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Viernes, 19 de abril de 2024

Diferencia entre revisiones de «Ammonas: Carta XII La soledad»

De Enciclopedia Católica

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¡A los amadísimos en el Señor, un alegre saludo! 142  
 
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Revisión de 03:14 21 ene 2010

La soledad 141

¡A los amadísimos en el Señor, un alegre saludo! 142

Mis hermanos muy queridos, ustedes saben, también ustedes, que después de la transgresión de un mandamiento el alma no puede conocer a Dios 143 , si no se aleja de los hombres y de toda distracción. Porque entonces ella podrá ver el ataque de los enemigos que combaten contra ella; pero cuando vea al enemigo que lucha contra ella y triunfe de sus ataques, que le sobrevienen de tiempo en tiempo, el Espíritu de Dios entonces permanecer en ella y toda su pena ser cambiada en alegría y exultación. Si de nuevo es vencida en el combate, entonces le vienen tristezas, disgustos y muchas otras aflicciones varias 144 .

Por eso los santos Padres 145 vivieron como solitarios en lugares desiertos: Elías el Tesbita, Juan Bautista y los otros Padres. No crean que fue cuando se hallaban en medio de los hombres que los justos progresaron, junto a ellos, en la virtud 146 , sino que antes habitaron en una gran soledad, para conseguir que la fuerza de Dios habitar en ellos 147 . Después Dios los envió en medio de los hombres, cuando ya poseían las virtudes, para servir a la edificación de los hombres 148 y curar sus enfermedades, pues ellos fueron los médicos de las almas y pudieron curar sus enfermedades 149 . Por esto, pues, arrancados de la soledad, fueron enviados a los hombres; pero no fueron enviados sino cuando todas sus propias enfermedades estuvieron curadas. Es imposible, en efecto, que Dios los mande para servir a la edificación de los hombres si todavía están enfermos. Pero los que salen antes de ser perfectos, salen por su propia voluntad y no por la voluntad de Dios. Y Dios dice de esos tales: "Yo no los envié, pero ellos corrieron" (Jr 23,21), etc. A causa de esto, no pueden ni custodiarse a sí mismos, ni servir a la edificación de otra alma.

Por el contrario, los que son enviados por Dios no quieren abandonar la soledad 150 , pues saben que es gracias a ella que han adquirido la fuerza divina; pero para no desobedecer a su Creador, salen para servir a la edificación de los otros, imitando al Señor, porque el Padre envió del cielo a su verdadero Hijo para que Él curase todas las debilidades y todas las enfermedades de los hombres 151 . Est escrito: Tomó nuestras debilidades y cargó nuestras enfermedades (Is 53,4). He aquí por qué todos los santos que van a los hombres para curarlos, imitan al Creador en todo, para llegar a ser dignos de convertirse en hijos adoptivos de Dios y para vivir, también ellos, como el Padre y el Hijo, por los siglos de los siglos 152 .

He aquí, amadísimos, que les he mostrado la fuerza 153 de la soledad, cómo ella cura en todos los aspectos 154 y cómo le es grata a Dios 155 . Por eso les escribí que fueran fuertes en lo que emprendieran. Sépanlo, es por la soledad que progresaron los santos y la fuerza divina habitó en ellos, dándoles a conocer los misterios celestiales, y fue así que expulsaron toda la vetustez de este mundo. Quien les escribe también llegó a esa meta por el mismo camino.

Muchos son los monjes de nuestro tiempo que no han sido capaces de perseverar en la soledad, porque no pudieron vencer su voluntad. Por eso viven siempre entre los hombres, no siendo capaces de renunciar, de huir de la compañía de los hombres y de emprender el combate. Abandonando la soledad, se conforman con consolarse con sus prójimos por toda su vida. A causa de esto no alcanzan la dulzura divina ni la fuerza divina habita en ellos. Porque cuando esa fuerza se les presenta, los encuentra buscando su felicidad en el mundo presente y en las pasiones del alma y del cuerpo. Y no puede descender sobre ellos. El amor del dinero, la vanagloria, todas las otras enfermedades y distracciones del alma impiden que la fuerza divina descienda sobre ellos.

La mayoría no han podido progresar en esto, porque han permanecido en medio de los hombres y no han logrado, a causa de esto, vencer todas sus voluntades. No han querido, en efecto, vencerse a sí mismos al extremo de huir de las distracciones causadas por los hombres, sino que permanecen distraídos unos con otros. Por eso no han conocido la dulzura de Dios y no han sido juzgados dignos de que su fuerza habite en ellos, y les dé el carácter celestial. Así, la fuerza de Dios no habita en ellos, pues están acaparados por las cosas de este mundo, entregados a las pasiones del alma, a las glorias humanas y a las voluntades del hombre viejo. Es de esta forma que Dios nos testimonia lo que debe suceder.

Fortifíquense, entonces, en lo que hacen. Porque quienes abandonan la soledad no pueden vencer sus voluntades ni imponerse en el combate que se entabla contra su adversario. A causa de esto no tienen más la fuerza de Dios que habita en ellos. Ella no mora en los que sirven a sus pasiones 156 . Pero ustedes vencieron las pasiones y la fuerza de Dios vendrá por sí misma a ustedes.

Pórtense bien en el Espíritu Santo.

Selección José Gálvez Krüger

Fuente: Biblioteca Electrónica Católica



141

Se conserva en sirio (nro. 12), georgiano (nro. 3), griego (nro. 1), árabe (nro. 18), armenio (nro. 3) y etíope (nro. 2). 142

Este saludo falta en el griego. 143

El griego agrega: "Como corresponde" (o: es necesario). Otras versiones añaden: "Fácilmente". 144

El griego trae un texto un tanto diverso: "Durante esas luchas, le infligir n aflicciones y tristezas con muchos otros disgustos variados, pero que no se asuste, porque no prevalecer n contra aquella que vive en la soledad". 145

Griego: "Nuestros santos padres"; georgiano y etíope agregan: "Los primeros santos padres". 146

La traducción sigue el texto griego, la versión siríaca parece un poco más oscura: "No consideren que eran justos por realizar las obras de justicia habitando en medio de los hombres...". 147

"Si quieres que la fuerza de Dios venga sobre ti, ama el ayuno y huye de los hombres"; carta de Arseno, 32 (Lettres, p. 41, nota 1). 148

El texto siríaco dice: "Para ser los dispensadores de Dios"; se sigue la lectura del georgiano, del griego y del armenio. 149

Cf. Vida de Antonio 87: Antonio "médico de todo Egipto" (Lettres, p. 41, nota 2). 150

Cf. Vida de Antonio, 85. 151

Cf. las cartas de san Antonio: III,2; IV,2-3; V,2; VI,2. 152

Desde "imitando al Señor" hasta el final de este párrafo, el texto falta en el georgiano, en el griego, en el armenio y en el etíope. 153

Georgiano y armenio: "El fruto"; etíope: "Los frutos". 154

Lectura del siríaco, que falta en georgiano, griego, armenio y etíope. 155

Lo que sigue, hasta el final del párrafo, no se encuentra en el georgiano, griego, armenio y etíope. 156

Tal el texto de las versiones georgiana, griega, armenia y etíope. El sirio lee: "Porque quienes abandonan la stez"), el sirio trae: "De los que están completamente purificados de sus pasiones".