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Viernes, 19 de abril de 2024

Hernando de Soto

De Enciclopedia Católica

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Explorador y conquistador. Nació en Villanueva de la Serena (actualmente Barcarrota), Badajoz, España, en 1496 o 1500; murió a las orillas del Mississippi a fines de junio de 1542. Le fue concedido el grado de capitán de caballería en 1516 por Pedrarias Dávila (conocido también como Pedro Arias de Ávila), gobernador del Darién, quien admiraba su valentía; y tuvo un papel activo en la conquista de algunas porciones de América Central. En 1523 acompañó a Francisco Fernández de Córdoba quien por órdenes de Pedrarias partió de Panamá con una expedición que exploró Nicaragua y Honduras, conquistando y colonizando el país a medida que avanzaban. En 1532 se unió a la expedición de Francisco Pizarro que salió de Panamá para la conquista del Perú. Reconociendo su importancia, Pizarro nombró a de Soto su segundo en el mando, aunque ello causo cierta oposición en los hermanos de Pizarro. En 1533 fue enviado al mando de una pequeña expedición para explorar las tierras altas del Perú y descubrió el gran camino real que llevaba a la capital. Poco después fue nombrado por Pizarro como embajador para visitar al Inca Atahualpa, señor del Perú, y fue el primer español en hablar con él. Después de la aprehensión de Atahualpa, de Soto se hizo muy amigo suyo y lo visitaba con frecuencia en su encierro. De Soto tuvo un papel importante en las batallas que completaron la conquista del Perú, incluida la batalla en la que cayó el Cuzco, la capital. Al regresar de una expedición se enteró de que Pizarro había ordenado la muerte de Atahualpa de forma traicionera, a pesar de que aquél había pagado un gran rescate. De Soto se sintió muy a disgusto con ese crimen y desencantado de Pizarro y sus hermanos, regresó a España en 1536, llevándose consigo unas 18,000 onzas de oro, que era su parte del botín tomado a los incas. Se asentó en Sevilla, y con el oro que había llevado a casa, pudo establecerse a lo grande, con porteros, pajes, chambelanes, caballerangos y otros servidores necesarios para la casa de un caballero. En 1537 se casó con Inés de Bobadilla (a veces llamada Leonor o Isabel), hija de su antiguo protector Pedrarias Dávila. Se había asentado en Sevilla para llevar una vida tranquila, pero las exageradas historias de Cabeza de Vaca respecto a la vasta región llamada entonces Florida despertaron su ambición de conquistar esa tierra que él consideraba tan rica como el Perú. Entonces vendió todas sus propiedades y se dedicó a preparar una expedición con ese propósito. Recibió fácilmente de Carlos V, a quién había prestado dinero, los títulos de Adelantado de la Florida y Gobernador de Cuba, amén del título de marqués de una parte de las tierras que conquistara, pudiendo él escoger qué parte sería esa.

La expedición consistía de 950 hombres de armas, ocho sacerdotes seculares, dos dominicos, un franciscano y un trinitario, y todos serían transportados en diez barcos. A esta flota se unió una con veinte barcos más que iba camino a Veracruz, pero que estaría bajo las órdenes de de Soto mientras ambas flotas llevaran el mismo rumbo. La escuadra completa partió de Sanlúcar el 6 de abril de 1538. En la mañana del domingo de Pascua, quince días después, llegaron a Gomera, una de las islas Canarias, donde se detuvieron una semana, continuando después su curso sin incidente alguno. Cuando estaban cerca de Cuba, los veinte navíos que iban rumbo a México se separaron de los otros para continuar su ruta. Los diez navíos de de Soto llegaron poco después a Santiago de Cuba, donde los miembros de la expedición fueron bien recibidos por los cubanos, las celebraciones en honor de los recién llegados duraron varias semanas. El nuevo Gobernador visitó los pueblos cercanos a Santiago e hizo cuanto estuvo en su poder para mejorar sus condiciones de vida. Al mismo tiempo, reunió todos los caballos que pudo y, como en Cuba había abundancia de buenos equinos, no tardó mucho en tener una buena cantidad de monturas para los hombres de la expedición a Florida. Por ese tiempo, la ciudad de La Habana fue saqueada e incendiada por los franceses y de Soto, al enterarse de ello, despachó al Capitán Aceituno con algunos hombres para reparar las ruinas. Como deseaba partir pronto para la conquista de la Florida, nombro a Gonzalo de Guzmán como Teniente-Gobernador para administrar justicia en Santiago y sus alrededores, mientras que para los asuntos de estado dotó de plenos poderes a su esposa. Mientras tanto, continuó preparando la expedición a la Florida. A fines de agosto de 1538, los navíos partieron para La Habana, mientras que de Soto fue por tierra con 350 caballos y el resto de la expedición. Los dos grupos llegaron a La Habana con diferencia de pocos días y de Soto hizo planes de inmediato para la reconstrucción de la ciudad. También encargó al Capitán Aceituno la construcción de una fortaleza para protección del puerto y de la ciudad frente a un posible ataque en el futuro. Al mismo tiempo, ordenó a Juan de Añasco, un experimentado y apto marino para que saliera en avanzada a explorar los puertos de la Florida y así facilitar las cosas para cuando partiera la expedición principal. Añasco volvió después de unos cuantos meses y presentó un reporte satisfactorio.

La expedición estuvo lista por fin y el 18 de mayo de 1539 partió de Soto con una flota de nueve navíos. Tenía consigo a 1,000 hombres sin contar los marineros, todos bien armados y constituyendo la que fue considerada la expedición mejor equipada de todas las que se prepararon para la conquista del Nuevo Mundo. Navegaron con tiempo poco favorable hasta el 25 de mayo cuando divisaron tierra y anclaron en una bahía a la que nombraron del Espíritu Santo (actualmente la bahía de Tampa). El ejército puso pie en tierra por primera vez el 30 de mayo, a dos leguas de una aldea india. Desde ese punto, los españoles hicieron sus exploraciones de ese territorio salvaje y desconocido hacia el norte y el oeste durante casi tres años. Pasaron por una región que la violencia del invasor Narváez había hecho hostil, donde fueron constantemente engañados por los indios, que trataron de alejarlos lo más posible contándoles historias de una gran riqueza que existía en lugares remotos. Vagaron por muchos lugares, siempre llevándose desilusiones, pero siempre engañados por cuentos de una riqueza enorme más adelante, lo que los hacía continuar. Trataron a los indios con brutalidad siempre que los encontraban, de manera que estaban en guerra permanente con ellos. Partiendo de Espíritu Santo, de Soto, ya con una pérdida considerable de hombres, atravesó las provincias de Acuera, Ocali, Vitachuco y Osachile (todas ellas en la parte occidental de la península de Florida) con el propósito de llegar al territorio de Apalache (situado en la parte nordoccidental de la Florida, junto al Golfo de México), ya que consideraba la fertilidad y las condiciones marítimas de aquella región favorables para sus propósitos. Finalmente llegó a esa provincia y la dominó después de pelear con los indios. En octubre de 1539 de Soto envió a Juan Añasco con treinta hombres a la bahía de Espíritu Santo donde había dejado los barcos y una parte de su expedición con órdenes de salir de allí con los barcos y costear hasta llegar a la bahía de Aute (St. Marks en la bahía de Apalache) en la provincia de Apalache. Allí debería reunírsele Pedro Calderón, quién tenía órdenes de continuar por tierra con el resto de la expedición así como con las provisiones y el equipo para acampar que habían sido dejados en la costa. Al mismo tiempo, Gómez Arias debería navegar a La Habana para poner a la esposa de de Soto al corriente de los progresos de la expedición. Después de muchas dificultades, Añasco llegó a la bahía del Espíritu Santo, donde comenzó a cumplir las órdenes de de Soto con los barcos. Llegó a Aute sin problemas y allí se le unió Calderón con las fuerzas de tierra en conformidad con lo acordado. Mientras tanto, Gómez Arias ya había cumplido su misión en La Habana, donde los triunfos de los españoles en la Florida fueron cumplidamente festejados. Entonces, de Soto ordenó a Diego Maldonado, un capitán de infantería que le había servido bien, a dejar su puesto y tomar dos navíos con los que debería de explorar la costa de la Florida a una distancia de cien leguas al oeste de Aute, y hacer una mapa de sus bahías y entradas. Maldonado llevó esto al cabo de manera exitosa y a su regreso en febrero de 1540 fue enviado a La Habana con órdenes de informar a la esposa del Gobernador y a los cubanos todo lo que habían hecho y visto. De Soto le dio también órdenes de regresar en octubre y reunirse con él en la bahía de Achusi, la que Maldonado había descubierto en su expedición. Debía traer con él la mayor cantidad posible de navíos así como de municiones de guerra, provisiones y vestimenta para los soldados. Pero estaba destinado que de Soto no volvería a ver a Maldonado ni se beneficiaría de las provisiones que aquél habría de traerle porque aunque Maldonado pudo cumplir sus órdenes al pie de la letra, cuando llegó a Achusi en el otoño no encontró el menor rastro de de Soto. Espero algún tiempo y exploró el país a una buena distancia, pero sin encontrarlo, por lo que se vio forzado a regresar a La Habana. Lo intentó de nuevo al año siguiente, y una vez más al otro año, pero siempre con el mismo resultado negativo.

Mientras tanto, de Soto había salido de la provincia de Apalache en marzo de 1540 con la intención de explorar el país hacia el norte. Exploró las provincias de Altapaha (o Altamaha), Achalaque, Cofa y Cofaque, todas ellas en la parte oriental y norte de Georgia, teniendo bastante éxito. Después se encaminó en dirección sudoeste intentando llegar a la costa en Achusi, donde había quedado de reunirse con Maldonado y los barcos con las provisiones. Pero cuando llegó a la provincia de Tuscaluza en el sur de Alabama, donde le habían dicho que había inmensas riquezas, los indios, en gran cantidad, opusieron una resistencia más tenaz y le presentaron la más feroz batalla que había tenido hasta ese momento. La batalla duró nueve horas y fue ganada por los españoles, aunque casi todos los oficiales y la tropa, incluido el mismo de Soto, estaban heridos. De acuerdo a Barcilasso, hubo 79 españoles y 11,000 indios muertos en la batalla y además el pueblo de Mauvila (ahora Mobile) fue destruido por un fuego que también consumió las provisiones de los españoles. Estando en Tuscaluza, de Soto se enteró de unos barcos españoles que estaban en la costa en Achusi. Eran los barcos que Maldonado había traído de La Habana con las provisiones. De Soto creyó que llegaría allí rápidamente, porque se le había informado que estaba a sólo treinta leguas de la costa. Pero sus soldados estaban tan exhaustos que se vio forzado a descansar unos días. Fatigados por las largas caminatas y las dificultades que habían encontrado y desilusionados de no haber encontrado ningún tesoro, algunos de los seguidores de de Soto se confabularon secretamente para abandonarlo, llegar a Achusi y navegar a México o al Perú. Al enterarse de ello, de Soto cambió de planes y en lugar de marchar hacia la costa para reunirse con Maldonado, llevó a sus hombres hacia el interior, con dirección oeste, sabiendo que no se atreverían a desertar estando los barcos tan lejanos. Tenía esperanzas de llegar a Nueva España (México) por tierra. En una batalla nocturna (diciembre de 1540), perdió cuarenta hombres y cincuenta caballos, además de tener muchos heridos, y durante los próximos cuatro meses fue atacado casi todas las noches. En abril de 1541 llegó a un fuerte rodeado de una empalizada y al asaltarlo, casi todos sus hombres fueron heridos y muchos fueron muertos. Se dice que más de 2,000 indios murieron en esa batalla, pero había tantos españoles heridos que de Soto se vio obligado a detenerse unos días para poderlos atender. A pesar de sus continuas pérdidas, de Soto continuó hacia el interior, atravesando varias provincias en lo que ahora son los estados de la Unión Americana del Golfo de México, hasta que llegó al Mississippi en algún punto de la parte norte del actual estado de Mississippi.

Cruzó el río y continuó hacia el noroeste hasta llegar a la provincia de Autiamque, en la esquina noroeste de Arkansas, donde pasó el invierno de 1541 al 42 en el río Dayas, ahora llamado Washita. En la primavera de 1542, volviendo sobre sus pasos, llegó al río Mississippi en mayo o junio. Allí, el 20 de junio de 1542 (según algunos estudiosos el 21 de mayo), cayó víctima de la fiebre y se preparó a morir. Hizo su testamento, nombró a Moscoso de Alvarado como su sucesor en el mando de la expedición y se despidió de todos. Al quinto día, murió de Soto sin haber podido llegar a la Nueva España por tierra. Sus compañeros enterraron su cadáver en un enorme hoyo que los nativos habían excavado para sacar tierra de construcción para sus casas. Sin embargo, como de Soto había dado a entender a los indios que los cristianos eran inmortales, fue desenterrado posteriormente al temer los españoles que los hostiles indios pudieran encontrar el cadáver y al verlo muerto hicieran un ataque. Entonces, hicieron un hueco en el tronco de un gran árbol y metieron allí al cadáver que hundieron en el Mississippi, al que llamaron el Grande. Los diezmados restos de la expedición bajo el mando de Moscoso trataron de continuar su camino hacia el este, pero rechazados por los indios flotaron Mississippi abajo hasta que, después de muchos infortunios, llegaron a Pánuco, en México. La expedición de de Soto, aunque terminó de manera desastrosa, fue uno de los intentos más elaborados y persistentes de parte de los españoles por explorar el interior de los Estados Unidos. Fue la primera exploración amplia de por lo menos seis de los estados del sur de ese país: Carolina del Sur, Georgia, Florida, Alabama, Mississippi y Arkansas, y la historia escrita de dichos estados con frecuencia comienza con narraciones que hablan de la expedición de de Soto. De esas mismas narraciones obtenemos también las primeras descripciones de los Cherokees, Seminolas, Creeks, Apalachians, Choataws y otras famosas tribus de los indios del sur de los Estados Unidos. La historia de esta expedición también narra el descubrimiento del río Mississippi y el primer viaje de unos europeos por él. Debe anotarse que Alonso de Pineda descubrió las bocas del Mississippi en 1519 y que Cabeza de Vaca lo cruzó cerca de sus bocas en 1528.

SMITH tr., Narrative of the Career of Hernando de Soto in the Discovery of Florida, by a Knight of Elvas (New York, 1866); SHIPP, History of Hernando de Soto (Philadelphia, 1881); BANCROFT, History of the United States (New York, 1883-85); LOWERY, The Spanish Settlements within the Present Limits of the United States (1901); GRAHAM, Hernando de Soto (1903); BOURNE, A Narrative of de Soto (New York, 1904). VENTURA FUENTES Transcrito por WGKofron Traducido por Miguel Ángel Baglietto