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Jueves, 28 de marzo de 2024

Diferencia entre revisiones de «Carácter»

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La dotación original o elemento nativo en el carácter con el que el [[Individuo, Individualidad | individuo]] comienza la [[vida]] es prácticamente idéntico al que los antiguos y los [[escolasticismo | escolásticos]] reconocieron bajo el término “''temperamento''”.  Desde los [[tiempo]]s de Hipócrates y Galeno se distinguen cuatro tipos principales de temperamento: el sanguíneo, el colérico, el flemático y el melancólico. Curiosamente, la especulación moderna desde [[Filosofía de Emanuel Kant | Kant]] a Wundt y Fouillée tiende a aceptar la misma clasificación general, aunque a veces bajo otros nombres.  Los antiguos consideraban que estos diferentes tipos de temperamento se debían al predominio en el organismo de los diferentes “''humores''”. Los autores modernos los explican diversamente por las diferencias de textura y variable solidez de los tejidos del cuerpo, por el desarrollo variable de las diferentes partes, por diversas tasas de actividad en los procesos de nutrición y de desecho, en los cambios de energía nerviosa, o en circulación, y por las diferencias de tonicidad en los nervios.  Cualquiera que sea la [[verdad]]era explicación fisiológica, la cuádruple clasificación parece que representa bastante bien ciertos tipos de disposición marcadamente contrastados, a pesar de que dejan espacio para la subdivisión y formas intermedias.  Por otra parte, aunque los científicos aún están lejos de concurrir en cuanto a los elementos precisos en el organismo de los que depende el temperamento, parece [[certeza| cierto]] el hecho de que las diferentes formas de temperamento tienen una base orgánica. La transmisión de [[padres]] a hijos de disposiciones [[herencia | hereditarias]], por lo tanto, no implica ningún conflicto con la [[Doctrina Cristiana | doctrina]] de la [[creación]] de cada [[alma]] [[hombre |humana]].
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La vida del animal inferior se rige exclusivamente por el [[instinto]] de dentro, y por circunstancias accidentales desde afuera. Por lo tanto, es incapaz de adquirir un carácter. El [[hombre]], a través del despertar de la [[razón]] y el crecimiento de la reflexión, por el ejercicio de la elección deliberada contra los movimientos del impulso, desarrolla gradualmente el autocontrol; y es por el ejercicio de este poder que se forma especialmente el carácter [[moral]]. El carácter es en realidad el resultado de una serie de [[voluntad]]es, y es por esta razón por la que somos responsables de nuestros caracteres, así como lo somos de los [[hábito]]s [[Individuo, Individualidad | individuales]] que van a constituirlos.
  
 
==Tipos de Caracteres==
 
==Tipos de Caracteres==

Revisión de 22:29 2 oct 2015

El significado técnico que el término carácter posee en la controversia teológica es muy distinto al que se le atribuye en el lenguaje de la vida común, así como en la literatura dedicada a la psicología, la ética y la educación. El interés que rodea a la concepción de carácter en estas últimas ramas de la especulación ha estado en constante aumento durante los últimos cien años.

Psicología y Carácter

El término carácter tiene diferentes matices en diferentes contextos. En general, podemos decir que el carácter es la expresión de la personalidad de un ser humano, y que se manifiesta en su conducta. En este sentido todo hombre tiene un carácter. Al mismo tiempo, los animales no tienen carácter, sino sólo los seres humanos: implica racionalidad. Pero además de este uso, el término también se emplea en un sentido más estricto, como cuando hablamos de un hombre "de carácter". En esta connotación carácter implica una cierta unidad de cualidades con un grado reconocible de constancia o fijeza en el modo de acción. Es el quehacer de la psicología analizar los elementos constitutivos del carácter, trazar las leyes de su crecimiento, distinguir las principales agencias que contribuyen a la formación de diferentes tipos de carácter y clasificar dichos tipos. Si se ha de construir algo que se acerque a una ciencia de carácter, debe ser una psicología especial. A fines del siglo XIX y principios del XX los psicólogos franceses nos dieron una gran cantidad de observaciones agudas sobre el tema del carácter. Los principales de ellos fueron: MM. Azam, Pérez, Ribot, Paulhan, Fouilloe y Malapert. Todavía estas contribuciones no constituyen una ciencia.

El comportamiento de cada ser humano, en cualquier fase de su existencia es el resultado de un complejo conjunto de elementos. La manera en que apercibe o recibe ciertas impresiones presentes, el tipo de pensamientos que ellas despiertan, los sentimientos particulares con las que son asociadas en su mente, y las voliciones especiales a las que dan lugar son en cierta medida peculiares a sí mismo, a pesar de la naturaleza común en la que participa con otros hombres. Tomados en conjunto se dice que constituyen o, con mayor precisión tal vez, revelan su carácter.

En cualquier época de la vida madura el carácter de un hombre es el resultado de dos clases distintas de factores: los elementos originales o heredadas de su ser y los que él mismo ha adquirido. Por un lado, cada ser humano comienza con una cierta naturaleza o disposición ---una dotación natural de capacidades para el conocimiento y los sentimientos y las tendencias hacia voliciones y acción--- que varía con cada individuo. Esta disposición depende en parte de la estructura del organismo corporal y especialmente del sistema nervioso que ha heredado; en parte, quizá, también en su alma que ha sido creada. Forma su individualidad al comienzo de la vida; e incluye susceptibilidades para responder a las influencias externas, y potencialidades para el desarrollo de diversas formas que difieren con cada ser humano. Un error fundamental en la psicología inglesa desde Locke a John Stuart Mill fue el ignorar o subestimar esta diversidad de aptitud nativa en diferentes individuos.

Gran parte del tratamiento asociacionista del desarrollo de la mente humana procedió sobre el supuesto de igualdad o similitud original de la facultad mental, y por lo tanto tendió a atribuir todas las diferencias posteriores a una diversidad de circunstancias. Exageró grandemente lo que se ha llamado el papel desempeñado por la crianza en comparación con el de la naturaleza. Pasó por alto el hecho de que la capacidad y disposición original de la mente individual determina en gran medida la forma en que debe apropiarse de la experiencia que le presente su ambiente. Este error fue peculiarmente desfavorable para afrontar una explicación adecuada del carácter. Desde Darwin ha habido un retorno a la doctrina más antigua y más verdadera que reconoce plenamente la importancia de la dotación original de cada individuo. Pues, aunque el propio autor del "Origen de las Especies" exageraba la influencia del medio ambiente en su teoría biológica, él y sus seguidores fueron llevados a poner un gran énfasis en la herencia y la transmisión de padres a hijos de las variaciones individuales y hábitos adquiridos.

Los Cuatro Temperamentos

La dotación original o elemento nativo en el carácter con el que el individuo comienza la vida es prácticamente idéntico al que los antiguos y los escolásticos reconocieron bajo el término “temperamento”. Desde los tiempos de Hipócrates y Galeno se distinguen cuatro tipos principales de temperamento: el sanguíneo, el colérico, el flemático y el melancólico. Curiosamente, la especulación moderna desde Kant a Wundt y Fouillée tiende a aceptar la misma clasificación general, aunque a veces bajo otros nombres. Los antiguos consideraban que estos diferentes tipos de temperamento se debían al predominio en el organismo de los diferentes “humores”. Los autores modernos los explican diversamente por las diferencias de textura y variable solidez de los tejidos del cuerpo, por el desarrollo variable de las diferentes partes, por diversas tasas de actividad en los procesos de nutrición y de desecho, en los cambios de energía nerviosa, o en circulación, y por las diferencias de tonicidad en los nervios. Cualquiera que sea la verdadera explicación fisiológica, la cuádruple clasificación parece que representa bastante bien ciertos tipos de disposición marcadamente contrastados, a pesar de que dejan espacio para la subdivisión y formas intermedias. Por otra parte, aunque los científicos aún están lejos de concurrir en cuanto a los elementos precisos en el organismo de los que depende el temperamento, parece cierto el hecho de que las diferentes formas de temperamento tienen una base orgánica. La transmisión de padres a hijos de disposiciones hereditarias, por lo tanto, no implica ningún conflicto con la doctrina de la creación de cada alma humana.

Aunque nuestro temperamento original se nos es dado así independientemente de nuestra voluntad, nosotros mismos jugamos un papel importante en el moldeo de nuestro carácter, y así llegamos a ser responsables de ciertas cualidades éticas en él. El término carácter se ha definido como "una voluntad completamente formada". Sería más exacto decir que el carácter es "el temperamento natural, completamente formado por la voluntad". Es, de hecho, el resultado de la combinación de nuestra disposición original con nuestros hábitos adquiridos. Como la calidad, forma y estructura del organismo y de sus diferentes partes se pueden modificar de diversas maneras en el proceso de crecimiento ---sobre todo durante la plasticidad de principios de la vida--- por variaciones en la nutrición, el ejercicio y el medio ambiente, así las facultades del alma pueden ser desarrolladas de diversas maneras por la manera en que se ejerce, y por la naturaleza de los objetos sobre los que se emplean sus facultades.

Entre los elementos adquiridos que van a la edificación del carácter pueden distinguirse los relacionados con la cognición, ya sean sensoriales o intelectuales, y los que pertenecen a las actividades emocionales y volitivas del alma. El ejercicio fortalece el poder y amplía las posibilidades de cada facultad, y crea, no raramente, un antojo por más ejercicio en la misma dirección. El uso regular del intelecto, la actividad controlada de la imaginación, la práctica del juicio y de la reflexión, contribuyen a la formación de hábitos de la mente más o menos inteligentes y refinados. La indulgencia frecuente en las formas particulares de las emociones, tales como la ira, la envidia, la simpatía, la melancolía, el miedo, y similares, fomenta tendencias hacia estos sentimientos que dan una inclinación subconsciente para una gran parte de la conducta del hombre. Pero, finalmente, el ejercicio de la voluntad desempeña el papel predominante en moldear el tipo de carácter que se está formando. La forma y el grado en que se inician las corrientes de pensamiento y las oleadas de emoción, guiados y controlados por la voluntad, o permitidos a seguir el curso del impulso espontáneo, tienen no menos efecto en la determinación del tipo de carácter resultante que la calidad de los propios pensamientos o emociones.

La vida del animal inferior se rige exclusivamente por el instinto de dentro, y por circunstancias accidentales desde afuera. Por lo tanto, es incapaz de adquirir un carácter. El hombre, a través del despertar de la razón y el crecimiento de la reflexión, por el ejercicio de la elección deliberada contra los movimientos del impulso, desarrolla gradualmente el autocontrol; y es por el ejercicio de este poder que se forma especialmente el carácter moral. El carácter es en realidad el resultado de una serie de voluntades, y es por esta razón por la que somos responsables de nuestros caracteres, así como lo somos de los hábitos individuales que van a constituirlos.

Tipos de Caracteres

Etología

Ética y Cáracter

Educación y Carácter

Fuente: Maher, Michael. "Character." The Catholic Encyclopedia. Vol. 3. New York: Robert Appleton Company, 1908. 2 Oct. 2015 <http://www.newadvent.org/cathen/03584b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina