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Viernes, 29 de marzo de 2024

Papa Benedicto XII

De Enciclopedia Católica

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( JACOBO FOURNIER )

Fue el tercero de los Papas de Aviñon, nacido en Saverdun, en la provincia de Tolosa, Francia, electo Papa el 20 de Diciembre del año 1334, murió en Aviñon el 24 de Abril del año 1342. Nada se sabe de su familia ni de su niñez. Muy joven ingresó en la orden Cisterciense, como monje en el monasterio de Boulbonne, hasta que se trasladó al monasterio de Fontfroide en donde el abad era su tío Arnoldo Novelli, más conocido por su apellido Fournier. Estudió en la Universidad de París donde recibió el doctorado en Teología. Por esa época fue nombrado Abad de Fontfroide sustituyendo a su tio, quien fue nombrado cardenal el 19 de Diciembre del año 1310. En Diciembre del año 1317, fue nombrado Obispo de Palmiers su diócesis natal, fue trasladado a Mirepoix el 26 de Enero del año 1327, y fue nombrado cardenal por el Papa Juan XXII el 18 de Diciembre del año 1327. A la muerte del Papa el 4 de Diciembre del año 1334, la mayoría de los cardenales reunidos en cónclave se oponían al regreso a Roma, por lo que exigieron al cardenal de Comminges, cuya elección se daba por segura, el compromiso de permanecer en Aviñon. Su negativa provocó una inesperada búsqueda de candidatos. Durante la primera votación el 20 de Diciembre del año 1334, muchos electores, creyendo interpretar el sentir de el cónclave, votaron por el desconocido Cardenal Fournier, quien a pesar de ser uno de los pocos hombres con méritos reales en el colegio, era poco probable por ser de origen oscuro, débil de salud y desconocido. A pesar de todo eso, asombró al cónclave al recibir los dos tercios de los votos que eran necesarios. El 8 de Enero del año 1335, fue entronizado como Benedicto XII.

Decidido a restablecer el papado en Roma, Benedicto inició su reinado ordenando la restauración de la basílica de San Pedro y la de Letrán. Estaba dispuesto a aceptar la petición de una comisión de romanos solicitando su regreso, pero los cardenales le hicieron ver la dificultad de vivir en una Italia fraccionada. Ellos tenían razón, aunque otra motivación, y el Papa cedió. Sintiendo remordimiento, durante una enfermedad crítica se comprometió a trasladar su corte a Boloña. Los cardenales presionaron con el débil argumento de lo difícil que sería lograr la obediencia, y Benedicto decidió permanecer en Aviñon, donde en 1339 comenzó la construcción de un sólido castillo papal que todavía existe. Atento siempre a los sucesos de la perturbada Italia, envió a menudo dinero para socorrer al pueblo golpeado por el hambre, así como para restaurar iglesias. La principal preocupación de Benedicto fue terminar con los abusos. Inmediatamente después de su elección regresó a los clérigos que no eran necesarios en Aviñon y amenazó con castigos muy fuertes a los que no obedecieran la ley de residencia. Anuló las escandalosas "expectativas" concedidas por su predecesor y prohibió la concesión de encomiendas ( Ver ABAD COMENDADOR). También condenó por indecentes las "mayorías" y solo concedió beneficios con una estricta discriminación dejando muchas sedes vacantes, lo que dio pie a la calumnia de que solo él se estaba beneficiando con los impuestos. Atacó vigorosamente la codicia por las ganancias entre los eclesiásticos; reguló los impuestos a pagar por los documentos extendidos por la oficina papal; hizo que las visitas episcopales no fueran más una opresión financiera para los clérigos; abolió la práctica de la solicitud de refrenda por favores papales, que eran extremadamente lucrativos para los oficiales venales; y estableció el Registro de Súplicas para el control de dichas peticiones. Aunque aborrecía el nepotismo, solo mostró preferencia por un familiar al nombrar al eminente Juan Bauzian como Arzobispo de Arles en deferencia a la insistencia de los cardenales; influyó en su única sobrina al desanimarla de aceptar a un noble pretendiente y casarse con alguien de su humilde rango. Una leyenda certificada por Aegidius de Viterbo, ( d.1532 ), asegura que en una ocasión dijo : " un Papa debe ser como Melquisedec, sin padre, sin madre, sin genealogía". La reforma monástica en particular comprometió su celo. Siendo él mismo un cisterciense, soñó con revivir el primitivo fervor en los monasterios, así como la devoción al estudio. Algunas constituciones papales relacionadas a los monasterios, así como sus visitas a los mismos atestiguan su solicitud por el renacimiento de los monasterios.

Siendo un teólogo erudito, que fue obispo, cardenal y papa, se mostró sumamente interesado en las discusiones escolásticas. Dio por terminada la molesta controversia referente a si la Visión Beatífica sería gozada antes o después del Juicio Universal. Juan XXII había apoyado esto último, provocando intensas discusiones. Impaciente por resolver la cuestión, Benedicto escuchó las opiniones de aquellos que defendían la teoría de la visión diferida, y nombró una comisión de teólogos a quienes les dio cuatro meses para hacer una investigación patrística. Su labor terminó con la proclamación ( 29 de Enero de 1336 ) de la bula "Benedictus Deus" definiendo la inmediata visión intuitiva de Dios, para las almas de los justos que no tengan faltas que expiar. Celoso también por la preservación de la Fé, estimuló a los obispos en los distritos infectados a estar vigilantes en la represión de la herejía, urgiéndoles en el uso de la inquisición como remedio preventivo. Combatió enérgicamente las doctrinas antipapales que los teóricos eclesiástico-políticos de el turbio período de Aviñon habían extendido y que desafortunadamente habían sido apoyados por una escuela de Franciscanos descarriados. ( Ver FRATICELLI, MARSILIUS OF PADUA, WILLIAM OF OCCAM, MICHAEL OF CESENA. ) Angustiado por la infidelidad en Irlanda, trató de persuadir a Eduardo III a establecer la inquisición en su reino, pidiéndole también que apoyara a los obispos irlandeses a extirpar la herejía. A pesar de ser el más ardiente enemigo de la herejía, Benedicto fue extremadamente paciente y amoroso en el trato con los herejes. Buscó también la unión de las iglesias del oriente con Roma, por medio de un delegado de el Emperador Andrónico, cuya sinceridad, sin embargo, Benedicto se vió forzado a poner en duda; demostró su preocupación por la iglesia de Armenia que a principio del siglo catorce sufrió la invasión de los mahometanos, socorrió a los menos afortunados en el orden temporal, y concilió las diferencias doctrinales que habían desgarrado Armenia con el cisma.

En cuanto a los asuntos puramente eclesiásticos, el pontificado de Benedicto se puede considerar como aportador de muchos bienes para la Iglesia. Piadoso, prudente y firme, se empeñó a conciencia en lograr satisfacer las necesidades de la Iglesia en un período critico. En las relaciones políticas, sin embargo, no tubo éxito. Inexperto en política, tenía poca aptitud para la diplomacia, y un conocimiento escaso del hombre y de los asuntos del mundo. Las conflictivas motivaciones políticas lo confundieron, y la duda y vacilación contrastaron dolorosamente con su firmeza y decisión en los asuntos eclesiales. Aunque estaba decidido a actuar independientemente de Felipe VI de Francia, éste tubo generalmente éxito en someter al Papa a su política. Esto ayudo a evitar el regreso a Roma. También frustro sus deseos de hacer la paz con el Emperador Luis de Baviera a quien Juan XXII había excomulgado por fomentar la sedición en Italia, proclamándose a sí mismo rey de los romanos y nombrando un Antipapa. Deseoso de absolverlo, solo tenía que someterse a la iglesia, Benedicto expuso a los delegados de Luis unos términos generosos para la paz (Julio, 1335) pero Felipe animado por los cardenales convenció al Papa de que su generosidad fomentaba la herejía y la rebelión. Benedicto cedió. En tres oportunidades los enviados imperiales llegaron a Aviñón, pero la influencia de Francia prevaleció y el once de Abril de 1337 Benedicto declaró que era imposible absolver a Luis. Este último como Benedicto se asusto, se alió con Eduardo III de Inglaterra contra Francia. En vano el Papa trato de prevenir la guerra, pero él no fue escuchado por los reyes y sus aliados. Sus buenos oficios fueron despreciados; y el Papa fue humillado por Felipe quien más tarde se alió con Luis quien también se había aliado con los enemigos políticos y eclesiásticos del Papa, el Emperador negó la autoridad del Papa sobre él, y el peor insulto de todos, usurpó la autoridad del Papa al declarar nulo el matrimonio de Juan Enrique de Bohemia con Margarita Maultasch, declarando que Margarita se podía casar con Luis de Brandenburgo hijo de Felipe. El rey francés se opuso a la proyectada cruzada de Benedicto contra los infieles, haciendo de la guerra contra Inglaterra una excusa para no cumplir su promesa de ayudar con las armas, y desviando el dinero asignado a la cruzada para financiar su propia guerra, a pesar de las protestas del quisquilloso Papa. El ardor de Benedicto por la cruzada encontró apoyo en España, donde él ayudó a la campaña contra los mahometanos que en 1339 invadieron la península.

Benedicto XII no se pudo escapar a las calumnias. Reformador, enemigo de la herejía, constructor del palacio papal en Aviñón, renuente aliado de Francia, y enemigo de Alemania, él se hizo de muchos enemigos cuyas mentiras habrían inspirado apreciaciones anticatólicas de su carácter. Mucho daño fue hecho a su memoria por las sátiras de Petrarca quien habiendo sido patrocinado y colmado de honores por Benedicto, estaba amargamente resentido al fracasar sus intentos de hacer regresar al Papa a Roma. Su obesidad natural, también estimuló las caricaturas y las críticas inmerecidas. Pero la historia ofrece una reivindicación y hay testimonios de que a pesar de que falló al no tener éxito con las dificultades políticas que heredó, su piedad, virtudes, espíritu pacifista, su justicia, rectitud, su firmeza en dar reglas, su celo por la doctrina, y por la reforma moral, y la integridad de su carácter estaban por encima de toda crítica.

RAYNALDUS, en BARONIUS, Annales (Bar-le-Duc, 1872), XXV, 20-274; CHRISTOPHE,

Hist. de la papauté pendant le XIVe siècle (Paris, 1853), II, 36-79; ROCQUAIN, La Cour de Rome (Paris, 1895), II, 437-463; PASTOR-ANTROBUS, History of the Popes (St. Louis, 1898), I, 83-86; VIDAL, Benoît XII: Lettres (Paris, 1902); DAUMET, Benoît XII: Lettres (Paris, 1889); Acta SS., XIII, 83-86; Liber Pontificalis, ed. DUCHESNE (Paris, 1886), II, 486, 527; MURATORI, Rerum Italicarum Scriptores f (Milan, 1734), III-XIII; LE BACHELET en Dict. théol. cath., II, 653-704, un exhaustivo estudio teológico con muy buena bibliografía.

JOHN B. PETERSON Transcrito por WGKofron En memoria de Fr. John Hilkert, Akron, Ohio Fidelis servus et prudens, quem constituit Dominus super familiam suam