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Viernes, 29 de marzo de 2024

Obispo: Ceremonia de consagración en la Iglesia Ortodoxa

De Enciclopedia Católica

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Consagración Episcopal El Obispo, cabeza de la Iglesia local, es quien elige y ordena a sus colaboradores en el ministerio de la Eucaristía y de la Palabra. A su vez, la elección y la consagración del Obispo, en las Iglesias orientales ya sean católicas u ortodoxas, es un derecho reservado al Sínodo de los Obispos, encabezado por el Patriarca o Arzobispo Mayor.

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Se distinguen tres momentos en la ordenación episcopal: la elección, la proclamación y la consagración. Solamente esta última tiene carácter estrictamente litúrgico-sacramental.
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Antes de la consagración se realiza en la iglesia la solemne ceremonia de la proclamación del electo.
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A éste se le comunica oficialmente, al término de una función religiosa, celebrada por él, su designación al orden episcopal. En la antigua tradición de la Iglesia ortodoxa de Kiev, por ejemplo, los mensajeros del Arzobispo comunicaban al sacerdote su elección con estas palabras: "Su Santidad el Arzobispo y su Santo Sínodo te eligieron Obispo de la Iglesia de N.N.". El electo daba su consentimiento y agradecía al Arzobispo y a su Sínodo la dignidad de que era objeto. Después de la proclamación tenía lugar el primer saludo por parte del colegio de los Obispos. La ceremonia se realizaba en el Palacio del Arzobispo o en la iglesia catedral.
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El electo hacía tres inclinaciones ante el Arzobispo, que permanecía sentado, besando su mano y su rodilla y recibía de él el abrazo. También los demás Obispos le daban el abrazo fraternal.
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Luego el electo ocupaba el sillón expresamente preparado para él, pero no en medio de los Obispos por faltarle aún la consagración episcopal. Con esta ceremonia pública el electo era recibido en el colegio episcopal y se ponía bajo la autoridad del Arzobispo.
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En todas las Iglesias ortodoxas la consagración episcopal la confieren varios Obispos, generalmente no menos de tres.
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El rito de la consagración se desarrolla al comienzo de la Misa, después de la entrada con el libro del Evangelio.
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Un dignatario del clero presenta al ordenando a su Consagrante principal. El ordenando se coloca delante de una alfombra, en la cual está dibujada un águila con sus alas desplegadas y sus garras afiladas que se yergue por encima de una ciudad con murallas y torres.
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El águila simboliza al ordenando que, como Obispo, se elevará con su excelsa doctrina evangélica por encima de la ciudad que será su sede y la defenderá de los enemigos, así como el águila defiende su nido.
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El electo es conducido sobre la ciudad dibujada en la alfombra. El Celebrante principal le pregunta: "¿Por qué has venido aquí? ¿Qué pides de nosotros?" El contesta: "La imposición de las manos para recibir la gracia episcopal, pues fui canónicamente elegido Obispo de la ciudad de N.N.". "¿Cuál es tu fe?", prosigue interrogando el Obispo consagrante. El electo reza en voz alta el símbolo de la fe. El Consagrante lo bendice diciendo: "Que la gracia del Espíritu Santo sea contigo." El candidato es conducido al medio de la alfombra, cerca de la figura del águila. Entonces le interroga de nuevo: "Exprésanos, de una manera más detallada, cuál es tu profesión de fe sobre las propiedades de las tres Personas de la inefable Divinidad." El ordenando lee en voz alta la segunda profesión de fe. El Consagrante lo bendice diciendo: "Que la gracia del Espíritu sea contigo, te ilumine, te confirme y te instruya todos los días de tu vida." Acto seguido, el electo es conducido hasta la cabeza del águila. El consagrante le dice por tercera vez: "Muéstranos aún más detalladamente cuál es tu fe respecto del Hijo, Verbo personal de Dios, y lo que enseñas sobre las diferentes naturalezas del único Cristo Nuestro Señor." El ordenando lee la tercera profesión de fe, que termina con estas palabras: "En cuanto a la Madre de Dios y Señora nuestra, María, confieso y proclamo que Ella ha engendrado en la carne formal y verdaderamente a una de las Personas de la Santísima Trinidad, a saber, a Cristo nuestro Dios. Que Ella sea mi auxiliadora, mi protección y mi refugio durante todos los días de mi vida. Amén."

Por tercera vez el Consagrante bendice con estas palabras: "La gracia del Espíritu Santo, por medio de mi humildad, te promueve, N.N., sacerdote amado de Dios, Obispo de la ciudad de N.N.".

Terminada la profesión de fe el Consagrante y los demás Obispos se ponen de pie y se canta: "Ad multos annos", en honor de aquel que va a recibir la imposición de las manos. Este es introducido por los Obispos al presbiterio ante el santo altar. El Obispo consagrante toma del altar el libro del Evangelio, lo abre, lo coloca sobre la cabeza del ordenando con el texto hacia ella, mientras los otros Obispos sostienen el Evangelio con sus manos. El Evangelio representa a Cristo que consagra al electo por las manos de los Obispos. El Obispo que preside reza en voz alta: "La gracia divina que siempre sana las debilidades humanas y suple sus deficiencias, designa al sacerdote amadísimo de Dios N.N., como Obispo de la ciudad de N.N., protegida por Dios. Roguemos por él a fin de que descienda sobre él la gracia del Espíritu Santo." Los asistentes cantan tres veces: "Señor ten piedad". El Obispo celebrante bendice al ordenando y poniéndole la mano derecha sobre la cabeza, ora: "Maestro y Señor, Dios nuestro... soberano de todas las cosas, mira a este hombre que ha sido elegido y juzgado digno de ser cargado con el yugo del Evangelio y de la dignidad episcopal; y por la imposición de mis manos, pecador como soy, y de las de mis concelebrantes y Obispos aquí presentes, fortalécelo con la venida, el poder y la gracia de tu Santo Espíritu, de la misma manera que fortaleciste a los Santos Apóstoles y a los Profetas, y del mismo modo que has ungido a los Pontífices. Haz que su pontificado sea irreprensible y adórnalo de una perfecta gravedad, hazlo santo a fin de que sea digno de presentar ante Ti las súplicas por la salvación del pueblo y de ser escuchado por Ti."

Contestado el "Amén" por los asistentes, siguen las oraciones litánicas por el ordenando. El concelebrante, con la mano extendida sobre la cabeza de aquél, continúa: "Señor Dios nuestro, que, no pudiendo la naturaleza humana soportar la esencia de la Divinidad, has establecido conforme a tu plan, maestros para ocupar tu trono y para ofrecerte una víctima y una ofrenda por todo tu pueblo; haz, oh Señor, que este hombre que ha sido constituido dispensador de la gracia episcopal, sea tu imitador, ya que eres el Buen Pastor que has dado la vida por tus ovejas. Haz de él un guía para los ciegos, una luz para los que están en las tinieblas, un preceptor para los ignorantes, un maestro para los niños, una lumbrera en el mundo, a fin de que, habiendo reunido a las almas que le han sido confiadas, se presente sin confusión delante de tu tribunal y reciba la recompensa que has preparado para los que han sufrido por la predicación de tu Evangelio...". Terminada esta oración se retira el Evangelio y se lo coloca en el centro del altar, donde se lo conserva constantemente. Acto seguido se entregarán al nuevo Obispo las vestiduras y las insignias episcopales: la dalmática episcopal, el "omoforion" (el estolón), la cruz, la "panaguía" (medallón de la Virgen) y la mitra. Mientras se reviste los presentes cantan: "Axios". Luego los Obispos abrazan al consagrado y van al trono ubicado detrás del altar. Desde el trono da la paz y bendice para la lectura de la Epístola. Durante la celebración de la Misa el nuevo Obispo ocupa el primer lugar después de su consagrante y juntos darán la comunión a los sacerdotes concelebrantes.

Inmediatamente después de la Divina Liturgia el nuevo Obispo es entronizado. Para ello se quita los ornamentos propios de la celebración Eucarística y se presenta a su Consagrante para recibir la "mantia" o manto Episcopal, y las demás insignias propias de la investidura episcopal. Así revestido es acompañado al trono, expresamente preparado en medio de los fieles. El Obispo consagrante entrega al novel Pastor el báculo diciéndole: "Recibe este cayado para apacentar el rebaño de Cristo que te ha sido confiado; que sea en tus manos bastón de sustento para los obedientes; en cambio, para los desobedientes e insumisos sírvate de vara de castigo". Tomando posesión del trono episcopal el nuevo Obispo entra en función como Pastor de su grey y como tal imparte a todos los presentes su primera bendición.

Después de la celebración Eucarística se realiza un ágape fraterno que es la conclusión íntima y familiar de la ordenación episcopal. Al término del mismo se hace, como broche de oro, una devota conmemoración de la presencia de la Santísima Virgen en medio de sus hijos, los Obispos. Al final de este ágape fraterno se reparte, entre los Obispos y los sacerdotes, el pan del cual se sacó la ostia para conmemorar en la Misa a la Madre de Dios y que fue llevado devotamente desde la iglesia al comedor. El nuevo Obispo toma con sus manos un pedacito de ese "pan Santo". Lo mismo hacen los demás Obispos. El resto el nuevo Obispo lo distribuye entre todos los presentes. Este pan, que representa a la Virgen, es llamado "Panaguía" (la Toda santa). Con este rito se manifiesta la comunión espiritual con María, invisiblemente presente, como Madre y auxiliadora, en la consagración de sus hijos predilectos, que son los Obispos. Por tal motivo los Obispos bizantinos llevan, en lugar de la cruz pectoral, un medallón con la Virgen, llamado "Panaguía" (la Todasanta), como distintivo de su carácter episcopal.