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Jueves, 25 de abril de 2024

Masora

De Enciclopedia Católica

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Traducción textual de la Biblia Hebrea, un registro oficial de sus palabras, consonantes, vocales y acentos. Es dudoso si la palabra apunta al verbo en nuevo hebreo “pasar por debajo” o del verbo que significa “vincular”. La primera indicación se ve en Ezequiel 20,37; la última se debe al hecho de que en la Mishna, el significado principal es “tradición”. Nuestro principal testigo de la Masora es el texto real de manuscritos de la Biblia hebrea. Otros testigos son varias colecciones de Masoras y las numerosas notas marginales dispersas sobre los manuscritos hebreos. Los márgenes superior e inferior y el final del manuscrito contienen las Masoras menores tales como variantes. La mejor colección de Masora es la de Ginsburg, “La Masora compilada de los manuscritos organizados alfabética y léxicamente.” (3 vols. Londres, 1880-85).

Para el número y valor de los manuscritos masoréticos vea el artículo Manuscritos de la Biblia. Este artículo tratará la Masora bajo las siguientes secciones:

Historia de Masora

Los libros sagrados eran para los judíos un registro y códice inspirado, un medio destinado por Dios para conservar la unidad política y religiosa, y fidelidad a la nación. Era imperativo para ellos mantener dichos libros intactos. Tan temprano como en el siglo I a.C. los copistas eran adiestrados y empleados para establecer el texto hebreo. Todos tenían un solo propósito: copiar, es decir, según el sentido literal de la Masora. Para reproducir su ejemplar perfectamente, transmitir la Masora---sólo ésta y más ninguna era la intención del copista oficial de la Biblia hebrea. Se eludía todo lo nuevo. Hay evidencia de que la Masora arreglaba pronunciaciones falsas siglos antes de la invención de los puntos tales como se ven hoy día en el texto masorético. A veces tales traducciones tempranas como la de Aquila, Teodoción, la Versión de los Setenta y el Peshitto dan evidencia precisamente de la misma pronunciación errónea como se halla en el texto hebreo puntuado de hoy día.

El Texto Consonántico

El hebreo no tenía vocales en su alfabeto. Los sonidos vocales fueron en su mayor parte transmitidos por la tradición. Se usaban ciertas consonantes para expresar algunas vocales largas, las cuales eran llamadas Matres lectionis, porque determinaban la pronunciación. Los esfuerzos de los copistas parecen haberse convertido en más y más minuciosos y detallados en la perpetuación del texto consonántico. Estos copistas (grammateis) fueron llamados al principio Sopherim (del hebreo que significa “contar”), porque, como dice el Talmud, “contaban todas las letras en la Torah (Kiddushin, 30ª). No fue hasta más tarde que se dio el nombre de masoretas a los preservadores de la Masora.

En el período talmúdico (c. 300-500 d.C.) las reglas para perpetuar la Masora fueron sumamente detalladas. Sólo se debían usar pieles de animales limpios para rollos de pergamino y sus ataduras. Cada columna debía ser de igual longitud, no menos de sesenta ni más de ochenta y cuatro líneas. Cada línea debía contener treinta letras, escritas con tinta negra de una hechura prescrita y en las letras cuadradas que fueron los ancestros de las letras del presente texto hebreo. El copista debía tener ante sí una copia auténtica del texto; y no debía escribir de memoria ni una sola letra, ni siquiera una yod---cada letra debía ser copiada del ejemplar, letra por letra. El espacio entre consonantes debía ser del ancho de un pelo, entre palabras, el ancho de una consonante estrecha; entre secciones, el ancho de nueve consonantes; entre libros, el ancho de tres líneas.

Tales reglas numerosas y minuciosas, aunque eran observadas escrupulosamente, no eran suficientes para satisfacer el celo de perpetuar el texto consonántico fijado e inalterado. Se omitían letras que se habían colado subrepticiamente, las variantes e interpretaciones conjeturales se indicaban en el margen interior---palabras “leídas pero no escritas” (Qere), “escritas pero no leídas” (Kethibh), “leídas de una forma pero escritas de otra”. Estas notas críticas marginales continuaron aumentando con el tiempo. Se hizo aún mucho más para fijar el texto consonántico. Se contaban las palabras y letras de cada libro y de cada sección de los veinticuatro libros de la Biblia hebrea; se anotaban las palabras del medio y letras del medio de los libros y secciones. En el Talmud, vemos como un rabino solía importunar a otro con tales asuntos textuales triviales como la yuxtaposición de ciertas letras en ésta o aquella sección, la media sección en la cual estaba ésta o aquella consonante, etc. Los rabinos contaban el número de veces que ocurrían ciertas palabras y frases en los varios libros y en la Biblia completa; y buscaban significados místicos en ese número de veces. En los márgenes superior e inferior de los manuscritos agrupaban varias peculiaridades del texto y redactaban listas alfabéticas de palabras que ocurrían con igual frecuencia---por ejemplo, de aquellas que aparecían una vez con y otra vez sin waw (N. de la T.: sexta letra del alfabeto hebreo). En el Códice Babilonio Petropolitano (916 d.C.) tenemos muchas notas críticas marginales de tales y otras peculiaridades, por ejemplo, una lista de catorce palabras escritas con He final que se deben leer con Waw, y de ocho palabras escritas con waw final, que se deben leer con He. Tales eran algunos de los esmerados medios usados para preservar el texto consonántico de la Masora.

Los Puntos

Los rollos que se destinaban para uso en la sinagoga estaban siempre sin puntuación. Los que estaban para otros usos vinieron con el tiempo a recibir puntos vocales y acentos; estos últimos indicaban la interrelación de las palabras y la modulación de la voz en el cántico público. Un escriba escribía el texto consonántico; otro ponía los puntos vocales y acentos de la Masora. La historia de la vocalización del texto es completamente desconocida para nosotros. Se ha sugerido que la interpretación dogmática claramente llevaba a ciertas puntuaciones; pero es más probable que la pronunciación fuera parte de Masora mucho antes de la invención de la puntuación. El mismo origen de esta invención es dudoso; Bleek lo asigna al siglo VIII (cf. “Introd. al A. T.” I, 109, Londres, 1894). Ciertamente, los puntos no se usaban en tiempos de San Jerónimo; él no conocía nada sobre ellos. La puntuación del texto tradicional estaba seguramente completa en el siglo IX, pues R. Saadia Gaon (m. 942) de Fayum en Egipto escribió tratados sobre ello. La labor de puntuar debe haber continuado por años y haber sido hecha por un gran número de estudiosos que trabajaron conjunta y autoritativamente. Strack (vea “Texto del A. T.”, en Hastings, Dicc. de la Biblia”) dice que es prácticamente cierto que los puntos llegaron a la Masora por influencia siríaca. Los sirios se esforzaron, por medio de esos signos, de perpetuar la vocalización y entonación correcta de su texto sagrado. Sus esfuerzos dieron impulso al celo judío por la vocalización tradicional de la Biblia hebrea. Bleek (Introd. al A.T.”, I, 110, Londres, 1894) y otros están igualmente firmes en que los eruditos hebreos recibieron su impulso de puntuar del método musulmán de preservar la vocalización arábiga del Corán. Es indudable que los estudiosos hebreos fueron influenciados ya sea por la puntuación siríaca o arábiga. Ambas formas y nombres de los puntos masoréticos indican origen siríaco o arábigo. Lo que nos sorprende es la ausencia de cualquier vestigio de oposición a esta introducción a la Masora de puntos que eran decididamente no judíos. Los judíos caraítas nos sorprenden aún más, puesto que durante un breve período transliteraron el texto hebreo a caracteres arábigos.

Por lo menos dos sistemas de puntuación son masoréticos: el oriental y el occidental. El occidental es llamado tiberiano, como la muy famosa escuela de Masora en Tiberias. Prevaleció sobre el sistema oriental y se sigue en la mayoría de los manuscritos así como en todas las ediciones impresas del texto masorético. Por unas bastante complicadas e ingeniosas combinaciones de puntos y guiones, colocados ya sea sobre o debajo de las consonantes, los masoretas representaron fielmente diez sonidos de vocales (las a, e, i, o, u largas y cortas) junto con cuatro medias vocales o Shewas. Estas últimas correspondían a los muy oscuros sonidos ingleses de e, a y o. Los masoretas tiberianos también introdujeron una gran cantidad de acentos para indicar la sílaba tónica de una palabra, la correlación lógica de las palabras y la modulación de la voz en la lectura pública.

El sistema de puntuación oriental o babilónico muestra dependencia del occidental y se halla en muy pocos manuscritos---el principal de los cuales es el Códice Babilonio Petropolitano (916 d.C.). Fue la puntuación de Yemen hasta el siglo XVIII. Los signos vocales están todos sobre las consonantes y se forman a partir de las Matres Lectionis. Los acentos disyuntivos de esta puntuación supra lineal tienen signos como la primera letra de su nombre; zaqueph; tarha. Un tercer sistema de puntuación se ha hallado en dos fragmentos de la biblia descubiertos recientemente en Egipto y ahora en la Biblioteca Bodleiana (cf. Kahle en "Zeitschrift fur die Alttestam. Wissensehaft", 1901; Friedlander, "Un tercer sistema de símbolos para las vocales y acentos hebreos” en "Revista Trimestral Judía", 1895). La invención de los puntos aumentó grandemente la obra de los escribas; ahora se dedicaron a listar palabras en vista de perpetuar no sólo las consonantes sino también las vocales. El Códice Babilonia Petropolitano (916 d.C.), por ejemplo, lista dieciocho palabras que comienzan con Lamed y Shewa o Hireq seguidas por Shewa; dieciocho palabras que comienzan con Lamed y Pathah; junto con una lista alfabética de palabras que ocurren sólo una vez.

Valor Crítico de la Masora

Durante el siglo XVII, muchos teólogos protestantes, tales como los Buxtorfs, defendieron el texto masorético como infalible; consideraron que Esdras junto con los hombres de la Gran Sinagoga, bajo la inspiración del Espíritu Santo, no sólo habían determinado el canon hebreo sino que habían establecido para siempre el texto de la Biblia hebrea, sus puntos vocales y acentos, su división en versículos, párrafos y libros. Los críticos textuales modernos valoran la Masora, tales como la Itala y el Peshitto, sólo como uno de los testigos de un texto del siglo II. El texto masorético puntuado es testigo de un texto que ciertamente no es anterior al siglo VIII. El texto consonántico es un mucho mejor testigo; desafortunadamente la traducción de este texto estaba casi absolutamente uniforme. Hubo diferentes escuelas de masoretas, pero sus diferencias nos han dejado muy pocas variantes del texto consonántico (vea Manuscritos de la Biblia. Los masoretas eran esclavos de la Masora y transmitieron uno y sólo un texto. Incluso peculiaridades textuales claramente debidas a error o accidente fueron perpetuadas por rabinos que atormentaron sus cerebros para averiguar las interpretaciones místicas de estas peculiaridades. Letras rotas e invertidas, consonantes que era demasiado pequeñas o demasiado grandes, puntos fuera de sitio---todas esas vaguedades fueron servilmente transmitidas como si fuesen destinadas por Dios y llenas de significado divino.


Fuente: Drum, Walter. "Massorah." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/10035a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.