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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Domingo Báñez

De Enciclopedia Católica

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Domingo Báñez fue un teólogo dominico español nacido el 29 de febrero de 1528 en Valladolid y fallecido en Medina del Campo el 22 de octubre de 1604. La calificación de mondragonensis añadido a su nombre, es un patronímico por su padre Juan Báñez de Mondragón, Guipúzcoa. A los quince años comenzó a estudiar filosofía en la Universidad de Salamanca. Tres años más tarde tomó el hábito dominico en el convento de S. Esteban y profesó el 3 de mayo de 1547. Durante el año de revisión de las artes liberales tuvo como condiscípulo al que después sería el distinguido Bartolomé Medina. Estudió teología con profesores como Melchor Cano (1548-51), Diego de Chaves (1551) y Pedro Sotomayor (1550-51), poniendo los cimientos de su erudición y adquiriendo la agudeza por la que sobresaldría más tarde como teólogo y exponente y defensor de la doctrina tomista.

Comenzó a enseñar teniendo como prior y regente a Domingo de Soto. Enseñó durante diez años. Entonces fue nombrado maestro de estudiantes, exponiendo la “Summa” a los jóvenes de la orden durante cinco años, ocupando, con mucho éxito, los puestos de profesores enfermos y que estaban ausentes de sus cátedras en la universidad por otras razones.

Se dice que en la dura competición de los exámenes para promociones se llevó fácilmente todos los honores. Enseñó en la universidad de los dominicos de Ávila de 1561 a 1566. Hacia 1567 se le asignó una cátedra de teología de Alcalá, la antigua Complutum. Parece que estaba de nuevo en Salamanca en 1572 y 1573, pero los cuatro años escolares 1573-77 fue regente del Colegio dominico de S. Gregorio de Valladolid, una casa de altos estudios donde los mejores estudiantes de la Provincia de Castilla se preparaban para una carrera escolástica. Elegido prior de Toro, fue sin embargo a Salamanca para competir por la cátedra Durandus, vacante por la promoción de Medina a la cátedra principal. Ocupó el puesto de 1577 a 1580 y tras la muerte de Medina (30 dic. 1580) aparece de Nuevo compitiendo para la cátedra principal de la universidad. El resultado fue un triunfo académico de Báñez que se instalo apropiadamente entre la aclamación de profesores y estudiantes. Trabajó allí durante 20 años. Su nombre adquirió una autoridad extraordinaria y las principales escuelas de la ortodoxa España se refieren a él como proeclarissimum jubar-- "la más brillante luz" – de todo el país.

Por otra parte, el mejor Báñez estaba rindiendo un memorable servicio a la Iglesia como director espiritual y confesor de Santa Teresa de Jesús (1515-82) cuyas propias palabras le señalan como el consejero espiritual en el que más confiaba como guía y ayuda, tanto en la vida interior como en su trabajó heroico de la reforma carmelita. En la autobiografía dice que le tuvo como confesor durante seis años y siempre que tenía ocasión se comunicaba con él por carta, contándole todo lo que se decía y escribía, siendo Báñez la persona con la que se comunicaba más frecuentemente. Teresa escribió sobre la primera fundación del monasterio de S. José de Ávila, que sólo Bánez lo salvó de la destrucción que había sido decidida en una asamblea de las autoridades religiosas y civiles.

El no conocía entonces a la santa, pero ésta dice que en adelante el fue uno de sus amigos más fieles, estricto y severo, cuando llego a ser director espiritual que tenía como penitente a una gran santa. Báñez testificó en el proceso de su beatificación que era firme y duro con ella y cuando ella más deseaba más su consejo, más la humillaba él y menos parecía estimarla. El buscaba la prueba de su amor a Dios en su veracidad, obediencia, mortificación, penitencia y caridad hacia sus perseguidores al mismo tiempo que afirmó que nadie era más incrédulo que él respecto a sus visiones y revelaciones. En el oficio de maestro de la vida espiritual fue tan científico como natural y práctico.

Era fácil alabar los escritos de Santa Teresa y admitir su santidad tras su muerte, pero a fray Báñez le servían de poco los aplausos de otros; tenía que juzgar su libro como teólogo y a la santa como uno de sus penitentes ordinarios. Cuando escribió, lo hizo como un hombre cuya vida transcurrió, como el mismo nos dice, enseñando y disputando.

Como profesor, conferenciante y polémico académico Báñez sobresale como una figura de distinción sin precedentes en la España escolástica. Su tiempo estaba maduro para las controversias y aparecían inquietantes tendencias que se alejaban de los caminos trillados de Agustín y Tomas de Aquino. La gran controversia con la que su nombre va asociado en primer lugar se refiere a una disputa pública celebrada en el año 1582. Francisco Zumel, mercedario, fue el moderador. Prudencio Montemayor, jesuita, argüía que cristo no murió libremente y consiguientemente sufrió la muerte sin mérito, si el padre el había ordenado morir. Bánez preguntó qué consecuencias hubieran seguido no sólo respecto a la sustancia del acto de la muerte sino también respecto a sus circunstancias, si el Padre le hubiera ordenado Prudencio respondió que en ese caso no había ni libertad ni mérito.

Luis de León, agustino, se puso de parte de Prudencio y la discusión se generalizó entre los maestros que asistían y llevó a los temas familiares de la predestinación y justificación.

Se siguieron otras disputas formales y se manifestaron fuertes emociones. Juan de Santa Cruz, jerónimo, se sintió obligado a presentar el tema a la Inquisición (5 de febrero) y en informe añadió como apéndice 16 proposiciones que cubrían las doctrinas de las controversias. Luis de León declaró que sólo había defendido esas tesis para incitar a la discusión de los temas, siendo su principal preocupación prevenir para que no fueran cualificadas como heréticas. A pesar de ello, se le prohibió enseñar pública o privadamente, las 16 preoposiciones revisadas y condenadas.

En 1588, luis de Molina, jesuita, publicó en Lisboa su famosa "Concordia liberi arbitrii cum gratiæ donis", con la censura o sanción del dominico Bartolomeu Ferreiro, y la dedicó al inquisidor general de Portugal, el cardenal Alberto de Austria. Pero en España fue surgiendo un sentimiento contra la publicación porque favorecía algunas de las proposiciones condenadas. El cardenal, avisado, detuvo la venta y requirió a Báñez y probablemente a otros, que lo examinaran. Tres meses después Báñez opinó que 6 de las 11 proposiciones prohibidas aparecían en la “Concordia”.

Se le pidió a Molina que se defendiera y sus respuestas a las objeciones y a otras observaciones se añadieron como apéndice con el que, de nuevo sancionado (el 25 o 30 de agosto de 1589) se permitió que la obra circulara. Se consideró un estudio de los que hacen época y muchos jesuitas salieron en su defensa. Desde Valladolid, donde las escuelas de los jesuitas y dominicos habían alternado disputas públicas a favor y contra las enseñanzas sobre la gracia, el asunto e extendió por toda España.

De nuevo se solicitó la intervención de la inquisición y por la autoridad de esta alto tribuna se requirió a los litigantes que presentaran sus respectivas posturas, mientras que al mismo tiempo se consultaba a varias universidades, prelados y teólogos sobre el asunto, que también se llevó ante el papa, por el nuncio papal en Roma, el 15 de agosto de 1594; todas las disputas debían cesar hasta que se diese una solución. Mientras tanto Molina para contraatacar planteó otras acusaciones contra Báñez, Zumel y a otra críticos. Zumel envió su defensa en tres partes, todas ellas apoyadas por Báñez, el 7 de julio de 1595. Al mismo tiempo Báez y otros siete de sus hermanos en religión presentaron postura de los dominicos. Cada uno de ellos presentó una respuesta por separado a los cargos. Pero el presidente de la inquisición quiso que estos ocho libros se redujeran a uno se dieron instrucciones a Báñez, junto con Pedro Herrera y Diego Álvarez para que lo hicieran. Unos cuatro meses después Álvarez presentó su trabajo conjunto bajo el título de "Apologetica fratrum prædicatorum in provinciâ Hispaniæ sacræ theologiæ professorum, adversus novas quasdam assertiones cujusdam doctoris Ludovici Molinæ nuncupati", que se publicó en Madrid el 20 de noviembre de 1595.

Es digno de tenerse en cuenta que esta obra fue firmada y ratificada por 22 maestros y profesores de teología. Se le añadió un tratado sobre la eficacia intrínseca de la gracia divina y casi dos años después, en 1597, Báñez retomó el asunto en un nuevo resumen, pidiendo al papa que permitiera que las escuelas dominicanas comenzaran de nuevo su enseñanza sobre las disputadas cuestiones. Esto era el "Libellus supplex Clementi VIII oblatus pro impetranda immunitate a lege silentii utrique litigantium parti imposita", publicado en Salamanca.

El cardenal Madruzzi dio al nuncio en España el 25 de febrero de 1598, una carta en nombre del papa que decía :”Informe a los padres de la Orden de Los Predicadores de que Su Santidad, moderando la prohibición que se hizo, les concede la facultad de enseñar y disputar libremente , como en el pasado, sobre el tema de auxiliis divinae gratia, et eorum efficacia, conforma a la doctrina de Santo Tomás; y de igual manera, a los Padres de la Compañía de Jesús que también pueden enseñar y discutir el tema, ateniéndose siempre a la sana doctrina católica” (Serry, Hist. Cong. de Aux., I, XXVI.) . Este pronunciamiento fue el fin de cualquier participación personal de Bánez en la famosa controversia.

