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Viernes, 29 de marzo de 2024

Francisco Ximénez de Cisneros

De Enciclopedia Católica

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ESOS SON MIS PODERES, DE FRANCISCO DE CISNEROS.png
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(Se puede escribir JIMÉNEZ)


Franciscano, cardenal, y Primado de España, nacido en Torrelaguna en Nueva Castilla, en 1436; murió en Roa, cerca de Valladolid, en 1517. Se educó en Alcalá y Salamanca, y después de graduarse en derecho canónico y civil, fue a Roma en 1459 donde ejerció algunos años como abogado consistorial. Habiendo atraído la atención de Sixto V, este Papa le prometió la primera vacante en su provincia natal. Esta resultó ser en Uceda, donde Carillo, Arzobispo de Toledo, deseaba asignar a uno de sus seguidores. Ximénez reclamó su derecho sobre ella, y por hacerlo así fue encarcelado por el arzobispo, primero en Uceda y después en la fortaleza de Santorcaz. Fue liberado en 1480, después de seis años de confinamiento, y, transferido a la Diócesis de Sigüenza, pasó a ser gran vicario del Cardenal González, obispo de esa diócesis. En 1484 renunció a ella para hacerse Franciscano de la Congregación Observante en la Hermandad de San Juan en Toledo. Desde entonces, hasta su profesión, fue enviado a Salceda, donde posteriormente fue elegido guardián.


En 1492, por recomendación del Cardenal Mendoza, Arzobispo de Toledo, fue nombrado confesor de la Reina Isabel, cargo que aceptó a condición de poder seguir viviendo en el monasterio y seguir la vida religiosa, asistiendo a la Corte únicamente cuando fuera convocado. Por el mismo tiempo fue elegido provincial de su orden en Castilla, cargo en el que permaneció durante tres años. En 1495 fue elegido para suceder a Mendoza como Arzobispo de Toledo, a cuyo cargo se agregó la cancillería de Castilla que le ofrecieron Fernando e Isabel. Ximénez rechazó la dignidad por humildad, y se mantuvo en su negativa durante seis meses, y sólo consintió finalmente aceptar el cargo obedeciendo el pedido expreso del Papa. Como arzobispo continuó viviendo como un simple franciscano, dedicando una gran parte de sus vastos recursos en beneficio de los pobres y a favor de la liberación de los cautivos. Este estilo de vida fue mal interpretado por muchos, y, a consecuencia de informes recibidos por él, el Papa Alejandro VI lo amonestó por descuidar el esplendor externo que correspondía a su rango; pero Ximénez sólo iba a consentir usar la vestidura episcopal dejando ver por debajo su hábito de fraile. Este celo se inscribía en un intento de reforma de los franciscanos y de los cánones de Toledo. Obligaba a sus hermanos religiosos a observar la regla que prohibía la posesión de propiedades, y como resultado muchos frailes se alejaron de España. Como canciller estaba obligado a tener una preponderante participación en los asuntos de Estado, donde su prudencia y sabiduría fueron de gran valor para su país.


Ganó prestigio también como patrocinador de la enseñanza, y hacia el año 1504 fundó la Universidad de Alcalá, para cuyas cátedras profesionales procuró algunos de los más distinguidos académicos de París, Bolonia, y Salamanca. Era tan alta la estima en que se tenía a esta nueva universidad que todas las órdenes religiosas de España, excepto los benedictinos y los jerónimos, establecieron casas en Alcalá vinculadas a ella. El rey Fernando visitó la universidad en 1514, y dio una eminente aprobación a lo realizado por Ximénez. En 1502 el arzobispo comenzó a trabajar en la publicación de la primera Biblia Políglota, llamada Complutense, por ser Complutum el nombre latino de Alcalá. Esta Biblia tuvo una gran influencia en los estudios bíblicos posteriores; fue dedicada a León X, y su compilación le llevó a Ximénez quince años; se terminó en 1517, sólo cuatro meses antes de su muerte, a un costo personal en torno a las £25.000 ($125.000). La restauración del antiguo Rito Mozárabe en Toledo fue otro de sus proyectos. Para su celebración agregó, en el año 1500, una capilla especial a su catedral y estableció un colegio de sacerdotes para su servicio. Posteriormente surgieron instituciones similares en Valladolid y Salamanca; en Toledo continúa en uso hasta nuestros días.


En el año 1499 Ximénez acompañó a Fernando e Isabel en su visita a la recién conquistada provincia de Granada, y sus labores allí en pro de la conversión de los Moros tuvieron un considerable éxito. A la muerte de Isabel (1504) tuvo que actuar nuevamente en política en relación con la disputada sucesión al trono de Castilla. Felipe de Borgoña murió en 1506, y, estando Fernando ausente en Italia, Ximénez fue designado virrey del reino y tutor de Juana, viuda de Felipe, que había perdido la razón. Al año siguiente Fernando pasó a ser regente de Castilla, y uno de sus primeros actos fue obtener del Papa Julio II el capelo cardenalicio para Ximénez, quien simultáneamente fue nombrado Gran Inquisidor de Castilla y León. Erróneamente se le ha adjudicado la instauración de la Inquisición en España, pero ya estaba totalmente establecida diez años antes de su entrada en la Corte. Como gran inquisidor inició varias reformas en su funcionamiento y constantemente se preocupó de reducir el número de casos reservado a este tribunal. Observaba cuidadosamente la actuación de los diversos funcionarios de la Inquisición, para que no abusaran de su poder con violencias u opresiones indebidas, y organizó y circunscribió los límites de su jurisdicción. Salvaguardó a los académicos y a los profesores del examen y de la supervisión de los inquisidores, y emitió beneficiosas reglas relativas a la instrucción y a la dirección de los nuevos conversos, para protegerlos contra la superstición y la blasfemia. La revisión de algunos de los diversos casos investigados y sentenciados por Ximénez ponen de manifiesto el cuidado y la diligencia con que cumplía los deberes de un cargo que ha sido tan calumniado y mal interpretado. Era ciertamente severo, pero siempre franco y justo en el ejercicio de su autoridad como gran inquisidor.


En 1509, ante su insistente pedido, Fernando equipó una expedición contra los Moros, y, añadiendo dos cañones de su catedral, Ximénez en persona encabezó el ejército. Inspirados en su ejemplo y exhortaciones, las fuerzas españolas tomaron por asalto la ciudad de Orán. En su incansable celo por la propagación de la Fe, Ximénez se preocupó de hacer que su victoria fuera religiosa; cantidad de cristianos cautivos fueron liberados, y varias mezquitas se convirtieron en iglesias cristianas. Al volver a España el cardenal fue recibido como un héroe conquistador tanto en Alcalá como en Toledo. Por esta época ocurrió una seria ruptura de relaciones entre Francia y la Santa Sede, debido al creciente poder de Luis XII, que Julio II temía que pudiera poner en peligro la autoridad de la Iglesia. Para contrarrestarla, el Papa tomó parte a favor de la República de Venecia en contra de Francia, a pesar de que poco tiempo antes los venecianos habían tomado posesión de una parte de los Estados Papales, que le fue restituida a la Iglesia con la ayuda de Luis. Por esta ingratitud de parte de Julio, Luis juró venganza y, en lo posible, la caída del Papa. Atacó a las espiritualidades de la Iglesia en relación con los beneficios, y el ejército francés tomó posesión de Bolonia, que pertenecía al Papa. Al mismo tiempo Luis y el Emperador Maximiliano, con el apoyo de siete cardenales, principalmente franceses, se encargaron de organizar un concilio en Pisa, convocando la asistencia de Julio. Lo acusaban de haber perturbado la paz de Europa, de haber llegado al papado por medios corruptos, y de no haber mantenido su promesa de convocar un concilio general de la Iglesia. Julio decidió librar a Italia de los franceses y llamó a Fernando en su ayuda contra Luis. Por consejo de Ximénez, Fernando resolvió suspender las operaciones en Africa y enviar sus fuerzas para ayudar al Papa, y a fines de 1512 los franceses habían sido expulsados de Italia. El Sínodo cismático de Pisa fue inaugurado el 1º de noviembre de 1511, con la presencia de siete cardenales y unos veinte obispos. El clero de Pisa se negó a involucrarse, puesto que Julio los había amenazado con la excomunión si lo hacían. Los prelados reunidos tomaron miedo y se trasladaron a Milán, para estar bajo la protección de Francia. Allí declararon depuesto al Papa. Entretanto, Julio, cuya mala salud lo había demorado, convocó el Quinto Concilio General Lateranense para la Pascua de 1512, declarando al mismo tiempo inválido el Sínodo de Pisa y Milán. Ximénez apoyó al Papa durante todo este asunto, y su actitud sin duda contribuyó mucho a preservar la unidad de la Iglesia en España. También trabajó activamente para obtener la publicación de la Bula de convocatoria del concilio.


Fernando murió en 1516, habiendo designado a Ximénez como regente hasta el arribo de Carlos V desde Flandes. Adrián, Deán de Lovaina, también reclamó el nombramiento sobre la autoridad de un documento previamente firmado por Carlos. Los juristas que fueron consultados decidieron a favor de Ximénez, quien magnánimamente propuso que él y Adrián actuaran juntos hasta recibir instrucciones adicionales de Carlos. Sospechando que el cardenal sería mejor aceptado por el pueblo español que un extranjero como Adrián, Carlos confirmó a Ximénez en la regencia, mientras a Adrián le dieron el Obispado de Tortona y el puesto de Gran Inquisidor de Aragón. El importante cargo de regente le brindó una amplia perspectiva a la capacidad administrativa del cardenal y a su solicitud por la paz y la seguridad del reino. Los celos y las intrigas entre los grandes, en detrimento del orden del Estado, lo hicieron trasladar la sede del gobierno de Guadalupe a Madrid, por su ubicación central, y esta elección de capital fue confirmada por los siguientes soberanos. Actuando como regente mejoró mucho la condición del ejército y de la marina, y forzó a varias ciudades y personas rebeldes a reconocer su autoridad como representante de Carlos. Inició un nuevo sistema de impuestos, y realizó varias otras reformas internas. Su diplomacia actuó exitosamente para evitar una pactada alianza entre Francia y Portugal que habría perjudicado a Castilla, y cuando Jean d'Albret, el exiliado rey de Navarra, intentó recuperar su perdido reino, Ximénez juntó fuerzas con Francisco I de Francia y lo venció. Tanto como regente durante la ausencia de Carlos y anteriormente como tutor de Juana, su sabiduría y rectitud así como su fortaleza de carácter ayudaron mucho a mantener la integridad del trono español. Participó preponderantemente en los esfuerzos realizados para el beneficio espiritual de las posesiones españolas en América, y organizó una hueste de misioneros para la evangelización del Nuevo Mundo. Colón se había demostrado inepto para gobernar el territorio recientemente adquirido, al tratar como esclavos a los indios conquistados, y su método de acción mereció la más severa condena de parte de Ximénez. En el período de su regencia, llegó a España mayor información acerca de la esclavitud, y tomó fuertes medidas para reprimirla. Elaboró un código de instrucciones para el bienestar de los nativos y utilizó todos sus esfuerzos para protegerlos de la opresión y convertirlos a la fe cristiana.


La salud quebrantada y la edad avanzada lo obligaron a retirarse de la vida pública, y se dice que su fin lo aceleró la ingratitud de Carlos V ante los muchos servicios que le prestó a España. Tenía ochenta y un años cuando murió, y fue enterrado con grandes honores en Alcalá. Se hicieron varios esfuerzos para su canonización, pero sin éxito, aunque ha sido honrado como santo en mucho lugares de España. La mayor parte de su fortuna la dejó a su querida Universidad de Alcalá. Su carácter, que fue muy mal interpretado, fue notable por su gran versatilidad. Era tanto soldado como sacerdote, como lo demuestra su actuación en la conquista de Orán. Fue estrictamente consciente en su vida pública, sin temor de las consecuencias que pudiera acarrearle la realización de lo que pensaba era su deber, mientras en lo privado llevaba sus austeridades y mortificaciones al extremo de poner en riesgo su salud. Moralmente estaba por encima de todo reproche, y cumplía con exactitud las observancias de su estado religioso.


(Ver también ALCALÁ, UNIVERSIDAD DE; BIBLIAS POLÍGLOTAS.)


Las primeras biografías de Ximénez, en las cuales casi todas las demás se han basado, son las de GOMEZ (Alcalá, 1569), ROBLES (Toledo, 1604), y QUINTANILLA (Palermo, 1633). De las posteriores, merecen mencionarse: FLECHIER, Hist. du Cardinal Ximénez (Paris, 1700); BARRETT, Life of Cardinal Ximénez (London, 1813); HEFELE, Der Cardinal Ximénez (Tubingen, 1844), tr. DALTON (London, 1885). Puede encontrarse información adicional en: WADDING, Annales minorum, XV (Rome, 1736); IDEM, Script. ord. min. (Rome, 1806); JAMES, Lives of Eminent Foreign Statesmen, I (London, 1832); ROBERTSON, Life of Charles V (London, 1856); PRESCOTT, History of the Reign of Ferdinand and Isabella (London, 1849), pero en la lectura de las dos últimas, hay que descontar los prejuicios protestantes.


CYPRIAN ALSTON

Transcrito por Michael T. Barrett

Dedicado a Matthew Bettger

Traducido por Amparo Cabal