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Viernes, 19 de abril de 2024

Diferencia entre revisiones de «Epístolas a los Corintios»

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La Primera Epístola a los Corintios es generalmente considerada como el más grande de los escritos de [[San Pablo]] debido a la grandeza y belleza de su estilo y la variedad e importancia de su contenido. Su estilo es tan espléndido que ha dado lugar a la conjetura de que San Pablo tomó lecciones de oratoria en [[Éfeso]]; pero esto es muy improbable.  La de San Pablo no era el tipo de elocuencia a ser moldeada por reglas mecánicas; el suyo era el tipo de genio que produce la literatura en la que se basan las reglas de la retórica.  Si los [[Corinto | corintios]] estaban impresionados por la elocuencia de Apolo, no podían dejar de sentir, cuando escucharon y leyeron esta [[Epístola (en la Escritura) | epístola]], que aquí había un autor capaz de soportar la comparación no sólo con Apolo, sino con el mejor del que pudiesen presumir en la literatura [[Grecia | griega]], de los cuales estaban tan [[orgullo]]sos.  Los eruditos de todas las [[escuelas]] lo alaban en voz alta. Las sorprendentes símiles, figuras del lenguaje y frases elocuentes de la Epístola han pasado a las literaturas del mundo. Plummer, en el "Dict. De la Biblia" de Smith, dice que los capítulos 13 y 15 están entre los pasajes más sublimes, no sólo en la [[Biblia]], sino en toda la literatura.
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Pero esta epístola es grande no sólo por su estilo sino también por la variedad y la importancia de su enseñanza [[Doctrina Cristiana | doctrinal]]. En ninguna otra epístola San Pablo trata de tantos temas diferentes; y las doctrinas que toca (en muchos casos sólo incidentalmente) son importantes, ya que muestran lo que él y Silvano, un [[discípulo]] y delegado de confianza de [[los Apóstoles]] mayores, enseñaron a los primeros [[cristianismo | cristianos]].  En algunas de sus cartas tenía que defender su apostolado y la libertad de los cristianos de la [[Legislación de Moisés | Ley de Moisés]] contra los maestros [[herejía | heréticos]]; pero nunca había tenido que defenderse de sus más encarnizados enemigos, los [[judaizantes]], por su enseñanza sobre [[Jesucristo | Cristo]] y los principales puntos de la doctrina contenida en estas dos epístolas, al ser la razón obvia que su enseñanza debía haber estado en perfecta armonía con la de los [[los Apóstoles | Doce]].  Él afirma claramente en el cap. 15,11: "Pues bien, tanto ellos [los Apóstoles] como yo esto es lo que predicamos, esto es lo que habéis creído.”
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Revisión de 22:24 22 jun 2016

Introducción

San Pablo funda la Iglesia en Corinto

San Lucas describe gráficamente (Hch. 16 -18) la primera visita de San Pablo a Europa. Cuando llegó a Tróada, en la esquina noroeste de Asia Menor, en su segundo gran viaje misionero en compañía de Timoteo y Silvano, o Silas (que era un " profeta" y tenía la confianza de los Doce), se encontró con San Lucas, probablemente por primera vez. En Tróada tuvo una visión de "un hombre de Macedonia de pie suplicándole: Pasa a Macedonia y ayúdanos" (Hch. 16,9). En respuesta a este llamamiento procedió a Filipos en Macedonia, donde hizo muchos conversos, pero fue cruelmente azotado con varas de acuerdo con la costumbre romana. Después de consolar a los hermanos viajó hacia el sur a Tesalónica, donde algunos de los judíos "creyeron, y de los que servían a Dios, y de los gentiles una gran multitud, y mujeres nobles no pocas. Pero los judíos, movidos por la envidia, reunieron a algunos hombres malvados de la clase vulgar, y volvieron la ciudad un tumulto… Y alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad al oír estas cosas. Pero los hermanos, inmediatamente enviaron a Pablo y a Silas de noche a Berea. Cuando ellos llegaron allí, se fueron a la sinagoga de los judíos, y muchos de ellos creyeron, y de las mujeres honorables que eran gentiles y de los hombres no pocos”. Pero judíos incrédulos de Tesalónica fueron a Berea a "agitar y a alborotar a la multitud". "E inmediatamente los hermanos hicieron marchar a Pablo a toda prisa hasta el mar; Silas y Timoteo se quedaron allí. Los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas." ---entonces reducida a la posición de una antigua ciudad universitaria. En Atenas predicó su famoso discurso filosófico en el Areópago. Sólo unos pocos se convirtieron, entre ellos estaba San Dionisio el Areopagita. Algunos de sus oyentes frívolos se burlaron de él. Otros dijeron que eso era suficiente para el presente; que escucharían más en otro momento. Parece que él quedó muy decepcionado con Atenas, la cual nunca volvió a visitar y nunca se menciona en sus cartas.

El decepcionado y solitario apóstol salió de Atenas y viajó hacia el oeste, una distancia de cuarenta y cinco millas, a Corinto, la entonces capital de Grecia. La terrible flagelación en Filipos poco después de que había sido apedreado y dado por muerto en Listra, junto con el maltrato de parte de los judíos, como se describe en 2 Cor., debió haberlo debilitado mucho. Como no debemos suponer que él, al igual que su Maestro, se salvó milagrosamente del dolor y sus efectos, fue con dolor físico, nerviosismo y recelo que el solitario Apóstol entró en esa gran ciudad pagana, que tenía un mal nombre por su libertinaje en todo el mundo romano. Actuar como un corintio era sinónimo de llevar una vida floja. Corinto, que había sido destruida por los romanos, fue restablecida como una colonia por Julio César, el 46 a.C., y Augusto la convirtió en capital de la provincia romana de Acaya. Fue construida en el extremo sur del istmo que conecta el continente con la Morea, y estaba en la gran línea de tráfico entre Oriente y Occidente. Sus dos magníficos puertos, uno a cada lado del istmo, estaban atestados de buques y eran escena de bullicio y actividad constante. Corinto estaba llena de griegos, romanos, sirios, egipcios y judíos, muchos de éstos últimos habían venido hacía poco desde Roma a causa de su expulsión por Claudio; y sus calles estaban atestadas por decenas de miles de esclavos. También venían multitudes de todas partes cada cuatro años para estar presente en los juegos ístmicos. En la cima de la colina al sur de la ciudad estaba el infame templo de Venus, con sus miles de devotos femeninos dedicados a una vida de vergüenza.

Fue a este centro de tráfico, excitación, riqueza y vicio que San Pablo llegó, probablemente hacia finales del 51 d.C.; y donde pasó más de dieciocho meses de su carrera apostólica. Tomó su residencia con dos judíos cristianos, Aquila y su esposa Priscila (refugiados de Roma), porque eran del mismo oficio que él. Como todos los judíos, él había aprendido un oficio en su juventud, y en su casa se mantuvo a sí mismo trabajando en este comercio, a saber, fabricantes de tiendas, puesto que había decidido no recibir ningún apoyo económico de los corintios, los cuales amaban el dinero. Comenzó a predicar en la sinagoga todos los sábados; “y persuadía a los judíos y a los griegos". De este período dice que estuvo con ellos "en la debilidad y miedo, y mucho temblor". El maltrato que había recibido todavía estaba fresco en su memoria, como recuerda uno o dos meses después al escribir a los tesalonicenses, que había sido “tratado vergonzosamente en Filipos" (Epístolas a los Tesalonicenses | 1 Tes.]] 2,2). Pero cuando se le unieron Silas y Timoteo, quienes le llevaron ayuda pecuniaria de Macedonia, se volvió más audaz y confiado, y "se dedicó enteramente a la Palabra, dando testimonio ante los judíos de que el Cristo era Jesús. Como ellos se opusiesen y profiriesen blasfemias, sacudió sus vestidos y les dijo: ´Vuestra sangre recaiga sobre vuestra cabeza; yo soy inocente y desde ahora me dirigiré a los gentiles.´” (Hechos de los Apóstoles | Hch.]] 18. 5-6).

Entonces comenzó a predicar en casa de Tito Justo, contigua a la sinagoga. Crispo, el principal de la sinagoga, y su familia, y varios de los corintios se convirtieron y fueron bautizados. Entre ellos estaban Cayo, Estéfanas y su casa, y la casa de Fortunato y Acaico, "las primicias de Acaya." (1 Cor. 1,14.16; 16,15). Sin embargo, la creciente oposición de los judíos y el estado impío de la ciudad tuvieron una influencia depresiva sobre él, pero "el Señor dijo a Pablo en la noche en una visión: No tengas miedo, sigue hablando y no calles, porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal, pues tengo un pueblo numeroso en esta ciudad. Y permaneció allí un año y seis meses, enseñando entre ellos la Palabra de Dios” ( Hch. 18,9-11). Muchos se convirtieron; algunos de ellos nobles, ricos y sabios, pero la gran mayoría no eran ni eruditos, ni poderosos, ni nobles (1 Cor. 1,26). Durante este largo período se plantó la fe no sólo en Corinto, sino en otras partes de Acaya, especialmente en Cencreas, el puerto oriental. A la larga los judíos incrédulos, al ver el grupo cada vez mayor de cristianos que frecuentaban la casa de Tito Justo, al lado de su sinagoga, se pusieron furiosos, y se alzaron unánimes y arrastraron a San Pablo ante el recién nombrado procónsul de Acaya, Galión, el hermano de Séneca (54 a.C.). Al percibir que era una cuestión de religión, Galión se negó a escucharlos. La multitud, al ver esto y suponiendo que se trataba de una disputa entre griegos y los judíos, cayó sobre el cabecilla de estos últimos (Sóstenes, que sucedió a Crispo como jefe de la sinagoga) y le dieron una paliza a la misma vista del tribunal; pero Galión fingió no darse cuenta. Su tratamiento debió haber intimidado a los judíos, y San Pablo "se quedó aún muchos días". Cornely opina que en este momento fue que hizo su viaje hasta Ilírico, y que su primera visita a los mismos "en el dolor" fue cuando regresó; otros, con mayor probabilidad, lo sitúan más tarde. San Pablo, por último se despidió de los hermanos, y viajó hasta Éfeso con Aquila y Priscila. Los dejó allí y se trasladó a Jerusalén y regresó por Antioquía, Galacia y Frigia, donde confirmó a todos los discípulos. Después de haber atravesado así "las costas superiores," regresó a Éfeso, donde estableció su cuartel general durante casi tres años. Fue hacia el final de ese período que escribió la Primera Epístola.

Autenticidad de las Epístolas

Hay poco que decir sobre la autenticidad de las Epístolas. Es tan abrumadoramente fuerte la evidencia histórica e interna de que fueron escritas por San Pablo que su autenticidad ha sido francamente aceptada por cada insigne escritor de las escuelas críticas más avanzadas. Aparecieron en las primeras colecciones de las Epístolas de San Pablo, y fueron citadas como Escritura por los primeros escritores cristianos. Los primeros herejes las citaron como autoridades y fueron traducidas a muchos idiomas a mediados del siglo II. La personalidad única de San Pablo está impresa en cada una de sus páginas. Baur, el fundador racionalista de la Escuela de Tubinga, y sus seguidores, afirmaban que las dos Epístolas a los Corintios, la Epístola a los Gálatas y la Epístola a los Romanos son inexpugnables. Uno o dos escritores hipercríticos, de poco peso, presentaron algunas objeciones inútiles contra ellas; pero estas apenas pretendían ser tomadas en serio; fueron refutadas y dejadas de lado por tal ultra escritor como Kuenen. Schmiedel, uno de los críticos modernos más avanzados, dice (Hand-Kommentar, Leipzig, 1893, p. 51) que a menos que se puedan aducir mejores argumentos contra ellas, las dos Epístolas deben ser reconocidas como auténticos escritos de San Pablo. La Segunda Epístola era conocida desde tiempos muy antiguos. Hay un rastro de ella en esa parte de "La Ascensión de Isaías", que data del siglo I (Knowling, "The Testimony of St. Paul to Christ”, p 58; Charles, "The Ascension of Isaiah”, pp. 34, 150). Era conocida por San Policarpo, por el escritor de la Carta a Diogneto, por Atenágoras, por Teófilo y por los herejes Basílides y Marción. En la segunda mitad del siglo II fue tan ampliamente utilizada que no es necesario dar citas.

Primera Epístola

Por qué la escribió

Durante los años que San Pablo estuvo en Éfeso debió haber oído frecuentemente sobre Corinto, ya que estaba a sólo 250 millas de distancia, y la gente estaba constantemente yendo y viniendo. Un barco que navega a una velocidad de cuatro millas por hora cubriría la distancia en tres días, aunque en una ocasión poco propicia Cicerón se tardó más de quince días (Ep VI, 8,9). Poco a poco, llegó a Éfeso la noticia de que algunos de los corintios estaban recayendo en sus antiguos vicios. Alford y otros deducen de las palabras de 2 Cor, 12,20-21; 13,1, "Por tercera vez voy a vosotros”, que hizo una visita relámpago para comprobar estos abusos. Otros suponen que esta venida significaba por carta. Sea como fuere, en general se considera que les escribió una breve nota (ahora perdida) en la que les aconsejó "no asociarse con los fornicarios", les pidió que hiciesen colectas para los hermanos pobres de Jerusalén, y en la cual les contó sobre su intención de visitarlos antes de pasar a Macedonia, y de volver a ellos de nuevo desde ese lugar.

Nuevas que oyó después de la casa de Cloé y otros le hicieron cambiar su plan, y por ello sus enemigos lo acusaron de la falta de firmeza de propósito (2 Cor. 1,17). Los relatos que recibió le causaron una gran ansiedad. Entre ellos habían crecido los abusos, las disputas y las contiendas grupales. Los gritos partidarios eran: "Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo [Apolos]; yo soy de Cefas; yo soy de Cristo." Estos partidos, con toda probabilidad, se originaron de la siguiente manera: durante el recorrido circular de San Pablo de Éfeso a Jerusalén, Antioquía, Galacia, Frigia, y de nuevo a Éfeso, "llegó a Éfeso un cierto judío, llamado Apolo, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras, y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente las cosas que son de Jesús, aunque solamente conocía el bautismo de Juan". Priscila y Áquila lo instruyeron plenamente en la fe cristiana. De acuerdo con su deseo recibió cartas de recomendación para los discípulos en Corinto. "Una vez allí, fue de gran provecho, con el auxilio de la gracia, a los que habían creído; pues refutaba vigorosamente en público a los judíos, demostrando por las Escrituras que el Cristo era Jesús” ( Hch. 18,27-28). Permaneció en Corinto alrededor de dos años, pero, al no estar dispuesto a ser el centro de la lucha, se unió a San Pablo en Éfeso.

A partir de las palabras inspiradas de San Lucas, excelente juez, podemos considerar que en el aprendizaje y la elocuencia de Apolo estaba a la par con el mayor de sus contemporáneos, y que en las facultades intelectuales no era inferior a judíos como Josefo y Filón. Es probable que haya conocido a este último, que era un miembro prominente de la comunidad judía en su ciudad natal de Alejandría, y había muerto sólo catorce años antes; y su profundo interés en la Sagrada Escritura ciertamente le habría llevado a estudiar las obras de Filón. La elocuencia de Apolo, y sus poderosas aplicaciones del Antiguo Testamento al Mesías, cautivó a los griegos intelectuales, especialmente a los más educados. Pensaban que esa era la verdadera sabiduría. Comenzaron a hacer comparaciones injustas entre él y San Pablo, quien debido a su experiencia en Atenas, se había limitado adrede a lo que podríamos llamar la instrucción catequética sólida.

Los griegos amaban encarecidamente el pertenecer a alguna escuela particular de filosofía; por lo que los admiradores de Apolo reclamaban una percepción más profunda de la sabiduría y se jactaban de pertenecer a la escuela cristiana del gran predicador alejandrino. La mayoría, por el contrario, se enorgullecían de su conexión íntima con su Apóstol. No era el celo por el honor de sus maestros lo que realmente impulsaba a cualquiera de estas partes, sino un espíritu de orgullo que les hacía tratar de ponerse encima de sus semejantes, y el cual les impedía dar gracias a Dios humildemente por la gracia de ser cristianos. Cerca de este tiempo vinieron del este algunos que posiblemente habían oído la prédica de San Pedro. Estos consideraban a los demás como sus inferiores espirituales; ellos mismos pertenecían a Cefas, el Príncipe de los Apóstoles. Los comentaristas opinan que este espíritu partidista no fue tan profundo como para constituir un cisma o herejía formal. Todos ellos se reunían para la oración y la celebración de los sagrados misterios; pero hubo acaloradas disputas y muchas violaciones de la caridad fraterna.

Los Padres mencionan sólo tres partidos; pero el texto implica, obviamente, que había otro parte cuyos miembros decían: "Yo soy de Cristo". Varios católicos y muchos no católicos sostienen ahora este punto de vista. Es difícil determinar cuál fue la naturaleza de este partido. Se ha sugerido que algunos de los que estaban especialmente dotados de dones espirituales, o carismas, se jactaban de estar por encima de los demás, puesto que estaban en comunicación directa con Cristo. Otra explicación es que habían visto a Cristo en la carne, o que reclamaban seguir su ejemplo en su reverencia por la ley de Moisés. En cualquier caso, la declaración "yo soy de Cristo" parecía hacer de Cristo un mero nombre de partido, y daba a entender que los otros no eran cristianos en el sentido verdadero y perfecto de la palabra.

Al enterarse de este estado de cosas, San Pablo envió a Timoteo junto con Erasto (probablemente el "tesorero de la ciudad" de Corinto –- Rom. 16,23) alrededor de Macedonia, para poner las cosas en orden. Poco después de que se fueron, Estéfanas y otros delegados llegaron con una carta de los corintios. Esta carta contenía un poco de auto-glorificación y pedía al Apóstol que diera una solución a varios problemas graves que le proponían; pero no hacía mención de sus deficiencias. Por este tiempo estaba plenamente consciente del grave estado de cosas entre ellos. Además de las luchas partidistas, algunas le daban poca importancia a los pecados de impureza. Un hombre había llegado al extremo de casarse con su madrastra, estando su padre vivo aún, un crimen sin precedentes entre los paganos. Estaban tan lejos de sentir horror que le trataban de una manera amigable y le permitían estar presente en sus reuniones. Como los asuntos eran demasiado apremiantes que esperar a la llegada de Timoteo, San Pablo escribió inmediatamente la Primera Epístola a los Corintios y la envió con Tito cerca de la Pascua del año 57 d.C.

Importancia de la Primera Epístola

La Primera Epístola a los Corintios es generalmente considerada como el más grande de los escritos de San Pablo debido a la grandeza y belleza de su estilo y la variedad e importancia de su contenido. Su estilo es tan espléndido que ha dado lugar a la conjetura de que San Pablo tomó lecciones de oratoria en Éfeso; pero esto es muy improbable. La de San Pablo no era el tipo de elocuencia a ser moldeada por reglas mecánicas; el suyo era el tipo de genio que produce la literatura en la que se basan las reglas de la retórica. Si los corintios estaban impresionados por la elocuencia de Apolo, no podían dejar de sentir, cuando escucharon y leyeron esta epístola, que aquí había un autor capaz de soportar la comparación no sólo con Apolo, sino con el mejor del que pudiesen presumir en la literatura griega, de los cuales estaban tan orgullosos. Los eruditos de todas las escuelas lo alaban en voz alta. Las sorprendentes símiles, figuras del lenguaje y frases elocuentes de la Epístola han pasado a las literaturas del mundo. Plummer, en el "Dict. De la Biblia" de Smith, dice que los capítulos 13 y 15 están entre los pasajes más sublimes, no sólo en la Biblia, sino en toda la literatura.

Pero esta epístola es grande no sólo por su estilo sino también por la variedad y la importancia de su enseñanza doctrinal. En ninguna otra epístola San Pablo trata de tantos temas diferentes; y las doctrinas que toca (en muchos casos sólo incidentalmente) son importantes, ya que muestran lo que él y Silvano, un discípulo y delegado de confianza de los Apóstoles mayores, enseñaron a los primeros cristianos. En algunas de sus cartas tenía que defender su apostolado y la libertad de los cristianos de la Ley de Moisés contra los maestros heréticos; pero nunca había tenido que defenderse de sus más encarnizados enemigos, los judaizantes, por su enseñanza sobre Cristo y los principales puntos de la doctrina contenida en estas dos epístolas, al ser la razón obvia que su enseñanza debía haber estado en perfecta armonía con la de los Doce. Él afirma claramente en el cap. 15,11: "Pues bien, tanto ellos [los Apóstoles] como yo esto es lo que predicamos, esto es lo que habéis creído.”

Divisiones de la Primera Epístola

Su enseñanza

Segunda Epístola

Estilo

Divisiones de la Epístola

Unidad de la Segunda Epístola

Unidad de la Iglesia en Corinto según se muestra en las dos Epístolas

Bibliografía: Las introducciones usuales tales como CORNELY, JACQUIER, SALMON, BELSER, ZAHN; BERNARD, Second Corinthians en Expositor's Greek Testament (Londres, 1903); FINDLAY, First Epistle to the Corinthians en Exp. Gr. Test. (Londres, 1900); RICKABY, Romans, Corinthians, Galatians (Londres, 1898); KENNEDY, Second and Third Corinthians (Londres, 1900); ALFORD, The Greek Test. (Londres, 1855), II; ROBERTSON en HASTINGS, Dict. of the Bible; Lives of St. Paul por FARRAR, CONYBEARE y HOWSON, LEWIN, FOUARD; MCEVILLY, An Exposition of the Epistles of St. Paul (3ra ed., Dublin, 1875) CORNELY, Commentarius (París, 1890). Vea también los comentarios de ESTIUS, BISPING, MAIER, LOCH, REISCHL, DRACH, STEENKISTE. El comentario crítico de SCHMIEDEL, Die Briefe an die Korinther in Hand Kommentar (Leipzig, 1893); LIGHTFOOT, Biblical Essays, Notes on Epistles of St. Paul (notas sobre los siete capítulos de Primera Corintios — Londres, 1895); ROBERTSON, Corinthians in The International Critical Commentary (Cambridge, 1908).

Fuente: Aherne, Cornelius. "Epistles to the Corinthians." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. 5 Oct. 2015 <http://www.newadvent.org/cathen/04364a.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina