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Jueves, 28 de marzo de 2024

Berengario de Tours

De Enciclopedia Católica

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Nacido en Tours alrededor de 999, murió en la isla de S. Cosme cerca de la ciudad, en 1088. Completó los estudios elementales en su ciudad natal y fue a la escuela de Chartres para estudiar artes y teología bajo la dirección del famoso Fulberto; se distinguió por su curiosa y rápida inteligencia. Parece que ya a esta edad sus inclinaciones mentales y opiniones singulares eran motivo de ansiedad para su maestro. (M. Clerval, Les Ecoles de Chartres au Moyen Age, Chartres, 1895.)

Tras la muerte de Fulberto (1029) Berengario dejó Chartres para encargarse como escolástico de la escuela de S. Martín de Tours. Su reputación se extendió rápidamente y atrajo de todas partes de Francia a distinguidos discípulos que más tarde ocuparon importantes cargos en la iglesia. Entre ellos se mencionan, aunque haya algunas dudas a Hildeberto de Lavardin, que fue obispo de Le Mans y arzobispo de Tours, S. Bruno, el fundador de los cartujos, Eusebio Bruno, más tarde obispo de Angers, Frolland, obispo de Senlis y Paulino, deán de Metz. En 1309 Berengario fue elegido archidiácono de Angers por Huberto, obispo de la ciudad, cargo que Berengario aceptó, aunque siguió viviendo en Tours dirigiendo su escuela.

Hacia 1407 las enseñanzas de Berengario sobre la Eucaristía comenzaron a llamar la atención. En la controversia eucarística del siglo nueve, Radbert Paschasius, después abad de Corbie, en su "De Corpore et Sanguine Domini"(831), había mantenido que en la Sagrada Eucaristía el pan se convierte en el cuerpo real de Cristo, en el mismo cuerpo nacido de María y crucificado. Ratramnus, un monje de la misma abadía defendió la opinión de que en la Sagrada Eucaristía no hay conversión del pan, que el cuerpo de Cristo está presente pero de una forma espiritual, y por ello no es el mismo nacido de la Virgen María y crucificado. Juan Escoto Eriúgena había apoyado la postura de que los sacramentos del altar son figuras del cuerpo de Cristo, un recordatorio del verdadero cuerpo y sangre de Cristo.(P. Batiffol, Etudes d'histoire et de théologie positive, 2d series, Paris, 1905.)

Cuando Hugues, Obispo de Langres, y Adelman, escolástico de Lieja, discutieron las enseñanzas de Berengario sobre el tema, éste respondió apelando a la autoridad de Escoto Eríugena. En este momento Lanfranc, abad del monasterio de Le Bec, atacó la opinión de Escoto como herética defendiendo la doctrina de Radbert Paschasius.

Berengario escribió una carta en su defensa que Lanfranc recibió en Roma, a donde había ido para tomar parte en un concilio. La carta se leyó en el concilio (1050), se condenó a Berengario y se le requirió que se presentase ante el concilio que se iba a celebrar ese mismo año en Vercelli.Como el rey Enrique I era abad titular de S. Martín de Tours, Berengario le pidió permiso para ir el concilio. Es posible que para entonces se hubieran celebrado las conferencias de Brionne y Chartres en las que Berengario defendió sin éxito sus opiniones. (Cf. Durand of Troarn, Liber de Corpore et Sanguine Christi, xxxiii, in Migne, P.L., CXLIX, 1422.) El rey ordenó que se encarcelara a Berengario, por razones no conocidas y en el concilio de Vercelli (1959) se examinó su doctrina, siendo condenada.

El encarcelamiento no duró mucho. El obispo de Angers, Eusebius Bruno era discípulo y seguidor suyo, y el conde de Anjou Geoffrey Martel, su protector. Al año siguiente se reunión en París un concilio, por orden de Enrique I, para juzgar a Berengario y a Eusebio Bruno, ninguno de los cuales estaba presente, resultando ambos condenados.

En el concilio de Tours (1955) presidido por el enviado papal Hildebrando, Berengario firmó una profesión de fe en la que confesaba que después de la consagración el pan y el vino eran el verdadero cuerpo y sangre de Cristo. En otro concilio, celebrado en Roma en 1509, en el que estaba presente Berengario, se retractó de sus opiniones y firmó una fórmula de fe, redactada por el cardenal Humberto, afirmando la presencia real y sensible del verdadero cuerpo de Cristo en la Eucaristía (Mansi, XIX, 900.), pero al volver, Berengario atacó esa formula. Eusebio Bruno le abandonó y el conde de Anjou Geoffrey el barbado, se opuso a él vigorosamente.

Berengario apeló al papa Alejandro II que intervino en su favor pero le pidió que renunciara a sus opiniones erróneas, cosa que Berengario se negó a hacer, orgullosamente. Entonces escribió su "De Sacra Coena adversus Lanfrancum Liber Posterior", cuyo primer libro - perdido – había sido escrito contra el concilio de Roma de 1509. Fue condenado de nuevo por el concilio de Poitiers (1075), por el de S. Maixeut (1076), y en 1078, por orden del papa Gregorio VII fue a Roma y en un concilio, en S. Juan de Letrán firmó una profesión de fe afirmando la conversión del pan en el cuerpo de Cristo, nacido de la Virgen María.

Al año siguiente , en un concilio celebrado en el mismo lugar, Berengario firmó una fórmula afirmando la misma doctrina de manera más expresa. Entonces Gregorio VII le recomendó al arzobispo de Tours y de Angers, prohibiendo que se le aplicara pena alguna y que nadie le llamara hereje. Berengario una vez regresó, volvió a atacar la fórmula que había firmado pero como consecuencia del concilio de Burdeos (1080), hizo una retractación final, retirándose a la isla de S. Cosme donde murió dentro de la Iglesia.


Doctrinas y condenación de las mismas

Según algunos de su contemporáneos, Berengario mantuvo doctrinas erróneas sobre el poder espiritual, el matrimonio, el bautismo de los niños etc.(Bernold de Constanza De Berengerii haeresiarchae damnatione multiplici in P.L., CXLIX, 1456; Guitmond, De Corporis et Sanguinis Christi veritate in Eucharistiâ, P.L., CXLIX, 1429, 1480.)

Pero la doctrina fundamental de Berengario trata de la Eucaristía. Para entender su opinión debemos observar que en filosofía, Berengario tenía tendencias racionalistas y era un nominalista.

Hasta en el estudio de la cuestión de la fe, mantenía que la razón es la mejor guía. Sin embargo, la razón depende y está limitada de las percepciones sensoriales. La autoridad no es conclusiva. Tenemos que razonar según los datos de nuestros sentidos. No hay duda de que Berengario negaba la transubstanciación (queremos decir conversión sustancial expresada por la palabra; palabra que fue utilizada por primera vez por Hidelbert de Laverdin): no esta completamente claro que negara la presencia real, aunque tenía puntos de vista falsos sobre ella.

¿Está el Cuerpo de Cristo presente en la Eucaristía y de qué modo? Berengario apelaba a autoridades, además de Escoto Eriúgena, a S. Jerónimo, S. Ambrosio, S. Agustín. Estos padres enseñaron que el sacramento del Altar es la figura, el signo, la muestra del cuerpo y sangre del Señor. Estos términos, en su mente, se aplican directamente a lo que es externo y sensible en la Sagrada Eucaristía y no implican, en absoluto, la negación de la presencia real del verdadero cuerpo de Cristo. (St. Aug. Serm. 143, n.3; Gerbert, Libellus De Corp. et Sang. Domini. n. 4, P.L., CXXXIX, 177.) Para Berengario el cuerpo y sangre de Cristo están realmente presentes en la Eucaristía pero la presencia es una presencia intelectual o espiritual. La sustancia del pan y la sustancia del vino permanecen sin cambio en su naturaleza, pero por la consagración se convierten espiritualmente en el mismo cuerpo de Cristo. Este cuerpo y sangre espirituales de Cristo son la res sacramenti; el pan y el vino son la figura, el signo, la muestra, sacramentum.

Tal es la doctrina de Berengario en sus varias discusiones, cartas y escritos hasta el concilio de Roma de 1509 (Migne P.L., CXLII, 1327; CL, 66; Martène y Durand, Theasaurus Novus Anecdotarum, Paris, 1717, IV.)

En este concilio Berengario firmó una profesión de fe afirmando que el pan y el vino después de la consagración no solamente son un signo sino el verdadero cuerpo y sangre de Cristo que puede ser percibido de una manera sensible y real (Lanfranc, De Corp. et Sang. Domini, ii, in P.L., CL, 410.) Como ya se ha dicho, Berengario se retractó de esta confesión. Mantuvo que el pan y el vino, sin cambio alguno en su naturaleza, se convierten por la consagración en el sacramento del cuerpo y sangre de Cristo, un recuerdo del cuerpo crucificado y de la sangre derramada en la cruz. Sin embargo no es el cuerpo y sangre de cristo como está ahora en los cielos; porque ¿como podría el cuerpo de Cristo que está ahora en el cielo, necesariamente limitado por el espacio, estar en otro lugar, en varios altares y en numerosas hostias? Sin embargo el pan y el vino son los signos de la actual presencia real del cuerpo y sangre de Cristo (De Sacra Coena; Lanfranc, op. cit.).

