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Jueves, 28 de marzo de 2024

Reserva del Santísimo Sacramento

De Enciclopedia Católica

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Reserva del Santísimo Sacramento se refiere a la práctica de, después de la celebración de la liturgia, guardar una porción de los elementos consagrados para la comunión de los enfermos o para otros propósitos piadosos. La extrema antigüedad de tal reserva no puede ser discutida. Ya San Justino Mártir, en el primer relato detallado de la práctica eucarística que poseemos, nos dice que al final de la liturgia "hay una distribución a cada uno y una participación de aquello sobre lo cual se ha dado gracias, y los diáconos llevan una porción a aquellos que están ausentes" (I Apol., LXXXVII). Asimismo, San Ireneo, según citado por Eusebio (Hist. Ecl., V.24.15), le escribió al Papa Víctor que "los presbíteros ante ti que no la observaban (esto es, la práctica “cuartodecimana” (Vea artículo Controversia Pascual)) enviaron la Eucaristía a los de otros distritos que sí la observaban”. Tertuliano usa la palabra reservare propiamente dicha, y parece sugerir que un hombre que tenía escrúpulos por romper su ayuno en días de ayuno podía acercarse a la Mesa Sagrada y llevar el Santísimo Sacramento con él para consumirlo luego —"accepto corpore Domini et reservato, utrumque salvum est, et participatio sacramenti et executio officii" ("De orat.", XIX; C. S. E. L., XX, 192. Cf. "Ad ux.", II, 5).

En San Cipriano, a mediados del siglo III, ya encontramos el registro de milagros eucarísticos, como, por ejemplo, cuando nos habla de una mujer que intentaba abrir con manos contaminadas la arqueta (arca) en la que mantenía el Santísimo Sacramento y fue disuadida por las llamas que estallaron de él (De lapsis, 26, CSEL, I, 256). Y, de nuevo, aproximadamente en el mismo período, un relato escrito por San Dionisio de Alejandría fue copiado por Eusebio (Ecclesia, VI.XLIV), del cual se deduce que un sacerdote, por estar enfermo e incapaz de visitar él mismo a un moribundo, el cual le había enviado un muchacho a pedir el Santo Viático en medio de la noche, le dio al niño una porción de la Eucaristía para llevar al enfermo que debía consumirla humedecida con agua. Esta historia ilustra el primer y principal propósito de la reserva, que es así formalmente establecido en el decimotercer canon de Nicea: "Con respecto a los moribundos, se debe seguir observando la antigua regla de la Iglesia, que prohíbe que cualquiera que esté a punto de morir se vea privado del último y muy necesario Viático” (en griego: tou teleutaiou kai anagkaiotatou ephodiou). Pero también era permitido claramente a los cristianos, especialmente en tiempos de persecución, mantener el Santísimo Sacramento en su posesión para que lo recibieran en privado (véase, por ejemplo, San Basilio, Ep. CCLXXXIX, “Ad César” y San Jerónimo, Ep. I, "Ad Pammach.", 15). Este uso duró muchos siglos, especialmente bajo ciertas circunstancias excepcionales, por ejemplo, en el caso de los ermitaños. Una respuesta dada por el obispo de Corinto a Lucas el Joven, un anacoreta en Acaya en el siglo X, explica en detalle cómo se debe recibir la Comunión bajo tales circunstancias (Combefis, “Patr. Bib. Auctuar.”, II, 45).

En una fecha anterior, cuando ciertos monjes herejes del Monte Calamón en Palestina expresaron sus dudas sobre si la Sagrada Eucaristía que había sido guardada para el día siguiente no perdía su consagración, San Cirilo de Alejandría escribió (PG, LXXVI, 1075) que aquellos que hablaban así debían estar locos (maínontai). Lo que es más sorprendente, continuó siendo costumbre en muchas casas religiosas de mujeres en Occidente hasta los siglos XI y XII o más tarde el recibir en el día de su profesión solemne una pequeña provisión del Santísimo Sacramento, y con esto pasaban un período de ocho días en una especie de retiro, en los cuales eran libres de "participar diariamente de este alimento celestial" (véase Marténe, "De Antiquis Ecclesiae Ritibus", II, 187). También sabemos que los cristianos trataban de llevar con ellos el Santísimo Sacramento en tiempos de grave peligro como medio de protección (San Ambrosio, "De Excessu Fratris", I, 43) o como fuente de consuelo. Además, como se señaló anteriormente, la Eucaristía era enviada de un obispo a otro en señal de comunión caritativa; y se desprende del primer "Ordo Romano" (núms. 8 y 22) que una porción de la Eucaristía que quedaba de un sacrificio anterior se mezclaba con los elementos consagrados en la próxima celebración, probablemente como muestra de continuidad; mientras que la práctica de la Misa de los Presantificados, en la que se utilizan las especies previamente consagradas, fue desde un período temprano prescrita en la Iglesia Oriental para toda la Cuaresma, excepto los domingos.

Por otra parte, parece que no hay evidencia confiable de que antes del año 1000, o incluso más tarde, el Santísimo Sacramento se mantuviese en las iglesias con el fin de que los fieles pudiesen visitarlo o rezar ante Él. La evidencia que se ha citado como prueba de tal práctica se encontrará en una inspección más cercana por decirlo de otra manera. Por ejemplo, aunque San Optato de Mileve ("De Schism. Don.", VI, I, en PL, XI, 1066) llama al altar el trono del Cuerpo y la Sangre de Cristo (sedes et corporis et sanguinis Christi), también se describe el altar en el mismo contexto como el lugar donde el Cuerpo y Sangre de Cristo moran por un breve tiempo (per certa momenta). Además, la verdadera explicación de un pasaje en el que San Gregorio Nacianceno describe a su hermana Gorgonia como visitando el altar en medio de la noche (PG, XXXV, 810) parece ser que ella fue allí a buscar migajas o rastros de las especies eucarísticas que pudieran haber caído accidentalmente y haber sido pasadas por alto (vea Journal of Theol, Stud, enero de 1910, págs. 275-278). Probablemente, entonces, sería correcto decir que hasta la Edad Media tardía, los que acudían a la iglesia a orar fuera de las horas de servicio no venían tanto para honrar la presencia eucarística, sino para orar ante el altar sobre el cual Jesucristo solía descender cuando se pronunciaban las palabras de consagración durante la Misa.

En cuanto a la forma y el lugar de la reserva, durante los primeros siglos no hubo gran uniformidad de la práctica. Sin duda, la Eucaristía se mantenía a menudo en casas particulares, pero un Concilio de Toledo en 480, que denunciaba a los que no consumían inmediatamente las especies sagradas cuando las recibían del sacerdote en el altar, muy posiblemente marca un cambio en este sentido. Por otra parte, numerosos decretos de sínodos y penas que se introducen en los libros penitenciales imponen a los párrocos el deber de reservar el Santísimo Sacramento para el uso de los enfermos y moribundos y, al mismo tiempo, guardarlo con reverencia y seguridad, contra cualquier peligro de corrupción de las sagradas especies. Para este propósito se usaban comúnmente unos cofres en forma de paloma o de una torre, hechas en su mayoría de uno de los metales preciosos, pero no aparece claramente si en la Edad Media temprana estas vasijas eucarísticas se guardaban sobre el altar, en otra parte en la iglesia o en la sacristía.

Después del siglo X, el uso más común en Inglaterra y Francia parece haber sido suspender con un cordón el Santísimo Sacramento en un vaso en forma de paloma sobre el altar mayor; pero también se conocían los tabernáculos fijos y cerrados y de hecho eran prescritos por los reglamentos del obispo Quivil de Exeter a finales del siglo XIII, aunque en Inglaterra nunca llegaron a ser de uso general antes de la Reforma. En Alemania, en los siglos XIV y XV, prevaleció ampliamente la costumbre de guardar la Eucaristía en una "casa sacramental", a menudo bellamente decorada, separada del altar mayor, pero sólo a una corta distancia de él, y al lado norte, o Evangelio, de la iglesia. Esta costumbre parece haberse originado en el deseo de permitir que el Santísimo Sacramento fuese visto por los fieles sin contravenir exactamente los decretos sinodales que prohibían cualquier exposición continua. La puerta de la casa sacramental estaba invariablemente hecha de un trabajo de celosía metálica, a través del cual se podía distinguir al menos obscuramente el vaso que contenía las especies sagradas.

En los tiempos modernos se han hecho muchas disposiciones para asegurar la reverencia y la seguridad en la reserva del Santísimo Sacramento. Respecto a la renovación de las especies, se establece que la Eucaristía no debe quedarse más de un mes, mientras que se recomienda un intervalo mucho menor y generalmente se sigue en la práctica. La práctica de encender una luz ante el tabernáculo u otro receptáculo data del siglo XIII o antes, pero al principio no se consideraba de obligación estricta. En la Iglesia Griega el pan consagrado es humedecido con las especies de vino y conservado como una especie de pasta que se desmorona.


Bibliografía: RAIBLE, Der Tabernakel einst und jetzt (Freiburg, 1908); CORBLET, Histoire du Sacrement de l'Euchariste (Paris, 1888); BRIDGETT, History of the Blessed Eucharist in Great Britain (London, 1908); THURSTON, in The Month (1907), 377 and 617.

Fuente: Thurston, Herbert. "Reservation of the Blessed Sacrament." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12, págs. 784-785. New York: Robert Appleton Company, 1911. 2 Aug. 2017 <http://www.newadvent.org/cathen/12784b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina