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Martes, 23 de abril de 2024

Diferencia entre revisiones de «Teología Moral»

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La Teología moral, es una rama de la teología, la ciencia de Dios y cosas divinas. La distinción entre teología natural y sobrenatural queda en una sólida fundación. Teología natural es la ciencia de Dios mismo, tan lejos como la mente humana puede por sus propios esfuerzos alcanzar una conclusión definitiva acerca de Dios y su naturaleza, esto es siempre designado por el adjetivo natural. Teología, sin ninguna modificación adicional es invariablemente entendida para significar teología sobrenatural, que es la ciencia de Dios y cosas divinas, tan lejos como esta basado en la revelación sobrenatural. Este materia asunto embaraza no solo a Dios y su esencia, pero también sus acciones y sus trabajos de salvación y la guía con la que estamos guíados a Dios, nuestro fin sobrenatural. Consecuentemente extiende mas lejos que la teología natural, para que importa los últimos informes nuestros de la esencia de Dios y sus atributos, ahora puede decirnos nada acerca de su libre trabajo de salvación. El conocimiento de estas verdades es necesariamente para cada hombre, al menos en los bastos esbozos y adquisición de la fe cristiana. Pero esto no es ciencia. Lo profundizado, expandido y fortalecido de artículos de fe es entendible y defendido por sus razones y es siempre con sus conclusiones, arreglado sistemáticamente.
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Teología moral es una rama de la [[teología]], la [[Ciencia y la Iglesia|ciencia]] de [[Dios]] y las cosas divinas. La distinción entre teología natural y [[Orden Sobrenatural|sobrenatural]] se apoya en una base sólida. La teología natural es la ciencia de Dios mismo, en la medida en que la [[mente]] [[Hombre|humana]] puede por sus propios esfuerzos llegar a una conclusión definitiva acerca de Dios y su naturaleza: es siempre designada con el adjetivo natural. Teología, sin ninguna otra modificación, se entiende siempre como teología sobrenatural, es decir, la ciencia de Dios y las cosas divinas, en la medida en que se basa en la revelación sobrenatural. Su objeto no sólo abarca a Dios y su esencia, sino también sus acciones y sus obras de [[salvación]] y la guía que nos lleva a Dios, nuestro fin sobrenatural. En consecuencia, se extiende mucho más lejos que la teología natural; pues, aunque esta última nos informa de la [[naturaleza y atributos de Dios]], sin embargo, no puede decirnos nada sobre sus obras de salvación gratuitas. El [[conocimiento]] de todas estas [[verdad]]es es [[Necesidad|necesario]] para todos los hombres, al menos en sus líneas generales, y se adquiere mediante la [[fe]] [[Cristianismo|cristiana]]. Pero esto no es ciencia todavía. La ciencia de la teología exige que el conocimiento obtenido a través de la fe sea profundizado, ampliado y fortalecido, de modo que los [[artículos de fe]] sean entendidos y defendidos por sus razones y sean, junto con sus conclusiones, dispuestos de forma sistemática.  
  
El campo entero de la teología propiamente esta dividida en teología dogmática y moral, que difieren en materia asunto y en método. Teología dogmática tiene teología moral y preceptos de la moral. Los preceptos de cristianos morales son también parte de las doctrinas de la fe, para ellos fueron anunciados o confirmados por la revelación divina. La materia asunto de teología dogmática es esas doctrinas que sirven para enriquecer el conocimiento necesario o conveniente para el hombre, cuyo destino es sobrenatural. Teología moral de la otra mano esta limitada a esas doctrinas que discuten las relaciones del hombre y sus acciones libres para Dios y su fin supernatural y propone el significado instituido por Dios para el logro del fin. Consecuentemente teologías dogmática y moral son dos cercanas partes relacionadas de teología universal. Considerando como un numero considerable de doctrinas individuales puede ser llamada por otras disciplinas, ninguna línea aguda de demarcación puede ser dibujada entre la materia asunto de dogma y moral. En la practica actual sin embargo, una división y limitación debe ser hecha en acuerdo con necesidades practicas. De una naturaleza similar entre teología moral y ética. El sujeto materia de moral natural o etica, como contenido en el Decálogo, ha sido incluido en positivo, Divina revelación y así paso en teología moral. No obstante los procesos argumentativos difieren en dos ciencias, y para esta razón una porción larga del asunto no es visto en teología moral y refiere a la ética. Por instancia, el rechazo de los sistemas falsos de éticos modernos es generalmente tratado bajo éticos, especialmente porque estos sistemas son rechazados por argumentos dibujados no mucho para fe como para razón. Solo tan lejos como la teología moral requiere defensa y revela doctrinas, concierne ella misma con falsos sistemas. Sin embargo debe discutir los requerimientos variados de la ley natural, no solo porque esta ley ha sido confirmada y definida por revelación positiva, pero también porque cada violación de los vínculos de disturbio del orden moral sobrenatural, el tratamiento del cual es una parte esencial de la teología moral.
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Todo el campo de la teología propiamente dicha se divide en teología moral y dogmática, que difieren en la materia y en el método. La [[teología dogmática]] tiene como fin la discusión científica y el establecimiento de las doctrinas de fe,  la teología moral de los preceptos [[moral]]es.   Los [[precepto]]s de la moral cristiana son también parte de las [[Doctrina Cristiana|doctrinas]] de fe, ya que fueron anunciados o confirmados por revelación divina. El objeto de la teología dogmática es aquellas doctrinas que sirven para enriquecer el conocimiento necesario o conveniente para el hombre, cuyo destino es sobrenatural. Por otra parte, la teología moral se limita a aquellas doctrinas que discuten las relaciones del hombre y sus acciones libres hacia Dios y su fin sobrenatural, y propone los medios instituidos por Dios para el logro de ese fin. En consecuencia, la teología moral y la dogmática  son dos partes estrechamente relacionadas de la teología universal. En la medida en que un número considerable de doctrinas individuales pueden ser reclamadas por cualquier disciplina, no se puede trazar una fuerte línea de demarcación entre la materia del [[dogma]] y la moral. Sin embargo, en la práctica se debe hacer una división y limitación de acuerdo con las necesidades prácticas.
  
El campo de la teología moral, sus contenidos y sus términos que separan de las materias de parentesco, puede ser brevemente indicado como sigue, teología moral incluye cada cosa relacionada a las acciones libres del hombre y el último o supremo fin a ser alcanzado a través de ellos, tan lejos como nosotros sabemos por la misma revelación divina. En otras palabras, incluye el fin sobrenatural, la regla o norma, de orden moral, acciones humanas como su armonía o desarmonía con las leyes de orden moral, sus consecuencias, las divinas ayudas por su verdadero cumplimiento.  
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La relación entre la teología moral y la ética es de una naturaleza similar.  La materia de la moral natural o ética, según figura en el [[Decálogo]], ha sido incluida en la revelación divina, positiva, y de ahí ha pasado a la teología moral.  Sin embargo, los procesos argumentativos difieren en las dos ciencias, y por esta razón una gran parte de la materia no se considera en la teología moral y se refiere a la ética.  Por ejemplo, la refutación de los [[Falsedad|falsos]] sistemas de los eticistas modernos generalmente se tratan bajo la ética, especialmente porque estos sistemas se refutan con argumentos extraidos no tanto de la fe, sino de la razón. La teología moral se ocupa de falsos sistemas sólo en la medida en que requiere una defensa de las doctrinas reveladas. Sin embargo, debe discutir los distintos requisitos de la [[ley natural]], no sólo porque esta [[ley]] ha sido confirmada y definida por la revelación positiva, sino también porque cada violación de la misma supone una alteración del orden moral sobrenatural, cuyo tratamiento es una parte esencial de la teología moral.
  
Un tratamiento detallado de estas materias puede ser encontrado en la segunda parte de Santo Tomas, Suma teológica, como trabajo aun sin igual, como el tratado de teología moral.
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El campo de la teología moral, su contenido y los límites que lo separan de temas afines, puede ser indicado brevemente como sigue: la teología moral incluye todo lo relativo a las acciones libres del hombre y el último, o supremo, fin a alcanzarse a través de ellos, hasta donde lo conocemos por la misma divina revelación; en otras palabras, incluye el fin sobrenatural, la regla o norma, del orden moral, las acciones humanas como tales, su armonía o disonancia con las leyes del orden moral, sus consecuencias, las ayudas divinas para su recto cumplimiento. Un tratamiento detallado de estos temas se puede encontrar en la segunda parte de la “Suma Teológica” de [[Santo Tomás de Aquino|Santo Tomás]], una obra todavía sin rival como un tratado de teología moral.
  
La posición de teología moral en teología universal es brevemente esbozada por San Agustín en la Suma Teológica, I Q i, a. 7 y Q ii en el premio y en el prólogo de I II, como por Fr. Suárez en el premio de sus comentarios en I, II de Santo Tomas, la Materia asunto de la segunda parte entera de la Suma teológica, es hombre como agente libre. Hombre fue hecho después de la imagen de Dios por su intelecto, su libre deseo y un cierto poder de actuar por su propio acuerdo. Así, después nosotros hemos hablado de un patrón, frente a Dios y esos cosas que proceden de su Divino poder, de acuerdo con su deseo, nosotros ahora volteamos nuestra atención a su imagen, eso es, considerado hombre, como también es el principio o sus acciones en virtud de esa libertad deseada y su poder sobre nuestras acciones. Incluye todo esto en teología, no solo porque es visto como el objeto de la positiva divina revelación ( I, Q. I, a 3) pero también porque Dios siempre es el principal objeto para tratados de teología todas las cosas en su relación con Dios, también como tan lejos ellos son Dios el mismo o son dirigidos hacia Dios, como su origen o ultimo fin ( I , Q, i, a. 7) Desde que es el jefe dirige la teología hacia comunicar el conocimiento de Dios no solo como el es en el mismo pero también como el comienzo y el fin de todas las cosas y particularmente de las criaturas racionales..., nosotros debemos hablar primero de Dios, segundamente de la tendencia a la criatura racional hacia Dios, etc ( I, Q, ii, proem) Estas palabras apuntan hacia el espacio y la materia asunto de la moral parte de la teología. Suárez, quien embarazadamente llama este espectáculo que hay no es contradicción en designar el hombre creado después de la imagen de Dios, dotada con razón y libertad de deseo y ejercitando estas facultades como el objeto de moral teológica y Dios como el objeto de teología “ Si nosotros somos preguntados del hombre del próximo objeto de la moral teológica, nosotros deberíamos indudablemente decir eso es hombre como libre agente, quien ve su felicidad por sus libres acciones, pero si nosotros somos preguntados en lo que respecta a eso, este objeto debe ser tratado principalmente nosotros debemos contestar esto, debe ser hecho con respecto a Dios como su ultimo fin.
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Santo Tomás en la "Suma Teol.", I, Q. I, a.  P. 7 y II, en el proemio  y en el prólogo de I-II esboza brevemente la posición de la teología moral en la teología universal; también lo hace [[Francisco Suárez]] en el proemio de sus comentarios sobre la I-II de Santo Tomás.  El asunto de toda la segunda parte de la "Suma Teológica" es el hombre como agente libre. “El hombre fue creado a imagen de Dios, de su [[intelecto]], su [[libre albedrío]] y un cierto poder de actuar espontáneamente. Por lo tanto, después de haber hablado del modelo, es decir, de Dios y de aquellas cosas que proceden de su divino poder según su voluntad, debemos ahora dirigir nuestra atención a su imagen, es decir, al hombre, considerando que él es también el principio o sus acciones en virtud de su libre albedrío y su poder sobre sus propias acciones.”  Él incluye todo esto en teología, no sólo porque se considera como el objeto de la revelación divina positiva (I, Q. I, a. 3), sino también porque Dios siempre es el objeto principal, pues “la teología trata todas las cosas en su relación con Dios, ya sea hasta donde son Dios mismo o que sean dirigidas hacia Dios como su origen o último fin” (I, Q. I, a. 7).  “Puesto que el principal objetivo de la teología el comunicar el conocimiento de Dios, no sólo como es Él en mismo sino también como el principio y fin de todas las cosas y, en particular, de criaturas racionales… hablaremos primero de Dios, en segundo lugar de la tendencia de la criatura racional hacia Dios”, etc. (I, Q. II, proem). Estas palabras señalan el alcance y el objeto de la parte moral de la teología. Francisco Suárez, que fecundamente llama a esta tendencia de las criaturas hacia Dios "el retorno de las criaturas a Dios", muestra que no existe contradicción al designar al hombre creado a imagen de Dios, dotado de  razón y libre voluntad y ejerciendo estas facultades, como el objeto de la teología moral, y Dios como el objeto de toda la teología.  “Si se nos pide que nombremos el objeto próximo de la teología moral, sin duda, diremos que es el hombre como un agente libre, que busca su [[felicidad]] por sus acciones libres; pero si se nos pregunta en qué sentido este objeto debe ser tratado principalmente, responderemos que esto debe hacerse con respecto a Dios como su último fin.
  
Una cuenta detallada del amplio rango de teología moral debe ser encontrado en el índice analítico de Pares segunda de Santo Tomas “Suma Teológica” Nosotros debemos confinarnos nosotros mismos a un sumario breve. La primera cuestión, trata del fin ultimo del hombre, felicidad eterna. Su naturaleza y posesión, entonces sigue un examen de los actos humanos en ellos mismos y sus subdivisiones variadas, de actos voluntarios e involuntarios, de la moral justicia o malicia de ambos actos interiores o exteriores y sus consecuencias. Las pasíones en general y en particular, los hábitos o cualidades permanentes del alma humana y preguntas generales sobre virtudes, vicios y pecados, Bajo este ultimo titulo mientras preguntando las causas del pecado, el autor envuelve la doctrina en pecado original y sus consecuencias. Esta porción puede sin embargo ser con igual derecho asígnada a teología dogmática en el sentido estricto de la palabra. A pesar de eso Santo Tomar mira el pecado principalmente como una trasgresión de la ley y en particular de “ley eterna” ( Q ii. A. 6) Aun el coloca los capítulos sobre las leyes después de la sección sobre pecado, porque pecado, un hombre humano actúa como un ser humano actúa, es primero discutido del punto de partida de sus principios subjetivos, ejemplo, conocimientos, deseos y la tendencia del deseo. Solo después están las acciones humanas vistas con mirada hacia objetivo o principios exteriores y el principio exterior, por lo cual las acciones humanas son juzgadas no meramente como humanas pero como acciones morales, también moralmente bueno o moralmente mala es la ley. Desde que la moralidad es concebida por el como moralidad sobrenatural, que excede la naturaleza y las facultades del hombre, Divina gracia, el otro principio exterior de la moralidad del hombre, buenas acciones, es discutido después de la ley. En el exordio a Q, xc Santo Tomas instituye una breve división como sigue. “El principio exterior que nos mueve a buenas acciones es Dios. El nos instruye como su ley y nos ayuda con su gracia. He aquí que nosotros deberíamos hablar primero de la ley y después de la gracia.
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En el índice analítico de la segunda parte de la “Suma Teológica” de Santo Tomás se puede hallar una descripción detallada del amplio alcance de la teología moral.  Nosotros debemos limitarnos a un breve resumen.   La primera pregunta trata sobre el fin último del hombre, la felicidad eterna, su naturaleza y posesión. A continuación sigue un examen de los [[actos humanos]] en mismos y sus varias subdivisiones, de los actos [[Voluntad|voluntarios]] e involuntarios, de la rectitud o la malicia moral de los actos interiores y exteriores y sus consecuencias; las pasiones en general y en particular, los hábitos o cualidades permanentes del [[alma]] humana, y los asuntos generales sobre las [[virtud]]es, vicios y [[El Pecado|pecados]].  Bajo este último título, mientras examina las causas del pecado, el autor incorpora la [[Doctrina Cristiana|doctrina]] sobre el [[pecado original]] y sus consecuencias.   Sin embargo, esta parte podría ser asignada con igual derecho a la teología dogmática en el sentido estricto de la palabra. Aunque Santo Tomás considera el pecado principalmente como una transgresión de la ley, y en particular de la “lex æterna” (Q. II, a.6), sin embargo sitúa los capítulos sobre las leyes después de la sección sobre el pecado; porque el pecado, un acto humano libre como cualquier otro acto humano, se discute primero desde el punto de vista de sus principios subjetivos, es decir, el conocimiento, voluntad, y la tendencia de la voluntad;  sólo después de esto las acciones humanas son vistas con relación a sus principios objetivos o exteriores, y la ley es el principio exterior por el cual las acciones humanas son juzgadas no meramente como humanas, sino como acciones morales, ya sea moralmente buenas o moralmente malas. Puesto que él concibe la moral como moral sobrenatural, la cual excede la naturaleza y las facultades del hombre, discute después de la ley la gracia divina, el otro principio exterior de las acciones moralmente buenas del hombre. En el exordio a Q. XC, Santo Tomás establece brevemente su división como sigue: “El principio exterior que nos mueve a las buenas obras es Dios; Él nos instruye con su ley y nos ayuda con su gracia. Por lo tanto, debemos hablar primero de la ley y segundo de la gracia.
  
Los siguientes volúmenes están totalmente dedicados a preguntas especiales, en el orden dado por Santo Tomas en el prologo “ Después de la precipitada mirada de las virtudes, vicios, y los principios morales en general, es obligatorio en nosotros considerar los puntos variados en detalle. Discusiones morales, si satisfechas con generalidades, son de pequeño valor porque tocan acciones particulares, cosas individuales. Cuando hay preguntas de moral, nosotros podemos considerar acciones individuales en dos caminos, uno por examinar el asunto, i. E., discutiendo las diferentes virtudes y vicios. Otro inquiriendo en avocaciones variadas de individuos y sus estados desde ambos estos puntos de vista. Primero, el cercano escudriño de virtudes varias cuidando en vista de ayudas divinas y los pecados y vicios opuestos de las respectivas virtudes. El examina primero las tres virtudes divinas como son totalmente sobrenaturales y abrazan el basto campo de la caridad y su practica actual, entonces el pasa a las virtudes cardinales con su auxiliar y virtudes aliadas. El volumen concluye con una discusión de los estados particulares de vida en la Iglesia de Dios, incluyendo esos que suponen un extraordinario, guía divina.
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Dedica completamente el siguiente volumen a los asuntos especiales, en el orden dado por Santo Tomás en el prólogo: “Luego de una ojeada superficial a las virtudes, vicios y principios morales en general, nos incumbe considerar los varios puntos en detalle. Las discusiones morales, si se satisfacen con generalidades, son de poco valor, porque las acciones tocan cosas individuales, particulares. Cuando es asunto de moral, debemos considerar las acciones individuales de dos modos: uno, examinando la materia, es decir, discutiendo los diferentes vicios y virtudes; otro, averiguando en los varias pasatiempos y estados de vida de los [[Individuo, Individualidad|individuos]].”  Santo Tomás procede luego a discutir el amplio alcance de la teología moral desde ambos puntos de vista. Primero, escudriña cuidadosamente las varias virtudes, teniendo en mente las ayudas divinas, y los pecados y vicios opuestos a las respectivas virtudes. Examina primero las tres virtudes divinas que son totalmente sobrenaturales y abarca el vasto campo de la [[caridad]] y su práctica efectiva; luego pasa a las virtudes cardinales con sus virtudes afines y auxiliares.  
  
Esta ultima parte de ahí, discusiones de materias que específicamente pertenecen a la teología mística o ascética, como una profecía y modos extraordinarios de rezos, pero sobre todo la vida activa y contemplativa, perfección cristiana y estado religioso en la iglesia. Los contenidos de un trabajo moderno sobre teología moral, como por instancia, eso de Slater (Londres 1909) son actos humanos, conciencia, ley, pecado, virtudes de fe, esperanza, caridad, los preceptos del decálogo, incluyendo un tratado especial de justicia, los mandamientos de la iglesia, deberes ligados en particular a estados u oficios, los sacramentos no tan lejos como su administración y recepción están con un significado de reforma moral y rectitud, leyes eclesiásticas y penalidades, solo tan lejos como ellas afectan la conciencia, estas leyes formando propiamente la materia asunto de la ley canónica, y así tan lejos como ellos gobiernan y regulan la iglesia como una organización, su membresía, ministros, relaciones entre la jerarquía, clérigos, ordenes religiosas, laicidad o autoridad espiritual y temporal.
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El volumen concluye con una discusión de los estados de vida particulares en [[la Iglesia]] de Dios, incluyendo aquellos que suponen una guía divina extraordinaria.  Sin embargo, esta última parte discute asuntos que pertenecen específicamente a la [[teología ascética]] o mística, tales como la [[profecía]] y los modos extraordinarios de [[oración]], pero sobre todo la vida activa y la contemplativa, la [[Perfección Cristiana y Religiosa|perfección cristiana]], y el estado religioso en la Iglesia. Una obra sobre teología moral, como, por ejemplo, la de Slater (Londres, 1909), contiene lo siguiente: actos humanos, [[conciencia]], ley, pecado, las virtudes de la [[fe]], [[esperanza]], caridad; los preceptos del Decálogo, incluyendo un tratado especial sobre la [[justicia]]; los [[Mandamientos de la Iglesia]]; los [[Obligación|deberes]] inherentes a los estados u oficios particulares; los [[Sacramentos]], en cuanto su administración y recepción son medios de rectitud y reforma moral; leyes y penalidades eclesiásticas, sólo en la medida que afectan la conciencia; estas leyes forman propiamente la materia del [[derecho canónico]], hasta donde gobiernan y regulan a la Iglesia como organización, su membresía, ministros, las relaciones entre la [[jerarquía]], el [[clero]], las órdenes [[Religión|religiosas]], los [[laicos]] o de la autoridad temporal y espiritual.
  
Una circunstancia no debe ser sobrevista. Teología moral considera acciones humanas libres, solo en su relación al supremo orden y al ultimo y alto fin, no en su relación a los próximos fines cuyo hombre puede y debe perseguir, como por instancia política, social, económica. Economía, política y ciencias sociales son campos separados de la ciencia, no subdivisiones de la ciencia moral. Sin embargo estas ciencias especiales deben también ser guíadas por la moral y deben subordinarse a los principios específicos de esta moral teológica, al menos tan lejos como para no chocar con lo moderno. El hombre es un ser y todas sus acciones deben finalmente permitirle su ultimo y alto fin. De ahí variados próximos fines deben guíarlo hacia el fin, pero debe ser hecho subsirviendolo hacia su logro. He ahí la moral teológica deslinda toda relación individual del hombre y pasa juicios sobre las preguntas políticas, económicas y sociales, no mirando su situación en política y economía, pero con la mirada a su influencia sobre la vida moral. Esto es también la razón que hay fuertemente otra ciencia que toca otras esferas tan cercanas como hace la moral teológica y porque esa esfera es más extensa en eso y cualquier otro. Esta es verdad considerando como teología moral tiene la eminencia practica de la esfera de instrucción y formación espiritual de directores y confesores, quienes deben ser familiares con las condiciones humanas en su relación de la ley moral y aconsejar personas en cada estado y situación.
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Hay una circunstancia que no se debe pasar por alto. La teología moral considera las acciones humanas libres sólo en su relación con el orden supremo, y al último y más alto fin, no en su relación con los fines próximos que el hombre puede y debe perseguir, como por ejemplo políticos, sociales y económicos. La economía, la política y las ciencias sociales son campos separados de la ciencia, no subdivisiones de la ciencia moral. Sin embargo, estas ciencias especiales deben ser también guiadas por la moral, y deben subordinar sus principios a aquellos de la teología moral, por lo menos hasta donde no entren en conflicto con esta última. El hombre es un ser, y todas sus acciones deben estar guiadas finalmente hacia su último y más alto fin. Por lo tanto, varios fines próximos no deben desviarlo de ese fin, sino que deben estar subordinados a él y a su logro.   Por lo tanto la teología moral examina todas las relaciones individuales del hombre y pasa juicio sobre los asuntos políticos, económicos y sociales, no con relación a su efecto sobre la política y la economía, sino respecto a su influencia sobre la vida moral. Esta es también la razón por la cual apenas hay otra ciencia que toque otras esferas tan cercanamente como lo hace la teología moral, y por qué su esfera es más amplia que la de ninguna otra. Esto es cierto en la medida en que la teología moral tenga el alcance eminentemente práctico de instruir y formar directores espirituales y confesores, que deben estar familiarizados con las condiciones humanas en su relación a la ley moral, y que aconsejen a las [[persona]]s en cada estado y situación.
  
La forma en la que la teología moral trata esta materia asunto, debe ser como teología general, principalmente positiva, eso es dibujando desde la revelación y fuentes teológicas. Empezando desde la fundación positiva, razón también viene en juego casí extensivamente, especialmente desde toda la materia asunto de ética natural, ha sido promovida hasta el grado de moral sobrenatural. Esta razón verdadera debe ser iluminada por fe sobrenatural, pero cuando ilumino esta obligación es para explicar, probar y defender la mayoría de los principios de teología moral.
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La manera en la cual la teología moral trata su materia debe ser principalmente positiva, como lo es generalmente en la teología, esto es, extrayendo de la revelación y de las fuentes teológicas. Comenzando desde esta base positiva, la razón también entra en juego muy ampliamente, especialmente puesto que la materia completa de la ética natural ha sido exaltada al nivel de la moral sobrenatural. Es verdad que la verdadera razón debe ser iluminada por la fe sobrenatural, pero cuando es iluminada su obligación es explicar, probar y defender la mayoría de los principios de la teología moral.
  
Desde lo que ha sido dicho es manifiesto que la fuente principal de la moral teológica es escritura sagrada y tradición juntas que enseña la iglesia.
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De lo que se ha dicho es manifiesto que la principal fuente de la teología moral es la [[Biblia|Sagrada Escritura]] y la [[Tradición y Magisterio Vivo|tradición]] junto con las enseñanzas de la Iglesia, sin embargo, los siguientes puntos deben observarse respecto al [[Antiguo Testamento]].  No todos los preceptos contenidos en él son universalmente válidos, pues muchos pertenecen al ritual y ley especial de los [[Judaísmo|judíos]].  Estos estatutos nunca obligaron al mundo no judío y han sido simplemente abolidos por la Nueva Alianza, de modo que ahora las observancias del ritual propiamente dichas son ilícitas.  El Decálogo, sin embargo, con el solo cambio en la ley de la celebración del [[Sabbath]], ha pasado a la Nueva Alianza una confirmación divina positiva de la ley natural, y ahora constituye la principal materia de la moralidad cristiana.  Por otra parte, debemos recordar que la Antigua Alianza no se hallaba en el alto nivel moral al cual [[Jesucristo|Cristo]] elevó la Nueva Alianza.  Jesús mismo menciona cosas que eran permitidas a los judíos “debido a la dureza de sus corazones”, pero contra las cuales aplicó de nuevo la ley impuesta al principio por Dios.  Por lo tanto, no todo lo que fue tolerado en el Antiguo Testamento y sus escritos, es tolerado ahora; por el contrario, muchos de los usos aprobados y establecidos allí serían contrarios a la perfección cristiana según aconsejada por Cristo.  Con estas limitaciones los escritos del Antiguo Testamento son fuente de teología moral, contienen ejemplos de y exhortaciones a las [[virtudes heroicas]], desde las cuales el moralista cristiano, siguiendo las huellas de Cristo y sus [[Los Apóstoles|apóstoles]], puede muy bien extraer excelentes modelos de [[santidad]].
  
Sin embargo, los siguientes puntos deben ser observados mirando el antiguo testamento.
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Aparte de la Sagrada Escritura, la Iglesia reconoce también la Tradición como una fuente de verdades reveladas, y por lo tanto, de moral cristiana.  Ha asumido una forma definida principalmente en los escritos de los [[Padres de la Iglesia|Padres]].  Además, las decisiones de la Iglesia deben ser consideradas como una fuente, puesto que están basadas en la Biblia y Tradición, son la fuente próxima de teología moral, porque contienen el juicio final sobre el significado de la Sagrada Escritura así como las enseñanzas de los Padres.  Estas incluyen la larga lista de proposiciones condenadas, las cuales deben ser consideradas como señales de peligro a lo largo de la frontera entre lo lícito y lo ilícito, no sólo cuando la condena ha sido pronunciada en virtud de la más alta autoridad apostólica, sino también cuando la congregación instituida por el [[Papa]] ha emitido una decisión doctrinal general en cuestiones inherentes a la moral.  También se puede aplicar aquí lo que escribió el [[Papa Pío IX]] respecto a las reuniones de los eruditos de [[Munich]] en el año 1863:  “Puesto que es un asunto sobre la sujeción que obliga a todos los [[católico]]s en conciencia, quienes desean adelantar los intereses de la Iglesia al dedicarse ellos mismos a las ciencias especulativas, que los miembros de esta asamblea recuerden que no es suficiente para los eruditos católicos aceptar y estimar los antedichos [[dogma]]s, sino que ellos están también obligados a someterse a las decisiones de las congregaciones papales así como a aquellas enseñanzas que son, por el constante y universal consentimiento de los católicos, sostenidas como verdades teológicas y a ciertas conclusiones cuya opinión contraria, aunque no sea [[Herejía|herética]], aún así merece alguna censura teológica.”  Si esto es cierto para las doctrinas dogmáticas en el sentido estricto de la palabra, podemos decir que es aún más cierto en el caso de las cuestiones morales, porque para ellas no sólo las absolutas e [[Infalibilidad|infaliblemente]] ciertas, sino también las decisiones moralmente ciertas deben ser consideradas como normas obligatorias.
  
No todos los preceptos contienen en ellos que son universalmente validos, como muchos pertenecen al ritual y especialmente ley de los judíos. Estos estatutos nunca obligaron al mundo no judío y tiene simplemente han sido abrogados por el nuevo pacto, así ahora las observancias rituales propiamente son ilícitas. El Decálogo sin embargo con el exclusivo cambio en la ley juntando la celebración del Sabath, ha pasado al nuevo pacto una positiva confirmación divina de la ley natural y ahora constituye el principal sujeto materia de la moralidad cristiana. Sin embargo nosotros debemos recordar el viejo pacto no pone en grado de alta moral lo que Cristo elevo al nuevo pacto. Jesús el mismo menciona cosas que permitieron a los judíos “una cuenta de fortaleza a sus corazones”.pero contra lo cual el solicita nuevamente la ley al principio impuesta por Dios. He aquí que no siempre fue tolerado en el viejo testamento y sus escritos, es tolerado ahora, en el contrario, muchos de los usos aprobados y establecidos serian contados a la perfección cristiana como aconsejada por Cristo. Con estas limitaciones, los escritos del viejo testamento son fuentes de moral teológica, conteniendo ejemplos y exhortaciones de virtudes heroicas, desde lo cual los moralistas cristianos siguen la huella de Cristo y sus apóstoles, pueden bien dibujar modelos superbos de santidad.
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Las palabras de Pío IX antes citadas apuntan a otra fuente de doctrinas teológicas, y por lo tanto de moral, es decir, las enseñanzas universales de las [[escuelas]] católicas.  Pues éstas son los canales por los cuales las doctrinas sobre fe y moral deben ser transmitidas sin [[error]], y las cuales consecuentemente tienen la naturaleza de una fuente. De la doctrina unánime de las escuelas católicas se deriva naturalmente la convicción de la Iglesia universal. Pero puesto que es un principio dogmático que la Iglesia completa no puede errar en asuntos de fe y moral, el consentimiento de varias escuelas católicas debe ofrecer la garantía de infalibilidad en estos asuntos.
  
Aparte de la Sagrada escritura, la iglesia reconoce también la tradición como una fuente de verdades reveladas, e ahí, morales cristianas. Asume una figura principalmente en los escritos de los Padres. Además, las decisiones de la iglesia son vistas como una fuente, desde que fueron basadas en la Biblia y Tradición, ellas son aproximadamente fuente de moral teológica, porque ellas contienen el juicio final acerca del significado de las Sagradas escrituras, tan bien como las enseñanzas de los padres. Estas incluyen una larga lista de proposiciones condenadas, que deben ser consideradas como señales de peligro entre los términos entre lo permitido e ilícito, no solo cuando la condenación ha sido pronunciada por virtud de la alta autoridad apostólica, pero también cuando la congregación instituyo por el Papa fue en general, decisión doctrinal en preguntas apoyadas en moral. Lo que Pio IX escribió concerniendo a los encuentros de escolares en Munich en el año 1863 puede también ser aplicado aquí. “ Desde que hay una pregunta de ese sometimiento al que se atan los católicos en conciencia quien desea avanzar los intereses de la iglesia por devoción de ellos mismos a las ciencias especulativas. Deja a los miembros de esta asamblea volver a llamar que no es suficiente para los católicos escolares aceptar y estimar lo arriba mencionado de dogmas, pero eso ellos están también obligados a someter a las decisiones de las congregaciones papales tan bien como a esas enseñanzas que son, por el constante y universal consentimiento de católicos, a llevar como verdades teológicas y conclusiones ciertas que la opinión opuesta aun cuando no herética, aun merece alguna censura teológica. Si esto es cierto de las doctrinas dogmáticas en el estricto sentido de la palabra, podría decir eso es aun mas verdad de preguntas morales porque de ellas no solo absoluta e infalibilidad cierta, pero también moralidad, cierta decisión debe ser contada como norma obligatoria.
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Para que la teología moral sea completa en todos los aspectos debe realizar en los asuntos morales lo que la teología dogmática realiza en cuestiones relativas al dogma. Esta última tiene que explicar claramente las verdades de fe y probarlas como tales; debe también, hasta donde sea posible, mostrar su acuerdo con la razón, defenderlas contra las objeciones, trazar su conexión con otras verdades y, por medio de la argumentación teológica, deducir verdades ulteriores.  La teología moral debe seguir las mismas cuestiones procesivas que la moral.  Es evidente que esto no se puede hacer en todas las ramas de la teología moral de tal modo que agote el asunto, excepto por una serie de monografías.  Tomaría volúmenes esbozar sólo la belleza y la armonía de las disposiciones de Dios, las cuales trascienden la ley natural, pero que Dios promulgó para elevar al hombre al más alto plano y guiarlo a su fin sobrenatural en una vida futura---y sin embargo todo esto está comprendido en la materia de la moral sobrenatural.   Ni la teología moral está confinada a la exposición de estos deberes y virtudes, los cuales no pueden ser eludidos si el hombre desea llegar a su fin último; incluye todas las virtudes, incluso aquellas que marcan la cima de la perfección cristiana y su práctica, no sólo en grado ordinario, sino también en la vida [[Ascetismo|ascética]] y mística.  Por lo tanto, es completamente correcto designar al ascetismo y al [[misticismo]] como partes de la teología moral cristiana, aunque ordinariamente se les trata como ciencias distintas.
  
Las palabras de Pio IX, casí citada, apunta otra fuente de doctrinas teológicas, he ahí, de morales, a saber, las enseñanzas universales de las escuelas católicas. Para estas son los canales, para los cuales las doctrinas católicas sobre fe y moral deben ser transmitidas sin error y lo cual tiene consecuentemente la naturaleza de la fuente. Desde la inanimada doctrina de las escuelas católicas sigue naturalmente la convicción de la iglesia universal. Pero desde que es un principio dogmático, eso, toda la iglesia no puede desviarse en asuntos de fe y moral, el consentimiento de varias escuelas católicas debe ofrecer la garantía de infalibilidad en estas preguntas.
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La tarea del teólogo moral de ningún modo está completa cuando ha explicado las cuestiones indicadas.  La teología moral, en más de un aspecto, es esencialmente una ciencia práctica.  Sus instrucciones se deben extender al carácter moral, a la conducta moral, al logro y éxito de las aspiraciones morales, de modo que pueda ofrecer una norma definida para las complejas situaciones de la [[vida]] humana. Con este propósito debe examinar los casos individuales que surgen y determinar los límites y la gravedad y la obligación en cada uno de ellos.  Particularmente aquéllos cuyo oficio y posición en la Iglesia demanda el cultivo de la ciencia teológica, y que son llamados a ser maestros y consejeros, deben encontrar en ella una guía práctica. Según la [[Ley|jurisprudencia]] debe capacitar al futuro abogado y juez para administrar justicia en casos individuales, así la teología moral debe capacitar al [[Dirección Espiritual|director espiritual]] o confesor para decidir asuntos de conciencia en casos diversos de la vida diaria; para sopesar las violaciones a la ley natural en el balance de la justicia divina; debe capacitar al guía espiritual para distinguir correctamente y aconsejar a otros sobre qué es y que no es pecado, qué es aconsejable y qué no, qué es bueno y qué es lo mejor; debe proveer un entrenamiento científico para el pastor del rebaño, de modo que pueda dirigir todo a una vida de deber y virtud, advertirles contra el pecado y peligros, llevar de buenos a mejores a aquellos dotados con la luz necesaria y poder moral, levantar y fortalecer a aquellos que han caído del nivel moral.  Muchas de estas tareas pertenecen a la ciencia colateral de la teología pastoral, pero esto también trata una parte especial de los deberes de la teología moral, y cae, por lo tanto, dentro de la esfera de la teología moral en su sentido más amplio.  El tratamiento puramente teórico y especulativo de las cuestiones morales debe ser suplementado con la casuística.  No es importante para la materia misma si esto debe ser hecho separadamente, esto es, si la materia debe ser tomada casuísticamente antes o después de su tratamiento teórico, o si el método debe ser al mismo tiempo teórico y casuístico; la viabilidad práctica decidirá este punto, mientras que para obras escritas sobre teología moral, lo determinará la meta especial del autor.  Sin embargo, el que enseña o escribe teología moral para la educación de [[sacerdote]]s católicos, no le hará completa justicia al fin que persigue, si no une el elemento casuístico al teórico y al especulativo.
  
La moral teológica, para ser completa en cada respeto, debe realizar preguntas morales que la teología dogmática hace en preguntas perteneciente al dogma. Lo ultimo fue explicado claramente, las verdades fe y prueba ellas ser semejantes, también debe tan lejos como posible, enseñar su acuerdo con la razón, defenderlas contra objeciones, trazar su conexión con otras verdades y por significados de argumentación teológica deduce mas allá verdades. La teología moral debe seguir el mismo proceso de preguntas de moral. Es evidente que esto no puede ser hecho en todas las ramas de la moral teológica en cuyo camino tan exhausto la materia exceptúa por una serie de monografías. Tomaría volúmenes de esbozo pero lo bello y lo armónico de las disposiciones de Dios, que trascienden la ley natural, pero cuando Dios efectúa una orden para elevar al hombre al plano alto y conducirlo al fin sobrenatural en la futura vida, y ahora todo esto abraza en la materia de moral sobrenatural. Ni la teología moral confinada a la exposición de estos deberes y virtudes que no pueden ser evitados si el hombre desea para conseguir su ultimo fin, incluye todas las virtudes, aun esas que marcan la elevación de la perfección cristiana y su practica, no solo en grado ordinario, pero también en vida ascética y mística. He ahí, esto enteramente correcto para designar el asceticismo y misticismo, como partes de la teología moral cristiana, a pesar de que ellas son tratadas ordinariamente como ciencias distintas.
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Lo dicho hasta aquí, bosqueja lo suficiente el concepto de teología moral en su sentido más amplio. Nuestra próxima tarea es dar seguimiento a su actual formación y desarrollo.
  
La tarea de la teología moral es por no significado completo cuando ha explicado las preguntas indicadas. La teología moral, en mas que uno, respeta, es esencialmente una ciencia practica. Sus instrucciones deben ser extendidas a carácter moral, comportamiento moral, el complemento y éxito de aspiraciones morales, así que puede ofrecer una norma definitiva para situaciones complejas de la vida humana. Para este propósito debe examinar los casos individuales que crecen y determinan los limites y la gravedad de la obligación en cada uno. Particularmente esos cuyo oficio y posición en la iglesia demanda el culto de la ciencia teológica y que son llamados a ser maestros y consejeros, pero encuentran en la guía practica. Como la jurisprudencia debe ser permitida al juez futuro y abogado administrar justicia en casos individuales, así la teología moral debe permitir al director espiritual o confesor decidir asuntos de conciencia en casos variados de la vida diaria. Para pesar las violaciones de la ley natural en el balance de la justicia divina, debe permitir la guía espiritual distinguir correctamente o advertir a otros como que es pecado y que no, que es aconsejado y que no, que es bueno y que es mejor, debe proveer un entr3enamiento científico para el pastor del rebaño que pueda dirigir todo a la vida de deberes y virtudes, advirtiéndoles contra el pecado y peligro, guiando desde bueno a mejor, esos que son dotados con luz necesaria y poder moral, creciendo fuertemente esos que caen desde el grado moral. Muchas de estas tareas son asignadas a ciencia colateral de teología pastoral, pero esto también trata una especial parte de deberes de moral teológica y pierde, de ahí, entre la esfera de la moral teológica en su sentido amplio. La teorética pura y especulativa, tratado de cuestiones morales debe ser suplementada por la casuística. De ahí debería ser hecha separadamente, eso es cuando la materia asunto debería tomar casusticamente antes o después el tratamiento teorético o cuando el método debería ser al mismo tiempo ambos, teorético y casuístico, no es importante para la materia misma, la posibilidad practica decidirá este punto mientras para trabajos escritos de teología moral en especial apunta el autor determinarlo. Sin embargo, el que enseña o escribe teología moral para el entrenamiento de padres católicos, no debería hacer justicia completa al final al que guía, si el no une la casuística y la teorética y elemento especulativo.
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La teología moral correctamente entendida significa la ciencia de la moral revelada sobrenaturalmente. Por lo tanto, los que rechazan la revelación sobrenatural no pueden hablar de teología moral; lo más que pueden hacer es recurrir a la ética natural. Pero distinguir entre teología moral y ética es admitir más temprano o más tarde una ciencia de ética sin Dios ni [[religión]].
  
Lo que ha sido dicho mas lejos suficientemente fuera del concepto de moral teológica en el amplio sentido. Nuestra nueva tarea es seguir esta actual formación y desarrollo.
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Que esto contiene una contradicción esencial es claro para todo el que analice las [[idea]]s de rectitud y perversión moral, o el concepto de un deber absoluto que se obliga a sí mismo con persistencia inflexible sobre todos los que han llegado al uso de razón.  Sin Dios, un deber absoluto es inconcebible, porque no hay nadie que imponga la obligación.  No me puedo obligar a mí mismo porque no puedo ser mi superior;  mucho menos puedo obligar a la raza humana, y aún así me siento obligado a muchas cosas, y no puedo sino sentirme absolutamente obligado como hombre, y por lo tanto no puedo sino considerar a todos aquellos que comparten la [[naturaleza]] humana conmigo como igualmente obligados.  Es evidente entonces que esta obligación debe proceder de un ser superior que sea superior a todos los hombres, no sólo a los que viven hoy día, sino a todos los que han sido y serán, no, y en cierto sentido incluso a aquellos que son meramente posibles. Este ser superior es el Señor de todos:  Dios.  Es también palmario que aunque este Supremo Legislador puede ser conocido por la razón natural, ni Él ni su Ley pueden ser suficientemente conocidos sin una revelación de su parte.  Por lo tanto, si es que la teología moral, el estudio de esta [[Ley Divina]] efectivamente cultivada sólo por quienes se aferran fielmente a la Revelación divina, y por las [[secta]]s que cortan su conexión con la Iglesia, sólo en la medida en que mantienen la [[creencia]] en una Revelación sobrenatural a través de [[Jesucristo]].
  
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Dondequiera que el [[Protestantismo]] haya arrojado esta creencia por la borda, allí el estudio de la teología moral ha sufrido un naufragio.  Hoy día sería sólo tiempo perdido buscar un avance en ella de parte de una denominación no católica.  En los siglos XVII y XVIII todavía había hombres que intentaron hacerlo.  J. A. Dorner afirma en Herzog, "Real-Encyklopädie", IV, 364 ss. (s.v. "Ethik"), que los escritores protestantes prominentes que defienden las “morales teológicas” han aumentado muy poco desde el siglo XVIII.  Sin embargo, esto no es del todo correcto.  Para aquellos que aún se aferran a un protestantismo positivo, debemos mencionar a Martensen, quien a principios del siglo XX entró a las listas con profunda convicción por la “Ética Cristiana”; lo mismo hizo Lemme, aunque a su modo peculiar, en su “Christliche Ethik” (1905); ambos le atribuyen un alcance más amplio y más objetivamente diferente que el de la [[ética]] natural.  Aquí serán suficiente unos pocos nombres de los siglos XVII y XVIII:  Hugo Grocio (m. 1645), Pufendorf (m. 1694) y Christian Thomasius (m. 1728) todos ven la diferencia entre la moral teológica y la natural en que la primera es también positiva, es decir, divinamente revelada, pero con la misma materia que la última.  Esta última afirmación sólo podría surgir de la opinión protestante que lo ha arriesgado todo en el “fides fiducialis”; pero apenas puede reconocer una serie de deberes ampliados por Cristo y por el cristianismo.    Otros escritores de una “theologia moralis” basados en esta “fides fiducialis” son Buddeus, Chr. A. Crusius y Jerem. Fr. Reuss.  Un resultado [[Lógica|lógico]] del [[Filosofía de Kant|kantismo]] fue la negación de la misma posibilidad de la teología moral, pues Kant había hecho de la razón autónoma la única fuente de la obligación.  Dorner dice sobre este punto (loc. Cit.):  “Es cierto que la autonomía y la autocracia del ser moral separa la moral y la religión.”; él hubiese estado más cerca de la marca si hubiese dicho:  “ellos destruyen toda moral”.  Generalmente hablando los protestantes liberales modernos apenas conocen ninguna otra moral autónoma; aun cuando hablan de moral “religiosa”, ellos hallan su última explicación en el hombre, la religión y Dios o la revelación divina tomados en su sentido [[Modernismo|modernista]], esto es nociones subjetivas de cuyo valor objetivo no tenemos [[conocimiento]] ni [[certeza]].
  
La teología moral correctamente entendida, significa la ciencia de moralidad sobrenaturalmente revelada. De ahí, ellos no pueden hablar de moral teológica quien rechaza la revelación sobrenatural, lo mas ellos pueden hacer es conversar sobre ética natural. Pero para distinguir entre teología moral y ética es pronto o tarde para admitir una ciencia de ética sin Dios y religión. Eso esto contiene una contradicción esencial, es pleno para cada quien analizar las ideas de rectitud moral y perversión moral o el concepto de un absoluto deber que forza a el mismo a una inflexible persistencia sobre todo quien tiene esperado el uso de la razón. Sin Dios, una obligación absoluta es inconcevible, porque no hay nadie que imponga obligación. Yo no puedo obligarme a mi mismo porque yo no puedo ser impropio superior, menos aun puedo yo obligar a toda la raza humana y ahora yo me siento yo mismo obligado a muchas cosas y no puedo, pero me siento yo mismo absolutamente obligado como hombre y de ahí que no puedo pero miro todos esos que comparten la naturaleza humana con migo como también obligados. Es igual entonces que esta obligación puede proceder de un algo ser que es superior a todos lo hombres, no solo para esos que viven el presente, pero para todos los que han sido y quieren ser, de ningún modo en un cierto sentido aun esos quienes son meramente posibles, este ser superior es Señor de todos, Dios. Es también igual eso a pesar este supremo dador de leyes puede ser conocido por razón natural, tampoco El sino su ley, puede ser suficientemente conocida sin una revelación de su parte. De ahí si es esta teología moral el estudio de esta ley divina es actualmente cultivada solo por esos quienes fidedignamente suenan a revelación divina y por las denominaciones que sirven su conexión con la iglesia, solo tan largo como ellos retienen la creencia en la revelación sobrenatural a través de Jesucristo.
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Siendo este el caso, queda sólo una pregunta por discutirse: ¿Cuál ha sido el verdadero desarrollo y método de la teología moral en la Iglesia?  Y aquí debemos primero que todo recordar que la Iglesia no es una institución educativa o escuela para el avance de las ciencias. En realidad, ella estima y fomenta las ciencias, especialmente la teología, y ella funda las escuelas científicas; pero ésta no es su única ni principal tarea. Ella es la institución autoritativa, fundada por Cristo para la salvación de la humanidad; ella habla con poder y autoridad a toda la [[raza humana]], a todas las naciones, a todas las clases sociales, a toda época, les comunica la doctrina de la salvación inalterada y les ofrece su ayuda.  Su misión es instar igualmente a las personas [[Educación|educadas]] y no educadas a la aceptación de la verdad, sin importar su establecimiento y estudio científico. Después que esto ha sido aceptado en fe, ella también promueve e insta a la investigación científica de la verdad, según los tiempos y las circunstancias, pero retiene la supervisión sobre ella y se mantiene sobre todas las aspiraciones y trabajos científicos.  Como resultado, vemos la materia de la teología mora, aunque establecida y comunicada positivamente por la Iglesia, tratada en forma diferente por los escritores eclesiásticos según los requerimientos de los tiempos y las circunstancias.
  
Sin embargo el protestantismo ha tirado esta creencia al agua, ahí el estudio de la teología moral como ciencia ha sufrido un naufragio. Ahora podría ser meramente trabajo perdido mirar para un avance sobre el en la parte de la denominación no católica. En el siglo diecisiete y dieciocho, hay aun hombres para ser encontrados quienes hicieron un intento a eso. J. A. Dornes estatuye en Herzog, “Enciclopedia Real” IV, 364sqq (s.v. “Ética”) ese prominente escritores protestantes apoyándose en “teologías morales” han crecido muy escasamente desde el siglo dieciocho. Sin embargo esto no es ciertamente correcto. De esos quienes aun suenan a un protestantismo positivo, nosotros podemos llamar Martensen, quien recientemente entro las listas con profunda convicción de ¡Éticas cristianas” lo mismo, a través de su propia materia peculiar, es hecho por Lemme en su “Ética Cristiana” (1905) amos atribuyen a la esfera mas amplia y objetivamente otros entonces de ética natural. Unos pocos nombres desde el siglo diecisiete y dieciocho pueden aquí ser suficientes. Hugo Grotius ( d 1645) Oufendorf (d 1694) Christian Thomasius ( d 1728) todos ven la diferencia entre teología y moral natural en eso los formadores es también positivo i, e,, Divinamente revelada, pero con la misma materia asunto como la ultima. Esta ultima aserción pudo hacer volar solo de la vista protestante que ha expuesto esto todo sobre “FIDES fiducialis” pero puede fuertemente reconocer un rango de deberes extendidos por Cristo y el cristianismo. Otros escritores de la teología moral, basados en el “ FIDES fiduacialis” son Budeus, Chr. A. Crusius y Jerem. Fr. Reuss. Un resultado lógico de Kantianismo, fue la negación de cada posibilidad de moral teológica desde Kant ha hecho razón autónoma la sola fuente de obligación. En este punto Dorner dice (cita local) “ esto es verdad que la autonomía y la autocracia de la moral siendo morales separadas y religión” el hubiera estado cercano a la marca que dijo “ellos destruyen toda moral” generalmente hablando de liberales modernos protestantes fuertemente conocidos y otros tan morales autónomos, aun cuando ellos hablan de “religión” morales, ellos encuentran la ultima explicación en el hombre, religión y Dios o divina revelación siendo llevados en su modernístico sentido , eso es nociones subjetivas de cuyos valores objetivos no tenemos conocimiento ni certitud.
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En los primeros años de la Iglesia primitiva, cuando se vio germinar la semilla divina, nutrida por la sangre de los [[mártir]]es, a pesar de las frías escarchas de la [[persecución]], cuando para sorpresa del mundo hostil, creció como un árbol poderoso de plantación celestial, apenas había tiempo libre para el estudio científico de la doctrina cristiana. Por lo tanto al principio se trató a la moral en forma parenética y popular.  A través de todo el período [[Patrística|patrístico]] apenas estuvo en boga ningún otro método para las cuestiones morales, aunque este método pudiese consistir ya en una concisa exposición, ya en una discusión más detallada de los deberes y virtudes [[Individuo, Individualidad|individuales]]. Una de las primeras obras de la tradición cristiana, si no la primera luego de la [[Biblia|Sagradas Escrituras]], el “[[Didache]]” o “Enseñanza de los Apóstoles”, es principalmente de una naturaleza moral-teológica. Es apenas más que un código de leyes es un decálogo agrandado, al cual se le añaden los principales deberes que surgen de la institución divina de los medios de salvación y de las instituciones apostólicas de un culto común---a este respecto valiosos para la teología dogmática en un sentido estrecho.  El “Pastor” de [[Hermas]], compuesto un poco después, es de carácter moral, esto es, contiene una exhortación [[Ascetismo|ascética]] a la moralidad cristiana y a una [[penitencia]] seria si uno ha caído en el pecado.
  
Siendo el caso, ahí queda solo una pregunta a ser discutida, Que ha sido el desarrollo actual y método de moral teológica en la iglesia? Y aquí nosotros debemos primero que todo recordar que la iglesia no es una institución educativa o escuela para el avance de las ciencias. Verdad, ella estima y promueve las ciencias, especialmente teología y escuelas científicas están encontradas por ella, pero esto no es lo único suyo, o aun su principal tarea, Ella es la institución autoritaria fundada por Cristo para la salvación de la forma humana, ella habla con poder y autoridad a toda la raza humana, a todas las naciones, a todas las clases de sociedad y toda edad, comunicándoles la doctrina de salvación no adulterada y les ofrece su ayuda. Es su misión urgir sobre educar y no educar a personas semejantes la aceptación de la verdad sin mirar al estudio científico y establecido. Después esto ha sido aceptado en fe, ella también promueve y urge, de acuerdo a los tiempos y circunstancias, la investigación científica de la verdad, pero ella retiene la supervisión sobre ella y esta sobre todas las aspiraciones y trabajos científicos. Como resultado, nosotros vemos que la materia asunto de moral teológica, a través de extender positivamente comunicar por la iglesia, trata diferentemente por escritores eclesiásticos de acuerdo a los requerimientos de los tiempos y circunstancias.
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Existe una serie de largos escritos ocasionales que tratan sobre la teología moral, desde el primer período de la era cristiana; su propósito era recomendar una cierta virtud o exhortar a los [[fieles]] en general para ciertos tiempos y circunstancias. Así, desde [[Tertuliano]] (murió cerca del 240) tenemos:  "De spectaculis", "De idolatria", "De corona militis", "De patientia", "De oratione", “De poenitentia”, "Ad uxorem", sin tomar en consideración las obras que escribió después de su defección al [[montanismo]] y los cuales ciertamente son de interés para la historia de la moral cristiana, pero no pueden servir como una guía para ella.  De [[Orígenes y Origenismo|Orígenes]] (m. 254) todavía poseemos dos obras menores que tratan sobre nuestro asunto, es decir, “Demartyrio”, de carácter parenético, y “De oratione”, de contenido moral y dogmático; el último se halla con las objeciones que son avanzadas o más bien reiteradas incluso hoy día contra la eficacia de la oración.  
  
En los primeros años de la temprana iglesia, cuando la divinidad vio nutrida por la sangre de los mártires fue visto germinar en lugar de resfriadas escarchas de persecución, cuando la amenaza del mundo hostil, creció en un estudio de la doctrina cristiana. Ahí morales, fueron los primeros tratados en moral popular, preguntas, fueron en voga, a través del método podría consistir ahora en una exposición concisa, ahora en mas detallada discusión de virtudes individuales y deberes. Uno de los tempranos trabajos de tradición cristiana, no es la mas temprana después de la sagrada escritura, la “didache”, o “enseñanza de los apóstoles, es principalmente de una naturaleza moral teológica. Es fuertemente mas que un código de leyes, un alargamiento del decálogo que agrega los principales deberes crecientes de la institución divina de los significados de salvación y de instituciones apostólicas de un trabajo común, en este respecto validos para teología dogmática en su cercano sentido. El Pastor de Hermas compuesto un poco mas tarde, es de carácter moral, eso es contiene una exhortación ascética a la moralidad cristiana y penas serias, si uno ha recaído en el pecado.  
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En las preciosas obras de [[San Cipriano de Cartago]] (m. 258) tenemos escritos ocasionales y monografías; entre los primeros se pueden nombrar:  “De mortalitate” y “De martyrio”, en cierto sentido también “De lapsis”, aunque tiene más bien un carácter disciplinario y judicial; a la última clase pertenecen:  "De habitu virginum", "De oratione", "De opere et eleemosynis", "De bono patientiæ", y "De zelo et livore". Un título más claro para ser clasificado entre los libros morales-teológicos parece pertenecer a una obra anterior, el “Paedagogus” de [[Clemente de Alejandría]] (m. c. 217).  Es un relato detallado de una vida diaria cristiana genuina, en el cual las acciones ordinarias del diario vivir se miden por el estándar de la moralidad sobrenatural. El mismo autor toca la moral cristiana también en sus otras obras, particularmente en la “Stromata”; pero esta obra fue escrita principalmente desde el punto de vista [[Apologética|apologético]], puesto que estaba destinada a vindicar la doctrina cristiana completa, tanto fe y moral, contra las [[filosofía]]s [[Paganismo|paganas]] y judías.
  
Existe una larga seria de escritores ocasionales situando en teología moral, desde el primer periodo de la era cristiana. Su propósito fue también recomendar una cierta virtud o exhortar la fe en general para ciertos tiempos y circunstancias. Esto desde Tertuliano ( d. Acerca 240) nosotros tenemos “ de espectáculos” “ de idolatría” “ de militancia corona” “ de paciencia” “ de oración” “ de penitencia” “ ad uxorem” no tomar en consideración los trabajos que el escribió después de su abandono del montanismo y que esta dentro del interés de la historia de las morales cristianas, pero no puede servir como guía en el. Del origen ( d254) nosotros aun poseemos dos trabajos menores cuya conducción en nuestra pregunta a saber “ de martirio” entre paréntesis en carácter y “ de oración” moral y dogmática en contenido, los últimos encuentros de objeciones que son avanzadas o aun reiteradas aun hoy contra la eficacia de rezar.
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En años subsiguientes, cuando las persecuciones cesaron y comenzó a florecer la literatura patrística, encontramos no solo escritos [[Exégesis Bíblica|exegéticos]] y apologías escritos para defender la doctrina cristiana contra varias herejías, sino también numerosas obras morales-teológicas, principalmente sermones, [[homilía]]s y monografías. Las primeras de éstas son los discursos de [[San Gregorio Nacianceno]] (m. 391), de [[San Gregorio de Nisa]] (m. 395), de [[San Juan Crisóstomo]] (m. 406), de [[Vida de San Agustín de Hipona|San Agustín]] (m. 430), y sobre todo las “catequesis” de [[San Cirilo de Jerusalén]] (m. 386).  De San Juan Crisóstomo tenemos "De sacerdotio"; de San Agustín, "Confessiones", "Soliloquia", "De cathechizandis rudibus", "De patientia", "De continentia", "De bono coniugali", "De adulterinis coniugiis", "De sancta virginitate", "De bono viduitatis", "De mendacio", "De cura pro mortuis gerenda", de modo que los títulos nada más bastan para mostrar la riqueza de temas discutidos con no menos unción que originalidad y profundidad de pensamiento.  [[San Ambrosio]] intentó tratar separadamente la moralidad sobrenatural de los cristianos en sus libros “De officiis”, una obra que, a imitación de las discusiones de Cicerón, forma la contraparte cristiana de las discusiones puramente naturales de los paganos.  Una obra con un sello completamente diferente y de mayores proporciones es la "Expositio in Job, seu moralium lib. XXV", del [[Papa]] [[San Gregorio I]] Magno (m. 604). No es un arreglo sistemático de los varios deberes cristianos, sino una colección de instrucciones y exhortaciones morales basado en el Libro de [[Job]]; [[Johann Baptist Alzog|Alzog]] (Handbuch del Patrologie, 92) lo llama un “repertorio de moral casi completo”.  Más sistemática es su obra “De cura pastorali”, la que estaba dirigida principalmente al [[pastor]] y la cual es considerada incluso hoy día una obra clásica en la teología pastoral.
  
Ocasionalmente escritos y monografías nos son ofrecidas en trabajos preciosos de San Cipriano (d. 258) entre los formadores pueden ser numerados “ De mortalidad” y “ de Martirio” en un cierto sentido también “ Delapsis” aunque conduce mas a un carácter disciplinario y judicial, a la ultima clase que pertenece “ de habito virginal” “ De oración” “ de opera y caridad” “ de buena paciencia” y de zelo et livore” Un titulo mas claro para ser clasificado entre teología moral, libros parecen pertenecer a un trabajo temprano de “ pedagogos” de Clemente de Alejandria (d acerca 217) Es una cuenta detallada de una vida diaria cristiana, en la que ordinaria y acciones diarias son medidas por el estandar de moralidad sobrenatural. El mismo autor toca sobre morales cristianas también en sus otros trabajos particularmente en el “Stromata” pero este trabajo es principalmente escrito desde el punto de vista apologético, desde que el fue intentado a sostener la doctrina cristiana entera, ambas, fe y morales, contra filosofías paganas y judías.
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Habiendo delineado ampliamente el progreso de la teología moral durante la era patrística propiamente, debemos suplementarla detallando el desarrollo de una rama muy especial de la teología moral y su aplicación práctica; pues la teología moral debe asumir necesariamente una forma peculiar cuando su propósito se restringe a la administración del [[Sacramento de la Penitencia]].  El principal resultado a obtenerse fue una noción clara de los varios pecados y sus especies, de su relativa congoja e importancia, y de la penitencia a ser impuesta por ellos.  Para asegurar un procedimiento uniforme, fue necesario que los superiores eclesiásticos establecieran instrucciones detalladas, lo cual hicieron ya sea por mutuo acuerdo o en respuesta a preguntas.  Escritos de este tipo son las cartas pastorales o canónicas de [[San Cipriano de Cartago]], [[San Pedro de Alejandría]], [[San Basilio el Grande]]  y [[San Gregorio de Nisa]]; los decretales y cartas sinodales de un número de [[Papas]], como [[Papa San Siricio|Siricio]], [[Papa San Inocencio I|Inocencio I]], [[Papa San Celestino I|Celestino I]], [[Papa San León I Magno|León I]], etc.; cánones de varios [[concilios ecuménicos]].  Estos [[decretos]] fueron recopilados en una fecha temprana y usados por los [[obispo]]s y sacerdotes como norma para distinguir pecados e imponer penitencia eclesiástica por ellos.
  
En los subsecuentes años, cuando las persecuciones cesaron y la literatura patrística empezó a florecer nosotros no encontramos solo escritores exegéticos y apologías escritas para defender la doctrina cristiana contra las diversas herejías, pero también numerosos trabajos de teología moral, principalmente sermones, homilías y monografías. Primero de estos son las oraciones de San Gregorio de Nazianzus (d 391) de San Gregorio de Nyssa ( d 395) o San Juan Crisóstomo ( d. 406), o San Agustín (d 430) y sobre todas las “Catequesis” de San Cirilo de Jerusalem ( d 386) o San Juan Crisóstomo tenemos “ El sacerdocio”, de San Agustín “confesiones” “ hablar en soledad” Soliloquia” “ De catequizar indoctos” “ De paciencia” “ De continencia” “ Del buen conyuge” “ De los conyuges adulteros” “ de la santa virginidad” “ del buen viudo” “del mendigo” “el cuidado con relación a la muerte” , así eso los títulos solos son suficientes para dar una intimidad de riqueza de temas discutidos con no menos unción que originalidad y profundidad de pensamiento. Un separado tratado de moral sobrenatural de cristianos fue esperado por San Ambrosio ( d 397) en su libro” de oficios” un trabajo que imitando “de officiis” de Cicerón, formo una contraparte cristiana de las puras naturales discusiones de los paganos. Un trajo de una estampa enteramente diferente y largas proporciones es la “exposición en Job, seu moralium lib. XXV” de Gregorio el Grande ( de 604) No es un arreglo sistemático de varios deberes cristianos, pero una colección de instrucciones morales y exhortaciones basadas en el libro de Job.
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La ascendencia de los llamados “libros penitenciales” data del siglo VII, cuando ocurrió un cambio en la práctica de la penitencia eclesiástica.  Hasta entonces había sido una ley tradicional en la Iglesia que los tres crímenes capitales, [[apostasía]], [[homicidio]] y [[adulterio]], debían ser expiados con una penitencia determinada, la cual era pública al menos para pecados públicos. Esta reparación, que consistía principalmente en [[ayuno]]s severos y prácticas públicas humillantes, era acompañada por varias ceremonias religiosas bajo la estricta supervisión de [[la Iglesia]]; incluía cuatro estaciones distintas o clases de penitentes y a veces duraba de quince a veinte años. En una [[Fechas y Datación|fecha]] más temprana, sin embargo, los antedichos pecados capitales fueron divididos en secciones, según que las circunstancias fuesen agravantes o atenuantes, y se les aplicaba los correspondientes largos o cortos períodos de penitencia.  Con el correr de los siglos, cuando se recibió al seno de la Iglesia a naciones enteras, incivilizadas y dominadas por fieras pasiones, y cuando, como resultado, los crímenes atroces se multiplicaron, muchas ofensas, afines a las mencionadas, se incluyeron entre los pecados sujetos a penitencias canónicas; mientras que para otros, especialmente para los pecados secretos, el sacerdote determinaba la penitencia, su duración y modo, de acuerdo a los cánones. El siglo VII trajo consigo una relajación, no ciertamente en la penitencia canónica, sino en el control eclesiástico; por otro lado, hubo un aumento en el número de crímenes que demandaban una penitencia fija si se quería mantener la disciplina; además se debía tomar en consideración muchos [[derecho]]s hereditarios de una naturaleza particular, que habían llevado a una cierta mitigación de la norma universal de la penitencia. Gradualmente tuvieron entrada y se pusieron en boga sustitutos y las llamadas redemptiones, que consistían en donativos pecuniarios a los pobres o a las utilidades públicas. Todo esto requirió la redacción de listas comprehensivas de varios crímenes y de las penitencias a ser impuestas por ellos, de modo que los confesores llegaran a una cierta uniformidad sobre el tratamiento a los penitentes y la administración de los sacramentos.
  
Alzog (libro de mano der patrologie 92) llamado un justamente repertorio completo de morales” Mas sistemático es este trabajo “ de cura pastoral” que fue intentado primariamente por el pastor y que es considerado aun hoy un trabajo clásico en la teología pastoral.
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Apareció cierta cantidad de “libros penitenciales”.  Algunos de ellos, aprobados por la Iglesia, seguían de cerca los antiguos decretos canónicos de los Papas y los [[concilio]]s, y los estatutos aprobados de San Basilio, San Gregorio de Nisa y otros; otros eran meramente obras privadas que, recomendadas por el renombre de sus autores, encontraban una circulación amplia; otros iban muy lejos en sus decisiones y por lo tanto obligaron a los superiores eclesiásticos ya sea a reprenderlos o condenarlos.  Una descripción más detallada de estas obras se puede hallar en otro artículo.
  
Teniendo extensamente delineado el progreso general de teología moral durante la era patrística propiamente, nosotros debemos suplementarla detallando el desarrollo de una muy especial rama de moral teológica y su aplicación practica.
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Estos libros no fueron escritos con un propósito científico, sino práctico jurídico. Ni marcan un avance en la ciencia de la teología moral, sino más bien una detención, no, incluso una decadencia. Esos siglos de migraciones, de conmociones sociales y políticas, ofrecieron un terreno poco adaptado para un cultivo exitoso de las ciencias, y aunque en el siglo IX se hizo un nuevo intento para elevar los estudios científicos a un nivel más alto, aún así la obra de los siglos siguientes consistió más bien en recopilar y renovar los tesoros de los siglos anteriores y no en añadirles nada nuevo.  Esto es cierto para los asuntos de teología moral, no menos que para otras ramas de la ciencia. De este estancamiento de la teología en general y de la teología moral en particular surgió una nueva vida hacia fines del siglo XII y comienzos del XII.  Se notó una nueva corriente de desarrollo saludable en la teología moral, la cual fue en dos direcciones:  una en la nueva fuerza infundida a la práctica de los confesores, y la otra en un renovado vigor dado a la parte especulativa.
Para la teología moral debe necesariamente asumir una forma peculiar cuando su propósito es restrictivo a la administración del sacramento de penitencia. El principal resultado a ser obtenido fue una clara noción de varios pecados y sus especies, o sus dolores relativos e importancia y de su pena a ser impuesta por ellos .En orden a asegurar procedimiento uniforme, fue necesario para los superiores eclesiásticos sostener direcciones mas detalladas. Esto ellos hicieron tampoco de su propio acuerdo o en respuestas a preguntas. Escritos de este tipo son cartas canónicas o pastorales de San Cipriano, San Pedro de Alejandria, San Basilio de Capadocia y San Gregorio de Nyssa, las cartas decretos y sínodos de un numero de papas como Siricio, Inocente, Celestino, Leo I, etc. Canones de algunos concilios ecuménicos. Estos decretos fueron coleccionados en una temprana fecha y usados por obispos y padres como una norma en distinción de pecados y en imponer penitencias eclesiásticas a ellos.
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La ascendencia de así llamados “libros penitenciales” son desde el siglo siete, cuando un cambio tuvo lugar en la practica de la penitencia eclesiástica.
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Con esta gradual desaparición de las penitencias públicas, los “libros penitenciales” perdieron su importancia cada vez más.  Los confesores se interesaron cada vez menos en la medida exacta de las penitencias que sobre el objeto esencial del sacramento, el cual es la reconciliación del pecador con Dios.  Además, los “libros penitenciales” eran muy defectuosos para enseñar a los confesores cómo juzgar varios pecados, sus consecuencias y remedios.  Para llenar esta necesidad, [[San Raimundo de Peñafort]] escribió hacia el año 1235 la “Summa de poenitentia et matrimonio”.  Igual que su famosa colección de decretos, es un repertorio de cánones sobre varios asuntos, es decir, importantes pasajes de los Padres, concilios y decisiones papales.  Más inmediatamente adaptado al uso real fue la “Summa de casibus conscientiae”, que fue escrita alrededor de 1317 por un miembro desconocido de la [[Orden Franciscana]] en [[Asti]] en la Alta [[Italia]], y la cual es, por lo tanto, conocida como la “Summa Astensana” o “Summa Astensis”.  Sus ocho libros cubren la materia total de la teología moral y los decretos canónicos, ambos indispensables para el [[pastor]] y el confesor:  Libro I, los Mandamientos divinos; II, virtudes y vicios; III, contratos y testamentos; IV-VI, sacramentos, excepto el matrimonio; VII, censuras eclesiásticas; VIII, matrimonio.
  
Hasta entonces fue un tiempo de ley honorada en la iglesia que los tres crímenes capitales, apostasía, asesinato y adulterio fueron purgados por una fiel penitencia determinada, la cual fue publica al menos para los pecados públicos. Esta reconciliación que consistía principalmente en ayunos severos y públicos, practicas humillantes fueron acompañadas por varias ceremonias religiosas bajo la supervisión estricta de la iglesia. Incluye cuatro sanciones distintas o clases de penitencia y en los últimos tiempos desde quince a veinte años. En un temprano periodo, sin embargo, los pecados capitales mencionados arriba fueron divididos en secciones, de acuerdo como las circunstancias fueron también agravadas o atenuadas y correspondiendo en largos o cortos periodos de penitencia fueron imputables a ellos. Cuando en el curso de los siglos, naciones enteras, incivilizadas y dominadas por pasiones fieras, fueron recibidas en el seno de la iglesia, y cuando como resultado, malvados crímenes empezaron a multiplicar muchas ofensas, consanguíneos a esos mencionados arriba, fueron incluidos entre pecados que no fueron materia de penalidades canónicas, mientras que otros, especialmente para pecados secretos, los padres determinan la penitencia, esa duración y modo, por los canónes. El siglo siete, trajo con su relajación, no verdaderamente penitencia canónica, pero control eclesiástico. Sobre la otra mano, fue un crecimiento en numero de crímenes que pedían una penitencia fija, si la disciplina no se mantenía. Del otro lado, muchos derechos hereditarios de naturaleza particular, que dejaron una cierta mitigación de la norma universal o penitencia, tuvieron que tomar en consideración, substitutos y así llamadas redenciones, que consistían en donaciones pecuniarias a los pobres o utilidad publica, gradualmente ganada, entro y estuvo en voga. Todos estos necesitados la redacción de listas comprensivas de variados crímenes y de sus penitencias fueron impuestos por ellos, así una cierta uniformidad entre confesores puede ser alcanzada como tratamiento de penitencia y administración de sacramentos.
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Los siglos XIV y XV produjeron cierto número de summoe similares para los confesores; todos ellos, sin embargo, desecharon el arreglo en libros y capítulos, y adoptaron el orden alfabético. Su valor es, por supuesto, ampliamente diferente.  Los siguientes son los más importantes y más populares entre ellos:  La “Summa Confessorum” del dominico Juan de Friburgo (m. 1314), el cual fue publicado unos pocos años antes de la “Summa Astensis”; su gran fama y amplia circulación se debió a su revisión por otro miembro de la [[Orden de Predicadores]], [[Bartolomé de Pisa]] (m. 1347), quien la organizó alfabéticamente y suplementó sus partes canónicas; es comúnmente conocida como la “Summa Pisana”.  La obra sirvió como base para la “Summa angelica”, un tratado claro y conciso, compuesto alrededor del año 1476 por el franciscano Angelo Cerleto, llamado “Angelus a Clavasio” por su ciudad natal, Chiavasso. Atestigua su gran popularidad el hecho de que tuvo por lo menos treinta y una ediciones de 1476 a 1520.  Una popularidad similar obtuvo la “Summa casuum” del franciscano J. B. Trovamala, la cual apareció unos pocos años más tarde (1484) y, después de ser revisada por su mismo autor en el 1495, llevó el título de “Summa rosella”.  Una de las últimas y más renombradas de estas “summoe” fue probablemente la “Summa Silvestrina” del dominico Silvester Prierias (m. 1523), tras la cual la teología moral comenzó a ser tratada de forma diferente.  Las “summoe” aquí mencionadas, aunque fueron escritas exclusivamente para el uso práctico de los confesores, no desecharon la forma más elemental; sino que representaron los resultados de un estudio científico minucioso, el cual produjo no sólo escritos de esta clase, sino también otras obras sistemáticas de una profunda erudición.
  
Aparecieron un numero de libros penitenciales. Algunos de ellos conduciendo la sanción de la iglesia, cercanamente seguida de los decretos canónicos antiguos de los papas y los concilios y aprobados estatutos de San Basilo, San Gregorio de Nyssa y otros, otros fueron meramente trabajos privados que recomendó por el renombre de sus autores, fundado en amplia circulación, otros nuevamente fueron mas lejos en sus decisiones y de aquí constreñidos a los superiores eclesiásticos, también reprender o condenarlos. Una mas detallada cuenta de estos trabajos encontrara en otro articulo.
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El siglo XII atestiguó una gran actividad en la [[teología]] especulativa, la cual se centró alrededor de la [[catedral]] y [[escuelas]] [[Monacato|monásticas]]. Éstas produjeron [[hombre]]s como [[Hugo de San Víctor|Hugo]] y [[Ricardo de San Víctor]], y especialmente al alumno de Hugo, [[Pedro Lombardo]], llamado el Maestro de las Sentencias, el cual floreció en la escuela catedral de [[París]] hacia mediados de siglo, y cuyo “Libro sententiarum” sirvió por muchos siglos como el libro de texto estándar en los salones de conferencias teológicas.  En esos días, sin embargo, cuando comenzaron a aparecer [[herejía]]s peligrosas contra los [[dogma]]s y [[misterio]]s fundamentales de la [[fe]] cristiana, la parte moral de la [[doctrina cristiana]] recibió un tratamiento limitado; Pedro el Lombardo incidentalmente discute unos pocos asuntos morales, como por ejemplo, sobre el [[pecado]], al hablar de la creación y el estado original del hombre, o más particularmente, al tratar sobre el [[pecado original]].  Otras preguntas, por ejemplo, sobre la libertad de nuestras acciones y la [[naturaleza]] de los [[actos humanos]] en general, son contestadas en la doctrina sobre [[Jesucristo|Cristo]], donde él discute el [[conocimiento]] y la voluntad de Cristo.  Incluso el renombrado comentador de las “Sentencias”, [[Alejandro de Hales]], O. Min., todavía no entra seriamente a la [[moral]] [[Cristianismo|cristiana]].  El trabajo de construir la teología moral como una [[Ciencia y la Iglesia|ciencia]] especulativa fue por fin emprendido y completado por esa gran luminaria de la teología, [[Santo Tomás de Aquino]], a cuya “Summa theologica” nos referimos anteriormente. Aparte de esta obra maestra, cuya segunda parte y porciones de la tercera tratan sobre la moral, existen varias obras menores que tienen un carácter moral y [[Ascetismo|ascético]].  Esta última rama fue cultivada con extraordinaria habilidad por el [[Orden Franciscana|franciscano]] [[San Buenaventura]], aunque él no igualó el genio sistemático de Santo Tomás.  
  
Estos libros no fueron escritos por científicos, pero por propósitos prácticos jurídicos. Tampoco ellos marcaron en adelanto en la ciencia o moral teológica, pero mas detención de ningún modo aun en decadencia. Estos siglos de migraciones de trastornos, ofreció una manchita adaptada para el éxito de cultivo de las ciencias y sin embargo en el siglo nueve un atento fresco fue hecho para crecimiento de estudios científicos al alto nivel, aun el trabajo de los siglos subsecuentes consistió mas que en coleccionar y renovar tesoros de formar siglos que en agregarlos. Esta es verdad de preguntas de moral teológica, no menos que otras ramas científicas. De esta estancación teológica en general y moral teológica en particular creció nuevamente la nueva vida hacia el fin del doce y principio del siglo trece. Una nueva corriente de desarrollo saludable fue digna de atención en teología moral y esas en dos direcciones, una en el nuevo fuerte influido en practica de confesores, la otra renovada vigor dada a la porción especulativa.
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Este siglo y el siguiente produjeron cierto número de teólogos prominentes algunos de los cuales impugnaron varias doctrinas de Aquino, como [[Juan Duns Scoto]] y sus seguidores, mientras que otros siguieron sus huellas y escribieron comentarios sobre sus obras, como Ægidius Romanus y [[Juan Capreolo]].  Sin embargo, rara vez fueron asunto de controversia durante este tiempo las cuestiones morales-teológicas puras; no se asomó una nueva época en el método de la teología moral hasta después del [[Concilio de Trento]].  Sin embargo, hay dos escritores extremadamente fértiles en el siglo XV que no sólo ejercieron una poderosa influencia sobre el avance de la teología, sino que elevaron el estándar de la vida práctica.  Ellos son [[Denis el Cartujo]] y [[San Antonino]], [[obispo]] de [[Florencia]]. El primero es muy conocido por sus obras ascéticas, mientras que el último se dedicó a la práctica del confesionario y al trabajo ordinario de [[pastor]]. Su “[[Summae]] Theologica” pertenece especialmente a nuestro asunto.  Pasó por varias ediciones, y en 1740 apareció en Florencia la revisión de A. Ballerini, que consta de cuatro folios.  El tercer volumen trata principalmente de la [[Ley Canónica|ley eclesiástica]]; discute detalladamente la posición legal de [[la Iglesia]] y su código penal.  Unos pocos capítulos del primer volumen están dedicados al lado [[Psicología|psicológico]] del hombre y sus acciones.  El resto de la obra es un comentario, desde el punto de vista moral meramente, sobre la segunda parte de la “Summa Theologica” de Santo Tomás, a la cual se refiere constantemente.  No es una explicación teórica pura, pero está tan llena de detalles jurídicos y casuísticos que puede ser llamada una fuente inagotable para los manuales de [[casuística]].  El apodo “Antoninus consiliorum”, Antonino del bueno consejo, que se le dio en el [[Breviario Romano]] atestigua cuán altamente se estimaba la sabiduría práctica de Antonino durante su vida.
  
Con el gradual fin de las penitencias publicas, los libros penitenciales, perdieron su importancia mas y mas. Los confesores crecen menos concernidos acerca de la medida exacta de penalidades que sobre objetos esenciales del sacramento, el cual es la reconciliación de los pecadores con Dios. De un lado, los libros penitenciales fueron por lejos tambiÉn defectuosos para enseñanza de confesores como para juzgar sobre los variados pecados, sus consecuencias y remedios. En orden a encontrar esta necesidad, San Raymundo de Penafort, escribió hacia el año 1235 la “Suma de penitencia y matrimonio” Como su famosa colección de decretos, es un repertorio de canones en varias materias, i. e. Pasajes importantes de los padres, concilios y decisiones papales. Mas inmediatamente adaptados por el uso actual fue la “Suma de casos de conciencia” que fue escrito alrededor de 1317 por un miembro desconocido de la Orden de San Francisco y Asti en la alta Italia, y el cual es, de ahí conocido como “Suma Astensana” o “Suma Astensis” Son ocho libros cubiertos de toda materia asunto de moral teológica y decretos canónicos, ambos indispensables para el pastor y confesor. Libro I, los mandamientos divinos, II, virtudes y vicios, III, contratos y deseos, IV-VI sacramentos, excepto matrimonio, VII censuras eclesiásticas. VIII Matrimonio.
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Con el Concilio de Trento la Iglesia [[Católico|Católica]] respiró nuevo aliento de vida. La reforma de la moral le dio un fresco ímpetu a la [[Teología Dogmática|ciencia teológica]].  Éstas habían caído gradualmente del alto nivel a donde se habían elevado en tiempos de Santo Tomás; el deseo de un sólido avance había dado lugar frecuentemente a la búsqueda de argumentaciones inteligentes para asuntos poco importantes. El siglo XVI atestiguó un cambio completo.  Incluso antes de la citación del [[concilio]], hubo eminentes estudiosos de seria mentalidad como [[Tomasso de Vio Gaetani Cajetan]] (usualmente llamado Cayetano), Victoria, y los dos Sotos (Pedro de Soto y [[Domingo de Soto]], todos hombres cuyo sólido conocimiento de la teología probó ser de inmenso beneficio al concilio mismo.  Su ejemplo fue seguido por una larga serie de excelentes eruditos, especialmente [[Orden de Predicadores|dominicos]] y miembros de la recién fundada [[Compañía de Jesús]].  Fue sobre todo el lado sistemático de la teología moral lo que ahora se retomó con renovado [[celo]]. En siglos anteriores, la “Sentencias” de Pedro Lombardo había sido el libro de texto universal, y las obras teológicas más prominentes de la época siguiente se declaraban nada más que comentarios sobre ellas; sin embargo, de ahí en adelante la “Summa Theologica” de Santo Tomás se siguió como guía en teología y un gran número de las mejores obras teológicas, escritas después del Concilio de Trento, se llamaron “Commentarii in Summam Sti. Thomae”. El resultado natural fue un tratamiento más comprehensivo de los asuntos morales, puesto que éstos constituían por mucho la mayor parte de la “Summa” de Santo Tomás.  Entre las primeras obras clásicas de este tipo está el “Commentariorum theologicorum tomi quattuor” de [[Gregorio de Valencia]].  Está muy bien pensado y muestra gran exactitud; los volúmenes III y IV contienen la explicación de la “Prima Secundae” y la “Secunda Secundae” de Santo Tomás.  Esta obra fue seguida, a fines del siglo XVI y principios del XVII, por una cantidad de comentarios similares; entre ellos ocupan un lugar prominente los de [[Gabriel Vásquez]], [[Leonard Lessius]], [[Francisco Suárez]], Becano y las obras de [[Tomás Sánchez]] “In decalogum” así como “Consilia moralia”, que son más casuísticas en su método; los comentarios de [[Domingo Báñez]], que habían aparecido un tiempo antes; y las de Medina (vea [[Bartolomé Medina]], [[Probabilismo]]).
  
Los siglos catorce y quince produjeron un numero de sumas similares para confesores, todo de ellos, sin embargo, descargado de arreglos en libros y capítulos y adoptado de orden alfabético. Su valor es desde luego, ampliamente diferente. Los siguientes son los mas importantes y mas populares entre ellos. La “ Suma confesional” de Dominican Johannes de Freiburg (d 1314) que fue publicado a pocos años previos de la “ Summa Astensis”, es alta reputación y amplia circulación, fue debido a su revisión por otro miembro de la orden dominicana, Bartolomeo de Pisa (d 1347) quien arreglo alfabéticamente y suplemento sus partes canónicas, es comúnmente conocido como la “Suma Pisana” Este trabajo sirvió como fundamento para la “Summa angelica” un claro y conciso tratado, compuesto de 1476 por el Franciscano Ángelus Cerletus, llamado “Ángelus a Clavasio” después de su nativa ciudad Chiavasso. Es de gran popularidad y atestiguado por el hecho que fue a través de al menos treinta y un ediciones desde 1476 hasta 1520. Como popularidad fue disfrutada por la “Summma casuum” del franciscano J. B. Trovamala, que apareció a pocos años después (1484) y después siendo revisada por el autor mismo en 1495, reconoció el titulo de “Summa Rosella” Uno de los últimos y mas renombrados de esas sumas fue probablemente la “ Summa Silvestrina” del dominico Silvestre Prierias ( d 1523) después de cuya moral teológica empezó con el tratado en diferente forma.
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Conspicuo entre todos los mencionados está Francisco Suárez, S.J., en cuyas voluminosas obras se desarrolla los principales asuntos de la “Seounda” de Santo Tomás con gran exactitud y riqueza de conocimiento positivo.  Casi cada tema es examinado minuciosamente y llevado cerca de su solución final; se discuten extensamente las más variadas opiniones de teólogos anteriores, se someten a un cercano escrutinio y la decisión final se da con gran circunspección, moderación y modestia.  Un gran folio trata los asuntos fundamentales de teología moral en general: 
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* 1. De fine et beatitudine;
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* 2 De voluntario et involuntario, et de actibus humanis;
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* 3 De bonitate et malitia humanorum actuum;
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* 4 De passionibus et vitiis.
  
La suma aquí mencionada siendo exclusivamente escrita para el uso practico de confesores, no desdeña mas la forma elemental, pero representa los resultados a través de estudios científicos, que producen, no solo escritos de esta clase, pero también otros trabajos sistemáticos de becas profundas.
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Otro volumen trata sobre “Leyes”; muchos volúmenes en folio se dedican a tratados que ciertamente pertenecen a la [[moral]], pero que están inseparablemente conectados con otros asuntos estrictamente dogmáticos sobre [[Dios]] y sus [[Naturaleza y Atributos de Dios|atributos]], es decir, “De gratia divina”; hoy día se asignan al [[dogma]] propiamente.  Una tercera serie da la doctrina completa sobre los [[sacramentos]] (excepto el [[sacramento del matrimonio]]) desde su punto de vista moral y dogmático.  Francisco Suárez no examinó todas las varias virtudes; además del tratado sobre virtudes teológicas, sólo poseemos el de la [[virtud de la religión]].  Pero si alguna de las obras de Francisco Suárez ha de llamarse clásica es la antedicha, la cual discute en cuatro volúmenes el asunto completo “De religione”.  Dentro del amplio campo de “religio”, incluyendo su noción y posición relativa, sus varias acciones y prácticas, como [[oración]], [[votos]], [[juramentos]], etc., los pecados contra ella, apenas se puede hallar una cuestión dogmática o casuística que no haya sido resuelta o cuya solución no se haya al menos intentado.  De los últimos dos volúmenes uno trata de las órdenes [[Religión|religiosos]] en general, el otro sobre el “Instituto” de la Compañía de Jesús.
  
El siglo doce evidencio una ocupada actividad en teología especulativa, que centro acerca de la catedral y escuelas monásticas. Estos productivos hombres como Hugh y Ricardo de San Victor y especialmente el alumno de Hugh, Pedro el Lombardo, llamado Señor de las Oraciones, quien floreció en la catedral, escuela de Paris hacia mediados de siglo y cuyo “Libro De oraciones” sirvió para algunos siglos como el libro de texto estandar en el vestíbulo de lecturas teológicas. En esos días, sin embargo cuando herejías peligrosas contra los dogmas fundamentales y misterios de la fe cristiana empezaron a aparecer, la parte moral de la doctrina cristiana recibió tratamiento limitado. Pedro el Lombardo incidentalmente discutió unas pocas preguntas de moral, como ejemplo, acerca del pecado, mientras hablando de creación y estado original del hombre o mas en particular, cuando tratando el pecado original. Otras preguntas, ejemplo acerca de la libertad de nuestras acciones y la naturaleza de acciones humanas en general, son contestadas en la doctrina sobre Cristo, cuando el discutió el conocimiento y el deseo de Cristo. Aun el renovado comentador de las “ Oraciones”, Alejandro de Hales, O Min, no hizo aun seriamente entrada en las morales cristianas. El trabajo de construcción de teología moral como una ciencia especulativa fue al final llevado y completado por una gran luminaria de teología, Santo Tomas de Aquina, a cuya “Suma Teológica” fue referida anteriormente. A un lado de esta pieza maestra de cuya segunda parte y porciones de la tercera pertenecen a morales, hay algunos trabajos menores existentes que conducen a moral y carácter ascético, los últimos llamados rama, fueron cultivados con extraordinaria habilidad por San Buenaventura de la orden franciscana, a pesar de que el no hizo igual el sistemático genio de Santo Tomas.  
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En el transcurso de los siglos XVII y XVIII aparecieron un número de obras similares, aunque más concisas, que tratan asuntos morales-teológicos como parte de una teología universal con el espíritu genuino de la ciencia escolástica. Están las de Tanner, [[Giles de Coninck|Coninck]], Platel, [[Vincent Louis Gotti|Gotti]], Billuart, y muchas otras, cuya mera enumeración nos llevaría muy lejos. Sin embargo, debemos mencionar a [[Juan de Lugo]], a quien nadie puede negar el [[honor]] de haber adelantado la teología práctica y la especulativa, y especialmente la moral práctica. Dotado de un genio especulativo y poco común y de un juicio práctico y claro, en muchos casos señaló rutas completamente nuevas hacia la solución de asuntos morales. Hablando de su teología moral [[San Alfonso María de Ligorio|San Alfonso]] le llama “sin duda el líder después de Santo Tomás”.  Sus obras que nos han llegado son:  "De fide", "De Incarnatione", "De justitia et jure", "De sacramentis", viz., "De sacramentis in genere", "De baptismo et eucharistia", and "De poenitentia".  El volumen “De poenitentia” es sobre todos el que, a través de su décimo sexta discusión, se ha convertido en el panfleto clásico para la teología moral casuística y particularmente para la distinción específica de los [[pecado]]s;  al mismo asunto pertenece la obra póstuma “Responsa moralia”, una colección de respuestas dadas por de Lugo en casos de [[conciencia]] complicados.  Este no es el lugar para señalar su eminencia como dogmatista; baste decir que muchas preguntas de largo alcance reciben soluciones originales que, aunque no universalmente aceptadas, han arrojado suficiente luz sobre estos asuntos.
  