En los dos concilio de Letrán (1078 y 1079) Berengario acepta y firma esta profesión de fe que”después de la consagración el pan el es verdadero cuerpo de Cristo el mismo cuerpo nacido de la Virgen --´que el pan y el vino en el altar, por el misterio de la oración sagrada y palabras de Nuestro Redentor, se convierten sustancialmente en la misma carne y sangre de nuestro Señor Jesucristo, verdadero y dador de vida etc. (Martène et Durand, op. cit., IV, 103; Denzinger, Enchiridion, Wurzburg, 1900, n. 298.) En su explicación de esta profesión de fe, escrita después del concilio, Berengario de nuevo niega claramente la transustanciación. Declara que en la Ultima Cena, por la virtud de la bendición del Señor, el pan y el vino, guardando sus propiedades naturales, recibieron un poder de santificación y se convirtieron en sacramento de Su cuerpo y sangre; que el pan y el vino del altar son el mismo cuerpo de Cristo, Su verdadero cuerpo humano (Artene et Durand, op. cit., IV, 107.)

De todo ello concluimos que durante su vida, y antes de su profesión de fe final, Berengario ciertamente negaba la transustanciación. Respecto a la presencia real, su pensamiento es bastante oscuro y su actitud, dubitativa. Hay muchas divergencias en las opiniones de historiadores y teólogos sobre la interpretación de las doctrinas de Berengario sobre si no parece claramente que niegue la presencia real o si la dificultad para él consiste más en el modo que en el hecho de la presencia real. Sin embargo su exposición junto con los principios de filosofía, ponen en peligro el hecho mismo de la presencia real y suenan mucho como si tomara una postura negativa.

INFLUENCIAS

Excepto Eusebio Bruno que apoyó a Berengario durante un tiempo, ningún teólogo de importancia defendió su doctrina sistemáticamente. Sabemos, sin embargo, por escritores eclesiásticos de su tiempo y e inmediatamente después que la influencia de sus principios se extendió mucho y causó serios problemas. (Guitmund, op. cit. in P.L., CXLIX, 1429 ss; Durand of Troarn, Liber de Corp. et Sang. Christi, in P.L., CXLIX, 1421.)

Los escritores del siguiente siglo continuaron sus disertaciones contra los nuevos seguidores de Berengario (cf. Gregorius Barbarigo in Hurter Sanctorum Patrum opuscula selecta, XXXIX); encontraron huellas de su influencia en varias frases corrientes en sus tiempo y a veces avisan contra expresiones que pueden ser entendidas en el sentido de Berengario. El Concilio de Piacenza (1905) condenó de nuevo la doctrina de Berengario. Sus enseñanzas favorecían, hasta cierto punto a las diversas herejías medievales sobre la Eucaristía, así como las de los Sacramentarios del siglo dieciséis. Los grandes teólogos de ese tiempo protestaron unánimemente contra sus principios, atacando su opinión como contraria a las enseñanzas de la tradición y la doctrina de la iglesia. Entre ellos se pueden mencionar especialmente a Adelman, Scholastico de Lieja, Hugues, obispo de Sangres, Lanfranc, entonces abad de Le Bec; Guitmund, discípulo de Lanfranc que fue obispo de Aversa; Durand, Abad de S. Martín de Troarn; Bernold de Constanza y otros, la mayoría benedictinos (L. Biginelli, I benedittini e gli studi eucaristici nel medio evo, Turin, 1895.)

El error de Berengario, como en otras herejías, creó la ocasión necesaria de formular de forma más explicita y más precisa la doctrina católica sobre la Eucaristía. Algunas expresiones, entre las que usaban los adversarios de Berengario, fueron corregidas. Hidelberto de Lavardin, contemporáneo de Bereengario, si no su discípulo, fue el primero que usó la palabra transubstanciación. (Sermones xciii; P.L., CLXXI, 776.)

El concilio de Roma de 1079 en su condena de Berengario expresa más claramente que ningún documento anterior la naturaleza del este cambio sustancial. Y santo Tomás, en su definición de la transustanciación usa casi las mismas palabras que el concilio (Sum. Theol., III, Q. lxxv, a. 4.)

Aunque la fiesta del Corpus Christi no fue oficialmente establecida hasta el siglo trece, su institución fue, probablemente ocasionada por estas controversias eucarísticas. Lo mismo se debe decir de la ceremonia de la elevación de la Hostia después de la consagración en la Misa.

No hay una edición completa de las obras de Berengario. Sólo un volumen se ha publicado, por Visher, en Berlín (1834) que contiene la segunda parte de la De Sacra Coena, bajo el título Berengarii Turonensis opera quae Supersunt tam inedita quam edita, I, De Sacra Coena adversus Lanfrancum liber posterior. Others of his opinions and writings are to be found in the works quoted above and in P.L., CL, 63, 66; H. Sudendorf, Berengarius Turonensis oder eine Sammlung ihn betreffender Briefe (Hamburg, 1850).


George M. Sauvage.


Transcrito por Sean Hyland.


Traducido por Pedro Royo.