del devoto con un metal caliente, sellos con los símbolos sagrados de su secta, el tridente y la linga de Siva, o el disco y la concha (o loto) de Vishnu. Pero en sus principales actos de culto ceremonial las dos sectas difieren radicalmente. El Sivaita toma su blanco guijarro de piedra, el emblema fálico convencional que siempre lleva con él, y mientras murmulla su mantra, la rocía con agua y le aplica refrescantes hojas de Bilva. Debido a su simplicidad y bajo precio, este rito está muy en voga entre las ignorantes clases bajas. El rito de Vishnu es menos degradante pero más infantil. Consiste en un elaborado y costoso culto de la imagen de Vishnu en el templo, o más a menudo de Rama, o Krishna. La imagen es diariamente despertada, desvestida, bañada, vestida con ricas batas y adornada con collares, brazaletes, coronas de oro y piedras preciosas, alimentada con tipos de comida escogidas, honrada con flores, luces, e incienso, y entonces entretenida con música vocal e instrumental, y con danzas por las chicas del templo de dudosa virtud, consagradas a este servicio. Como Krishna es generalmente adorada en la forma de una imagen de niño, su diversión consiste mayormente en el mecido de su imagen, el girado de trompos, y otros juegos gratos al corazón de los niños. Siva, también tiene sus templos, que rivalizan en magnificencia con los de Vishnu, el lugar sagrado es el santuario de la linga, y el culto en el templo consiste en la aplicación de agua y hojas de Bilva al símbolo de piedra. Las paredes interiores de estos templos, y de los de Vishnu también, están cubiertas con chocantes representaciones de pasión sexual, y sin embargo, es extraño decirlo, estas formas de religión, mientras dan autorización hasta la indulgencia de las más bajas pasiones, al mismo tiempo inspiran a otros devotos a la prácticas del más severo ascetismo. Ellos deambulan en solitario silencio, desnudos y sucios, sus cabellos enmarañados por largo descuido, sus cuerpos reducidos a mera piel y huesos a fuerza de increíbles ayunos. Ellos se pararán inmóviles por horas bajo un abrazante sol con sus enflaquecidos brazos levantados hacia el cielo. Algunos andan con su rostro siempre vuelto hacia arriba. Es conocido que algunos han mantenido sus puños fuertemente apretados hasta que sus crecientes uñas sobresalieron a través del dorso de sus manos. VII. MOVIMIENTOS DE REFORMA Preclaros Hindúes de los tiempos modernos han hecho intentos de instituir una reforma en el Hinduismo mediante el rechazo de todos los ritos idólatras e inmorales, y mediante el restablecimiento de una forma cultual puramente monoteísta. De ellos, el más antiguo y notable fue el así llamado Brahmá Samaj (Congregación de Brahmá), fundada en Calcuta en 1828, por el ilustre Rammohun Roy. Él trató de combinar una forma Unitaria de Cristianismo con la concepción Brahmánica de un Dios personal supremo. Después de su muerte en 1833, las diferencias de opinión sobre la naturaleza de Dios, la autoridad de los Vedas y la obligación de las costumbres de casta causaron la división de la sociedad en una cantidad de pequeñas congregaciones. En el presente hay más de cien congregaciones teístas independientes en la India. Algunas, como la Arya Samaj, se basan únicamente en la autoridad de los Vedas. Otras son eclécticas, aún al grado de escoger para sus lecturas devocionales en sus servicios públicos pasajes del Avesta, del Corán y la Biblia. Pocos de ellos son totalmente libres de la contaminación del panteísmo, y, al ser más parecidos a clubes para el mejoramiento intelectual y moral que para formas rituales de adoración, hicieron poco progreso en el camino de conversión. En resumen, el Brahmanismo no puede tener éxito en reformarse a sí mismo. Sus antiguos libros sagrados están embebidos en el politeísmo del cual creció, y la visión panteísta del mundo, con la cual estuvo más tarde comprometido, ha sido como un peso muerto que lo arrastra sin esperanza en la estancada charca de la superstición, del pesimismo y de la inmoralidad. En virtud de su actitud panteísta, no hay forma de religión, superior o inferior, que no pueda ser tolerada e incorporada en su amplio sistema. La indiferencia del Brahmanismo hacia el grosero colectivo del Hinduismo no es, después de todo, nada más que el reflejo de la indiferencia de su supremo dios. El pecado pierde la mayor parte de su fealdad cuando puede ser rastreada al final, hasta el gran impersonal Brahmâ. No hay sino una forma de religión que tiene alguna posibilidad de reformar la vida religiosa de la India, y es la Católica Romana. Por la oscura, panteísta deidad puede tomar forma el Uno, Eterna, Personal Espíritu y creador; por la tosca Trimurti, la sublime Trinidad; y por los vulgares y degradantes avatares de Vishnu, la encarnación del Hijo de Dios. Ella puede reemplazar los idólatra e inmorales ritos Hindúes con son sus propia impresionante liturgia, y sustituir por la Cruz a la abominable linga. El Brahmanismo, al ser una religión natural y un privilegio de nacimiento Hindú, nunca ha hecho ningún intento concertado de proselitismo en tierras extranjeras. Pero algunos años atrás fueron dados pasos por parte de unos pocos individuos de Inglaterra para infiltrar en gente angloparlantes un nuevo sistema religioso que tiene incorporada la creencia panteísta y la superstición mágica de la escuela Vedanta del Brahmanismo. Este nuevo sistema, conocido como Teosofía, iba a estrechar entre sus brazos miembros de toda forma de religión, reconciliando todas la diferencias de credo en la visión panteísta de que todas las deidades, superiores e inferiores, no son sino emanaciones transitorias de la suprema, incomprensible Realidad, cuya devoción constituía la religión superior. Este cuasi-culto, que además tenía pretensiones de ejercitar poderes mágicos, pronto encontró el ridículo y repudio que merecía. En el presente es prácticamente obsoleto.

Textos.-- Muir, Original Sanskrit Texts, 5 vols. (Londres, 1868-70); Mueller, Vedic Hymns in Sacred Books of the East, XXXII; Oldenberg, Vedic Hymns, ob. cit. XLVI; Bloomfield, The Atharva Veda, ob. cit., XLII; Eggeling, The Satapatha Brahmana. ob. cit., XII, XXVI, XLI; Mueller, The Upanishads, ob. cit., XV; Oldenberg and Mueller, The Grihya-Sutras, ob. cit., XXIX, XXX; Buehler, The Sacred Laws of the Aryas, ob. cit., II, XIV; idem, The Laws of Manu, ob. cit., XXV; Thibaut, The Vedanta-Sutra, ob. cit. XXXIV, XXXVIII; Telang, The Bhagavad-Gita, ob. cit VIII; Bournouf-Roussel, Le Bhagavata Purana, 5 vols. (Paris, 1898). General Treatises.--Barth, The religions of India (Londres, 1882); Monier-Williams, Brahminism and Hinduism, or Religious Thought and Life in India (Londres, 1891); Idem, Hinduism (Londres, 1897); Idem, Indian Wisdom (Londres, 1876); Hopkins, The Religions of India (Boston, 1895); Dubois, Hindu Manners, Customs, and Ceremonies (Oxford, 1897); Gough, The Philosophy of the Upanishads and Ancient Indian Metaphysics (Londres, 1882); Deussen, Das System des Vedanta (Leipzig, 1883); Idem, Der Philosophie der Upanishads (Leipzig, 1899); Kaegi, The Rig-Veda (Boston, 1886); Oldenberg, Die religion des Veda (Berlin, 1894); Colebrooke, Miscellaneous Essays, 2 vols. (Londres, 1873); Weber, The History of Indian Literature (Londres, 1892); Dahlman, das Mahabharata (Berlin, 1895); Shoebel, Las Ramayana in Annales du musee Guimet (Paris, 1888), XIII; de la Saussaye, Lehb. der Religionsgesch. (Freiburg, 1905), II.

CHARLES F. AIKEN Transcripto por M. Donahue Traducido por Luis Alberto Alvarez Bianchi