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Jueves, 28 de marzo de 2024

Moisés

De Enciclopedia Católica

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Libertador, líder, legislador, profeta y historiador hebreo, vivió a finales del siglo XIII e inicios del siglo XII a. C.

Nombre

Moshéh, Mouses, Moisés. En Ex.,ii, 10, se supone una derivación del hebreo Mashah (sacar). Josefus y los Padres remeten a la copta mo (agua) y uses (guardado) como partes constituyentes del nombre. Hoy la visión de Lepsius, rastreando el nombre hasta el egipcio mesh (niño), es ampliamente defendida por los egiptólogos, pero no hay datos bien definidos sobre esto.

Fuentes

Negar o dudar de la personalidad histórica de Moisés, es debilitar y tornar ininteligible la posterior historia de los israelitas. En la literatura rabínica abundan diversas leyendas sobre la presencia de Moisés: consideradas aisladamente, estas historias no dejan de ser puramente imaginarias, pero sí se les considera cumulativamente se puede comprobar la realidad de un grande e ilustre personaje, de fuerte carácter, alto propósito y nobles realizaciones, tan profundo, verdadero y eficiente en sus convicciones religiosas de esta manera emocionó e inspiró durante mucho tiempo después de su muerte, a su pueblo. La Biblia fornece las principales consideraciones auténticas de esa vida luminosa.


Nacimiento para la vocación

De origen levítico y nacido en una época en que, por decreto real, se ordenó el ahogamiento de todo recién – nacido varón entre los israelitas, el “gracioso niño” Moisés, tras vivir escondido por tres meses, fue expuesto en una cesta en la ribera del Nilo. Un hermano (Ex., vii, 7) y una hermana (Ex., ii, 4) mayores, Aarón y María (V.A. y V.R., Miriam) ya habían agraciado la unión de Jocabed y Amram. María se mantuvo de vigilia en el río y fue esencial para inducir la hija del Faraón, la cual rescató el niño, a confiarlo a una nodriza hebrea. Fue Jocabed a quién ella intencionalmente convocó para el encargo, la cual, cuando su “hijo estaba crecido”, se lo entregó a la princesa. En su nuevo ambiente, él fue educado “en toda la sabiduría de los egipcios” (Actos, vii, 22). A continuación, Moisés aparece en la flor de su vigorosa virilidad, resoluto, con simpatía por sus hermanos degradados. Con bravura, el mata un egipcio que atacaba uno de los hebreos y, a la mañana siguiente, intenta apaciguar el furor de dos compatriotas que peleaban. Sin embargo, él es mal – interpretado y cuando es recriminado a causa del asesinato del día anterior, teme que su vida esté en peligro. El Faraón ha oído la noticia y lo busca para matarlo. Moisés huye para Madián. Allí, un acto de ruda galantería le asegura un hogar con Raguel, el sacerdote. Séfora, una de las siete hijas de Raguel, consecuentemente se torna su mujer y Gersón, su primogénito. Su segundo hijo, Eliezer, es así denominado en celebración al éxito de su fuga del Faraón.


Vocación y misión

Tras cuarenta años de pastoreo, Moisés habla con Dios. Hacia Horeb (¿Jebel Sherbal?) en el corazón de la montañosa península del Sinaí , él conduce los rebaños de Raguel por la última vez. Allí, un arbusto flameante lo atrae, pero una voz milagrosa le prohíbe aproximarse y declara el suelo tan sagrado que para acercarse tendría que quitarse las sandalias. El Dios de Abraham, Isaac y Jacob le designa para libertar los Hebreos de la sumisión egipcia y conducirlos hacia “la tierra que fluye leche y miel”, la región ha tiempos prometida a la semilla de Abraham, la futura Palestina. A continuación, Dios le revela Su nombre bajo la forma especial Jehová, como un “memorial para las futuras generaciones”. Ejecuta dos milagros a fin de convencer a su temeroso oyente; apunta Aarón como el “profeta” de Moisés y, Moisés, como si fuera el Dios de Aarón (Ex., iv, 16). Su falta de confianza es sustituida por fe y magnanimidad. Moisés se despide de Jetro y, con su familia, se marcha hacia Egipto. Lleva en su mano la “vara de Dios”, un símbolo del coraje con el cuál actuará al ejecutar señales y maravillas en la presencia de un monarca insensible y amenazador. Su seguridad se fortalece, pero él no es circuncidado, entonces Dios le encuentra en su camino y con satisfacción le mataría. Séfora salva a su “esposo de sangre” y ablanda a Dios al circuncidar un hijo. Aarón se junta a ellos en Horebe. La primera entrevista de los hermanos con sus compatriotas es más alentadora, pero no es así con el despótico soberano. Al pedir que se les permita a los hebreos una huelga de tres días para que puedan ofrecer sacrificios en el desierto, el furioso monarca no sólo le rehusa sino que se burla de su Dios, efectivamente afligiendo la mente de los hebreos contra sus nuevos dirigentes y contra sí mismo, por negarles la paja necesaria para las exorbitantes exigencias diarias del oficio de fabricar ladrillos. Una ruptura está para ocurrir con los dos hermanos extranjeros cuándo, a través de una visión, Moisés es divinamente elegido el “Dios del Faraón” y se le ordena que utilice sus poderes recién otorgados. Él ha alcanzado la edad de ochenta años. El episodio de la vara de Aarón es un preludio a las plagas. Personalmente o a través de Aarón, algunas veces tras alertar el Faraón, otras repentinamente, Moisés causa una serie de manifestaciones Divinas, descritas en un total de diez, a través de las cuales humilla a los dioses del sol y de los ríos, aflige a los hombres y animales y manifiesta un raro control sobre los cielos y la tierra, de modo que incluso los magos son obligados a reconocer “el dedo de Dios” en sus prodigios. El Faraón se ablanda algunas veces pero nunca lo suficiente para considerar sus demandas sin restricciones. Él valora la labor de los Hebreos para sus tareas públicas. La crisis llega con la última plaga. Los hebreos, prevenidos por Moisés, celebran la primera Pascua o Phase*1 con sus lomos ceñidos, sus sandalias en los pies y un bastón en sus manos, listos para una fuga a toda prisa. Entonces Dios lleva a cabo su pavorosa amenaza de pasar por la tierra y diezmar todo primogénito de los hombres y primerizo de los animales, ejecutando así el juzgamiento sobre todos los dioses de Egipto. El Faraón no puede más mantener su resistencia. Él se une al pueblo acometido y ruega que se vayan a los hebreos.

Éxodo y los cuarenta años

Encabezando a 600.000 hombres, además de mujeres y niños pesadamente cargados con los despojos de los egipcios, Moisés sigue a través del desierto, guiado por una columna alternada de nubes y fuego, alcanzando la península de Sinaí al cruzar el Mar Rojo a través de un camino seco abierto por él, en un punto que hoy desconocemos, posteriormente revelándose una trampa mortal para un ejército de egipcios persecutores, organizado por el Faraón y posiblemente bajo su liderazgo. El evento fornece el tema del conmovedor cántico de Moisés. Por más de dos meses la procesión, muy retrasada por las tropas, rebaños y dificultades inherentes de un viaje por el desierto, se encaminó rumbo al Sinaí. Seguir directamente por Canaán habría sido muy peligroso, a causa de los belicosos Filisteos, cuyo territorio tendría que ser cruzado; mientras que en la región sudeste, los menos formidables Amalecitas eran la única tribu enemiga y fueron fácilmente subyugados a causa de la intercesión de Moisés. Para la identificación de la línea de marcha y de la topografía a lo largo de la ruta, ver ISRAELITES, The Exodus and The Wanderings*2. El agua milagrosa obtenida de la roca Horeb y las provisiones de codornices y maná son indicios de la maravillosa fe del gran líder. El encuentro con Jetro resulta en una alianza con Madián y en la designación de un cuerpo de jueces subordinados a Moisés, para atender las decisiones menores. En Sinaí, los diez mandamientos son promulgados, Moisés se hace el mediador entre Dios y el pueblo y, durante dos períodos de cuarenta días cada uno, permanece escondido en el monte, recibiendo de Dios las diversas leyes, por la observación de las cuales Israel deberá ser moldada como una nación teocrática (ved MOSAIC LEGISLATION*3). En su primero descenso, muestra un celo ardiente por la pureza de la adoración a Dios, haciendo que murieran aquellos que se dejaron perder en las orgías idólatras del Becerro de Oro; en su segundo descenso, inspira grande terror porque su rostro está ornado con cuernos luminosos.

Tras instituir el sacerdocio y erigir el Tabernáculo, Moisés ordena un censo que indica un ejército de 603.550 guerreros. Éstos, con los levitas, mujeres y niños, celebran debidamente el primer aniversario de Pascua y, llevando el Arca del Testimonio, pronto empiezan la segunda etapa de la inmigración. Son acompañados por Hobab, el hijo de Jetro, que actúa como guía. Hay dos ocasiones de descontento general, la primera es punida con fuego, lo cual cesa con las preces de Moisés y, la segunda, es punida con la plaga. Cuando reclaman del maná, codornices son fornecidas como el año anterior. Setenta ancianos – un supuesto origen del Sanedrín – son designados a asistir Moisés. A continuación, Aarón y María se quedan celosos de su hermano, pero Dios lo venga y aflige María temporariamente con lepra.

Desde el desierto de Faram, Moisés envía espías a Canaán, quiénes, con excepción de Josué y Caleb, traen informaciones alarmantes que causan consternación y rebelión entre el pueblo. El gran líder ora y Dios interviene, pero sólo para condenar la presente generación a morir en el desierto. La subsiguiente sublevación de Coré, Datán, Abiron y sus partidarios sugiere que durante los treinta y ocho años pasados en Badiet et – Tih, persiste la inquietud natural de los nómadas. Es durante ese período que la tradición sitúa la composición de una amplia parte del Pentateuco (q.v.). Próximo a su término, Moisés es condenado a jamás entrar a la Tierra Prometida, presumidamente a causa de una momentánea falta de confianza en Dios, en el Agua de la Contradicción. Cuando la vieja generación, incluso María, la hermana del profeta, no más existe, Moisés inaugura la marcha progresiva alrededor de Edom y Moab hacia Arnón. Tras la muerte de Aarón y la victoria sobre Arad, “serpientes de fuego” aparecen en el campo, una punición por nuevos murmullos. Moisés levanta la serpiente en brasa “la cual, cuando los que habían sido picados la miraron, se quedaron curados”. Las victorias sobre Sehón y Og y el sentimiento de seguridad que anima al ejército, aunque en territorio del hostil Balac, lleva a una relación presuntuosa y escandalosa con los idólatras Moabitas, la cual resulta, bajo el comando de Moisés, la masacre de 24.000 transgresores. El censo, sin embargo, muestra que el ejército aún cuenta con 601.730 guerreros, exceptuando 23.000 Levitas. De esos, Moisés permite que Rubenitas, Gaditas, y mitad de la tribu de Manases, se establezcan en la región oriental del Jordán, todavía, sin liberarlos de la tarea de conquista de la región occidental del Jordán.

Muerte y Gloria póstuma

Como un precioso legado al pueblo por el cual ha soportado sufrimientos sin paralelos, Moisés en sus últimos días pronuncia los tres memorables discursos preservados en Deuteronomio. Su principal pronunciamiento es relacionado a un futuro profeta, así como él, a quién el pueblo iría a recibir. Entonces él irrumpe en una canción sublime de alabanza a Jehová y añade bendiciones proféticas a cada una de las doce tribus. Desde Monte Nebo – en “la cumbre de Fasga” - Moisés avista por la última vez la Tierra Prometida, y muere a la edad de 120 años. Él es sepultado “en la cuenca de Moab, delante de Fogor”, pero “hombre alguno conoce su sepulcro”. Su memoria ha siempre sido una de “aislada grandiosidad”. Es un modelo de santidad hebrea que excede tanto en brillo a los otros modelos, que doce siglos tras su muerte, el Cristo prenunciado parece eclipsado por él en las mentes de los eruditos. Fue, humanamente hablando, una providencia indispensable que lo representó en la transfiguración, lado a lado con Elías, y mucho inferior al antitipo cuyo adviento había antedicho.


  • 1 N.T. - Pascua deriva del hebreo Phase, que significa “paso”, “tránsito”.
  • 2 N.T. – ISRAELITAS, El Éxodo y Los Errantes.
  • 3 N.T. – LEGISLACIÓN MOSAICA

THOMAS A K. REILLY Trascripción de Sean Hyland Traducción de Raquel Cantarelli