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Jueves, 28 de marzo de 2024

Ercole Consalvi

De Enciclopedia Católica

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Ercole Consalvi fue cardenal y hombre de estado; nació en Roma el 8 de junio de 1757; murió allí el 24 de enero de 1824. Sus antepasados pertenecían a la noble familia de los Brunacci en Pisa, uno de los cuales se instaló en la ciudad de Toscanella en los Estados Pontificios a mediados del siglo XVII. El abuelo del cardenal, Gregorio Brunacci, heredó de Ercole Consalvi de Roma una gran fortuna a condición de llevar el nombre y las armas de la familia Consalvi. De esta forma Gregorio Brunacci se convierte en el marqués Gregorio Consalvi, con residencia en Roma.

A la edad de nueve años Ercole Consalvi fue colocado en el colegio de los escolapios o Hermanos de las Escuelas Pías de Urbino, donde permaneció de 1766 a 1771. De 1771 a 1776 estuvo en el seminario de Frascati, donde terminó sus estudios. en retórica, filosofía y teología; también fue allí donde obtuvo la poderosa protección del cardenal, duque de York, obispo de Frascati. Dedicó los años de 1776 a 1782 a los estudios de jurisprudencia e historia eclesiástica en la Academia Ecclesiastica de Roma, donde tuvo entre otros profesores al erudito jesuita Zaccaria.

Luego entró a su carrera pública. En abril de 1783 Pío VI lo nombró chambelán privado; en 1786 fue nombrado Ponente del buon governo, es decir, miembro de una congregación encargada de la dirección de los asuntos municipales. Nombrado en 1787 secretario de la congregación encargada de administrar el Ospizio de San Michele a Ripa; en 1790 se convirtió en Votante di Segnatura, o miembro de un tribunal superior de apelaciones, y en 1792 obtuvo la nominación de Uditore di Rota, o miembro de la Tribunal Superior de Justicia. Fue nombrado asesor en 1796 de una comisión militar establecida por Pío VI con el propósito de prevenir disturbios revolucionarios y la intervención del Directorio francés en los Estados Pontificios. En esta última capacidad, realizó su trabajo con tal tacto, prudencia y previsión que no surgieron problemas serios que pudieran haber servido de excusa para una invasión de Roma por parte de los ejércitos de la República Francesa.

Desafortunadamente, el 28 de diciembre de 1797, el general francés Duphot fue asesinado en Roma; él era en gran parte el culpable, y el evento tuvo lugar sin la menor culpa del gobierno papal. Aún así se utilizó como pretexto para la ocupación de la ciudad. El 10 de febrero de 1798, el general Berthier entró a Roma con un ejército, y cinco días después el Papa fue privado de su soberanía temporal y se proclamó una república romana. Consalvi, habiendo sido asesor de la comisión militar, fue colocado en primer lugar en la lista de los que iban a ser entregados al gobierno francés. Fue arrestado, encarcelado en la fortaleza de Sant'Angelo, enviado a Civitavecchia en ruta a Cayena, Guayana Francesa, devuelto al castillo de Sant'Angelo y luego enviado a Terracina, de donde finalmente se le permitió regresar a Nápoles.

Consalvi recuperó así su libertad personal; pero no le gustaba quedarse en Nápoles y deseaba más bien unirse a Pío VI, quien poco después de la ocupación de Roma fue sacado de su capital y mantenido cautivo en un monasterio cartujo cerca de Florencia. Habiendo obtenido el permiso del gobierno napolitano, fue por mar a Livorno y de allí a Florencia, donde hizo dos visitas al Papa; su deseo de permanecer con el pontífice fue frustrado por el enviado francés en Florencia. Hacia finales de septiembre de 1798 fijó su residencia en Venecia.

Después de la muerte de Pío VI en Valence, Francia (29 agosto 1799) los cardenales se reunieron en Venecia para el cónclave y Consalvi fue elegido secretario por voto casi unánime. Tuvo una gran participación en asegurar la elección del cardenal Chiaramonti, obispo de Imola (14 marzo 1800). El nuevo Papa, Pío VII (1800-23), pronto nombró a Consalvi pro-secretario de Estado; y así Consalvi acompañó al Papa a Roma, a donde llegaron el 3 de julio de 1800. Poco antes, el Papa había recuperado la posesión de los Estados Pontificios, que estaban entonces en parte bajo el control de Austria y en parte bajo el de Nápoles. El 11 de agosto de 1800, Consalvi fue creado cardenal y nombrado definitivamente secretario de Estado. En esta capacidad, primero se esforzó por restaurar mejores condiciones en los Estados Pontificios. Abolió la costumbre de proporcionar alimentos a la gente a precios bajos, introdujo el libre comercio, retiró de la circulación todo el dinero depreciado y admitió a un gran número de laicos en las oficinas gubernamentales. Hizo mucho para embellecer a Roma y convertirla en un centro de arte al diseñar paseos públicos a lo largo del Tíber, restaurar los monumentos antiguos y llenar los museos con estatuas desenterradas por excavaciones realizadas bajo su dirección.

En sus negociaciones con los diversos tribunales o gobiernos de Europa, estuvo siempre atento a la protección de los intereses de la Santa Sede, tanto temporales como espirituales, principalmente estos últimos, en los que el Papa como cabeza de la cristiandad estaba principalmente interesado. A este respecto, prestó un servicio incalculable a la religión al firmar el Concordato francés. Las negociaciones iniciadas a tal efecto por monseñor Spina, arzobispo de Corinto, y el Padre Caselli, ex superior general de los servitas, parecían demorarse; para no interrumpirlas por completo, Consalvi fue enviado a París en junio de 1801. Siguieron largas y dolorosas discusiones con Napoleón Bonaparte, entonces primer Cónsul de la República Francesa, o sus comisarios, hasta que finalmente, el 15 de julio, Concordato fue firmado por el Papa y los comisionados franceses, y posteriormente ratificado por el Papa y el gobierno francés.

Consalvi partió inmediatamente hacia Roma, adonde llegó el 6 de agosto. Él no tuvo nada que ver con los denominados "Artículos Orgánicos", añadidos por el gobierno francés al Concordato; por el contrario, los condenó inequívocamente como destructivos del Concordato, del que pretendían ser comentarios. También fue destacado en las negociaciones que precedieron al concordato italiano, concluidas con la República Cisalpina el 16 de septiembre de 1803.

Cuando Napoleón fue proclamado emperador en 1804, Consalvi instó a Pío VII a aceptar la invitación para coronarlo como el nuevo soberano de Francia, y durante la ausencia del Papa (nov. 1804 – mayo 1805) Consalvi fungió como su representante a entera satisfacción de su maestro. Cuando comenzaron las discusiones entre Napoleón y Pío VII, se culpó a Consalvi por la negativa del Papa a considerarse vasallo del emperador francés. Las sospechas de Napoleón fueron confiadas al cardenal Fesch, entonces embajador de Francia en Roma; y se insistió en la destitución de Consalvi. Con la esperanza de asegurar la paz para su amo, Consalvi pidió repetidamente ser relevado; pero el Papa consintió en su pedido sólo después de una larga vacilación. Consalvi dejó la secretaría de estado el 17 de junio de 1806, pero a menudo se le consultaba en privado sobre asuntos de importancia.

La persecución imperial al Papa alcanzó su punto culminante con la anexión de los Estados Pontificios al imperio francés (20 junio 1809) y la deportación del Papa a Savona durante la noche del 5 al 6 de julio. Consalvi se vio obligado a salir de Roma el 10 de diciembre siguiente; en compañía del cardenal di Pietro viajó a París, a donde llegó el 20 de febrero de 1810. Allí vivió en retiro tanto como le fue posible, y rechazó una pensión de 30,000 francos que le asignó el gobierno francés.

Con motivo del matrimonio de Napoleón con la archiduquesa María Luisa de Austria, Consalvi y otros doce cardenales se negaron a asistir a las ceremonias civil y religiosa (1 y 2 abril 1810), aunque estuvo presente en la recepción semi-solemne en Saint- Cloud, (31 marzo) y también fue a las Tullerías de París para la gran recepción (3 abril). No deseaba que pareciese que aprobaba el segundo matrimonio de Napoleón, mientras el Papa no se hubiera pronunciado sobre la validez del primero. Napoleón se indignó tanto por su acción que lo expulsó de las Tullerías (3 abril) junto con los otros cardenales de sentimientos similares, y en el primer momento de pasión ordenó que lo fusilaran. Sin embargo, modificó su juicio precipitado y decretó que Consalvi y los otros doce cardenales deberían ser privados de sus propiedades y de su dignidad cardenalicia. A partir de ese momento estos príncipes de la Iglesia se vieron obligados a vestir de negro, de ahí su nombre de "cardenales negros", y el 11 de junio todos fueron desterrados a diversas ciudades de Francia.

Consalvi fue enviado a Reims; fue allí, en su retiro forzado, donde escribió sus memorias. Liberado el 26 de enero de 1813, se apresuró a ir a Pío VII, entonces en Fontainebleau. A sugerencia suya, el Papa se retractó (24 marzo) de las concesiones hechas a Napoleón en un breve de Savona y en un nuevo concordato acordado en Fontainebleau; como consecuencia de esto a Consalvi se le restringió su interacción libre con el Papa. Cuando Pío VII partió de Fontainebleau hacia Italia (23 enero 1814), Consalvi lo siguió unos días después, al principio con una escolta militar hasta Béziers. Al enterarse de la abdicación de Napoleón en Fontainebleau (11 abril 1814), solicitó un pasaporte y se reunió con Pío VII en Italia. Inmediatamente fue reelegido secretario de Estado por carta papal escrita desde Foligno el 19 de mayo de 1814.

Antes de asumir el cargo, Consalvi fue a París con el propósito de reclamar a las potencias aliadas de Europa la restauración de los Estados Pontificios bajo la soberanía del Papa. Con el mismo objetivo, fue también a Inglaterra y asistió posteriormente al Congreso de Viena (sept. 1814 a junio 1815). Tuvo éxito en sus negociaciones y obtuvo la restitución de todo el territorio papal tal como había sido antes de la Revolución Francesa, con la excepción de Aviñón, Venaissin y una pequeña franja de tierra en la legación de Ferrara.

Después de su regreso a Roma, Consalvi continuó trabajando por el bienestar de los Estados Pontificios y de la Iglesia. Abolió los antiguos privilegios de la nobleza y de las ciudades papales, ideó un nuevo plan de administración para el territorio papal, reajustó las finanzas, elaboró un nuevo código de leyes civiles y penales, reorganizó el sistema de educación y proporcionó seguridad pública. Continuó la elaboración de sus planes para el embellecimiento de Roma y el mejoramiento de la Campagna; se esforzó, como ya se dijo, por hacer de Roma un centro de arte, y extendió su protección a artistas tan famosos como Canova y Thorwaldsen. Al mismo tiempo, mantuvo con firmeza los derechos y la soberanía del Papa.

Cuando en 1817 los carbonarios intentaron provocar una rebelión, algunos de sus líderes fueron procesados, desterrados o encarcelados; y en 1821 se emitió una bula contra estos perturbadores. Durante este período se concluyeron varios concordatos o acuerdos similares con potencias extranjeras: con Baviera en 1817, con Prusia y los príncipes del Alto Rin en 1821, con Hanover en 1823, con Víctor Manuel de Cerdeña en 1817, con el Rey Fernando I de las dos Sicilias en 1818. El concordato francés concluido en 1817 con el rey Luis XVIII nunca recibió fuerza legal en Francia; de ahí que el de 1801 continuara en vigor.

La carrera de Consalvi llegó a su fin con la muerte de Pío VII (20 agosto 1823). Después de su retiro, dedicó sus pensamientos a la construcción de un monumento en San Pedro en honor a su antiguo maestro; pocos meses después fue llevado él mismo a su tumba en San Lorenzo, mientras que su corazón fue llevado al Panteón. Se erigieron monumentos apropiados a su memoria en ambos lugares.

Ercole Consalvi debe ser considerado como uno de los más grandes estadistas que jamás haya servido a la corte papal; sus eminentes cualidades fueron evidentes en todo momento durante las grandes pruebas del papado. Si no siempre tuvo éxito en sus empresas, se debió en gran parte a la escasez de medios a su disposición y a los prejuicios de su época. La pureza de su vida fue la más admirada porque en su posición tuvo que mezclarse mucho con una sociedad mundana. Se dedicó a las obras de caridad y religión; los pobres lo conocían como su amigo, y en sus ejercicios de devoción era muy puntual.

Finalmente, era muy generoso y desinteresado. Sirvió al Papa y a la Iglesia con lealtad sin buscar ventajas personales. Nunca solicitó un puesto, salvo el de Uditore di Rota, que parecía deseable por los estudios que había realizado y las grandes oportunidades que ofrecía para viajar durante los meses de vacaciones. Los numerosos obsequios, pensiones o legados que le ofrecían, y en ocasiones persistentemente, amigos, admiradores y mecenas, eran invariablemente rechazados. Con todo, tanto por el trabajo que realizó como por su carácter personal, Consalvi es una de las glorias más puras de la Iglesia de Roma.


Bibliografía: CRÉTINEAU-JOLY, Mémoires du Cardinal Consalvi, ed. DROCHON (París, 1895); WISEMAN, Recollections of the Last Four Popes (Londres, 1858); RINIERI, La diplomazia pontificia nel secolo XIX (Roma, 1902); IDEM, Il congresso di Vienna e la Santa Sede (Roma, 1904); THEINER, Histoire des deux concordats (París, 1869); ARTAUD, Histoire du Pape Pie VII (París, 1837); WERNER in Kirchenlex. (Friburgo, 1884), s.v.; NIELSEN in Realencyk. f. prof. Theol., s.v.

Fuente: Schaefer, Francis. "Ercole Consalvi." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4, págs. 262-264. New York: Robert Appleton Company, 1908. 10 agosto 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/04262a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina