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Martes, 23 de abril de 2024

Diferencia entre revisiones de «Perfección Cristiana y Religiosa»

De Enciclopedia Católica

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Una cosa es perfecta en la cual nada es deficiente de su naturaleza, propósito o fin. Esta puede ser perfecta en su naturaleza, aun imperfecta en vista que no ha sido cumplido su fin, sea cual este sea en el mismo orden como si mismo, por ejemplo en el orden sobrenatural. Desde la Revelación hemos aprendido que el fin ultimo del hombre es sobrenatural, consistiendo en unión con Dios aquí en la tierra por gracia y en el futuro en el cielo por la beatifica visión. La unión perfecta con Dios no puede ser lograda en esta vida, dado que el hombre es imperfecto en esto y pierde la felicidad por la cual el esta destinado y sufre varios demonios de cuerpo y alma. La perfección de este modo en sentido absoluto es reservada para el reino del cielo.
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Una cosa es perfecta si no le falta nada a su [[naturaleza]], propósito o fin.   Puede ser perfecta en su naturaleza, aunque imperfecta puesto que aún no ha alcanzado su fin, ya sea éste en el mismo orden que ella misma,  o si, por [[voluntad]] de [[Dios]] y su liberalidad gratuita, sea totalmente por encima de su naturaleza, es decir, en el [[orden sobrenatural]]. A partir de la [[revelación]] hemos aprendido que el fin último del [[hombre]] es sobrenatural, y que consiste en la unión con Dios aquí en la tierra por la [[gracia]] y en el más allá en el [[cielo]] por la [[visión beatífica]].   La unión perfecta con Dios no se puede lograr en esta [[vida]], dado que el hombre es imperfecto en cuanto carece de la [[felicidad]] a la cual está destinado y sufre muchos [[mal]]es de cuerpo y [[alma]]. La perfección de este modo en sentido absoluto es reservada para el [[Reino de los Cielos]].
  
Perfección Cristiana
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==La perfección cristiana==
  
La perfección cristiana es la unión sobrenatural o espiritual con Dios, lo cual es posible de alcanzar en esta vida, y la cual puede ser llamada perfección relativa, compatible con la ausencia de beatitud, y la presencia de las miserias humanas, pasiones incontrolables, y aun pecados veniales a los cuales un hombre justo es sujeto sin una gracia especial y privilegio de Dios. Esta perfección consiste en caridad, en el grado en el cual esta es alcanzada en esta vida. (Matt., xxii, 36-40; Rom., xiii, 10; Gal., v, 14; I Cor., xii, 31, and xiii, 13). Esta es una enseñanza universal de los Padres y de los teólogos. La caridad une el alma con Dios como fin sobrenatural y remueve desde el alma todo lo que esta opuesto a esa unión. “Dios es caridad, y quien permanece en la caridad permanece en Dios y Dios en él.” (I Juan, iv, 16). Suarez explica que la perfección puede ser atribuida a la caridad en tres formas:  
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La perfección [[cristianismo|cristiana]] es la unión [[orden sobrenatural|sobrenatural]] o espiritual con [[Dios]], la cual es posible de alcanzar en esta [[vida]], y la cual puede ser llamada perfección relativa, compatible con la ausencia de bienaventuranza, y la presencia de las miserias [[raza humana|humanas]], [[pasiones]] rebeldes, e incluso [[pecado]]s veniales a los cuales está sujeto un [[hombre]] justo sin una [[gracia]] especial y privilegio de Dios.   Esta perfección consiste en la [[caridad]], en el grado en el cual esta es asequible en esta vida. ([[Evangelio según San Mateo|Mt.]] 22,36-40; [[Epístola a los Romanos|Rom.]] 13,10; [[Epístola a los Gálatas|Gál.]] 5,14; 1 [[Epístolas a los Corintios|Cor.]] 12,31 y 13,13). Esta es la enseñanza universal de los [[Padres de la Iglesia|Padres]] y de los [[teología dogmática|teólogos]].   La caridad une el [[alma]] con Dios como su fin sobrenatural y remueve del alma todo lo que se opone a esa unión. “Dios es [[amor]], y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.” (1 [[Epístolas de San Juan|Juan]] 4,16). [[Francisco Suárez]] explica que la perfección se puede atribuir a la caridad en tres formas:
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*(1) ''substancial o esencialmente'', porque la esencia de la unión con Dios consiste en la caridad por el [[hábito]], así como por el esfuerzo o la búsqueda de la perfección;
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*(2) ''principalmente'', porque ésta tiene la principal participación en el proceso de la perfección;
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*(3) ''completamente'', porque todas las otras [[virtud]]es [[necesidad|necesariamente]] acompañan la caridad y son ordenadas por ella al fin supremo.
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Es [[verdad|cierto]] que la [[fe]] y la [[esperanza]] son prerrequisitos para la perfección en esta vida, pero ellos no la constituyen, pues en el [[cielo]], donde la perfección es completa y absoluta, la fe y la esperanza ya no permanecen.  Las otras virtudes, por lo tanto, pertenecen a la perfección de un modo [[accidente|accidental]] y secundario, porque la caridad no puede existir sin ellas y su ejercicio, pero ellas sin la caridad no unen sobrenaturalmente el alma a Dios. (Lib. I, De Statu Perfectionis, Cap. III).
  
(1) sustancialmente o esencialmente, porque la esencia de la unión con Dios consiste en la caridad por la costumbre, así como por el esfuerzo o persecución de la perfección.  
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La perfección cristiana consiste no sólo en el hábito de la caridad, es decir, la posesión de la [[gracia santificante]] y el deseo constante de preservar tal gracia, sino también en la persecución o práctica de la caridad, lo cual significa el servicio de Dios y el apartarnos de aquellas cosas que se oponen a ello o lo impiden.  “Que se recuerde siempre”, dijo Reginald Buckler, “ que la perfección del hombre está determinada por sus acciones, no por sus hábitos como tales. Así, un alto grado de caridad habitual no es suficiente para perfeccionar el alma si el hábito no pasa a la acción. Es decir, si se vuelve no operativa.  Pues ¿para qué propósito el hombre posee la virtud si no la usa?  Él no es virtuoso porque pueda vivir virtuosamente, sino porque lo es.” (The Perfection of Man by Charity. Ch. VII, p.77).
(2) principalmente, porque esta tiene la principal participación en el proceso de la perfección;
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(3) íntegramente, porque todas las otras virtudes necesariamente acompañan la caridad y son ordenados por el fin supremo.  
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Es verdad que la fe y la esperanza son prerrequisitos para la perfección en la vida, pero ellos no lo constituyen en si, para el cielo, donde la perfección es completa y absoluta, fe y esperanza no permanecen largo tiempo. Las otras virtudes de esta forma pertenecen a la perfección en una manera accidental y secundaria, porque la caridad no puede existir sin ellos y su ejercicio, pero ellos sin caridad no unen el alma sobrenatural a Dios. (Lib. I, De Statu Perfectionis, Cap. iii).
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La perfección del alma aumenta en proporción con la posesión de la [[caridad]]. Quien posee la perfección que excluye [[pecado mortal]] obtiene la [[salvación]], está unido a [[Dios]] y se dice que es [[justicia|justo]], [[santidad|santo]] y perfecto.  La perfección de caridad, que excluye además los pecados venales y todos los afectos que separan el corazón de Dios, significa un estado de servicio activo de Dios y de [[actos humanos|actos]] fervientes y frecuentes de [[amor]] a Dios.  Este es el cumplimiento perfecto de la [[ley]] (Mt. 22,37), como Dios es el objeto primario de la caridad. El objeto secundario es nuestro prójimo.  Esto no se limita a los [[deber]]es [[necesidad|necesarios]] y [[obligación|obligatorios]], sino que se extiende a los amigos, extraños y enemigos, y puede avanzar a un grado [[virtudes heroicas|heroico]], al llevar a un hombre a [[sacrificio||sacrificar]] los bienes exteriores, las comodidades y la [[vida]] misma por el bienestar espiritual de los demás. Esta es la caridad enseñada por [[Jesucristo|Cristo]], con su palabra ([[Evangelio según San Juan|Juan]] 15,13) y su ejemplo (vea [[amor|Virtud Teologal del Amor]]).
  
La perfección cristiana consiste no solo del habito de la caridad, por ejemplo la posesión de gracia consagrada y el deseo constante de preservar tal gracia, pero además en la persecución de la practica de la caridad, lo cual significa el servicio de Dios y el retiro de nosotros mismos de aquellas cosas que se oponen o impiden esto. “Será siempre recordado”, dijo Reginaldo Buckler, “ que la perfección del hombre esta determinada por sus acciones, no solo por hábitos como estos. De ese modo un alto grado de caridad habitual no es suficiente para el alma si el habito no pasa a la acción. Es decir, si esto se transforma en no operativo. ¿Para qué propósito el hombre poseería virtudes si no las usa?. El hombre no es virtuoso porque pueda vivir virtuosamente, sino porque lo es” (La perfección del hombre, por Caridad. Ch. Vii, p.77).
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==Perfección religiosa==
  
La perfección del alma aumenta en proporción con la posesión de caridad. Quien posee la perfección la cual excluye pecado mortal obtiene salvación, si es unido a Dios, y dice ser justo, santo y perfecto. La perfección de caridad, la cual excluye además los pecados venales y todas las afecciones que separan el corazón de Dios, significan un estado de servicio activo de Dios y de actos fervientes frecuentes de amor a Dios. Este es el cumplimiento perfecto de la ley (Mateo, xxii, 37), como Dios es el primer objeto de caridad. El objeto secundario es nuestro projimo. Esto no esta limitado a deberes necesarios y obligatorios, pero extendido a los amigos, extraños, y enemigos, y puede avanzar en un grado heroico, asociado al sacrificio del hombre de bienes exteriores, confort y la vida en si misma para bienestar de los demás. Esta es la caridad impartida por Cristo, su palabra (Juan, xv,13) y ejemplo.(ver Virtudes Teológicas del Amor).
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La perfección [[cristianismo|cristiana]], o la perfección de la [[caridad]] como enseña nuestro [[Jesucristo|Salvador]], aplica a todos los [[hombre]]s, tanto seculares como [[vida religiosa|religiosos]], aunque también existe la perfección [[religión|religiosa]].   Al estado religioso se le llama [[escuelas|escuela]] (''disciplina'') de la perfección e impone la [[obligación]], más estricta que la del estado [[laicos|laico]], de luchar por la perfección. Los [[laicos|seglares]] están obligados a la perfección por la observancia de los [[precepto canónico|preceptos]] o [[Diez Mandamientos|Mandamientos]] solamente; mientras que los religiosos están obligados a observar también los [[consejos evangélicos]] a los que se obligan libremente por los [[votos]] de [[pobreza]], [[castidad]] y [[obediencia]].  Los consejos son los medios o instrumentos de perfección tanto en un sentido negativo como positivo. ''Negativamente'': los obstáculos en el camino de la perfección, que son (1 [[Epístolas de San Juan|Juan]] 1,16), la [[concupiscencia]] de los ojos, concupiscencia de la carne y el [[orgullo]] de [[vida]], se eliminan mediante los votos de pobreza, castidad y obediencia, respectivamente.  ''Positivamente'': la profesión de los consejos tiende a aumentar el [[amor]] de [[Dios]] en el [[alma]]. Los afectos, liberados de las ataduras terrenales, capacitan el alma para aferrarse a Dios y a las cosas espirituales más intensamente y más de buena gana, y así promover su [[gloria]] y nuestra propia santificación, al situarnos en un estado más seguro para alcanzar la perfección de la caridad.
  
BUCKLER, The Perfection of Man by Charity (London, 1900); DEVINE, A Manual of Ascetical Theology (London, 1902); IDEM, Convent Life (London, 1904); ST. FRANCIS DE SALES, Treatise on the Love of God (Dublin, 1860); SUAREZ, De religione, tr. 7, L. I.; ST. THOMAS, Summa, II-II, Q. clxxxiv; IDEM, Opus De perfectione vitæ spiritualis; VERMEERSCH, De religiosis institutis et personis tractatus canonico moralis (Rome, 1907); RODRIGUEZ, The Practice of Christian and Religious Perfection (New York); HUMPHREY, Elements of Religious Life (London, 1905).  
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Es [[verdad|cierto]] que los seglares que también tienden a la perfección tienen que realizar muchas cosas que no son de precepto, pero no se comprometen irrevocablemente a los consejos evangélicos. Sin embargo, es conveniente sólo para los que son llamados por Dios a asumir estas obligaciones. En ningún estado o condición de vida es obtenible tal grado de perfección que no sea posible el avance. Dios por su parte, siempre puede conferir al hombre un aumento de la [[gracia santificante]], y el hombre, a su vez, al cooperar con ella puede crecer en la caridad y ser cada vez más perfecto al unirse más íntima y firmemente a Dios.  
  
ARTHUR DEVINE  
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Transcrito por Thomas J. Bress
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'''Bibliografía''':  BUCKLER, The Perfection of Man by Charity (Londres, 1900); DEVINE, A Manual of Ascetical Theology (Londres, 1902); IDEM, Convent Life (Londres, 1904); ST. FRANCIS DE SALES, Treatise on the Love of God (Dublín, 1860); SUAREZ, De religione, tr. 7, L. I.; ST. THOMAS, Summa, II-II, Q. clxxxiv; IDEM, Opus De perfectione vitæ spiritualis; VERMEERSCH, De religiosis institutis et personis tractatus canonico moralis (Roma, 1907); RODRIGUEZ, The Practice of Christian and Religious Perfection (Nueva York); HUMPHREY, Elements of Religious Life (London, 1905).
Traducido por Juan Ramón Cifre
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'''Fuente''':  Devine, Arthur. "Christian and Religious Perfection." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911. 9 Dec. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/11665b.htm>.
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Traducido por Luz María Hernández Medina

Última revisión de 16:13 4 oct 2015

Una cosa es perfecta si no le falta nada a su naturaleza, propósito o fin. Puede ser perfecta en su naturaleza, aunque imperfecta puesto que aún no ha alcanzado su fin, ya sea éste en el mismo orden que ella misma, o si, por voluntad de Dios y su liberalidad gratuita, sea totalmente por encima de su naturaleza, es decir, en el orden sobrenatural. A partir de la revelación hemos aprendido que el fin último del hombre es sobrenatural, y que consiste en la unión con Dios aquí en la tierra por la gracia y en el más allá en el cielo por la visión beatífica. La unión perfecta con Dios no se puede lograr en esta vida, dado que el hombre es imperfecto en cuanto carece de la felicidad a la cual está destinado y sufre muchos males de cuerpo y alma. La perfección de este modo en sentido absoluto es reservada para el Reino de los Cielos.

La perfección cristiana

La perfección cristiana es la unión sobrenatural o espiritual con Dios, la cual es posible de alcanzar en esta vida, y la cual puede ser llamada perfección relativa, compatible con la ausencia de bienaventuranza, y la presencia de las miserias humanas, pasiones rebeldes, e incluso pecados veniales a los cuales está sujeto un hombre justo sin una gracia especial y privilegio de Dios. Esta perfección consiste en la caridad, en el grado en el cual esta es asequible en esta vida. (Mt. 22,36-40; Rom. 13,10; Gál. 5,14; 1 Cor. 12,31 y 13,13). Esta es la enseñanza universal de los Padres y de los teólogos. La caridad une el alma con Dios como su fin sobrenatural y remueve del alma todo lo que se opone a esa unión. “Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.” (1 Juan 4,16). Francisco Suárez explica que la perfección se puede atribuir a la caridad en tres formas:

  • (1) substancial o esencialmente, porque la esencia de la unión con Dios consiste en la caridad por el hábito, así como por el esfuerzo o la búsqueda de la perfección;
  • (2) principalmente, porque ésta tiene la principal participación en el proceso de la perfección;
  • (3) completamente, porque todas las otras virtudes necesariamente acompañan la caridad y son ordenadas por ella al fin supremo.

Es cierto que la fe y la esperanza son prerrequisitos para la perfección en esta vida, pero ellos no la constituyen, pues en el cielo, donde la perfección es completa y absoluta, la fe y la esperanza ya no permanecen. Las otras virtudes, por lo tanto, pertenecen a la perfección de un modo accidental y secundario, porque la caridad no puede existir sin ellas y su ejercicio, pero ellas sin la caridad no unen sobrenaturalmente el alma a Dios. (Lib. I, De Statu Perfectionis, Cap. III).

La perfección cristiana consiste no sólo en el hábito de la caridad, es decir, la posesión de la gracia santificante y el deseo constante de preservar tal gracia, sino también en la persecución o práctica de la caridad, lo cual significa el servicio de Dios y el apartarnos de aquellas cosas que se oponen a ello o lo impiden. “Que se recuerde siempre”, dijo Reginald Buckler, “ que la perfección del hombre está determinada por sus acciones, no por sus hábitos como tales. Así, un alto grado de caridad habitual no es suficiente para perfeccionar el alma si el hábito no pasa a la acción. Es decir, si se vuelve no operativa. Pues ¿para qué propósito el hombre posee la virtud si no la usa? Él no es virtuoso porque pueda vivir virtuosamente, sino porque lo es.” (The Perfection of Man by Charity. Ch. VII, p.77).

La perfección del alma aumenta en proporción con la posesión de la caridad. Quien posee la perfección que excluye pecado mortal obtiene la salvación, está unido a Dios y se dice que es justo, santo y perfecto. La perfección de caridad, que excluye además los pecados venales y todos los afectos que separan el corazón de Dios, significa un estado de servicio activo de Dios y de actos fervientes y frecuentes de amor a Dios. Este es el cumplimiento perfecto de la ley (Mt. 22,37), como Dios es el objeto primario de la caridad. El objeto secundario es nuestro prójimo. Esto no se limita a los deberes necesarios y obligatorios, sino que se extiende a los amigos, extraños y enemigos, y puede avanzar a un grado heroico, al llevar a un hombre a |sacrificar los bienes exteriores, las comodidades y la vida misma por el bienestar espiritual de los demás. Esta es la caridad enseñada por Cristo, con su palabra (Juan 15,13) y su ejemplo (vea Virtud Teologal del Amor).

Perfección religiosa

La perfección cristiana, o la perfección de la caridad como enseña nuestro Salvador, aplica a todos los hombres, tanto seculares como religiosos, aunque también existe la perfección religiosa. Al estado religioso se le llama escuela (disciplina) de la perfección e impone la obligación, más estricta que la del estado laico, de luchar por la perfección. Los seglares están obligados a la perfección por la observancia de los preceptos o Mandamientos solamente; mientras que los religiosos están obligados a observar también los consejos evangélicos a los que se obligan libremente por los votos de pobreza, castidad y obediencia. Los consejos son los medios o instrumentos de perfección tanto en un sentido negativo como positivo. Negativamente: los obstáculos en el camino de la perfección, que son (1 Juan 1,16), la concupiscencia de los ojos, concupiscencia de la carne y el orgullo de vida, se eliminan mediante los votos de pobreza, castidad y obediencia, respectivamente. Positivamente: la profesión de los consejos tiende a aumentar el amor de Dios en el alma. Los afectos, liberados de las ataduras terrenales, capacitan el alma para aferrarse a Dios y a las cosas espirituales más intensamente y más de buena gana, y así promover su gloria y nuestra propia santificación, al situarnos en un estado más seguro para alcanzar la perfección de la caridad.

Es cierto que los seglares que también tienden a la perfección tienen que realizar muchas cosas que no son de precepto, pero no se comprometen irrevocablemente a los consejos evangélicos. Sin embargo, es conveniente sólo para los que son llamados por Dios a asumir estas obligaciones. En ningún estado o condición de vida es obtenible tal grado de perfección que no sea posible el avance. Dios por su parte, siempre puede conferir al hombre un aumento de la gracia santificante, y el hombre, a su vez, al cooperar con ella puede crecer en la caridad y ser cada vez más perfecto al unirse más íntima y firmemente a Dios.


Bibliografía: BUCKLER, The Perfection of Man by Charity (Londres, 1900); DEVINE, A Manual of Ascetical Theology (Londres, 1902); IDEM, Convent Life (Londres, 1904); ST. FRANCIS DE SALES, Treatise on the Love of God (Dublín, 1860); SUAREZ, De religione, tr. 7, L. I.; ST. THOMAS, Summa, II-II, Q. clxxxiv; IDEM, Opus De perfectione vitæ spiritualis; VERMEERSCH, De religiosis institutis et personis tractatus canonico moralis (Roma, 1907); RODRIGUEZ, The Practice of Christian and Religious Perfection (Nueva York); HUMPHREY, Elements of Religious Life (London, 1905).

Fuente: Devine, Arthur. "Christian and Religious Perfection." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911. 9 Dec. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/11665b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina