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Jueves, 28 de marzo de 2024

Diferencia entre revisiones de «Real Convictorio de San Carlos de Lima: Curriculum y pensamiento educativo 1771-1836»

De Enciclopedia Católica

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(Demografía del Perú, de 1791 a 1836)
(El caso de Lima)
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Revisión de 05:23 20 jun 2018

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Importancia de la Historia de la Educación a inicios de la vida republicana

La política educativa del Convictorio de San Carlos de Lima durante el período 1795 a 1836, fue un tiempo en el que se observan cambios cualitativos y cuantitativos en muchos niveles de la sociedad y la economía peruana, que incidieron en el desarrollo institucional del Centro de Estudios mencionado como en su funcionamiento, modo de formación, currículm y pensamiento. La lenta pero constante recuperación demográfica, la absorción y entendimiento de las élites en torno a la nueva autoridad suprema, así como los medios y formas de obtener prerrogativas favorables de la misma, son también algunos criterios que abordaré, entre otros, a lo largo de la presente tesis.

Dichos cambios se hallan comprendidos desde el fin de la simbolización de la autoridad del virrey y los posteriores intentos locales – todos autoritarios – de implementar las ideas y el espíritu modernizador de la Ilustración (en su versión peninsular, la cual difiere sustancialmente de la francesa) después de producida al Independencia.

Sin embargo, la sociedad peruana mantuvo vigente su colonial división social de castas y estamentos, aunque algunos términos cambiaron para intentar hacerse en acorde con los “nuevos tiempos”.

El Convictorio ya no solicitaba “pureza de sangre”, pero sí de “familias honradas” (con su consiguiente y muy indefinida interpretación). En la nueva sociedad peruana, el inicio de la vida republicana, las clases no emparentadas con la nobleza – grandes comerciante y terratenientes – simplemente no tenían los medios para el ascenso social; los grupos medios y pobres como mestizos, negros, indígenas o mulatos, así como los hijos de artesanos, mercachifles o panaderos tenían muy pocas posibilidades de ascenso e intervención en la vida republicana, que no sea mediante la sotana o los galones.

Estas castas inferiores no poseían espacios de desarrollo hacia nuevas posiciones socioeconómicas, tampoco lo tuvieron durante el virreinato (salvo la nobleza indígena, lamentablemente exterminada después de la derrota de Túpac Amaru II); sin embargo, la República fue fundada libre e independiente; fue justo soñar un espacio para una igualdad que nunca llegó.

Resulta innegable que desde la fundación del Convictorio a fines del siglo XVIII, el rectorado de Toribio Rodríguez de Mendoza, señaló el ingreso del Perú (desde Lima, es decir, bajo la óptica centralista capitalina) a la educación profesional organizada, bajo la protección del Gobierno Virreinal, y posteriormente el republicano. Una educación protegida y subsidiada institucionalmente bajo la dependencia directa del Estado Borbónico.

Justificamos así el abarcar también los primeros días de la Independencia por una inequívoca señal: es la pauta de inicio al período republicano, es el acta de origen e ingreso del Perú a la órbita de los países libres e independientes. Mi estudio concluye en las postrimerías de la década de 1830, pues a partir de allí se marcan notorios campos dentro de la fisonomía económica y política del Perú: el guano, la reactivación de las actividades agrícolas a gran escala, todo ello debido, principalmente a la llegada de Ramón Castilla a la presidencia.

Marco teórico

Un serio trabajo de investigación observa y analiza determinadas corrientes del pensamiento, principalmente aquellos que se refieren a su oficio, mediante algunos autores. He buscado leer y analizar determinados autores con pautas comunes en sus trabajos, series de libros, publicaciones, entre otros. Así como aplico las orientaciones que considero convenientes, debo también justificar su presencia, en aras de delimitar y elaborar interrogantes que ordenan y hacen sustentable la presente tesis. Evidentemente el intento sería inútil si no considerara que:

«Lo que más interesa del método es que sirva al objeto para el que se emplea, es decir, que sea útil. Su utilidad depende de su adecuación, y es adecuado en la medida en que se acomoda a la naturaleza del objeto a cuyo conocimiento se ordena»

Ahora bien, resulta válido argumentar que existen otras propuestas en torno al método, y que aún dentro de la misma corriente de pensamiento historiográfico sustentado, quedan autores o trabajos de mejor elaboración o mayor proyección que el presente, pero como diría Michael Foucault: «Porque me permitiría ubicar al menos algunos respuestas que hubiese querido dar a otras».


En la elaboración de la historia peruana, intentaremos hallar una fuente de identidad cultural, que encuentre en él un lugar de convivencia, un “lugar común” para cada habitante, y así lo creo posible.

Para ello observaremos diversas variables de la realidad local antes de proceder con el análisis propio que recae en el convictorio San Carlos, importante institución educativa de nuestro siglo XIX; su estudio incluye también ámbitos políticos, sociales, económicos y por supuesto el pedagógico.

Cada investigador es libre de de continuar o proponer una nueva veta historiográfica, así como la dirección ideológica que considere adecuada para su investigación. En lo personal, el investigador debe sustentar también sus orientaciones más intrínsecas al por qué de su trabajo, omitirlo en sus escritos, sería caer oficialmente en una posición ecléctica e insípida en la línea de pensamiento adoptada por el investigador.

Personalmente, intento investigar nuestra historia no solo con el objetivo de encontrar traumas y culpables, también aspiro a un aporte en pos de una historiografía peruana más comprensiva y menos acusadora – sin embargo esto no debe suponer un “perdón y olvido” inmediato –, necesario para diagnosticar y subsanar progresivamente, remedio que no sirve para sanar, simplemente no sirve.


En las primeras líneas justifico mi investigación así como el tiempo que en ella abarco. Pero, aún si estuviese aportando en lo mínimo posible me pregunto: ¿resulta realmente válido estudiar la historia de la educación peruana? En la respuesta me remito a una evidente relación con una problemática contemporánea. En el Perú del siglo veintiuno, gran parte de la ciudadanía piensa que la educación pública se halla sumamente devaluada – aunque subrepticiamente la crítica deriva principalmente hacia el supuesto beneficio de la democracia hacia la población en su totalidad –. La búsqueda de una posible solución solo es posible hallarla en un trabajo conjunto: ciencias sociales, humanidades, aplicaciones como la administración moderna, estadística; he allí una de los pocos visos de solución que pueden generar indicadores válidos para entender (y pretender resolver) encrucijadas sociales que hoy en día nos agobian.

Entonces he aquí la primera respuesta para elaborar una investigación sobre la educación peruana: las condiciones de la educación contemporánea y el problema de sus orígenes.

Asimismo, siguiendo con nuestra delimitación, no es mi pretensión hallar el umbral de la transformación, o la génesis definitiva sobre la problemática de los actuales resquebrajamientos políticos – sociales que afectan a la educación pública, de ningún modo. En lo personal, afirmo que dicha perspectiva de solución se halla fuera de la intención de la tesis propuesta. Ya el mismo Marc Bloch no advierte en su escrito apología por la historia, una de las razones del por qué esta búsqueda encierra un motivo no tan generoso: «Tengamos cuidado, porque la superstición de la causa única, en historia, es a menudo la forma insidiosa de la búsqueda de culpables; es decir, del juicio de valor ¿De quién es la culpa o el mérito? Dice el juez. El sabio se contenta con preguntar ¿por qué?, y acepta que la contestación no es tan sencilla».

Planteamiento de las hipótesis de investigación

El título de mi tesis es un interrogante en sí misma, mas no está planteada así, no corresponde a la formalidad el encabezar una monografía con una pregunta. En el Perú del 2007, se denomina Educación Básica a los estudios que se realizan en las escuelas de niveles primarios y secundarios; diferenciándolos claramente de la Educación Superior que se imparte en institutos tecnológicos o universidades. 3.1. Prolegómenos al contexto histórico ¿Por qué estudiar un tema, en apariencia innecesario para la actualidad educativa, como lo es la historia de la educación?, ¿resulta válido retroceder cerca de 180 años intentando hallar la génesis de nuestros problemas actuales en el ámbito educativo? La respuesta a la primera pregunta es afirmativa. Porque el sorprendente deterioro de la educación pública no puede ser respondida solo por pedagogos, políticos o sociólogos de la educación. Y es afirmativa también la respuesta a la segunda interrogante, pues la crisis de la educación contemporánea es ya una enfermedad crónica inconclusa – como lo es la salud pública, seguridad ciudadana, entre otros – que merecen ser estudiados también bajo la perspectiva histórica. Los primeros tiempos republicanos no crearon, o asimilaron, una educación propiamente “de estudios primarios” – tal como lo entendemos ahora –, lo concreto fue la inicial existencia de una Escuela de Primeras Letras, también conocida como Escuela Lancasteriana5 , institución que se encargó durante la primera mitad del siglo XIX de darles a los jóvenes de Lima los primeros cimientos del abecedario, la aritmética y el catecismo. Creemos que el intento de equivalencia, ejercicio mental que nos permite tomar referencias del pasado, entre la educación Lancasteriana y las actuales escuelas primarias no resulta de mayor problema.


En cambio, si intentamos realizar una equivalencia mínima entre el presente y el pasado para con la educación secundaria, el referente más próximo resulta el Convictorio de San Carlos, institución que por su prestigio y estructura curricular llegó hasta mediados del siglo diecinueve, en clara competencia con la misma Universidad Mayor de San Marcos. Por ejemplo, en ambas instituciones se hallaban cátedras de filosofía, derecho y ramas afines; inclusive, bajo el rectorado de Bartolomé Herrera, lo que hizo San Marcos era otorgarles la convalidación de su respectivo grado académico, el de Bachiller. Sobre la estructura curricular lo explicaré detalladamente en el capítulo cuarto. Pero, continuando con el análisis comparativo, ¿resulta válido llamar escuela secundaria a una institución que en un momento determinado preparó jóvenes que convalidaron sus estudios, y por tanto su curriculum, al del bachillerato de la Universidad de Lima? Para ello, es útil recordar que las únicas instituciones educativas legalmente autorizadas para entregar los grados académicos de Bachiller y Doctor fueron San Marcos y los Seminarios Mayores. Un hecho importante en el desarrollo de la historia del San Carlos, fue la característica que acompañó a sus estudiantes: la edad. En efecto, la edad de ingreso al Convictorio fluctuó entre los 13 a 18 años aproximadamente. Ésta característica en el desarrollo físico y cognitivo del estudiante, así como la imposibilidad de otorgar grados académicos, hacen válido relacionar al Convictorio como una institución educativa intermedia, que por ahora podemos relacionarla con la educación básica secundaria.

Hipótesis de investigación

Ahora que hemos definido a la institución educativa del San Carlos como nuestro objetivo de estudio, aun debemos seguir precisando más nuestro enfoque de investigación, ¿qué temas específicos estudiaré del Convictorio? Parte del título es “Currículo y pensamiento educativo”, considerando bajo el riguroso análisis histórico aplicado a cada programa y cátedra de dicha institución; esto me permite hacer una separación entre la formación recibida antes del proceso de independencia y después del mismo, cuando el Perú se halló ya inmerso en el período republicano. Encuentro así una veta entre la ideología del Estado colonial sobre las políticas educativas frente a la práctica cotidiana de la actividad propiamente de la enseñanza, y posteriormente durante el período republicano, a esto le denomino período de tránsito.

A continuación, presento mis hipótesis de trabajo

a) El pensamiento educativo impuesto por el Convictorio, desde el rectorado de Rodríguez de Mendoza, estuvo bajo la influencia de la ilustración europea, peninsular, matizada bajo las ideas religiosas de la época. Se orientó a una progresiva afirmación de la política del Estado sobre las posiciones eclesiásticas.

b) En consecuencia a la hipótesis anterior, el currículo educativo del Convictorio San Carlos, principalmente durante el rectorado mencionado, propuso un currículo más acorde con los tiempos borbónicos, frente a la Universidad de Lima, San Marcos, institución que se abocó a la defensa de una anquilosada y retrógrada escolástica colonial educativa.

c) Existió un pensamiento guía aplicado a la educación superior desde el Estado durante el período de estudio propuesto: Ilustrado español, bajo la percepción de Rodríguez de Mendoza, durante el período colonial; ideología que continuó (remozada bajo ciertos matices) durante el período de tránsito hacia la República.

En las conclusiones finales realizaré una respuesta orgánica a las hipótesis aquí planteadas luego de la exhaustiva demostración de estos postulados a lo largo de la investigación, al menos desde la óptica centralista limeña, propia de nuestra formación. Con ello, habré aportado un poco más en la construcción de un puente, buscando una relación más próxima entre la educación y la historia.

Antecedentes

Antecedentes históricos

La educación superior durante el virreinato fue elitista y aristocrática, los indios recibieron poca o ninguna educación, excepto la elite incaica decadente. La gran mayoría de la población como los mestizos, blancos pobres, los habitantes de los Barrios Altos, todos ellos no estuvieron inmersos en el proceso de educación del Convictorio. Esta marginación continuó durante el incipiente sistema republicano, como bien lo afirma Pablo Macera: «La ciudad peruana de la colonia vivía alrededor de la Iglesia, el mercado y la Plaza Mayor. La escuela era un personaje extraño y marginal».

Y razón no le falta a Macera, la gran masa de campesinos y habitantes de Lima no tuvo acceso a la educación, aunque cabe la pregunta del por qué esa situación de discriminación. La siguiente cita nos orientará mejor en responder dicha pregunta:

«La plebe urbana y la gran masa de trabajadores campesinos […] se hallaban al margen de esa cultura o participaban de ella en grandes condiciones de inferioridad. La educación era un privilegio de clase que celosamente reservaban los españoles y criollos» [7]. Aún dentro del desorden propio de los primeros veinte años de vida republicana, ¿es posible halar características de discriminación que se plasmen en las prácticas cotidianas de las escuelas de dicha época? Siguiendo al mismo Macera, podemos ir dilucidando esta interrogante sobre las escuelitas aristocráticas:

«Para fines del s. XVIII se calculaba en 5000 los habitantes en la primera edad escolar (cifras demasiado redondas para ser exactas), de los cuales sólo recibían efectiva instrucción, menos del 20%. Los más favorecidos, por supuesto los hijos de la nobleza. El lucrativo negocio republicano e los “buenos colegios” era ya por entonces conocido […]

La educación en esas escuelitas estaba orientada a sostener los prejuicios aristocráticos de su clientela»[8].

Si durante el ocaso del poder colonial, las escuelas aristocráticas preparaban a los jóvenes nobles para sostener posiciones de mando en la sociedad, ¿cambiarían repentinamente sus orientaciones en los primeros años de vida republicana? Por el tiempo y las arraigadas costumbres coloniales en tiempos republicanos, por supuesto que no. Ahora, traemos a colación al pedagogo peruano Emilio Barrantes, quien reafirma lo señalado por el historiador: «La República es, en primer término, la continuación de la Colonia, no solo cronológicamente, sino en lo que respecta a la estructura social, al régimen económico y al ambiente cultural, y aún al predominio de ciertas ideas políticas, a pesar de la independencia»[9]

Antecedentes educativos

Según el diccionario de la Real Academia, el término “antecedente” significa “acción, dicho o circunstancia que sirve para comprender o valorar hechos posteriores”[10], ello indica que aquí debemos señalar el derrotero que sostendrá mi investigación y por supuesto, mis hipótesis. Los estudios sobre la historia de la educación los expongo bajo el criterio de dicotomía: ¿se trata de un estudio histórico aplicado a la educación? O tal vez ¿Un estudio desde la educación y utiliza a la historia como un instrumento? Por ser la presente investigación deudora de un jurado de historiadores, respondería fácilmente que mi punto de origen es la historia, pero ¿así de sencillo resuelvo dicha decisión? A continuación analizaré brevemente las consecuencias de mi estudio, con la finalidad de tender un puente ideológico entre la historia y la educación. Desde la educación, los aportes resultan alentadores en su aplicación a los análisis históricos, los pedagogos proveen de herramientas que resultan casi de total desconocimiento para los historiadores [11]

Sobre dicha relación entre historia y educación, Barrantes nos menciona:

«Una historia de la educación debe empezar, en consecuencia, por la sociedad misma. Importa mucho no solo conocer su trayectoria histórica sino su carácter y la intención política predominante en un momento determinado»[12].

El subrayado es de mi parte. Sin embargo, desde la óptica estatal de gobierno, la intención política y los hechos distan mucho en su propuesta y ejecución concreta. Reconozco que estudiar las intenciones y propuestas políticas del Estado hacia un sector de desarrollo básico como el aplicado a la educación, resulta tan importante como el estudio de la evolución del Estado en sí. Subyace en la mayoría de estudios en las ciencias sociales cierta culpabilidad de las elites y las altas estructuras de poder en esta temática, es importante hallar el grado de responsabilidad en los retrocesos y avances en la educación pública, pero también es importante analizar y juzgar la probable viabilidad de algunos de los proyectos que lograron ejecutarse. Mas con lo afirmado no eximo, de ninguna manera, las responsabilidades de las elites que tuvieron a su cargo el manejo (o influencia) sobre el aparato estatal en determinados momentos de su desarrollo como República soberana. Entre una de dichas razones se halla el no haber propuesto a la educación pública como un instrumento democratizador e igualitario; al menos desde la óptica historiográfica diversos autores han demostrado de forma fehaciente la negativa opción política de las elites al llevar a cabo dichas reformas: «La ecuación en el Perú es un tema que a pesar de los años de existencia republicana que tiene el país, sigue siendo muy polémico, en donde se cuestiona hasta qué punto los sucesivos gobiernos la tomaron seriamente en cuenta como factor importante para el bienestar de la nación, o fue considerada parte del juego político de la época, o, como los que realmente mostraron interés y dedicación no contaron con el apoyo y los medios necesarios»13. Continuando con la perspectiva histórica, existen investigaciones en torno a la historia de la educación, entre otras, aquella que nos compete y que hemos mencionado como hipótesis de investigación, sin embargo resulta necesario agregar algunos temas pendientes en dicha rama de la historia, entre ellas:

- Políticas del Supremo Gobierno, en determinada etapa de la República, y a favor de la educación pública. ¿Qué alcances pueden anotarse como logros satisfactorios?, ¿se propuso y ejecutó algún plan educativo nacional?

- Comprobar la intencionalidad y programas propuestos desde el Estado (en las etapas democráticas o militares) en torno a la educación de las mayorías indígenas, mestizas y pobres de Perú, Existe un largo etcétera, y tan solo menciono algunos temas posibles de investigación. Sin embargo, estas interrogantes me permiten abrir un pequeño portal, permitiéndome estudiar con igual importancia los aportes de la historia y la educación. Pero ambas profesiones deben tener como principal propósito, al menos para mí: el bienestar de la comunidad. Aquí se observa la influencia del Estado de Bienestar, aplicado desde la economía a las ciencias sociales, en especial a la Historia; sobre este tema, me explayaré con detenimiento en el capítulo siguiente.

En esta tesis sostengo la afirmación de que fueron los criollos quienes buscaron una “mejor educación”. Fueron ellos quienes mejor se beneficiaron del sistema educativo colonial fueron posteriormente quienes exigieron la continuidad de aquella estructura política estatal, pues ésta les permitió mantener su posición de clase social y económica:

«El sistema escolar se destinaba fundamentalmente a la educación de estudiantes varones, especialmente a los nacidos legítimamente en familiar criollas, siendo su acceso difícil para los hijos naturales, así como para todas las hijas»[14]

Los primeros tiempos republicanos fueron de crisis severas en todos los ámbitos sociales, en ellos están de acuerdo historiadores de diversas épocas y tendencias: Basadre, Macera, Bonilla, Tantaleán, Aljovín entre otros, por tanto su impacto en la educación tampoco se libra de este espectro de caos y desorden político que acompañó las primeras décadas del período republicano, problema que afectó a todas las castas, condiciones económicas y a todas las regiones de la naciente república.

En el desarrollo de la investigación resultará una constante la relación de la educación el Estado, consolidando dicha simbiosis, vuelvo a citar a Cristóbal Aljovín:

«Especialmente en las ciudades, los estudiantes participaban activamente en ello, así como en revueltas y revoluciones. En este orden de cosas, las opiniones de los profesores gravitaban significativamente en las tendencias políticas del alumnado [criollo de formación heredera del pasado colonial]; hubo, por consiguiente, una cadena de alianzas políticas de estudiantes a profesores – la mayoría de ellos religiosos –, de profesores a líderes locales y de éstos a los dirigentes nacionales» 15 El aumento de la población, que demostraremos en la sección dedicada a la demografía, no debe llevar a confundirnos con un progresivo desarrollo económico de beneficio popular. Durante los gobiernos de Ramón Castilla y principalmente el de Rufino Echenique, se consolidó una clase burguesa comercial y de proyecciones capitalistas, con mucho prestigio e influencia social, pero esta no representó (o incluyó) al grueso de la población; los otros actores sociales no participantes (masa campesina y la creciente plebe urbana) continuaron sin los beneficios económicos de esta clase, mucho menos de su educación Ilustrada. Por ejemplo, Antonio Espinoza, estudioso de la educación peruana para el período republicano sostiene: « […] a partir de la década de 1840, la elite peruana hizo un esfuerzo por extender, normar y centralizar la instrucción primaria. Este esfuerzo respondió tanto a motivaciones religiosas, como la de formar ciudadanos y disciplinarlos, así como también a un interés en regular una creciente oferta educativa»16 Antonio Espinoza sostiene que el Estado peruano debido a determinadas motivaciones (entre ellas la ideológica) mediante su elite inició un proceso de extensión y generalización de la educación de primeras letras a partir de 1840. La presente investigación estudia el ámbito educativo enfocado al período entre 1821 a 1840, basado en fuentes de archivo y textos de interpretación. Sin embargo, en otra investigación 17 sobre el mismo punto al que se refiere Espinoza, personalmente hallo dificultades para sostener la afirmación del autor, no observo una elite preocupada por formar ciudadanos desde las primeras letras, como tampoco una apertura o ampliación de la oferta educativa a nivel superior. La educación fue solo para quienes pudiesen costearla. Con ello, finalmente, aceptamos también que la promesa republicana de una educación para la Ilustración del pueblo, fue parte de una propuesta pública posible de rastrear desde el reinado de los Borbones inclusive, pero una promesa incumplida hasta los tiempos contemporáneos. Por tanto, en el trasfondo de mi tesis subyace un cuestionamiento: ¿asumió el naciente Estado Republicano su rol como ente educador? Y si así fuese ¿bajo que condiciones? Respuestas a las que la presente tesis no pretende darle respuestas definitivas, tan solo plantearlas y dejarlas para su posterior debate.


Delimitación histórica: Perú de 1771 a 1836

Estudio la coyuntura peruana desde 1771, año de la fundación del Convictorio Carolino, hasta el Reglamento del Convictorio de 1836, rubricado por el Mariscal Andrés de Santa Cruz. La primera fecha resulta un acontecimiento sin mayor discusión para la historiografía institucional. Es innegable que este hecho se enmarca dentro de un proceso mayor, que incluye políticas sociales y económicas; hacendados y comerciantes del Consulado, quienes pagaron obligados tributos al ejército virreinal principalmente durante los tiempos de Abascal y Pezuela, para luego asistir al triunfo de las Fuerzas bolivarianas.

Los últimos virreyes prácticamente coactaron a ambas agremiaciones, so pena de acusarlos de colaboracionistas y traidores al rey; sin embargo, una vez establecido el nuevo Estado, los gobernantes militares nunca aceptaron las deudas contraídas por éstos antes de la proclama de la Independencia . una visión más detallas es expuesta en el segundo capítulo de la tesis.

Los burócratas y acreedores del Estado se hallaron constantemente con pagos atrasados, pues los primeros en recibir su paga del escaso erario público fueron los caudillos y su red de prefectos e intendentes, personajes que asegurasen su (efímera) permanencia en el sillón presidencial.

Otros funcionarios, entre ellos los educadores, tuvieron que esperar o en el mejor de los casos depender de situaciones sui generis para el pago de sus haberes: arriendos de tambos, juegos de lotería, colectas comunales inclusive, ese fue el caso de los profesores de primeras letras. Es de aceptación corriente por la historiografía contemporánea que la república, al señalar a la independencia como una fecha de quiebre, marca el fin real de una etapa y el comienzo de una política administrativa diferente:

«Aunque las Cortes de Cádiz (1810 – 1812) iniciaron el debate constitucional en Hispanoamérica, este libro se inicia con la declaración de la independencia en 1821y trata del legado de la independencia como un quiebre con el pasado virreinal y como la construcción de un nuevo sistema político» [18]

Pero dicho tránsito no será de manera independencia, y por el solo hecho de la Jura de una Independencia. La colonia, sus costumbres, su manejo vertical y sin discusiones del poder ejecutivo, entre otros, no desaparecen en forma inmediata. Como pruebas irrefutables de ello representan la continuidad del tributo indígena así como la esclavitud hasta el gobierno de Ramón Castilla. De muchas formas, podría hablarse de un continuismo colonial, pero sin España. Otra comprobación, más de acorde con la temática de investigación, representa un plan curricular propuesto por Toribio Rodríguez de Mendoza en 1795.

Dicho esquema novedoso aplicado al Convictorio, fue enviado al Rey de España para su observación, y ese fue el plan en el que se formaron los grandes pensadores de los tiempos de la emancipación e independencia, ¿próceres republicanos formados bajo la observancia de las propuestas coloniales educativas? En el ámbito ideológico, entender la Independencia desde la burocracia (pues en su mayoría fueron estudiantes del Convictorio) resulta más lento y poco perceptible.

Por un lado los nuevos funcionarios de la naciente república siguieron siendo en su mayoría criollos, muchos de ellos antiguos funcionarios coloniales: Hipólito Unanue, Manuel Lorenzo Vidaurre, De la Luna Pizarro, La Mar, Orbegoso, Gamarra, Santa Cruz, Castilla y una larga lista. En ello se contó con la participación de civiles intelectuales, pero en su gran mayoría eran eclesiásticos o militares. Por tanto, el pensamiento influyente en el que fueron formados continuó vigente, nos referimos directamente al de las Reformas Borbónicas.

El Mariscal Andrés de Santa Cruz firmó el último intento de Reforma propuesta y aprobada por el Estado republicana de un plan educativo para el Convictorio, en 1836. A partir de 1840 ocurrió el esperado recambio generacional, que coincidió con la Fundación del Colegio Nuestra Señora de Guadalupe por Nicolás Rodrigo y Domingo Elías en 1841, y la llegad de Bartolomé Herrera al rectorado del Convictorio San Carlos en 1843; ambas instituciones educativas para la elite.

Por ello justifico detener en esa fecha mi investigación, en el año en que Santa Cruz firmó dicha propuesta educativa. El siguiente planteamiento pedagógico sería el elaborado por Herrera y tan solo avalado por el Gobierno Central.

Lo afirmado por Barrantes, en términos del proceso histórico, refiere a la estructura educativa como una característica importante y necesaria a nuestra nación, si es que ésta busca el desarrollo y el bienestar de sus habitantes, con énfasis en las mayorías. Finalmente, con lo expuesto, creo necesario el reconocer la amplitud y profundidad que puede aportar el conocimiento científico en una de sus ramas como la historia de la educación.

Concepto de Educación

Antes de iniciar, y aunque resulte quizá superfluo, propongo no confundir la “cultura” con la “educación”, éste último término utilizado a lo lago de nuestro texto. El concepto que usaré resulta de una forma de interpretación de códigos sociales en la cultura peruana en general. En otras palabras, entender la historia de la educación como medio de transmisión útil, cuyo rastro puede ser rastreado:

«Los códigos fundamentales de una cultura […] fija de antemano para cada hombre las órdenes empíricas con los cuales tendrá algo que ver y dentro de los que se [puede] reconocer» [23]

Ahora bien, ¿qué entendemos por educación los científicos sociales?24 Un pensador crítico en la aplicación de la terminología de la investigación histórica es Michael Foucault, quien cataloga severamente a los pedagogos como institucionalizadotes del poder establecido:

«El poder disciplinario no está bajo la dependencia inmediata ni en la prolongación directa de las grandes estructuras jurídicas y políticas de una sociedad […] Habrá entonces que detectar el poder no en la burguesía en general, sino en sus agentes reales: la familia, los pedagogos, los médicos, entre otros» [25].

Sin embargo, aun no queda claro del todo el papel de las denominadas reconstrucciones sociales, ¿son totalmente necesarias para aplicarlas a los estudios históricos?, ¿hasta que punto una reconstrucción puede ser

La independencia representó un cambio de dominio colonial hispano y proteccionista hacia una rápida imposición económica liberal bajo la órbita inglesa, según el ensayo de Bonilla y Spalding, discutible o no, lo cierto es que fue este acontecimiento un hecho sin precedentes en la historia republicana.

La década de 1840 representó, aproximadamente la consolidación de un nuevo sector emergente: sobrevivientes de la catástrofe económica de la emancipación: embargos de bienes, expropiaciones e impuestos de guerra; fue el tiempo apropiado para que la elite decidiera la formación de sus hijos bajos el pensamiento hegemónico que ellos consideraron importante para la conservación de sus intereses.

Enfoques de pensamiento: Historia y Educación

Concepto de Historia

A continuación, afinaré el horizonte ideológico de cada uno de los principales términos que utilizo a lo largo de la investigación, iniciando con la Historia. Afirmo la necesidad de entender a la Historia como una medio para entender también el presente, a partir de esta premisa hallo una utilidad de la disciplina histórica, dicha idea pertenece a uno de los padres de la historiografía contemporánea, Marc Bloch:

«La historia quiere aprehender a los hombres. Quien no lo logre no pasará jamás, en el mejor de los casos, de ser un obrero manual de la erudición. Allí donde huele carne humana, sabe que está su presa»20. No existe una ciencia del pasado, lo que se estudia es la historia de los hombres.

En donde se halle rastros o huellas de la humanidad, allí se ubica el objetivo del historiador. Me interesan las instituciones (como el Convictorio San Carlos, por ejemplo) pero en la medida que se reflejan en ellas la existencia de grupos humanos. Se puede indicar que toda creación humana es necesariamente un rastro en el pasado, pero no todo hecho histórico es importante dentro de determinada investigación histórica. Además, si todo hecho fuera plausible de ser hecho histórico, el trabajo se torna prácticamente colosal y difícil de abordar.

Por tanto, debo seguir afinando la concepción historiográfica que he de manejar a lo largo del texto, en pos de una sinceridad académica. Así, la Historia, resulta ser en parte, consecuencia de las influencias sociales y costumbres cotidianas propias de la época. Un ejemplo de esto viene a ser una discriminación encubierta y subterránea (pero real) en una sociedad como la limeña, tanto a inicios de la República como durante el siglo veinte, cuando ya en una ciudad actual del siglo veintiuno.

Aclaro también que mi trabajo no debe confundirse con las temáticas propuestas en torno a las edificaciones de imaginarios colectivas. En mi tesis, analizaré solo aquello que ha sucedido, que es comprobable. Si bien es cierto, mi intención de investigación parte desde una óptica social y económica desde los documentos, evitaré elaborar hipótesis que no pueda ser estudiado a la luz de fuentes concretas.

Conciente que mi formación entre la educación y la política, me brinda una elaboración de mayor amplitud en las hipótesis de investigación, sin embargo como historiador considero que investigación es un conjunto de operaciones y esfuerzos por las que se llega a la reconstrucción y enriquecimiento de un hecho histórico a partir de las fuentes[21]. Así, reconozco que la historia de la educación es una porción pequeña del terreno, que resulta tan válida como la historia de la filosofía o una historia de la economía, u otras similares. En este caso, rescato el primer intento sistemático de una historia de la educación, realizado por Emilio Barrantes, quien reconoce su debida importancia en pos de una relación más estrecha entre la educación y la disciplina histórica:

«Una consideración del proceso educativo, independiente del medio y el tiempo, nos inclina a reconocerle la amplitud y la profundidad que desbordan en el marco escolar, hasta el punto de confundirlo con la comunidad misma»[22]

Lo afirmado por Barrantes, en términos del proceso histórico, refiere a la estructura educativa como una característica importante y necesaria a nuestra nación, si es que ésta busca el desarrollo y el bienestar de sus habitantes, con énfasis en las mayorías. Finalmente, con lo expuesto, creo necesario el reconocer la amplitud y profundidad que puede aportar el conocimiento científico en una de sus ramas como la historia de la educación.

Concepto de Educación

Antes de iniciar, y aunque resulte quizá superfluo, propongo no confundir la “cultura” con la “educación”, éste último término utilizado a lo lago de nuestro texto. El concepto que usaré resulta de una forma de interpretación de códigos sociales en la cultura peruana en general. En otras palabras, entender la historia de la educación como medio de transmisión útil, cuyo rastro puede ser rastreado:

«Los códigos fundamentales de una cultura […] fija de antemano para cada hombre las órdenes empíricas con los cuales tendrá algo que ver y dentro de los que se [puede] reconocer»[23]

Ahora bien, ¿qué entendemos por educación los científicos sociales? [24] Un pensador crítico en la aplicación de la terminología de la investigación histórica es Michael Foucault, quien cataloga severamente a los pedagogos como institucionalizadotes del poder establecido:

«El poder disciplinario no está bajo la dependencia inmediata ni en la prolongación directa de las grandes estructuras jurídicas y políticas de una sociedad […] Habrá entonces que detectar el poder no en la burguesía en general, sino en sus agentes reales: la familia, los pedagogos, los médicos, entre otros»[25].

Sin embargo, aun no queda claro del todo el papel de las denominadas reconstrucciones sociales, ¿son totalmente necesarias para aplicarlas a los estudios históricos?, ¿hasta que punto una reconstrucción puede ser considerada fidedigna? Resulta cierto que en dos siglos pueden haber variado muchísimo las instituciones, así como las funciones que cumplieron en determinada época, pero esto no es aplicable a las arraigadas costumbres, que transcurren dentro de la larga duración.

Aunque existen desacuerdos en la terminología referente a invenciones sociales, acotaremos ahora a un pedagogo norteamericano, Peter Maclaren, conocedor de la trascendencia de la institucionalidad educativa, como centros de creación de saberes:

«Solo tiene sentido aquel currículo que adopte como foco de investigación el estudio de la cultura cotidiana, informal y popular, y de cómo los patrones culturales de poder que informan a dichas culturas están implicados en la formación de la subjetividad y la identidad individual La pedagogía no sólo se da en las escuelas sino también en todos los emplazamientos culturales» [26]

Así, en el sentido propuesto por Maclaren, el término currículo contiene exactamente la particularidad que queremos obtener del amplio espectro de lo educativo; el currículo, tiene una relación directa con nuestra investigación, verbigracia que la evolución del currículo y los planes de estudio del Convictorio San Carlos los aprehendo como signos culturales, patrones de reproducción del poder (colonial) en aquellos tiempos. Las aulas de una Escuela (y el San Carlos en esencia lo era) son solo una realidad en pequeño de la sociedad misma:

«Este poder poliforme es el que ha hecho surgir una serie de saberes. Por ejemplo, el construido a partir del siglo diecinueve sobre el hombre, a saber que nació de las prácticas sociales de vigilancia. Estas prácticas, si bien inventadas, se articularon empero con una determinada situación social» [27]

Así como cada término usado en las ciencias sociales tienen diferentes conceptos, según cada escuela o pensador influyente, el término educación no es (aun dentro de la pedagogía) un monolito sapiencial y único, cada corriente del pensamiento educativo se diferencia tanto uno del otro, que inclusive algunas son antagónicas. Hoy en día, para bien o mal, ya no nos hallamos dentro de la dicotomía filosófica de las décadas de 1960 o 70`; es innegable (por ahora) el triunfo del capitalismo liberal burgués y corporativo. Nuestro tiempo, primera década del año dos mil, se caracteriza por una sociedad dominada por un solo eje de pensamiento, el propuesto por el liberalismo económico, con distintas vertientes, pero una sola al fin y al cabo. Sin embargo, he decidido entender la educación desde el punto de vista de un pensamiento de resistencia al pensamiento hegemónico expuesto. Me refiero aquí a la pedagogía crítica norteamericana, que tiene como principal exponente a Peter Maclaren, ya citado, y uno de sus pensadores más vigorosos: «La realidad del aula raramente es presentada como una realidad socialmente construida, determinada históricamente y mediatizada a través de las relaciones instituciones de clase, de sexo, de raza y poder» [28]

Por tanto, desde la visión de un historiador clásico como Bloch, y de un severo crítico como el pedagogo Maclaren, resulta válido afirmar que la presente investigación sobre la historia de la educación se halla inmersa dentro de la historia social.

Una óptica de investigación desde el Estado de Bienestar

Aunque resulta redundante, cabe recordar que el Convictorio era una entidad pública. Por tanto su mentor y protector – el Estado – aparecerá como una constante tácita en cada uno de nuestros temas de desarrollo. Por tanto, resulta válido pensar ¿cuál es la concepción de Estado que manejaré en la presente investigación? O quizá una cuestión más ambiciosa ¿resulta válido pensar en el término “Estado republicano” exclusivamente a partir de 1821? Empezamos dilucidando esta segunda pregunta de la mano del Gran Amauta:

«La república, además nacía en la miseria. No podía permitirse el lujo de una amplia política educacional» [29]

Es decir, la República, aun con sus miserias y grandes contradicciones, nació en 1821. Dentro del contexto latinoamericano, es importante señalar que las sociedades donde el poder español fu más fuerte, como en México y Perú, el proceso de integración social fue demasiado lento, y por tanto existió un complejo proceso de modernización política, veamos:

«S. Tarmeño hace una interesante distinción entre aquellos países que nacieron realmente en el s. XIX, es decir, que fueron marcados apenas periféricamente por la etapa colonial, y los países portadores de grandes fracciones sociopolíticas desde la época colonial. En los primeros, que Zermeño denomina “países de modernización temprana” (Argentina, Uruguay y Venezuela), se da una mayor integración sociocultural que los segundos, que se caracterizan por su débil herencia democrática y burguesa (Perú y México)»[30].

Explicado desde una perspectiva de herencia de verticalidad política, así como por su débil herencia democrática, como señala Gabriela Ossenbach, queda mejor entendido porque el proceso histórico peruano (al menos en su política estatal) tarda en complementarse a los demás Estados liberales, que se iban desarrollando en Sudamérica. Tanto en el caso mexicano como el peruano, de ambas de fuerte tradición hispano – colonial, poco después de sus independencias, se produjeron extensas guerras internas de manera dramática.

Cabe recordar que en el Perú, los caudillos militares estuvieron presentes en la historia republicana desde s inicio y resurgieron en las postrimerías de la Guerra contra Chile. Es válido indicar que el primer presidente civil del Perú, Manuel Pardo, llegó al poder en 1872.

Breve exposición sobre la escuela económica del Estado de Bienestar

Actualmente, en el primer decenio del siglo veintiuno, la corriente del pensamiento económico sobre el Estado de Bienestar se halla absorbida por uno de mayor alcance social y político como es propuesto por el World Institute for Development Economics Research (WIDER), instituto auspiciado por las Naciones Unidas, y que tiene entre sus máximo exponentes al premio Nobel hindú Amartya Sen. La escuela económica del Estado de Bienestar en sí se formalizó a principios de 1930, posterior a la gran crisis norteamericana. No de los principales iniciadores de esta corriente de pensamiento económico fue Wilfredo Pareto (1848 – 1923), economista y sociólogo italiano. Fue Pareto quien intentó establecer una teoría de los sistemas económicos relacionándolos con la estabilidad misma de la sociedad [31] . A continuación observaremos un sucinto resumen sobre uno de los rasgos característicos del Estado de Bienestar:

«Siguiendo el criterio paretiano de considerar el carácter ordinal de las preferencias individuales, Bergson formula en 1938 su función de bienestar social [SWF: State Welfare, por sus siglas en inglés]. Se trata de que los individuos de una colectividad, siguiendo una escala de preferencias, elaboren una función con aquellos elementos que integran y determinan su bienestar» [32]

Ahora bien, un hecho concreto resulta ser la sociedad y sus formas de concreción bajo la óptica de los postulados del “Estado de Bienestar”, verificables bajo la lógica; su relación con ella solo es posible estudiarlas y especularlas desde las leyes de la democracia. Aquí resulta imposible no relacionarla con el Estado, tanto en sus formas de gobierno y administración. Por tanto, es el propio Estado – y por ende todo lo que repercuta en su evolución histórica – responsable del bienestar de la mayoría de sus ciudadanos; no se trata de buscar el beneficio de determinada comunidad o grupos sociales o de bloques económicos, sino en la insistencia del mayor bienestar de la población circunscripta y dependiente de dicho Estado.

A fines del siglo veinte, desde los países llamados “periféricos”, se volvieron a interpretar postulados del Estado de Bienestar, y aun dentro de sus propios cultores, se le empezó a cuestionar desde un axioma tan sencillo como demoledor:

« ¿Y quién decide cuáles son las necesidades básicas más urgentes a solucionar? [¿] Los dictados de la oligarquía, los caprichos de un dictador, los valores de una clase social… o la tradición [?]»[33].

Existen críticas muy fuertes hacia el concepto de Estado de Bienestar – en su mayoría dirigidas a su modo de distribución desde la esfera gubernamental –, que no voy a exponer aquí. Dicha concepción, insisto, la uso para entender y aplicar la relación existente entre el Estado y las políticas de gobierno, entre ellas como de los planes educativos intentados durante el siglo diecinueve peruano. No es solo calcar modelos, es buscar el mejor entendimiento posible a las prácticas políticas de un naciente estado republicano como lo fue el Perú de 1821, aunque desde una perspectiva diferente a las anteriormente aplicadas.

El Estado de Bienestar aplicado al Perú Republicano

Hilando los tres “conceptos macro”: Historia, Educación y Estado, propongo una premisa como característica común entre ellas. La Historia en sí no la entiendo en función de un progreso continuo, sino como la búsqueda de una situación óptima de bienestar bajo condiciones humanas y realmente posibles. Es en ese sentido que entiendo el papel del Estado como un administrador parcializado, es decir con claros intereses sobre la mayor población posible, al menos en teoría.

El concepto es válido para entender el devenir histórico de un Estado, sea cual fuere su posición histórica contemporánea. Pero vale aclarar que mi posición proviene de un cuadro de concepciones cuyo tronco principal se denomina “Estado de Bienestar”. Así expuesto, inicio un alegato, al menos como introducción a dicha temática, aplicado a la historiografía local: «El problema fundamental de la Economía de Bienestar se concreta en alcanzar una situación óptima, entendida como un conjunto de posiciones que se consideran mejor que otras posibilidades» [34]

En el caso de la historia local, aun si dicho intento resultase ser un proceso inconcluso o insuficiente, esta visión económica de la historia se propone enriquecer el debate sobre el nacimiento de la República. Por ejemplo, entender como una de las consecuencias en el naciente Perú republicano como la segregación y postergación de la mayoría de la población (analfabetos, indios y esclavos) no permitió la inserción económica propuesta por los sectores más adinerados e influyentes de la sociedad peruana. Cabe anotar que me circunscribo solo bajo los conceptos y límites ideológicos propuestos. La búsqueda de la mejor distribución posible de las utilidades del Estado peruano (y su manera de recolectarlas) ha sido a lo largo de los siglos diecinueve y veinte una de las principales preocupaciones en los gobiernos de turno, principalmente en los que se ubican dentro de la “primavera democrática” contemporánea,1980 – 2007.

Diferenciemos entonces una economía de bienestar del Estado de Bienestar en sí, aunque la primera se haya incluido dentro de la segunda, veamos:

«La economía de Bienestar consiste, para Pigou, en el planteamiento de un objetivo económico considerado socialmente deseable. Este objetivo consiste a su vez, en la maximización del bienestar económico, que, en principio, no se identifica con el bienestar general» [35]. Observamos pues, que el concepto de Estado de Bienestar se halla dentro de aquello que la economía denomina “política económica”, una de las ramas de estudio en la carrera del economista. Continuando con su aplicación al caso peruano, sin ninguna duda fueron las elites aristocráticas y militares, así como os círculos próximos a ellos, en su mayoría formados en San Carlos como intelectuales, sacerdotes y burócratas:

«Así como en ciertos momentos republicanos el nombre de un caudillo victorioso fue puesto al pie de manifiesto o del decreto ideado o redactado por el secretario civil, es posible que estos casos de “poder detrás del trono” se hayan dado también en siglos precedentes»36 En esta cita el historiador Jorge Basadre advierte que las culpas y aciertos, no fueron responsabilidad exclusiva de los caudillos. Existió en dicho proceso histórico un poder detrás del trono, de aquellos que redactaban los manifiestos y los apuntes de prensa, los mariscales solo se atinaban a firmarlos, aunque todo esto resulte de difícil comprobación.

Para aplicar la teoría del Estado de Bienestar al Perú posterior al virreinato, se necesita un espectro social que sí existió: “una elite” – no necesariamente burguesa –, grupos como los militares y eclesiásticos, principalmente los primeros. ¿Pudo esta nueva elite plantear soluciones sobre las necesidades básicas y urgentes para el nuevo Estado republicano? Pregunta compleja en la que Basadre nos brinda luces al respecto:

« […] La nobleza no presidió como grupo social orgánico el comienzo de la república. Empobrecida por la guerra, contempló luego como eran abolidos los títulos de nobleza, y como eran abolidos los mayorazgos» [37] En suma, al comenzar el Perú su vida independiente, la elite existente (o la poca que quedaba) no buscaba el bienestar común posible; su otrora antecesora, la aristocracia colonial, subsistió pero disminuida y trémula ante los nuevos tiempos.

Fueron los mariscales, forjados en los fragores de la batalla, prácticos e intuitivos por naturaleza, quienes alzaron la voz y tomaron la posta que los otros no quisieron tomar. Siendo los militares la nueva elite de gobierno (la Iglesia, por su naturaleza, no podía aspirar a ello), la óptica del Estado de Bienestar nos permite hilar una visión histórica de objetivos concretos, con plazos – muchas veces no cumplidos por sus gobernantes – y esfuerzos que sobrepasaron muchas veces sus propias fuerzas, un ejemplo de ello resultó la Confederación peruano boliviano del Mariscal Santa Cruz:

«El bienestar se ha expresado siempre en función de una serie de objetos unidos que, o bien s adquieren en el mercado, o bien son suministrados por el sector público, pero se desconoce una serie de objetos tales como las formas culturales, la organización social idónea, etc.» [38]

Resumen

Con lo expuesto puedo señalar que entiendo la historia como una reconstrucción de tejidos sociales desde las posibilidades brindadas por documentos de la época, de las fuentes secundarias y de una interpretación clara de los pensadores más preclaros en cada rama del conocimiento propuesto. En las historia principalmente con Bloch y Foucault; en pedagogía con Barrantes y Maclaren; y finalmente la concepción ideológica económica del Estado de Bienestar, desde la óptica de un país tercermundista.

He precisado también los límites temporales señalados: de 1771, como año de la fundación del Convictorio, y extendiendo la investigación hasta 1836, año en que Andrés de Santa Cruz rubrica el Plan de Estudios Carolinos, siendo la siguiente propuesta la elaborada por Bartolomé Herrera y sus colaboradores, razón por la cual detenemos allí la investigación histórica, pues con Herrera el Convictorio toma un matiz distinto al de su fundador ideológico, Toribio Rodríguez.

No debe pasarnos por alto una característica común en ambos: fueron parte reconocida del clero, Rodríguez durante la colonia y Herrera del período republicano.

Finalmente, reitero mi desconfianza hacia una historia del progreso, tampoco busco (necesariamente) un equilibrio con las otras historias. Considero que las investigaciones históricas y económicas tienen ritmos de influencia mutua que pueden converger en una línea de tiempo, con la historia social o política por ejemplo. La historia de la educación en el Perú, puede tener también un compás de avance que necesita ser explicado bajo las causales anteriores, en el siguiente capítulo explicaremos el contexto de la investigación misma, sobretodo demostrando la incapacidad estatal de llegar a las grandes mayorías urbanas y rurales.

Capítulo II

Lima republicana entre 1821 y 1840

Situación política y social del Perú entre 1820 a 1840

A partir de 1821, el naciente Perú no definió claramente sus posiciones políticas de emancipación, a diferencia de otros Estados de la región como Argentina o Venezuela. Recordemos que bajo el protectorado del Libertador General San Martín, se barajó la posibilidad de un gobernante peruano descendiente del algún linaje europeo, es decir la implantación de una monarquía. Durante el mismo período la economía nacional sufrió de una fuerte recesión; las otroras poderosas instituciones coloniales como el Gremio de Hacendados y el Tribunal del Consulado estuvieron casi al borde de la bancarrota luego de las guerras de Independencia. Las triunfantes batallas de Bolívar permitieron al general venezolano el dominio del poder ejecutivo de forma casi absoluta, promulgando diversas leyes y elevando personajes criollos (algunos de la antigua elite como Orbegoso, otros mestizos y de orígenes menos aristocráticos, como Gamarra o Santa Cruz) en reemplazo de la vencida organización estatal española.

Bolívar expropió los bienes eclesiásticos, expulso a los ciudadanos españoles, aun los que fueron parte de la Iglesia; finalmente, intentando así el reflote económico del naciente estado, pero sus propias medidas de gobierno hicieron del dinero un bien escaso para el tesoro público. Así expuesto, desde los tiempos de San Martín, la naciente republica buscó los medios para que las arcas fiscales tuviesen fondos propios; bajo la influencia de Bernardo de Monteagudo se creó el Juzgado de Secuestros [39], institución que literalmente secuestró los bienes de españoles y enemigos de la Independencia, fuesen estos hacendados, comerciantes, artesanos e inclusive militares.

Entre otras leyes estipuló que cada convento o monasterio con menos de ocho religiosos (recuerdes que ya había expulsado a los de origen peninsular) cerrase, expropiando así los censos y arrendamientos de tierras que de ésta dependiesen. No olvidemos también los constantes vaivenes de la política estatal: cambios de presidentes – y con ellos sus prefectos –, los burócratas con cargo de confianza, directores administrativos, entre otros, en definitiva claro desorden de dimensión nacional.

Inicialmente se asistió a una política fugaz de convivencia aristocrática y tímidamente hispanista con Riva Agüero y Torre Tagle, entre 1821 y 1822. Sin embargo la llegada de Bolívar, quizá épica pero en absoluto serena, y el inicio de la derrota final a las fuerzas españolas exiliadas en el Sur peruano, posibilitó el ascenso de dos caudillos militares como Agustín Gamarra y Andrés de Santa Cruz.

Los proyectos de crecimiento económico regional de uno no fueron compatibles con la ciclópea empresa de una efímera Confederación entre dos nacientes países. Ninguno pensó en proyectos políticos de mediano o largo plazo, y con tanto competidores no hubo ni tiempo (y lamentablemente) ni necesidad de pensarlos así. Los primeros veinte años fueron el espacio de una clara guerra civil.

Entre otros personajes no menos importantes que los mencionados, que participaron activamente de esta guerra posindependencia fueron alguna vez compañeros o subalternos en las batallas de Junín y Ayacucho: La Fuente contra La Mar, Salaverry contra Orbegoso y detrás de ellos Gamarra contra Santa Cruz [40]

La naciente República inició su accionar con decretos, cada caudillo se consideraba idóneo para gobernar el Perú, y ser su Presidente era el último escalafón en la carrera militar:

«El 28 de agosto de 1821, se decretó el establecimiento de la Biblioteca Nacional […] La república se inició así con decretos alejados de la realidad que, como era de esperar, se quedaron en decretos. Había que esperar algo, indudablemente grabadas en papel y es preciso reconocer que, por lo menos en este caso, no se podía hacer otra cosa» [41].

Referente al proceso de inserción de políticas educativas en el Estado peruano, y con ello vamos entrando a nuestra tesis, resulta coherente afirmar que se empieza a romper paulatinamente le monopolio que ejercía la Iglesia en dicho ámbito:

«El Estado como representante de lo general rompe el monopolio ejercido por la Iglesia en materia educativa. La secularización de la política se presente como requisito para una nación unitaria y un poder estatal indiscutido» [42].

Pero aquí se pueden observar claras contradicciones en la relación entre el Estado y la Iglesia, que en estas líneas solo lo señalaré. Por ejemplo, por un lado el Estado crea colegios, en su mayoría de Primeras Letras y para niños de origen urbano, y muchos de estos centros educativos y hospicios fueron antiguos conventos, seminarios o iglesias, producto de las enajenaciones ya mencionadas.

Sin embargo, se solicita también a la parte afectada que colaboré con diversos montos el sostenimiento de estos instituciones estatales, como si fuera obligación suya el de sostenerlos. En resumen, el Estado crea colegios, pero pide a las parroquias que los sostengan.

La relación entre Estado e Iglesia se profundiza en el capítulo tercero. Entre 1821 a 1841, el período que abarca mi investigación, asumieron como presidentes del Perú 19 gobernantes, entre interinos y presidentes del Congreso, con períodos entre dos a menos de un años. Definitivamente, los caudillos no respetaron la Constitución ante la cual juraron.

Una anécdota alrededor de Ramón Castilla gráfica dicha relación: «Cuando Castilla, al pie de la estatua del Libertador Bolívar y en presencia del ejército vencedor en la Palma, cerca de dos años antes, se le hizo la siguiente pregunta sacramental de: ¿”juráis cumplir la Constitución que acabáis de oír leer? Contestó con esta frase: “Sí, en cuanto no se oponga a la felicidad de mi país”».

En el siguiente cuadro se indican los presidentes que gobernaron el Perú, así como las Constituciones que rigieron, durante el tiempo que abarca el presente estudio:


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Durante gran parte del período de estudio solo existieron tres ministerios: de Hacienda, de Estado y el de Asuntos militares. Recordemos que no fue sino hasta el gobierno de Santa Cruz, en 1837, en que se creó el cuarto ministerio: el de Justicia, Culto, Beneficencia y Educación. Ahora, con tantos presidentes en veinte años, ¿qué sucedió entonces con los planes de gobierno?, ¿hubo algún eje coherente entre un gobierno y aquel que le sucedió? Sobre el tema, Javier Tantaleán, desde el estudio de las memorias de los ministros de hacienda, nos que dice que sí, que existieron márgenes comunes que los encargados del ramo intuyeron continuar: «Porque si bien inicialmente el voluntarismo y el empirismo son la nota elocuente del discurso económico – especialmente en el Estado caudillista de las décadas del veinte y treinta –, progresivamente las técnicas modernas una más clara consistencia profesional en los equipos responsables de la economía pública, emergen con mayor nitidez» [43]. Tantaleán, halla una dirección macro económica del Estado peruano mediante las “décadas de gobierno”; dicha orientación afirma que el Perú desde 1821, se orienta hacia una progresiva apertura doctrinaria a la economía liberal, tesis que se confirmó durante los tiempos del Estado guanero.

El Estado Militarista: los caudillos republicanos

Diversos autores contemporáneos han adoptado posturas ideológicas en torno a la independencia del Perú, pero es un hecho incontrastable que el naciente Estado estuvo bajo el dominio casi absoluto de los militares: los renegados del ejército realista, los héroes de Junín y Ayacucho, fueron ellos quienes tomaron las riendas del poder político de gobierno. Jorge Basadre, Pablo Macera y Hugo Neira, cada uno desde su singular punto de vista, sostienen un vértice común: Solo la Iglesia y el ejército sobrevivieron a la caída del régimen virreinal.

La elite económica y española fue obligada a exiliarse, o asimilarse, no tuvieron otra opción. La independencia terminó con las gollerías y beneficios de los hijos de la península, ellos afrontaron los nuevos tiempos con sus haciendas expropiadas y en condiciones de inferioridad. Así entendido, los grandes comerciantes y posteriormente los hacendados (cada uno agrupado en sus respectivos gremios, como durante la colonia), estuvieron en la dudosa posición, por lo menos hasta la firma de la Capitulación española, no supieron a quien reconocer como aliado y brindar en diciembre de 1824, sin embargo, la caída del Real Felipe al mando del español Ramón Rodil no ocurrió sino hasta enero de 1826.

Sin embargo, a partir de 1821, antiguos funcionarios coloniales de prestigio, como José María Pando (formado en España), o Manuel Lorenzo Vidaurre (egresado del Convictorio de San Carlos) por mencionar algunos, representaron el paulatino ascenso de un nuevo sector social: los burócratas locales; prestadores de sus servicios, y ocasionalmente de su pluma, en el Estado en donde gobernaron recios militares caudillos: «La fórmula de los primeros años de la república es paradojal. Las otras clases pasan por la disolución, como la nobleza española y la burocracia virreinal; por la transición como la nobleza criolla; por el aplanamiento como los indios y esclavos; o por el auge inconexo y eventual como las clases medias» [44].

La independencia como observamos es sinónimo de militarismo; la vía del sable fue una de las pocas vías de ascenso social efectiva en la nueva configuración económica. Por ejemplo, el general Luis José de Orbegoso, miembro de la nobleza de la Costa Norte, se dedicó desde temprana edad a la vida militar, manteniendo así su estatus de clase; recordemos también que un importante miembro de la elite militar- aunque ejecutado en 1815 luego de encabezar una gran rebelión en el Sur Peruano – fue un mestizo, descendiente de la antigua nobleza indígena, el Brigadier General Mateo Pumacahua.

Estos nuevos militares no poseyeron el carácter estamental y hereditario de la nobleza hacendada, tampoco las intrincadas redes familiares de los comerciantes agremiados. Sin embargo, los primeros veinte años de vida republicana tuvieron la marca de una moneda de dos (reconocidas) caras: el cuzqueño Agustín Gamarra y el paceño Andrés de Santa Cruz: «Ambos, que pertenecen a un país de escaso mestizaje, dan predominantemente influencia al factor español en el caudillaje. Pero en países donde dicho factor está en ínfimo plano como Bolivia, fueron pródigos en caudillos; en el Perú quizá los más importantes caudillos fueron mestizos» [45]

Sin embargo, existen también posiciones sutiles sobre la independencia, por ejemplo la de Pablo Macera. La integración de la población mestiza en los albores de la república, son solo supuestos, premisas no sustentadas; para Macera las clases indígenas y mestizas fueron vapuleadas con las derrotas de Túpac Amaru II y Mateo Pumacahua:

«Las clases medias y los sectores populares urbanos debieron resignase a ser una clientela patrocinada por la reducida elite de criollos que juraron lealtad a la republica sin abjurar de la conquista. La historia puedo ser diferente de haber sido el Perú una república de indios o una República de mestizos» [46].

¿Qué características básicas acompañaron a los más importantes caudillos mestizos al asumir la presidencia de la república en diversas oportunidades?, ¿tuvieron el tino de orientar, junto con burócratas adictos, propuestas concretas de políticas de Estado, como por ejemplo, en la educación? Observemos algunas características que compartieron estos “amos del sable”, como los denomina Hugo Neira:

- La juventud de estos militares, Felipe Santiago Salaverry fue Presidente del Perú a los 30 años, Santa Cruz fue primera vez presidente con 34 años, Gamarra fue el Jefe del Estado Mayor a los 39 años, por citar algunos casos resaltantes. No eximo a nadie por cierto, solo señalo que con la nueva república nacieron también personajes jóvenes en los que estuvo depositado el destino de la patria, para bien o mal.

- Los caudillos se consideraron a sí mismo como únicos portavoces del derecho a defender la patria de los peligros del desorden y caos político social, sobretodo si dicha confusión era atribuido al General opositor. Sea cual fuere las circunstancias, los caudillos no pensaron al Perú como nación, tampoco estaban obligados a hacerlo (habían conseguido sus galones en el bando realista, por ejemplo, José A. Sucre fue enviado a España para perfeccionar su capacidad para la táctica militar) No se percataron de la pluralidad étnica de la Colonia que liberaron, ni del Nuevo Estado que les tocó administrar, su formación fue principalmente militar.

Como bien afirma Macera:

“la victoria [de la Independencia] fue celebrada en Lima y ahí quedaron sus frutos”. Repetimos, a las clases medias e inferiores como indios, esclavos, mestizos, españoles pobres, burócratas de poca monta, a todos ellos solo les quedó resignarse. Ahora bien, una importante reflexión historiográfica contemporánea en torno a la Independencia es observada por Manuel Burga, afirmando:

Pero también se aprovecha de la ventaja esencial del historiador sobre los hechos pasados: nosotros conocemos el futuro del pasado. Tenemos una proyección envidiable de Dios Padre, en términos de Braudel, pero que debemos manejar con suma precaución para no convertirnos en jueves inquisidores del pasado como lo sugiere Marc Bloch.

Los tinteros detrás de los caudillos, los intelectuales, no tuvieron más opción que o escoger entre el anterior esquema burocrático colonial (en forma silenciosa) o seguir los modelos extranjeros, cosa sucedió en muchos de los casos, no hubo el tiempo de pensarlos y asimilarlos a la realidad peruana: «La modernización política fracasó porque nuestros ideólogos criollos, de Lima y provincias, se preocuparon fundamentalmente de pensar – no estudiar – los modelos extranjeros, el norteamericano, el francés, y descuidaron analizar nuestras condiciones reales de existencia y preguntarse por los niveles de compatibilidad o incompatibilidad que esos modelos políticos tenían con nuestras realidades socioeconómicas» [48].

Visto así, la incapacidad del estado decimonónico peruano se visualizó en la inconsistencia de no asimilar en sus proyectos de país (liberal y proteccionista) a las grandes mayorías indígenas. Dichas posiciones, ya habían sido planteadas bajo conceptos similares a los ya planteados por el amauta José Carlos Mariátegui. La modernización burocrática propuesta por la nueva república – capitaneada por sus generales –, no pudo accionar intereses conjuntos entre las elites regionales y el capitalismo internacional, no olvidemos que tampoco integró (no era su interés) al sector indígena del Perú. Las mayorías campesinas respondieron con violencia a estos intentos de modernización, como en siglos anteriores:

« […] Con rebelión social, política y cultural: apego a lo propio y automarginación de la sociedad global»49 Pero, ¿de qué globalidad estamos hablando?, ¿se refiere a aquella que desde la independencia declaró la libertad del indio y del negro pero lo postró a la

«El Estado central, a diferencia de la época colonial, por la acción de los caudillos militares y la emergencia de poderíos regionales, se debilitó hasta dar paso, en determinados momentos, al gobierno paralelo de numerosos presidentes, cada uno con sus ministros y ejércitos de pacotilla» [47]

Aunque la cita denota desprecio hacia las fuerzas militares, o hacia las montoneras, Burga pide experiencia administrativa burocrática a los jóvenes generales de Ayacucho, ¿pedir experiencia especializada a los jóvenes militares? Sería lícito dicho pedimento si detrás de los estuviese toda un estructura educativa, cultural a tono con las demandas de los nuevos tiempos. ignorancia y a la condición de no ciudadanos al no darle educación? Los debates en torno a la Independencia siempre serán controvertidos y muy particulares.

Un caso de desorden en los que confluyeron los ámbitos militares, políticos y administrativos puede ser observado entre 1835 y los primeros meses de 1836. El gobierno estuvo en un momento sumamente débil, tiempos de angustia y desorden. Luis José de Orbegoso había iniciado un viaje hacia Bolivia, aunque Basadre no afirma si lo hubiese realizado con fines electorales o para reunirse con Andrés de Santa Cruz; así, Orbegoso dejó encargado del mando al presidente del Consejo de Estado, Manuel Salazar y Baquíjano, eso fue el 06 de noviembre de 1835.

Hacía poco menos de un año que el mismo Presidente ascendió a un joven coronel limeño al cargo de general de las milicias de la República: “allí encontró su caldo de cultivo el prestigio de Salaverry”50, quien a la postre fue quien propició el golpe de Estado. Un nuevo amo del sable se proclamó Jefe Supremo e la república, poco antes de cumplir 30 años. Sin embargo, a pesar de contar como aliado a Gamarra no pudo detener proyecto geopolítico de Santa Cruz en el Pacífico: la Confederación Perú – Boliviana.

Ahora que he aclarado, al menos en mi intento de ser diáfano con mis concepciones de historia e independencia peruana, resulta válido señalar las conicotes poco propicias par el surgimiento e un planteamiento coherente dentro de la educación pública. La formación militar entró en la organización política del Supremo gobierno, vertical y de respeto hacia el caudillo, aun en desmedro del mismo cuerpo del ejército.

El estudio de otros organismos públicos en este período nos revelaría más luces sobre su influencia por ejemplo en los temas de beneficencia, administración de la justicia, entre otros: en nuestro caso nos ocuparemos de una institución educativa: El Convictorio de San Carlos. Concluyo este acápite sobre la independencia con una pregunta: ¿fue en verdad una independencia para todos los peruanos?

Hemos citado a Basadre, Macera, Tantaleán, Neira y Burga para advertir el claro sesgo social y político del proceso de emancipación, una naciente república con grandes marginados, José Carlos Mariátegui nos comenta al respecto, el subrayado es mío: criollo. Ignoraba al indio» [51]

Un claro ejemplo de desorden político: la entrada de Orbegoso a Lima en enero de 1834

Con la finalidad de proceder a una mejor aproximación y entender el dilema político y social que representaron los caudillos en los comienzos de la vida republicana, tomaré el ejemplo de la entrada de Orbegoso a Lima en enero de 1834. Recordando que en abril del año anterior se sucedió el hecho conocido como el abrazo de Maquinhuayo, tomado mayormente como el descrédito político de Agustín Gamarra. Usaré fuentes primarias como cartas y memorias de los propios caudillos.

En 1830 el Presidente del Perú era Agustín Gamarra, sin embargo éste debió convocar elecciones. Tres años después fue elegido Comandante General de la Caballería Luis José Orbegoso; y fue en ese mismo año José Braulio Camporredondo, vicepresidente del Consejo de Gobierno, detentaba interinamente la banda presidencial por el viaje de Gamarra.

Durante la presidencia del caudillo cuzqueño, se realizaron los ascensos militares y los nombramientos de prefectos, ambas, colocaciones estratégicas, generalmente encargadas a mandos militares. Es decir, tejió las redes de clientela y de gente afecta para que a la postre pudiese retornar al poder, sea con la aprobación del Congreso… o sin él.

Continuando con Orbegoso, Basadre lo describe como una persona timorata y lerda en el accionar político, no comparable en argucias a los mestizos Gamarra y Santa Cruz; dado más a la molicie y a delegar funciones de gobierno.

En Lima confió a Villa y a Quiróz, mientras que en Arequipa a Pío Tristán y otros de linaje, en resumen, no estaba apto para la agresiva política militarita de aquellos tiempos.

«De elevada estatura y de porte arrogante, de ilustre linaje y dueño de no escaso patrimonio, Orbegoso llevaba al poder un espíritu aun menos militarista que La Mar, quien al fin y al cabo había tenido en su haber largas y honrosas campañas en España y actuación destacada en el comando de ejércitos en el Perú» [52]

En ese mismo año, 1833, hizo su aparición pública otro caudillo: Felipe Santiago Salaverry, mucho más joven e intempestivo, se sumó a los ya conocidos. Desde Chachapoyas, este limeño y joven Teniente Coronel inició una sedición desconociendo el poder de turno, rebelión que se llegó a extender por todo el departamento de La Libertad [53].

Forzado, Orbegoso sofocó y redujo a prisión al atrevido teniente, pero “poco tiempo después el mismo Salaverry se apoderó de la fuerza armada que había marchado para debelar su rebelión y la emprendió con más fuerza y elementos” [54]. Orbegoso demostró así que no poseía ni recursos ni personalidad para poder contrarrestarlo. Sin embargo, así debilitado, ganó las elecciones del 21 de diciembre de 1833 frente al candidato Pedro Bermúdez, abierto partidario de Gamarra. Curiosamente, fue este mismo elegido Ministro de Guerra por Orbegoso, quizá en un intento (vano) de granjearse su amistad y apoyo.

Sin embargo, el ejército – en su mayoría – siguió bajo el mando de Gamarra. Era tanta la precariedad del recién electo presidente que aun dentro de Palacio de Gobierno llegó a afirmar “a todo esto agréguese que la guardia de Palacio, los edecanes de Gobierno, la escolta, hasta los centinelas de las puertas interiores aún el de la pieza que yo dormía, eran puestos por órdenes reservadas de Gamarra” 55. Un diáfano ejemplo de la situación en que se halló la mayor parte de caudillos al asumir la presidencia: efímero poder por el que tanto se luchaba, bajo la amenaza de una pronta defenestración.

El 02 de enero, Orbegoso, con el apoyo de ya muy pocos fieles, adoptó la desesperada resolución d viajar a la fortaleza del Callao, pues su inseguridad en Palacio de Pizarro era ya absoluta. Curiosa relación entre el aristócrata Orbegoso, y sus antecesores limeños quienes también hallaron refugio (y la muerte) en el viejo Castillo del Callao, último reducto del poder español. A los pocos días del arribo del electo Presidente, algunos soldados empezaron a rodear los viejos y coloniales muros del Real Felipe.

Las fuerzas militares de Pedro Bermúdez se presentaron esa misma noche para la inminente destitución, sin embargo lo ocurrido fue sorprendente, dejemos que el propio Orbegoso nos narre los acontecimientos:

«Tal era la situación, cuando el pueblo de Lima, en un momento de desesperación y entusiasmo, son combinación y sin tener a su frente persona alguna que lo dirigiese, se arrojó sobre algunos soldados de los sediciosos, y se trabó un combate que en pocas horas se extendió en toda la ciudad, mostrándose ésta como un pueblo digno, noble y amante de su libertad […] la señora Gamarra y el General Bermúdez se vieron obligados a retirarse [del Fuerte del Callao] con sus huestes hacia la cordillera, perseguidos por el pueblo y por la indignación pública»56 Fue un hecho inaudito, luego de un obligado encierro de un mes en los Castillos del Callao, y luego del manifiesto rechazo de la población (al menos la limeña) hacia las fuerza de Bermúdez, por ende de Gamarra, el día 29 de enero Orbegoso salió del Castillo, quizá en una medida temeraria, en dirección a Palacio y fue recibido – por lo narrado por el mismo – entre aclamaciones entusiastas.

Basadre, agrega a lo descrito por el caudillo que la popularidad de Orbegoso (en Lima) llegó al frenesí, cuando se presentaba en los teatros, en las corridas y en los paseos públicos las ovaciones eran interminables57. Cuatro años después, en una misiva del mismo Gamarra hacia Orbegoso, éste le declaró: “manifestándole mi ardiente deseo de conciliar las desavenencias políticas que en estas circunstancias se han suscitado desgraciadamente, en perjuicio de nuestra patria […] ” 58. Demostrando así una aceptada hipótesis sostenida por la historiografía contemporánea sobre las relaciones de poder entre los caudillos: Gamarra solo tenía en frente a un contendiente: Santa Cruz; no importó si para enfrentarlo debía delegar la banda presidencial a Orbegoso, o luchar contra la Confederación de la mano con los ejércitos chilenos. Como corolario, puedo afirmar que desde enero de 1833 a enero del año siguiente se produjeron: I Una elección civil desconocida por un Alto Mando militar, Agustín Gamarra. I La irrupción de otro militar, el Teniente Coronel Felipe Santiago Salaverry, intentando un golpe de Estado desde una provincia, Chachapoyas. I Un presidente de la República que no siente seguridad ni en el propio Palacio desde donde gobierna, y por ello se ve obligado a huir hacia los Castillos del Callao. I Una fracción del ejército, no afecto al presidente de turno, asediándolo en vez de mostrar respeto hacia su figura, me refiero a Pedro Bermúdez. I Y finalmente, la necesidad de una revuelta popular en abierto rechazo a la facción militar comandada por Bermúdez, personaje que demostró así su disconformidad con los resultados obtenidos por las elecciones. Es decir un rechazo de la población capitalina hacia la figura de Gamarra. Finalmente, propongo unos cuestionamientos válidos, no para justificar sino en pos de un mejor entendimiento: ¿qué tipo de decretos pudo dictaminar un Presidente bajo esas circunstancias?, ¿Con que puede un presidente – y caudillo – revisar detenidamente la documentación oficial si una vez sentado en el sillón debe ira a combatir a las facciones no contentas con su posición en el Supremo Gobierno?

Evolución demográfica y social desde 1791 a 1836

Demografía del Perú, de 1791 a 1836

El último censo poblacional serio que corresponde al período colonial fue realizado por el virrey Francisco Gil de Taboada en 1791. Los censos posteriores no tuvieron el tratamiento adecuado, o los virreyes de turno no consideraron necesario la política de llevarlos a cabo, o simplemente no quisieron. Y continuaron así inclusive en el período republicano, hasta el realizado en 1876 59.Dicho censo con todas sus imperfecciones, resultó ser uno de los más fidedignos, válido para los tiempos republicanos. Para una mejor visión de los índices poblacionales propuestos, se propone una lectura de Paul Gootenberg, así como la base documental de la “Guía del Perú de 1793” 60, documento de la época realizado bajo la dirección del renombrado científico peruano Hipólito Unanue; analizo y confronto ambos mostrando gráficamente en cuadros estadísticos como de barras la estructura poblacional del Perú a fines del siglo dieciocho durante el gobierno del virrey Gil de Taboada:


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A pesar de que la publicación de la “Guía de Unanue” utilizada es de 1793, anotamos que el censo fue realizado y concluido en 1791. Para dicha década, observamos que la Intendencia de Lima era la más poblada, casi el 25% de la población de la superficie total del virreinato vivió aquí. Asimismo, no se hallan ingresados los asentamiento de Puno ni de la región amazónica, pues éstos se encontraron incluidos (durante dicho censo al menos) en la Audiencia del Alto Perú. Sin embargo, anexadas ambas regiones ausentes, según Gootenberg, el Perú nos ofrece una cifra aproximada de 1 239 197 habitantes 61 . A continuación, elaboro un cuadro de barras donde se aprecia el siguiente gráfico:

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Siendo virrey José de Abascal se realizó el denominado “censo imperial” de 1812 62 ; fue mandado a realizar ese año en tiempos de la resistencia española a la ocupación francesa de José I. En esos años los principales personajes políticos americanos viajaron a España, a los Consejos de las Cortes de Cádiz, avance político audaz que sin embargo fue desecho y desautorizado – obteniendo consecuencias políticas conocidas – por el propio Fernando VII en 1814 una vez retomada la corona. Este censo de 1812 sin embargo, es duramente observado por estudiosos de la población como Gootenberg, este autor señala en torno a esta medición:

«La mayoría de los censos eran en realidad registros fiscales reactivados que registraban los tributos indígenas y de “castas”, con todos los encubrimientos y fugas que métodos tales naturalmente producían […] Aunque es indudable que sí hubo un conteo, todos sus agregados (en especial el así llamado censo imperial de 1812) eran compilaciones y extrapolaciones ficticias, no aptas para un análisis serio» [63].

A ello hay que agregar que a dicho padrón se anexaron los territorios de Guayaquil, Chiloé, Mainas y Quijos, con lo cual se incrementó la población del Perú a 1 509 551 habitantes. Para el caso de Lima, la población no varía mucho, las castas como la de mestizos, pardos y esclavos prácticamente se mantienen igual a la del censo de Francisco Gil de Taboada ¡realizado 21 años antes! Por ello, los estimados del censo de Abascal sean válidos solo para el caso de los habitantes de Lima, pues la repetición de sus cifras con las de 1791 tan solo confunde la evolución demográfica nacional, además de existir otros textos más específicos para dicha temática. En la “Guía de Forasteros de 1837” apareció un censo, fechado en año antes, pero no se halló en el mismo la explicación de su metodología o del recuento mismo, siendo el resultado de dicha medición un total de 1 373 736 habitantes64 .

En esta ocasión los funcionarios públicos no hicieron distingos de razas o castas, influidos tal vez por los nuevos ideales propios de la Emancipación. Es de observar que dicha “medición” se realizó en plena guerra por el fallido intento de consolidar la Confederación Perú Boliviana.

A pesar de la distancia temporal del censo de 1876, el carácter científico con el que fue realizado, lo transforma en el censo más confiable de todo el siglo diecinueve. En dicho censo, el estimado poblacional fue de 2 699 106 habitantes [65], de los cuales sólo el 15% vivían en los pueblos; en las haciendas republicanas se hallaba ¼ de la población rural. Dichos resultados llevaron a Paul Gootenberg a calificar dichos números como la más evidente senda moderna hacia el mestizaje [66].

Al progresivo aumento poblacional del siglo XIX, hay que agregarle la continuidad del tributo indígena, de facto hasta el gobierno de Castilla, sin embargo, y contradictoriamente, se vivió en dichas haciendas un clima de tranquilidad con referencia a la población indígena, quizá porque la lucha entre los caudillos que emergieron de las guerras de Independencia era solo una lucha entre ellos:

«Durante el primer medio siglo de gobierno republicano en el Perú, ni los decretos liberales, ni la condición de tributario, afectaron significativamente a las comunidades indígenas. Aisladas naturalmente y protegidas por el colapso de la política, las comunicaciones y los mercados nacionales durante la era del caudillismo, las comunidades indígenas quedaron mayormente libradas a sí mismas. Ningún ejército de funcionarios locales entró a sus pueblos, y el hacendado local quedó reducido a una posición de primero entre sus iguales»[67].

Por tanto, a lo largo del siglo diecinueve, existió una población indígena apartada de las grandes ciudades costeñas. Finalmente, tomando en cuenta los censos de 1791, 1812, 1836 y 1876 he elaborado un cuadro estadístico (denominado técnicamente: por aspersión) el ascenso poblacional de dicho siglo; allí nos percatamos que es recién a mediados de la década de 1840 donde la población peruana logra una estabilidad, para luego despegar un ascenso importante desde la década de 1850:

El caso de Lima

El presente estudio se circunscribe a la ciudad de Lima, por tanto resulta necesario realizar un análisis similar a los estimados poblacionales realizado para el Perú. Incluiré un cuadro de aspersión que inicia desde los tiempos borbónicos y alcanza hasta el censo de 1876. En ellos también se observan datos sobre la estructura étnica poblacional colonial según el censo de 1793.

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Ahora, estos datos me permiten elaborar el siguiente cuadro estadístico de barras:

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