Se ha afirmado que Báñez fue, al menos virtualmente, el fundador del tomismo, especialmente en los que atañe a las teorías de la premoción física, la eficacia intrínseca de la gracia y la predestinación al margen de los meritos previstos. Para cualquier lector de Báñez es evidente que él se hubiera enfrentado a tal afirmación negándola totalmente pues su característica principal era la fidelidad a Santo Tomás, menos importantes “Nunca me he alejado de las enseñanzas de Santo Tomás ni un milímetro ni en las cuestiones menos importantes”. De hecho hace notar con especial animadversión los puntos de vista de sus profesores y asociados cuando se separan hasta ligeramente de las opiniones del Doctor Angélico. “Ante todo determiné seguir a Santo Tomás como él siguió a los Padres”, era una de sus afirmaciones favoritas.

Su celo por la integridad de la enseñanza tomista no permitía novedad doctrinal alguna, sobre todo si se reclamaba la opinión en nombre de santo Tomás. En la voluminosa literatura de la De Auxiliis y controversias relacionadas las doctrinas cardinales del tomismo explicadas por sus adversarios a un origen variado: el Rev. G. Schneeman, S. J., (Controversiarum de divinæ gratiæ liberique arbitrii Concordiâ initiae progressus, Freiburg im Br., 1881), el Rev. Padre De Regnon, S. J. (Báñez et Molina, Paris, 1883) y el Rev. Padre Gaudier, S. J. (en la Revue des Sciences Ecclésiastiques, Amiens, 1887, p. 153) llaman a los tomistas “seguidores de Bañez”, pero contra ellos hay una formidable lista de jesuitas de fama que eran ellos mismos tomistas o autoridades por otras opiniones. Suarez, por ejemplo (Op. omn., XI, ed Vives, Paris, 1886, Opuse., I, Lib. III, De Auxiliis vii), atribuye (Op. omn., XI, 50; Opusc. I, Lib. I, De Conc.-Dei, xi, n 6) admite que Santo Tomás mismo le enseñó algún tiempo.

Toledo (Comment. in 8 Lib. Aristotelis, Venecia1573, Lib. II, c. iii, q.8) y Pererius (Pref. to Disquisit. Magicarum Lib. VI, I Ed.) consideran tomista el catecismo del Concilio de Trento, que fue obra de tres eminentes dominicos (1566). [para Del Río ver Goudin, Philosophia (Civita Vecchia, 1860), IV pt. IV, 392, Disp. 2, q. 3, 2.] El reverendo Victor Frins S. J., la da como su opinión (S. Thomæ Aq. O.P. doctrina de Cooperatione Dei cum omni naturâ creatâ præsertim liberâ, Responsio ad R.P. Dummermuth O.P., Paris, 1893) que mientras Medina y pedro Soto (1551) enseñaron predeterminación física, el originador de la teoría fue Francisco de VictoriaO.P. (m. 1546). Los dominicos Ferrariensis (1576), Cayetano (1507), y Juan Capreolus (m. 1436) son también acreditados tomistas en la opinión de autoridades como el Jesuita Becanus [Summa Theol. Schol. (Mainz, 1612), De Deo, xviii, no 14] y Azorius [Institut. Moral. (Rome, 160-11), Lib. I, xxi, 7], y los teólogos de Coimbra (Comment. in 8 libros Phys., Lib. II, q. 13, a. 1). Molina, por el contrario, cita la doctrina de un cierto discípulo de Sto. Tomás --se supone que Báñez – como que sólo difiere en palabras de la doctrina de Escoto, en vez de estar de acuerdo con la del Aquinate [Concordia (Paris 1876), q. 14, a. 13, Disp. 50].

Estas extrañas divergencias de opinión de las que sólo hemos citado unas pocas parecerían indicar que el intento de atribuir a Báñez la paternidad del sistema tomista ha fallado [Cf. Defensio Doctrinæ S. Thomæ, A.M. Dummermuth O.P., Louvain and Paris, 1895, también CVRD. Ilíada, Summa Phil. (Paris, 1898), II, 525.]

El desarrollo de la terminología tomista en la escuela dominicana se debió sobre todo a las exigencias no solo de la postura tomada contra Molina y las proposiciones prohibidas de las que hemos hablado, sino de la más importante defensa contra los atraques y aberraciones de los Reformadores. La "predeterminación" y "predefinición" de Báñez y sus contemporáneos, que incluye a otros además de los dominicos, enfatizaba, respecto del conocimiento de Dios y su providencia, una prioridad para, una independencia de futuros actos libres que, en las teorías Catarina-molinistas les parecía a ellos que caía menos claramente bajo la acción causal de Dios.

Estos términos, sin embargo son utilizados por el mismo Santo Tomás (Comen. de divinas no minibús, Let. i.e.) .Las palabra “premoción física” tenían la intención de excluir en primer lugar un mero impulso moral y en segundo lugar una concurrencia de la divina causalidad y la libre voluntad sin la subordinación de la ésta a la Primera Causa. La escuela tomista ha tenido la invariable postura de que tales términos lejos de violentar las enseñanzas del Aquinate son su verdadera expresión. Uno de los presidentes de la Congregación De Auxiliis, el Cardenal Madruzzi, hablando de Báñez en este respecto dijo: “Su enseñanza parece deducirse de los principios de Sto. Tomás y fluir completamente de la doctrina tomista, aunque difiere algo en su forma de hablar” (Serry, Hist. Cong. de Aux. aprendiz, col. 89). Parece justo, para la memoria de Báñez, que esta opinión prevalezca.

Como escritor, Báñez es claro directo y vigoroso, ocasionalmente prolijo y nunca aburrido o trivial. Trata un tema extensivamente solo cuando es muy importante o manifiestamente útil, Su pensamiento es generalmente la lucidez misma en su más pura condensación escolástica. Y no es menos perspicaz cuando adopta un estilo más libre y más elegante para un número de lectores más amplio. De copiosa erudición pero muy dado a la lógica y profundamente versado en metafísica, sobrepasando en este respecto a los más hábiles de sus contemporáneos. Mostró una mente amplia y un espíritu progresista al poner, con no poco gasto un a imprenta completa en el convento de S. Esteban y empleando los más hábiles especialistas que se podían conseguir.

La lista de sus obra se completa de la manera siguiente: (1) "Scholastica commentaria in Iam partem angelici doctoris D. Thomæ usque ad 64 qu.", fol. Salamanca, 1584; Venecia 1585, 1602; Douai, 1614; (2) "Scholastica commentaria super cæteras Iae partis quæstiones", fol. Salamanca, 1588; (3) "Scholastica commentaria in IIam IIae, quibus quae ad fidem spem et charitatem spectant, clarissime explicantur usque ad quæst. XLVI", fol. Salamanca, 1584; Venice, 1586; (4) "Scholastica commentaria in IIam IIae quaest. LVII ad LXXVII de jure et justitia decisiones", fol. Salamanca, 1594; 1604, Venecia 1595; Colonia y Douai, 1615; (5) "Relectio de merito et augmento charitatis anno MDLXXXIX Salamanticæ in vigilia pentecostes solemniter pronunciata", Salamanca, 1590, 1627; (6) "Commentaria in quaestiones Aristotelis de greneratione et corruptione", fol. Salamanca, 1585; Venencia1596; Colonia, 1614; (7) "Institutiones minoris dialecticae and In Aristotelis dialecticam", Colonia, 1618; (8) "Responsio ad quinque quæstiones de efficaciâ divinæ gratiæ", Angelica Library, Rome, MS. R. l. 9. fol. 272; (9) "Respuesta contra una relación compuesta por los padres de la compañía de Jesús de Valladolid," Medina del Campo 1602, MS., Dominican Library, Avila.


Bibliografía

BAÑEZ, autobiography in preface to Comment. in Iam P., D. Thomae.; QUÉTIF-ECHARD, Scriptores Ord. Praed. Paris 1721) II, 352; TOURON, Hist. des hommes illustres de 1'ordre de S. Dominique (Paris 1743) IV, 750; MANDONNET in Dict. de théol. cath. (Paris 1903), Fasc. X, col. 140; MORGOTT in Kirchenlex. (2d ed., Freiburg 1882), 1, s. v. Bañez; SERRY, Hist. congregationum de auxiliis (Venice, 1740); MEYER, Hist. congregatioum de divinae gratiae auuxiliis (Venice, 1740); DUMMERMUTH, S. Thomae ct Doctrin. Praemotionis Physicae (Paris, 1886); GAYRAUD, Thomisme et Molinisme (Toulouse, 1889); BERTHTER in Revue Thomiste for 1893, 87; REGNON, Bannésianisme et Molinisme (Paris 1890); GAYRAUD, Réplique au R.P. Th. de Regnon (Toulouse 1890).


JOHN R. VOLZ .


Transcrito por Albert Judy, O.P.


Traducido por Pedro Royo