Este y los subsecuentes siglos producen un numero de teologos prominentes, algunos de los cuales contendieron varias doctrinas de Aquinas, como Duns, Scotus y sus adherentes, mientras otros siguieron en sus pasos y escribieron comentarios sobre sus trabajos como Egidius Romanus y Capreolus. Sin embargo puramente preguntas de moral teológica fueron raramente hechas en materia de controversia durante este tiempo. Una nueva época en el método de moral teológica no apunto hasta después del Concilio de Trento. Sin embargo hay dos escritores extremadamente fértiles del siglo quince quienes no solo ejercieron una poderosa influencia en el avance de la teología pero acrecentaron el estandar de vida practica. Ellos son Dionisio y Cartucio y San Antonio, Obispo de Florencia. El formador es bien conocido por sus trabajos ascéticos, mientras el ultimo devoto el mismo, a la practica de trabajo confesional y ordinario de pastor. Su Suma teológica” pertenece especialmente a nuestra materia. Fue a través de algunas ediciones y la revisión de A. Ballerini de ello, que apareció en 1740 en Florencia conteniendo nuestros folios. El tercer volumen trata principalmente de la ley eclesiástica, discute una gran extensión de la posición legal de la Iglesia y su código penal. Unos pocos capítulos del primer volumen son devotos del lado psicológico del hombre y sus acciones. El recuerdo de cuyo trabajo es un comentario del punto de vista meramente moral , en su segunda parte de Santo Tomas “ Suma Teológica “ a la que constantemente refiere. No es mera explicación teorética, pero es tan repleta con detalles jurídicos y casuísticos que puede ser llamada una fuente inexhaustible de manuales de casuística. Como altamente sapiencia practica de Antonio fue estimado durante su tiempo de vida y atestiguado por el sobrenombre “ Antonio Consiliorum “ Antonio el buen consejero dado a el en el Breviario Romano.
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El método que Lugo aplica a las cuestiones de teología moral puede muy bien ser llamado mixto, esto es, es tanto especulativo como casuístico. Tales obras de carácter mixto ahora son comunes, tratan la materia completa de la teología moral, hasta donde es útil al confesor y al pastor de esta forma mixta, aunque ellos insisten más en la casuística que Lugo.   Un tipo de esta clase es la "Theologia moralis" de [[Paul Laymann]] (m. 1635); en esta categoría también se pueden contar la "Theologia decalogalis" y "Theologia sacramentalis" de [[Patritius Sporer]] (m. 1683), la "Conferentiæ" de [[Benjamín Elbel]] (m. 1756), y la "Theologia moralis" de Reuter (m. 1762). Los manuales para confesores son casi innumerables, escritos en una forma casuística simple, aunque incluso éstos justifican sus conclusiones con razones internas después de legitimizarlas con una apelación a la autoridad externa. Frecuentemente son el fruto de un conocimiento especulativo minucioso y extensa lectura. Uno de los más sólidos es probablemente el  "Manuale confessariorum et poenitentium" de Azpilcueta (1494-1586), el gran canonista, comúnmente conocido como "Doctor Navarrus"; además, la "Instructio sacerdotum" o "Summa casuum conscientiæ" del [[Cardenal]] Tolet (m. 1596), que fue altamente recomendado por [[San Francisco de Sales]]. Otra obra que merece mención, es decir, la llamada "Medulla theologiæ moralis" de [[Hermann Busembaum]] (m. 1688), que se ha hecho famosa debido a su uso extendido (cuarenta ediciones en menos de veinte años durante la vida del autor) y el número de sus comentadores.  Entre éstos se incluyen Claude Lacroix, cuya teología moral se considera una de las más valiosas del siglo XVIII, y a San Alfonso María de Ligorio, con el cual, sin embargo, comenzó una época completamente nueva en la teología moral.
  
Una nueva vida fue alentada en la iglesia católica por el Concilio de Trento, Reformas de moral dieron ímpetus frescos a la ciencia teológica. Estos cayeron gradualmente del alto grado en que ellos crecieron en el tiempo de Santo Tomas, el deseo de avances sólidos han dado frecuentemente lugar a ver después de argumentaciones inteligentes sobre preguntas no importantes. El siglo dieciséis, testimonio un cambio completo. Aun antes del concilio convino, hay eminentes escolares de conversión seria de mente como Thomas de Vio (usualmente llamado Cayetano) Victoria y los dos Sotos, todos hombres cuyos conocimientos sólidos de teología probaron el inmenso beneficio del Concilio en el mismo. Sus ejemplos fueron seguidos por largas series de escolares excelentes, especialmente dominicanos y miembros de la nueva fundación de la Sociedad de Jesús. Fue arriba de todo el lado sistemático de moral teológica que fue ahora tomado con renovado entusiasmo. En los primeros siglos “las oraciones “ de Pedro el Lombardo fueron libro de texto universal y mas prominente trabajos teológicos y subsecuentemente profesados años a ser nada mas que comentarios sobre ellos. Desde ahí, sin embargo, la Suma Teológica “ de Santo Tomas fue seguida como guía en teología y un gran numero de los mejores trabajos teológicos, escritos después del Concilio de Trento fueron titulados “ Comentarios en Suma, Santo Tomas” El natural resultado fue un mas extenso tratado de preguntas morales desde estas constituyeron por lejos la mas amplia porción de Santo Tomas “ Summa” Entre los tempranos trabajos clásicos de este tipo es el “comentario teológico tomo quattuor” de Gregorio de Valencia. Es bien pensado en grandes actos cuidados, vols III y IV contienen la explicación de “Prima segunda” y de Segunda Secundaria” de Santo Tomas. Este trabajo fue exitoso y al fin del dieciséis y principios del siglo diecisiete por un numero similar de comentarios entre ellos, estuvo mas prominentemente esos de Gabriel Vazquez” Lessiurs Suárez, Becanus y los trabajos de Tomas Sánchez “ En decálogo” así tan bien como comentarios de Domingo Bañez, el cual apareció algún tiempo antes y esos de Medina ( ver Medina, Bartolomeo, Probabilismo)
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Antes de entrar a esta nueva fase, demos una ojeada al desarrollo del llamado sistema de moral y controversias que se esparció entre los eruditos [[católico]]s, así como al método casuístico de tratar la teología moral en general.   Porque estas controversias se centran precisamente alrededor de la casuística de la teología moral, y la que ha experimentado severos ataques. Estos ataques se confinaron mayormente a [[Alemania]].  Los campeones de los adversarios fueron [[Johann Baptist von Hirscher|Hirscher]] (m. 1865), [[Johann Joseph Ignaz von Döllinger|Döllinger]], Reusch, y un grupo de eruditos católicos que, de 1901 a 1902, demandaron una “reforma de la teología moral católica”, aunque no todos estuvieron movidos por el mismo [[espíritu]].  Hirscher estuvo movido por el [[celo]] de una supuesta buena causa, aunque él estuvo implicado en [[error]]es teológicos. Döllinger y Reusch intentaron cubrir sus defecciones de [[la Iglesia]] y su negativa a reconocer la [[infalibilidad]] [[Papa|papal]] al ridiculizar las condiciones y asuntos del mundo eclesiástico que ellos pensaban militaban contra esa infalibilidad: la última fase de esta oposición fue el resultado de malos entendidos.  Para poder elucidar las acusaciones traídas contra la casuística, usamos el criticismo completamente injustificado que Hirscher esgrimió contra la teología escolástica en general en su obra de 1832 “Sobre la relación entre el [[Evangelios|Evangelio]] y el [[Escolasticismo]] Teológico”, el cual Döllinger y Reusch citan con aprobación (Moralstreitigkeiten, 13 ss.):
  
Prominentes entre todos esos mencionados es Francisco Suárez, S. J, en cuyos voluminosos trabajos de preguntas de principios de la “Seounda” de Santo Tomas son desarrollados con gran cuidado y riqueza de conocimiento positivo. Casi cada pregunta es examinada buscándola y traída cerca de su solución final. Las mas variadas opiniones de teólogos formadores son extensivamente discutidas, sujetos a escrutinio cercano y a la decisión final es dada con gran circunspección, moderación y modestia. A grandes tratados folio las preguntas fundamentales de moral teológica en general.
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1.  "En vez de penetrar en el espíritu que hace de la [[virtud]] lo que es y subyace bajo todo lo [[Bien|bueno]] de este mundo, en otras palabras, en lugar de comenzar con la naturaleza única e indivisible de todo lo bueno, comienzan con el material de las varias prohibiciones y [[precepto]]s morales sin advertir de dónde se originan, sobre qué bases descansan, y cuál es su principio dador de vida.”  Esto significa que los escolásticos y los casuísticos sólo conocen cosas individuales, y no ven nada universal y uniforme en las virtudes y deberes.  
  
1.- De fino y beatitud.
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2. "En vez de derivar estos preceptos y prohibiciones de la esencia única e individual de todas las bondades y de este modo crear [[certeza]] en los juicios morales de su audiencia, ellos rechazan los principios, los encuerdan “debes” con “debes”, les proveen de innumerables estatutos y cláusulas, confunden y oprimen al oyente con la sobreabundante medida de deberes, medios deberes, no-deberes.”  En otras palabras, los escolásticos oprimen y confunden con una innecesaria multiplicación de deberes y no deberes.
2.-. De voluntario e involuntario y de activo humano.
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3.- De bueno y malos actos del hombre.
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4.- de pasiones y vicios.
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Otro volumen trata de “Leyes” algunas paginas de volúmenes son devotas a tratados los cuales verdaderamente pertenecen a moral, pero que son inseparablemente conectados con otras preguntas estrictamente dogmáticas acerca de Dios y sus atributos, como “j Gracia divina”, Hay hoy en todos lados asignados dogmas propios, una tercera serie dada la doctrina entera de sacramentos ( con excepción del matrimonio) de cuyo lado dogmático y moral No todas y varias virtudes son examinadas por Suárez, al lado del tratado en virtudes teológicas, nosotros ponemos solo eso en la virtud de religión. Pero si alguno de los trabajos de Suárez pudo ser llamado clásico, es el ultimo nombre, cuyas discusiones en cuatro volúmenes de toda materia “ De religión” Entre todo el rango de “religión” incluyendo las nociones y posiciones relativas, estos variados actos y practicas, como rezos, votos, juramentos etc, los pecados contra ellos, pueden fuertemente ser encontrados en preguntas dogmáticas o casuísticas que no han sido tampoco solucionadas o cuya solución no ha sido al menos sido intentada. De los dos últimos volúmenes uno trata de ordenes religiosas en general, el otro de “instituto” y la sociedad de Jesús.
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3.  “Está más acorde con el espíritu del mosaísmo que con el del [[cristianismo]] cuando la moralidad cristiana es tratada menos como una doctrina de virtudes que de [[ley]]es y deberes, y cuando al añadir mandamiento a mandamiento, prohibición a prohibición, nos da una medida completa y colmada de reglas morales en lugar de construir sobre el espíritu cristiano, derivarlo todo de él y señalar todas las virtudes particulares a su luz.”  O brevemente, la casuística promueve la santurronería exterior sin el espíritu interior.
  
En el curso del siglo diecisiete y dieciocho, aparecieron un numero similar, sin embargo concisos, trabajos cuyo tratado de preguntas moral teológicas como una parte de teología universal con el genuino espíritu de la ciencia Escolástica. Hay esos de Tanner, Coninck, Platel, Gotti, Billuart, y muchos otros, la mera enumeración de quienes nos guían tan lejos en el campo. Nosotros debemos sin embargo mencionar uno que nadie puede negar el honor de tener avances ambos especulativos y de teología práctica y especialmente morales practicas, Juan de Lugo. Dotado con no comunes, genio especulativo y claro, juez practico, el en muchas instancias señalo enteramente nuevas sendas hacia la solución de preguntas morales. Hablando de esta teología moral, San Alfonso estila el “ por todos desigualdad de conducción después de Santo Tomas “ Los trabajos que vinieron para nosotros son “ De FIDE” “ De encarnación” “ De justicia y jure” “ de sacramentos” a saber “ de los sacramentos en general” “ Del bautismo y eucaristía” y “ De penitencia” Es superior a todo el volumen “ De penitencia” que a través su disputa dieciséis, el vino al libro de mano clásico para moral teológica casuística y particularmente para la distinción especifica de pecados. En la misma materia pertenece el póstumo “ Responsabilidad moral” una colección de respuestas dadas por Lugo en complicados casos de conciencia. Esto no es el lugar para señalar su eminencia como dogmático, suficiente es decir que muchas lejanas alcanzadas preguntas reciben originales soluciones que a pesar de no ser universalmente aceptadas han ya sotechado considerable luz en esos temas.
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4.  “Los que tratan la moral desde el punto de vista de la casuística, le asignan una parte importante a la diferencia entre leyes graves y leves, deberes pesados y leves, transgresiones serias y leves y pecados mortales y veniales…  Ahora bien, la distinción entre pecados veniales y mortales tiene una base sólida, y está basada principalmente en las diferentes cualidades de la [[voluntad]], y si además los varios grados de bondad o de malicia se miden por la presencia, por ejemplo, de una voluntad puramente buena y fuerte, de una menos pura y menos fuerte, de una voluntad, débil, inerte, impura, maliciosa, pervertida, entonces nadie levantará su voz contra ella. Pero es completamente diferente cuando la distinción entre pecados mortales y veniales se toma objetivamente, y basada en la gravedad o levedad de los mandamientos… Tal distinción entre pecados mortales y veniales, fundada en las diferencias materiales de los mandamientos y las prohibiciones, es una fuente de tormento y ansiedad para muchos…  La verdadera moralidad no se puede adelantar a través de tal ansiedad…  La masa del pueblo derivará sólo una ganancia de tal método:  muchos se abstendrán de lo prohibido bajo pena de pecado mortal y harán lo que se les ordena bajo tal penalidad, pero se preocuparán poco por lo que se manda o prohíbe bajo pena de pecado venial solamente. Por el contrario, buscarán una compensación en el último por lo que sacrificaron en los pecados graves.  Pero, ¿podemos llamar cristianas las vidas de tales personas?”  En otras palabras, la casuística falsifica las conciencias al distinguir objetivamente entre pecados mortales y veniales, lleva a una conformidad con los últimos y hace que sea imposible una vida verdaderamente cristiana.
  
El método que Lugo aplico a las preguntas de teología moral, puede ser bien llamado mixto, eso es, es de ambos especulativo y casuístico . Como trabajos de carácter mixto ahora crecen comúnmente, ellos tratan de toda materia asunto de teología moral, en tan lejos como su servicio para el confesor y el pastor en la forma mixto, asi ellos insisten mas en casuística que lo hizo Lugo. Un tipo de esta clase, es “ Teología moral” de Paul Laymann ( d 1635) en esta categoría puede también ser numerada como “ teología del decálogo” y “ Teología sacramental” de Sporer ( d 1683) la “Conferencia” de Elbel ( d 1756) y la Teología moral” de Reuter d 1762). Casi innumerables son los manuales para confesores escritos en casuística forma simple, así aun esos justifican sus conclusiones por razones internas después legitimadas de ellas por un llamado a la autoridad externa. Ellas no son frecuentemente fruto de completo, conocimiento especulativo y lecturas extensivas. Uno de los mas sólidos es probablemente el “Manual de confesión y penitencia” de Azpilcueta (1494-1586) el gran canonista comúnmente conocido como “ Doctor Navarro”, mas allá “ La instrucción sacerdotal” o “Suma casos de conciencia” de Cardinal Tolet (d 1596) que fue altamente recomendado por San Francisco de Sales, Otro trabajo, puede también ser mencionado a saber el llamado “Médula Teológica moral” de Hermann Busenbaum (d1688) que vino famoso, una cuenta de su uso muy extensivo (cuarenta ediciones en menos de veinte años durante el tiempo de vida del autor) y el numero de sus comentarios. Entre estos están incluidos Claude Lacroix, cuya teología moral es considerada como una de las mas validas del siglo dieciocho y San Alfonso Liguori, con el que sin embargo, una nueva época enteramente de moral teológica comienza.
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No es difícil confutar todas estas acusaciones.  Una ojeada a la “Summa Theologica” de Santo Tomás probará cuan incorrecto es el primer cargo de que el [[escolasticismo]] y la casuística [[Conocimiento|conocen]] sólo las buenas acciones individuales y las virtudes individuales, sin preguntarse sobre el fundamento común de todas las virtudes.  Antes de tratar las virtudes y deberes individuales, Santo Tomás da un volumen completo de discusiones de naturaleza general, en las cuales podremos notar las profundas especulaciones sobre el juicio final, la bondad y maldad de las acciones humanas, la ley eterna.
  
Antes de entrar sobre la nueva fase, déjenos mirar al desarrollo del así llamado sistema de moral y las controversias que surgen entre católicos escolares, como también el método casuístico de tratado de moral teológica en general. Para esto es preciso la casuística de teología moral alrededor de esos centros de controversia y que ha experimentado severos ataques en nuestros propios días. Estos ataques fueron para la mayor parte confinados a Alemania. Los campeones de los adversarios son J. B. Hirscher ( d 1865) Dollinger, Reusch, y un grupo de católicos escolares quien en los años 1901 y 1902, pidieron una reforma de la teología moral” a pesar todos fueron no movidos por el mismo espíritu. En Hirscher fue el celo por una supuesta buena causa, así el fue implicado en errores teológicos. Dollinger y Reusch, intentaron cubrir su defecto de la iglesia y ellos rechazaron el reconocimiento de la infalibilidad papal, llevando al ridículo de las condiciones eclesiásticas del mundo y negocios que ellos militaban en contra de esa infalibilidad. La ultima frase de esta oposición es principalmente el resultado de un mal entendido. En orden a elucidar las acusaciones traídas por la casuística, nosotros usamos completamente el criticismo injustificable que Hirscher lanzo contra la teología escolástica en general en su trabajo de 1832. “En la relacion entre el el evangelio y la teología escolástica” es citada aprobadamente por Dollinger y Reusch, (Moralstreitigkeiten, 13 sqq)
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La segunda acusación, que la casuística escolástica confunde la mente por su volumen de deberes y no-deberes, puede sólo significar que la casuística escolástica fija éstos arbitrariamente y contrario a la [[verdad]]. La queja puede referirse solamente a esas obras y conferencias que apuntan a la instrucción del [[clero]], pastores y confesores.  El lector u oyente que se sienta confundido u oprimido por esta “masa de deberes”, etc. muestra con ese mismo hecho que no tiene el talento [[Necesidad|necesario]] para el oficio de confesor o director espiritual, y que por lo tanto debe escoger otro oficio.
S En lugar de penetrar en el espíritu que hace virtud que es y verdad fundamental de toda cosa es buena en este mundo, en otras palabras, en lugar de empezar con una naturaleza indivisible de todas las bondades, ellos empiezan con lo material de varios preceptos morales y prohibiciones sin advertir a los que los originaron, en esa fundación ellos quedan y que es su principio de dar vida” esto significa que los escolásticos y casuísticos conocen solo las cosas individuales, no ven nada universal y uniforme en las virtudes y deberes.
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2.- En lugar de derivar estos preceptos y prohibiciones de uno, esencia individual de todas las bondades y de ahí crear ciertamente en los juicios morales de su audiencia, ellos no aceptan principios, encuerdan cada uno con cada uno para proveerlos con innumerables estatutos y cláusulas, confundiendo y oprimiendo al que escucha por lo rebasado de medidas y deberes, medios deberes y no obligaciones. En otras palabras los escolásticos oprimen y confunden por una multiplicación no necesaria de deberes y no deberes.
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El tercer cargo, dirigido contra la [[hipocresía]] judaica que descuida el fomento de la vida interior, se refuta por cada obra sobre casuística, aunque escasos, pues cada uno de ellos declara enfáticamente que la mayoría, sin el estado de gracia y una buena intención, todas las obras externas, no importa cuán difíciles y heroicas, son de poco valor a los ojos de [[Dios]].  ¿Puede la necesidad del espíritu interno ser presentada más claramente?  Y aunque, en algunos casos, la realización externa de un determinado trabajo se establece como el mínimo exigido por Dios o la Iglesia, sin la cual el cristiano incurriría en la [[Infierno|condenación eterna]], pero esto no es desterrar el espíritu interior, sino designar el cumplimiento externo como la línea de bajamar de la moralidad.
  
3.- Es mas en acuerdo con el espíritu del Mosaísmo que con eso de la cristiandad cuando moralidad cristiana es tratada, menos como doctrina de virtudes que de leyes y deberes, y cuando agregando mandamiento a mandamientos, prohibición a prohibición, nos da un lleno y sacudida medida de reglas morales en lugar de construir en el espíritu cristiano, derivando todo de ello y señalando todas las particulares virtudes e su luz” o brevemente promotores casuísticos santurronería exterior sin el interior del espíritu.
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Por último, el cuarto cargo surge de un [[error]] teológico muy grave. No puede haber [[duda]] de que, al juzgar la atrocidad del pecado y al distinguir entre pecados mortales y veniales, se debe tomar en consideración el elemento subjetivo; sin embargo, todos los compendios de teología moral, no importa cuán casuísticos sean, cumplen con este requisito.  Cada manual distingue los pecados que surgen por la [[ignorancia]], maldad, malicia, sin, sin embargo, tildar todos los pecados de debilidad como pecados veniales, o todos los pecados de malicia como pecados mortales;  pues seguramente que hay actos menores de malicia que no se puede decir que causan la muerte del [[alma]].  Cada manual también toma conocimiento de los [[pecado]]s que se cometen sin suficiente deliberación, [[conocimiento]] o libertad; todos éstos, aunque la materia sea grave, son considerados como pecados veniales.  Por otro lado, cada manual reconoce los pecados veniales y mortales que lo son por la gravedad de la materia solamente.  ¿O quién podría, abstrayéndose de todo lo demás, poner una mentira jocosa a la par con una negación de [[fe]]?  Pero incluso en estos pecados, mortales o veniales según su objeto, los casuistas ponen énfasis en las disposiciones personales en las cuales fue cometido el pecado realmente.  De ahí el principio universal;  el resultado de una conciencia errónea subjetivamente puede ser que una acción que en sí misma era venial, se convierta en pecado mortal y viceversa, que una acción que es en sí misma mortalmente pecaminosa, esto es, que constituya una violación grave de la ley moral, puede ser sólo un pecado venial.  Sin embargo, todos los teólogos, todos los casuistas, consideran la conciencia correcta un gran don y por lo tanto se esfuerzan, por sus discusiones casuísticas, en contribuir hacia la formación de conciencias correctas, de modo que el estimado subjetivo de la moralidad de ciertas acciones puede coincidir, hasta donde sea posible, con la norma objetiva de moralidad.  
  
4.- Esos quienes tratan moral desde el punto de vista de la casuística, asignan una parte importante para la distinción entre grave y leyes luminosas, grave y clara obligación, seria y leve trasgresión mortal y pecados veniales... Ahora la distinción entre pecados graves y veniales no es sin una sólida fundación y es principalmente basado en las diferentes cualidades del deseo y si a un lado los variados grados de bondad y malicia son medidos por la presencia, ejemplo, de puramente bueno a fuerte deseo, y uno menos puro y menos fuerte, de un débil, inerte, impuro, malicioso, pervertido deseo, entonces nadie alcanzara su voz contra el. Pero si totalmente diferente cuando la distinción entre mortal y pecado venial es tomado objetivamente y basado en la gravedad y claridad de los mandamientos... Como una distinción entre pecados mortales y veniales, fundada en la diferencia material de mandamientos y prohibiciones, es una fuente de tormenta y ansiedad para muchos ..... Verdad moralidad no puede ser avanzada a través como una ansiedad... La masa de la gente derivara entonces este único provecho de cómo un método, muchos refrenaran de que es prohibido bajo pena de pecado mortal y hará que es mandado sobre la misma pena, pero ellos cuidaran poco por que es mandado o prohibido bajo pena de pecado venial solo, en el contrario ellos verán una compensación el ultimo para que ellos sacrifiquen a los mandamientos graves. Pero puede llamarnos las vidas como hombres cristianos ¿ en otras palabras casuística falsifica las conciencias distinguiendo objetivamente entre pecados mortal y venial, guíando a contenido de mas tarde y rendir genuinamente a la vida cristiana imposible.
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Por último, cuando varios oponentes del método casuístico objetan que el moralista se ocupa exclusivamente de los pecados y su análisis, con el “lado oscuro” de la [[vida]] [[Hombre|humana]], deben recordar que es físicamente imposible decir todo de una vez, que, igual que en muchas otras artes y ciencias, una división del trabajo también puede ser ventajosa para la teología moral, que el propósito particular de manuales y conferencias puede limitarse a la [[educación]] de confesores diestros y que este propósito puede muy bien ser realizado centrando la atención en el lado oscuro de la vida humana. Sin embargo, se debe conceder que este no puede ser el único propósito de la teología moral; es indispensable una discusión minuciosa de todas las virtudes cristianas y el modo de adquirirlas.  Si en algún momento esta parte de la teología moral tuviese que ser llevado al trasfondo, la teología moral se convertiría en unilateral y necesitaría una revisión, no eliminando la casuística, sino dedicando más tiempo y energía a la doctrina de las virtudes en su aspecto científico, parenético y ascético.
  
No es difícil refutar todas estas acusaciones. Una mirada a la “ Suma Teológica “ de Santo Tomas probara cuan incorrecto es el primer cargo que el Escolasticismo y la casuística conocen solo actos buenos individuales y virtudes individuales, sin preguntarse en la fundación común de todas las virtudes. Antes tratando las virtudes individuales y los deberes individuales, Santo Tomas nos da un volumen todo de discusiones de naturaleza general de los cuales nosotros podríamos notar la profundidad de especulaciones y el ultimo fin de bondades y malicia humana en las acciones, la ley eterna, la segunda acusación que la escolástica casuística confunde la mente por sus masas de deberes y no deberes puede solo significar que la escolástica casuística fija estos arbitrariamente y contraria a la verdad. La queja puede solo referir a esos trabajos y lecturas que guían a la instrucción de clérigos, pastores y confesores. Los lectores y escuchas que son confundidos u oprimidos por esta “ Masa de deberes etc” muestran por este cada hecho eso el no tiene el talento necesario para el oficio de confesor o guía espiritual, que debería de ahí buscar otra vocación.
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En la época del [[Concilio de Trento]] era notable un gran avance en todas las ramas de la teología moral. La creciente frecuencia en la confesión sacramental explica que se pusiera más énfasis en la casuística en particular, lo cual es concedido libremente por los adversarios.  [[Johann Joseph Ignaz von Döllinger|Döllinger]] y Reusch dicen (op. cit., 19 ss.):  “El hecho de que la casuística tuviera un desarrollo ulterior después del siglo XVI está relacionado con las cambios en la disciplina penitencial. De ahí en adelante prevaleció la costumbre de acercarse al confesionario más frecuentemente, regularmente antes de la [[Sagrada Comunión]], de confesar no sólo los pecados mortales sino también los veniales, y de pedir consejo al confesor para todos los problemas de la vida espiritual, de modo que el confesor se convirtió cada vez más en un padre y guía espiritual.”  El confesor necesitaba este adiestramiento y educación científica, el único que podría capacitarle para dar decisiones correctas en casos complejos de la vida humana, para formar un estimado correcto de la bondad o defecto moral, deber o violación de deber, virtud o vicio.  Ahora bien, era inevitable que el confesor se encontrase casos donde la existencia o medida exacta de la obligación permaneciese obscura incluso después de un examen minucioso, donde el moralista era confrontado por la pregunta de cuál debería ser la decisión final en estos casos; si uno estaba obligado a considerarse obligado cuando el deber era oscuro y dudoso, o cómo uno podría remover esta duda y llegar a una conclusión definida de que no había obligación estricta.   Siempre se había sabido y había sido variamente expresado en reglas prácticas que el anterior no podía ser el caso, sino que una obligación para existir debía primero ser [[Prueba|probada]]:  "In dubiis benigniora sequenda", "odiosa sunt restringenda", etc. Sin embargo, no siempre se tenía claramente a la vista el principio básico para resolver tales casos dudosos y llegar a la certeza necesaria para la moralidad de una acción.  Establecer este principio universal era equivalente a establecer un sistema moral; y los varios sistemas se distinguían por el principio al cual se adherían.
  
El tercer cargo dirigido contra la hipocresía judía que negligé criando de la vida interior, es rechazada por cada trabajo en casuística, sin embargo pobre para cada una de ellas expone mas enfáticamente que sin la exposición de gracia y buena intención, todos los trabajos externos, no son asunto, como dificultad y heroicidad, son sin valor en la vista de Dios. Puede la necesidad del espíritu interno ser traído mas claramente? Y aun si en algunos casos, el cumplimiento de cierto trabajo es sostenido como el mínimo demandado por Dios o la iglesia, sin lo cual el cristiano podría incurrir en condenación eterna, si esto no es desterrando el espíritu interno pero designando el cumplimiento externo.
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La historia del [[probabilismo]] se da bajo ese título, baste decir aquí que desde mediados del siglo XVII, cuando comenzó la violenta discusión sobre este asunto, el desarrollo de la teología moral coincide con el del probabilismo y de otros sistemas probabilistas; aunque estos sistemas tocan sólo una pequeña parte de la moral y de las verdades morales y nada está más lejos que la verdad que la opinión, tan ampliamente difundida entre los adversarios de la moral católica, que el probabilismo le dio una nueva forma y un nuevo espíritu a la totalidad de la teología moral.    El probabilismo y los otros sistemas de moral se ocupan sólo de los casos que son objetivamente dudosos; de ahí que se abstraen completamente de la amplia esfera de verdades establecidas y certeras. Ahora bien, la última clase es por mucho la más amplia en la teología moral también; si no fuera así, la [[razón]] humana estaría en un lamentable apuro, y la [[Divina Providencia]] le habría concedido poco cuidado a las más nobles de sus criaturas visibles y a sus más altos bienes, incluso en el [[orden sobrenatural]], en el cual una gran medida de dones y [[gracia]]s fue derramada con abundancia sobre los rescatados en [[Jesucristo|Cristo]].  La parte cierta e indiscutible incluye todas las cuestiones fundamentales de la moral [[Cristianismo|cristiana]]; comprende aquellos principios de orden moral por los cuales se regulan las relaciones del hombre consigo mismo, con Dios y con su prójimo y con las varias comunidades; abarca la [[Doctrina Cristiana|doctrina]] del último fin del hombre y de los medios sobrenaturales para alcanzar dicho fin.  Hay sólo un comparativamente pequeño número de leyes objetivamente obscuras y dudosas o [[deber]]es que apelan al probabilismo o antiprobabilismo para una decisión.  Sin embargo, como ya se ha dicho, desde medidos del siglo XVII el interés de los teólogos morales se centró en el asunto acerca del probabilismo o antiprobabilismo.
  
Últimamente, el cuarto cargo nace de un error teológico muy grave. Ahí puede ser sin duda que la atrocidad en juzgar el pecado y en discutir entre pecado mortal y venial, el elemento subjetivo debe ser llevado a consideración, sin embargo, cada compendio de teología moral, no asunto como casuística, encuentra este requerimiento. Cada manual distingue pecados que crecen de ignorancia, debilidad, malicia, sin embargo, rotularlos todos pecados de debilidad o pecados veniales, o todos pecados de malicia como pecados mortales, por ahí, son seguramente menores de malicia que no pueden ser dichos la causa de muerte del alma. Cada manual también toma conocimiento de pecados que son cometidos sin suficiente deliberación, conocimiento o libertad, todos estos aun a pesar de la materia son graves, son contados como pecados veniales. De la otra mano, cada manual reconoce veniales y graves pecados que son como por la gravedad del asunto, solos. O quien abstraería de cada cosa, poner en mentira jocosa en un par con la negación de fe? Pero aun en estos pecados mortales o veniales de acuerdo a su objeto, los casuistas fijan estrés en las disposiciones personales en que el pecado fue cometido actualmente. De ahí, su principio universal, el resultado de conciencia errónea subjetiva podría ser que una acción que es en ella misma solo venial, se vuelva pecado mortal y viceversa, que en la acción que es en ella misma pecaminosa, eso es constituye una violación grave de la ley moral, podría ser solo pecado venial. Sin embargo, todos los teólogos, también casuistas consideran una conciencia correcta un gran regalo, y ahí esfuerzo, por sus decisiones casuísticas, a contribuir hacia la formación de conciencias correctas, así que la materia estimada de la moralidad de ciertas acciones podría coincidir tan lejos como posible con la norma objetiva de moralidad.
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Igual de lejos de la verdad está la segunda opinión de los adversarios del probabilismo, VIX., que este sistema induce a la gente a evadir las leyes y los endurece hasta la insensibilidad.  Por el contrario, debatir del todo la cuestión del probabilismo era señal de un alma severamente consciente. El que propone la cuestión en absoluto conoce y confiesa por ese mismo hecho primero, que no es legal actuar con una conciencia dudosa, que el que realiza una acción sin estar firmemente convencido de que es permitida, comete pecado a los ojos de Dios; segundo, que una ley, sobre todo la [[Ley Divina]] nos obliga a tomar conciencia de ella y que, sin embargo, cada vez que surge la duda sobre la existencia probable de una [[obligación]] debemos aplicar suficiente cuidado para llegar a la [[certeza]], de modo que un olvido frívolo de dudas razonables es en sí mismo un pecado contra la sumisión debida a Dios. A pesar de todo esto, puede suceder que todos nuestros dolores y preguntas no nos lleven a la certeza, que se hallen sólidas razones tanto para como contra la existencia de una obligación. Bajo estas circunstancias, un hombre conciente naturalmente preguntará si él mismo se debe considerar atado a la [[ley]] o si puede, por reflexiones ulteriores---principios reflejos, como se les llama---llegar a una conclusión plena de que no hay obligación ni de hacer u omitir el acto en cuestión. Si estuviésemos obligados a considerarnos atados en cada duda, el resultado, obviamente, sería una severidad intolerable.  Pero puesto que antes de realizar una acción el veredicto final de nuestra conciencia debe estar libre de duda, es evidente la necesidad de remover tales dudas de una forma u otra según surgieron.
  
Cuando últimamente, varios oponentes del método casuístico, objeto que los moralistas ocupaban ellos mismos exclusivamente con pecados y su análisis, con el lado fuerte” de la vida humana, dejémoslos recordar que es físicamente imposible decir cada cosa en un aliento, que solo como en muchas otras artes y ciencias, una división de trabajo podría también ser ventajosa para la ciencia y la moral teológica, que el propósito particular de manuales y lecturas podrían ser limitadas a la educación de hábiles confesores y que el propósito podría muy bien ser realizado por centrar la atención en el lado oscuro de la vida humana. Sin embargo puede ser garantizado que esto no puede ser el único propósito de la moral teológica, una perfecta discusión de todas las virtudes cristianas y el significado de adquiriendo ellas es indispensable. Si en cierto tiempo esta parte de la moral teológica podría ser empujada al ultimo termino, teología moral podría volverse de un lado y podría necesitar una revisión, no cortando a la casuística, pero por devoción mas tiempo y energía a la doctrina de virtudes y su corte ético y aspecto ascético.
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Al principio hubo falta de claridad respecto al probabilismo y las preguntas relacionadas con él.  Las definiciones de opinión, probabilidad y certeza conflictivas sólo podían causar confusión.  Cuando las obras sobre teología moral y manuales prácticos comenzaron a multiplicarse, fue inevitable que algunos [[Individuo, Individualidad|individuos]] tomaran la palabra “probable” en un sentido muy amplio o muy estrecho, aunque no puede haber duda que en sí mismo significa “algo aceptable a la razón”; en otras palabras, puesto que la razón no puede aceptar nada a menos que tenga apariencia de verdad, “algo basado en la razón que generalmente lleva a la verdad”.  De ahí que avanzaron y se expandieron como practicables opiniones que estaban poco de acuerdo con los requerimientos de la [[fe]] [[Cristianismo|cristiana]], y las cuales se ganaron la censura de la [[Santa Sede]]. Nos referimos particularmente a las tesis condenadas por el [[Papa Alejandro VII]] el 24 de septiembre de 1665 y el 18 de marzo de 1666, y por el [[Papa Inocencio XI]] el 2 de marzo de 1679. No se debe hacer responsable de ello al probabilismo, sino a las vaguedades de unos pocos probabilistas.
  
En todas estas ramas de moral teológica, un gran avance fue notable para el tiempo del Concilio de Trento, que mas estrés que preso en casuística en particular, encuentra su explicación en el crecimiento frecuente de confesión sacramental. Esto es libremente concedido por nuestros adversarios. Dollinger y Reusch, dijeron (op cit. 19 sqq) “El hecho que casuística fue bajo un ulterior desarrollo después del siglo dieciséis, esta conectado con cambios ulteriores en la disciplina penitencial. De ese tiempo en la costumbre prevaleció el acercamiento a lo confesional mas frecuentemente, regularmente antes Comunión, de confesantes no solo graves pero también pecados veniales y de preguntar el consejo del confesor para todos los problemas de la vida espiritual, así que el confesor se vuelve mas y mas un padre espiritual y guía. “ El confesor necesita esta escolaridad y entrenamiento científico, que solo puede facilitarle dar correctas decisiones en casos complejos de la vida humana, a formar un estimado correcto de bondades morales o defectos, deberes o violación de deberes, virtudes o vicio. Ahora fue inevitable que el confesor podría encontrar casos donde la existencia o medida exacta de la obligación permaneció no oscuro aun después de un examen cuidadoso, donde el moralista fue desde entonces confrontado por la pregunta que la decisión final en estos casos debería ser, sin embargo, una fue obligada a considerar uno mismo limite cuando el deber fue oscuro y dudoso , o como uno podría remover esta duda y llegar a conclusión definitiva que fue no obligación estricta. Eso, el formador no podría ser el caso, pero que una obligación, al existir debe primero ser probado, fue siempre bien conocido y fue variadamente expresado en reglas practicas. “ In dubiis benigniora sequenda” “odiosa sunt restringenda” etc. El principio básico, sin embargo, para solucionar como dudosos casos y esperando la certitud necesaria para la moralidad de una acción que no siempre guardo claramente en vista. Para establecer el principio universal, que equivalente a establecer un sistema moral, y los varios sistemas fueron distinguidos por el principio al cual cada uno adhirió.
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Como resultado de estas condenas, algunos teólogos se sintieron obligados a oponerse al sistema mismo y a alinearse con el probabiliorismo.  Antes de este giro de los asuntos, los jansenistas habían sido los más notables adversarios del probabilismo.  Pero ellos también habían recibido un revés cuando el [[Papa Inocencio X]] condenó (31 de mayo de 1653) en el “Augustinus” de [[Jansenio y Jansenismo|Jansenio]], entonces recién fallecido, la proposición “Los hombres justos, con la fuerza ahora a su disposición, no pueden guardar ciertos mandamientos de Dios incluso si ellos desean y tratan de hacerlo; además, están sin la gracia de Dios que podría hacerlo posible.”, fue tomada de la obra y rechazada como [[Herejía|herética]] y [[Blasfemia|blasfema]].   Ahora el probabilismo era menos reconciliable con esta tesis jansenista, que podría ser mantenida más fácilmente, mientras más estrictas fuesen las obligaciones morales impuestas a la [[conciencia]] del hombre y mientras más severo el sistema proclamado como únicamente justificado.  En consecuencia, los seguidores de la doctrina jansenista trataron de atacar el probabilismo, de arrojar sospechas en él como innovación, y de representarlo incluso como conducente al pecado. Las exageraciones de unos pocos probabilistas, quienes fueron demasiado lejos en su laxitud, dio oportunidad a los jansenistas para atacar el sistema, y pronto un número de eruditos, notablemente entre los [[Orden de Predicadores|dominicos]] abandonaron el probabilismo, el cual habían defendido hasta entonces, lo atacaron y defendieron el probabiliorismo; algunos [[Compañía de Jesús|jesuitas]] también se opusieron al probabilismo.   Pero por mucho, la [[mayoría]] de los escritores jesuitas así como un vasto número de otras órdenes y del [[clero secular]] se adhirieron al probabilismo. Esta controversia se tomó un siglo completo, lo cual probablemente no tiene paralelo en la historia de la teología católica.
  
La historia del probabilismo es dada bajo el titulo, suficiente para decir aquí que de la mitad del siglo diecisiete, cuando la violenta discusión de estas preguntas empieza, el desarrollo de moral teológica coincide con eso de Probabilismo y de otros sistemas probabilísticos, a pesar de estos sistemas, toca solo una pequeña porción de la moral y verdades morales y nada es mas lejos de la verdad que la opinión, tan ampliamente extendida entre los adversarios de la moral católica, ese probabilismo dio una nueva forma y un nuevo espíritu a toda la moral teológica. El probabilismo y los otros sistemas de moral son concernidos solo acerca de casos que son objetivamente dudosos. Desde aquí, ellos enteramente abstractos de la amplia esfera de certitud, estableció verdades. Ahora la ultima clase es por mas la mas larga en moral teológica también, no fue así, la razón humana estaría en un lamentable apuro y la divina providencia habría otorgado pequeño cuidado en la mas noble de sus criaturas visibles y sus altos logros, aun en el orden sobrenatural, en el cual en completa medida de regalos y gracias fue mostrada sobre esos rescates en Cristo. La porción cierta e indudable incluye todas las preguntas fundamentales de morales cristianas, comprende esos principios de orden moral con cuyas relaciones de hombre hacia el mismo, hacia Dios, hacia sus vecinos y variadas comunidades están reguladas, abraza la doctrina del ultimo fin del hombre y del significado sobrenatural, esperando este fin. Ahí solo un pequeño numero comparativamente oscuro y dudosas leyes o deberes esas llamadas al probabilismo o antiprobabilismo para una decisión. Sin embargo como ha sido dicho desde mediados del siglo diecisiete, el Interés de moral teológica, se centro en preguntas acerca de probabilismo y antiprobabilismo.
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Afortunadamente, las obras en ambos lados de esta controversia no fueron escritos populares.  Sin embargo, teorías exageradas causaron una desigualdad evidente y mucha confusión en la administración del [[Sacramento de la Penitencia]] y en la guía de las almas.  Este parece haber sido el caso particularmente en Francia e Italia; Alemania probablemente sufrió menos el rigorismo.  Por lo tanto fue una [[bendición]] de la [[Divina Providencia]] que surgió un hombre a mediados del siglo XVIII, quien de nuevo insistió en una práctica más suave y gentil, y quien, debido a su eminente [[santidad]], la cual combinó con un sólido aprendizaje, y la cual muy pronto después de su muerte lo elevó al [[honor]] de los altares, recibió la [[aprobación]] eclesiástica de su doctrina, estableciendo de este modo la práctica moderada en la teología moral.
  
Casi tan lejos desde la verdad es la segunda opinión de los adversarios del probabilismo, vix, que este sistema induce a la gente a evadir las leyes y endureció hacia la dureza. En lo contrario, suscito la pregunta de probabilismo de todo, pero el signo de severa conciencia del alma. El quien propuso la pregunta de todo conoce y confiesa por eso cada hecho. Primero, eso no es legal actuar con duda de conciencia, eso el quien ejecuta una acción sin estar firmemente convencido de su permitido ser, comete pecado en la vista de Dios, segundo, esa una ley sobre toda la ley divina, nos obliga a tomar conocimiento de el y eso de ahí, cuando las dudas surgen acerca de la probable existencia de una obligación nosotros debemos solicitar cuidado suficiente en orden a llegar a certidud, así esos frívolos descuidos, de dudas razonables es en ello mismo un pecado contra la sumisión al deber de Dios, En lugar de todo esto, podría pasar eso todo, nuestras quejas y demandas no nos guían, esas razones sólidas son encontradas ambas por y contra la existencia de una obligación, bajo estas circunstancias y hombre conciente desea naturalmente preguntar todo lo que debe considerar el mismo, deslindado por la ley o todo lo que el puede, por mas distantes reflexiones.. principios reflejos como son llamados.. vienen a la plena conclusión, eso no hay obligación tampoco de hacer u omitir el hecho en cuestión. Estuvimos obligados a considerar nosotros mismos confinados en cada dura, el resultado, obviamente, seria una intolerable severidad. Pero desde antes ejecutando una acción, el veredicto final de nuestra conciencia debe ser libre de la duda, la necesidad de remover en un sentido u otro como dudas, como habrían surgido en propia evidencia.
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Este hombre es [[San Alfonso María de Ligorio]], quien murió en 1787 a la edad de 91, fue beatificado en 1816, canonizado en 1839, y declarado [[Doctores de la Iglesia|doctor de la Iglesia]] en 1871. En su juventud Ligorio había sido imbuido con los principios de teología moral más estrictos, pero, según confiesa él mismo, la experiencia de una vida misionera que se extendió por más de quince años, y el estudio minucioso, lo llevó a percibir su [[falsedad]] y [[mal]]as consecuencias.  Elaboró un manual de teología moral principalmente para los miembros de la congregación religiosa que debió su existencia a su [[celo]] ferviente.  El mismo se basó en el ampliamente usado “Medulla” del jesuita [[Hermann Busenbaum]], cuyas tesis él sometió a un profundo examen, confirmó con razones internas y autoridad externa, ilustró con opiniones adversas y modificó aquí y allá.    La obra, completamente probabilista en sus principios, fue publicada por primera vez en 1748.  Fue recibida con aplauso universal, fue alabada incluso por los [[Papas]] y tuvo su segunda edición en 1753; luego siguió edición tras edición, y casi todas mostraban la mano revisora del autor; la novena y última edición fue publicada durante la vida del santo, en el año 1785. Después de su [[beatificación y canonización]] su “Theologia moralis” alcanzó una aún más amplia circulación. No sólo se arreglaron varias ediciones, sino que casi parecía como si el crecimiento ulterior de la teología moral estuviese restricto a una reiteración y a revisiones compendiadas de las obras de San Alfonso. Una excelente edición crítica de la "Theologia moralis Sti. Alphonsi" es la de Léonard Gaudé, C.SS.R. (Roma, 1905), quien verificó todas las citas en la obra y la ilustró con anotaciones eruditas.
  
Al principio fue una carencia de claridad con mira al probabilismo y las preguntas conectadas con el. Conflicteando definiciones de opinión, probabilidad y certitud, no pudo pero causo confusión. Cuando los trabajos de moral teológica y manuales prácticos empezaron a multiplicar, fue inevitable que algunos individuos podrían tomar la palabra “probable” en también amplio o también débil sentido, a través de ello pudo ser sin duda eso en su mismo significado “ alguien aceptable a razón”, en otras palabras desde la razón no puede ser aceptado nada a menos que tenga apariencia de verdad “ algunas cosas basadas en razones que generalmente guían a la verdad” De ahí, es esas opiniones fueron actualmente avanzadas y llevadas como practicables, que fueron un pequeño acuerdo con las peticiones de la fe cristiana y que trajeron abajo sobre ellas la censura de la Santa Sede. Nosotros referimos particularmente a estas condenadas por Alejandro VII en 24 sept 1665 y 18 de marzo de 1666 y por Inocencio XI el 2 de marzo de 1679. No es el probabilismo eso debe ser hecho responsable por ellos por los caprichos de poco probabilistas.
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Ninguna obra futura sobre teología moral práctica puede pasar sin amplias referencias a los escritos de San Alfonso.  Por lo tanto sería imposible ganar una clara percepción sobre el estado presente de la teología moral y su desarrollo sin estar más o menos familiarizado con el sistema del santo, según narrado en el artículo [[probabilismo]]. La controversia, que todavía se sostiene sobre probabilismo y equiprobabilismo, no tiene significado a menos que la última sobrepase los límites impuestos a ella por San Alfonso y se una al probabiliorismo.  Sin embargo, aunque teóricamente la controversia no ha sido abandonada todavía, aún así en la práctica diaria es dudoso si hay alguno que siga otras reglas al decidir casos dudosos que los del probabilismo.  Esta ascendencia de la [[Escuelas|escuela]] moderada en teología moral sobre la más rigurosa ganó nuevo ímpetu cuando Alfonso fue canonizado y cuando la Iglesia señaló en particular que la Divina Providencia lo había elevado como un bastión contra los [[error]]es del jansenismo, y que por sus numerosos escritos había marcado una ruta más confiable que los guías de almas podían seguir seguramente en medio de opiniones conflictivas ya sea muy estrictas o muy laxas.   Durante su vida el [[Comunión de los Santos|santo]] se vio obligado a entrar en varias disputas literarias debido a sus obras sobre teología moral; sus principales adversarios fueron [[Daniello Concina]] y Patuzzi, ambos dominicos y adalides del probabiliorismo.
  
Como resultado de estas condenaciones algunos teólogos, pensaban ellos obligados a oponer el sistema el mismo y estar del lado con el probabiliorismo. Previo a esta vuelta de negocios, los jansenistas tuvieron los mas pronunciados adversarios del probabilismo. Pero ellos también recibieron una contrariedad cuando Inocente X, condeno (31 de mayo 1653) en el “Agustinus” de Jansenio, entonces recientemente muerta la proposición “ Casi el hombre con fuerza ahora en su disposición no puede guardar ciertos mandamientos de Dios, aun si su deseo y esfuerzo para hacer así, de un lado ellos son sin la ayuda de la gracia que podría hacerlo posible para ellos” fue tomado del trabajo y rechazado como hereje y blasfemo. Ahora el probabilismo fue al menos reconciliable con estas tesis jansenistas, que podrían mantener lo mas fácil, lo estricto de las obligaciones morales fijadas sobre la conciencia del hombre fueron y los mas severos sistemas proclamados como fueron solitariamente justificados. Consecuentemente los adherentes de la doctrina Jansenistica se esforzaron a atacar el probabilismo, tirando sospechas en ello como una innovación a representar eso, aun como guiando al pecado. dieron una oportunidad a los jansenistas de atacar el sistema y pronto un numero de escolares, notables entre los dominicanos abandonaron el probabilismo que ellos habían defendido hasta entonces, atacado y detenido por probabiliorismo, algunos jesuitas también opuestos al probabilismo, Pero por lejos, la mayoría de los escritores jesuitas tan bien como un vasto numero de otras ordenes y clero secular, adhirieron al probabilismo. Un entero siglo fue tomado con esta controversia que probablemente no tuvo igual en la historia de la teología católica.
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Las últimas décadas del siglo XVIII pueden muy bien ser llamadas un período de decadencia general en cuanto a las [[Teología Dogmática|ciencias sagradas]], incluyendo la teología moral, se refiere. El espíritu frívolo de los [[enciclopedistas]] franceses habían infectado, por así decirlo, a toda [[Europa]]. La Revolución, la cual fue su resultado, ahogó toda vida científica.  Serán suficientes sólo unas pocas palabras sobre el estado de la teología moral durante este período.  Italia se separó en dos por la disputa acerca del rigorismo y una práctica moderada; en Francia, el rigorismo había recibido todos los [[derecho]]s de ciudadanía a través del movimiento [[Jansenio y Jansenismo|jansenista]] y se mantuvo firme hasta tarde en el siglo XIX; Alemania se inclinó por un espíritu de superficialidad que amenazó con desplazar la moral cristiana por principios [[Racionalismo|racionalistas]] y naturales. Los “[[Seminario Eclesiástico|seminario]]s generales” que [[José II]] estableció en los estados austríacos contrataban a profesores que no se ruborizaban en fomentar doctrinas [[Herejía|heréticas]] y en excluir el “niégate a ti mismo” [[Cristianismo|cristiano]] del catálogo de [[Obligación|obligaciones]] morales. Otras instituciones alemanas, también, ofrecieron sus cátedras de teología a profesores que se habían empapado de las [[idea]]s de la “ilustración”, descuidaron el insistir sobre [[Doctrina Cristiana|doctrinas]] de [[fe]] católica y pusieron a un lado la vida [[Orden Sobrenatural|sobrenatural]], buscaban el fin y meta de la [[educación]] en una moralidad meramente natural.  Pero en la segunda década del siglo XIX la [[Revolución Francesa]] se gastó a sí misma, la quietud había seguido al tumulto, la restauración política de [[Europa]] había comenzado. También se inauguró una restauración del espíritu y aprendizaje eclesiástico y se hizo notable el gradual ascenso de la teología moral.  Aparte del lado puramente ascético hubo tres divisiones en las cuales esta nueva vida fue claramente visible;  el [[Doctrina Cristiana|catecismo]], la instrucción popular y el trabajo pastoral.
  
Afortunadamente los trabajos en ambos lados de esta controversia no fueron escritos populares. De ahí exageradas teorías causaron una brillante inigualdad y mucha confusión en la administración del sacramento de penitencia y en la guía de almas. Estas vistas siendo tenido el caso particular en Francia e Italia, Alemania probablemente sufrió menos del rigorismo. De ahí esto fue una bendición de la divina providencia que estos surgieron un hombre en la mitad del siglo dieciocho, quien nuevamente insistió en una benévola y benigna practica y quien debido a la eminente santidad que combino con aprendizaje sólido y que creció el pronto después de su muerte al honor del altar, recibió la aprobación eclesiástica de su doctrina, de ahí, definitivamente estableciendo la benévola practica en teología moral.
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Aunque es el propósito de la enseñanza catequética instruir a los [[fieles]] en el campo completo de la [[religión]] [[Cristianismo|cristiana]], en las doctrinas de la fe no menos que en las de la [[moral]], aún así la primera puede también ser concebida y discutida respecto a los [[deber]]es y el modo por el cual el hombre se destina a obtener su fin último.  Por lo tanto, el tratamiento catequético de los asuntos religiosos puede ser considerado como una parte de la teología moral. Durante el período de “ilustración”, esta rama había sido degradada a una somera moralizante a lo largo de líneas naturales. Muchas numerosas y excelentes obras del siglo XIX, tanto catecismos como discusiones extensas, atestiguan que se elevó de nuevo a una explicación lúcida de la totalidad de la doctrina cristiana.  A estos se debe añadir los más minuciosos manuales de doctrina cristiana destinados a [[escuelas]] superiores, en los cuales las partes morales y apologéticas de instrucción religiosa se trataban científicamente y se adaptaban a las necesidades de la época.  No hay nada, sin embargo, que nos prive de situar estos escritos en la segunda de las antedichas clasificaciones, puesto que su meta es la instrucción de los cristianos, aunque principalmente a los [[laicos]] educados.  Es [[verdad]] que estas obras pertenecen exclusivamente, incluso menos que las catequéticas, a la teología moral, puesto que su materia comprende la totalidad de la doctrina cristiana, aun así las tendencias moralmente destructivas del [[ateísmo]] y las nuevas cuestiones morales presentadas por las condiciones de nuestros tiempos, le inculcaron a los escritores la importancia de la instrucción moral en manuales de la fe católica.  Las últimas décadas en particular probaron que este lado de la teología ha sido bien cuidado.  Varias cuestiones que inciden en la moral cristiana se trataron extensamente en monografías, como por ejemplo, la cuestión social, el significado del dinero, la doctrina de la Iglesia sobre la [[usura]], los asuntos de la [[mujer]], etc.  Citar obras particulares o entrar en detalle a los diferentes asuntos excedería los límites de este artículo.
  
Este hombre es Alfonso Maria Liguori quien murió en 1787 a la edad de 92, que beatifico en 1816, canonizado en 1839 y declarado doctor de la iglesia en 1871. En su juventud Liguori estuvo siendo penetrado con principios estrictos de moral teológica, pero como el mismo confeso, la experiencia que una vida de misionero extendió sobre quince años le dio, un estudio cuidadoso, le trajo una realización de sus falsedades y malas consecuencias. Principalmente para los miembros jóvenes de la congregación religiosa que estuvo obligada su existencia a su ferviente entusiasmo, el trabajo un manual de moral teológica, basado en el amplio uso “Medula” de el jesuita Hermann Busenbaum, cuyas tesis el sujeto a través de los exámenes, confirmado por razones internas y autoridad externa, ilustrado por opiniones adversas y aquí y ahí modificadas. El trabajo enteramente probabilístico en sus principios, fue primero publicado en 1748. Recibido con aplauso universal y elogiado aun por Papas, fue a través de ella, su segunda edición en 1753, edición después de edición entonces seguida cercanamente cada una mostrando la revisión manual del autor. La ultima novena edición publicada durante el tiempo de vida del santo apareció en 1785. Después su beatificación y canonización, su “ Teología moral” fundada y con amplia circulación. No solo fue ediciones variadas arregladas, pero casi vistas como pensamiento mas allá crecido de teología moral podría ser restrictiva a la reiteración y revisiones del compendio de el trabajo de San Alfonso. Una edición critica excelente de la “ Teología moral de San Alfonso “ es esa de Leonardo Gaude,, C.SS:R: ( Roma, 1905) quien tuvo verificada todas las cuotas en el trabajo e ilustro con anotaciones escolares.
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La tercera línea en la cual se notó un avance fue llamada la pastoral, esto es, instrucción que tiene como su meta especial la educación y ayuda a [[pastor]]es y confesores. Ya se mencionó arriba que esta instrucción es necesariamente, aunque no exclusivamente, casuística.  La escasez de [[sacerdote]]s, la cual se sintió en muchos lugares, ocasionó una falta del tiempo necesario para una educación científica comprehensiva de los candidatos al [[sacerdocio]]. Esta circunstancia explica por qué los manuales científicos de la teología moral, por décadas, fueron meramente compendios casuísticos, que contenían ciertamente el quid de investigaciones científicas, pero carentes de argumentación científica. La [[aprobación]] con que la Iglesia distinguió las obras de [[San Alfonso María de Ligorio]] había asegurado y facilitado la exactitud de la doctrina eclesiástica.  Por lo tanto, muchos de estos compendios son nada menos que recapitulaciones de la “Theologia moralis” de San Alfonso, o, si seguían un plan propio, mostraban en cada página que sus autores la habían tenido siempre a mano. Aquí se debe mencionar dos obras que gozaron de más amplia circulación que ningún otro libro sobre teología moral y que incluso hoy día se utilizan frecuentemente: la “Theologia moralis universa” de Scavini, y el corto “Compendium theologiae moralis” de [[Jean-Pierre Gury]], junto con las numerosas revisiones que aparecieron en [[Francia]], [[Alemania]], [[Italia]], [[España]] y América del Norte.
  
Ningún futuro trabajo en moral teológica practica puede pasar sin amplias referencias de los escritos de San Alfonso. De ahí, seria imposible ganar una clara percepción en el estado presente de teología moral y su desarrollo sin ser mas o menos conversante con el sistema del santo, como narrado en el articulo probabilismo. La controversia que es aun sacudida sobre probabilismo y equiprobabilismo, no tiene significado solo el ultimo traspase de limites puestos por San Alfonso y unida al probabiliorismo. Sin embargo a través esta controversia no ha sido abandonada teoréticamente aun en cada practica diaria es dudosa y hay alguno que sigue otras reglas en decisión de casos dudosos que esos del probabilismo. Esta ascendencia de la escuela benigna en teología moral sobre lo mas riguroso ganado de nuevos ímpetus cuando Alfonso fue canonizado y cuando la iglesia señalo en particular que la divina providencia ha crecido en el como un baluarte contra los errores de jansenismo y que por sus numerosos escritos el hirió a mas confiables sendas que guían a las almas podría seguramente seguir en medio de las opiniones conflictivas, también tan débiles como tan estrictas. Durante su tiempo de vida el santo fue forzado a entrar en disputas literarias severas en cuenta de su trabajo en teología moral, sus principales adversarios fueron Concina y Patuzzi, ambos, de la orden dominica y campeones de probabiliorismo.
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Sin embargo, no debemos engañarnos concluyendo que, debido a la aprobación eclesiástica a San Alfonso y a sus escritos morales, la teología moral quedó establecida para siempre y, por así decirlo, cristalizada. Ni esta aprobación nos asegura que todas las preguntas individuales han sido resueltas correctamente, y por lo tanto la discusión de ciertas cuestiones morales queda aún abierta.  La [[Sede Apostólica]] misma, o más bien la Penitenciaría Sagrada, cuando se le preguntó “Si un profesor de teología moral puede seguir y enseñar tranquilamente las opiniones que San Alfonso María de Ligorio enseña en su Teología Moral”, ciertamente dio una respuesta afirmativa el 5 de julio de 1831; sin embargo añadió, “pero se debe reprender a aquellos que defienden otras opiniones apoyadas por la autoridad de [[doctor]]es confiables”.  El que concluya la garantía de la absoluta corrección a partir de la aprobación eclesiástica a las obras del [[Comunión de los Santos|santo]], haría que la Iglesia se contradiga a sí misma. [[Santo Tomás de Aquino]] fue por lo menos tan solemnemente aprobado para el campo completo de la teología como San Alfonso para la teología moral.  Sin embargo, por ejemplo, sobre el asunto de la eficacia de la [[gracia]], que entra profundamente a la moral, Santo Tomás y San Alfonso defienden opiniones completamente contradictorias, ambos no pueden estar en lo correcto, y así debe ser discutido libremente. Lo mismo puede decirse de otros asuntos.  A principios del siglo XX, [[Antonio Ballerini]] sobre todo hizo un uso simple de esta libertad de discusión, primero en sus anotaciones al “Compendio” de Gury; luego en su “Opus theologicum morale”, que fue reformada y editada después de su muerte por Dominic Palmieri.  Le hizo un servicio eminente a la casuística; pues aunque no podemos aprobar todo, aun así la autoridad de varias opiniones ha sido cuidadosamente escudriñada y discutida completamente.                            
  
Las ultimas décadas del siglo dieciocho, pudieron bien ser llamadas un periodo de general decadencia , tan lejos como ciencias sagradas, teología moral incluida, son concernientes. El espíritu frívolo de los enciclopedistas franceses han infectado, como fue, a toda Europa. La revolución que fue su descendiente, choco la vida toda científica. Unas pocas palabras acerca del estado de teología moral durante este periodo pudo ser suficiente. Italia se volvió desunidamente por la disputa sobre rigorismo y una practica benigna. En Francia el rigorismo, recibió todos los derechos de ciudadano a través del movimiento jansenista y tomo por su propio cultivo tarde en el siglo diecinueve. Alemania fue inclinada por un espíritu de poca profundidad cuyos tratados desalojan morales cristianas por principios racionalísticos y naturales. El “seminario general” que Jose II estableció en los estados Austriacos, envolvió a profesores que no sonrojaron a avanzar doctrinas heréticas y excluir restringiendo a si mismo a los cristianos del catalogo de obligaciones morales. Otras instituciones alemanas también ofrecieron sus asientos de teología a profesores que embebían las ideas de la “ilustración” negligiendo para insistir en doctrinas católicas de fe y pusieron a un lado la vida sobrenatural, Murmurando el fin y guía de educación en una mera moralidad natural. Pero en la segunda década del siglo diecinueve la revolución francesa gasto ella misma, tranquilamente tuvo nuevamente seguimiento de tumultos, la restauración política de Europa ha sido empezada. Una restauración también del espíritu eclesiástico y aprendizaje fue también inaugurado y de crecimiento gradual de la moral teológica se volvió digna de atención. Una parte desde la ascética pura de ese lado hay tres divisiones en las cuales esta nueva vida fue plenamente visible, catecismo, instrucción popular y trabajo pastoral.
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Por último, se han hecho intentos de desarrollar la teología moral a lo largo de otras líneas. Los reformadores afirman que el método casuístico ha ahogado a cualquier otro y que debe dar paso a un tratamiento más científico y sistemático. Es evidente que un tratamiento meramente casuístico no cumple las demandas de la teología moral, y de hecho, durante las últimas décadas del siglo XIX, se insistió más y más en el elemento especulativo incluso en obras principalmente casuísticas. Si debe prevalecer uno u otro elemento se determinará de acuerdo a la meta próxima que la obra intenta satisfacer.   Si hay una cuestión de explicación puramente científica de la teología moral que no intenta exceder los límites de la especulación, entonces el elemento casuístico es sin duda especulativo, la discusión sistemática de los asuntos pertenece a la teología moral; la casuística entonces sólo sirve para ilustrar las explicaciones teóricas.  Pero si hay una cuestión de un manual destinado a las necesidades prácticas de un [[pastor]] o un confesor y para su educación entonces la porción científica y sólida de cuestiones morales-teológicas generales deben ser suplementadas por una casuística extensiva. De ningún modo, cuando faltan tiempo y ocio para añadir amplias explicaciones teóricas a un patrón casuístico extensivo, no debemos criticar al que bajo estas circunstancias insiste en el último a expensas del primero, es el más necesario en la práctica real.    
  
A pesar de que el propósito de la enseñanza catequística para instruir la fe en el entero rango de la religión cristiana, en las doctrinas de fe, no menos que en esas de moral, hoy, los formadores pueden también ser concebidos y discutidos con respecto a los deberes y el camino por el cual es hombre es destinado a obtener su ultimo fin. De aquí el tratamiento catequético de preguntas religiosas puede ser mirado como una porción de la moral teológica. Durante el periodo de “ la ilustración”, esta rama ha sido degradada por un somero moralizante entre líneas naturales. Pero eso creció nuevamente en el curso del pasado siglo a una explicación lucida de la suma total de doctrina cristiana, es certificada por numerosos excelentes trabajos, ambos catecismos y discusiones extensivas. A estos podrían ser agregados mas perfectos manuales de doctrina cristiana, intentados por altas escuelas,, en las que partes morales y apologéticas de instrucción religiosa son tratadas científicamente y adaptados a necesidades del tiempo. No han nada sin embargo que nos prevenga de colocar estos escritos en la segunda de las ya mencionadas clases, desde su guía es la instrucción de gente cristiana, principalmente seglares educados Es verdad estos trabajos pertenecen exclusivamente, aun menos que a lo catequístico a la teología moral desde su materia asunto abraza toda la doctrina cristiana, ahora las tendencias destructivas morales de ateismo y la nuevas preguntas morales trajeron adelante con las condiciones de nuestros tiempos impresionados sobre escritores la importancia de instrucción moral en manuales de fe católica. Las ultimas décadas en particular probo eso, este lado de teología ha sido bien llevada con cuidado de varias reconocidas preguntas en morales cristianas son extensivamente tratadas en monografías como la pregunta social, el significado del dinero, la doctrina de la iglesia en uso, preguntas de la mujer, etc. Para citar trabajos solos, o entrar en diferentes materias en detalle podría exceder los limites de este articulo.
 
  
La tercera línea entre los que notamos en avance fue llamada la pastoral, que es instrucción que tiene una especial guía de educación y ayuda de pastores y confesores. Esta es instrucción necesaria pero no exclusivamente casuística, pero mencionada ya. La escasez de padres, que fue vivamente sentida en muchos lugares,, ocasiono una carencia de tiempo necesario para todo entorno científico de educación de candidatos para sacerdotes. Esta circunstancia explica como manuales científicos de moral teológica, por décadas, fue meramente casuística, compendio, conteniendo dentro de la sustancia de investigaciones científicas, pero escaseando la argumentación científica. Lo correcto de la doctrina de la iglesia, ha sido asegurada y facilitada por la aprobación con que la iglesia distinguió los trabajos de San Alfonso, De ahí, muchos de estos compendios no son solo recapitulaciones de San Alfonso “ Teología Moral” o si siguiendo un plan de ellos mismos, traicionando en cada pagina que sus autores tienen siempre leídos y tomados. Dos trabajos pueden tener aquí mención que disfrutan una amplia circulación, que ningún otro libro de teología moral, y que son frecuentemente usados aun hoy. La “teología moral universal de Scanivi y el corto “Compendio teológico moral” de Jean Pierre Gury, juntos con las numerosas revisiones que aparecen en Francia, Alemania, Italia, España y Norteamérica.
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'''Bibliografía''':  SLATER, Breve Historia de la Teología Moral (Nueva York. 1909); BOUQUILLON, Theologia moralis fundamentalis, (3ra ed., Bruges, 1903), Introductio; BUCCERONI, Commentar. de natura theologioe moralis (Roma, 1910); SCHMITT, Zur Gesch. des Probabilismus (1904); MAUSBACH, Die kathol. Moral, ihre Methoden, Grundsätze und Aufgaben (2nd ed. 1902); MEYENBERG, Die kath. Moral als Angeklagte (2nd ed. 1902); KRAWUTZKI, Einleitung in das Studium der kath. Moraltheologie (2nd. ed. 1898); GERIGK, Die wissenschaftliche Moral und ihre Lehrweisc (1910).
  
No debemos sin embargo engañarnos nosotros mismos por concluir que debido a que la aprobación eclesiástica de San Alfonso en sus escritos morales, teología moral es ahora establecida por siempre así como hablada, cristalizada. No hace esta aprobación asegurarnos que todas las preguntas individuales han sido solucionadas correctamente y de ahí la discusión de ciertas preguntas morales recuerdan aun abiertas. La Sede Apostólica, ella misma, o mas aun la Penitencia Sagrada, cuando pregunto “ Cuando un profesor de teología moral puede lentamente seguir y enseñar las opiniones que San Alfonso Liguori enseño en su Teología Moral” dio dentro respuesta afirmativa en el 5 de julio de 1831, agrego sin embargo “ pero esos no deben ser reprendidos quienes defienden otras opiniones soportadas por autoridad o notables doctores” El que concluye la garantía de corrección absoluta de aprobación eclesiástica de los santos trabajos puede hacer la contradicción de la iglesia ella misma. Santo Tomas de Aquino fue al menos tan solemnemente aprobado por su campo teológico como San Alfonso por su teología moral. Ahora en la materia de la gracia eficaz que entra profundamente en moral Santo Tomas y San Alfonso defienden totalmente opiniones contradictorias, ambos no pueden estar bien y así muchos son libremente discutidos. Lo mismo puede ser dicho de otras preguntas. En nuestros propios días Antonio Ballerini sobre todo hace un simple uso de su libertad de discusión ,primero en sus anotaciones del “compendio” de Gury. Asi en su “obra teológica moral” que fue reformada y editada después de su muerto por Dominico Palmieri. Se vuelve un servicio eminente de casuística, para los que no aprueban de cada cosa, ya la autoridad de variadas opiniones han sido cuidadosamente escudriñadas y discutidas totalmente.
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'''Fuente''':  Lehmkuhl, Augustinus. "Moral Theology." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912.  
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<http://www.newadvent.org/cathen/14601a.htm>.
  
Mas tarde intentos han sido hechos para desarrollar la moral teológica a lo largo de otras líneas. Los reformadores sostienen que el método casuístico ha chocado con otros y que debe ser dado lugar a mas científico, tratamiento sistemático. Es evidente que meramente tratamiento casuístico no hace venir las preguntas de moral teológica y como materia de hecho durante las ultimas décadas, el elemento especulativo fue mas y mas insistido o aun en trabajos principalmente casuísticos.
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Traducido por Luz María Hernández Medina.
 
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Aunque uno u otro elemento debe prevalecer debe ser determinado de acuerdo a la próxima guía que el trabajo intenta satisfacer. Si hay pregunta de pura explicación científica de moral teológica que no intenta exceder limites de especulación, entonces el elemento casuístico es sin duda especulativo, discusión sistemática de preguntas pertenecientes a teología moral, casuística entonces sirve solo para ilustrar las explicaciones teoréticas. Pero si la pregunta de un manual que intenta para las necesidades practicas de un pastor y confesor y para su educación, entonces lo sólido, porción científica de teología moral general en preguntas debe ser complementado con una extensiva casuística. De ningún modo cuando tiempo y ocio están queriendo agregar amplia explicación teorética a un patrón casuístico extensivo, no podríamos criticarlo a quien quisiera bajo estas circunstancias insistir en lo ultimo del gasto y la formación, esto es mas necesario en la actual practica.
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SLATER. Una corta historia de moral Teología, New York 1909. BOUQUILLON. Teología moral fundamental, tercera edición. Brujas 1903. Introducción. BUCCERONI. Comentarios de naturaleza teológica moral (Roma 1910).SCHMITT. Zur Geschichte des Probabilismus 1904. MAUSBACH. Die Kathol, Moral ihre Methoden, Grundsatze und Aufgaben (2nd ed. 1902) MEYENBERG Die Kaht moral als angeklagte (2nd ed 1902) KRAWUTZKI Einleitung in das Studium der kath Moraltheologie (2nd ed 1898) GERIGK Die wissenschaftliche Moral und ihre Lehrweise (1910)
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AUG. LEMKUHL
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Transcrito por Douglas J. Potter.
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Dedicado al Sagrado Corazón de Jesús.
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Traducido por Patricia Reyes.
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Última revisión de 23:03 3 ago 2009

Teología moral es una rama de la teología, la ciencia de Dios y las cosas divinas. La distinción entre teología natural y sobrenatural se apoya en una base sólida. La teología natural es la ciencia de Dios mismo, en la medida en que la mente humana puede por sus propios esfuerzos llegar a una conclusión definitiva acerca de Dios y su naturaleza: es siempre designada con el adjetivo natural. Teología, sin ninguna otra modificación, se entiende siempre como teología sobrenatural, es decir, la ciencia de Dios y las cosas divinas, en la medida en que se basa en la revelación sobrenatural. Su objeto no sólo abarca a Dios y su esencia, sino también sus acciones y sus obras de salvación y la guía que nos lleva a Dios, nuestro fin sobrenatural. En consecuencia, se extiende mucho más lejos que la teología natural; pues, aunque esta última nos informa de la naturaleza y atributos de Dios, sin embargo, no puede decirnos nada sobre sus obras de salvación gratuitas. El conocimiento de todas estas verdades es necesario para todos los hombres, al menos en sus líneas generales, y se adquiere mediante la fe cristiana. Pero esto no es ciencia todavía. La ciencia de la teología exige que el conocimiento obtenido a través de la fe sea profundizado, ampliado y fortalecido, de modo que los artículos de fe sean entendidos y defendidos por sus razones y sean, junto con sus conclusiones, dispuestos de forma sistemática.

Todo el campo de la teología propiamente dicha se divide en teología moral y dogmática, que difieren en la materia y en el método. La teología dogmática tiene como fin la discusión científica y el establecimiento de las doctrinas de fe, la teología moral de los preceptos morales. Los preceptos de la moral cristiana son también parte de las doctrinas de fe, ya que fueron anunciados o confirmados por revelación divina. El objeto de la teología dogmática es aquellas doctrinas que sirven para enriquecer el conocimiento necesario o conveniente para el hombre, cuyo destino es sobrenatural. Por otra parte, la teología moral se limita a aquellas doctrinas que discuten las relaciones del hombre y sus acciones libres hacia Dios y su fin sobrenatural, y propone los medios instituidos por Dios para el logro de ese fin. En consecuencia, la teología moral y la dogmática son dos partes estrechamente relacionadas de la teología universal. En la medida en que un número considerable de doctrinas individuales pueden ser reclamadas por cualquier disciplina, no se puede trazar una fuerte línea de demarcación entre la materia del dogma y la moral. Sin embargo, en la práctica se debe hacer una división y limitación de acuerdo con las necesidades prácticas.

La relación entre la teología moral y la ética es de una naturaleza similar. La materia de la moral natural o ética, según figura en el Decálogo, ha sido incluida en la revelación divina, positiva, y de ahí ha pasado a la teología moral. Sin embargo, los procesos argumentativos difieren en las dos ciencias, y por esta razón una gran parte de la materia no se considera en la teología moral y se refiere a la ética. Por ejemplo, la refutación de los falsos sistemas de los eticistas modernos generalmente se tratan bajo la ética, especialmente porque estos sistemas se refutan con argumentos extraidos no tanto de la fe, sino de la razón. La teología moral se ocupa de falsos sistemas sólo en la medida en que requiere una defensa de las doctrinas reveladas. Sin embargo, debe discutir los distintos requisitos de la ley natural, no sólo porque esta ley ha sido confirmada y definida por la revelación positiva, sino también porque cada violación de la misma supone una alteración del orden moral sobrenatural, cuyo tratamiento es una parte esencial de la teología moral.

El campo de la teología moral, su contenido y los límites que lo separan de temas afines, puede ser indicado brevemente como sigue: la teología moral incluye todo lo relativo a las acciones libres del hombre y el último, o supremo, fin a alcanzarse a través de ellos, hasta donde lo conocemos por la misma divina revelación; en otras palabras, incluye el fin sobrenatural, la regla o norma, del orden moral, las acciones humanas como tales, su armonía o disonancia con las leyes del orden moral, sus consecuencias, las ayudas divinas para su recto cumplimiento. Un tratamiento detallado de estos temas se puede encontrar en la segunda parte de la “Suma Teológica” de Santo Tomás, una obra todavía sin rival como un tratado de teología moral.

Santo Tomás en la "Suma Teol.", I, Q. I, a. P. 7 y II, en el proemio y en el prólogo de I-II esboza brevemente la posición de la teología moral en la teología universal; también lo hace Francisco Suárez en el proemio de sus comentarios sobre la I-II de Santo Tomás. El asunto de toda la segunda parte de la "Suma Teológica" es el hombre como agente libre. “El hombre fue creado a imagen de Dios, de su intelecto, su libre albedrío y un cierto poder de actuar espontáneamente. Por lo tanto, después de haber hablado del modelo, es decir, de Dios y de aquellas cosas que proceden de su divino poder según su voluntad, debemos ahora dirigir nuestra atención a su imagen, es decir, al hombre, considerando que él es también el principio o sus acciones en virtud de su libre albedrío y su poder sobre sus propias acciones.” Él incluye todo esto en teología, no sólo porque se considera como el objeto de la revelación divina positiva (I, Q. I, a. 3), sino también porque Dios siempre es el objeto principal, pues “la teología trata todas las cosas en su relación con Dios, ya sea hasta donde son Dios mismo o que sean dirigidas hacia Dios como su origen o último fin” (I, Q. I, a. 7). “Puesto que el principal objetivo de la teología el comunicar el conocimiento de Dios, no sólo como es Él en sí mismo sino también como el principio y fin de todas las cosas y, en particular, de criaturas racionales… hablaremos primero de Dios, en segundo lugar de la tendencia de la criatura racional hacia Dios”, etc. (I, Q. II, proem). Estas palabras señalan el alcance y el objeto de la parte moral de la teología. Francisco Suárez, que fecundamente llama a esta tendencia de las criaturas hacia Dios "el retorno de las criaturas a Dios", muestra que no existe contradicción al designar al hombre creado a imagen de Dios, dotado de razón y libre voluntad y ejerciendo estas facultades, como el objeto de la teología moral, y Dios como el objeto de toda la teología. “Si se nos pide que nombremos el objeto próximo de la teología moral, sin duda, diremos que es el hombre como un agente libre, que busca su felicidad por sus acciones libres; pero si se nos pregunta en qué sentido este objeto debe ser tratado principalmente, responderemos que esto debe hacerse con respecto a Dios como su último fin.”

En el índice analítico de la segunda parte de la “Suma Teológica” de Santo Tomás se puede hallar una descripción detallada del amplio alcance de la teología moral. Nosotros debemos limitarnos a un breve resumen. La primera pregunta trata sobre el fin último del hombre, la felicidad eterna, su naturaleza y posesión. A continuación sigue un examen de los actos humanos en sí mismos y sus varias subdivisiones, de los actos voluntarios e involuntarios, de la rectitud o la malicia moral de los actos interiores y exteriores y sus consecuencias; las pasiones en general y en particular, los hábitos o cualidades permanentes del alma humana, y los asuntos generales sobre las virtudes, vicios y pecados. Bajo este último título, mientras examina las causas del pecado, el autor incorpora la doctrina sobre el pecado original y sus consecuencias. Sin embargo, esta parte podría ser asignada con igual derecho a la teología dogmática en el sentido estricto de la palabra. Aunque Santo Tomás considera el pecado principalmente como una transgresión de la ley, y en particular de la “lex æterna” (Q. II, a.6), sin embargo sitúa los capítulos sobre las leyes después de la sección sobre el pecado; porque el pecado, un acto humano libre como cualquier otro acto humano, se discute primero desde el punto de vista de sus principios subjetivos, es decir, el conocimiento, voluntad, y la tendencia de la voluntad; sólo después de esto las acciones humanas son vistas con relación a sus principios objetivos o exteriores, y la ley es el principio exterior por el cual las acciones humanas son juzgadas no meramente como humanas, sino como acciones morales, ya sea moralmente buenas o moralmente malas. Puesto que él concibe la moral como moral sobrenatural, la cual excede la naturaleza y las facultades del hombre, discute después de la ley la gracia divina, el otro principio exterior de las acciones moralmente buenas del hombre. En el exordio a Q. XC, Santo Tomás establece brevemente su división como sigue: “El principio exterior que nos mueve a las buenas obras es Dios; Él nos instruye con su ley y nos ayuda con su gracia. Por lo tanto, debemos hablar primero de la ley y segundo de la gracia.”

Dedica completamente el siguiente volumen a los asuntos especiales, en el orden dado por Santo Tomás en el prólogo: “Luego de una ojeada superficial a las virtudes, vicios y principios morales en general, nos incumbe considerar los varios puntos en detalle. Las discusiones morales, si se satisfacen con generalidades, son de poco valor, porque las acciones tocan cosas individuales, particulares. Cuando es asunto de moral, debemos considerar las acciones individuales de dos modos: uno, examinando la materia, es decir, discutiendo los diferentes vicios y virtudes; otro, averiguando en los varias pasatiempos y estados de vida de los individuos.” Santo Tomás procede luego a discutir el amplio alcance de la teología moral desde ambos puntos de vista. Primero, escudriña cuidadosamente las varias virtudes, teniendo en mente las ayudas divinas, y los pecados y vicios opuestos a las respectivas virtudes. Examina primero las tres virtudes divinas que son totalmente sobrenaturales y abarca el vasto campo de la caridad y su práctica efectiva; luego pasa a las virtudes cardinales con sus virtudes afines y auxiliares.

El volumen concluye con una discusión de los estados de vida particulares en la Iglesia de Dios, incluyendo aquellos que suponen una guía divina extraordinaria. Sin embargo, esta última parte discute asuntos que pertenecen específicamente a la teología ascética o mística, tales como la profecía y los modos extraordinarios de oración, pero sobre todo la vida activa y la contemplativa, la perfección cristiana, y el estado religioso en la Iglesia. Una obra sobre teología moral, como, por ejemplo, la de Slater (Londres, 1909), contiene lo siguiente: actos humanos, conciencia, ley, pecado, las virtudes de la fe, esperanza, caridad; los preceptos del Decálogo, incluyendo un tratado especial sobre la justicia; los Mandamientos de la Iglesia; los deberes inherentes a los estados u oficios particulares; los Sacramentos, en cuanto su administración y recepción son medios de rectitud y reforma moral; leyes y penalidades eclesiásticas, sólo en la medida que afectan la conciencia; estas leyes forman propiamente la materia del derecho canónico, hasta donde gobiernan y regulan a la Iglesia como organización, su membresía, ministros, las relaciones entre la jerarquía, el clero, las órdenes religiosas, los laicos o de la autoridad temporal y espiritual.

Hay una circunstancia que no se debe pasar por alto. La teología moral considera las acciones humanas libres sólo en su relación con el orden supremo, y al último y más alto fin, no en su relación con los fines próximos que el hombre puede y debe perseguir, como por ejemplo políticos, sociales y económicos. La economía, la política y las ciencias sociales son campos separados de la ciencia, no subdivisiones de la ciencia moral. Sin embargo, estas ciencias especiales deben ser también guiadas por la moral, y deben subordinar sus principios a aquellos de la teología moral, por lo menos hasta donde no entren en conflicto con esta última. El hombre es un ser, y todas sus acciones deben estar guiadas finalmente hacia su último y más alto fin. Por lo tanto, varios fines próximos no deben desviarlo de ese fin, sino que deben estar subordinados a él y a su logro. Por lo tanto la teología moral examina todas las relaciones individuales del hombre y pasa juicio sobre los asuntos políticos, económicos y sociales, no con relación a su efecto sobre la política y la economía, sino respecto a su influencia sobre la vida moral. Esta es también la razón por la cual apenas hay otra ciencia que toque otras esferas tan cercanamente como lo hace la teología moral, y por qué su esfera es más amplia que la de ninguna otra. Esto es cierto en la medida en que la teología moral tenga el alcance eminentemente práctico de instruir y formar directores espirituales y confesores, que deben estar familiarizados con las condiciones humanas en su relación a la ley moral, y que aconsejen a las personas en cada estado y situación.

La manera en la cual la teología moral trata su materia debe ser principalmente positiva, como lo es generalmente en la teología, esto es, extrayendo de la revelación y de las fuentes teológicas. Comenzando desde esta base positiva, la razón también entra en juego muy ampliamente, especialmente puesto que la materia completa de la ética natural ha sido exaltada al nivel de la moral sobrenatural. Es verdad que la verdadera razón debe ser iluminada por la fe sobrenatural, pero cuando es iluminada su obligación es explicar, probar y defender la mayoría de los principios de la teología moral.

De lo que se ha dicho es manifiesto que la principal fuente de la teología moral es la Sagrada Escritura y la tradición junto con las enseñanzas de la Iglesia, sin embargo, los siguientes puntos deben observarse respecto al Antiguo Testamento. No todos los preceptos contenidos en él son universalmente válidos, pues muchos pertenecen al ritual y ley especial de los judíos. Estos estatutos nunca obligaron al mundo no judío y han sido simplemente abolidos por la Nueva Alianza, de modo que ahora las observancias del ritual propiamente dichas son ilícitas. El Decálogo, sin embargo, con el solo cambio en la ley de la celebración del Sabbath, ha pasado a la Nueva Alianza una confirmación divina positiva de la ley natural, y ahora constituye la principal materia de la moralidad cristiana. Por otra parte, debemos recordar que la Antigua Alianza no se hallaba en el alto nivel moral al cual Cristo elevó la Nueva Alianza. Jesús mismo menciona cosas que eran permitidas a los judíos “debido a la dureza de sus corazones”, pero contra las cuales aplicó de nuevo la ley impuesta al principio por Dios. Por lo tanto, no todo lo que fue tolerado en el Antiguo Testamento y sus escritos, es tolerado ahora; por el contrario, muchos de los usos aprobados y establecidos allí serían contrarios a la perfección cristiana según aconsejada por Cristo. Con estas limitaciones los escritos del Antiguo Testamento son fuente de teología moral, contienen ejemplos de y exhortaciones a las virtudes heroicas, desde las cuales el moralista cristiano, siguiendo las huellas de Cristo y sus apóstoles, puede muy bien extraer excelentes modelos de santidad.

Aparte de la Sagrada Escritura, la Iglesia reconoce también la Tradición como una fuente de verdades reveladas, y por lo tanto, de moral cristiana. Ha asumido una forma definida principalmente en los escritos de los Padres. Además, las decisiones de la Iglesia deben ser consideradas como una fuente, puesto que están basadas en la Biblia y Tradición, son la fuente próxima de teología moral, porque contienen el juicio final sobre el significado de la Sagrada Escritura así como las enseñanzas de los Padres. Estas incluyen la larga lista de proposiciones condenadas, las cuales deben ser consideradas como señales de peligro a lo largo de la frontera entre lo lícito y lo ilícito, no sólo cuando la condena ha sido pronunciada en virtud de la más alta autoridad apostólica, sino también cuando la congregación instituida por el Papa ha emitido una decisión doctrinal general en cuestiones inherentes a la moral. También se puede aplicar aquí lo que escribió el Papa Pío IX respecto a las reuniones de los eruditos de Munich en el año 1863: “Puesto que es un asunto sobre la sujeción que obliga a todos los católicos en conciencia, quienes desean adelantar los intereses de la Iglesia al dedicarse ellos mismos a las ciencias especulativas, que los miembros de esta asamblea recuerden que no es suficiente para los eruditos católicos aceptar y estimar los antedichos dogmas, sino que ellos están también obligados a someterse a las decisiones de las congregaciones papales así como a aquellas enseñanzas que son, por el constante y universal consentimiento de los católicos, sostenidas como verdades teológicas y a ciertas conclusiones cuya opinión contraria, aunque no sea herética, aún así merece alguna censura teológica.” Si esto es cierto para las doctrinas dogmáticas en el sentido estricto de la palabra, podemos decir que es aún más cierto en el caso de las cuestiones morales, porque para ellas no sólo las absolutas e infaliblemente ciertas, sino también las decisiones moralmente ciertas deben ser consideradas como normas obligatorias.

Las palabras de Pío IX antes citadas apuntan a otra fuente de doctrinas teológicas, y por lo tanto de moral, es decir, las enseñanzas universales de las escuelas católicas. Pues éstas son los canales por los cuales las doctrinas sobre fe y moral deben ser transmitidas sin error, y las cuales consecuentemente tienen la naturaleza de una fuente. De la doctrina unánime de las escuelas católicas se deriva naturalmente la convicción de la Iglesia universal. Pero puesto que es un principio dogmático que la Iglesia completa no puede errar en asuntos de fe y moral, el consentimiento de varias escuelas católicas debe ofrecer la garantía de infalibilidad en estos asuntos.

Para que la teología moral sea completa en todos los aspectos debe realizar en los asuntos morales lo que la teología dogmática realiza en cuestiones relativas al dogma. Esta última tiene que explicar claramente las verdades de fe y probarlas como tales; debe también, hasta donde sea posible, mostrar su acuerdo con la razón, defenderlas contra las objeciones, trazar su conexión con otras verdades y, por medio de la argumentación teológica, deducir verdades ulteriores. La teología moral debe seguir las mismas cuestiones procesivas que la moral. Es evidente que esto no se puede hacer en todas las ramas de la teología moral de tal modo que agote el asunto, excepto por una serie de monografías. Tomaría volúmenes esbozar sólo la belleza y la armonía de las disposiciones de Dios, las cuales trascienden la ley natural, pero que Dios promulgó para elevar al hombre al más alto plano y guiarlo a su fin sobrenatural en una vida futura---y sin embargo todo esto está comprendido en la materia de la moral sobrenatural. Ni la teología moral está confinada a la exposición de estos deberes y virtudes, los cuales no pueden ser eludidos si el hombre desea llegar a su fin último; incluye todas las virtudes, incluso aquellas que marcan la cima de la perfección cristiana y su práctica, no sólo en grado ordinario, sino también en la vida ascética y mística. Por lo tanto, es completamente correcto designar al ascetismo y al misticismo como partes de la teología moral cristiana, aunque ordinariamente se les trata como ciencias distintas.

La tarea del teólogo moral de ningún modo está completa cuando ha explicado las cuestiones indicadas. La teología moral, en más de un aspecto, es esencialmente una ciencia práctica. Sus instrucciones se deben extender al carácter moral, a la conducta moral, al logro y éxito de las aspiraciones morales, de modo que pueda ofrecer una norma definida para las complejas situaciones de la vida humana. Con este propósito debe examinar los casos individuales que surgen y determinar los límites y la gravedad y la obligación en cada uno de ellos. Particularmente aquéllos cuyo oficio y posición en la Iglesia demanda el cultivo de la ciencia teológica, y que son llamados a ser maestros y consejeros, deben encontrar en ella una guía práctica. Según la jurisprudencia debe capacitar al futuro abogado y juez para administrar justicia en casos individuales, así la teología moral debe capacitar al director espiritual o confesor para decidir asuntos de conciencia en casos diversos de la vida diaria; para sopesar las violaciones a la ley natural en el balance de la justicia divina; debe capacitar al guía espiritual para distinguir correctamente y aconsejar a otros sobre qué es y que no es pecado, qué es aconsejable y qué no, qué es bueno y qué es lo mejor; debe proveer un entrenamiento científico para el pastor del rebaño, de modo que pueda dirigir todo a una vida de deber y virtud, advertirles contra el pecado y peligros, llevar de buenos a mejores a aquellos dotados con la luz necesaria y poder moral, levantar y fortalecer a aquellos que han caído del nivel moral. Muchas de estas tareas pertenecen a la ciencia colateral de la teología pastoral, pero esto también trata una parte especial de los deberes de la teología moral, y cae, por lo tanto, dentro de la esfera de la teología moral en su sentido más amplio. El tratamiento puramente teórico y especulativo de las cuestiones morales debe ser suplementado con la casuística. No es importante para la materia misma si esto debe ser hecho separadamente, esto es, si la materia debe ser tomada casuísticamente antes o después de su tratamiento teórico, o si el método debe ser al mismo tiempo teórico y casuístico; la viabilidad práctica decidirá este punto, mientras que para obras escritas sobre teología moral, lo determinará la meta especial del autor. Sin embargo, el que enseña o escribe teología moral para la educación de sacerdotes católicos, no le hará completa justicia al fin que persigue, si no une el elemento casuístico al teórico y al especulativo.

Lo dicho hasta aquí, bosqueja lo suficiente el concepto de teología moral en su sentido más amplio. Nuestra próxima tarea es dar seguimiento a su actual formación y desarrollo.

La teología moral correctamente entendida significa la ciencia de la moral revelada sobrenaturalmente. Por lo tanto, los que rechazan la revelación sobrenatural no pueden hablar de teología moral; lo más que pueden hacer es recurrir a la ética natural. Pero distinguir entre teología moral y ética es admitir más temprano o más tarde una ciencia de ética sin Dios ni religión.

Que esto contiene una contradicción esencial es claro para todo el que analice las ideas de rectitud y perversión moral, o el concepto de un deber absoluto que se obliga a sí mismo con persistencia inflexible sobre todos los que han llegado al uso de razón. Sin Dios, un deber absoluto es inconcebible, porque no hay nadie que imponga la obligación. No me puedo obligar a mí mismo porque no puedo ser mi superior; mucho menos puedo obligar a la raza humana, y aún así me siento obligado a muchas cosas, y no puedo sino sentirme absolutamente obligado como hombre, y por lo tanto no puedo sino considerar a todos aquellos que comparten la naturaleza humana conmigo como igualmente obligados. Es evidente entonces que esta obligación debe proceder de un ser superior que sea superior a todos los hombres, no sólo a los que viven hoy día, sino a todos los que han sido y serán, no, y en cierto sentido incluso a aquellos que son meramente posibles. Este ser superior es el Señor de todos: Dios. Es también palmario que aunque este Supremo Legislador puede ser conocido por la razón natural, ni Él ni su Ley pueden ser suficientemente conocidos sin una revelación de su parte. Por lo tanto, si es que la teología moral, el estudio de esta Ley Divina efectivamente cultivada sólo por quienes se aferran fielmente a la Revelación divina, y por las sectas que cortan su conexión con la Iglesia, sólo en la medida en que mantienen la creencia en una Revelación sobrenatural a través de Jesucristo.

Dondequiera que el Protestantismo haya arrojado esta creencia por la borda, allí el estudio de la teología moral ha sufrido un naufragio. Hoy día sería sólo tiempo perdido buscar un avance en ella de parte de una denominación no católica. En los siglos XVII y XVIII todavía había hombres que intentaron hacerlo. J. A. Dorner afirma en Herzog, "Real-Encyklopädie", IV, 364 ss. (s.v. "Ethik"), que los escritores protestantes prominentes que defienden las “morales teológicas” han aumentado muy poco desde el siglo XVIII. Sin embargo, esto no es del todo correcto. Para aquellos que aún se aferran a un protestantismo positivo, debemos mencionar a Martensen, quien a principios del siglo XX entró a las listas con profunda convicción por la “Ética Cristiana”; lo mismo hizo Lemme, aunque a su modo peculiar, en su “Christliche Ethik” (1905); ambos le atribuyen un alcance más amplio y más objetivamente diferente que el de la ética natural. Aquí serán suficiente unos pocos nombres de los siglos XVII y XVIII: Hugo Grocio (m. 1645), Pufendorf (m. 1694) y Christian Thomasius (m. 1728) todos ven la diferencia entre la moral teológica y la natural en que la primera es también positiva, es decir, divinamente revelada, pero con la misma materia que la última. Esta última afirmación sólo podría surgir de la opinión protestante que lo ha arriesgado todo en el “fides fiducialis”; pero apenas puede reconocer una serie de deberes ampliados por Cristo y por el cristianismo. Otros escritores de una “theologia moralis” basados en esta “fides fiducialis” son Buddeus, Chr. A. Crusius y Jerem. Fr. Reuss. Un resultado lógico del kantismo fue la negación de la misma posibilidad de la teología moral, pues Kant había hecho de la razón autónoma la única fuente de la obligación. Dorner dice sobre este punto (loc. Cit.): “Es cierto que la autonomía y la autocracia del ser moral separa la moral y la religión.”; él hubiese estado más cerca de la marca si hubiese dicho: “ellos destruyen toda moral”. Generalmente hablando los protestantes liberales modernos apenas conocen ninguna otra moral autónoma; aun cuando hablan de moral “religiosa”, ellos hallan su última explicación en el hombre, la religión y Dios o la revelación divina tomados en su sentido modernista, esto es nociones subjetivas de cuyo valor objetivo no tenemos conocimiento ni certeza.

Siendo este el caso, queda sólo una pregunta por discutirse: ¿Cuál ha sido el verdadero desarrollo y método de la teología moral en la Iglesia? Y aquí debemos primero que todo recordar que la Iglesia no es una institución educativa o escuela para el avance de las ciencias. En realidad, ella estima y fomenta las ciencias, especialmente la teología, y ella funda las escuelas científicas; pero ésta no es su única ni principal tarea. Ella es la institución autoritativa, fundada por Cristo para la salvación de la humanidad; ella habla con poder y autoridad a toda la raza humana, a todas las naciones, a todas las clases sociales, a toda época, les comunica la doctrina de la salvación inalterada y les ofrece su ayuda. Su misión es instar igualmente a las personas educadas y no educadas a la aceptación de la verdad, sin importar su establecimiento y estudio científico. Después que esto ha sido aceptado en fe, ella también promueve e insta a la investigación científica de la verdad, según los tiempos y las circunstancias, pero retiene la supervisión sobre ella y se mantiene sobre todas las aspiraciones y trabajos científicos. Como resultado, vemos la materia de la teología mora, aunque establecida y comunicada positivamente por la Iglesia, tratada en forma diferente por los escritores eclesiásticos según los requerimientos de los tiempos y las circunstancias.

En los primeros años de la Iglesia primitiva, cuando se vio germinar la semilla divina, nutrida por la sangre de los mártires, a pesar de las frías escarchas de la persecución, cuando para sorpresa del mundo hostil, creció como un árbol poderoso de plantación celestial, apenas había tiempo libre para el estudio científico de la doctrina cristiana. Por lo tanto al principio se trató a la moral en forma parenética y popular. A través de todo el período patrístico apenas estuvo en boga ningún otro método para las cuestiones morales, aunque este método pudiese consistir ya en una concisa exposición, ya en una discusión más detallada de los deberes y virtudes individuales. Una de las primeras obras de la tradición cristiana, si no la primera luego de la Sagradas Escrituras, el “Didache” o “Enseñanza de los Apóstoles”, es principalmente de una naturaleza moral-teológica. Es apenas más que un código de leyes es un decálogo agrandado, al cual se le añaden los principales deberes que surgen de la institución divina de los medios de salvación y de las instituciones apostólicas de un culto común---a este respecto valiosos para la teología dogmática en un sentido estrecho. El “Pastor” de Hermas, compuesto un poco después, es de carácter moral, esto es, contiene una exhortación ascética a la moralidad cristiana y a una penitencia seria si uno ha caído en el pecado.

Existe una serie de largos escritos ocasionales que tratan sobre la teología moral, desde el primer período de la era cristiana; su propósito era recomendar una cierta virtud o exhortar a los fieles en general para ciertos tiempos y circunstancias. Así, desde Tertuliano (murió cerca del 240) tenemos: "De spectaculis", "De idolatria", "De corona militis", "De patientia", "De oratione", “De poenitentia”, "Ad uxorem", sin tomar en consideración las obras que escribió después de su defección al montanismo y los cuales ciertamente son de interés para la historia de la moral cristiana, pero no pueden servir como una guía para ella. De Orígenes (m. 254) todavía poseemos dos obras menores que tratan sobre nuestro asunto, es decir, “Demartyrio”, de carácter parenético, y “De oratione”, de contenido moral y dogmático; el último se halla con las objeciones que son avanzadas o más bien reiteradas incluso hoy día contra la eficacia de la oración.

En las preciosas obras de San Cipriano de Cartago (m. 258) tenemos escritos ocasionales y monografías; entre los primeros se pueden nombrar: “De mortalitate” y “De martyrio”, en cierto sentido también “De lapsis”, aunque tiene más bien un carácter disciplinario y judicial; a la última clase pertenecen: "De habitu virginum", "De oratione", "De opere et eleemosynis", "De bono patientiæ", y "De zelo et livore". Un título más claro para ser clasificado entre los libros morales-teológicos parece pertenecer a una obra anterior, el “Paedagogus” de Clemente de Alejandría (m. c. 217). Es un relato detallado de una vida diaria cristiana genuina, en el cual las acciones ordinarias del diario vivir se miden por el estándar de la moralidad sobrenatural. El mismo autor toca la moral cristiana también en sus otras obras, particularmente en la “Stromata”; pero esta obra fue escrita principalmente desde el punto de vista apologético, puesto que estaba destinada a vindicar la doctrina cristiana completa, tanto fe y moral, contra las filosofías paganas y judías.

En años subsiguientes, cuando las persecuciones cesaron y comenzó a florecer la literatura patrística, encontramos no solo escritos exegéticos y apologías escritos para defender la doctrina cristiana contra varias herejías, sino también numerosas obras morales-teológicas, principalmente sermones, homilías y monografías. Las primeras de éstas son los discursos de San Gregorio Nacianceno (m. 391), de San Gregorio de Nisa (m. 395), de San Juan Crisóstomo (m. 406), de San Agustín (m. 430), y sobre todo las “catequesis” de San Cirilo de Jerusalén (m. 386). De San Juan Crisóstomo tenemos "De sacerdotio"; de San Agustín, "Confessiones", "Soliloquia", "De cathechizandis rudibus", "De patientia", "De continentia", "De bono coniugali", "De adulterinis coniugiis", "De sancta virginitate", "De bono viduitatis", "De mendacio", "De cura pro mortuis gerenda", de modo que los títulos nada más bastan para mostrar la riqueza de temas discutidos con no menos unción que originalidad y profundidad de pensamiento. San Ambrosio intentó tratar separadamente la moralidad sobrenatural de los cristianos en sus libros “De officiis”, una obra que, a imitación de las discusiones de Cicerón, forma la contraparte cristiana de las discusiones puramente naturales de los paganos. Una obra con un sello completamente diferente y de mayores proporciones es la "Expositio in Job, seu moralium lib. XXV", del Papa San Gregorio I Magno (m. 604). No es un arreglo sistemático de los varios deberes cristianos, sino una colección de instrucciones y exhortaciones morales basado en el Libro de Job; Alzog (Handbuch del Patrologie, 92) lo llama un “repertorio de moral casi completo”. Más sistemática es su obra “De cura pastorali”, la que estaba dirigida principalmente al pastor y la cual es considerada incluso hoy día una obra clásica en la teología pastoral.

Habiendo delineado ampliamente el progreso de la teología moral durante la era patrística propiamente, debemos suplementarla detallando el desarrollo de una rama muy especial de la teología moral y su aplicación práctica; pues la teología moral debe asumir necesariamente una forma peculiar cuando su propósito se restringe a la administración del Sacramento de la Penitencia. El principal resultado a obtenerse fue una noción clara de los varios pecados y sus especies, de su relativa congoja e importancia, y de la penitencia a ser impuesta por ellos. Para asegurar un procedimiento uniforme, fue necesario que los superiores eclesiásticos establecieran instrucciones detalladas, lo cual hicieron ya sea por mutuo acuerdo o en respuesta a preguntas. Escritos de este tipo son las cartas pastorales o canónicas de San Cipriano de Cartago, San Pedro de Alejandría, San Basilio el Grande y San Gregorio de Nisa; los decretales y cartas sinodales de un número de Papas, como Siricio, Inocencio I, Celestino I, León I, etc.; cánones de varios concilios ecuménicos. Estos decretos fueron recopilados en una fecha temprana y usados por los obispos y sacerdotes como norma para distinguir pecados e imponer penitencia eclesiástica por ellos.

La ascendencia de los llamados “libros penitenciales” data del siglo VII, cuando ocurrió un cambio en la práctica de la penitencia eclesiástica. Hasta entonces había sido una ley tradicional en la Iglesia que los tres crímenes capitales, apostasía, homicidio y adulterio, debían ser expiados con una penitencia determinada, la cual era pública al menos para pecados públicos. Esta reparación, que consistía principalmente en ayunos severos y prácticas públicas humillantes, era acompañada por varias ceremonias religiosas bajo la estricta supervisión de la Iglesia; incluía cuatro estaciones distintas o clases de penitentes y a veces duraba de quince a veinte años. En una fecha más temprana, sin embargo, los antedichos pecados capitales fueron divididos en secciones, según que las circunstancias fuesen agravantes o atenuantes, y se les aplicaba los correspondientes largos o cortos períodos de penitencia. Con el correr de los siglos, cuando se recibió al seno de la Iglesia a naciones enteras, incivilizadas y dominadas por fieras pasiones, y cuando, como resultado, los crímenes atroces se multiplicaron, muchas ofensas, afines a las mencionadas, se incluyeron entre los pecados sujetos a penitencias canónicas; mientras que para otros, especialmente para los pecados secretos, el sacerdote determinaba la penitencia, su duración y modo, de acuerdo a los cánones. El siglo VII trajo consigo una relajación, no ciertamente en la penitencia canónica, sino en el control eclesiástico; por otro lado, hubo un aumento en el número de crímenes que demandaban una penitencia fija si se quería mantener la disciplina; además se debía tomar en consideración muchos derechos hereditarios de una naturaleza particular, que habían llevado a una cierta mitigación de la norma universal de la penitencia. Gradualmente tuvieron entrada y se pusieron en boga sustitutos y las llamadas redemptiones, que consistían en donativos pecuniarios a los pobres o a las utilidades públicas. Todo esto requirió la redacción de listas comprehensivas de varios crímenes y de las penitencias a ser impuestas por ellos, de modo que los confesores llegaran a una cierta uniformidad sobre el tratamiento a los penitentes y la administración de los sacramentos.

Apareció cierta cantidad de “libros penitenciales”. Algunos de ellos, aprobados por la Iglesia, seguían de cerca los antiguos decretos canónicos de los Papas y los concilios, y los estatutos aprobados de San Basilio, San Gregorio de Nisa y otros; otros eran meramente obras privadas que, recomendadas por el renombre de sus autores, encontraban una circulación amplia; otros iban muy lejos en sus decisiones y por lo tanto obligaron a los superiores eclesiásticos ya sea a reprenderlos o condenarlos. Una descripción más detallada de estas obras se puede hallar en otro artículo.

Estos libros no fueron escritos con un propósito científico, sino práctico jurídico. Ni marcan un avance en la ciencia de la teología moral, sino más bien una detención, no, incluso una decadencia. Esos siglos de migraciones, de conmociones sociales y políticas, ofrecieron un terreno poco adaptado para un cultivo exitoso de las ciencias, y aunque en el siglo IX se hizo un nuevo intento para elevar los estudios científicos a un nivel más alto, aún así la obra de los siglos siguientes consistió más bien en recopilar y renovar los tesoros de los siglos anteriores y no en añadirles nada nuevo. Esto es cierto para los asuntos de teología moral, no menos que para otras ramas de la ciencia. De este estancamiento de la teología en general y de la teología moral en particular surgió una nueva vida hacia fines del siglo XII y comienzos del XII. Se notó una nueva corriente de desarrollo saludable en la teología moral, la cual fue en dos direcciones: una en la nueva fuerza infundida a la práctica de los confesores, y la otra en un renovado vigor dado a la parte especulativa.

Con esta gradual desaparición de las penitencias públicas, los “libros penitenciales” perdieron su importancia cada vez más. Los confesores se interesaron cada vez menos en la medida exacta de las penitencias que sobre el objeto esencial del sacramento, el cual es la reconciliación del pecador con Dios. Además, los “libros penitenciales” eran muy defectuosos para enseñar a los confesores cómo juzgar varios pecados, sus consecuencias y remedios. Para llenar esta necesidad, San Raimundo de Peñafort escribió hacia el año 1235 la “Summa de poenitentia et matrimonio”. Igual que su famosa colección de decretos, es un repertorio de cánones sobre varios asuntos, es decir, importantes pasajes de los Padres, concilios y decisiones papales. Más inmediatamente adaptado al uso real fue la “Summa de casibus conscientiae”, que fue escrita alrededor de 1317 por un miembro desconocido de la Orden Franciscana en Asti en la Alta Italia, y la cual es, por lo tanto, conocida como la “Summa Astensana” o “Summa Astensis”. Sus ocho libros cubren la materia total de la teología moral y los decretos canónicos, ambos indispensables para el pastor y el confesor: Libro I, los Mandamientos divinos; II, virtudes y vicios; III, contratos y testamentos; IV-VI, sacramentos, excepto el matrimonio; VII, censuras eclesiásticas; VIII, matrimonio.

Los siglos XIV y XV produjeron cierto número de summoe similares para los confesores; todos ellos, sin embargo, desecharon el arreglo en libros y capítulos, y adoptaron el orden alfabético. Su valor es, por supuesto, ampliamente diferente. Los siguientes son los más importantes y más populares entre ellos: La “Summa Confessorum” del dominico Juan de Friburgo (m. 1314), el cual fue publicado unos pocos años antes de la “Summa Astensis”; su gran fama y amplia circulación se debió a su revisión por otro miembro de la Orden de Predicadores, Bartolomé de Pisa (m. 1347), quien la organizó alfabéticamente y suplementó sus partes canónicas; es comúnmente conocida como la “Summa Pisana”. La obra sirvió como base para la “Summa angelica”, un tratado claro y conciso, compuesto alrededor del año 1476 por el franciscano Angelo Cerleto, llamado “Angelus a Clavasio” por su ciudad natal, Chiavasso. Atestigua su gran popularidad el hecho de que tuvo por lo menos treinta y una ediciones de 1476 a 1520. Una popularidad similar obtuvo la “Summa casuum” del franciscano J. B. Trovamala, la cual apareció unos pocos años más tarde (1484) y, después de ser revisada por su mismo autor en el 1495, llevó el título de “Summa rosella”. Una de las últimas y más renombradas de estas “summoe” fue probablemente la “Summa Silvestrina” del dominico Silvester Prierias (m. 1523), tras la cual la teología moral comenzó a ser tratada de forma diferente. Las “summoe” aquí mencionadas, aunque fueron escritas exclusivamente para el uso práctico de los confesores, no desecharon la forma más elemental; sino que representaron los resultados de un estudio científico minucioso, el cual produjo no sólo escritos de esta clase, sino también otras obras sistemáticas de una profunda erudición.

El siglo XII atestiguó una gran actividad en la teología especulativa, la cual se centró alrededor de la catedral y escuelas monásticas. Éstas produjeron hombres como Hugo y Ricardo de San Víctor, y especialmente al alumno de Hugo, Pedro Lombardo, llamado el Maestro de las Sentencias, el cual floreció en la escuela catedral de París hacia mediados de siglo, y cuyo “Libro sententiarum” sirvió por muchos siglos como el libro de texto estándar en los salones de conferencias teológicas. En esos días, sin embargo, cuando comenzaron a aparecer herejías peligrosas contra los dogmas y misterios fundamentales de la fe cristiana, la parte moral de la doctrina cristiana recibió un tratamiento limitado; Pedro el Lombardo incidentalmente discute unos pocos asuntos morales, como por ejemplo, sobre el pecado, al hablar de la creación y el estado original del hombre, o más particularmente, al tratar sobre el pecado original. Otras preguntas, por ejemplo, sobre la libertad de nuestras acciones y la naturaleza de los actos humanos en general, son contestadas en la doctrina sobre Cristo, donde él discute el conocimiento y la voluntad de Cristo. Incluso el renombrado comentador de las “Sentencias”, Alejandro de Hales, O. Min., todavía no entra seriamente a la moral cristiana. El trabajo de construir la teología moral como una ciencia especulativa fue por fin emprendido y completado por esa gran luminaria de la teología, Santo Tomás de Aquino, a cuya “Summa theologica” nos referimos anteriormente. Aparte de esta obra maestra, cuya segunda parte y porciones de la tercera tratan sobre la moral, existen varias obras menores que tienen un carácter moral y ascético. Esta última rama fue cultivada con extraordinaria habilidad por el franciscano San Buenaventura, aunque él no igualó el genio sistemático de Santo Tomás.

Este siglo y el siguiente produjeron cierto número de teólogos prominentes algunos de los cuales impugnaron varias doctrinas de Aquino, como Juan Duns Scoto y sus seguidores, mientras que otros siguieron sus huellas y escribieron comentarios sobre sus obras, como Ægidius Romanus y Juan Capreolo. Sin embargo, rara vez fueron asunto de controversia durante este tiempo las cuestiones morales-teológicas puras; no se asomó una nueva época en el método de la teología moral hasta después del Concilio de Trento. Sin embargo, hay dos escritores extremadamente fértiles en el siglo XV que no sólo ejercieron una poderosa influencia sobre el avance de la teología, sino que elevaron el estándar de la vida práctica. Ellos son Denis el Cartujo y San Antonino, obispo de Florencia. El primero es muy conocido por sus obras ascéticas, mientras que el último se dedicó a la práctica del confesionario y al trabajo ordinario de pastor. Su “Summae Theologica” pertenece especialmente a nuestro asunto. Pasó por varias ediciones, y en 1740 apareció en Florencia la revisión de A. Ballerini, que consta de cuatro folios. El tercer volumen trata principalmente de la ley eclesiástica; discute detalladamente la posición legal de la Iglesia y su código penal. Unos pocos capítulos del primer volumen están dedicados al lado psicológico del hombre y sus acciones. El resto de la obra es un comentario, desde el punto de vista moral meramente, sobre la segunda parte de la “Summa Theologica” de Santo Tomás, a la cual se refiere constantemente. No es una explicación teórica pura, pero está tan llena de detalles jurídicos y casuísticos que puede ser llamada una fuente inagotable para los manuales de casuística. El apodo “Antoninus consiliorum”, Antonino del bueno consejo, que se le dio en el Breviario Romano atestigua cuán altamente se estimaba la sabiduría práctica de Antonino durante su vida.

Con el Concilio de Trento la Iglesia Católica respiró nuevo aliento de vida. La reforma de la moral le dio un fresco ímpetu a la ciencia teológica. Éstas habían caído gradualmente del alto nivel a donde se habían elevado en tiempos de Santo Tomás; el deseo de un sólido avance había dado lugar frecuentemente a la búsqueda de argumentaciones inteligentes para asuntos poco importantes. El siglo XVI atestiguó un cambio completo. Incluso antes de la citación del concilio, hubo eminentes estudiosos de seria mentalidad como Tomasso de Vio Gaetani Cajetan (usualmente llamado Cayetano), Victoria, y los dos Sotos (Pedro de Soto y Domingo de Soto, todos hombres cuyo sólido conocimiento de la teología probó ser de inmenso beneficio al concilio mismo. Su ejemplo fue seguido por una larga serie de excelentes eruditos, especialmente dominicos y miembros de la recién fundada Compañía de Jesús. Fue sobre todo el lado sistemático de la teología moral lo que ahora se retomó con renovado celo. En siglos anteriores, la “Sentencias” de Pedro Lombardo había sido el libro de texto universal, y las obras teológicas más prominentes de la época siguiente se declaraban nada más que comentarios sobre ellas; sin embargo, de ahí en adelante la “Summa Theologica” de Santo Tomás se siguió como guía en teología y un gran número de las mejores obras teológicas, escritas después del Concilio de Trento, se llamaron “Commentarii in Summam Sti. Thomae”. El resultado natural fue un tratamiento más comprehensivo de los asuntos morales, puesto que éstos constituían por mucho la mayor parte de la “Summa” de Santo Tomás. Entre las primeras obras clásicas de este tipo está el “Commentariorum theologicorum tomi quattuor” de Gregorio de Valencia. Está muy bien pensado y muestra gran exactitud; los volúmenes III y IV contienen la explicación de la “Prima Secundae” y la “Secunda Secundae” de Santo Tomás. Esta obra fue seguida, a fines del siglo XVI y principios del XVII, por una cantidad de comentarios similares; entre ellos ocupan un lugar prominente los de Gabriel Vásquez, Leonard Lessius, Francisco Suárez, Becano y las obras de Tomás Sánchez “In decalogum” así como “Consilia moralia”, que son más casuísticas en su método; los comentarios de Domingo Báñez, que habían aparecido un tiempo antes; y las de Medina (vea Bartolomé Medina, Probabilismo).

Conspicuo entre todos los mencionados está Francisco Suárez, S.J., en cuyas voluminosas obras se desarrolla los principales asuntos de la “Seounda” de Santo Tomás con gran exactitud y riqueza de conocimiento positivo. Casi cada tema es examinado minuciosamente y llevado cerca de su solución final; se discuten extensamente las más variadas opiniones de teólogos anteriores, se someten a un cercano escrutinio y la decisión final se da con gran circunspección, moderación y modestia. Un gran folio trata los asuntos fundamentales de teología moral en general:

  • 1. De fine et beatitudine;
  • 2 De voluntario et involuntario, et de actibus humanis;
  • 3 De bonitate et malitia humanorum actuum;
  • 4 De passionibus et vitiis.

Otro volumen trata sobre “Leyes”; muchos volúmenes en folio se dedican a tratados que ciertamente pertenecen a la moral, pero que están inseparablemente conectados con otros asuntos estrictamente dogmáticos sobre Dios y sus atributos, es decir, “De gratia divina”; hoy día se asignan al dogma propiamente. Una tercera serie da la doctrina completa sobre los sacramentos (excepto el sacramento del matrimonio) desde su punto de vista moral y dogmático. Francisco Suárez no examinó todas las varias virtudes; además del tratado sobre virtudes teológicas, sólo poseemos el de la virtud de la religión. Pero si alguna de las obras de Francisco Suárez ha de llamarse clásica es la antedicha, la cual discute en cuatro volúmenes el asunto completo “De religione”. Dentro del amplio campo de “religio”, incluyendo su noción y posición relativa, sus varias acciones y prácticas, como oración, votos, juramentos, etc., los pecados contra ella, apenas se puede hallar una cuestión dogmática o casuística que no haya sido resuelta o cuya solución no se haya al menos intentado. De los últimos dos volúmenes uno trata de las órdenes religiosos en general, el otro sobre el “Instituto” de la Compañía de Jesús.

En el transcurso de los siglos XVII y XVIII aparecieron un número de obras similares, aunque más concisas, que tratan asuntos morales-teológicos como parte de una teología universal con el espíritu genuino de la ciencia escolástica. Están las de Tanner, Coninck, Platel, Gotti, Billuart, y muchas otras, cuya mera enumeración nos llevaría muy lejos. Sin embargo, debemos mencionar a Juan de Lugo, a quien nadie puede negar el honor de haber adelantado la teología práctica y la especulativa, y especialmente la moral práctica. Dotado de un genio especulativo y poco común y de un juicio práctico y claro, en muchos casos señaló rutas completamente nuevas hacia la solución de asuntos morales. Hablando de su teología moral San Alfonso le llama “sin duda el líder después de Santo Tomás”. Sus obras que nos han llegado son: "De fide", "De Incarnatione", "De justitia et jure", "De sacramentis", viz., "De sacramentis in genere", "De baptismo et eucharistia", and "De poenitentia". El volumen “De poenitentia” es sobre todos el que, a través de su décimo sexta discusión, se ha convertido en el panfleto clásico para la teología moral casuística y particularmente para la distinción específica de los pecados; al mismo asunto pertenece la obra póstuma “Responsa moralia”, una colección de respuestas dadas por de Lugo en casos de conciencia complicados. Este no es el lugar para señalar su eminencia como dogmatista; baste decir que muchas preguntas de largo alcance reciben soluciones originales que, aunque no universalmente aceptadas, han arrojado suficiente luz sobre estos asuntos.

El método que Lugo aplica a las cuestiones de teología moral puede muy bien ser llamado mixto, esto es, es tanto especulativo como casuístico. Tales obras de carácter mixto ahora son comunes, tratan la materia completa de la teología moral, hasta donde es útil al confesor y al pastor de esta forma mixta, aunque ellos insisten más en la casuística que Lugo. Un tipo de esta clase es la "Theologia moralis" de Paul Laymann (m. 1635); en esta categoría también se pueden contar la "Theologia decalogalis" y "Theologia sacramentalis" de Patritius Sporer (m. 1683), la "Conferentiæ" de Benjamín Elbel (m. 1756), y la "Theologia moralis" de Reuter (m. 1762). Los manuales para confesores son casi innumerables, escritos en una forma casuística simple, aunque incluso éstos justifican sus conclusiones con razones internas después de legitimizarlas con una apelación a la autoridad externa. Frecuentemente son el fruto de un conocimiento especulativo minucioso y extensa lectura. Uno de los más sólidos es probablemente el "Manuale confessariorum et poenitentium" de Azpilcueta (1494-1586), el gran canonista, comúnmente conocido como "Doctor Navarrus"; además, la "Instructio sacerdotum" o "Summa casuum conscientiæ" del Cardenal Tolet (m. 1596), que fue altamente recomendado por San Francisco de Sales. Otra obra que merece mención, es decir, la llamada "Medulla theologiæ moralis" de Hermann Busembaum (m. 1688), que se ha hecho famosa debido a su uso extendido (cuarenta ediciones en menos de veinte años durante la vida del autor) y el número de sus comentadores. Entre éstos se incluyen Claude Lacroix, cuya teología moral se considera una de las más valiosas del siglo XVIII, y a San Alfonso María de Ligorio, con el cual, sin embargo, comenzó una época completamente nueva en la teología moral.

Antes de entrar a esta nueva fase, demos una ojeada al desarrollo del llamado sistema de moral y controversias que se esparció entre los eruditos católicos, así como al método casuístico de tratar la teología moral en general. Porque estas controversias se centran precisamente alrededor de la casuística de la teología moral, y la que ha experimentado severos ataques. Estos ataques se confinaron mayormente a Alemania. Los campeones de los adversarios fueron Hirscher (m. 1865), Döllinger, Reusch, y un grupo de eruditos católicos que, de 1901 a 1902, demandaron una “reforma de la teología moral católica”, aunque no todos estuvieron movidos por el mismo espíritu. Hirscher estuvo movido por el celo de una supuesta buena causa, aunque él estuvo implicado en errores teológicos. Döllinger y Reusch intentaron cubrir sus defecciones de la Iglesia y su negativa a reconocer la infalibilidad papal al ridiculizar las condiciones y asuntos del mundo eclesiástico que ellos pensaban militaban contra esa infalibilidad: la última fase de esta oposición fue el resultado de malos entendidos. Para poder elucidar las acusaciones traídas contra la casuística, usamos el criticismo completamente injustificado que Hirscher esgrimió contra la teología escolástica en general en su obra de 1832 “Sobre la relación entre el Evangelio y el Escolasticismo Teológico”, el cual Döllinger y Reusch citan con aprobación (Moralstreitigkeiten, 13 ss.):

1. "En vez de penetrar en el espíritu que hace de la virtud lo que es y subyace bajo todo lo bueno de este mundo, en otras palabras, en lugar de comenzar con la naturaleza única e indivisible de todo lo bueno, comienzan con el material de las varias prohibiciones y preceptos morales sin advertir de dónde se originan, sobre qué bases descansan, y cuál es su principio dador de vida.” Esto significa que los escolásticos y los casuísticos sólo conocen cosas individuales, y no ven nada universal y uniforme en las virtudes y deberes.

2. "En vez de derivar estos preceptos y prohibiciones de la esencia única e individual de todas las bondades y de este modo crear certeza en los juicios morales de su audiencia, ellos rechazan los principios, los encuerdan “debes” con “debes”, les proveen de innumerables estatutos y cláusulas, confunden y oprimen al oyente con la sobreabundante medida de deberes, medios deberes, no-deberes.” En otras palabras, los escolásticos oprimen y confunden con una innecesaria multiplicación de deberes y no deberes.

3. “Está más acorde con el espíritu del mosaísmo que con el del cristianismo cuando la moralidad cristiana es tratada menos como una doctrina de virtudes que de leyes y deberes, y cuando al añadir mandamiento a mandamiento, prohibición a prohibición, nos da una medida completa y colmada de reglas morales en lugar de construir sobre el espíritu cristiano, derivarlo todo de él y señalar todas las virtudes particulares a su luz.” O brevemente, la casuística promueve la santurronería exterior sin el espíritu interior.

4. “Los que tratan la moral desde el punto de vista de la casuística, le asignan una parte importante a la diferencia entre leyes graves y leves, deberes pesados y leves, transgresiones serias y leves y pecados mortales y veniales… Ahora bien, la distinción entre pecados veniales y mortales tiene una base sólida, y está basada principalmente en las diferentes cualidades de la voluntad, y si además los varios grados de bondad o de malicia se miden por la presencia, por ejemplo, de una voluntad puramente buena y fuerte, de una menos pura y menos fuerte, de una voluntad, débil, inerte, impura, maliciosa, pervertida, entonces nadie levantará su voz contra ella. Pero es completamente diferente cuando la distinción entre pecados mortales y veniales se toma objetivamente, y basada en la gravedad o levedad de los mandamientos… Tal distinción entre pecados mortales y veniales, fundada en las diferencias materiales de los mandamientos y las prohibiciones, es una fuente de tormento y ansiedad para muchos… La verdadera moralidad no se puede adelantar a través de tal ansiedad… La masa del pueblo derivará sólo una ganancia de tal método: muchos se abstendrán de lo prohibido bajo pena de pecado mortal y harán lo que se les ordena bajo tal penalidad, pero se preocuparán poco por lo que se manda o prohíbe bajo pena de pecado venial solamente. Por el contrario, buscarán una compensación en el último por lo que sacrificaron en los pecados graves. Pero, ¿podemos llamar cristianas las vidas de tales personas?” En otras palabras, la casuística falsifica las conciencias al distinguir objetivamente entre pecados mortales y veniales, lleva a una conformidad con los últimos y hace que sea imposible una vida verdaderamente cristiana.

No es difícil confutar todas estas acusaciones. Una ojeada a la “Summa Theologica” de Santo Tomás probará cuan incorrecto es el primer cargo de que el escolasticismo y la casuística conocen sólo las buenas acciones individuales y las virtudes individuales, sin preguntarse sobre el fundamento común de todas las virtudes. Antes de tratar las virtudes y deberes individuales, Santo Tomás da un volumen completo de discusiones de naturaleza general, en las cuales podremos notar las profundas especulaciones sobre el juicio final, la bondad y maldad de las acciones humanas, la ley eterna.

La segunda acusación, que la casuística escolástica confunde la mente por su volumen de deberes y no-deberes, puede sólo significar que la casuística escolástica fija éstos arbitrariamente y contrario a la verdad. La queja puede referirse solamente a esas obras y conferencias que apuntan a la instrucción del clero, pastores y confesores. El lector u oyente que se sienta confundido u oprimido por esta “masa de deberes”, etc. muestra con ese mismo hecho que no tiene el talento necesario para el oficio de confesor o director espiritual, y que por lo tanto debe escoger otro oficio.

El tercer cargo, dirigido contra la hipocresía judaica que descuida el fomento de la vida interior, se refuta por cada obra sobre casuística, aunque escasos, pues cada uno de ellos declara enfáticamente que la mayoría, sin el estado de gracia y una buena intención, todas las obras externas, no importa cuán difíciles y heroicas, son de poco valor a los ojos de Dios. ¿Puede la necesidad del espíritu interno ser presentada más claramente? Y aunque, en algunos casos, la realización externa de un determinado trabajo se establece como el mínimo exigido por Dios o la Iglesia, sin la cual el cristiano incurriría en la condenación eterna, pero esto no es desterrar el espíritu interior, sino designar el cumplimiento externo como la línea de bajamar de la moralidad.

Por último, el cuarto cargo surge de un error teológico muy grave. No puede haber duda de que, al juzgar la atrocidad del pecado y al distinguir entre pecados mortales y veniales, se debe tomar en consideración el elemento subjetivo; sin embargo, todos los compendios de teología moral, no importa cuán casuísticos sean, cumplen con este requisito. Cada manual distingue los pecados que surgen por la ignorancia, maldad, malicia, sin, sin embargo, tildar todos los pecados de debilidad como pecados veniales, o todos los pecados de malicia como pecados mortales; pues seguramente que hay actos menores de malicia que no se puede decir que causan la muerte del alma. Cada manual también toma conocimiento de los pecados que se cometen sin suficiente deliberación, conocimiento o libertad; todos éstos, aunque la materia sea grave, son considerados como pecados veniales. Por otro lado, cada manual reconoce los pecados veniales y mortales que lo son por la gravedad de la materia solamente. ¿O quién podría, abstrayéndose de todo lo demás, poner una mentira jocosa a la par con una negación de fe? Pero incluso en estos pecados, mortales o veniales según su objeto, los casuistas ponen énfasis en las disposiciones personales en las cuales fue cometido el pecado realmente. De ahí el principio universal; el resultado de una conciencia errónea subjetivamente puede ser que una acción que en sí misma era venial, se convierta en pecado mortal y viceversa, que una acción que es en sí misma mortalmente pecaminosa, esto es, que constituya una violación grave de la ley moral, puede ser sólo un pecado venial. Sin embargo, todos los teólogos, todos los casuistas, consideran la conciencia correcta un gran don y por lo tanto se esfuerzan, por sus discusiones casuísticas, en contribuir hacia la formación de conciencias correctas, de modo que el estimado subjetivo de la moralidad de ciertas acciones puede coincidir, hasta donde sea posible, con la norma objetiva de moralidad.

Por último, cuando varios oponentes del método casuístico objetan que el moralista se ocupa exclusivamente de los pecados y su análisis, con el “lado oscuro” de la vida humana, deben recordar que es físicamente imposible decir todo de una vez, que, igual que en muchas otras artes y ciencias, una división del trabajo también puede ser ventajosa para la teología moral, que el propósito particular de manuales y conferencias puede limitarse a la educación de confesores diestros y que este propósito puede muy bien ser realizado centrando la atención en el lado oscuro de la vida humana. Sin embargo, se debe conceder que este no puede ser el único propósito de la teología moral; es indispensable una discusión minuciosa de todas las virtudes cristianas y el modo de adquirirlas. Si en algún momento esta parte de la teología moral tuviese que ser llevado al trasfondo, la teología moral se convertiría en unilateral y necesitaría una revisión, no eliminando la casuística, sino dedicando más tiempo y energía a la doctrina de las virtudes en su aspecto científico, parenético y ascético.

En la época del Concilio de Trento era notable un gran avance en todas las ramas de la teología moral. La creciente frecuencia en la confesión sacramental explica que se pusiera más énfasis en la casuística en particular, lo cual es concedido libremente por los adversarios. Döllinger y Reusch dicen (op. cit., 19 ss.): “El hecho de que la casuística tuviera un desarrollo ulterior después del siglo XVI está relacionado con las cambios en la disciplina penitencial. De ahí en adelante prevaleció la costumbre de acercarse al confesionario más frecuentemente, regularmente antes de la Sagrada Comunión, de confesar no sólo los pecados mortales sino también los veniales, y de pedir consejo al confesor para todos los problemas de la vida espiritual, de modo que el confesor se convirtió cada vez más en un padre y guía espiritual.” El confesor necesitaba este adiestramiento y educación científica, el único que podría capacitarle para dar decisiones correctas en casos complejos de la vida humana, para formar un estimado correcto de la bondad o defecto moral, deber o violación de deber, virtud o vicio. Ahora bien, era inevitable que el confesor se encontrase casos donde la existencia o medida exacta de la obligación permaneciese obscura incluso después de un examen minucioso, donde el moralista era confrontado por la pregunta de cuál debería ser la decisión final en estos casos; si uno estaba obligado a considerarse obligado cuando el deber era oscuro y dudoso, o cómo uno podría remover esta duda y llegar a una conclusión definida de que no había obligación estricta. Siempre se había sabido y había sido variamente expresado en reglas prácticas que el anterior no podía ser el caso, sino que una obligación para existir debía primero ser probada: "In dubiis benigniora sequenda", "odiosa sunt restringenda", etc. Sin embargo, no siempre se tenía claramente a la vista el principio básico para resolver tales casos dudosos y llegar a la certeza necesaria para la moralidad de una acción. Establecer este principio universal era equivalente a establecer un sistema moral; y los varios sistemas se distinguían por el principio al cual se adherían.

La historia del probabilismo se da bajo ese título, baste decir aquí que desde mediados del siglo XVII, cuando comenzó la violenta discusión sobre este asunto, el desarrollo de la teología moral coincide con el del probabilismo y de otros sistemas probabilistas; aunque estos sistemas tocan sólo una pequeña parte de la moral y de las verdades morales y nada está más lejos que la verdad que la opinión, tan ampliamente difundida entre los adversarios de la moral católica, que el probabilismo le dio una nueva forma y un nuevo espíritu a la totalidad de la teología moral. El probabilismo y los otros sistemas de moral se ocupan sólo de los casos que son objetivamente dudosos; de ahí que se abstraen completamente de la amplia esfera de verdades establecidas y certeras. Ahora bien, la última clase es por mucho la más amplia en la teología moral también; si no fuera así, la razón humana estaría en un lamentable apuro, y la Divina Providencia le habría concedido poco cuidado a las más nobles de sus criaturas visibles y a sus más altos bienes, incluso en el orden sobrenatural, en el cual una gran medida de dones y gracias fue derramada con abundancia sobre los rescatados en Cristo. La parte cierta e indiscutible incluye todas las cuestiones fundamentales de la moral cristiana; comprende aquellos principios de orden moral por los cuales se regulan las relaciones del hombre consigo mismo, con Dios y con su prójimo y con las varias comunidades; abarca la doctrina del último fin del hombre y de los medios sobrenaturales para alcanzar dicho fin. Hay sólo un comparativamente pequeño número de leyes objetivamente obscuras y dudosas o deberes que apelan al probabilismo o antiprobabilismo para una decisión. Sin embargo, como ya se ha dicho, desde medidos del siglo XVII el interés de los teólogos morales se centró en el asunto acerca del probabilismo o antiprobabilismo.

Igual de lejos de la verdad está la segunda opinión de los adversarios del probabilismo, VIX., que este sistema induce a la gente a evadir las leyes y los endurece hasta la insensibilidad. Por el contrario, debatir del todo la cuestión del probabilismo era señal de un alma severamente consciente. El que propone la cuestión en absoluto conoce y confiesa por ese mismo hecho primero, que no es legal actuar con una conciencia dudosa, que el que realiza una acción sin estar firmemente convencido de que es permitida, comete pecado a los ojos de Dios; segundo, que una ley, sobre todo la Ley Divina nos obliga a tomar conciencia de ella y que, sin embargo, cada vez que surge la duda sobre la existencia probable de una obligación debemos aplicar suficiente cuidado para llegar a la certeza, de modo que un olvido frívolo de dudas razonables es en sí mismo un pecado contra la sumisión debida a Dios. A pesar de todo esto, puede suceder que todos nuestros dolores y preguntas no nos lleven a la certeza, que se hallen sólidas razones tanto para como contra la existencia de una obligación. Bajo estas circunstancias, un hombre conciente naturalmente preguntará si él mismo se debe considerar atado a la ley o si puede, por reflexiones ulteriores---principios reflejos, como se les llama---llegar a una conclusión plena de que no hay obligación ni de hacer u omitir el acto en cuestión. Si estuviésemos obligados a considerarnos atados en cada duda, el resultado, obviamente, sería una severidad intolerable. Pero puesto que antes de realizar una acción el veredicto final de nuestra conciencia debe estar libre de duda, es evidente la necesidad de remover tales dudas de una forma u otra según surgieron.

Al principio hubo falta de claridad respecto al probabilismo y las preguntas relacionadas con él. Las definiciones de opinión, probabilidad y certeza conflictivas sólo podían causar confusión. Cuando las obras sobre teología moral y manuales prácticos comenzaron a multiplicarse, fue inevitable que algunos individuos tomaran la palabra “probable” en un sentido muy amplio o muy estrecho, aunque no puede haber duda que en sí mismo significa “algo aceptable a la razón”; en otras palabras, puesto que la razón no puede aceptar nada a menos que tenga apariencia de verdad, “algo basado en la razón que generalmente lleva a la verdad”. De ahí que avanzaron y se expandieron como practicables opiniones que estaban poco de acuerdo con los requerimientos de la fe cristiana, y las cuales se ganaron la censura de la Santa Sede. Nos referimos particularmente a las tesis condenadas por el Papa Alejandro VII el 24 de septiembre de 1665 y el 18 de marzo de 1666, y por el Papa Inocencio XI el 2 de marzo de 1679. No se debe hacer responsable de ello al probabilismo, sino a las vaguedades de unos pocos probabilistas.

Como resultado de estas condenas, algunos teólogos se sintieron obligados a oponerse al sistema mismo y a alinearse con el probabiliorismo. Antes de este giro de los asuntos, los jansenistas habían sido los más notables adversarios del probabilismo. Pero ellos también habían recibido un revés cuando el Papa Inocencio X condenó (31 de mayo de 1653) en el “Augustinus” de Jansenio, entonces recién fallecido, la proposición “Los hombres justos, con la fuerza ahora a su disposición, no pueden guardar ciertos mandamientos de Dios incluso si ellos desean y tratan de hacerlo; además, están sin la gracia de Dios que podría hacerlo posible.”, fue tomada de la obra y rechazada como herética y blasfema. Ahora el probabilismo era menos reconciliable con esta tesis jansenista, que podría ser mantenida más fácilmente, mientras más estrictas fuesen las obligaciones morales impuestas a la conciencia del hombre y mientras más severo el sistema proclamado como únicamente justificado. En consecuencia, los seguidores de la doctrina jansenista trataron de atacar el probabilismo, de arrojar sospechas en él como innovación, y de representarlo incluso como conducente al pecado. Las exageraciones de unos pocos probabilistas, quienes fueron demasiado lejos en su laxitud, dio oportunidad a los jansenistas para atacar el sistema, y pronto un número de eruditos, notablemente entre los dominicos abandonaron el probabilismo, el cual habían defendido hasta entonces, lo atacaron y defendieron el probabiliorismo; algunos jesuitas también se opusieron al probabilismo. Pero por mucho, la mayoría de los escritores jesuitas así como un vasto número de otras órdenes y del clero secular se adhirieron al probabilismo. Esta controversia se tomó un siglo completo, lo cual probablemente no tiene paralelo en la historia de la teología católica.

Afortunadamente, las obras en ambos lados de esta controversia no fueron escritos populares. Sin embargo, teorías exageradas causaron una desigualdad evidente y mucha confusión en la administración del Sacramento de la Penitencia y en la guía de las almas. Este parece haber sido el caso particularmente en Francia e Italia; Alemania probablemente sufrió menos el rigorismo. Por lo tanto fue una bendición de la Divina Providencia que surgió un hombre a mediados del siglo XVIII, quien de nuevo insistió en una práctica más suave y gentil, y quien, debido a su eminente santidad, la cual combinó con un sólido aprendizaje, y la cual muy pronto después de su muerte lo elevó al honor de los altares, recibió la aprobación eclesiástica de su doctrina, estableciendo de este modo la práctica moderada en la teología moral.

Este hombre es San Alfonso María de Ligorio, quien murió en 1787 a la edad de 91, fue beatificado en 1816, canonizado en 1839, y declarado doctor de la Iglesia en 1871. En su juventud Ligorio había sido imbuido con los principios de teología moral más estrictos, pero, según confiesa él mismo, la experiencia de una vida misionera que se extendió por más de quince años, y el estudio minucioso, lo llevó a percibir su falsedad y malas consecuencias. Elaboró un manual de teología moral principalmente para los miembros de la congregación religiosa que debió su existencia a su celo ferviente. El mismo se basó en el ampliamente usado “Medulla” del jesuita Hermann Busenbaum, cuyas tesis él sometió a un profundo examen, confirmó con razones internas y autoridad externa, ilustró con opiniones adversas y modificó aquí y allá. La obra, completamente probabilista en sus principios, fue publicada por primera vez en 1748. Fue recibida con aplauso universal, fue alabada incluso por los Papas y tuvo su segunda edición en 1753; luego siguió edición tras edición, y casi todas mostraban la mano revisora del autor; la novena y última edición fue publicada durante la vida del santo, en el año 1785. Después de su beatificación y canonización su “Theologia moralis” alcanzó una aún más amplia circulación. No sólo se arreglaron varias ediciones, sino que casi parecía como si el crecimiento ulterior de la teología moral estuviese restricto a una reiteración y a revisiones compendiadas de las obras de San Alfonso. Una excelente edición crítica de la "Theologia moralis Sti. Alphonsi" es la de Léonard Gaudé, C.SS.R. (Roma, 1905), quien verificó todas las citas en la obra y la ilustró con anotaciones eruditas.

Ninguna obra futura sobre teología moral práctica puede pasar sin amplias referencias a los escritos de San Alfonso. Por lo tanto sería imposible ganar una clara percepción sobre el estado presente de la teología moral y su desarrollo sin estar más o menos familiarizado con el sistema del santo, según narrado en el artículo probabilismo. La controversia, que todavía se sostiene sobre probabilismo y equiprobabilismo, no tiene significado a menos que la última sobrepase los límites impuestos a ella por San Alfonso y se una al probabiliorismo. Sin embargo, aunque teóricamente la controversia no ha sido abandonada todavía, aún así en la práctica diaria es dudoso si hay alguno que siga otras reglas al decidir casos dudosos que los del probabilismo. Esta ascendencia de la escuela moderada en teología moral sobre la más rigurosa ganó nuevo ímpetu cuando Alfonso fue canonizado y cuando la Iglesia señaló en particular que la Divina Providencia lo había elevado como un bastión contra los errores del jansenismo, y que por sus numerosos escritos había marcado una ruta más confiable que los guías de almas podían seguir seguramente en medio de opiniones conflictivas ya sea muy estrictas o muy laxas. Durante su vida el santo se vio obligado a entrar en varias disputas literarias debido a sus obras sobre teología moral; sus principales adversarios fueron Daniello Concina y Patuzzi, ambos dominicos y adalides del probabiliorismo.

Las últimas décadas del siglo XVIII pueden muy bien ser llamadas un período de decadencia general en cuanto a las ciencias sagradas, incluyendo la teología moral, se refiere. El espíritu frívolo de los enciclopedistas franceses habían infectado, por así decirlo, a toda Europa. La Revolución, la cual fue su resultado, ahogó toda vida científica. Serán suficientes sólo unas pocas palabras sobre el estado de la teología moral durante este período. Italia se separó en dos por la disputa acerca del rigorismo y una práctica moderada; en Francia, el rigorismo había recibido todos los derechos de ciudadanía a través del movimiento jansenista y se mantuvo firme hasta tarde en el siglo XIX; Alemania se inclinó por un espíritu de superficialidad que amenazó con desplazar la moral cristiana por principios racionalistas y naturales. Los “seminarios generales” que José II estableció en los estados austríacos contrataban a profesores que no se ruborizaban en fomentar doctrinas heréticas y en excluir el “niégate a ti mismo” cristiano del catálogo de obligaciones morales. Otras instituciones alemanas, también, ofrecieron sus cátedras de teología a profesores que se habían empapado de las ideas de la “ilustración”, descuidaron el insistir sobre doctrinas de fe católica y pusieron a un lado la vida sobrenatural, buscaban el fin y meta de la educación en una moralidad meramente natural. Pero en la segunda década del siglo XIX la Revolución Francesa se gastó a sí misma, la quietud había seguido al tumulto, la restauración política de Europa había comenzado. También se inauguró una restauración del espíritu y aprendizaje eclesiástico y se hizo notable el gradual ascenso de la teología moral. Aparte del lado puramente ascético hubo tres divisiones en las cuales esta nueva vida fue claramente visible; el catecismo, la instrucción popular y el trabajo pastoral.

Aunque es el propósito de la enseñanza catequética instruir a los fieles en el campo completo de la religión cristiana, en las doctrinas de la fe no menos que en las de la moral, aún así la primera puede también ser concebida y discutida respecto a los deberes y el modo por el cual el hombre se destina a obtener su fin último. Por lo tanto, el tratamiento catequético de los asuntos religiosos puede ser considerado como una parte de la teología moral. Durante el período de “ilustración”, esta rama había sido degradada a una somera moralizante a lo largo de líneas naturales. Muchas numerosas y excelentes obras del siglo XIX, tanto catecismos como discusiones extensas, atestiguan que se elevó de nuevo a una explicación lúcida de la totalidad de la doctrina cristiana. A estos se debe añadir los más minuciosos manuales de doctrina cristiana destinados a escuelas superiores, en los cuales las partes morales y apologéticas de instrucción religiosa se trataban científicamente y se adaptaban a las necesidades de la época. No hay nada, sin embargo, que nos prive de situar estos escritos en la segunda de las antedichas clasificaciones, puesto que su meta es la instrucción de los cristianos, aunque principalmente a los laicos educados. Es verdad que estas obras pertenecen exclusivamente, incluso menos que las catequéticas, a la teología moral, puesto que su materia comprende la totalidad de la doctrina cristiana, aun así las tendencias moralmente destructivas del ateísmo y las nuevas cuestiones morales presentadas por las condiciones de nuestros tiempos, le inculcaron a los escritores la importancia de la instrucción moral en manuales de la fe católica. Las últimas décadas en particular probaron que este lado de la teología ha sido bien cuidado. Varias cuestiones que inciden en la moral cristiana se trataron extensamente en monografías, como por ejemplo, la cuestión social, el significado del dinero, la doctrina de la Iglesia sobre la usura, los asuntos de la mujer, etc. Citar obras particulares o entrar en detalle a los diferentes asuntos excedería los límites de este artículo.

La tercera línea en la cual se notó un avance fue llamada la pastoral, esto es, instrucción que tiene como su meta especial la educación y ayuda a pastores y confesores. Ya se mencionó arriba que esta instrucción es necesariamente, aunque no exclusivamente, casuística. La escasez de sacerdotes, la cual se sintió en muchos lugares, ocasionó una falta del tiempo necesario para una educación científica comprehensiva de los candidatos al sacerdocio. Esta circunstancia explica por qué los manuales científicos de la teología moral, por décadas, fueron meramente compendios casuísticos, que contenían ciertamente el quid de investigaciones científicas, pero carentes de argumentación científica. La aprobación con que la Iglesia distinguió las obras de San Alfonso María de Ligorio había asegurado y facilitado la exactitud de la doctrina eclesiástica. Por lo tanto, muchos de estos compendios son nada menos que recapitulaciones de la “Theologia moralis” de San Alfonso, o, si seguían un plan propio, mostraban en cada página que sus autores la habían tenido siempre a mano. Aquí se debe mencionar dos obras que gozaron de más amplia circulación que ningún otro libro sobre teología moral y que incluso hoy día se utilizan frecuentemente: la “Theologia moralis universa” de Scavini, y el corto “Compendium theologiae moralis” de Jean-Pierre Gury, junto con las numerosas revisiones que aparecieron en Francia, Alemania, Italia, España y América del Norte.

Sin embargo, no debemos engañarnos concluyendo que, debido a la aprobación eclesiástica a San Alfonso y a sus escritos morales, la teología moral quedó establecida para siempre y, por así decirlo, cristalizada. Ni esta aprobación nos asegura que todas las preguntas individuales han sido resueltas correctamente, y por lo tanto la discusión de ciertas cuestiones morales queda aún abierta. La Sede Apostólica misma, o más bien la Penitenciaría Sagrada, cuando se le preguntó “Si un profesor de teología moral puede seguir y enseñar tranquilamente las opiniones que San Alfonso María de Ligorio enseña en su Teología Moral”, ciertamente dio una respuesta afirmativa el 5 de julio de 1831; sin embargo añadió, “pero se debe reprender a aquellos que defienden otras opiniones apoyadas por la autoridad de doctores confiables”. El que concluya la garantía de la absoluta corrección a partir de la aprobación eclesiástica a las obras del santo, haría que la Iglesia se contradiga a sí misma. Santo Tomás de Aquino fue por lo menos tan solemnemente aprobado para el campo completo de la teología como San Alfonso para la teología moral. Sin embargo, por ejemplo, sobre el asunto de la eficacia de la gracia, que entra profundamente a la moral, Santo Tomás y San Alfonso defienden opiniones completamente contradictorias, ambos no pueden estar en lo correcto, y así debe ser discutido libremente. Lo mismo puede decirse de otros asuntos. A principios del siglo XX, Antonio Ballerini sobre todo hizo un uso simple de esta libertad de discusión, primero en sus anotaciones al “Compendio” de Gury; luego en su “Opus theologicum morale”, que fue reformada y editada después de su muerte por Dominic Palmieri. Le hizo un servicio eminente a la casuística; pues aunque no podemos aprobar todo, aun así la autoridad de varias opiniones ha sido cuidadosamente escudriñada y discutida completamente.

Por último, se han hecho intentos de desarrollar la teología moral a lo largo de otras líneas. Los reformadores afirman que el método casuístico ha ahogado a cualquier otro y que debe dar paso a un tratamiento más científico y sistemático. Es evidente que un tratamiento meramente casuístico no cumple las demandas de la teología moral, y de hecho, durante las últimas décadas del siglo XIX, se insistió más y más en el elemento especulativo incluso en obras principalmente casuísticas. Si debe prevalecer uno u otro elemento se determinará de acuerdo a la meta próxima que la obra intenta satisfacer. Si hay una cuestión de explicación puramente científica de la teología moral que no intenta exceder los límites de la especulación, entonces el elemento casuístico es sin duda especulativo, la discusión sistemática de los asuntos pertenece a la teología moral; la casuística entonces sólo sirve para ilustrar las explicaciones teóricas. Pero si hay una cuestión de un manual destinado a las necesidades prácticas de un pastor o un confesor y para su educación entonces la porción científica y sólida de cuestiones morales-teológicas generales deben ser suplementadas por una casuística extensiva. De ningún modo, cuando faltan tiempo y ocio para añadir amplias explicaciones teóricas a un patrón casuístico extensivo, no debemos criticar al que bajo estas circunstancias insiste en el último a expensas del primero, es el más necesario en la práctica real.


Bibliografía: SLATER, Breve Historia de la Teología Moral (Nueva York. 1909); BOUQUILLON, Theologia moralis fundamentalis, (3ra ed., Bruges, 1903), Introductio; BUCCERONI, Commentar. de natura theologioe moralis (Roma, 1910); SCHMITT, Zur Gesch. des Probabilismus (1904); MAUSBACH, Die kathol. Moral, ihre Methoden, Grundsätze und Aufgaben (2nd ed. 1902); MEYENBERG, Die kath. Moral als Angeklagte (2nd ed. 1902); KRAWUTZKI, Einleitung in das Studium der kath. Moraltheologie (2nd. ed. 1898); GERIGK, Die wissenschaftliche Moral und ihre Lehrweisc (1910).

Fuente: Lehmkuhl, Augustinus. "Moral Theology." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/14601a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.