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Martes, 23 de abril de 2024

Abadesa Pirkheimer

De Enciclopedia Católica

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Caridad Pirkheimer, abadesa del Convento de Santa Clara, de las Clarisas Pobres, en Nuremberg, y hermana del famoso humanista Willibard Pirkheimer. Nació en Nuremberg el 21 de marzo de 1466, y murió en esa misma ciudad el 19 de agosto de 1532. A la edad de doce años obtuvo una sobresaliente formación espiritual en la clausura de Santa Clara.

No se conoce cuando entró en la vida religiosa. Se reconoce que ella encontró a una amiga en Apollonia Tucher, cuyo sobrino Christoph Scheurl, tituló “la corona de su convento, un espejo de virtud, un modelo de hermandad”, y llegó a ser superiora en 1494.  Al fines de siglo, ella también llegó a ser amiga de un primo de Apolonia, el preboste Sixtus Tucher. Esta amistad halla expresión en  treinta y cuatro cartas de Tucher a las dos monjas,  en las que se trata especialmente temas espirituales y de la vida contemplativa.

Caridad, quien en 1500 fue una maestra y quizá directora de novicias, fue seleccionada abadesa el 20 de diciembre de 1503. Los primeros veinte años en el ejercicio de su cargo los pasó en la paz de la vida contemplativa. Pudo leer autores latinos y así adquirió un estilo clásico. Sus lecturas favoritas fueron los trabajos de los Padres de la Iglesia, especialmente San Jerónimo. Su hermano Willibardo fue guía y maestro de sus estudios. Su hermano le dedicó en 1513 su traducción latina del tratado de Plutarco, “Sobre la Pospuesta Venganza de la Deidad” y alaba en el prefacio su educación y amor por el estudio, contra lo cual Caridad “más molesta que sorprendida” protestó indicando que ella no era una erudita, sino sólo amiga de los sabios. En 1519, él le dedicó a sus hermanas, Caridad y Clara, quien desde 1494 se hizo Clarisa Pobre, el trabajo de San Fulgencio, y en 1521 tradujo para ellas los sermones de San Gregorio Nacianceno. Varios de los amigos humanistas de Pirkheimer llegaron a relacionarse con la altamente ilustrada abadesa. Conrado Celtes le regaló su edición de los trabajos de la monja Hrosvit (Roswitha) de Grandersheim, sus propios poemas, y en un elogio la ensalza como la insigne honra de la patria alemana. Caridad le agradeció, pero le aconsejó francamente elevarse del estudio de los escritos paganos a los Libros Sagrados, de lo terrenal a lo celestial. Christoph Scheurl le dedicó en 1506, su “Utilitates missae” (Utilización de la Misa); en 1515 él publicó las cartas de Tucher a Caridad y Apollonia. Ella fue altamente estimada por George Spalatin, Kiliam leib, Johannes Butzbach y el célebre pintor Durero. Pero a pesar de todos estos elogios y estima, Caridad no desarrolló orgullo. Ella permaneció simple, amable, modesta e independiente, uniendo en perfecta armonía alta educación y profunda piedad. Fue así que pudo resistir las tentaciones severas que la amenazaron durante los últimos diez años de su vida.

Cuando las doctrinas luteranas llegaron a Nuremberg, terminó la paz del convento. Caridad ya había perdido simpatías por  una carta a Emser (1522) en la cual le agradecía sus valientes acciones como “el poderoso defensor de la fe cristiana”.  Desde 1524, el gobernador había tratado de  reformar el convento y adueñarse de de las propiedades. El asignó predicadores luteranos al convento de las Clarisas Pobres, a los cuales  las monjas fueron obligadas a escuchar.  El agudo e intolerante inspector Nützel, renovó incansablemente sus intentos de perversión, mientras que la gente en las afueras se amotinaba, tiraba piedras dentro de la iglesia y entonaba canciones escandalosas. Tres monjas, a requerimiento de sus padres y a pesar de su resistencia, fueron sacadas violentamente del convento. 

Por el contrario, Melancton, durante su residencia en Nuremberg en 1525, fue muy amigable con ellas, y a él se le atribuye la disminución de la persecución. No obstante, el convento fue privado del cuidado de las almas, fue altamente gravado de impuesto y finalmente sentenciado a una muerte lenta. Con valor constante y superioridad ingeniosa, Caridad defendió sus derechos contra los ataques del consejo de la ciudad, las abusivas palabras de los predicadores y las vergonzosas difamaciones de la gente. Sus memorias iluminan este período de sufrimiento hasta 1528.

Su última experiencia en términos de felicidad terrenal, fue la impresionante celebración de su  jubileo en la  Pascua de 1529. Al final una muerte pacífica la libró de los sufrimientos del cuerpo y de los ataques de los enemigos de su convento. Su hermana Clara y su sobrina Katrina, hija de Willibaldo, le sucedieron  en el cargo de abadesa. La última abadesa fue Ursula Muffel.   El convento fue cerrado a fines del siglo.

KLEMENS LÖFFLER. Transcripción de W. G. Kofron Traducido al castellano por Giovanni E. Reyes Revisido y corregido por Luz María Herández Medina