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Martes, 23 de abril de 2024

Edmund Bonner

De Enciclopedia Católica

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Edmund Bonner fue obispo de Londres; nació alrededor de 1500; murió en 1569. Era hijo de Edmund Bonner, un aserrador de Potter's Henley en Worcestershire, Inglaterra, y de Elizabeth Frodsham. Bale y otros oponentes pusieron en duda su legitimidad al afirmar que era el hijo natural de un sacerdote llamado Savage, pero Strype y otros escritores anglicanos, incluido el historiador S. R. Maitland, han demostrado la naturaleza infundada de estas afirmaciones. Fue educado en el Colegio Pembroke, Oxford, luego en Broadgate Hall, donde obtuvo su licenciatura tanto en derecho canónico como en derecho civil en 1519, y fue ordenado sacerdote casi al mismo tiempo.

En 1525 se convirtió en doctor en derecho civil y poco después entró al servicio del cardenal Wolsey, lo que lo llevó a la atención del rey y de Cromwell, y así comenzó su carrera diplomática. Después de la caída de Wolsey, se mantuvo fiel a él y estuvo con él en el momento de su arresto y muerte. Cuando surgió el asunto del divorcio del rey, este lo empleó como su agente en Roma, donde permaneció por un año (1532-33). Durante los años siguientes estuvo muy ocupado en importantes embajadas en interés del rey, primero ante el Papa (Clemente VII) para apelar contra la excomunión pronunciada en julio de 1533, luego ante el emperador (Carlos V) para disuadirlo de asistir al concilio general que el Papa deseaba convocar en Vicenza, y además ante la corte francesa para suceder a Gardiner allí como embajador. En esta capacidad demostró ser capaz y exitoso, aunque con frecuencia su actitud autoritaria y dictatorial causaba irritación.

Mientras tanto, sus servicios fueron recompensados con sucesivas concesiones de los beneficios de Cherry Burton (Yorks), Ripple (Worcester), Blaydon (Durham) e East Dereham (Norfolk), y fue nombrado archidiácono de Leicester en 1535. Finalmente, mientras era embajador en Francia, fue elegido obispo de Hereford (27 nov. 1538) pero debido a su ausencia no pudo ser consagrado ni tomar posesión de su sede, y aún se encontraba en el extranjero cuando fue trasladado al obispado de Londres. Elegido en noviembre de 1539, regresó y fue consagrado el 4 de abril de 1540. Casi su primer deber fue juzgar a los herejes bajo la Ley de los Seis Artículos de Enrique, y aunque su acción parece haber sido solo oficial, sus enemigos difundieron acusaciones de crueldad excesiva y parcialidad contra el acusado, y desde el principio parece haber sido impopular en Londres.

Durante los años 1542-43 estuvo nuevamente en el extranjero en España y Alemania como embajador ante el emperador Carlos V, al final de lo cual regresó a Londres. La muerte del rey el 28 de enero de 1547 supuso el punto de inflexión en su carrera. Hasta ahora se había mostrado completamente subordinado al soberano, apoyándolo en el asunto del divorcio, aprobando la supresión de las casas religiosas, prestando el Juramento de Supremacía que Fisher y Moro rechazaron a costa de la vida misma, aceptando la consagración e institución cismáticas. Pero mientras actuaba de esta manera, siempre se había resistido a las innovaciones de los reformadores y se había aferrado a las doctrinas de la antigua religión. Por eso desde el principio se opuso a los cambios religiosos introducidos por el Protector Somerset y el arzobispo Cranmer.

Se opuso a los "Visitadores" designados por el Consejo, por lo cual fue enviado a prisión. Aunque no estuvo mucho tiempo prisionero, después de dos años de lucha insatisfactoria volvió a entrar en conflicto con el Protector debido a su omisión de hacer cumplir el uso del nuevo Libro de Oración Común. Cuando se le ordenó predicar en St. Paul's Cross, lo hizo, pero con omisiones tan importantes en el asunto prescrito respecto a la autoridad del rey, que finalmente fue privado de su sede y enviado como prisionero a Marshalsea. Permaneció allí hasta el advenimiento de María en 1553. El 5 de agosto de ese año tomó posesión nuevamente de su diócesis.

Al estimar la conducta del obispo Bonner en su restauración a su sede, deben recordarse las dificultades del cargo. En Londres había un elemento reformador extremadamente violento que se oponía en todos los sentidos a la restauración del culto católico. Durante veinte años la autoridad de la Santa Sede había sido despreciada y ridiculizada en términos implacables, y aunque el Parlamento en 1554 dio la bienvenida a Pole como legado papal y le pidió la absolución y reconciliación con aparente unanimidad, entre una considerable cantidad del pueblo existía una hostilidad real hacia todo el procedimiento. Durante 1554 Bonner realizó una visita a su diócesis en la que restauró la Misa y las múltiples prácticas y emblemas de la vida católica, pero el trabajo se llevó a cabo con lentitud y dificultad. Para ayudar en el trabajo, Bonner publicó una lista de treinta y siete "Artículos que deben ser consultados", pero estos provocaron tales disturbios que fueron retirados temporalmente. Si bien muchos se regocijaron de que se restaurara el antiguo culto, otros exhibieron la hostilidad más implacable.

Un día que Bonner estaba en St. Paul's Cross escuchando la predicación de Gilbert Bourne, cuando se hizo referencia a los sufrimientos del obispo bajo Eduardo VI, alguien arrojó una daga al predicador. En St. Margaret's, Westminster, se cometió un asalto asesino contra el sacerdote que daba la Sagrada Comunión, el mismo Santísimo Sacramento fue objeto de atropellos profanos y las peleas callejeras surgidas de disputas religiosas eran frecuentes. Mientras tanto, muchos de los reformadores atacaron a la propia reina en términos claramente traidores. Si estos hubieran sido procesados por el poder civil, se podría haber evitado mucho mal, pero desafortunadamente se pensó en ese momento que como la raíz del mal estaba en la cuestión religiosa, los transgresores serían mejor tratados por los tribunales eclesiásticos, y sobre Bonner, como obispo de Londres, recayó la carga principal.

Además de su labor judicial en su propia diócesis, Bonner fue designado para llevar a cabo la dolorosa tarea de degradar a Cranmer en Oxford en febrero de 1556. La participación que asumió en estos asuntos dio lugar a un odio intenso por parte de los reformadores, y ellos lo representaron como acosador de hombres y mujeres hasta la muerte con despiadada venganza. Foxe en su "Libro de los Mártires" resumió este punto de vista en dos versos ramplones: «Este caníbal en el espacio de tres años mató a trescientos mártires. Eran su comida, amaba tanto la sangre que no perdonó a ningún conocido».

Que se trataba de una acusación absolutamente infundada se muestra en la carta del rey y la reina en el Consejo, dirigida a Bonner con el motivo expreso de que no estaba procediendo con suficiente energía. En cuanto al número de sus "víctimas", Foxe, cuya falta de confiabilidad ahora no necesita demostración, exageró según su costumbre. El número de personas que fueron ejecutadas bajo las leyes contra la herejía en su jurisdicción parece haber sido alrededor de 120. En cuanto a estas personas, James Gairdner escribe: "Se debe recordar que él no tenía control sobre su destino final desde el momento en que eran declarados herejes incorregibles y eran entregados al poder secular; pero siempre se esforzó con suave persuasión primero por reconciliarlos con la Iglesia".

A través del ”Libro de los Mártires” Foxe es implacable en sus acusaciones de crueldad contra el obispo; pero sus acusaciones han sido examinadas con imparcialidad y detenidamente por el Dr. Maitland, que toma la misma decisión que los escritores católicos contra Foxe, y la resume señalando que cuando alguien "pregunta con calma qué significan realmente estas historias tan llenas de rabia y furia, cuando significan algo, encuentra al lobo ensangrentado transformado... en algo mucho más parecido a un mastín de buen temperamento, con el que se podría jugar con seguridad y que, aunque podría ser molestado para que ladre y gruña, no tiene disposición para morder y no lo haría sin órdenes". (Ensayos, 422-424.)

Otro oponente virulento de Bonner fue John Bale, ex fraile y ex obispo de Ossory, quien en 1554 publicó —desde su lugar de exilio en Basilea— un ataque al obispo, en el que se refiere a él como "el sangriento mordedor de ovejas de Londres", "sangriento Bonner" y epítetos aún más groseros. Con respecto a este arrebato, el Dr. Maitland comenta serenamente "cuando Bale escribió este libro, había ocurrido poco que pudiera llamarse persecución. Ni un solo mártir habría sufrido.” Estos ataques de Foxe y Bale son notables por ser la base de la visión tradicional actual de la obra y el carácter de Bonner, una tradición que solo ha sido destruida por las investigaciones del siglo XIX.

Un hombre así juzgado podía esperar poca consideración cuando la muerte de María (17 nov. 1558) colocó a Isabel en el trono, y la actitud de la nueva reina hacia el obispo quedó marcada en su primera entrevista, cuando ella se negó a darle la mano para que él la besara. Desde el 24 de junio de 1559 se prohibió la Misa, así como todos los demás servicios que no figuraban en el Libro de Oración Común, pero mucho antes de esa fecha la Misa había cesado en la mayoría de las iglesias de Londres, aunque Bonner se encargó de que al menos en su catedral se continuase celebrando. El 30 de mayo Il Schifanoya, enviado desde la corte de Mantua, escribió:

«El Concilio mandó a convocar dos o tres veces al obispo de Londres para ordenarle retirar
el servicio de la Misa y el Oficio Divino en esa Iglesia, pero les respondió intrépidamente:
"Poseo tres cosas: alma, cuerpo y propiedad. De las dos últimas pueden disponer a su gusto,
pero en cuanto al alma, sólo Dios puede mandarme". Se mantuvo constante sobre el cuerpo
y la propiedad, y hoy nuevamente ha sido llamado al Consejo, pero aún no sé qué le dijeron,»
(Phillips, op. cit. Infra, 103.)

De hecho, le habían ordenado que renunciara al obispado, lo que se negó a hacer, agregando que prefería la muerte. Luego fue depuesto del oficio y él se fue por un tiempo a la Abadía de Westminster. El 20 de abril de 1560 fue enviado como prisionero a Marshalsea. Durante los dos años siguientes, los representantes del partido reformador clamaron frecuentemente por la ejecución de Bonner y los demás obispos encarcelados. Cuando se reunió el Parlamento de 1563, se aprobó una nueva ley por la cual el primer rechazo del juramento de supremacía real era praemunire, el segundo, alta traición. Los obispos habían rechazado el juramento una vez, de modo que por este proyecto, que se convirtió en ley el 10 de abril, su próxima negación al juramento podría ir seguida de su muerte. El 24 de abril, el embajador de España escribe que Bonner y algunos otros ya habían sido llamados a prestar juramento. En parte debido a la intervención del emperador y en parte al estallido de la plaga, no parece que se hayan tomado más medidas en ese momento.

Un año después (29 abril 1564) Horne, el obispo anglicano de Winchester, le volvió a presentar el juramento a Bonner y este lo rechazó firmemente, pero la interferencia del embajador español y su propia disponibilidad de recursos salvaron las consecuencias inmediatas. Al ser muy versado tanto en derecho civil como canónico, planteó el punto de que Home, quien le ofreció el juramento, no estaba calificado para hacerlo, ya que no era obispo válidamente consagrado. Esto desafió a la nueva jerarquía en cuanto a la validez de sus órdenes (Vea ÓRDENES ANGLICANAS), y el caso de Bonner fue tan fuerte que el Gobierno evadió cumplirlo, y los procedimientos iniciados en su contra fueron aplazados una y otra vez. Cuatro veces al año durante tres años se vio obligado a comparecer ante los tribunales de Westminster solo para ser enviado de nuevo a prisión.

La última de estas comparecencias tuvo lugar en las sesiones del tribunal de la sanmiguelada de 1568, por lo que el último año de la vida del obispo transcurrió en la paz de su prisión. Su comportamiento durante su largo encarcelamiento fue notable por su infalible alegría, e incluso Jewel lo describe en una carta como "un hombre sumamente cortés y caballeroso tanto en sus modales como en su apariencia". (Cartas de Zurich, I, 34). El final llegó el 5 de septiembre de 1569, cuando murió en la Marshalsea. El obispo anglicano de Londres le escribió a Cecil para decirle que había sido enterrado en el cementerio de St. George, Southwark, pero si esto fue así, el ataúd pronto fue trasladado en secreto a Copford, cerca de Colchester, donde fue enterrado bajo el lado norte del altar.

Sander, Bridgewater y otros escritores contemporáneos atribuyeron a Bonner y los otros obispos que murieron en prisión el honor del martirio: in vinculis obierunt martyres. En las paredes del Colegio Inglés, en Roma una inscripción que registraba la muerte de los once obispos, pero sin nombrarlos, encontró un lugar entre las pinturas de los mártires. En una obra citada más abajo, el Rev. George Phillips ha expuesto hábilmente la tradición católica respecto a estos obispos, con el propósito explícito de promover su beatificación.

Bonner se diferencia de los demás en que, debido al papel destacado que las circunstancias le obligaron a desempeñar en la persecución, fue atacado durante su vida con un odio que le ha seguido incluso después de la muerte, por lo que en la historia de Inglaterra pocos nombres han sido tan execrados y vilipendiados como el suyo. Los historiadores, tanto católicos como protestantes, están haciendo ahora justicia a su memoria, pero sigue habiendo un inmenso prejuicio contra su memoria en la mente popular. Tampoco podía ser de otra manera ante las calumnias que se han producido. repetidas por la tradición. Las temerarias acusaciones de Bale y Foxe fueron repetidas por Burnet Hume, y otros, que se unen para representarlo como un perseguidor inhumano, "un hombre de modales libertinos y de carácter brutal, que parecía regocijarse en los tormentos de los infelices". (Hume c. XXXVII).

El primer historiador notable que desafió este veredicto fue el católico Lingard, aunque incluso él escribió de una manera muy tentativa y fue por un historiador anglicano, S.R. Maitland, quien primero le hizo algo de justicia a Bonner. El análisis de este escritor sigue siendo el resumen más discernidor del carácter del obispo:

«Dejando de lado la declamación y mirando los detalles de los hechos dejados por aquellos
que pueden ser llamados, si le gusta a la gente, las víctimas de Bonner y sus amigos,
encontramos, mantenido de manera muy consistente, el carácter de un hombre,
directo y cordial, familiar y de buen humor, a veces áspero, tal vez grosero, naturalmente de
mal genio, pero obviamente (por el testimonio de sus enemigos) aplacable y fácil de
convencer, capaz de soportar con mucha paciencia un lenguaje muy intemperante e
insolente, mucho insulto y bajo abuso dirigido contra él mismo personalmente, contra su
orden, y contra esas doctrinas y prácticas peculiares de su Iglesia, por la que él
mismo había sufrido la pérdida de todas las cosas, y soportado un largo cautiverio. Al mismo
tiempo, capaz de ser provocado a decir cosas duras y apasionadas, pero a menudo sin denotar
nada por las amenazas y la matanza que alentó, más que intimidar a aquellos sobre
cuya ignorancia y sencillez parecía desperdiciarse un argumento. En resumen, apenas
podemos leer con atención alguno de los casos detallados por los que no eran amigos
de Bonner, sin ver en él a un juez que (aunque concedamos que dispensaba mal
las malas leyes) evidentemente deseaba salvar la vida del prisionero».

Los historiadores posteriores han seguido generalmente este veredicto, y la última palabra se ha agregado, por el momento, en el volumen recientemente publicado sobre la Reforma, en la "Cambridge Modern History" planeada por Lord Acton (1903) donde se hace expresamente esta declaración:

«Ahora se admite en general que el papel desempeñado por Bonner no fue el que le atribuyó
Foxe, de un fanático cruel que se regocijó al enviar a sus víctimas a la hoguera. El número
de los ejecutados en su diócesis de Londres fue indudablemente desproporcionadamente
grande, pero esto parece haber sido más el resultado de la fuerza del elemento reformador
en la capital y en Essex que del empleo de un rigor excepcional; mientras que la evidencia
también muestra que él mismo trató pacientemente con muchos de los protestantes,
e hizo todo lo posible para inducirlos a renunciar a lo que él concienzudamente creía
que eran sus errores».

Los escritos de Bonner incluyen (1) "Responsum et Exhortatio in laudem Sacerdotii" (1553); (2) "Articles to be enquired of in the General Visitation of Edmund Bishop of London" (1554); (3) "Homelies sette forth by Eddmune Byshop of London... to be read within his diocese of London of all Parsons, vycars and curates, unto their parishioners upon Sondayes and holy days" (1555). También se publicó bajo su nombre un catecismo, probablemente escrito por sus capellanes, Harpsfield y Pendleton, titulado (4) "A profitable and necessary doctrine" (1554, 2da ed. 1555). También escribió el prefacio del "Book of Obedience" del obispo Gardiner (1534).


Bibliografía: Documentos Estatales de Enrique VIII; DODD, Church History (Londres, 1737), Parte III, Lb. II, art. 3; MAITLAND, Essays on the Reformation in England (Londres, 1849), Essays III, XVII, XVIII, XX; GILLOW, Bib. Dict. Eng. Cath. (Londres, 1885), I, 260-265; GAIRDNER en Dict. Nat. Biog. (Londres, 1886), V, 356-360; BRIDGETT AND KNOX, Queen Eliz. and the Cath. Hierarchy (Londres, 1889); STONE, History of Mary I (Londres, 1901); PHILLIPS, Extinction of the Ancient Hierarchy Londres, 1905).

Fuente: Burton, Edwin. "Edmund Bonner." The Catholic Encyclopedia. Vol. 2, págs. 675-677. New York: Robert Appleton Company, 1907. 4 nov. 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/02675a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina